Ventana indiscreta
Follada de campeones con el ciclista de mi ventana
En el baño tengo una ventana muy indiscreta, que permite ver a los transeúntes su zona genital en primer plano, pudiendo ser discreto y difícil de que te descubran.
Una tarde de verano, me estoy duchando con la ventana abierta cuando escucho una manguera; al salir de la ducha, tapado con el albornoz, veo desde la ventana cómo un ciclista, con su mallot bien ajustado, está limpiando la bicicleta. Una visión nada despreciable de su paquete, bien apretado, y mojado por el agua que le salpica. La imaginación juega y no puedo evitar pensar que ambos estamos limpiando las bicis, con esa ropa tan sexual, y cómo acabamos mojándonos y limpiando nuestras pollas… bendita imaginación. En esos pensamientos me quedo, inevitablemente mi polla sucumbe a los estímulos pensativos y me empalmo, apareciendo la punta por el cierre del albornoz. Cómo me gustaría arrancar ese maiot negro y apoderarme del trofeo del ciclista!
No dejo desaprovechar la ocasión y no aparto la vista de su polla, que se marca por la presión de la lycra. Ya que tengo la polla fuera, la rodeo con mis manos y empiezo a pajearme; si no la puedo tener en persona, la tendré en imaginación. De repente noto cómo el bulto del ciclista empieza a tomar forma, a marcarse más, a crecer; me quedo a cuadros, es mi sueño, le transmito mi calentura!! En eso ando cuando veo que coge la manguera, se tira el agua encima, resbalando por su cuerpo, y mete la manguera en su paquete!! Me muero, qué afortunado soy! Saca el chorro del pantalón, bien mojado todo, y su bulto ha tomado un volúmen muy interesante. Estoy tan cachondo que tengo que dejar de pajearme o me correré sin control.
En ese momento escucho “no pares, quiero verte correr”. Es el ciclista, que me ha estado observando todo el tiempo, me quiero morir! Del susto me entra el bajón y se me destrempa, pero el ciclista no quiere que eso suceda y, sutilmente, se acaricia la polla por encima del pantalón, la remarca para que vea lo que tiene escondido, y se sube la pernera derecha para dejarme ver la punta de su polla. No hay ni qué dudar de que enseguida se me pone dura de nuevo, y empiezo a tocármela.
- Cómo me gustaría ser yo quien te toque la polla y te haga correr - me dice a través de la ventana, donde se ha acercado para que vea mejor su prepucio.
- No dudes en que estoy deseando que ese deseo tuyo se cumpla.
- Acércate a la ventana, quiero que me la veas de cerca.
Yo asomo la cabeza todo lo que puedo, y él me acerca su paquete el máximo posible. Puedo olerla, puedo notar esa mezcla de sudor, orine, precum y agua. La necesito más cerca.
- Acércate a la puerta de tu derecha que te abro.
Y sin dudarlo, ambos nos dirigimos a la puerta, abro para que entre y, sorpresa, tiene unos ojos penetrantes y unos labios carnosos que piden fiesta. Me hago a un lado para que entre, en cuanto pasa el umbral de la puerta, la cierro con fuerza y nos lanzamos a los brazos, en un beso húmedo y caliente, recorriendo nuestras bocas con las lenguas, entrelazando labios, chupadas y mordiscos. Dios, qué hinchazón de polla tenemos los dos, puedo notar su polla palpitando debajo de sus pantalones de ciclista, y la mía saliendo del albornoz. De forma ágil consigo deshacerme de la ropa que llevo, quedándome desnudo a su merced. No lo duda, se arrodilla delante de mi, me masajea la polla con su mano hábil y de una se la mete en la boca. Qué gemido me sale, estoy seguro que se ha escuchado desde bien lejos, pero no me importa lo más mínimo, sólo quiero disfrutar de esos labios que recorren todo mi tronco, toda la polla, dándome placer, humedeciéndola más, haciéndome gemir de placer. Entre la paja de antes y la mamada que me está dando, noto cómo empieza a subirme un calor por la espalda que sólo quiere decir una cosa, me voy a correr. Le aviso, y no duda en sacársela de la boca, poner su labio en la punta de mi polla y pajearme; no puedo más, me voy a correr, no me quiero correr, pero no me deja alternativa, empiezo a disparar mi semen en su lengua, en su cara, en el suelo. Vaya corrida, cuánto semen repartido por todas partes. Respiro agitado, se levanta, me mira a los ojos, y me morrea; mezcla de semen y de saliva, de vida y de sexo, de desenfreno y calentura.
