Ventajas de vivir donde trabajas

Llevaba tiempo vigilándole. Notando como se sonrojaba ligeramente cuando coincidíamos en el ascensor.

Llevaba tiempo vigilándole. Notando como se sonrojaba ligeramente cuando coincidíamos en el ascensor. Cómo se me quedaba mirando por poco tiempo cuando volvía del gimnasio, con aquél chandal que me acababa marcando ligeramente el rabo, y la camiseta de tirantes que casi dejaba al aire mis pectorales. No voy a negar que notar como un chaval de 22 años se fija en mí no me animaba la polla de vez en cuando. Alguna vez he acabado restregándome el paquete contra el pantalón, sobándome los huevos poniéndome cada vez más cerdo hasta estar a punto de correrme encima con la ropa puesta. Pero ser el puto portero del edificio viene con algunas responsabilidades... y otras desventajas. No te puedes dedicar a limpiar las escaleras y atender a quien quiera entrar con una mancha de esperma cubriéndote media pierna y una erección de 18 cm y medio y bien gorda queriendo salir a saludar. Además, tampoco sería el primer tío hetero que se me queda mirando y mejor no buscar problemas. Pero lo de anoche me hizo cambiar de idea.

Cuando son cerca de las 3:30 de madrugada lo que menos esperas es que empiecen a llamar a portería. Pero allí estaba él, tocando al puto timbre de los cojones sin parar. Parecía que me quería despertar a todo el barrio. Corrí a abrir antes de que algún vecino empezara a quejarse del ruido, pero no me esperaba para nada que volviendo tan tarde el chaval ni siquiera estuviera un poco borracho. Al contrario, estaba bastante sereno, y mantenía una sonrisa de culpabilidad en la cara que no me gustó nada.

  • Buenas noches. Perdona por... llamar... tan tarde, jeje - me dieron ganas de cruzarle la cara de una ostia, pero me conformé con ponerle mara cara y me aparté para dejarlo pasar.

  • ¿Qué? ¿De fiesta?

  • No, bueno.... Un poco, pero no ha sido para tanto. Ni siquiera he bebido.

  • ¿Y por qué no abres tú mismo la puerta?

  • Es que... - mira al suelo, avergonzado -. Me he dejado... me he olvidado las llaves en casa

  • Pues la próxima vez creo que te voy a dejar en la calle toda la noche. Ya verás como no se te vuelven a olvidar - otra vez está mirándome el paquete. Con el mono de trabajo no se me marca la polla, pero supongo que ya que está mirando al suelo tampoco tiene mucho más donde mirar.

  • Sí, tranquilo - ahora ya me vuelve a mirar a los ojos -. No volverá a pasar.

  • Venga, sígueme. Cojo tus llaves y te llevo a casa.

Mientras subíamos por las escaleras noté como mi rabo parecía haberse despertado un poco al notar como buscaba mi paquete con la mirada. Tendría que calmarlo más tarde, cuando me asegurase de no tener más vecinos despiertos por las escaleras. Le abrí la puerta invitándole a pasar dentro y que me dejara tranquilo de una vez.

  • Muchas gracias tío. Si quieres... te invito a tomar algo... - ya estaba volviendo a mirarme de arriba a abajo, y otro pequeño latigazo en los huevos -. Para darte las gracias, claro.

  • No hace falta chaval, mientras no me vuelvas a tocar al timbre a estas horas me conformo.

  • ¿Seguro? Tengo coca-cola, café... una cerveza.... - me apreté el paquete sin darme cuenta, aunque él sí que se fijó bien.

  • Bueno... un café. Para pasar el resto de la noche - se le iluminó la cara cuando accedí al café. Una cosa es no querer buscarte problemas en el curro, y otra creer que eres gilipollas y que no te enteras de nada. Tendría que comprobar de qué iba el chaval.

Mientras se puso a hacer el café me contó algo de que estaba terminando la universidad. Sinceramente, no le hice ningún caso. Me importaba una mierda su vida o lo que quisiese hacer con ella. Me fijé en él. No era precisamente un guaperas de buen cuerpo fibrado, pero no estaba nada mal. Una cara de niñato, cuerpo normal, pelo moreno y corto... no parece que tenga vello, pero sí que... se le nota un buen culo cuando se agacha... me pregunto si será....

