Venus a la Deriva [Lucrecia] (35).
Pelirroja Tentación.
Capítulo 35.
Pelirroja Tentación.
Lara y yo nos encontramos con Samantha, tal y como habíamos acordado y fuimos las tres juntas caminando hasta su casa, que por suerte no estaba muy lejos de la Universidad. Me puso al tanto de las últimas noticias, al parecer Gladis Rodríguez se estaba encargando personalmente de la beca que solicité. Esta amable mujer afirmó que haría todo lo posible para conseguirla. Por fin una buena noticia, mi alma andaba necesitando con urgencia una pequeña inyección de esperanza.
Entramos al departamento de Samantha.
―¿Todos estos libros son tuyos? ―preguntó Lara asombrada mientras miraba un gran estante que colgaba de la pared.
Ese mueble no estaba allí la primera vez que visité a Samantha. Con todos los libros bien ordenados su departamento se veía mucho más amplio y luminoso.
―Sí, los voy comprando de a poco, hay muchos que todavía no leí; pero es como un vicio que no tiene fin. Veo un libro interesante y me lo tengo que comprar, por más que tenga un montón pendientes para leer.
―Me encantaría tener tantos libros. Debería hacer lo mismo y no regalarlos.
―No te pienso devolver los libros, Lara, ya son míos. ―En ese momento recordé algo―. ¡La puta madre! No me dieron los libros.
―¿Quiénes? ―preguntó la pelirroja.
―Mis padres, se quedaron con mis libros… y un montón de cosas más. Mis discos de Radiohead… los voy a matar.
―¿Recién ahora te acordás de todo eso? ―Preguntó Lara.
―Sí, es que no lo había pensado, recién ahora soy realmente consciente de que ya no puedo volver a mi casa.
―Pero no están perdidos ―Lara intentó animarme―. Podrías pedirle a tu hermana que te los alcance. Mi mamá piensa que tus libros están en esa caja tan grande que estás cargando de acá para allá ―dijo Lara, guiñandome un ojo.
―Si tu madre llega a ver lo que hay en esa caja, también me va a echar ―después de los encontronazos sexuales que tuve con Candela, creo que no se enojaría tanto por eso; pero me pareció mejor mantener las apariencias frente a Samantha.
―¿Qué hay en esa caja? ―Preguntó la pelirroja, con una gran sonrisa―. Ya me dio curiosidad.
―Este… emm... hay juguetes ―las dos se echaron a reír al mismo tiempo, aunque creo que lo hicieron por motivos diferentes.
―¿No estás un poco grande para andar llevando juguetes? ―dijo la pelirroja entre risas.
―No son ese tipo de juguetes ―nos sentamos alrededor de la mesa del comedor―. Son juguetes… sexuales.
―¿Qué? ―Pude notar el asombro en los ojos de Samantha― ¿Metiste juguetes sexuales en la casa de Lara?
―Le dije que estaba loca ―agregó mi novia―. Si Lucrecia no tiene problemas, los fabrica. Ahora tengo que dormir con una caja en mi pieza que me hace pensar en una bomba de tiempo. En cualquier momento mi madre la va a encontrar y todo va a estallar.
―Perdón Lara, no te quería causar problemas. Te prometo que me voy a deshacer de esa caja, no sé como pero ya se me va a ocurrir algo. No quiero estar cargándola de acá para allá, como vos decís.
―Está bien, voy a intentar no asesinarte mientras tanto. ¿Alguna vez vas a pensar antes de actuar, Lucrecia?
―Creo que no, pensar mucho le quita la diversión a todo. Antes pensaba demasiado. Me hacía mucho problema por las cosas… y no estaba viviendo la vida.
―Lo que yo estoy pensando ahora es que me muero de hambre. ¿Qué quieren comer? ―preguntó Sami.
―No sé, a mí me da lo mismo ―aseguré.
―Yo quiero cualquier cosa que no sea kosher ―dijo Lara―. Si hay jamón, mejor. Solamente puedo comer jamón cuando no estoy en mi casa. Si mi papá se entera, me mata.
―Tu papá es un amor de persona ―le dije―. Se podría enojar, pero sé que sabría perdonarte.
Pensé que iban a pedir comida hecha pero Samantha me demostró que para vivir sola, lo mejor es saber cocinar. En pocos minutos preparó una lasaña increíble, que a mi entender apareció por arte de magia dentro del horno. No podía imaginar cómo las había hecho pero las tres disfrutamos mucho de la cena. Luego Lara se ofreció a preparar café, yo me ofrecí valientemente a lavar los platos pero las chicas se rieron de mí y dijeron que era mejor que lo hiciera bajo la supervisión de Samantha. Me quejé porque se estaban pasando conmigo, no era tan inútil como ellas pensaban, lavar platos no era una ciencia de otro mundo, cualquiera podía hacerlo, por ser mi primera vez no estuvo tan mal, sólo rompí un vaso y casi me rebano la mano con un cuchillo, pero nadie salió realmente herido y eso es lo importante.
