Venus a la Deriva [Lucrecia] (15).

Amante de Turno.

Amante de Turno.

Sábado 7 de Junio, 2014.

-1-

Llegué a la casa de Tatiana en pocos minutos, ya que no había demasiado tráfico en las avenidas. Era la primera vez que la visitaba, y al llegar tuve una extraña sensación que no logro expresar con palabras, la casa de mi nueva amiga era humilde y necesitaba, con suma urgencia, refacciones.

Me hizo pasar y aguardé por ella mientras se daba los últimos retoques con maquillaje. Inspeccioné, con el mayor disimulo posible, el interior de la vivienda; me apenó ver en qué condiciones vivía Tati, y su familia. Sabía que era hija única y que sus padres eran honestos y trabajadores, pero la precaria situación económica era evidente. La casa estaba limpia y ordenada pero era muy pequeña, tan sólo mi cuarto abarcaba casi la mitad del espacio habitable.

Se me hizo un nudo en la garganta. Me pregunté cómo harían para costear la universidad, por más que Tatiana trabajara para reducir la cuota, ésta aún sería considerablemente alta. Por suerte a ella le iba bien en sus estudios, y todo ese esfuerzo valdría la pena. Me sentí avergonzada por saber lo diferente que eran nuestros mundos; sin embargo no podía permitir que eso afectara de alguna forma nuestra amistad, que aunque fuera reciente, ya se estaba solidificando considerablemente.

―Estoy lista ―me dijo pocos minutos después.

En ese instante reparé en lo hermosa que era. Su voluptuosa figura estaba finamente envuelta en un atuendo similar al mío, pero de color azul eléctrico. Su pollera era más suelta y la blusa se sostenía con dos finas tiritas de sus hombros, permitiendo que sus turgentes pechos se asomaran por un amplio escote. Estaba muy bien maquillada, era llamativa, pero no vulgar. Sus gruesos labios estaban pintados de un rojo suave y tenía delicados brillitos y sombras alrededor de los ojos. Me provocó mucha ternura verla así.

―¡Wow! Estás hermosa Tati ―lo dije con gran sinceridad.

―Gracias Lucre. Vos también.

No nos demoramos más, me dio la impresión de que ella no deseaba permanecer en su casa más tiempo del necesario. Subimos al auto y comenzamos a recorrer las calles, charlando un poco.

―Contame, ¿cómo fue que te llegó la foto de mi “admiradora”?

―No hay mucho que contar. Me la mandó por mensaje, el número figuraba como “Desconocido” y decía algo como: “Si conocés a la chica del video, hacele llegar esta foto. Decile que es hermosa y que no me olvido de lo que me dijo una vez.”

―¡Ya sé quién es! O sea, en realidad no sé.

―Ah claro. Entiendo ―dijo con sarcasmo.

―Tiene que ser la chica del baño. La que me dejó su número de teléfono. Se llama Samantha.

―¿Qué baño?

Le relaté lo ocurrido con Lara en el baño de la universidad, Tati me hizo algunas preguntas un tanto personales sobre qué había sentido exactamente en ese momento y de qué forma Lara me lamió la vagina, me divirtió poder hablar de sexo con alguien de una forma tan abierta y sincera, luego de un rato, yo misma me aventuré a contarle más detalles. Cuando llegué a la parte en que encontramos la nota firmada por Samantha me dijo:

―¿Nunca la llamaste? Es evidente que la chica está muy interesada en vos Lucre. Deberías llamarla.

―Lo voy a pensar.

Vi aparecer el gran cartel que rezaba “Afrodita”, y no tuve que explicarle a mi compañera que se trataba de una discoteca gay, ella la conocía de nombre, pero nunca la había visitado. Esto me sorprendió un poco, pero luego recordé que el sitio era bastante caro, cada trago costaba una fortuna, así que no dije nada. Al pararme en la entrada reconocí a uno de los guardias de seguridad, era el mismo que me ayudó con el inconveniente con esa lesbiana que parecía hombre.

―Hola linda ―me saludó cordialmente. Era un hombre de hombros exageradamente anchos, sus brazos parecían barriles y su cabeza era como un huevo, la llevaba completamente afeitada―.  Qué bueno verte por acá, otra vez. Si llegás a tener algún problemita, avisame.

Sospeché que intentaba seducirme, lo cual me enfureció un poco.

―No te hagas ilusiones. Soy lesbiana ―le dije. Sonó un tanto extraño viniendo de mi boca; pero era la excusa perfecta para no tener que aguantarlo toda la noche.

―No te las hagas vos. Soy gay, y ya tengo pareja. Mi nombre es Miguel, mucho gusto ―me sonrió como si yo fuera una niña estúpida.

―¡Uy, perdón! Es que... ―maravilloso Lucrecia, una persona tiene un gesto desinteresado con vos, y lo tratás como si fuera un degenerado―. Me llamo Lucrecia, y ella es Tatiana ―intenté emparchar un poco la situación.

―Todo bien. No te preocupes. Espero que se diviertan. Están muy lindas, las dos ―era un amor. Tres toneladas de puro amor gay.

Ingresamos al boliche y analizamos el entorno. Instintivamente busqué a esa desconocida con la que había tenido sexo, pero no la vi por ninguna parte. Me alegré, porque tenía miedo de que se enojara conmigo por rechazarla. Nos acercamos a la barra y pedí dos “

Sex on the beach

”.

―Tenés que probar esto Tati, está buenísimo.

Comenzamos a tomar lentamente los tragos mientras jugábamos a un juego que consistía en adivinar quién era gay, quién lesbiana, quién bisexual… y quien ni siquiera era del género que aparentaba ser. Fue muy divertido, y Tati me enseñó a considerar algunos detalles que yo pasaba por alto, como el movimiento de las manos, los gestos faciales, y la forma de caminar.  Creo que logramos acertar en la mayoría de los casos, incluso marcamos a algunos como heterosexuales, ya que el establecimiento no discriminaba a nadie. Luego de un rato comencé a considerar si era apropiado jugar este extraño juego.

