Venus a la Deriva [Lucrecia] (25).
Tiempo Perdido.
Capítulo 25.
Tiempo Perdido.
Domingo, 25 de Junio.
―1―
Aún no había terminado el fin de semana, y yo quería recuperar parte del tiempo perdido con mi novia, le dije que la llevaría al mejor sitio de la ciudad: Afrodita. Ella sólo conocía la discoteca por su nombre, nunca se imaginó que alguna vez entraría.
Todavía me hervía la sangre por la escena que le hice a mi mamá y a sus amigas, por lo que salir a bailar me vendría más que bien. De lo contrario terminaría hecha una furia, dentro de mi propio cuarto, gritándole a las paredes.
Antes de ir a la discoteca, decidí que yo también haría algo un poquito más osado, para que la noche con Lara sea especial. Fui a comprarme ropa interior nueva al negocio de la rubia sexy- Al parecer, también abrían los domingos. Sentí un poco de pena por ella, no tenía idea de si le daban al menos un día de descanso.
―Hola, Selene, ―la saludé cuando entré. Estaba preciosa, con una sencilla remera blanca sin mangas, y con un amplio escote que daba un agradable visión de sus pechos. Tenía un jean muy ajustado, como ella estaba de espalda, le pude mirar el culo unos segundos. Giró al escucharme hablar.
―Hey, Lucrecia… no lo puedo creer, te acordaste de mi nombre.
―Algún día me tenía que acordar. ―Ayudaba mucho a mi memoria que la rubia estuviera tan buena.
―¿En qué te puedo ayudar?
―Quiero ropa interior, ―me contuve. Mis perversos pensamientos deberían quedarse arraigados en mi mente.
―Genial. ¿Algo en particular?
―Emm… más o menos ―con un gesto de la cabeza le señalé a otra chica que estaba mirando unos vestidos. Selene me entendió perfectamente.
―Ah, ok… dame unos minutitos, que termino con ella, y ya estoy con vos, Lucre.
Atendió a la otra chica, que compró un par de vestidos. Me entretuve mirando algo de ropa de películas, la mayoría no las conocía, pero me gustaban los diseños. Aparté un par, me las llevaría junto con la ropa interior. Cuando la otra cliente se retiró, la rubia me sonrió.
―Ahora sí, contame, Lucrecia… ¿de qué tipo de ropa interior estamos hablando?
―Em… ¿venden lencería erótica?
―Sí, un poco.
―Éste es un polirrubro muy amplio, me encanta.
―Mejor sería si el local fuera más grande, y tuviera más empleados. Yo sola no puedo con todo.
―Entiendo, no debe ser nada fácil. El local de por sí es bastante grande.
Ella buscó unas cajas y me las trajo.
―Acá tenés varios conjuntos. ¿Te querés probar alguno?
―La verdad es que sí, pero me da un poco de vergüenza, nunca usé esta ropa… es una salida especial, con una chica muy especial. Así que quiero darle una linda sorpresa.
―¡Ay, qué romántica! Bueno, vos tenés un cuerpo precioso, y piernas largas. Cualquier cosa te va a quedar bien. Te recomiendo algo que use medias… y un portaligas no te quedaría nada mal.
―¿No es un poquito… porno?
―Bueno, sí… ¿pero acaso no querés causar un buen impacto? Además, una vez que estés en ese momento, con esta lencería puesta, te vas a sentir muy sexy; te lo digo por experiencia.
Carajo, yo quiero portarme bien, pero ahora tengo la cabeza llena de imágenes de la rubia en lencería erótica.
―Bueno, me voy a probar algo.
―Está bien, empezá con este, que es el más sencillo. Además es negro, y eso queda bien con todo.
Entré a uno de los probadores y cerré la cortina. Me miré al espejo y en ese momento me di cuenta de que me tenía que desnudar completamente. Nunca lo había hecho en una tienda de ropa, porque suelo comprar mi ropa interior sin probármela antes. Me quité toda la ropa, quedando completamente desnuda, y me excitó la imagen que me devolvió el espejo. Tal vez yo también era un poco narcisista, como mi amiga Jorgelina. Me sentía cómoda con mi propio cuerpo. Me puse la lencería negra, pero se me complicó con las medias y el portaligas.
―Selene… ¿podés ayudarme con algo?
―¿Entro?
―Sí…
La rubia entró y me miró sorprendida.
―¡Wow, te queda divino!