Luego de tomar el café y charlar durante un buen rato, Samantha nos anunció que se iba a bañar, mientras tanto Lara y yo nos ofrecimos a cambiar las sábanas, ésta tarea sí sabía hacerla sin lastimar a nadie.
―Cuando salga Samantha del baño, pido un taxi y me voy. Ya es tarde ―dijo Lara mientras terminábamos de colocar las sábanas limpias.
―Gracias por todo, mi amor, te voy a extrañar. ―Me acerqué a ella y le di un cálido beso en la boca; quedamos abrazadas mirándonos a los ojos―. No sabés cuánto me cuesta aguantarme las ganas de estar con vos.
―Sí lo sé, porque a mí me cuesta lo mismo.
Volvimos a besarnos y de a poco nuestros labios comenzaron a avivarse y encendieron la hoguera de nuestra pasión. Las lenguas se masajeaban entre sí y cuando me di cuenta, ya me estaba sentando sobre la cama, trayendo a mi novia conmigo. Ella me dio un suave empujón haciéndome caer de espaldas en el colchón, pero no se desprendió ni por un segundo de mi boca. Rodamos en la cama hasta quedar cerca del centro y esta vez fueron nuestras manos las que cayeron en la indiscreción, sentí que una me presionaba el pecho derecho y otra luchaba contra el botón de mi pantalón. Consiguió abrirlo y yo no me quedé de brazos cruzados, apreté las redondas nalgas de mi novia, agradecí que llevara puesto un pantalón de tela suave y delgada. Su mano derecha tocó mi vello púbico y jugó con él mientras seguía bajando, en ese momento metí ambas manos dentro de su pantalón, por debajo del colaless. Los hábiles dedos de la pequeña encontraron mi botoncito, pero como aún no estaba bien lubricada, siguieron de largo y comenzaron a acariciar el centro de mi vagina.
―Ah bueno, ustedes sí que no pierden el tiempo ―dijo Samantha; nos habíamos olvidado por completo de ella.
―Perdón, Sami, es que… ―en ese momento la vi secándose el cuerpo desnudo con una toalla roja, ésta nos permitía ver ocasionalmente alguno de sus pequeños pezones o nos dejaba adivinar la forma en que sus caderas se conectaban a sus piernas― es peligroso que hagas eso delante de mí.
―¿Qué cosa? ―preguntó ella restándole importancia a la situación.
Lara se apartó y mi pantalón quedó abierto dejando ver mi conejito peludo, la pelirroja lo miró haciéndose la distraída.
―Bueno, creo que mejor me voy, ya es muy tarde y ustedes tienen que descansar.
―¿De verdad querés irte ahora? ―le pregunté.
―No, para nada ―se bajó de la cama y la rodeó sin dejar de admirar el blanco cuerpo de Samantha.
―¿Por qué me miran así? ―Se cubrió con la toalla lo mejor que pudo―. Va a ser mejor que se saquen cualquier idea loca que tengan en la cabeza.
―¿Vos no tenés ninguna idea loca en este momento? ―Me acerqué a ella, la rodeé y apoyé mis tetas contra su espalda―. Porque a mí se me ocurre una muy divertida.
―A mí me da la impresión de que esto lo planeó Samantha el día que te invitó a su casa ―dijo Lara acercándose hasta ponerse frente a ella.
―No, de verdad que no. Sólo quería que Lucrecia tuviera un lugar dónde dormir ―la rodeé con mis brazos por la cintura y acaricié su suave vientre; el aroma de su cabello húmedo me hacía alucinar.
―Te agradezco mucho el gesto Sami, pero mi novia te tiene ganas desde que te vio.
―No creo que eso sea cierto ―se sacudió incómoda.
―Lo es, cuando te vi, deliré ―aseguró Lara―. Más cuando supe que te gustan las mujeres ―la pequeña comenzó a acariciarle las piernas, la pobre pelirroja parecía ser el relleno de un sándwich.
―Solamente estuve una vez… con Lucrecia.
―¿No te gustaría repetir ese momento? ―le pregunté justo antes de besar su cuello; deslicé mis manos hacia abajo hasta tocar su monte de venus.