―Me da un poquito de pena estar etiquetando a la gente como si fuera ganado ―le dije a Tati.

―Sí, eso es muy cierto, pero no lo hacemos con ningún propósito discriminativo.

―Eso también es cierto, porque a mí me da igual hacia qué lado patee cada uno.

―Además, te sirve a vos misma, para que aprendas identificar a aquellas mujeres que están interesadas en mujeres; y para que dejes de pensar que todo hombre intenta conquistarte… porque muchos son homosexuales, y no tienen ningún tipo de interés en vos.

―Como el tipo de la entrada… sí, ya me quedó claro.

―Apenas lo vi, me resultó obvio que ese tal Miguel es gay.

―¿De verdad? Yo lo vi tan varonil… no habla, ni se mueve como si fuera gay. ¿En qué lo notaste?

―En que no me miró las tetas, ni por un segundo… y a vos no te miró las piernas.

―¿En serio? No me di cuenta de eso. Para no mirarte las tetas a vos, hay que ser muy maricón… o una mina muy heterosexual ―comenzamos a reírnos.

―Sí, por eso, cuando salgo, uso mucho escote. Es un detector de gays y lesbianas infalible. Todo depende de si miran o no… y de cómo miren. Por ejemplo, aquella flaca que está allá ―disimuladamente señaló a una chica delgada, muy bonita, que llevaba puesto un vestido rojo―. Ella es heterosexual, porque cuando se acercó a la barra, me miró el escote con desprecio; como si estuviera pensando: “¿Qué necesidad tenés de mostrar tanto las tetas?”.

―Tal vez le dio envidia. Ella es medio plana, es linda de cara, pero parece una tabla de planchar.

―Sí, seguramente le dio envidia, las lesbianas también pueden ser envidiosas; pero no noté ni un poquito de… admiración de su parte, ni hacia mí, ni hacia vos.

―Sos muy observadora, Tati.

―Por eso me di cuenta de que a Lara le gustan las mujeres ―hice una mueca involuntaria de amargura―. Perdón, soy una boluda, no debí mencionarla.

―No, está bien… no pasa nada. ¿Tanto se le notaba?

―Sí, no sabe disimular esa chica. Cuando estábamos en clase, te miraba más a vos que al pizarrón. Además, en más de una ocasión, la sorprendí mirándome las tetas de una forma muy… libidinosa.

―No la culpo, tus tetas son hermosas.

―Por ver esas señales es que se me ocurrió hacerle esa pequeña apuesta… pidiéndole que te besara, y me trajera la prueba. Sabía que entre ustedes podía pasar algo… y perdón por eso, nunca imaginé que fuera a terminar de esta manera.

―No es tu culpa, Tati, vos tuviste la mejor de las intenciones, y te lo agradezco mucho; si no fuera por vos, nunca nos hubiéramos animado a estar juntas. Además lo único malo fue el final de la relación, todo lo demás fue hermoso.

―Sí, lo mejor en estos casos es quedarse con los mejores momentos.

Pedimos otro trago, esta vez fue Tati la que eligió, ella optó por daiquiris de durazno, eran realmente deliciosos. La música no me agradaba mucho pero tampoco podía pretender que pasaran Radiohead, o alguna de mis bandas favoritas, ya que la mitad de la discoteca me odiaría y la otra mitad se aburriría; por lo que decidí ignorarla lo mejor que pude, al fin y al cabo sólo le ponía clima al lugar.

―Ese pelotudo vino a levantar lesbianas ―dijo Tati, señalando un muchacho algo retacón, con barba de unos días y piel bronceada por el sol.

―Bueno, con nosotras va muerto ―lo dije porque el tipo en cuestión venía caminando directamente hacia nosotras, con una sonrisa estúpida en los labios.

―¿Cómo andan, criaturitas bellas? ―nos dijo ni bien estuvo cerca, su actitud me pareció pedante y soberbia en extremo.

―Bien gracias ―contesté sin entusiasmo y di unos sorbos al trago, y me quedé mirándole el culo a una petisa que pasó caminando por detrás del pelotudo.

―Si están buscando a un buen candidato para un trío, dieron con el hombre justo.

―¡Pero qué sutil! ¡Cuánta humildad! ¡Sos un

winner

, flaco! ―ya estaba enojada con él―. Lamentablemente no buscamos eso, gracias.

―Vamos linda, no te pongas así, vas a ver que te gusta, cuando pruebes ―intentó acariciarme el pelo, pero lo aparté de un manotazo.

―¡Salí! ―Levanté la voz más de lo necesario―. ¿No entendés cuando te dicen que no?

―Puedo ser muy insistente… hasta que consigo el “sí” como respuesta ―dijo con su estúpida sonrisa, mientras hacía un segundo intento por acariciarme.

―Hey amigo, no molestes a las chicas.

Esas palabras vinieron de un muchachito rubio con el cuerpo de un dios griego. Parecía tener unos veinticinco años. Era hermoso, no exagero al decir que me recordaba un poco a Brad Pitt, aunque más bajito. Lo extraño es que mi instinto heterosexual no se activó para nada. Era capaz de reconocer que el chico era atractivo, sólo porque era más que obvio, y sé reconocer la belleza en las personas; sin embargo verlo no me provocaba sexualmente. Creo que Tatiana opinaba igual que yo, porque lo miró como si fuera un sujeto común y corriente. También debía reconocer que guardaba cierto parecido con los actores de las películas porno que mira mi hermanita.

―¡¿Qué te metés, puto de mierda?! No me digas amigo, porque te voy a romper la cara.