―Ya te dije que conmigo tenés que ser siempre honesta.
―Y lo soy, de verdad estás muy sexy, a tu chica le va a encantar.
―¿Cómo se prenden las medias?
―Ah, es una pavada, ya te muestro.
Se puso de rodillas delante mío, tomó una de las tiritas de las medias y una de las del portaligas. El broche era similar al del corpiño, pero yo no había logrado hacerlo funcionar. Me puse algo nerviosa, mirando directamente al amplio escote de la rubia, podía verle prácticamente todas las tetas, hasta divisaba la sombra de uno de sus pezones. Mientras prendía la segunda media, noté que su cara estaba demasiado cerca de mi vagina. Me dio un poco de pudor, porque la tela de la tanga era transparente, así que podía ver mi sexo trasluciéndose.
―Por suerte estás completamente depilada ―dijo, acariciando mi pubis. Me sobresalté un poco, pero no me moví del lugar―. Porque este tipo de ropa interior se luce mejor sin pelitos...
―Sí, no sabía que era tan transparente…
―No siempre son transparentes… ¿preferís una en la que no se vea nada?
―No, me gusta así… y ya le estoy agarrando el gustito a depilarme.
―Es lo mejor, yo siempre la dejo bien depilada. Me gusta más.
―Pero si te dejaras los pelitos podrías demostrar que sos rubia natural.
―Puede ser, pero sinceramente me gusta mucho cómo queda la concha depilada. Es más sexy. ―Se me erizaron los pelos de la nuca al escucharla decir eso―. Bueno, ¿te gusta este o querés probar otra cosa?
―No sé, a ver… voy a mirarlo bien.
Giré en el lugar, ella siguió de rodillas. Ahora su cara estaba a centímetros de mi culo. La ropa se veía muy sexy, separé un poco las piernas, di un par de vueltas y me miré un poco el culo.
―Agachate un poquito, ―dijo Selene―. Creeme, ahí es cuando te vas a dar cuenta qué tan bien te queda.
Hice lo que me pidió, en el espejo pude ver cómo se marcaba mi vulva, apretada por la tanga. Ella se tomó la libertad de acomodarla mejor, para que quedase bien encajada en mi culo. Además la estiró hacia arriba, provocando que se me metiera un poquito entre los labios de la vagina.
―Así la tenés que usar, bien ajustada ―dijo―. Que se te marque bien la concha. Cuando tu novia te ve así, se va a volver loca. Estás muy sexy.
Sentí la mano de la rubia acariciando suavemente mi vulva. Me asusté un poco, no porque su actitud me resultara molesta, sino todo lo contrario. Ya me sentía un poco culpable por la tarde que pasé con Anabella, y no quería sumar otro motivo. Había recuperado a mi novia, y sentía que le estaba fallando. La rubia era demasiado hermosa, y aunque su intención no fuera provocarme, me estaba calentando mucho. Si me iba de manera brusca, ella podía ofenderse; pero si me quedaba, corría el riesgo de engañar a Lara, justo en el día en que tendríamos nuestra primera salida como novias.
―Me encanta este conjunto ―dije, apartándome sutilmente―. Lo llevo… pero, ¿lo tenés en otro color?
―Sí, claro. En muchos colores. Ponete tu ropa y después te muestro lo que tengo.
Sentí un gran alivio cuando ella me dejó sola en el probador. Me desnudé y volví a ponerme mi ropa interior. La situación había durado apenas unos pocos segundos, pero había sido muy intensa. Aún tenía que luchar contra las ganas de salir desnuda y pedirle a Selene que me lamiera toda. Tener sexo con una rubia tan voluptuosa debía ser la gloria. Pero yo ya tenía pareja, así que eso iba a quedar como una mera fantasía. Si Lara estuviera presente, y ella también participara… la historia hubiera sido muy diferente.
Salí del probador y fui en busca de mi nueva ropa interior. Me decidí por un conjunto muy sexy color rosado, que venía con un portaligas y unas medias negras muy seductoras. Un año antes no me hubiera puesto esto ni en broma, ahora me reía de la vieja Lucrecia.
―2―
La visita de Anabella había conseguido a aplacar a mi madre por un corto período de tiempo… menos de veinticuatro horas. Pero debido a lo que le dije frente a sus amiga, ya reinaba otra vez la fría ley del silencio. Durante el resto del domingo no me dirigió la palabra en ningún momento. La tensión en el ambiente era evidente. No todo era malo, el estar peleadas me facilitó un poco las cosas, ni siquiera pedí permiso para salir esa noche; directamente me subí al auto y me fui a buscara mi novia.
