Venirse arriba. Y terminar abajo.CAP. 4º:

Mi secretaria hace las paces con su novio. Pero ella nos sigue llevando. Al novio y a mi. La veré hacérselo en directo.

Venirse arriba. Y terminar abajo.

CAPITULO CUARTO: LAS PACES CON EL NOVIO. EL COMPI DEL PISO. EL DIRECTO

Me siguió contando que, al día siguiente, lo primero que hizo fue ir a casa de su novio a recuperar las cosas del coche. El novio estaba en pijama tirado en el sofá. Ofendido… Enfadado… Hasta humillado según él.

Tuvieron bronca. Una bronca descomunal… Él, herido en su orgullo de “machote”, no paraba de decir que a él nadie le ponía los cuernos... y ella, tan liberal, tan segura de sí misma, que no tenía por qué dar explicaciones a nadie, que ella follaba con quien quería, que tenía una relación conmigo, aunque fuera mayor, mucho más mayor que ella porque quería, que era libre y la gustaba follar conmigo y lo hacía, sin importarla que yo fuera su jefe. A ella la gustaba follar y lo hacía cuando y con quien quería. Y punto. Solo era sexo… Y si lo quieres bien y si no, pues adiós.

El colega de piso entró por casualidad, sin saber lo que estaba pasando. Y en ese momento de la movida, ella le dijo: lo de follar es solo sexo, no tiene más importancia más allá de lo que dura. Se disfruta y se acabó. Mira te lo demuestro. Y visto y no visto, la polla del compañero de piso estaba fofa en la boca.

Su novio alucinaba. Se puso como loco, y el otro no sabía ni qué hacer. Con cara de pasmo, apoyado en la pared y la polla creciendo en la boca de la novia del colega… Lo contaba riendo, divertida, cómica, sin darle importancia… Era una anécdota graciosa. Tan graciosa que hasta a mí al imaginar la escena me hizo reír.

Describía perfectamente, los caretos del tío o yo me los imaginaba perfectamente. Sobre todo, el del colega apoyado en la pared, mirándose la polla, mirando a ella, mirando al novio en el sofá… diciendo sin abrir la boca que joder que no tenía la culpa, que la polla se le ponía así porque estaba muy buena y que claro con una buena mamada a ver quién se resiste… y el novio cabreado, pero con una erección que se le salía del pijama…

Y en ese momento paró de acariciarme la polla. ¿estás preparado?, me dijo, y empezó a contármelo con más detalles… Ahora viene lo bueno. Cuando estaba ya con la polla a punto de explotar en la boca y mi novio me estaba poniendo de puta para arriba, y se iba a ir de la habitación, paré. Me puse de pie y como si no estuviera mi novio, por darle en los morros, le dije al otro: ¿quieres follarme? Y zas, me quité la camiseta. Los ojos del compi de piso casi se le salen y mi novio se quedó de piedra, boquiabierto.

Se puso como loco. So puta, ven aquí, me dijo agarrándome del brazo. Me tiró encima del sofá.  Me arrancó las bragas y me abrió las piernas. Tenía la polla impresionante. Rígida como un palo. Súper hinchada. Daba miedo. Parecía que le iban a estallar las venas. Y se tiró encima de mí.

Directo. Apuntar y estocada hasta las bolas.

Menudo cuadro, no veas. Mi novio follándome a lo campeón. Yo gimiendo como una loca escandalosa y el otro allí, de pie, con el rabo tieso, con cara de bobo, y diciendo en voz alta “joder y que hago yo ahora”.

Le dije a mi novio: o todo o nada… y él como no respondió, solo seguía follándome… con lo cual… todo está dicho...

Tú, trae aquí. Y me puse a chupársela mientras mi novio me seguía follando... Lo demás te lo puedes imaginar. Grititos, gemidos, una buena corrida en la boca y otra en mi coñito… Yo me corrí no sé cuántas veces. Terminamos los tres derrotados en el sofá. Luego le mandé a mi novio a por cervezas… y yo aproveché para follarme al compi de piso… mi coñito no la había catado…Un polvete rapidín. Para el primer día me pareció demasiado que me viera follando con él. Me pareció tensar excesivamente la cuerda.