Al parecer el estúpido estaba algo tomado, y era muy irritable.

―Calmate loco ―la voz del rubio era varonil, no sabía por qué este idiota afirmaba que era gay, me pregunté si Tatiana había llegado a la misma conclusión―, nadie te hizo nada. ¿No sabés que la regla de este lugar es no molestar a la gente?

―Yo no estoy molestando, estoy invitando a las chicas a una linda fiestita.

―Estás molestando, flaco ―dijo Tatiana―. Mi amiga ya te dijo que no, y te lo digo yo también.

―Creo que ya te lo dejaron bien claro ―dijo el rubio, sin alzar la voz .

―¡Te dije que no te metas, anda a que te rompan el culo por ahí, puto de mierda! ―empujó al rubio y éste ni siquiera se enojó―. Andate antes de que rompa la cara, putito.

En ese momento una gran sombra eclipsó las luces del boliche y una enorme silueta calva apareció a espaldas del brabucón. Era Miguel.

―¿Tenés algún problema flaco? ―su voz resonó como los truenos de Zeus.

―¿Eh? No, no. Ninguno ―se puso pálido al voltear y ver a ese gigante, sus ojos no llegaban a sobrepasar los macizos pectorales del calvo―. Yo no hice nada, fue ese maricón de mierda, el que empezó a molestarme ―suelo ser impulsiva, y sé que muchas veces digo cosas que me pueden meter en problemas; pero nunca antes había visto a una persona decir la peor combinación de palabras posibles, en la peor de las situaciones para hacerlo. Comencé a reírme, porque ya imaginaba lo que ocurriría a continuación.

―Ah mirá vos ―dijo el guardia de seguridad―, qué casualidad, yo también soy maricón ―su mano derecha se cerró como una tenaza en el cuello del imbécil―. ¿Tenés algún problema con los maricones? ―lo levantó sin problemas hasta ponerlo a la altura de sus ojos. Él intentó hacer pie, pero no encontró más que aire bajo las suelas.

El sujeto se meó encima. Literalmente. La orina manchó todos sus pantalones. De más está decir que ni siquiera pudo responder a la pregunta de Miguel. Un minuto más tarde lo vi volando a través de la puerta que daba a la calle. Un empleado de limpieza tuvo que acercarse a trapear el suelo. Quedé asombrada por la fuerza de Miguel, seguramente ese idiota habrá creído que realmente lo iba a matar, o algo mucho peor. Me hubiera gustado saber si ese estúpido llegó a pensar que el calvo lo llevaría a un cuarto oscuro para romperle el culo. Miguel parecía ser un buen hombre y seguramente nunca haría eso, pero ese tarado se merecía un buen susto.

―Gracias por ayudarnos ―le dije a nuestro héroe rubio, porque el calvo no volvió, se quedó custodiando la puerta.

―De nada, me molestan mucho este tipo de imbéciles que vienen a un boliche gay pensando que las mujeres se les van a regalar. No tiene puta lógica… sin embargo lo hacen igual.

―¿Hace mucho que venís? ―le pregunté.

―Sí, bastante. Me llamo Rodrigo ―nos tendió su mano―. No se asusten, no estoy intentando “engancharlas”, yo soy la pareja de Miguel. El pelado ese que…

―Sí, lo conozco. Tiene buen gusto ese Miguel.

Sonreí porque la pareja me pareció muy tierna. David y Goliat, juntos en una cama, me causaba gracia tan sólo imaginármelo. Mi madre se moriría de un infarto si llegaba a descubrir que mi cabeza era capaz de elaborar parodias bíblicas homosexuales.

―Vos le podrías haber pegado tranquilamente a ese estúpido ―aseguró Tatiana―. Tenés más físico que él.

―Puede que sí, pero no sería correcto. Para eso están los guardias de seguridad. Además me encanta ver como Miguel siempre viene a ayudarme ―se acarició el pelo y sonrió. Era todo un Adonis.

―¿Hace mucho son pareja? ―quise saber.

―Unos cuantos meses, en realidad no somos una pareja fija. Estamos juntos todo el tiempo que podemos, pero cada cual hace su vida.

―¿Hasta se ven con otros hombres?

―A veces sí. Ninguno de nosotros posee al otro. La verdad es que nos llevamos muy bien. Por cierto, hace un rato vi que estaban tomando “

Sex on the beach

” ese es el mejor trago del boliche. Buena elección, espero que no lo hayan cambiado porque les desagradó.

―No, a mí me encanta, pero también me gusta probar cosas diferentes.

―¿Con lo de probar cosas “diferentes”, te referís a Rodrigo? ―preguntó Tatiana, haciendo que me ponga roja de la vergüenza. El muchacho sonrió, halagado.

―¿Eh? No… no…

―No te pongas así, Lucrecia. Lo que le pasa a mi amiga es que hace poco descubrió su inclinación hacia las mujeres, e imagino que todavía tendrá muchas dudas acerca de los hombres. ¿Vos también lo hacés con mujeres, Rodrigo?

―A veces, en raras ocasiones… si es que la mujer vale la pena.

―¿Y no te parece que mi amiga vale totalmente la pena?

―¡Tatiana! Dejá de venderme, como si yo fuera un pescado en una feria.

―De pescado no tenés nada ―me dijo el rubio―. Sos una chica muy hermosa, pero eso no significa que te vaya a saltar encima y a arrancarte la ropa; o que vaya a permitir que vos lo hagas. Como dije, mi interés en las mujeres es mínimo, además esta noche voy a tener que devolverle el favor a Miguel, por su heroica intervención. Así que podés quedarte tranquila, y devolverle los colores habituales a tu cara,

En ese momento supe que había ganado un nuevo amigo. Lo invitamos a tomar tragos con nosotras. La charla fue muy divertida. Me resultó un chico tan divertido y encantador, que hasta le di mi número de teléfono, para que podamos seguir conversando en alguna otra ocasión. Le dije que si quería podía visitarme junto con Miguel, a mi madre le encantaría tener una pareja de fortachones homosexuales rondando por la casa. Seguramente después llamaría un exorcista para limpiarla de pecados y demonios. Un rato más tarde Rodrigo se fue a hablar con otro chico, era cierto que a Miguel no le molestaba porque en cuanto los vio besándose, sonrió. ¡Qué extraña pareja! Llegué a pensar que esa “devolución de favores”, incluiría un trío.