―Hola mi amor, ―me dijo Lara, apenas entró en el vehículo. Me dio un hermoso beso en la boca.
Sus labios sabían a frutas y supuse que estaba usando algún labial saborizado. Me encantó que me saludara de esa forma, me hizo ver lo especial que era nuestra relación; aunque ésta fuera abierta. Existía un cariño y un respeto mutuo muy grande.
―Afrodita te va a encantar, ―le comenté mientras conducía―. Vas a ver que está lleno de gente interesante. Te voy a presentar a mi amigo Rodrigo.
―¿El muchachito gay? ―Asentí―. Tatiana me habló de él, dice que es muy buena onda. ¿y hay muchas lesbianas que sean lindas?
―¿Acaso vamos a salir de levante? ―Sonreí.
―¿Y por qué no? ¿Te molestaría si me voy con otra? ―Me lo preguntaba seriamente, no intentaba ponerme celosa. Supongo.
―No me molestaría, Lara, de verdad. Lo que sí me molestaría es que me dejes sola. No me gustaría tener que volverme sola a mi casa.
―Obvio que no mi amor. ―Me acarició el brazo―. Nunca te haría una cosa así. Pero te tengo que ser sincera, a mí todo esto de la relación abierta me da mucha curiosidad y de verdad me gustaría probar con alguien diferente, aunque sea por una noche; nunca hice algo así ¿Vos?
―Este… bueno… sí, supongo que estaría bueno probar con alguna desconocida, pero que sea una chica agradable y que nos guste a las dos.
―¿Qué te hace pensar que la vamos a compartir? ¿Me estás proponiendo un trío Lucrecia?
―¡No! No dije eso. ―Enana maldita, siempre haciéndome tropezar con mis propias palabras―. Nunca hice una cosa así. ―Tenía que admitir que la idea de estar con dos mujeres a la vez se me cruzó por la mente en más de una ocasión―. Pensé que vos estabas proponiendo eso.
No me respondió porque en ese momento llegamos a Afrodita, ella quedó maravillada con las luces y el llamativo cartel en negro y letras rosadas. Todavía era un poco temprano y no se veía tanta gente, eso me facilitaría el poder saludar a mis amigos. Me acerqué al gorila calvo de la entrada, que parecía estar discutiendo con uno de sus compañeros. Aguardé unos instantes hasta que las cosas se calmaron y el segundo guardia se retiró.
―Hola Miguel, ―lo saludé, él se sobresaltó porque, al parecer, no me vio llegar.
―¡Lucrecia! Qué bueno verte otra vez por acá, y como siempre, bien acompañada… ―se quedó mudo mirando a Lara―. Perdón, ¿metí la pata?
―No te preocupes Miguel, ella es mi novia, Lara. Tenemos una relación abierta, inspirada en la tuya con Rodrigo, ella sabe que no es la primera vez que vengo a este lugar.
En ese momento noté la gran diferencia de tamaño que había entre mi pareja y el calvo. Se miraban el uno al otro como midiéndose. Lara tenía actitud desafiante, como si fuera a golpearlo en cualquier momento, supe que su intención era demostrar que a pesar de su reducido tamaño podía ser muy peligrosa. Miguel frunció el ceño intentando espantarla pero ella le sostuvo la mirada sin problemas.
―Te aviso que la gente alta a mí no me intimida, ―dijo la pequeña, respondiendo a ese duelo de miradas. Miguel se echó a reír.
―Tiene carácter, tu novia. Creo que hoy no vas a necesitar que te cuide las espaldas, Lucre.
―No, al contrario. Deberías cuidar a los demás de ella. Che, ¿qué fue esa discusión? Si es que se puede saber.
―Ah, es por un problema que estamos teniendo con algunos de los empleados. ―Me miró durante unos segundos―. Te cuento porque sos mi amiga, y de Rodrigo. Las cosas en el negocio no marchan tan bien como aparentan, el ingreso que generan las bebidas y las habitaciones da un amplio margen de ganancia, el tema es que faltan clientes.
―Eso es porque brindan un servicio a un público muy exclusivo. A la mayoría de los heterosexuales les da miedo ser vistos acá adentro. Creo que la solución sería ampliar, de alguna forma, el mercado.