  • Oye, siempre te veo por aquí... ¿no sales nunca? - me quedé mirándolo con cara de pocos amigos por un momento que seguramente le pareció una eternidad -. De... de fiesta y eso digo... o de vacaciones... de vuelta a casa... y tal.

  • No. Vivo aquí, y en tu bloque no se pueden permitir tener a más porteros, así que soy el único que hay. Cuando me cojo las vacaciones prefiero ir a la playa... o a otras... fiestas.

  • ¿Qué.. qué tipo de fiestas?

  • De adultos. De esas a las que tú aún no puedes entrar.

  • Pues.. quiero entrar -  en cuanto dijo esas palabras no lo pensé  e instintivamente llevé su mano a mi polla. El mono de trabajo no deja que se me marque bien, pero es de esos de una sola pieza y no suelo llevar ropa interior con él, así que seguro que era capaz de notar mi polla ya morcillona a través de la tela. Pero debí ser muy brusco porque se apartó de golpe dándose contra la encimera de la cocina.

  • ¡¿QUÉ.. QUÉ HACES?! - lo miré extrañado. No sabía muy bien qué decir. Al final me la jugué.

  • Creía que querías una fiesta de adultos.

  • No, pero... pero yo pensaba que hablabas de... de drogas y eso.

  • ¿Drogas? - es verdad que con el cuerpo de gimnasio, la barba y la cara de mala leche alguna vez me han mirado mal. Pero no me tragué esa historia. Me acerqué a él y le agarré la mandíbula mientras me bebía lo que quedaba de café - No. Y una mierda las drogas. ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo me miras? Eres muy poco sútil.

  • Oye... No sé qué habrás pensado pero... -  le desabroché el cinturón mientras seguía hablando, sin apartar sus ojos de mí. Apreté un poco más mi agarre, solo por joderle un poco y por diversión. Sus manos intentaron empujarme, pero apenas sentí presión cuando golpearon mi pecho -. Yo no... no soy....

  • Ya lo creo que no - le di una bofetada, aunque no muy fuerte. Aproveché el momento para pasarle el cinturón por detrás del cuello y acercarlo a mí hasta que nuestras frentes estuvieron pegadas. Ahora ya no podía escapar, y sus pantalones se deslizaban despacio hacia abajo dejándolo en slips -. Ibas a decir: "yo no soy gay" , ¿verdad? No, no lo eres. Un gay sigue siendo un hombre. Tú aún no eres eso. Solo eres un calientapollas. Pero tranquilo -  le agarré sus labios con los mios y los mordí a la vez que apretaba mi cuerpo contra el suyo, notando mi polla casi empalmada contra... algo... que se estaba empalmando también -, esta noche va a ser tu graduación.

No lo aguantó más y salió de él mismo. Abrió su boca e intentó acercarse a la mía, pero yo lo tenía agarrado del cuello por el cinturón, y no le dejé llegar. Fue la primera vez que le sonreí, y casi parecía asustado cuando lo hice. Pasé mi mano por su pelo, mirándole fijamente a los ojos, y con un nuevo agarre le obligé a girar la cara. Pasé mi lengua por su cuello hasta llegar a su oreja. Le mordí el lóbulo, quizás un poco demasiado fuerte, y le susurré: "esta noche serás mi puta, mañana... ya veremos". Lo solté y al girar la cara de nuevo le besé, llenando su boca con mi lengua. Pronto sentí la suya jugando con la mía, luchando por poseerla. Ajusté un poco más el cinturón a su cuello y me aparté.

Lo obligué a ponerse de rodillas a través del cinturón. Cayó enseguida. Corrí la cremallera del mono y pronto liberé a mi rabo, que estaba ya desando unirse a la fiesta. No le dejé abrir la boca, simplemente me acerqué a él hasta que su cabeza se apoyó contra el mueble y mi polla le cubría la cara. No me hizo falta decirle nada, pude notar como su lengua empezó a intentar abrirse paso, jugando con mi tronco e intentando llegar más allá. Con otro golpe de cinturón conseguí meter su cabeza debajo de mis piernas, y pronto su lengua estaba limpiándome los cojones sudados de estar toda la noche sentado vigilando la entrada. Le dejé hacer mientras me quitaba el resto del mono y el calzado, dejando mi pecho velludo desnudo.

