Venus a la Deriva [Lucrecia] (30).

Curiosidad Femenina.

Capítulo 30

Curiosidad Femenina.

―1―

Por lo general aprovecho los domingos para visitar a mi amiga la monja, pero esta vez lo descarté de inmediato, porque sería la primera vez, desde que llegué a la casa de mi novia, en la que nos quedaríamos solas durante todo el día. Sus padres debían asistir a una reunión con la colectividad judía y Lara, alegando que no quería dejarme sola, consiguió convencerlos de que le permitieran faltar.

El sábado estuve algo preocupada, porque es el día designado para el Sabbat judío. Creí que me vería obligada a participar en alguna clase de ceremonia, pero Candela me explicó que su marido ya no se toma el Sabbat de forma tan estricta como antes. Lucio descansa y hace reposo, con manda la tradición; pero no siempre se pasa largas horas leyendo la Torá. Por eso el sábado pasó como un día normal en el que nos dedicamos a charlar de temas generales y a tomar mates entre todos. Allí fue cuando nos contaron de esa reunión que se celebraría el domingo.

Alrededor de las nueve de la mañana escuchamos un auto poniéndose en marcha, salimos del cuarto de Lara y nos asomamos por la ventana. Era el auto de Lucio, se estaban yendo a la reunión de la colectividad.  Nos quedamos en el living y encendimos la tele, nos portamos como dos dulces angelitas, nos tomamos de las manos y nos pusimos a mirar cualquier cosa. De vez en cuando hubo un beso en el cuello, o en los labios; pero toda nuestra ropa permaneció en su lugar. Teníamos miedo de algún imprevisto obligada a Lucio y Candela a volver. No queríamos que nos sorprendieran con las manos… en las conchas. Pero después de esperar casi una hora nos convencimos de que ya no regresarían, al menos hasta muy entrada la tarde.

Volvimos al cuarto de Lara, cerramos la puerta pero no hubo necesidad de poner la tranca. Ella me quitó el pantalón y la ropa interior, quedé totalmente desnuda de la cintura para abajo. También desnudé a mi novia y pellizqué sus ricos pezones mientras la besaba en la boca. Permití que se quedara con la tanga puesta, ya que me fascina ver cómo se luce el culo de Lara cuando se pone esas pequeñas tangas, y me encanta ver cómo le marcan la concha. Ya me encargaría de quitársela luego.

Me tendí en la cama, dejando que mis piernas colgaran por uno de los lados, Lara se arrodilló en el piso y se lanzó al ataque sin perder tiempo. Su lengua empezó a recorrer toda mi concha, con devoción, como si no me la hubiera chupado en años… y yo también lo sentí como si fuera la primera vez que recibía sexo oral en mucho tiempo.

Estaba pasando un momento increíble con Lara, cuando la puerta del cuarto se abrió. Fue algo tan súbito e inesperado que las dos gritamos al mismo tiempo, como si hubiéramos visto al monstruo más horrible de una película de terror. Pero no se trataba de ningún monstruo. Desde la entrada del cuarto nos miraba Candela, con los ojos desencajados. Su cabeza se meneaba de un lado a otro, como la de una gallina. Tal vez su cerebro intentaba descifrar la escena.

Era evidente que ella acababa de salir de la cama, lo cual no tenía ningún sentido. Supuestamente acompañó a su marido a esa reunión de la colectividad judía. ¿Por qué carajo estaba en ropa interior? Sentí pudor al verla, tenía puesto un top sin mangas, que le marcaba mucho los pezones, y para colmo había decidido ponerse una pequeña tanga de encaje, roja. Tal vez era parte de sus intentos por reanimar su vida sexual, con su marido. Yo estaba mucho más expuesta que ella, acostada, en el borde de la cama, con las piernas bien abiertas, se me veía toda la concha; pero eso no fue lo que hizo que se me subieran todos los colores a la cara. Lo que más me descolocó fue la diminuta tanga de Candela. Era tan pequeña que ni siquiera llegaba a cubrirle todo el pubis. Ella estaba perfectamente depilada, sin el menor rastro de vello púbico. Probablemente se hubiera hecho una depilación definitiva, o algo por el estilo.

Lara estaba de rodillas, justo frente a mí, con la cabeza a escasos centímetros de mi concha. Tenía la boca húmeda. No podíamos salir de esta. No podríamos decirle algo como “esto no es lo que parece”, porque justamente era lo que parecía, y no había forma de disimularlo. Además, como la puerta se abrió tan rápido, seguramente Candela vio a Lara chupándome la concha.