Desde ese día, raro era el fin de semana que no se la follaban los dos en el piso. El otro no la gustaba. Para nada, y lo hacía, solo porque su novio se ponía como una moto al ver a su novia follada y convertida en una buena puta. Se rebotaba, se cabreaba, pero no podía evitar que se pusiera cardiaco. Y eso es lo que a ella la encantaba. Y poco a poco pues su novio se fue convirtiendo no solo en un bi-cornudo, sino también en un corderito… hacia lo que ella quería.

Claro que también yo. Porque de ahí a escuchar con toda naturalidad como se la follaban los del coche, el compi del piso y sobre todo lo que la hacía su noviete o darla dinero para comprar anticonceptivos y poder seguir follando con todos, hubo un par de pasos… Y de ahí a ver sus fotos… sus vídeos… y excitarme de celos y de morbo… Y de nuevo convertido en un cornudo… Aunque ya no sé si era bi, o tri, o tetra cornudo…  porque vamos, que yo supiera estando conmigo se acostaba también con tres tíos y una tía más… que yo supiera vamos… porque a lo mejor había alguno más que no me contaba… Alguna noche loca que salía con las amigas…

Un día después de hacerme una deliciosa pajilla mientras me contaba lo que había hecho en el piso con el noviete y el compi, lo propuso: ¿quieres ver cómo me follan? Si, en directo… nada de vídeos… Lógicamente dije que no, pero mi polla dijo lo contrario. Y ella se rio a carcajadas. “Anda tontorrón… eres igual que mi novio… Mira que sois… si en el fondo os gusta… Todos los tíos sois unos putos mirones… Mira cómo se os pone… dijo tocándome la polla. Se subió a horcajadas. Esto no se puede desaprovechar” … Fingido o no, cuando llegó fue súper escandalosa. A ella también la ponía la idea.

La idea empezó a rondarme la cabeza. Sabía que iba a acabar cediendo. Sabía que me ponía como una moto… Total, ella tenía razón. Yo sabía que ella follaba cuando quería, que se acostaba con al menos tres tíos más que yo, y se lo montaba con la chica del coche. Eso como poco. Además, la había visto follar en video… ¿Qué más daba? ¿Un paso más? Total… pensaba yo

Cuando pregunté ¿y cómo lo hacemos?, los dos teníamos claro que ya estaba en sus manos, que otra vez se había salido con la suya.

Muy original no fue. Lo típico. Una tarde dije, vale, venga, que te folle delante de mí, a ver qué te hace. ¿Y cómo lo hacemos?, Pues te metes dentro del armario, dijo.

Y terminé dentro de un armario. Se supone que era un secreto, aunque yo supongo que él lo sabía. Sí que él sabía que yo estaba dentro mirando. O por lo menos esa era la idea que tenía cuando me metí en el armario empotrado y me acerqué a la rejilla para poder ver algo. ¿ves algo cariño? Dijo el día que hicimos la prueba. Ya solo quedaba atarme. A ver si me daba el punto y salía a mitad… Y aunque se lo prometí de mil formas no se fio. Me ató y me amordazó. Muy suave por supuesto.

Y llegó el día claro. Nervios… excitación… Miedo, por qué no decirlo. Vamos una mezcla explosiva.

Me impresionó. La verdad.

Los nervios, la espera, el morbazo de la escena… Allí escondido en silencio, con miedo hasta de respirar. Me puse celoso. Bueno también furioso, pero no puedo negar que estaba excitado.

Y ya cuando entraron y pude ver como se dejaba sobar la adrenalina se puso a mil. Bueno no es que se dejara sobar, ella buscaba las caricias, se giraba, se colocaba buscando la mejor posición, se ofrecía… Y ella también acariciaba a su pareja. Lógico. Es a lo que estaban. Pero a mí, ver como la sobaba las tetas me ponía incandescente. No te digo cuando la abrió la blusa y se las sacó por encima del sujetador. Ver como ella se reía… La estaba gustando. Además, sus pezones así lo decían.