―Rodrigo me contó que estudiás Administración de Empresas.
―Sí, y ella estudia conmigo. ―Señalé a Lara―. Seguramente está de acuerdo con lo que te digo.
―Totalmente, ―dijo Lara―. Parece que tienen un establecimiento inmenso. ―La discoteca abarcaba una gran superficie a lo ancho y alto, seguramente hacia adentro también era mucho más grande de lo que se veía desde la entrada―. Pueden recibir muchas personas sin tener problemas con el espacio. ―El calvo asintió con la cabeza.
―¿No quieren hablar sobre eso con Rodrigo? Sé que vinieron a divertirse y todo eso pero…
―Está bien, de hecho quería saludarlo y todavía es temprano, no quiero empezar a tomar desde ahora.
―Esa es buena idea, no quiero sacarte a rastras, como la última vez. Síganme.
―Eso nunca pasó, ―le susurré a Lara―. No le creas.
―Me cuesta no creerle.
Rodrigo Pilaressi estaba sentado detrás de su pequeño escritorio, luchando contra una gran pila de papeles, y tecleando en una computadora cada dos segundos. Ni siquiera levantó la vista cuando Miguel se paró frente a él.
―¿Qué pasa Miguelito, ya renunciaron todos?
―Todavía no, me encargué de eso. Ya hablé con Gutiérrez, y me dijo que podían esperar un poco más de tiempo a que todo se solucione. Tenés visita.
―¡Pero si es la señorita Zimmer! ¿Y quién es esta hermosa niña que te acompaña? ―De pronto se puso serio―. Espero que sea mayor de edad, no quiero tener problemas legales.
―Ella es mi novia, Lara ―¡Qué bien se sentía poder decirlo, sin que nadie me juzgue!― Y es más vieja que yo. No te preocupes. Solamente es petiza.
―¿Cuatro meses de diferencia es ser más vieja? ―Se quejó.
―Sí, lo es. Aunque sean dos meses ―Acotó Rodrigo― ¿No es así, Miguel? ―Supe que esa era la diferencia de edad entre ellos.
―El pobrecito no valora su vida, ―dijo el gigante calvo―. Las chicas vinieron a hablarte sobre un tema que te puede interesar.
―¿De qué se trata? ―Me miró a los ojos y me quedé en blanco, no había preparado un discurso o algo parecido. Lara me dio un codazo para hacerme reaccionar.
―¡Ah sí! Se trata sobre la ampliación de mercado. Miguel me contó que están atravesando un problema económico y sinceramente no me explico cómo llegaron a eso teniendo un establecimiento tan amplio y bien preparado.
―Mea culpa, ―dijo el rubio―. Tal vez me aventuré demasiado rápido en el mundo de las finanzas. ¿Qué es eso de la ampliación de mercado?
―Es más simple de lo que imaginás. Se trata de ampliar el negocio para captar otro tipo de clientela, me refiero a gente heterosexual. Vos ya tenés lo más difícil de conseguir: el establecimiento. ¿Lo alquilás? ―Dudaba que fuera así ya que todas las ganancias se le irían en la renta.
―No, es mío. Lo heredé de mi padre.
―¿Tu padre falleció? Perdón, no lo sabía.
―No falleció, fue una herencia en vida. Digamos que no me quería tener cerca, pero tampoco quería que quedara en la calle. Me heredó esto, para que no volviera a pedirle nada.
―Ah, me imaginaba que algo de eso había detrás de todo esto. En fin, vos tenés algo que no muchos boliches no tienen. ¡Habitaciones! Vos podés promover el negocio como un sitio para citas, para que la gente venga a… a levantar. El sexo vende, el tema es que vos lo estás limitando a un sector reducido. Deberías darles la oportunidad a los heterosexuales, o a los que todavía dudan de su sexualidad, y les da vergüenza ser vistos en un boliche gay.
―Ese es un problema Lucrecia, ya se complica mezclando gays, lesbianas y bisexuales. Muchos heterosexuales pueden ser muy prejuiciosos y viceversa. ―Me quedé pensando, tenía razón en ese punto.
―Eso lo podés solucionar muy fácil. ―Intervino Lara―. Dividiendo el boliche en dos. ―Todos nos quedamos mirando a la pequeñita―. Por lo poco que llegué a ver, hay espacio de sobra. Podrías dejar un sector sólo para heterosexuales y el segundo sector sería tal y como es ahora el boliche, sólo que más pequeño. ―Rodrigo se quedó mudo con la boca abierta como si estuviera buscando algún defecto en ese plan.