―Mamá, antes de que te vuelvas loca, dejame explicarte ―dijo Lara, poniéndose de pie.

No le pidió explicaciones a su madre porque no estaba en posición de hacerlo. Además la situación era clara: por algún motivo Candela había decidido no asistir a la reunión con su marido, pero no nos avisó. Tampoco es que estuviera obligada a hacerlo; pero con un simple aviso nos hubiéramos ahorrado toda esta vergonzosa escena. Vimos partir el auto de Lucio pero nunca corroboramos que Candela estuviera viajando con él. Fuimos muy estúpidas y ahora no teníamos forma de volver el tiempo atrás.

La única pequeña ventaja que teníamos era que Lara no estaba completamente desnuda. Tenía puesta esa diminuta tanga negra, que le marcaba muy bien la concha. Sí, lo sé, como ventaja ésto era una mierda; pero mi cerebro estaba colapsando, no pude pensar en ningún otro punto a nuestro favor. La situación era una mierda. Habíamos sido atrapadas infraganti. No teníamos forma de salir airosas de esto… estaba asustada y la única alternativa que nos quedaba era que Lara lograra convencer a su madre de que lo que ocurrió en realidad no ocurrió. Algo totalmente absurdo.

―Sí, más te vale que me expliques muy bien qué está pasando ―dijo Candela, ofuscada―, porque de lo contrario…

No terminó la frase, su voz se quebró.

―¿Te acordás de la charla que tuvimos hace unos días? ―Preguntó Lara―. Vos me sugeriste que… que si tenía curiosidad yo podía… em...

―¿Eso es lo que estás haciendo? ―Preguntó Candela.

Yo las miraba a las dos, sin moverme. Ni siquiera me animaba a respirar demasiado fuerte. No hice ningún intento por cubrir mi desnudez. Los ojos de Candela se posaron en mi vagina, como si estuviera intentando comprender por qué su hija la había estado chupando.

―Sí, mamá. Es justamente eso, te lo juro ―Lara sonaba muy convincente―. Vos me dijiste, que si tenía curiosidad, lo mejor era probar. ―Ahí fue cuando entendí todo. Mis esperanzas renacieron, tal vez, con mucha suerte, podríamos salir de esta. Siempre y cuando Lara lograra convencer a su madre de que esto había sido un mero experimento―. Hablé con Lucrecia, sobre ese tema. ¿Te acordás que te conté que ella también probó una vez? ―Candela me miró a los ojos. Ahora su cuerpo parecía estar menos rígido, clara señal de que las palabras de su hija la estaban calmando―. Ella tenía un poquito de curiosidad, pero fue solo una pequeña etapa. Se le pasó después de que lo probó. Digamos que se sacó las ganas. Yo…

―Sí, lo sé. Hablé con Lucrecia sobre ese asunto. ¿Vos intentabas hacer lo mismo? ―preguntó Candela, un poco más tranquila.

―Sí. Solamente eso… perdón, mamá. Sé que no está bien, pero vos misma me recomendaste que, si tenía curiosidad, lo mejor era sacarme las ganas. Lucre se prestó para ayudarme con eso… me costó un montón convencerla, porque le daba vergüenza. Somos amigas y no quería que yo estuviera pasándole la lengua por ahí. Estuve varios días hablándole de este tema, a ella le daba miedo. Claro, a mí también. Pero como es tan buena amiga, terminó accediendo. ―Me di cuenta de que Lara es muy buena para mentir―. Si te vas a enojar con alguien, enojate conmigo. Lucre no tiene nada que ver. Ella solamente hizo lo que yo le pedí.

―No estoy enojada ―dijo Candela, con sorprendente calma―. Si realmente eso es lo que están haciendo, entonces la culpa es mía. Yo misma te sugerí que lo hicieras, si tenías dudas ―Lara asintió rápidamente con la cabeza―. Nunca pensé que realmente te animarías a hacerlo, pero admito que yo metí esa idea en tu cabeza, sin querer. Creo que… este es un momento muy importante para vos, Lara. Si tu curiosidad es grande, y yo creo que sí lo es, entonces deberías aprovechar para quitártela ahora. Después tu vida va a ser más fácil, te lo aseguro. Me siento mal, no tendría que haberlas interrumpido. Pero escuché ruidos… creí que pasaba algo malo.