Cuando Rodrigo se marchó, Tatiana se paró más cerca de mí, supe que con eso les estaba diciendo a las demás chicas del boliche que ella estaba conmigo. La tomé por la cintura y la acerqué más. Seguimos conversando como buenas amigas, todo parecía bastante normal hasta que giré para dejar mi vaso vacío sobre la barra, su carita sonriente quedó muy cerca de la mía. Agaché la cabeza por pudor. Estaba divina. Sus cachetes regordetes me parecían de lo más simpáticos. Se volteó más hacia mí y acarició mi cabello. No se movió, esperó. Cuando yo me decidí, la besé. Fue mi primer beso a una mujer en público. Sentí una enorme liberación, allí nadie me juzgaría.

Su boca sabía al trago que estábamos tomando, sus besos eran deliciosos. Acaricié la parte trasera de una de sus piernas hasta llegar a su cola, era muy suave y tibia, supe que llevaba ropa interior pequeña, porque su nalga estaba completamente desnuda. Dejamos de besarnos, pero no nos separamos. Necesitaba hacer algo para sacar a Lara de mi cabeza y Tatiana me parecía la candidata perfecta.

―Te prometo que esta vez no me voy a echar para atrás ―la hice sonreír.

―¿Querés que vayamos a un lugar privado?

―¿Algún lugar como ese? ―señalé los cubículos que podían cubrirse con una cortina.

―No, eso no es tan privado como lo que tengo en mente.

―¿Entonces, a dónde querés ir? ―aún conservaba una buena dosis de ingenuidad.

―A un telo, Lucrecia.

Se me aceleró el corazón, nunca nadie me había invitado a ir a uno de esos albergues transitorios. Jamás había visto uno, ni siquiera por fuera. Que sea una mujer tan bonita la que me lo pida me generó más morbo. Me gustaba lo prohibido, al menos lo que para mí estuvo prohibido durante años, y esta nueva Lucrecia quería experimentar con lo prohibido.

―Me encanta la idea. Vamos ―ya estaba decidida.

Pagué los tragos consumidos y salimos tomadas de la mano. En la puerta saludé a Miguel y le di las gracias por todo. Nos deseó buena suerte, luego Tati y yo subimos al auto.

-2-

Las calles estaban repletas de gente deambulando a pie, por lo que tuve que manejar despacio. Tati me acarició la pierna derecha, supe que lo hizo con la intención de mantenerme a la temperatura ideal. Su mano buscaba constantemente mi ropa interior. Algunos peatones que notaron las caricias de mi amiga, pero no me importó, al contrario, la situación me divertía mucho. Tuve que confesarle a Tatiana que nunca antes había ido a un telo, y no sabía dónde podía encontrar uno. Ella me dio indicaciones, hasta que llegamos a un sitio oscuro y de mala muerte, con un cartel desgastado y una puerta que no estaba en mejores condiciones. No me gustó para nada.

―No te ofendas Tati, pero me da un poco de miedo entrar a ese lugar. Parece la casa de Jack el Destripador ¿No hay otro mejor?

―Mejores hay muchos, pero son carísimos.

―No te preocupes. Yo invito. Vamos a pasarla bien en grande ―le guiñé un ojo.

―Pero vos ya pagaste los tragos.

―Hoy invito yo. En serio Tati, no te preocupes. Consideralo como un agradecimiento por todo lo que hiciste por mí.

Me llevó un par de minutos convencerla. Accedió porque la amenacé con llevarla de regreso a su casa. A continuación me guio hasta el hotel más bonito que se le ocurrió, estaba bastante alejado de la zona céntrica, por no decir en la otra punta de la ciudad. Cuando llegamos noté la gran diferencia, tenía una entrada propia para vehículos y todo estaba muy bien decorado. Ni siquiera tuve que bajarme del auto para reservar una habitación, estaba nerviosa y ansiosa. Reservé una que figuraba como “Tradicional”, pero que también era de las más bonitas, según el recepcionista… aunque creo que me hubiera dicho cualquier cosa, con tal de que yo aceptara pagar por una de las habitaciones.

―Pedile preservativos, esos los compro yo ―me dijo alcanzándome un billete.

―¿Preservativos, acaso tenés miedo de que te deje embarazada? ―me reí como tonta, no entendía nada.

―Ya vas a ver para qué son.

El muchacho que nos atendió supo que éramos dos mujeres pero no le resultó extraño que compráramos los profilácticos.

La habitación era preciosa. La decoración era exquisita y luces rojizas generaban un ambiente increíble. De hecho casi todo era rojo pasión. Estaba encantada. Cuando ya estaba por tirar a Tatiana arriba de la cama, ella me detuvo.

―Esperá, me quiero dar un baño. No me tardo nada. No espíes.

Se metió al baño y escuché la ducha, mi ansiedad crecía sin control, esta chica me estaba volviendo loca, supuse que lo hizo a propósito, para que me carcomiera la cabeza. Me puse a mirar todo, la cama era gigante, allí podrían dormir cuatro o cinco personas, fácilmente. Al menos personas de mi tamaño. Vi una especie de camilla, similar a las que usan para hacer masajes, supuse que para eso estaba. Los cuadros eran bonitos y parecían originales, nada de copias impresas. Eso le daba mucho prestigio al lugar. Valía la pena haber pagado tanto o al menos lo valdría si Tatiana salía del baño de una buena vez.