Me despegué un poco y le dije que abriera la boca. Introduje despacio mi polla en ella mientras me miraba, esperando que le diese alguna nueva orden, como un cachorro esperando la orden para comer. En cuanto noté el tope con el capullo se la dí, y empezó a desgustar mi polla como si hubiera comido en toda la noche. Su lengua me envolví el capullo y se deslizaba por mi tronco hacia los huevos cada vez que volvía a hundir su cara para tragar un poco más de mi rabo. Su garganta comenzó a forzarse en seguida y se le notaron las primeras arcadas, pero no paró. Siguió comiendo polla como si fuese un profesional, metiéndosela hasta el tope, dejándola en un lateral... aquel niñato sabía bien como quería comerse un rabo, si de verdad era el primero que se había comido. Tras follarle la boca un poco y notar como empezaron a caer las primeras babas sobre su pecho, le pasó un poco la polla por la cara y lo levanté.

Le llevé al dormitorio y lo puse contra la pared. Le agarré las muñecas e hice presión con mi cuerpo, apuntando bien mi rabo a que quedara a la altura de su culo. Le retiré el cinturón del cuello y esta vez lo puse en sus muñecas. Suerte que es de esos ajustables y no necesitaba hacerle otro agujero.  Así conseguí tener sus manos atrapadas en la espalda, y ahora empezaría la verdadera diversión. Le eché en la cama y le retiré los slips. Los arrugé y los coloqué en sus ojos como si fuera una venda.

  • Así... Ahora más te vale relajarte. Tú tranquilo. Sé que lo vas a disfrutar como una buena puta.

Por fin pude darle la vuelta y contemplar bien su culo. Para no tener cuerpo de hacer deporte el chaval tenía el típico culo duro, gordo y en su sitio. El culo perfecto que sabes que va a rebotar cuando empieces a alimetnarlo a base de rabo. Pasé un dedo por toda la raja y comprobé que estaba algo húmedo. Eso me puso a mil, encima estaba lubricando por sí mismo para recibir polla. Cogí un poco y lo mezclé con las babas que quedaban en mi rabo. Después lo probé. Sabía genial, y mientras saboreaba mi dedo no pude evitar meterle el pulgar por el culo. Un quejido de dolor me avisó de que había ido demasiado brusco. Le dí un azote y empecé a mover más despacio mi dedo mientras hacía circulos, para que se empapara bien de todos los fluidos. Poco a poco empecé a escucharle gemir y metí dos dedos. Abrí bien aquel culazo y empecé a devorarlo con ganas, pasaba mi lengua por toda su raja hundiendo también mi cara entre esas dos pequeñas montañitas de carne. Incluso le pegué un par de mordiscos en cada nalga mientras seguía comiéndolo a saco. Llevaba tiempo sin poder tener un culo para mí solo en buenas condiciones, y no iba a desaprovechar la oportunidad. Mi lengua lo invadia por dentro mientras él seguía gimiendo, moviendo su culo en círculos e intentando acercarlo más a mí. Tras unos azotes y caricias más comencé a subir mientras mi boca recorría el resto de la espalda, y poco a poco fui colocando mi polla en su agujero hasta que mi boca llegó a su cuello.

Mis manos recorrieron su cara y su pelo. Le agarré del cabello y tiré de él hacia atrás. Quería probar su boca, que degustara el sabor de su propio culo. Y justo en ese momento mi capullo entró. Mi boca ahogó un quejido suave. Empezó a balbucear, intentando decirme que fuera despacio. Pero yo no había venido para darle placer a él. Quería que él me lo diera a mí. Le metí la mano en la boca y le dije que podía morder. Acto seguido metí toda mi polla hasta el fondo dentro de él. Noté sus dientes en mi mano. Me dejaron una pequeña marca, pero poco a poco fue abriendo de nuevo la boca, y yo fui moviendo mi rabo en círculos, asegurándome de abrirle cada vez más. Cuando noté que empezó a mover el culo acompasando mis círculos me levanté y lo agarré del pelo tirando un poco de él hacia arriba. Podía ver mi rabo siendo enguilido por su recién estrenado agujero.