―¿Vos de verdad pensás que este es el mejor método? ―Preguntó Lara, siguiendo con su papel de chica ingenua.

―Sí, de verdad. Porque peor es no hacerlo. Sé, por experiencia propia, que después de quitarte esa curiosidad, ya vas a poder dedicarte a seguir el camino correcto ―un escalofrío cruzó mi cuerpo. ¿Acaso Candela acababa de admitir que ella alguna vez chupó una concha?―. Lucrecia debe entender muy bien este asunto ―continuó―. Al fin y al cabo ella hizo lo mismo ¿No es cierto, Lucre?

―Em… este… sí ―recordé que Candela había visto mi video porno, era inútil negarlo―. Yo probé una vez, y es cierto… después todo fue más fácil. Encontré el rumbo en mi vida ―claro, el camino que yo había tomado no era precisamente el que Candela sugería.

La madre de mi novia cerró la puerta, quedando dentro del cuarto con nosotras. Luego se acercó a la cama y se sentó en el borde, cerca de mí. Miró a Lara a los ojos y dijo:

―El sexo entre mujeres es una aberración. Es penalizado por la religión, por la nuestra y por la que profesa Lucrecia. No debería hacerse, ustedes son buenas chicas y estoy segura de que lo entienden perfectamente. Pero una vez me explicaron que muchas mujeres pueden atravesar un pequeño lapsus de dudas. Es algo normal. Negarlo solo empeora las cosas. Lo mejor es encarar el problema de frente. Lo importante es hacerlo una sola vez y no repetirlo. Una sola vez, para calmar esa curiosidad, y listo, después a seguir con una vida normal. ¿Entendido? ―Lara volvió a asentir con la cabeza―. ¿Va a ser algo de una sola vez? ―mi novia volvió a asentir―. Entonces creo que deberías seguir.

―¿Estás segura, mamá?

―Sí; tenés mi permiso. Hoy es el día que te vas a sacar todas esas curiosidades, y tu padre no está, me dijo que no lo esperemos ni siquiera para cenar. Así que aprovechá. Pero… yo me voy a quedar acá, si no les molesta. Que no te de pudor, Lucrecia. Tenés un lindo cuerpo y estamos entre mujeres, convivimos con esta anatomía.

―Em… no me da pudor ―eso era totalmente cierto. De pudor, nada. Lo que yo tenía era una calentura tremenda. No podía creer que Candela estuviera alentando a su hija a que siguiera chupando concha.

―¿Te vas a quedar? ―Preguntó Lara.

―Sí, no es que me interese ver estas cosas; pero ustedes son dos chicas jóvenes, muy lindas… y están en una edad en la que tienen las hormonas bastante alteradas. Prefiero quedarme, para que la situación no se les vaya de las manos. ¿Me explico? ¿O te da mucha vergüenza chuparle la concha a tu amiga, mientras yo estoy acá?

―Un poquito sí. Pero, si estas son tus condiciones…

―Prefiero que se haga así. Claro, si Lucrecia también está de acuerdo.

Candela me miró a los ojos, pude ver que Lara me hacía señas, dándome a entender que estaba todo bien.

―Sí, yo también estoy de acuerdo ―le dije. Y lo estaba. Me había picado el morbo desde el momento en que Candela abrió la puerta.

―Bueno, Lara… entonces podés seguir ―dijo Candela―. Sé que te va a dar un poquito de vergüenza estando yo cerca, pero después de un rato se te va a pasar.

―Eso espero.

Lara volvió a ponerse de rodillas delante de mí, yo separé un poco las piernas. Me daba morbo que Candela me estuviera mirando la concha, aunque no lo hiciera con intenciones sexuales. Lara miró a su madre, como si estuviera esperando a que ella se arrepintiera, pero solo obtuvo un gesto de aprobación. Entonces mi novia bajó la cabeza, hasta quedar rozando mis labios vaginales, y con timidez sacó la lengua. Suspiré al volver a sentir el roce de su boca contra mi concha. Me pregunté qué estaría pensando Lara, mientras hacía eso. Yo había estado desnuda junto a mi madre, en más de una situación incómoda; pero no sabía si ella había tenido que pasar tantas como yo. Además no estaba segura del nivel de confianza que ella tendría con Candela. Al parecer la presencia de su madre no supuso ningún problema para Lara, porque en pocos segundos retomó el ritmo habitual con el que me chupaba la concha. Esta vez la calentura fue mucho mayor, porque teníamos audiencia.