Si, de acuerdo, yo había hecho lo mismo mil veces. Yo también se las había sobado, toqueteado, llenado de chupetones, mordido, pero el ver otras manos en mis tetitas… Joder me ponía como una moto… Y eso que sabía que no era la primera vez que esas tetas eran de otro. ¡Qué demonios! Eran tan suyas como mías. Ella le dejaba hacerlo, le entregaba sus tetas para que las usara, se las comiera, se las maltratara… a él y a otros…

Me cabreaba ver esos morreos. Dentro de mi cabeza no paraba de repetir “puto baboso”,” cabrón”,” hijo de puta” … Sabía perfectamente que solo era envidia… Que quería ser yo quien la metiera la lengua hasta la campanilla… quien la lamiera sus labios, su cuello…  Y ella le devolvía sus caricias, sus besos. Los buscaba, los quería…

Y de vez en cuando, cuando él no se daba cuenta, un besito al aire, una mirada de reojo, un guiño, una mirada cómplice hacia el armario. Una traición a su amante que me hacía dudar de si él realmente lo sabía o no, si era o no cómplice… Era rizar el rizo. El engaño del engañador engañado.

Llevaban ya unos diez minutos… y por fin empezó a bajar la mano a la entrepierna. Ella se abrió permitiendo que la tocara el coño.

Tocarla y empezar a gemir, a convulsionarse escandalosa. Lo estaba deseando… Y yo, aunque no quisiera reconocerlo, en cierto modo también. Se espatarró tumbada en la cama y él pudo maniobrar a sus anchas.

Me gustó verla tumbada, con el torso medio desnudo y completamente entregada.

La masturbaba con los dedos, y cuando ya empezó “a bailar” un poco con las caderas, abandonaba por unos instantes sus labios y la metía un poco los dedos, pero no demasiado…

Por fin la desnudó del todo. Por un lado, bien. Por otro no me hizo mucha gracia. Me gustaba que la sobara a medio desvestir y pensé que se la iba a cepillar así. La hacía más lasciva, más lujuriosa. Aunque también me gustó ver cómo la desnudaba del todo, y sobre todo como ella le ayudaba impaciente, como deseaba estar desnuda para él.

Él seguía vestido. Entonces ella se sentó en el bode de la cama y él de frente. Despacio abrió la camisa y se la tiró hacia atrás. Se cayó al suelo luego y ni se molestaron en recogerla. bajó el pantalón. Calzoncillos blancos. Tradicionales. No sé por qué, pero esperaba otra cosa. Algo más moderno, más original…

Toqueteó lujuriosa el paquete. El paquetazo. Lo besó. Se lo acarició con la mejilla. Metió la mano por un lateral y lo palpó. Él estaba desarmado. Con la cabeza hacia atrás ojos cerrados… jadeando, acariciando mecánicamente su nuca, supongo que disfrutando a tope y esperando que se la sacara.

Por fin agarró la goma en la parte superior y lenta tirando de la tela. El pene por fin apareció. Duro. En ángulo recto. Durísimo. Con las venas a punto de explotar. No era un pene gigantesco, pero si parecía durísimo. De hecho, intentó doblarlo, girarlo, pero no podía, enseguida volvía a su posición de escuadra. Entonces además de los celos me vino la envidia. Esa turgencia. Esa dureza…El mío hacía años que ya no…

Unos segundos mirándolo. Retrasando lo que él (y seguramente ella) quería. La boca fue directa a beber la fuente… Pero justo en ese instante se detuvo. Cerca, a tan solo unos milímetros. Le echó el aliento… le mantuvo unos interminables segundos. Su cadera avanzaba y ella le contenía, apartaba un poco la cabeza para volver a acercarla en cuanto la presión cedía… Una maestra del arte de hacer desear cada caricia… Unos suaves roces con la comisura de los labios… unas buenas y lujuriosas lamidas. Ansiosas. Con ganas, con deseo, con lujuria. Como hacía conmigo al principio…

Otra vez la cara e inmenso placer del tío, con la cabeza hacia atrás, medio desmayada y la boca medio abierta… los ojos cerrados y jadeando… hinchando el pecho… incapaz de moverse por si se estropeaba el encanto, por si se detenía, por si paraba. Y su “joder, qué bien la chupas” … sus machistas “so puta” … y sus súplicas “sigue… sigue por favor” …

La llamaba puta pero no la estaba insultando no… La excitaba y ella le obedecía. Se la chupaba aun con más ganas. Hasta que ya no pudo aguantar más. Pensé que se iba a correr en su boca. Yo lo hubiera hecho. Es más, sin tocarme, solo con el roce con la presión de mi polla en los calzoncillos ya estaba húmedo. Pero no. No se corrió. La empujó y la abrió las piernas. “Menudo coño”, dijo en voz alta… “te voy a empotrar la polla” … “zorra te la voy a clavar” … “te voy a meter hasta las bolas” …

Con su sonrisa de ganadora me guiñó disimuladamente un ojo y no hubo tiempo de más. Él se tiró encima.