Mi compañera salió envuelta en una toalla, llevaba el cabello húmedo. No podía ver mucho más de lo que me mostraba cuando tenía el vestido, ya no llevaba maquillaje pero estaba igual de hermosa. Le dediqué una amplia sonrisa y le dije que yo también quería darme un baño. No quería quedar como una roñosa.

En menos de cinco minutos salí envuelta en una toalla, no sé para qué, porque se me cayó al piso ni bien abrí la puerta. Me quedé paralizada y sorprendida.

Sobre la cama estaba Tatiana, completamente desnuda y con las piernas abiertas mostrándome su vagina, la cual estaba abriendo con sus manos.

―Ésta me la debés ―me dijo mirándome a los ojos―, no sabés cuánto lo esperé.

Con el corazón repiqueteando como un tambor en un desfile militar, me tiré sobre la cama. El colchón era muy suave y agradable. Pensé que iríamos de a poco pero su actitud me volvió loca. Abrí la boca y di una frenética chupada a su almeja, estaba toda viscosa. ¡Era deliciosa!

Separé más sus piernas y pasé mi lengua. Mis movimientos eran pausados pero intensos. Otra chupada, otra lamida. Tatiana gemía. En ese instante todos mis problemas se desvanecieron. Sus grandes muslos me envolvieron y quedé pegada a su carnosa y rosada cavidad. Me llené la boca con sus jugos, me sentía como un monito hambriento comiendo una rica fruta madura. Era una excelente forma de dar inicio a nuestra velada sexual. Manaba tanto líquido que me vi obligada a dejarlo salir de mi boca para poder seguir chupando, mi cara estaba llena de saliva y flujo vaginal, las sábanas estarían igual dentro de poco tiempo. La presión que ejercían sus piernas contra mi cabeza, se fue disipando gradualmente hasta que, una vez más, las dejó completamente separadas. Para no seguir sorbiendo tanto jugo, aunque si me gustara hacerlo, froté su clítoris con mis labios moviendo la cabeza rápidamente de un lado a otro, esto pareció gustarle mucho.

―¡Ay sí, Lucre, qué bien que la chupás!

―Y eso que hasta hace poco, era virgen.

―Vení hermosa, dame esa concha, que te la quiero comer toda ―escuchar esa palabra seguía causándome una extraña sensación, aunque ya no podía decir que me desagradara.

No me iba a negar a su pedido, pero tampoco quería dejar de chupar. Me senté sobre ella y bajé la cabeza hasta que volvió a quedar entre sus piernas. Enseguida comencé a delirar de placer, las chupadas que me dio en el clítoris fueron mucho más enérgicas de lo que esperaba.

―¡Ay, mamita querida! ―grité entre gemidos y jadeos; la chica tenía mucha experiencia en sexo lésbico, no podía concentrarme en mi tarea de lamerle la rajita. Su lengua no paraba ni un segundo, se metía por cada recoveco de mi sexo―. ¡Ay Tati, Si así! ¡Me encanta! ―mis caderas comenzaron a menearse como si tuvieran vida propia y esa lengua me producía un cosquilleo exquisito.

Después de unos segundos Tati me dio unos empujoncitos en las piernas, indicándome que me apartara. Me acosté de lado, la miré a los ojos y le sonreí.

―No puedo creer que estemos haciendo esto ―dijo.

―¿Por qué no?

―Es que desde que apareció tu video con Lara, te volviste la fantasía de todas las lesbianas de la universidad. Me parece muy loco que me hayas elegido a mí como… amante de turno.

―¡Ay Tati, que tierna! ―me acerqué y la besé, teníamos las bocas llenas de flujos vaginales―. Pero si vos sos tan linda… ¿cómo no te voy a elegir? Creeme que desde el día en que empecé a aceptar mi gusto por las mujeres, fantaseo con vos. Especialmente después de lo que hicimos en el vestuario. Fue un momento muy especial para mí, fue mi primera experiencia lésbica.

―Tengo otra cosa que puede ser muy especial. No sé si lo habrás probado. Buscá los preservativos.

Intrigada y entusiasmada fui a buscar la cajita, dentro había tres paquetitos cuadrados y cada uno tenía un aro gomoso en relieve. Tatiana rebuscó entre los cajones de las mesitas de luz, hasta que extrajo un objeto. Me senté en la cama y vi de qué se trataba. Sonreí con la boca abierta, era un consolador color violeta.

―Me imagino que en un lugar como éste los deben limpiar muy bien, posiblemente los desinfecten con alcohol; pero es mejor no arriesgarse, pasame uno de los preservativos.

Hice lo que me pidió, era la primera vez en mi vida que abría uno de esos paquetitos, estaba entusiasmada, me sentía como una niña con juguete nuevo. Bueno, ya no soy tan niña, pero sí tenía mi juguete nuevo ¡Y qué juguete!

―¿Alguna vez usaste un dildo? ―me preguntó.

―¿Así se llaman? Pensé que era un consolador. Nunca usé uno.

―Es lo mismo, creo que dildo se les llama en inglés, bueno eso no importa. Abrí las piernas ―dijo, luego de haber colocado el profiláctico.