Separé más las piernas, la Lucrecia más sexual que habita en mí quería que Candela fuera capaz de ver perfectamente todo lo que ocurría. La madre de mi novia estaba sentada tan cerca de mí que no pude separarlas mucho. Al parecer se dio cuenta de esto y dijo:

―Mejor me muevo, para que puedan estar más cómodas.

Acto seguido, ella se puso de rodillas en la cama, se apartó de mis piernas; pero al mismo tiempo se acercó mucho más a donde yo tenía apoyada la cabeza. Yo estaba esforzándome para no ponerme a gemir como una posesa mientras Lara recorría mi concha con la lengua, provocándome miles de intensas cosquillas. Ahora también tenía que luchar contra la tentación de mirarle la entrepierna a Candela.

Lo peor de todo era el tamaño de la tanga, de lejos era impactante, de cerca era pornográfica. Podía notar claramente la división de la vulva de Candela. Como la tela era prácticamente transparente, también podía notar su clítoris. Y hablando de clítoris… Lara estaba dando unas chupadas magistrales al mío, haciéndome retorcer de placer. A pesar de que su madre estuviera cerca, ella no pretendía tener piedad conmigo.

No podía apartar la mirada de la concha de Candela, analicé cada milímetro de lo que esa tanga roja escondía, y de lo que no.

―¿Te gusta? ―Preguntó Candela. Casi me da un infarto. Se había dado cuenta de que yo la estaba mirando sin disimulo.

―¿Eh, qué cosa? ―Pregunté, haciendo uso de todo mi talento para quedar como una boluda.

―Cómo me quedó la depilación… ¿se nota, cierto? Espero que sí, porque me costó una fortuna… y hace más de un mes que vengo con el tratamiento.

―¿Qué trat… tratamiento? ―Me costaba hablar… quisiera ver cuántas mujeres pueden hablar tranquilamente con sus suegras, mientras su novia les chupa la concha.

―De la depilación definitiva. Por eso uso tangas tan chiquitas… quiero que se note que la tengo peladita. Además porque estas tangas son más cómodas. Lara fue la que me convenció de usarlas… ella tiene algunas parecidas.

―¿Parecidas? ―Preguntó Lara, deteniendo su tarea―. ¡Esa es mía! Me la robaste del cajón de los calzones.

―Bueno, che… compartí un poco con tu madre. Después te compro otra. Esta me gustó mucho y me la voy a quedar.

Mi mente divagó, me pregunté cómo le quedaría esa tanga a Lara… pero no tenía que esforzarme mucho para saberlo. La anatomía de Candela era prácticamente idéntica a la de su hija, parecían hermanas gemelas.

―Te queda preciosa ―dije.

―Y le queda re porno ―aseguró Lara―. Porque la tanga es chica para mí, pero ella es más caderona, así que no le tapa casi nada. Apenas le cubre el clítoris.

―¿Les parece que es demasiado porno? ―Preguntó Candela, con preocupación.

―Lo es ―dije―; pero eso es lo que la hace más interesante. Como dijiste vos, tenés que lucir la depilación. ―Lara reanudó su labor, lo cual agradecí mucho―. Y sí, se nota que es una depilación muy buena.

Para mi sorpresa, Candela salió de la cama y se puso de pie. Me dio la espalda y se bajó la tanga. Pude ver su culo enorme y perfecto, inflándose, cuando ella se agachó. Entre esas redondas nalgas aparecieron sus gajos vaginales, completamente depilados. Instintivamente agarré la cabeza de Lara y la obligué a pegarse más contra mi concha. Ella me dió fuertes chupones en el clítoris. Dejé salir algunos suaves gemidos.

Candela volvió a su posición, de rodillas, muy cerca de mi cara. Esta vez pude ver su concha totalmente al descubierto.

―Mirá, fijate lo suave que quedó.

Candela tomó mi mano y la guió hasta su pubis. Cuando mis dedos hicieron contacto con esa piel suave y tersa, solté otro gemido, provocado por la buena chupada de concha que me estaba dando mi novia, y tal vez un poquito por el morbo que me daba estar tocando a su madre.