  • Vamos. Sigue con lo que estabas haciendo. Esta noche tienes que aprender a ser una buena puta, y las putas pueden mover siempre el culo para darle placer a su macho. Concéntrate en tu culo. Muévelo y siente como mi rabo te llena.

Le costó un poco. Al principio hacía movimientos muy torpes, y a veces intentaba mover la cabeza pero al tenerle bien agarrado no pudo resistirse. Su culo se movía lentamente, apenas un par de milímetros pero lo notaba subir y bajar. Notaba como se acercaba su cuerpo caliente al mío. Ahí fue cuando decidí empezar a ayudarle. Le solté el pelo y tiré del cinturón en sus muñecas obligándolo a subir lentamente. Ahora lo tenía sentado sobre mí. Le agarré del pecho, cogiéndole los pezones y empecé a follarlo. Al principio despacio, pero cada vez quería más. Así hasta que al final tuve que lanzarlo a cuatro patas y empecé a follarle duro mientras le daba algunos azotes. La cama entera comenzó a moverse acompasando mis movimientos y él no paró de gemir. Cuando me calmé volví a acariciar su culo. Contemplar como se tragaba mi rabo hasta el fondo me estaba hinchando la polla al máximo. Reconozco que quizás se me fue la mano cuando intenté meter al mismo tiempo mi dedo con mi rabo, pero aquél chaval estaba sacando lo peor de mí. Pero yo también saqué lo peor de él.

  • Quiero... quiero que me preñes... por favor.

Escuchar esas palabras en aquel momento fueron el detonante perfecto. Decidí que no me contendría más. Pasé mis manos por su espalda y su culo, arañándolo, y las volví a subir hasta su cuello. Totalmente tumbado boca abajo en la cama, me eché sobre él y empecé a taladrarlo. Aguanté otros diez minutos en los que aproveché para escupirle en la cara y jugar con su boca y mis dedos. Por fin me corrí dentro. Una de las veces que más lefa he soltado, aunque sería incapaz de contar todos los chorros que solté dentro. Cuando terminé la saqué, mi polla aún dura y mi leche empezando a salir por el pequeño agujero que acababa de abrirle. Metí mis dedos para comprobar que no había problemas y efectivamente. Solo salieron cubiertos de restos de mi leche. Se la dí a probar y pareció gustarle. Pasándolo un último lenguetazo por su culo me separé y me coloqué delante de su cara.

Al retirarle los slips pude comprobar que había llorado un poco. Pero no pareció enfadado o dolorido. Me miraba como esperando que le diese alguna nueva orden. Yo sonreí, le acaricié el pelo y miré mi polla, la cual seguia dura con restos de lefa y apuntando al techo justo delante de su cara. No tuve que decir nada más. Se apresuró a devorarla hasta dejarla limpia. Pero aquella vista, comiéndome la polla con su culo recién follado y soltando mi leche me puso a mil de nuevo. Le follé la boca hasta que me corrí en su garganta. Se lo tragó todo el muy cerdo.

Decidí dejarle allí en la cama, amarrado aún por las muñecas y lleno de restos de sudor, lefa y saliva por todas partes. No penséis mal. Antes de irme comprobé que efectivamente se había corrido sin tocarse mientras lo follaba. Ante todo soy un caballero. Recogí mis cosas y salí dejándole una nota: "Ahora ya no eres un calientapollas".

Después de la follada no faltó mucho para que acabara el turno y pude meterme en mi casa a dormir. Una de las ventajas de vivir donde trabajas es que la cama está muy cerca. Cuando volví a despertar me encontré una nota en el suelo, justo enfrente de mi puerta.

"No soy un calientapollas. Pero quiero ser tu puta".

Un latigazo en mi polla. Miro el móvil y veo que es domingo y es casi la hora de comer. Ahora es cuando me acuerdo de una de las cosas que me contó sobre él anoche. Que vive solo y que podía pasarme cuando quisiera.


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