Mi ansiedad era más que evidente, nunca me había metido nada en la vagina más grande que un par de dedos… a excepción del día en que perdí mi virginidad; pero eso no cuenta, porque no me gustó nada. Obedecí a Tatiana y me tendí sobre las almohadas con las piernas separadas. Ella no me hizo esperar, posó la punta del dildo sobre mi clítoris y comenzó a acariciarlo con él, sonreí porque la situación me parecía muy divertida. Luego jugó entre mis labios, supe que intentaba dilatarme apropiadamente. Presioné mis tetas y mantuve las piernas bien abiertas, quería disfrutar de cada momento. De pronto percibí que el dildo estaba haciendo su primer intento por penetrarme, creo que generé tantas expectativas que me puse nerviosa y mis músculos vaginales se contrajeron.  Me dolió un poco, pero afortunadamente Tatiana se detuvo casi al instante. No dejé de pellizcar mis pezones y ella lo intentó una vez más, pero sólo pudo introducir una pequeña parte. Tenía la sensación de que mi estrecha vagina no tendría lugar para el resto.

―Mejor probemos de otra forma ―dijo mi amante de turno―, no quiero lastimarte.

―¿Cómo hacemos entonces? Porque yo de verdad quiero saber qué se siente tenerlo adentro.

Colocó el consolador sobre el colchón, apuntando al techo, y lo sostuvo firmemente con una mano desde la base.

―Sentate arriba, andá bajando tranquila, a tu ritmo. No te pongas nerviosa, que no es tan grande.

Le sonreí y me coloqué en cuclillas sobre el pene plástico, me sorprendí al no sentir vergüenza por estar haciendo esto, desnuda frente a otra persona; de hecho esto le ponía un plus erótico. Me agrada saber que alguien me estaba mirando y que, además, me estaba ayudando. Mis pies se hundieron un poco en el colchón pero me sostuve con la fuerza de mis rodillas. Cuando la puntita estuvo en mi abertura vaginal comencé a bajar lentamente, esta vez fue muy diferente, sentí la dilatación y la penetración al mismo tiempo; aunque sólo fueron un par de centímetros.

―Ahora subí otra vez ―me indicó mientras acariciaba mi clítoris.

Me elevé hasta que salió completo y bajé otra vez. La sensación fue mucho más placentera y suave. Tenía las manos en las rodillas y los ojos cerrados, quería concentrarme en esas nuevas sensaciones. Noté que el dildo me penetraba más, a medida que yo repetía la acción de subir y bajar. Las caricias de mi amiga me incentivaban a seguir, y la lubricación de mi sexo sumada a la del preservativo, me facilitaban mucho la tarea. Todo esto era nuevo para mí, y no quería apresurarme. Me fui acostumbrando a tenerlo dentro y dejarlo salir de a poco me llenaba de placer.

Pasados un par de minutos pude comenzar a moverme más rápido. Me percaté de que, literalmente, estaba teniendo sexo empleando un consolador. Las penetraciones eran limpias y se hacían cada vez más profundas, cuando el concepto de acto sexual se hizo presente en mi cabeza comencé a gemir y a moverme más rápido. Ya no era una prueba. Bajé tanto como mi estrecha vagina me lo permitió, pero aún estaba algo atemorizada. Hasta que en un momento pasó eso que tanto estaba buscando inconscientemente, impulsada por mi propia calentura, no medí mis movimientos, y bajé más de la cuenta; el dildo se me metió hasta que mis labios vaginales besaron la mano de Tatiana. Había logrado meterlo completo en mi cavidad vaginal, y el placer físico sumado al psicológico me hicieron gemir de una forma que sólo había escuchado en películas pornográficas.

Me gustó tanto que lo repetí una y otra vez, subiendo lo más que podía, y bajando hasta el límite. Podía sentirlo muy dentro de mi vagina. Me enamoré de esa sensación. Todo me parecía inmejorable, pero Tati me tenía reservadas un par de sorpresas. Bajé una vez más y ella empujó el dildo desde abajo hacia arriba. Solté un tremendo grito de placer.

―¡Ay! ¡Entró todo!

No lo podía creer, el consolador se había perdido por completo dentro de mi vagina, ella lo mantuvo dentro, empujando desde la base con la punta de sus dedos. Repentinamente se lanzó a chuparme el clítoris. La succión de su boca me volvió loca, además lo acompañaba bombeando el dildo en mi interior, éste salía apenas un centímetro y ella volvía a meterlo.

―¡Ay! ¡Así, así! ―la incentivé entre jadeos.

Estaba descontrolada, nunca había estado tan excitada en mi vida; bueno, tal vez sí, con Lara, pero no quería pensar en ella. Dejé que Tati me diera placer durante varios minutos, en todo ese tiempo permanecí en cuclillas aunque las rodillas me dolieran. Llegó un punto en el que no aguanté más, quería sentir mi placer prohibido, el que tanto me avergonzaba y que sólo me atreví a confesárselo a mi ex novia. Mi excitación era tal que ya no me importaba que Tatiana lo supiera, yo quería probarlo. Con un rápido movimiento me puse en cuatro sobre la cama, ella sacó el dildo de mi vagina, la cual dejó salir una buena cantidad de flujo sexual.

―¡Metemelo en la cola! ―Rogué sin medir mis palabras― ¡Metemelo!

―¿Estás segura, Lucre?

―¡Sí, dame por la cola! ―separé mis nalgas y bajé la cabeza.

―Te va a doler.

―No me importa ―estaba descontrolada, y me encantaba.

Pero Tatiana, que era sabia en materia sexual, no me hizo caso del todo. Metió otra vez el consolador en mi vagina y se limitó a lamerme la cola. Eso me gustó mucho pero no era lo que yo había pedido. Estuve a punto de reclamarle cuando sentí que me metía un dedo por el agujerito negro. ¡Qué placer! Ya con eso me bastó. Lo movió dentro, lo sacó y lo volvió a clavar mientras hacía lo mismo con el juguete sexual y exploté en un orgasmo. Mi vagina se llenó de líquidos, no lo noté, pero lo supe después, cuando vi las sábanas mojadas. Mis gemidos se incrementaron al máximo, ya no gemía. Gritaba. El saber que nadie en ese lugar se quejaría de mis expresiones sexuales, me sirvió para descargarme. Hice catarsis, fue como tachar todos los problemas de mi vida de una vez. Quería gritar, necesitaba gritar, no tanto por el goce sexual, sino por la bronca acumulada... bronca que sentía hacia Lara, y hacia la vida misma. Lo hice hasta que caí rendida en la cama.