―No creo estar lista para dar semejante paso... me fue difícil con una sola…
―Tal vez sea sólo cuestión de dejarse llevar ―dijo Lara al mismo tiempo que se acercaba al lado opuesto del cuello.
Pude escuchar los suaves jadeos de Samantha mientras recibía nuestros besos y caricias, la teníamos completamente rodeada, su toalla cayó al piso dejándola completamente desnuda y expuesta para nosotras. Me sentía muy feliz de poder estar compartiendo este momento con mi novia. Casi como si me leyera la mente, se agachó al mismo tiempo que yo lo hice. Separé las nalgas de la pelirroja y observé su lindo culito, ella separó las piernas instintivamente y Lara pasó la lengua por esa rosada rajita. No esperé más, me lancé de boca entre esos blancos glúteos y empecé a lamer su agujerito posterior. Sus gemidos estallaron de una tan sensual que se me aceleró aún más el pulso, esto era muy diferente a la vez que hicimos el intercambio de parejas, en aquella ocasión cada una estaba centrada en una persona diferente, ahora compartiríamos la misma. Mi lengua rozó la de Lara en más de una ocasión, Samantha se aferró a su cabeza y se inclinó hacia adelante facilitándome la tarea. Por lo que podía escuchar, mi novia le estaba dando fuertes chupones en su zona íntima, posiblemente sobre el clítoris.
Me puse de pie y comencé a desvestirme sin pudor alguno, me estaba volviendo en toda una adicta al sexo. La pelirroja aprovechó el leve respiro que le di para sentarse sobre la cama, abrió las piernas y miró a Lara con cariño, la pequeña avanzó con seguridad, dio una firme lamida a la rajita y luego pegó su boca a ella sacudiendo la cabeza de lado a lado con rapidez, Samantha no aguantó tanto placer, se echó de espaldas en la cama y comenzó a gemir de placer mientras retorcía su bello cuerpo. Cuando estuve completamente desnuda me puse las rodillas a los lados de su cara, dándole la espalda a mi novia. La secretaria no me hizo esperar, estaba tan cachonda como yo, alzó su cabeza y comenzó a darme tiernas lamidas por toda la vagina. Su dulzura me encantaba, contrastaba bastante con mi forma directa y agresiva de actuar sexualmente. Si hubiera sabido que podíamos montar un trío tan rápido, lo hubiera hecho mucho tiempo atrás. Giré la cabeza y vi como Lara le comía la conchita con entusiasmo. Inicié una danza sexual sobre la boca de Sami, cerré mis ojos y dejé que mi cuerpo se moviera por sí solo. Comencé a sobar mis pechos al mismo tiempo que movía mi cadera formando pequeños círculos, la apasionada lengua se movía entre mis pliegues vaginales con gran destreza, acompañé mis movimientos con gemidos que provenían desde lo más hondo de mi ser. Mientras más gemía, más intensas se hacían las lamidas. Al cabo de unos minutos tuve que apartarme porque de lo contrario me haría acabar y no quería hacerlo todavía.
Ayudé a mi novia a desvestirse, lo hice permaneciendo de rodillas en la cama, entretanto Samantha aprovechó la ocasión para abrazarme desde atrás, besarme el cuello y jugar con mis pechos. Lara me daba ocasionalmente un beso en la boca mientras yo admiraba su creciente desnudez. En cuanto liberé sus tetitas me lancé sobre una de ellas y lamí su pezón mientras le bajaba el pantalón y la colaless al mismo tiempo. Cuanto estuvo completamente desnuda saltó sobre la cama apoyando su cabeza en una almohada, esperó con las piernas abiertas tocando su lampiña conchita con los dedos.
―Vení Sami, te vas a deleitar con esta almejita ―le dije mientras me acostaba boca abajo.
La pelirroja se tendió a mi lado y juntas fuimos lamiendo la deliciosa vagina de Lara. Extrañaba hacerle esto a mi novia y me dio la impresión de que yo lo estaba disfrutando más que ellas. Decidí hacer más intenso el momento, volteé mi posición para quedar con la cabeza de la morocha entre mis piernas y mi cara en su sexo. Ahora no sólo se la estaba comiendo sino que ella me hacía lo mismo a mí y Sami aportaba lo suyo ya que yo mantenía las piernas de la pequeña bien abiertas.
Nuestras poses comenzaron a tornarse diversas y ocurrentes, en un par de ocasiones tuve que pedir que se apartara alguna ya que me estaban aplastando, todo era muy excitante y divertido, era un todos contra todos que nunca me había imaginado, casi siempre tenía alguno de mis huequitos ocupados, ya sea con dedos o lenguas.