No me animé a mover mucho los dedos, pero quería hacerlo. Tenía esa hermosa concha a escasos centímetros de mi cara, y Candela me había dado permiso para tocar. Recorrí lentamente su monte venus, no encontré ni la más mínima señal de vello púbico. Como si nunca hubiera tenido. De a poquito fui bajando, con miedo de que ella se enojara. La miré a los ojos y ella se limitó a sonreír. La lengua de Lara había conseguido meterse en el agujero de mi concha, lo cual me dio valor, para seguir adelante. Bajé un poquito más, disfrutando de la suavidad de esa tibia superficie, hasta que llegué a uno de los labios exteriores.

―Ahí también me sacaron todo el pelito ―dijo ella―. Es lo que más me gusta… lo suave que quedó toda la zona de abajo. Fijate.

¿Me había muerto y estaba en el paraíso lésbico? Mi suegra me estaba invitando a tocarle la concha, mientras su hija seguía chupando la mía, con fervor. Estaba en la gloria.

Candela tenía razón, la zona de los labios estaba tan suave como el monte de venus. Mis dedos temblaban al acariciar a esa mujer tan atractiva. Miré su pubis, hasta el nacimiento de su ombligo, y después bajé la mirada hasta su clítoris. Estaba fascinada por el cuerpo de mi suegra. Era incapaz de notar alguna señal del paso del tiempo. Claro, no se veía como una chica de dieciocho años; pero tampoco se veía como una mujer mayor de cuarenta.

La acaricié ahí abajo, usando dos dedos; tenía miedo de acercarme demasiado a centro, pero la calidez de su sexo me atraía como si fuera un imán. Sí, sé que tocarle la concha a tu suegra está mal, pero a mi favor tengo que decir que no todo el mundo tiene una suegra tan hermosa, con una concha tan linda. Tampoco puedo dejar de mencionar el trabajo magistral de mi novia.

―Se ve que Lara la está chupando muy bien ―dijo Candela―. La veo muy concentrada en eso.

La aludida ni siquiera levantó la cabeza, siguió lamiendo y succionando toda mi concha.

―Lo está haciendo de maravilla. Si hubiera sabido que lo haría tan bien, hubiera aceptado antes.

―Sos una buena amiga, Lucrecia ―continuó mi suegra―. No todas se prestarían para dejarse chupar la concha por otra mujer, aunque fuera solo para ayudarla con sus dudas. Me alegra que Lara tenga la oportunidad de hacerlo, así después ya no va a estar pensando tanto en esto ―yo opinaba diferente, pero no lo diría. Chupar una concha es algo que te puede dejar pensando durante mucho tiempo, y te puede cambiar la vida―. Pasale la lengua por el clítoris, Lara ―esta vez sí ella levantó la vista, pero sin apartar la boca de mi sexo―. Con la puntita de la lengua, lamele varias veces el clítoris. Eso, así ―me estremecí cuando Lara empezó a seguir las instrucciones de su madre, al pie de laletra―. Ahora dale un chupón. ―La succión me hizo gemir de placer―. Y metele la lengua en el agujero de la concha.

―Gracias, mamá ―dijo Lara, después de hacer lo que le indicaron―. Pensé que te ibas a enojar un montón al verme haciendo esto… pero hasta me estás ayudando.

―Es que si lo vas a hacer, quiero que lo hagas bien. Para que después no estés diciendo que te quedaron cosas por probar.

―Entiendo.

―No es fácil darle placer a una mujer, si la vas a chupar también tenés que pensar un poco en Lucrecia.

Mis dedos seguían recorriendo la vulva de Candela, siempre centrándome en los labios externos, con mucho cuidado de no acercarme demasiado al centro. A mi suegra no parecía molestarle que yo me entretuviera tanto tiempo en esas caricias; pero por las dudas le dije:

―De verdad estoy muy sorprendida por lo suavecita que te quedó la concha. Si la toco tanto es por eso, no pienses mal.

―Todo bien, no estaba pensando mal. Tocá todo lo que quieras, yo estoy super contenta de cómo me quedó. Es bueno saber que alguien lo aprecia, porque mi marido no entiende mucho de estas cosas, le da más o menos igual. Me moría de ganas de contarle esto a alguna amiga, mostrarle lo suavecita que me quedó la concha; pero no me animé. Siento que con ustedes puedo tener más confianza, son chicas jóvenes, entienden mejor estas cosas.