Tatiana me abrazó de inmediato, la calidez de su cuerpo y la suavidad de sus grandes tetas contra mi espalda, me trasladaron a un mundo de paz y armonía. Giré la cabeza para mirarla a la cara, y ella me besó. La humedad de su boca me tranquilizó mucho. Su beso era apasionado, más que los que nos habíamos dado en el pasado. Movió su cabeza de un lado a otro, sin desprenderse de mis labios. Busqué a tientas su vagina y comencé a masturbarla. Un hombre no podría darme tanto placer y, al mismo tiempo, rebosar de sensualidad, no lo creía posible. No sentiría esa calidez, esa suavidad, ese deseo inmenso, esa lujuria. Allí fue cuando supe que las mujeres estaban en un escalón superior. Ya no diría que mi intención era disfrutar de mujeres hasta que consiguiera el hombre ideal, ahora sabía que la prioridad en mi vida sería el sexo femenino, y si algún día encontraba un hombre que valiera la pena, pues muy bien, lo aceptaría; pero no lo buscaría.

―Perdón Tati, me puse como loca, fue una estupidez. ¡Qué vergüenza! ―dije, refiriéndome a mi desesperado pedido.

―¿Vergüenza, por qué?

―Porque… ¿Cómo te voy a pedir que me metas eso en la cola? ―Estaba sonrojada―. No pienses que me gustan esas cosas… yo…

―Lucrecia, no tenés que explicar nada. Si te gusta el sexo anal, está todo bien. Es normal; por lo menos así lo veo yo. Pero te recomiendo que lo hagas de a poco, con calma. No podés meterte esto de una vez ―me enseñó el dildo―, te podés lastimar.

―¿De verdad pensás que no es una locura?

―Y… si es una locura, tengo que admitir que estoy loca. Porque a mí me encanta que me metan eso en el culo ―sacudió el pene de plástico para todos lados, sonriendo.

―¿En serio? ―Me senté en la cama y le devolví la sonrisa, esa sí que era una buena noticia― ¿Puedo…?

―Sí que podés. Es más, eso te quería pedir.

Sin hablar más se puso en posición de perrito, apuntando sus grandes nalgas hacia mí. Estaba más ansiosa que nunca. Me mandé de una y comencé a chuparle el culo, le pasé la lengua con ganas, con placer, sintiendo en mi lengua el contacto directo con ese misterioso agujero.

―¡Uy! Se nota que te gusta, nunca me lo habían comido así ―eso me incentivó. Comencé a dar lamidas largas, partiendo desde su vagina hasta llegar al inicio de su espalda.

―¿Lo meto? ―Pregunté.

―Sí, yo ya estoy acostumbrada… y estoy re caliente, metemelo.

Posicioné el consolador en la entrada trasera y apreté, el grito de placer de Tatiana fue tan fuerte como los de mi orgasmo. Lo pude meter hasta la mitad, lo saqué un poco y lo hundí más, en tres intentos logré meterlo completo. No podía creer que su hermoso culo se estuviera tragando todo el consolador sin problemas. Estaba tan ensimismada viendo como el ano se dilataba que casi no prestaba atención a los fuertes gritos de la morocha, empecé a bombear con más fuerza como si estuviera hipnotizada.

―¡Ay, Pará Lucre, pará! ―Gritó de dolor― ¡Me vas a partir la cola!

Me detuve en seco, dejando el dildo enterrado allí.

―¡Ay Tati, perdón! No sabía… no me di cuenta ―me desesperé, estaba asustada― ¿Te lastimé? ¡Perdón!

―No me lastimaste ―dijo jadeando, se sostenía las nalgas con las manos, y yo apenas podía ver la base del consolador asomando por su ano―. Pero lo hiciste muy fuerte de entrada. Al principio… ―suspiró―, al principio tenés que ir despacio. ¡Ay, cómo me duele!

―¡PERDON! ¿Lo saco?

―No, no. Dejalo, si lo sacas va a ser peor. No lo muevas, ya me voy a acostumbrar.

Me acosté a su lado y le acaricié la cabeza, su cara de sufrimiento me partió el alma, estaba toda transpirada. Le di unos besitos suaves, como disculpándome por mi falta de tacto. Eso tuvo un buen efecto en ella, de a poco se fue calmando  y me acompañó con los besos y las caricias.

―Sos muy linda Lucre. La estoy pasando de maravilla con vos.

―¿A pesar de que casi te rompo el culo?

―Sí, porque si bien me dolió mucho, también me gustó. Aunque no lo haría de nuevo.

―¿Te gustó? ―Pregunté sorprendida.

―Sí, es que cuando me siento invadida analmente me caliento mucho, pero eso no quita que me haya dolido un poco.

―A mí también me calienta ―le confesé mientras me tocaba la vagina―. ¿Por qué será que me gusta tanto?

―Porque tenés deseo por lo prohibido. Por eso es que te acostás con mujeres.

―Puede ser ―acaricié el centro de su viscosa rajita con mi mano libre― ¿Te sentís mejor?

―Mucho mejor. Date vuelta, con los pies apuntando para allá ―me señaló la pared que tenía frente a sus ojos.