La cama crujía mientras Lara y Samantha giraban sobre ella, habían formado un 69 muy intenso. Ninguna se desprendió de la otra, siguieron chupándose las vaginas mutuamente como si la vida se les fuera en ello, intenté acercarme pero sólo veía nalgas, piernas, brazos y cabeza. No sabía por dónde entrar a la acción. Permanecí unos instantes de rodillas en la cama y fue allí cuando me di cuenta que me habían dejado de lado, estaban tan entretenidas la una con la otra que yo ya no les importaba, se habían olvidado de mí en cuestión de segundos, mi excitación se fue alejando dándole lugar a la bronca, al rencor y a los celos. Fruncí el ceño y apreté los puños observando la escena, esperando que alguna levantara la cabeza y notara el cambio en mi estado de ánimo, pero los segundos pasaban velozmente y ellas seguían ensimismadas en su tarea. Totalmente enfadada bajé de la cama y salí del cuarto.
Me senté en un sillón individual que estaba en el living comedor y miré la negra pantalla que reflejaba mi desnudez. Puse una pierna sobre el apoyabrazos, no me importó que mi sexo quedara abierto y que mis jugos vaginales mancharan el tapizado rojo oscuro, tampoco me importó clavarle las uñas mientras apretaba los dientes. ¿Por qué me habían dejado de lado de esa forma? Con lo bien que la estábamos pasando, me habían arruinado una noche perfecta en menos de un minuto. Tal vez yo no soy tan hermosa como ellas, pero tengo sentimientos y si no fuera por mí ni siquiera se hubieran conocido. Yo las presenté, yo fui la primer mujer de cada una de ellas, yo…
―Lucrecia, ¿qué hacés acá? ―me preguntó Samantha apareciendo desnuda junto a mí.
―Vine a mirar televisión ―mi cara era la de un bulldog que estaba a punto de morder a alguien― las vi tan entretenidas que no quise molestarlas.
―No te pongas así, amor ―Lara apareció por el otro costado y me rodeó el cuello con un brazo al mismo tiempo que me daba un beso en la mejilla.
―Perdonanos Lucre, tenés razón en enojarte ―la pelirroja se puso en cuclillas frente a mí― te juro que no me di cuenta… no pensé que…
―¿Que me habían dejado de lado?
―Sí, eso ―bajó la cabeza, estaba apenada o quería mirarme la vagina― es que fue un momento muy intenso, te juro que no era mi intención…
―Ni mía tampoco. Fuimos dos boludas, ¿nos perdonás?
―¿Perdonarlas por qué? Ustedes sólo hicieron lo que querían hacer. Es obvio que entre ustedes pasa algo.
―No, eso no es cierto ―aseguró Lara― vos sos mi novia y yo te amo, eso lo sabés muy bien.
―Es cierto Lucre, sólo nos estábamos divirtiendo… entre las tres.
―Hasta que pasaron a ser dos ―mi rencor y mis celos no me dar el brazo a torcer.
―No fue así, cuando nos dimos cuenta de que no estabas salimos a buscarte, porque de verdad nos importa mucho que estés con nosotras ―Lara hablaba con sinceridad― vos sos la que hizo todo esto posible ¿cómo te vamos a dejar de lado? Fue sólo un malentendido, algo de un instante, pero nada más. ¿Acaso vos nunca te dejaste llevar por la calentura?
―Es la verdad Lucrecia. Fue sólo un momento de calentura. No quiere decir que Lara me vea de otra forma o que yo la vea a ella así. Sé muy bien que ustedes son pareja y agradezco mucho que me dejen formar parte de esto. Acá la que está de más soy yo. No vos.
―No estás de más ―le dije apenada― de verdad, yo quería que esto pasara. Me moría de ganas por estar con vos otra vez y también quería verte con Lara… sólo que en el momento… no sé… ella tiene razón, soy muy celosa. Aunque me cueste admitirlo.
―Si querés podemos terminar con eso de la “relación abierta” ―me propuso mi novia― yo sólo necesito estar con vos.
―Me parece que eso es lo mejor para ustedes ―acotó Sami.
―Pero… yo fui quien propuso eso.
―No importa, si a vos te hace mal lo terminamos hoy mismo. Pasamos a ser novias en una relación de a dos, como debe ser. ¿Querés? Vamos Lucre, decime que sí ―me sonrió de una forma tan cariñosa que no pude mantener mi expresión de perro enfadado.
―Está bien. Desde hoy vamos a ser una pareja normal. Vos y yo. Nadie más.
―Trato hecho ―se acercó y cerró el acuerdo con un beso en mi boca.