―Sí, claro… ―dije, reprimiendo un gemido. Lara no me daba respiro. Al parecer no sentía una pizca de pudor al chuparme la concha frente a su madre―. Me encanta que me la hayas mostrado. Te quedó preciosa. Tenés una concha muy linda.

―¿Te parece?

―Por supuesto. Tenés unos labios externos bien voluminosos y definidos… y los labios internos son chiquitos, apenas sobresalen. Eso te da una apariencia más juvenil, y tu clítoris se asoma lo justo y necesario.

Creí que ella se molestaría con mi descripción innecesariamente gráfica, pero no fue así. Sonrió con alegría y me preguntó:

―¿Querés que me abra la concha, así la ves mejor?

Me quedé muda durante unos segundos; pero la calentura me ayudó a seguir adelante.

―Sí, claro. Me encantaría verla mejor.

Candela se acercó incluso más a mi cara, pude sentir el dulce olor de su sexo. Usando dos dedos, se abrió la concha, mostrándome el rosado interior. El corazón me latía tan rápido que temí que fuera a ser contraproducente para mi salud. Esta mujer, y su hija, me van a matar de un infarto. Para colmo Lara empezó a jugar con mi clítoris, usando su lengua, como si me estuviera diciendo: “No me molesta que le mires la concha a mi mamá”. No puedo leer su mente, pero creo conocer a Lara lo suficiente como para saber que para ella la situación también era morbosamente encantadora.

Mi cerebro quedó en blanco, mientras disfrutaba del placer sexual físico y el morbo de mirarle la concha a mi suegra. Ya ni sabía por qué se la estaba mirando. ¿Cuál era el objetivo de todo esto? Si lo hubo, mi mente lo olvidó. Mi primera reacción fue acercar otra vez los dedos a esos finos labios y acariciarlos suavemente. Luego, con la yema de mis dedos apuntando hacia arriba, acaricié toda la raja de Candela, haciendo énfasis en el agujero de su concha. Detuve el dedo allí y levanté la vista, para encontrarme con sus ojos. Ella sonreía plácidamente, como si fuéramos viejas amigas que tienen por costumbre hacerse exámenes ginecológicos la una a la otra. Esto me dio la pauta para ir más lejos. Empecé a meter lentamente un dedo, sin dejar de mirarla a los ojos. No noté ningún tipo de rechazo en su mirada. Mi dedo empezó a ganar terreno y se fue humedeciendo cada vez más. Tal vez Lara vio que yo estaba haciendo esto, porque casi al mismo momento ella me penetró con un dedo; pero lo hizo con mayor intensidad, moviéndolo dentro para producirme todo el placer posible, mientras su lengua seguía discutiendo con mi clítoris.

―¡Che! ―la voz de Candela cortó el silencio como si hubiera sido un latigazo. Me quedé paralizada, sin sacar el de su concha. Ahora sí que me había pasado de la raya. Estaba preparándome mentalmente para una reprimenda, por haberla tocado de esa manera, cuando ella dijo―. Lara… ¿por qué no se ponen más cómodas? No creo que estar arrodillada en el piso frío sea buena idea, y tal vez Lucrecia ya estará cansada de levantar las piernas.

―Bueno… puede ser, no me molesta probar de otra manera ―dijo Lara, con fingida ingenuidad.

―Sería lo mejor ―dijo Candela―. Así después no me venís a decir que te quedaste con ganas de probar algo. Lucre, ¿no querés estar más cómoda?

Tomé eso como una forma sutil de decirme “Pendeja, sacá el dedo de mi concha ahora mismo”. Y eso fue lo que hice.

―Sí, puede ser ―dije, completamente avergonzada―. Emm… me puedo poner boca abajo. ¿Te parece bien, Lara?

―¿Con el culo en pompa? ―Preguntó ella, soltando una risita picarona. Me hubiera reído también, de no haber estado tan asustada por la reacción de Candela―. Sí, dale, me encantaría… y quién sabe… tal vez hasta te chupo el culo.

―Che, Lara ―esta vez supuse que Candela le daría un discurso a su hija diciéndole que no era apropiado que una mujer le estuviera chupando el culo a otra; pero una vez más me sorprendió con sus palabras―. Antes de hacer eso, deberías pedirle permiso a Lucrecia. Al fin y al cabo es su cola ―ya me estaba poniendo boca abajo y sentí un par de palmaditas en una de mis nalgas. Me daba mucho morbo que Candela me estuviera mirando el culo… y que lo tocara.