―Es cierto que el lugar es exageradamente grande, ―dijo el rubio―. Ustedes sólo conocen una parte, pero hay otro sector, desde el que se accede por atrás, que lo tenemos inutilizado. Tal vez restándole un poco de espacio a Afrodita, podríamos abrir atrás otro boliche que estuviera conectado a las mismas habitaciones.
―¿Tan grande es el lugar? La primera vez que vine me pareció regular, pero a la segunda ya me pareció más grande. Lo comprobé cuando Miguel me trajo hasta acá. Vi sectores que quedaban medio ocultos a la vista, eso en parte está bueno, pero uno ni se entera que existen. Deberías distribuirlos de otra manera, darles utilidades específicas. En esos sectores menos visibles podrías poner “reservados” para tus clientes VIP. También vi un sector que tiene como pequeñas habitaciones con cortinas.
―Sí, eso es una especie de reservado, como vos decís.
―Pero está mal, porque algunos terminan yendo a esos cubículos en lugar de pagar por una habitación. Creeme, ahí se puede coger tranquilamente, sin que nadie vea.
―No lo había pensado de esa forma.
―Debería ser un sector al que sólo puedan ingresar los clientes VIP, ahí les estarías “regalando” algo y ya no tendrías que hacer un descuento tan grande por las habitaciones ―Ambos hombres asintieron con la cabeza.
―¿Cómo no te conocí antes Lucrecia? Y a tu novia también, creo que si ponemos en marcha esas ideas podríamos sacar a flote el negocio. Te lo agradezco mucho.
―De nada.
―Como parte de un pequeño agradecimiento, tenés la tarjeta VIP en blanco, no debés un peso.
―Sos mal empresario Rodrigo, ¿te falta dinero y lo estás regalando? ―Le dije―. Yo voy a pagar todo lo que debo. ―En realidad pagaban mis padres.
―Bueno, pero de alguna forma te voy a agradecer, y a tu novia también. Cuando necesiten un favor, no tienen más que pedirlo; aunque tengamos que sacrificar a Miguel para lograrlo.
―¿Y después quién convence a los empleados de que no renuncien? ―Defendí al hombre calvo, y éste sonrió.
―Buen punto. –El rubio parecía estar pensando en cómo salvaría su negocio. No me imaginaba a estos dos hombres juntos, eran tan masculinos los dos, y Miguel tan grande. Me pregunté cómo se comportarían en la intimidad―. Bueno, por ahora vamos a conservarlo, permítanme que al menos les regale los tragos por esta noche.
―Eso te lo puedo permitir. ―Supuse que algunos tragos gratis no le generaría mucha pérdida, además nosotras no tomaríamos tanto ¿o sí?
Miguel nos acompañó de regreso, y antes de instalarse en la puerta de entrada, dejó dicho a en una de las barras que nosotras bebíamos gratis por esta noche. Fui con mi novia a la pista de baile, estábamos muy entusiasmadas porque nuestros conocimientos hayan servido para algo, y además porque reforzaba una buena relación amistosa; que para Lara recién comenzaba. Impulsada por la euforia del momento, le di un profundo beso en la boca, haciendo que nuestras lenguas se enredaran. Debíamos pasar una noche muy especial ya que ésta era nuestra primera salida como pareja.
Me acerqué a la barra y pedí dos vasos de Pisco Sour, supuse que ese trago le agradaría a mi novia, ya que le gustaba el jugo de limón. Con los tragos en mano, fuimos a sentarnos, muy juntas, en un sillón que estaba contra una pared. Desde allí podíamos observar a todos. Mientras debatíamos sobre más ideas para la mejora del establecimiento, nos acariciábamos las pierna; ambas teníamos vestidos cortos y a veces nuestras manos invadían un poco más la intimidad de la otra.
―Me encantan tus medias. ―Me dijo al oído―. Me calientan mucho―. Sus labios se posaron tibiamente en mi cuello y sentí sus dedos acariciar mi clítoris por arriba de la ropa interior.