―Pero por esta noche… ―miré a la pelirroja― podemos seguir divirtiéndonos con Sami, si ella quiere ―la vi sonreír y tomé esto como un sí― esta va a ser nuestra “Despedida de solteras”.
―Me encanta la idea ―una de las manos de Lara acarició mi pecho, dándome una leve descarga de placer― y ahora te toca a vos ser la agasajada.
―Puede ser… pero van a tener que calentarme otra vez.
―Eso no me cuesta nada y lo sabés.
―No estés tan segura, mi amor.
―¿Querés apostar? Permitime un momentito con ella Sami, le voy a mostrar lo que esta boquita es capaz de hacer.
―Toda tuya ―dijo ella mientras le daba lugar a Lara y se sentaba en un sillón a pocos pasos de nosotras.
Sabía muy bien el efecto que tenían los besos de esta hermosa muchachita en mí pero decidí hacerme la difícil, me quedé en la misma posición, recibiendo caricias de sus labios contra mi mentón, de a poco fue trepando hasta llegar a mi boca y comenzó a darme besos leves. Sus manos no se quedaron fuera del juego, con una me acarició la pierna que tenía sobre el apoyabrazos y con la otra dio suaves pellizcos a mis dúctiles pezones. La pasión transmitida por sus besos me ablandó, abrí un poco la boca y dejé entrar su lengua, no lo resistí más, la abracé y acaricié su espalda. Esto fue como una señal para Lara, la mano que avanzaba por mi pierna llegó rápidamente a mi jugosa conchita, ya me estaba acostumbrando a esta palabra. No pasaron ni diez segundos de intensos toqueteos que ya me tenía completamente excitada. Dejó de besarme por unos instantes y cuando miré sobre su hombro quedé alucinada, allí estaba Samantha con las piernas abiertas, masturbándose intensamente, sus dedos se movían a gran velocidad sobre su clítoris y ocasionalmente se perdían dentro de su cuevita, la ilusión aumentaba cuando Lara me penetraba con sus dedos. Quise ser parte de lo mismo, bajé una de mis manos y abrí la vagina de mi novia e introduje mi dedo del medio.
Unos instantes después de unos segundos le hice una seña a Sami para que se uniera a nosotras y ella accedió sin titubear. Abrí las nalgas de Lara y ella se arrodilló detrás y comenzó a lamerla, como yo tenía los dedos en la vagina y no sentí su lengua, supe que ésta se estaba centrando en la colita. La pequeña morocha comenzó a gemir con pasión y me uní a ella como en un coro, sus dedos me estaban matando. A continuación ambas se pusieron de rodillas ante mí. Levanté ambas piernas dejando una sobre cada apoyabrazos y casi al instante sentí dos lenguas acariciando toda mi vagina. Tenía a dos hermosas mujeres comiéndose mi entrepierna, mi felicidad creció mucho y me hizo olvidar el mal momento vivido minutos antes. De ahí en adelante todo marchó de la mejor forma posible. Nos quedamos un corto tiempo en el comedor y luego regresamos al dormitorio para seguir matándonos en la cama. Esta vez nos esforzamos para que ninguna quedara fuera de la acción en ningún momento y nos dimos amor hasta que quedamos totalmente satisfechas.
Lara tenía la intención de irse a su casa pero quedó tan agotada que prefirió quedarse a dormir con nosotras, la cama nos dio el espacio justo y necesario para hacerlo, a pesar de esto descansamos muy bien.
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Los días que siguieron a la noche de sexo y pasión con Lara y Samantha me los pasé haciendo trámites para conseguir la beca. Lo más difícil era comprobar que ya no vivía con mis padres, no tenía domicilio particular ni forma de probar que me habían dejado en la calle. En ese transcurso de tiempo tuve varias reuniones con Gladis Rodríguez y estaba encantada de que ella estuviera tan dispuesta a ayudarme.
―Las cosas se complican un poco Lucrecia, hay demasiados alumnos que piden becas ―me comentó―. Y el problema sigue siendo el mismo, provenís de una familia en excelente posición social y económica. De todas maneras ayuda mucho que tengas tan buenas calificaciones, eso te aumenta las posibilidades. Tu caso es muy particular, estamos a mitad del ciclo escolar, por lo general este trámite se realiza al inicio del cursado, no a mitad de año. No va a ser nada fácil, por lo que no te hagas grandes ilusiones; te prometo que voy a hacer todo lo que esté en mis manos para que puedas conseguirla. Vos también tenés que aportar con lo que puedas.
―Estoy haciendo todo lo que puedo, señora. Mis padres ni siquiera quieren comunicarse conmigo, para ayudarme.