No puedo dejarlo así, quiero tener su polla en mi boca; ahora soy yo el que se arrodilla ante él, lo pongo contra la pared para que descanse y me deje hacer libremente. Le bajo el mallot, y un cipote digno de película porno aparece ante mi; limpia, pero con olor a presemen, caliente y palpitante para que la goce con devoción. No quiero ser impaciente, así que empiezo oliéndola, recorriéndola poco a poco, acercándola a mi cara, a mi boca, a mis labios; puedo notar las ganas que tiene de que se la coma, pero quiero que me lo pida, así que sigo con el juego del roce, olerla, provocarlo, hasta que al final me lo ruega:
- Por favor, hazlo.
Y obediente como soy, abro la boca, paso mi lengua por sus huevos, por su pelvis, por su bello púbico y relamo todo su tronco hasta deleitarme en su glande rosado y húmedo. Después de unas buenas lamidas, me la voy metiendo poco a poco en la boca, mirándole a los ojos, viendo cómo no los puede mantener abiertos del placer que está recibiendo. Ahí sale el tigre que llevo dentro y empiezo una comida incesante hasta que la tiene bien húmeda y dura; ahí aprovecho para metérmela hasta el fondo, notar su glande apoyado en el fondo de mi garganta, sintiendo cómo gime y me penetra la boca hasta el fondo; me quedo sin aire pero su polla me da la vida. Arcada, y me la saca, llena de saliva, dejando un hilo de placer entre mi boca y su punta; recojo la saliva, limpio la polla y me pongo en pie para besarlo. Está exhausto, jadeando, y me pide más, así que nos vamos para el interior de la casa, lo tiro sobre la cama, le quito toda la ropa, me tiro encima de él, lo beso, nos rozamos, nos acariciamos cada centímetro de nuestros cuerpos y empieza a jugar con mi ano. No soy muy amante de las penetraciones, pero estoy en ese punto de la excitación que lo quiero todo de él.
Me pone boca abajo, tumbado en la cama, con el culo a su merced. Me abre las nalgas, me lame la entrada de mi ano, se humedece un dedo y juega con mi esfínter. Me muevo, jadeo, me está palpitando el culo, quiero más, lo quiero todo. Así que no dudo en abrir la mesita de noche, darle un condón y pasarle el lubricante. Antes de ponerse el preservativo me pone su polla en la boca para que me la trabaje y ponérsela bien dura. Lo consigo enseguida. Se pone el condón, me hunta el culo y su polla con lubricante y empieza a meter la punta; qué placer, qué dolor, qué vicio, qué necesidad de sentirlo dentro. Tiene una polla gorda, pero su saber hacer hace que mi ano se adapte bien a su nuevo inquilino. La mete poco a poco, dejándome adaptarme, haciéndome necesitar más; a medida que cesa el dolor voy apretando más mi culo a su pelvis, la quiero entera dentro. Al rato ya noto sus huevos contra mi, “está toda dentro, campeón, hoy tú eres mi premio”, y empieza a moverse suave y lento, con dulzura, con cariño, pero con firmeza. Dentro, fuera, dentro, fuera; noto su polla llenarme entero, me siento bien, me siento excitado, me siento completo. Dentro, fuera, suave, intenso, firme, caliente. Saca su polla, se tumba el cama y me pide que me ponga encima. Sin dudarlo me voy metiendo su polla, me siento encima y marco el ritmo de la follada; me encanta poderlo mirar a los ojos, ver sus labios carnosos, cómo se los muerde, disfrutar de su placer, de poderlo acariciar los pechos. Subo, bajo, subo, bajo, me roza todo el interior, tanto que tengo la próstata hiper estimulada. Me entran ganas de volverme a correr, así que acelero el ritmo, quiero que se corra, quiero notar sus trallazos en el condón. Al rato noto cómo se le ponen los ojos en blanco, jadea, con la respiración entrecortada, me coje de las caderas y empieza a follarme con ritmo, con prisas, y siento cómo grita y explota dentro; yo no puedo evitarlo y me vuelvo a correr, esta vez sobre su pecho, llegando incluso a salpicarle en la cara. Bajamos el ritmo, nos juntamos, nos besamos, y así permanecimos un rato hasta que su polla empezó a menguar. Con cuidado saco el condón, que está repleto de su semen; me encantaría guardármelo como trofeo, para no olvidar esta follada de campeonato. Estuvimos un rato tumbados, recuperando fuerzas, hasta que llegó el momento de volver a ducharnos y despedirnos. Beso de despedida dulce, suave y con cariño.