Una chica se percató de esta acción y nos miró asombrada, con una amplia sonrisa. Me calentó mucho el saber que estábamos siendo observadas y separé un poco las piernas para que ella pudiera ver el buen trabajo que estaba realizando mi novia. La espectadora era muy bonita y llevaba un conjunto azul marino muy pegado al cuerpo. Le guiñé un ojo y la avergoncé un poco. Besé a Lara en la boca durante un largo rato y al mirar otra vez la desconocida ya no estaba. No me preocupó, porque de todas formas disfruté mucho del momento y ya podía sentir mi vagina humedecida.
Seguí hablando con Lara durante un buen rato, nos reíamos más de la cuenta, creo que el Pisco en parte era el culpable por eso, lo malo fue que los vasos terminaron por vaciarse.
―Ya vengo, voy a comprar más, ―le anuncié―. Mientras tanto mirá si encontrás alguna chica que te guste, yo ya puse el ojo en una.
Le pedí a la empleada de la barra otros dos Pisco Sour y mientras aguardaba por ellos la chica de azul apareció repentinamente a mi lado, me sonrió y me tomó por la cintura.
―Tengo que confesarte que estoy loca por vos, ―me dijo―. Me encantan tus piernas, ―su mano bajó más por mi cola que por mis piernas.
―Gracias, vos también sos muy linda. ―Intenté mostrarme lo más simpática posible. Su cabello castaño me recordaba un poco al de Anabella, aunque sus facciones no fueran tan hermosas como las de la monjita.
―¿Te gustaría que vayamos a charlar a un lugar más cómodo? ―Era obvio que charlar no era lo que buscaba, sus dedos estaban colándose bajo mi vestido y buscaban mi tesorito femenino.
―Me encantaría, sos divina, pero vine con mi novia.
―¿Es celosa tu novia? ―Lo encontró, allí estaba yo, aguardando por los tragos con una hermosa muchacha tocándome la vagina; ni siquiera opuse resistencia.
―Para nada, tenemos una relación abierta.
―Si tu novia es esa morochita que estaba con vos, me encamo con las dos. Sin dudarlo. ―Hizo a un lado mi bombacha para tocar directamente mi húmeda piel―. Estás mojada, eso me encanta.
―Te agradezco la propuesta, pero de momento no te puedo decir que sí. Yo te aviso si es que puedo. ―Un dedo se introdujo en mi viscosa grieta, la chica tenía habilidad.
―Ok, está bien. Buscame si te decidís. No te vas a arrepentir. ―Me guiñó un ojo y se alejó de mí, no pude evitar girar la cabeza para mirarle la cola mientras caminaba.
Regresé con Lara, llevando los tragos en la mano. Me miró con una sonrisa pícara y supuse que había visto todo lo que ocurrió en la barra.
―¿Quién era esa chica que te mandó mano? ―Dio un sorbo a su vaso.
―No la conozco, ella se me acercó. Nos vio jugueteando, y al parecer se ilusionó.
―¿Te propuso algo?
―Me dijo que se encamaría con las dos juntas, sin dudarlo.
―¿Y vos qué le dijiste?
―Le dije que no.
―¿Por qué?
―¿Cómo por qué? ¿No era que íbamos a buscar una chica para cada una? Bueno, yo ya encontré una que me gusta y me dio bola, ahora te falta a vos.
―No veo ninguna que me agrade. Bueno, esa que te toqueteó si está buena. Podríamos compartirla.
―¿Lo decís en serio? ―Tomé un buen sorbo de Pisco.
―Sí, al fin y al cabo es lo que ella te propuso, no va a decir que no. ¿No te interesa probar?
―Si me interesa y mucho –la situación me calentaba demasiado.
―Entonces vamos a buscarla y veamos qué pasa.
Encontramos a la chica de azul sentada sola en un sillón similar al que habíamos ocupado antes. Parecía un tanto triste, tenía la mirada perdida en el infinito, como si se lamentase de haberse acercado a mí; pero su expresión cambió al instante, cuando nos vio caminando hacia ella. Su sonrisa era radiante y contagiosa. Nos sentamos a su lado, quedando yo en el centro.
―¿Cambiaste de opinión, linda? ―Asentí sonriendo y le ofrecí mi trago, el cual ella aceptó encantada―. Por un momento pensé que me habías rechazado.
―Nunca dije eso, sólo te dije que de momento no podía, primero tenía que hablar con mi novia. Te la presento, ella es Lara.
―Mucho gusto, yo soy Clara, como Lara pero con una C. ―¿Por qué siempre tenía que encontrar a chicas con nombres similares a los de mi novia? ¿Por qué alguna no se llamaba Clucrecia? Bueno, creo que eso mismo contesta a mi pregunta. Pero hasta con una Luciana me conformaría.