―¿Querés que los llame yo? Si ellos me dieran una carta que dijera que ya no vivís con ellos y que no hay nadie que te ayude económicamente, podríamos avanzar mucho más rápido. También sería bueno que consigas alguna carta de recomendación por parte de algún profesor.
―No creo que mis padres estén dispuestos a reconocer, por escrito, que me echaron de la casa. Para ellos es mejor actuar como si yo no existiera. Y no sabía lo de la carta de recomendación ¿se la puedo pedir a cualquier profesor?.
―Es sólo un trámite más Lucrecia, no te preocupes. De hecho ya estuve averiguando un poco y hay una profesora que quiere charlar con vos sobre ese tema.
―¿Qué profesora?
―Jimena Hernández. Seguramente la ubicás.
Claro que la ubico. Es la ex novia (o lo que haya sido) de Lara. ¿Por qué tenía que ser justamente de ella? De todas las buenas profesoras que tenía la Universidad tenía que ser justo la que se había acostado con mi novia.
―¿Fue ella quien pidió hablar conmigo?
―Sí, dice que sos una de sus mejores alumnas y se enteró de tu caso. Te quiere ayudar ―Gladis me hablaba mientras anotaba algo en un papel, para ella esto no era más que un trámite más, no entendía lo difícil que podría ser para mí hablar con esa profesora―. Si querés hablar con ella, ahora está en el salón de profesores de la facultad de Economía.
―Está bien, la voy a ver ahora mismo ―quería sacarme todo este problema de encima lo más rápido posible―, gracias por todo, Gladis.
―De nada, estoy para ayudarte. Voy a intentar ponerme en contacto con tus padres esta misma tarde.
―Suerte con eso, no creo que logre avanzar mucho.
Caminé hasta la sala de profesores hecha un manojo de nervios. No dejé de morder mis labios mientras pensaba cómo reaccionaría la profesora Hernández al tenerme a solas con ella. Desde que volví con Lara no había vuelto a verla, ella misma pidió cambio de salón y ya no nos dictaba clases, ¿sabrá alguien que lo hizo para no tener que ver a Lara? Golpeé la puerta del salón y ella misma me abrió al instante, como si estuviera esperando por mí.
―Adelante, Lucrecia, Gladis me avisó que venías para acá ―lo malo de esta Universidad es que las noticias caminaban más rápido que la gente.
―¿Qué tal, Jimena?.
―Profesora Hernández ―me corrigió.
―Disculpe ―la tensión era tal, que si alguien nos hubiera tocado un hombro hubiera recibido una tremenda descarga eléctrica.
―Tomá asiento.
Nos sentamos y la examiné cuidadosamente. No era una mujer fea, para nada. Podía ver por qué Lara se había fijado en ella, tenía unos ojos celestes muy bonitos y el cabello castaño bien cuidado, sólo tenía leves arrugas que decoraban sus ojos y la comisura de su boca.
―Me comentaron que estás pidiendo una beca. ¿Qué fue lo que sucedió?
―Pensé que Gladis ya la había puesto al tanto sobre eso.
―Sólo un poco, me comentó que habías tenido un problema con tus padres.
―No, mis padres tuvieron un problema conmigo, que es muy diferente.
―¿Por qué fue el problema?
―Eso es algo muy personal.
―¿Se enteraron que Lara es tu novia?
―Si lo sabe ¿por qué me lo pregunta? ―me estaba enojando con ella.
―Sólo quiero saber cuál fue el problema con exactitud. Quiero saber a quién estoy recomendando para la beca.
―Usted misma lo dijo, soy una de sus mejores alumnas.
―Sí, pero también una de las más problemáticas, últimamente me han llegado muchos rumores y noticias sobre vos.
―Mire, no creo que usted considere la homosexualidad un problema muy serio. A no ser que todavía lo oculte.
―No lo oculto. Muchos profesores saben sobre mis inclinaciones sexuales.
―¿También saben que tuvo sexo con una de sus alumnas? ―Esto la puso rígida.
―No, eso no lo saben y preferiría que siga siendo así.
―No pienso contarle a nadie. No me gusta el chisme. ¿Me va a ayudar con la beca, sí o no?
―Eso depende de vos. Te voy a dar una muy buena carta de recomendación con una condición.
―¿Qué condición?
―Que dejes a Lara ―la miré sorprendida, no podía creer que me estuviera pidiendo eso.
―¿Qué tiene que ver Lara con mi beca? No entiendo.
―Vos no te merecés estar con una chica como Lara, ella necesita alguien con mayor categoría y no una pendeja que sólo sabe meterse en problemas. Lara tiene mucho futuro por delante… y algún día tus problemas van a repercutir en ella, Lucrecia.
