Venus, room 6

Atravesó, silencioso, el también silencioso pasillo que daba al lujoso salón de la habitación número 6 del hotel Venus. Mientras lo hacía, pasó junto a una puerta entornada...

Hotel Venus, habitación 6

Rafa salió de la ducha. Tras secarse, frente al espejo, se puso un batín de seda, de color rojo como la sangre, y se sonrió a sí mismo, nervioso. No podía esperar.

Atravesó, silencioso, el también silencioso pasillo que daba al lujoso salón de la habitación número 6 del hotel Venus. Mientras lo hacía, pasó junto a una puerta entornada. De aquella habitación surgía una fina línea de luz, acariciando el suelo bajo sus pies. Consiguió reprimir, a duras penas, las ganas de mirar dentro, tragando saliva y obligándose a seguir caminando hacia el salón. Creyó oír un suave susurro, aunque no sabía si era ella quién se lo había dedicado; tal vez era fruto de su imaginación, fruto a su vez de la excitación que le recorría el cuerpo como una suave corriente eléctrica.

Entró en el salón, a oscuras, llevando sólo el batín, sintiendo el frío tacto del mármol en los pies desnudos. Caminó hacia el mueble bar, se sirvió una copa, un ruso blanco, y se dirigió frente al enorme ventanal de la habitación. Fuera, la ciudad parecía parte de un sueño, moteada por miles de puntos de luz. Eran lo único que la distinguían de la oscuridad. Sabía que, desde fuera, nadie podía verle, y que el ventanal reflejaba perfectamente la misma vista, como un espejismo nocturno. Aquello le hacía sentir seguro, por invisible. Sonrió. No podía esperar.

Encendió la luz, y el salón se mostró reflejado ante él. A un lado del ventanal había una pequeña piscina; al otro, una enorme cama rodeada de cortinas de seda y, frente a esta, un cómodo sillón. Bajó la luz para que fuera más tenue, apuró la copa y, nervioso, se sentó en el sillón. El roce de la seda le puso la carne de gallina mientras cerraba los ojos, esperando.

Escuchó como la puerta de la habitación se abría, y se lamió los labios, presa de la anticipación. Lullaby, de The Cure, empezó a sonar, llenándolo todo.

  • Hola.

Su voz le hizo estremecerse, y abrió los ojos, muy despacio. Débora estaba ante él, de pie. Rafa recorrió su cuerpo con la vista, de arriba a abajo. Llevaba el pelo recogido, por lo que él no pudo evitar detenerse a contemplar su cuello (pensó cuanto deseaba besarlo, lamerlo, morderlo), rodeado por un collar de perlas. Contempló la perfección de sus labios, y entonces sus ojos se cruzaron. Su mirada, oscura y profunda, era como debe ser la mirada de un vampiro, hipnótica, llena de pasión y misterio. Siguió el collar con la vista, y vio que caía sobre su escote, lo suficientemente abierto para que pudiera admirar la belleza de sus pechos, ajustados a una blusa blanca (pensó en arrancársela de inmediato, mordiéndose el labio, reprimiendo su deseo). Bajó aun más la vista. Débora llevaba una falda negra, muy corta, y bajo la misma pudo ver unos centímetros de sus muslos morenos (tragó saliva, recordando su suavidad), justo antes de llegar a sus medias, de liguero, también negras. Por último, zapatos de tacón oscuros, completando el conjunto.

  • ¿Y bien?

Las palabras salieron de los labios de Débora como un encantamiento, mezcla de orden y declaración de sumisión. Él tragó saliva, de nuevo.

  • Desabróchate la blusa. Despacio.

Ella asintió, con una media sonrisa. Fue desabrochando los botones, uno por uno, mientras miraba de reojo como la excitación de Rafa se hacía cada vez más evidente, bajo el batín. Le dio la espalda, para aumentar la misma. Cuando hubo acabado con la blusa, se giró de nuevo hacia él, lentamente, sin quitársela. Sus pechos seguían ocultos, bajo un corsé negro.

  • ¿Y ahora?

  • Arrodíllate. Sobre la cama.- Débora lo hizo.

  • Afloja el corsé. Quiero ver tus pechos... quiero ver como juegas con ellos.