Comenzamos a charlar con la chica y me resultó muy simpática, por la forma en la que Lara la miraba, imaginé que a ella le agradaba tanto como a mí. Nos dijo que tenía veintinueve años, lo cual era una especie de anciana para nosotras; pero mi novia, a modo de broma, le dijo que le agradaba la idea de probar con alguien mayor. Por mi parte, no podía quejarme, a mí me tenía loca una monjita de casi treinta años.
―No quiero parecer muy brusca, ―dijo Clara, luego de unos minutos―; pero no puedo quedarme hasta tarde, mañana tengo que levantarme temprano.
―¿Un domingo? ―Preguntó Lara.
―Sí, es que trabajo los domingos también.
―¿Entonces por qué viniste al boliche? ―Le pregunté.
―Es que me sentía sola en casa, y tenía ganas de estar con gente… y tal vez tuviera algo de suerte. Ustedes superan mis expectativas, por mucho, y no me gustaría dejar pasar la oportunidad. En caso de que la haya.
―Entonces habrá que acelerar las cosas ―dijo mi novia.
―Se me ocurre una idea, síganme, ―les pedí.
Las llevé hasta uno de esos apartados que pronto deberían desaparecer, o transformarse en un sector de uso exclusivo. Entramos y cerramos las gruesas cortinas antes de que alguien se diera cuenta de que tres chicas cachondas se reunían en un sitio tan reducido.
Me senté a la derecha de Clara y con una sonrisa invité a mi novia a unirse a la fiesta, la chica de azul quedó completamente rodeada por nuestras manos. Casi al unísono comenzamos a acariciarle las piernas. Su pollera era aún más cortita que nuestros vestidos y pude ver que no llevaba ropa interior; me gustó que tuviera la entrepierna completamente depilada, desde que empecé a probar el sexo con Lara, cada vez me gustaban más las vaginas sin pelitos.
Al parecer la chica vino decida a tener un encuentro sexual rápido e intenso. Giró hacia mí, buscando mi boca, y nos besamos. Tocó la punta de mi lengua con la punta de la suya, eso me produjo un agradable cosquilleo. Ya había aprendido algo nuevo, luego lo pondría en práctica con Lara. Miré hacia abajo y vi que mi novia no perdía el tiempo, ya estaba acariciando la desnuda entrepierna de Clara.
Me encantaba que estuviéramos compartiendo a una chica tan bonita. Mi punto de vista sobre el sexo había mutado mucho más de lo que imaginé. Nunca pensé que llegaría a concretar un trío, pero la sola idea me calentaba mucho. Si ésto era pecado, al menos me iría al infierno de la mano de dos mujeres preciosas. La chica giró su cabeza para besar a Lara y ambas quedaron unidas por la boca durante varios segundos, mientras yo desnudaba los pechos de ambas. Ninguna los tenía tan grandes como los míos, pero me encantaban; los encontraba sumamente apetecibles. Me lancé sobre la teta izquierda de Clara y comencé a chuparle un pezón. Vi que ella ahora buscaba la entrepierna de mi novia con los dedos y ésta levantó una pierna mostrando una apretada tanga, que apenas cubría su sus labios vaginales. Se estaban masturbando mutuamente.
Me hubiera gustado algo más de juego previo, pero temía que se le hiciera muy tarde a Clara. Apurando un poco las cosas, me arrodillé frente a ella, colocando la cabeza entre sus piernas y le di una decidida lamida a su rica vagina. Sus labios eran muy pronunciados y colgaban un poco, nunca había visto unos así, comencé a chupar uno por uno, estirándolos con mi boca y succionando como si quisiera extraer jugo de ellos. Los dedos de Lara se concentraban en el clítoris de la chica. Le puse mucho énfasis a mi trabajo oral, para que ella se fuera a su casa con una muy buena impresión de nosotras. Me producía mucho morbo estar chupándosela a una chica que había conocido tan solo unos minutos antes. Mi novia bajó su cabeza hasta mi posición y juntas nos encargamos de lamer todos los rincones de esa deliciosa conchita. Nuestras lenguas se rozaron y entrelazaron más de una vez, me excité tanto que tuve que llevar una mano a mi vagina y comenzar a masturbarme enérgicamente, metiéndome los dedos ocasionalmente.