―Le voy a pedir que no se meta en mi vida privada. Lara se alejó de usted por decisión propia, yo no le pedí que lo hiciera. Estoy muy feliz con ella, no voy a dejarla sólo por conseguir una beca.
―Entonces es un no. Es una lástima, te va a costar mucho conseguir una carta de recomendación de otro profesor.
―¿Por qué?
―Nadie recomendaría a una chica que está involucrada en escándalos sexuales con mujeres. Tu famoso video todavía circula por la Universidad.
Lo sabía muy bien, todavía se me insinuaban hombres porque pensaban que si estoy en un video sexual ya soy una prostituta que cobra barato. Tenía que lidiar con eso pero mis amigas me ayudaban mucho, apenas alguien se me acercaba y mencionaba ese video siempre había alguien que lo mandara a volar, por lo general era la propia Lara, con todo su carácter.
―Intentaré conseguirla por otro medio, no me gusta que me extorsionen. Usted debería ser más madura. Si Lara cortara conmigo no volvería con usted justamente por este tipo de actitudes, usted está obsesionada con ella.
―No es obsesión, es amor. Algo de lo que vos no sabés nada.
―¿Quién le dijo que no sé? ―Me puse de pie y puse las manos sobre el escritorio sobresaltándola― yo a Lara la amo y no la retengo a mi lado diciéndole locuras. Tenemos la misma edad y nos conocemos muy bien ¿me explico? Usted debería dejar de meterse y buscar a alguien de su edad. Si no va a darme la carta de recomendación, me voy ahora mismo. No pienso perder más tiempo.
―El tiempo lo estás perdiendo desde que pediste la beca ―estaba por salir de la sala de profesores cuando escuché eso y me volví.
―¿Por qué lo dice?
―Es obvio que no la vas a conseguir, Lucrecia. La Universidad no se va a arriesgar a darte una beca, tu familia tiene más dinero que lo que tienen todos los profesores juntos, además está el escándalo lésbico que montaste en el vestuario ―abrí grande los ojos― sí Lucrecia, el video no es el único rumor que hay sobre vos, al parecer a algunas de tus amigas les encanta abrir la boca.
―Aunque todo eso sea cierto, sigo teniendo excelentes calificaciones.
―No mientras sigas ausentándote a clases. ¿Cuántas veces faltaste en estos últimos meses? Todo eso suma. Mejor dicho, te suma en contra. Además está Gladis… ―sonrió con malicia.
―¿Qué pasa con ella?
―Gladis es homofóbica. Ella sabe de tu condición y creeme que va a hacer todo lo posible para que no te den la puta beca.
―Pero… pero ella me dijo que estaba haciendo todo lo posible.
―¿Y vos le creíste? Es una vieja de mierda, falsa como un billete de tres pesos. A mí me quiso hacer echar mil veces, pero yo soy intocable ―volvió a sonreír―. Mi papá fue el anterior director y todavía tiene influencia en la Universidad, pero vos Lucrecia… lo único que te mantenía dentro eran los donativos que hacían tus padres, a la Universidad le convenía tenerlos como amigos pero vos arruinaste todo. ―Las manos me temblaban mientras la escuchaba hablar―. Ahora la Universidad va a estar feliz de quitarte del medio, alumnos con buenas calificaciones hay muchos, incluso la misma Lara, quien puede superarte, porque es mucho más inteligente que vos.
―Se nota que estuviste investigando toda mi vida… ―le dije a modo de reproche.
―No fue tanto “investigar”, sólo tuve que parar la oreja. Muchos profesores y directivos hablan sobre vos, hasta se corre el rumor de que tenés una amistad un tanto extraña con una monja del convento. ¿Eso es cierto? Al principio no lo creí, pero escuché decir que discutiste a gritos con ella en uno de los patios de la Universidad. ¿Le gritaste porque no quiso acostarse con vos?
―¿Qué monja? Acá hay muchas y no recuerdo haber discutido nunca con ninguna. ―Había aprendido rápido a negar todo, era mucho mejor que confesarlo―. Creo que esos rumores que te encanta escuchar son bastante delirantes. La gente ya no sabe qué inventar para obtener atención.
―Puede ser, pero esa atención se termina centrando sobre vos, de forma indirecta. Creeme Lucrecia, soy la única que puede ayudarte. Tenés que elegir entre Lara y la beca. Es así de sencillo.
―Sos una enferma, Jimena. No me voy a rebajar a tu nivel ni voy a hacer lo que vos digas. No puedo creer que me plantees estas estupideces. No sólo te digo que no, sino que además le voy a contar todo a Lara, a ver qué opina ella de tu numerito.
