Venus (parte 1)
Hola, antes que nada quisiera disculparme, este relato se inspiró en otro llamado aquelarre, pero este me hizo darme cuenta de una profunda necesidad que tenía de escribir algo como eso, pero con más matices y profundidad...con mi toque. Este es mi primer relato, espero les guste.
Hola, antes que nada quisiera disculparme, este relato se inspiró en otro llamado aquelarre, pero este me hizo darme cuenta de una profunda necesidad que tenía de escribir algo como eso, pero con más matices y profundidad...con mi toque. Este es mi primer relato, espero les guste.
Caminábamos sendero arriba, a través de una palpable y por alguna extraña razón, cómoda oscuridad. No hacían falta linternas, la luz de la luna permitía ver lo suficiente y... Ocultar lo suficiente, el no ser vistas nos hace abrirnos un poco más. No hacían falta tampoco palabras, todas y cada una de nosotras sabíamos para qué nos dirigíamos a la cima, no hacía falta mencionarlo.
Caminar en silencio te hace pensar y escuchar tanto hacia afuera como hacia adentro y sentir cada una de las sensaciones más palpables como el latido de mi corazón, mi único amante eterno y el rincón más intrínseco de mi ser, mi respiración, mis pulmones, que se llenan de aire frío, para exhalar también aire frío; mi vagina, caliente y un poco húmeda, sabe lo que le espera; mi cerebro, analizando frases ortogonales, conceptos, que fluyen por mi sangre y por mis venas, el sexo es siempre algo muy racional; mi piel...de gallina; mis senos, sintiendo sin mucha exageración el rebotar de mis pasos. Todo muy conciso.
De fondo se escuchaban grillos, crujidos, movimientos, los ruidos de la oscuridad, animales nocturnos que vivían en su cotidianidad, completamente indifirentes a nuestros actos y a la vez, enteramente alertas a una posible amenaza. ¿Tenía miedo? Sí, miedo a la terrible oscuridad que arreciaba en nuestro interior, miedo y a la vez excitación, pues cada ser humano pasa su vida negando esa pequeña parte de oscuridad que hay en su ser: el instinto. Van a iglesias, crean normas, se dan eso que llamamos moralidad, para engañarse, para escapar, escapar de esa "maldad" indiferente y horrible que crece como la hiedra, como la maleza, y se extiende en su alma. Pero llega un punto de madurez en el que comprendes que no se trata de maldad, sino de humanidad, de amor, de conexión, hace falta mirar al interior y comprender de qué se trata todo. El mundo prefiere hacerse el de la vista gorda, pero hoy es para celebrar e invocar nuestra humanidad, y festejar el amor. Nos llamarán brujas, pero solo somos seres humanos, seres racionales y de instinto. Hoy es la noche del instinto y de la más sensual intelectualidad.
Llegamos a la cima y a lo largo de nuestro trayecto, los animales nos han venido siguiendo, en silencio y con respeto, quieren observar el inicio de nuestra celebración, ya que no podrán quedarse mucho, pero no pueden resistirse al retumbar de nuestras botas y al olor de nuestros líquidos, hoy nos entregamos por fin a la naturaleza.
En la cumbre, ya alejados de los árboles podemos ver con claridad el cielo. Ana enciende una antorcha, hecha con gaza con alcohol y un poco de parafina enrrollda en un palo. Miramos hacia arriba, y la oka de plata es impresionante, estrellas como nunca antes vienen a presenciar nuestra danza, y la enorme y redonda luna viene a darnos su reverencia. Luna querida acompañante, tú que te conectas con nuestros ciclos, tú que nos inyectaste de hormonas y nos hiciste mujeres, tú que con tus atributos, nos diste senos, caderas, cinturas y humedades... Los lobos aullan. Es el momento.
Cada una comienza silenciosamente su trabajo, recolectamos algunas ramas y comenzamos a desvestirnos, luego de reunir los palos necesarios y doblar cuidadosamente nuestras ropas. Lina raspa su pedernal, una, dos, tres veces, y las chispas resplandecen para dar lugar posteriormente al calor, un calor que sólo podía ser comparado con el de nuestras entrañas, la hoguera está lista. Algunas sacan el vino para calentarlo un poco, y acercan a las dos más jovencitas al fuego para que se calienten un poco, siempre he amado esa cualidad tan femenina de cuidar del otro, en este caso de las otras. Luego de sentarnos en algunas mantas y cojines puestas sobre troncos y poner otras mantas cerca de la hoguera y los palos de reserva. Lina, Gillian y Sofía sacan sus instrumentos, todas cantamos y bebemos, nos abrazamos, pura sororidad. Me acerco a Ana, jovencita, inteligente, un poco temerosa, pero sus piernas tiemblan. Bebo un poco de vino y comienzo a besarla, lento, sin prisa, compartiendo así nuestro exquisito manjar, no quiero que se sienta incomoda o apresurada así que voy suave, acaricio con mi mano izquierda sus suaves piernas, y ella empieza abrirlas más y más, puedo sentir su temblar, con mi otra mano acaricio su cabello, el cual huele a fruta, empiezo a besar su cuello, y con mi mano izquierda de nuevo, siento como un impulso revelador, sus labios vaginales completamente mojados y calientes. Ella gime un poco, se pega cada vez más y más a mí. Es delgada, pelirroja, demasiado delgada, perfecta, un poco como yo.
La invito a bailar un poco, la música ahora es más movida y siento la adrenalina y mi desnudez, no siento vergüenza de mi cuerpo extremadamente flaco ni de las estrías en mi culo. Y de pronto la noche es perfecta, corremos gritamos al rededor de la fogata, reímos y bailamos. Durante un segundo nos imagino de lejos, la luna, el fuego, ya no había más animales, pero la escena era completamente estética. Ana me abrazaba, extasiada por la compañía, por la seguridad y a mí, me encantaban sus duros peones a la luz del fuego, tenía una tetas preciosas, de infarto, de solo verlas se me escapaba un suspiro. Me tropecé con una piedra y aproveché el instante para tomar el pie de Ana y traerla conmigo al suelo, no podía más, comencé a besarla enérgicamente, a frotar su coño con el mio y a manosear su culo, no tenía mucho, pero yo no tenía problemas con eso, ella estaba notablemente roja y suspiraba, nos envolvimos la una a la otra, mientras los cánticos continuaban y la noche avanzaba.
Al mismo tiempo nuestras compañeras encontraban lentamente, una en la otra una hermana con la cual yacer. Ana besaba mis senos pequeños y por alguna razón se me escapaban las lágrimas,¡ todo era tan perfecto!