Las típicas maniobras “de acople”. Suaves pero decididos empujoncitos… aun no debía estar completamente abierta… Empezó a moverse… cada vez más adentro, cada vez más intenso. Los jadeos de los dos aumentaban. Ella le abrazaba, acariciaba toda su espalda con las manos e intentaba rodearle con las piernas. Él de vez en cuando metía las manos por debajo. Una bajo las rodillas y la otra bajo sus nalgas. Por la forma de embestirla debía estar sacándola la polla por la boca, hasta adentro., veía perfectamente como sus cojones rebotaban. Desde luego estaba cumpliendo sus promesas, la estaba metiendo todo su rabo, hasta las bolas. La amenaza se cumplía…la estaba taladrando el coñito y el ritmo cada vez más rápido.

Yo me había corrido mordiéndome el labio para evitar que se me escapara algún ruido, aunque por el concierto de jadeos y burradas que se decían uno al otro dudo que hubieran oído algo…Estaban a lo suyo, eso era indudable…

Menudo polvazo la está echando este “hijo-puta”, pensé al oírla gritar de placer… pero en ese momento me di cuenta de algo que era evidente. Muy evidente. No es que fuera un gran polvazo, ni que fuera un gran amante. Si me apuras era tirando a vulgar. No. No era mejor que yo. Solo que él era mucho más joven, más vigoroso… Yo ya no aguantaba tanto. ¿tanto? Ni la mitad… No me extraña que quisiera follar con él, que incluso lo necesitara… Yo era la experiencia, el morbo, el ingenio… él la fuerza, la juventud… Y frente a eso no había remedio. Me vi ridículo encerrado, atado, muriéndome de envidia…la edad… ya no podría volver a follar así… nunca más se me podría tan dura como a él… Y lo acepté. Me sometí a la realidad sin rebelarme lo más mínimo.

Toda la cama temblaba… realmente cada vez que empujaba se la clavaba…. Celos… pero excitación… dolor y placer…. El placer de mirar. ya no solo era saber que mi chica estaba follada… ahora lo sabía y lo veía… y sí, me jodía verlo, pero me estaba gustando. O me engañaba a mí mismo diciendo que me gustaba porque sabía que yo ya no podría hacer algo similar… y porque sabía perfectamente que, si decía que no, que esto se acabó, me mandaría a freír espárragos… Mejor esto que nada, pensé resignado.

Luego vino la segunda vez, y la tercera y la cuarta… Y un día, como premio por portarme bien, me dejó estar desnudo y con la mano más suelta. Pude masturbarme a gusto.

Según ella se oyó algo. Sabía perfectamente que era mentira. Eso no podía repetirse, me dijo, te has quedado sin pajitas. Yo estaba totalmente enganchado y dispuesto a tragar con todo.

Permití que me amordazara con fuerza y me sujetara aún más las manos. Cuando terminaba la sesión, me veía a mí mismo desnudo, dentro del armario y con la polla tiesa. O manchado si había conseguido rozarla contra la puerta del armario y mancharme todo. Patético y ridículo, pero mientras duraba la sesión… una maravilla un placer inalcanzable.

Un día según se duchaba él, abrió la puerta y me dijo susurrando: tardará unos 10 minutos, venga fóllame, date prisa, tienes el coñito preparado… Y joder fue una delicia… Un polvo descomunal…. Breve intenso… Nunca lo iba –eso pensaba yo – a tener más recientito… con el coñito lleno de leche fresquita (calentita más bien) y la noté con el coño húmedo, abierto, pringoso, resbaladizo… y se estremeció como hacía tiempo que no la veía hacer…

Terminar y otra vez adentro del armario, con el pene goteando de semen, aunque no sé si la gota que caía era mía o de él… luego cuando se fueron me tumbé en la misma cama y oliendo sus sábanas, me masturbé frenéticamente.

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