Los dedos de Débora se deslizaron sobre su escote, tirando del mismo suavemente, hacia abajo. Comenzó a acariciárselas, despacio, juntándolas, tirando de sus pezones. El pene de Rafa apareció por la apertura del batín, hinchado. Él evitó tocárselo, con un jadeo casi inaudible.

  • Levántate. Y ven aquí.

Débora se deslizó sobre la cama, bajó de la misma, caminó sensualmente, sin apartar sus ojos de los de Rafa, hasta estar frente a él.

  • Quítate la blusa – ella asintió, dejándola caer al suelo con un movimiento de los hombros.- Levántate la falda. Muy despacio.

Contempló como lo hacía, girándose un poco, mostrándole su perfil. Sus pechos sobresalieron, aun más, del corsé, mientras se levantaba la falda con la punta de los dedos, arañándose los muslos. Antes de mostrarle el culo, paró, mirándole tentadora.

  • Sigue. Quiero ver lo que llevas debajo.

Con un suspiro, se levantó la falda del todo, mostrándole el tanga negro, y las tiras que le sujetaban las medias. Se acercó un poco más a él y adivinando sus deseos, se desabrochó la falda, dejando que cayera al suelo. Le miró el pene, descaradamente, que ahora se mostraba por completo, erecto. Se lamió los labios.

  • Mete la mano dentro del tanga. Mastúrbate.

Ella se acercó al sillón, y levantó una pierna, apoyándola en uno de los brazos del mismo. Se metió la mano en el tanga y empezó a tocarse, procurando que él pudiera adivinar el movimiento de sus dedos contra su sexo. Siguió haciéndolo, cada vez más rápido, gimiendo suavemente.

  • Apártate. Voy a levantarme.

Se puso de pie, acercándose a ella. Débora abrió la boca para decir algo, y él aprovechó el momento para besarla, con fuerza, estrechándola contra su cuerpo. Su pene rozó el corsé, con una mezcla de dolor y placer. Giraron juntos, hasta que Débora estuvo de espaldas al sillón. Él la empujó suavemente, haciéndola caer en el mismo. Ambos jadeaban. Rafa se arrodilló frente al sillón.

  • Ponte cómoda. Separa las piernas.

Ella se recostó en el sillón, abriéndose para él, apoyando uno de sus muslos en el brazo del sillón.

  • Enséñame el coño.

Se apartó el tanga con los dedos de una mano, y se acarició el sexo, depilado, con los de la otra, separándose un poco los labios.

  • Ahora voy a lamerte. Pero antes tienes que pedirme... rogarme que lo haga.

Los pechos de Débora se movían al ritmo de su respiración. Le miró a los ojos, fijamente, implorante.

  • Por favor... lame mi coño. Quiero que lo acaricies con la lengua. Ahora. Por favor. Por fa...

Antes de que pudiera acabar la frase, Rafa se lanzó contra su sexo. Primero lo lamió de arriba abajo, varias veces, antes de poner la lengua sobre su clítoris. La apretó, moviéndola circularmente, cada vez más rápido. Ambos gemían. Débora se llevó las manos a los pechos, acariciándolos, tirándose de los pezones con fuerza, mientras él seguía lamiéndola, apartándole el tanga con los dedos de una mano. De golpe, le introdujo los de la otra en el coño, de uno en uno, hasta que tuvo tres dentro. Empezó a follarla con fuerza, mientras la lamía cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Débora gimió hasta gritar, mientras se corría contra la boca de Rafa. Él la besó los labios del coño, le dio un ultimo lametón, de abajo a arriba, y se puso de pie. Tenía la polla completamente tiesa, y una gota del preseminal le salió de la punta, deslizándose por su glande. Ella no pudo evitar cogerla, y empezó a masturbarle, lentamente, mientras se restablecía del orgasmo. Sentía como todo el cuerpo de Rafa se estremecía, temblaba en su mano. Se incorporó un poco y, mirándole a los ojos, se introdujo su pene en la boca. Él gimió, y la apartó de sí, con fuerza.

  • Aun no. Ven aquí.

Tiró de ella hacia sí, poniéndola en pie. La besó salvajemente, buscando su lengua, mientras la desabrochaba el corsé. Pronto, ella sólo llevaba el collar de perlas, el tanga, las medias y los tacones. Le arrancó el tanga, y la empujó hacia la cama.