Nuestras piernas se entrecruzaron y de inmediato entendí. Se posicionó hasta que nuestras vaginas quedaron juntas y empezó a balancearse. Me encantó sentir la humedad y el calor de su sexo sobre el mío. Con la punta de mis dedos apreté el consolador que aún tenía metido por completo, eso pareció gustarle. La acompañé con los movimientos de mi cadera mientras bombeaba su culo con el dildo. A las dos nos gustó tanto esa posición que ya no la cambiamos. Seguimos frotándonos mutuamente, con fuerza. Ella se sacudía como si estuviera cogiendo con un hombre, no había penetración, más que la de su cola, pero el placer era infinito; nuestros clítoris se besaban y se acariciaban como grandes amantes. Dimos rienda suelta a nuestros gemidos, era como si quisiéramos que los que escucharan supieran que se trataba de dos mujeres. Aunque dudaba que alguien pudiera oírnos porque nosotras no escuchábamos ningún ruido proveniente de afuera.

Nuestras vaginas estaban tan mojadas que podíamos frotarnos tan rápido como nuestros cuerpos nos lo permitieran. Apoyé mi cabeza contra el colchón y me pellizqué los pezones, no daba más, supe que Tatiana tuvo un orgasmo porque me baño la rajita con sus flujos; fue hermoso. A pesar de esto no dejó de moverse, siguió hasta que yo también llegué a clímax sexual, en cuanto esto ocurrió se echó de cara contra mi vulva y sorbió todo lo que salió de ella. Pataleé, gemí y suspiré. Cuánto placer obtenía de ella, pero había una cosa que quería probar a la que no le había dedicado tanto tiempo.

―Vení para acá ―dije arrojándome sobre ella.

Me prendí de una sus grandes tetas, comencé a chuparle los rugosos pezones mientras con una mano metí y saqué el dildo de su cola. Luego chupé la otra. ¡Qué buenas tetas! Eran mucho más grandes que las mías. Lamiendo esas ubres me fui tranquilizando de a poco, noté que Tati ya estaba extasiada por lo que saqué el pene de plástico violeta y lo dejé sobre la cama. Trepé hasta su boca y le di un rico beso, eso dio por finalizado nuestro encuentro sexual.

―La pasé genial Tati. Sos mi bella genio. Aprendí un montón con vos.

―Y lo que todavía nos falta por aprender, a las dos… ―me acarició el pelo―. Gracias por darme esta oportunidad Lucre, fue una de las mejores noches de mi vida.

―Nada de oportunidad, me acosté con vos porque te tenía ganas, es así de simple.

Sonreímos y comenzamos a vestirnos. Tiramos a la basura el preservativo usado y lavamos bien el consolador, porque no éramos ningunas cochinas. Nos repartimos los dos profilácticos sobrantes para guardarlo como recuerdo de nuestra primera vez juntas.

― 4 ―

Abandonamos el hotel, pude manejar muchísimo mejor que en mi última salida nocturna, había tomado poco alcohol, y a esta hora de la noche ya ni lo sentía. Llevé a Tatiana hasta su casa mientras charlábamos. Le dije:

―¿Hablaste con Lara? Te pregunto ahora porque no quería sacar el tema antes.

―No le hablé. Estoy muy enojada con ella, lo que te hizo me dejó sin palabras, fue todavía peor que lo que me hizo Cintia a mí; porque ella me echó de su casa en plena noche, pero Lara te expuso públicamente. Fue un gesto horrible de su parte, no me lo esperaba de ella ―se notaba que estaba verdaderamente indignada.

―Yo tampoco me lo esperaba, me dolió en el alma. Muchísimo ―no pude contener mis lágrimas.

―No llores Lucre, ya está. Ya pasó. Sé que la querías mucho…

―No sólo la quería, la amaba. Lo peor es que todavía la sigo amando.

―¿Cómo sabés que la amás de verdad? Estuvieron poco tiempo juntas.

―Sí es cierto, pero fueron momentos muy intensos. Además tengo que admitir que desde que la conocí le tengo un cariño muy especial. Es como mi segunda mitad, pero no lo vi así hasta que nos pusimos de novias. ―Tuve que estacionar el auto porque de lo contrario iba a chocar―. La extraño mucho ―Tati me abrazó con fuerza, supe que ella también estaba llorando―. Perdón, no era mi intención arruinar la noche de esta forma.

―No Lucre, para eso salí con vos... para que puedas descargarte, sexual y emocionalmente.

―Gracias Tati, sos la mejor. Sos una amiga que vale oro.

―Vos también sos una gran amiga y muy noble. Además estás re buena y cogés muy bien ―Eso me hizo reír.

―Vos también Tati, las dos cosas.

―Prometeme una cosa Lucre. Ahora que te definiste sexualmente y que tenés muchas admiradoras, llamá a alguna. Salí con alguien, conocé gente nueva.

―Hoy salí con vos.

―Sí esto es un avance, pero no es lo mismo. Yo no sirvo para relaciones fijas, necesito estar libre. Necesito estar con quien yo quiera cuando quiera. Podés hacerlo conmigo todas las veces que quieras, y voy a ser tu amiga siempre; pero tal vez necesitás alguien que te contenga y que sea tu compañera de viaje.

―Que lindas palabras amiga. Te prometo que voy a llamar a esta tal Samantha mañana mismo. A ver qué tal está… si está tan buena como la foto que me mandó, entonces vamos bien.

―Sí, totalmente. Un clavo saca otro clavo.

―Sólo espero que el clavo nuevo no sea peor que el anterior.

―Es un riesgo que tenés que correr.

Pude retomar el viaje y la dejé en su casa. Nos despedimos con un lindo beso en la boca. Esa misma noche, cuando ya estuve en mi cuarto, me puse a buscar esa tarjetita con el número de teléfono de mi nueva “admiradora”. La encontré en el cajón de mi ropa interior y la dejé junto a mi celular sobre la mesita de luz. Al día siguiente la llamaría.

Me fui a dormir, o al menos a intentarlo. A pesar de lo lindo que la pasé con Tatiana me di cuenta de que extrañaba mucho a Anabella y, sobre todo, extrañaba a mi Lara.