―¿Te molestaría si lo hago? ―Preguntó Lara. Ella ya sabía la respuesta, me conocía mejor que nadie. Pero debía decir algo, para los oídos de su madre.

―No me molesta, para nada… em… cuando yo probé chuparle la vagina a una chica… también le chupé la cola.

―¿Y qué sintió ella? ―Quiso saber Lara… lo cual era irónico, porque el culo que yo había chupado era el de ella. De todas formas respondí.

―Ella me dijo que se sintió muy bien, que fue muy placentero.

―Sí que lo es ―dijo Candela―, y ese es el problema. Considero que el culo debería quedar fuera del acto sexual, porque es un acto… inmoral. Una mujer de bien no debería darle ese uso a su cola. Pero que sea inmoral no significa que no sea placentero… pero de todas maneras hay que evitarlo. ¿Está claro? ―Dijo esto mirando a Lara, su hija asintió con la cabeza―. Ahora se pueden sacar la curiosidad, las dos… pero les recomiendo que sea algo de una sola vez.

―Entendido ―dijo Lara, como si fuera un soldado acatando una orden.

Acto seguido ella se acostó boca abajo, justo detrás de mí, poniendo su cabeza entre mis nalgas. No me dio ni un segundo para prepararme psicológicamente. Las separó y pasó su lengua por toda mi concha, luego fue directamente a atacar mi culo. Cuando empezó a lamerlo, solté un agudo gemido de placer.

Noté que Candela se movía a mi lado, pensé que bajaría de la cama, pero ya me estaba quedando claro que esta mujer no haría nada de lo que yo pensaba. Probablemente me sorprendería con todos y cada uno de sus actos.

No bajó de la cama, sino que se sentó sobre una almohada, apoyando la espalda en el respaldo. Quedó muy cerca de mí, tanto que sus piernas no entrarían… a menos que…

Y lo hizo. Lo hizo justo delante de mi cara.

Abrió las piernas y pude ver cómo esos gajos vaginales se abrían como una hermosa flor en primavera… y olían a mujer. Ahora sí que estaba en problemas.

Tenía que tolerar las increíbles chupadas que me estaba dando Lara, mientras permanecía quieta, con la concha de Candela a apenas unos centímetros de mi nariz. Tenía una ganas inmensas de sacar la lengua y probarla; mi temor era porque no tenía forma de saber cómo reaccionaría ella. La madre de mi novia estaba siendo muy permisiva, pero eso no significaba que me permitiría comerle la concha… o aunque sea darle una pequeña lamida. Era demasiado arriesgado… y demasiado tentador.

Apoyé mi cara en la parte interna de uno de sus muslos y cerré los ojos, para no tener que ver esos gajos vaginales, pero podía olerlos. Sabía que estaban allí. Divagué con la idea de hacerle a Candela lo mismo que Lara me estaba haciendo a mí… así… meterle la lengua en el agujero de la concha, darle chupones al clítoris… jugar con ese botoncito y la punta de mi lengua. Milagrosamente logré contenerme.

Lo que no pude evitar fue volver a acariciarla. Mi mano traicionera se acercó a la entrepierna de mi suegra y, sin que yo le diera permiso, empezó a recorrer el contorno de los labios vaginales internos. Bueno, admito que yo colaboré un poquito con mi mano, la llevé más arriba, hasta dar a tientas con el clítoris, y empecé a masajearlo con la yema de dos dedos, trazando pequeños círculos.

Candela no emitió queja alguna y Lara parecía estar muy concentrada en brindarme placer. Lo estaba haciendo de maravilla. Esto me incentivó a ser más osada. Esos dos dedos que estaba usando para masajear el clítoris, los llevé hasta el agujero de la concha y los fue metiendo lentamente, con timidez. Pude notar cómo las paredes vaginales se abrían para mí, como si estuvieran diciéndome: Tenés permiso para entrar.

Ella estaba muy mojada y esa sensación tibia y viscosa me encantó. Abrí los ojos para descubrir que ya le había metido los dedos completos. No hubo quejas, y no me animé levantar la vista, no quería cruzarme con una mirada acusadora. Seguí con mi tarea cuasi instintiva. Empecé a mover los dedos dentro de ese agujero, explorando cada rincón. Candela soltó un suave gemido. Una poderosa descarga de morbo se concentró en la boca de mi estómago.