A pesar de la estruendosa música pude escuchar los gemidos de Clara cuando llegó a su orgasmo, mientras Lara y yo nos turnábamos por succionar su clítoris. Me pregunté qué se sentiría tener a dos mujeres comiéndote el chochito. Sus piernas se tensaron y aproveché la posición para introducir la lengua en el rosado agujerito de la vagina. Recibí en mi boca todos los jugos que manaron de ella y luego besé a mi novia.
―Eso fue espectacular, ―dijo la chica de azul―. Nunca me la habían chupado entre dos. Y no me quiero ir sin chupar una concha. ¿Quién se ofrece?
―¿Y por qué no a las dos? ―Se apresuró a decir Lara.
Acto seguido, se quitó la tanga y se sentó en el sillón, con las piernas bien abiertas, exponiendo su lampiño sexo. Hice más o menos lo mismo que ella, pero yo no me quité la tanga, simplemente la hice a un lado. A Clara le brillaron los ojos. Sin perder el tiempo se arrodilló frente a nosotras. Primero se lanzó contra la vagina de Lara y la chupó con devoción, como si fuera una muerta de sed en busca de agua. Empecé a sospechar que tal vez Clara podía ser una mujer casada con un hombre, y que se moría por probar una mujer. Por la forma en la que encaró la situación desde el principio, supuse que ésta no sería su primera experiencia en Afrodita. Era muy posible que visitara este lugar, a escondidas de su marido, cada vez que ya no podía resistir más las ganas de probar el sexo femenino.
No se entretuvo mucho con Lara, también me probó a mí, y su veloz lengua me hizo soltar varios gemidos. Lo disfruté más cuando mi novia me besó. Mis sospechas sobre Clara se hicieron más fuertes cuando noté la marca de un anillo en su anular izquierdo. Me dio mucho morbo saber que Lara y yo éramos la válvula de escape para una mujer casada.
Pensé que, en su apuro, Clara nos lamería unos segundos y se marcharía. Sin embargo se entretuvo bastante tiempo con cada una de nosotras, saltando de una vagina a la otra, para succionarnos el clítoris con una gran pasión lésbica. Ella no dejaba de mirar de reojo su reloj puslera, como si estuviera corriendo una carrera contra el tiempo. Imaginé que su marido llegaría pronto a su casa… tal vez de algún trabajo nocturno, o de una reunión con amigos; y ella debía satisfacer sus deseos y llegar a tiempo a casa para recibirlo.
De pronto se puso de pie, acomodó su ropa y miró la hora una vez más.
―Perdón, pero tengo que irme. Sino mañana no voy a rendir en el trabajo, me encantaría quedarme con ustedes y pasar toda la noche a puro sexo, pero hoy no puedo.
Le sonreí con amabilidad, aunque no me creí ni por un segundo su excusa del trabajo.
―Danos tu teléfono, y lo seguimos otro día. ―Pidió Lara, con una sonrisa que podía convencer a un esquimal de comprar hielo, en cuotas con intereses.
―Esa me parece una muy buena idea.
Intercambiamos números de teléfonos y nos despedimos de ella.
―Seguramente el número que nos dio es falso ―dijo Lara.
―¿Qué? ¿Vos también te diste cuenta?
―Es casada, se le nota por la marca en el dedo. Además, por la forma en que nos chupó la concha, era obvio que llevaba mucho tiempo aguantándose las ganas. Me da un poquito de pena, se nota que adora a las mujeres… pero seguramente está casada con un tipo retrógrado que ni siquiera es capaz de organizar un trío con una mujer para su esposa.
―Y él se lo pierde. Muchos hombres soñarían con estar en un trío con Clara y otra mujer.
―Está re buena… pero me parece que no la vamos a ver otra vez.
―Es una lástima, me gustó esa chica. Pero ahora mismo lo que agradezco es estar pasándola tan bien con vos, Lara, te amo.
Intercambiamos algunos besos con tintes románticos y acomodamos nuestras ropas. Fuimos hasta la barra y pedimos otros dos vasos de Pisco Sour. Tenía ganas de tirarme sobre Lara y hacerle el amor en el medio de la pista, pero todavía tendríamos tiempo para eso, en su lugar. Pero la noche era joven, y nosotras también. Todavía teníamos muchas horas para hacer valer nuestra primera salida como novias. Mi ansiedad crecía a cada minuto, porque algo me decía que aún faltaba lo mejor de la noche.