―Mejor no le cuentes, no vaya a ser que un día mi locura se agrave y termine hablando con sus padres. ―Se miró las uñas como si nada le importaba, era una sociópata―. Lara me comentó que su madre es… digamos que es como Gladis, pero tal vez yo podría hacerla recapacitar. ¿Y qué va a pensar su padre, que es tan respetado en la sinagoga?
―¿Estás loca? Eso le arruinaría la vida a Lara.
―¡Como ella me la arruinó a mí! ―se puso de pie de un salto―. Me llenó de ilusiones y se fue a perseguirte a vos, después de que le gritaste de todo por algo que ella ni siquiera había hecho. ―Clavó sus uñas en mi muñeca izquierda―. Yo la contuve cuando estuvo mal, yo estuve con ella cuando me necesitó, ¡Pero no! La muy puta se tuvo que ir a…
Mi furia llegó a su límite. Jamás en toda mi vida me había estado tan enojada. Le cerré la boca de la mejor forma que se me ocurrió: con duro golpe a mano cerrada justo en los dientes. Quedó sentada en la amplia silla y ésta se deslizó sobre sus rueditas hacia atrás. No recordaba haber golpeado a alguien de esa manera en toda mi vida.
―Nunca más vas a decir eso sobre Lara. No voy a venir nunca más a esta puta Universidad, pero mantente fuera de mi vida. Estoy muy enojada y no tengo nada que perder, ya me sacaron todo y no voy a permitir que también me saquen a Lara. ―Me miró como si yo fuera un fantasma; de su boca bajaban hilos de sangre―. Estás enferma, Jimena y el mundo está lleno de gente de mierda como vos, gente que no puede ver feliz a los demás. Pensé que vos me ibas a ayudar. Vos también sos lesbiana, creí que me ibas a entender. ¿Tanto te costaba ayudarme de corazón? ―Mis ojos se llenaron de lágrimas―. ¿Por qué la gente tiene que ser tan mierda? ―La rabia y la impotencia me sofocaban―. ¿Qué hice de malo? ¡Nada! Solamente quise vivir mi vida de otra forma, sin lastimar a nadie, vos deberías saber perfectamente lo que se siente que la gente te juzgue sin conocerte. ―Me dolía la mano, pero aun así la señalé con el índice―. Pensé que iba a hablar con alguien que comprendiera mis emociones, no con una sociópata que tiene mierda en el cerebro. ―Me miró con el ceño fruncido mientras se limpiaba la sangre con el dorso de la mano.
―Te voy a poner una denuncia Lucrecia. Agrediste físicamente a un profesor dentro de la Universidad. Te jodiste.
―¿Con que una denuncia? ¿Eh? ―La vieja Lucrecia hubiera entrado en pánico ante esta situación, pero ahora mi cerebro trabajaba de otra forma; levanté mi brazo izquierdo mostrando las evidentes marcas de uñas que me había dejado a la altura de la muñeca―. En lo que a mí respecta, una profesora lesbiana quiso abusar sexualmente de mí. ―Jimena palideció una vez más. Sé que esto fue un golpe bajo; pero ella me acorraló. Me sentía como un animal herido que luchaba por su supervivencia―. Ahora depende de vos. Podemos dejar todo como está y te vas a llorar sola a tu casa, mientras yo vivo feliz con Lara, o podemos hacer todo el escándalo del mundo. De una u otra forma, vos terminás sola, pero posiblemente termines presa. Primero te acostaste con tu alumna y luego quisiste abusar sexualmente de otra, ¿querés que pidamos un examen psicológico para vos? No estás muy cuerda que digamos. Contestame, ¿qué hacemos? ―Se sentó abatida en su silla y no dijo ni una sola palabra―. Ya me parecía. Ninguna de las dos está en posición de montar un escándalo. Me voy y no quiero volver a saber más nada de vos. Si llamás a los padres de Lara, vas a salir perdiendo, eso te lo aseguro. Como verás yo no soy ninguna lenta y vos misma dijiste que Lara es más inteligente que yo. No te conviene tener a las dos en tu contra.
Salí de la sala de profesores roja de furia, con el corazón latiendo estrepitosamente y dando pasos firmes y decididos. Caminé durante unos minutos y me crucé a Gladis Rodríguez en uno de los pasillos, la mujer me sonrió mientras me acercaba.
―¿Qué tal te fue en la charla con Jimena, querida?
―¡Váyase a la mierda, vieja hija de puta! ―La insulté sin siquiera mirarla, como nunca lo había hecho en mi vida, mandando al diablo hasta la más mínima esperanza que tenía por conseguir una beca universitaria.