Fue allí cuando me asaltó el primer orgasmo, no recibí ninguna advertencia previa, fue una reacción súbita y descontrolada. Mi cuerpo empezó a convulsionar y los gemidos escaparon de mi boca, tropezando unos con otros. Mi concha se llenó de flujos y yo sentí como si todo eso hubiera bajado repentinamente por el interior de mi cuerpo. Lara agarró mis nalgas, una con cada mano, y empezó a darme fuertes chupones en el centro de la concha, justo en el agujero, ayudando, con la succión, a que el líquido sexual bajara. Sin darme cuenta moví los dedos mucho más rápido dentro de la vagina de Candela, literalmente le estaba haciendo una paja a mi suegra, y eso me volvió loca. Una vez más tuve que luchar contra la poderosa tentación de acercar mi lengua a ese clítoris. Para evitar esto me di vuelta, mi cabeza quedó apoyada en el estómago de candela, pude sentir la humedad de su sexo contra mi nuca. Separé las piernas tanto como pude y le agarré la cabeza a Lara. Presioné con ambas manos y di rienda suelta a mis gemidos. Moví mi cadera sensualmente, de arriba hacia abajo, frotando mi concha contra toda la cara de Lara.

―¡Chupá! ¡Chupá! ―Exclamé.

En ese momento no me importó lo que Candela pudiera pensar, ya no estaba siguiendo ese jueguito de “le estoy prestando la concha a Lara, para que ella se quite las dudas”. No, quería que ella me comiera la concha por puro placer, que me hiciera estremecer como mujer y que succionara de mi agujero hasta la última gota de flujo.

No puedo decir cuántos orgamos juntos fueron. Sé que fueron al menos dos, tal vez tres; pero también pudo haber sido uno solo, con distintas fases convulsivas. Lo importante es que fue maravilloso. Cuando dejé de sacudirme, Lara levantó la cabeza y me sonrió, con la boca empapada por mis jugos sexuales.

―Eso fue increíble ―dijo.

―Sí que lo fue. No creí que alguien me pudiera provocar tanto placer solamente con sexo oral.

―Entonces se puede decir que Lara la chupó bien ―dijo Candela, con un tono maternal que reavivó mi morbo. Sus manos bajaron por mis tetas y empezaron a juguetear con mis pezones. Me encantó que hiciera eso.

―Lo hizo perfecto.

La alegría se empañó un poco cuando caí en la cuenta de que esto no volvería a repetirse. Candela había sido muy clara: Es algo de una vez. Si bien yo seguiría teniendo sexo con Lara, a escondidas, me daba pena no poder hacerlo otra vez con la aprobación de Candela. Quería que ella fuera testigo de nuestras andanzas sexuales, que nos mirase desnuda, en la misma cama que nosotras y tener permiso para tocarla, mientras su hija me comía la concha.

Lara se acostó a mi lado y me miró con una sonrisa que se fue apagando lentamente. Tal vez ella estaba pensando en lo mismo que yo. Sé que a ella también le produjo morbo tener a su propia madre, desnuda, en la misma cama. No necesitaba que me lo dijera, podía leerlo en sus ojos. Y quién sabe, tal vez hasta me hubiera dado morbo que mi propia madre nos estuviera mirando en ese momento. Esa idea me resultó muy incómoda y difícil de procesar. Sacudí la cabeza, para apartar esos pensamientos de mi mente.

―Bueno, creo que ya te sacaste las dudas ―le dije a Lara, con cierto desgano.

―¿Te parece que fue suficiente? ―Preguntó Candela. Lara giró la cabeza y miró a su madre a los ojos―. No pares hasta que sientas que fue suficiente. Te dije que hoy es el día en el que te vas a sacar todas esas dudas, no mañana, ni pasado… ni la semana que viene. Esto pasa hoy y se termina hoy, así que pensalo bien, porque tenemos toda la tarde por delante.

Mi corazón empezó a latir a toda velocidad, sonreí llena de júbilo. Antes de que Lara dijera algo, ya sabía qué iba a responder:

―Lucrecia tiene una concha hermosa y si solo la puedo chupar hoy, entonces voy a aprovechar al máximo. Lucre, ¿querés que te la chupe otra vez?

―Chupala todo lo que quieras, lo hacés muy bien. Podés empezar cuando estés lista.

Me quedé a la expectativa, aguardando por el segundo round de sexo lésbico con Lara, teniendo a su madre como testigo. Candela pellizcó mis pezones al unísono.