  • A cuatro patas...

Ella asintió, excitada, e hizo lo que le pedía. Sacó el culo un poco, tentándole. Él la miró durante unos instantes, antes de comenzar a acariciar su espalda, sus pechos, sus nalgas. Dejo caer el batín.

  • Quiero el collar.

Débora se incorporó, permitiéndole que se lo quitara.

  • No te muevas. No te gires. No mires... sientas lo que sientas. – ella asintió, cada vez más caliente.

Rafa se situó tras ella, inclinándose hacia su coño. Le dio un lametón.

  • Ábrete el coño- ella lo hizo, con dos dedos-. Muy bien. Así... y ahora, a ver que te parece esto.

Lentamente, le fue introduciendo las perlas, una a una, en el coño, mientras ella gemía, arqueando la espalda. Cuando sólo un par de perlas sobresalía de su interior, el se puso ante su cara, acercándole el pene a la boca.

  • Ahora sí... abre la boca. Así.- le apretó el glande contra la lengua, mientras le recorría la espalda con los dedos, desde el cuello hasta el culo, llegando hasta su sexo. Sujetó las perlas que sobresalían con dos dedos, mientras gemía, y empezó a tirar de las mismas, aunque sin sacarlas. Sintió como ella se estremecía. Se metió la polla en la boca, chupándola. Rafa empezó a acariciarle los pechos con la mano libre, mientras seguía jugando con las perlas. Miró como ella le chupaba cada vez más rápido, ansiosa, y un placer infinito le recorrió el cuerpo entero.

Sin poder evitarlo, empezó a mover las caderas, de atrás hacia delante, follándola la boca, jadeando, gimiendo.

  • E... eso es... chúpala entera... cómetela... me estás matando, nena.

Acto seguido, dejó de tocarle los pechos, y la sacó la polla de la boca, escurriéndose bajo ella, hasta que cada uno tuvo el sexo frente a los labios del otro. Ella se quedó quieta un momento, expectante... hasta que sintió como él empezaba a lamerla el coño, de nuevo. Con un quejido, se metió la polla en la boca y empezó a follarla, a lamerla, mientras una mezcla de semen y saliva caía sobre los huevos de Rafa. Aquello hizo que él le lamiera el clítoris cada vez más, mientras empezaba a sacar las perlas de su coño, despacio, una a una, lo que provocaba escalofríos en ella. Justo al llegar a la última perla, ella se sacó el pene de la boca, masturbándole de arriba abajo, sintiendo como se le escurría, y preparándose para correrse. Él apretó la lengua contra su coño y, con un tirón seco, sacó la última perla. Débora se corrió, gimiendo, temblando, al tiempo que Rafa se corría, con un bramido, descargándose sobre sus pechos. Salió de debajo de ella, poniéndose en pie.

  • Ya... ¿ya has terminado?- Dijo Débora, apreciando que la polla de Rafa seguía tiesa, a pesar de que acababa de eyacular.

  • No, nena... aun no te he follado- contestó él, al tiempo que la penetraba, deslizando el pene en su coño, desde atrás.

  • ¡Ahhhhhhhhh!... Joder nene, sí, eso es, sigue... sigue, sigue...

Él la acarició el culo, tiró de ella contra sí, le arañó las medias, la folló cada vez más rápido. La obligó a apoyar los pechos contra la cama, y se puso en cuclillas, sin sacarle la polla de dentro. Gimiendo, aceleró sus embestidas, provocando que Débora gimoteara mientras se acariciaba el clítoris con los dedos. El tiempo pareció detenerse, y siguieron follando, fuera de sí, durante lo que pareció una eternidad.

  • Me... me... ¡me corro!- gritaron ambos, al unísono, como un coro.

Rafa se desplomó en la cama, junto a Débora. Ambos se miraron, empapados en sudor, con la respiración entrecortada, sonriendo. Miraron sus cuerpos desnudos, reflejados en el ventanal, mientras se acariciaban suavemente.

  • Débora... ha sido increíble. Te quiero, pequeña.- ella sonrió, besándole.

  • Yo también te quiero... pero, mañana, me toca a mí. Mañana, mando yo.