Venganza sibilina
Una joven campesina es capturada por vikingos y vendida como esclava a un musulmán Al final, la casualidad le permite vengarse de su raptor por todo el sufrimiento y humillación que pasó.
Venganza sibilina
Kora estaba arando el campo, preparándolo para plantarlo cuando, demasiado tarde, oyó los cascos de un caballo al galope… Se giró y vio a un guerrero vikingo casi encima suyo… Ella levantó la azada para defenderse pero el enorme guerrero la agarró y, con la fuerza de su poderoso brazo, la levantó del suelo.
Al instante, se encontró arrojada boca abajo sobre los lomos del caballo, sujeta por el jinete que lo montaba a pelo... El caballo galopó llevándola lejos de su casa y de su familia… Ella ni siquiera podía gritar porque apenas podía respirar… Sus costillas y barriga estaban comprimidas por la presión con que la sujetaba el guerrero.
Luego, el caballo se detuvo y ella entonces logró dar un largo grito, esperando que alguien la oyera y la rescatara... Después de todo, había sólo un vikingo… Pero los aldeanos, si alguno la escuchó, no se atrevieron a salir en su defensa.
Sintió unas fuertes manos alrededor de su cintura, levantándola en el aire, y luego lanzándola hacia adelante contra el cuello del caballo quedando sentada a horcajadas sobre el caballo, mientras las musculosas piernas de su captor presionaban la parte posterior de sus muslos para que no se cayera o intentase escapar.
El vikingo tiró los brazos de ella por detrás y ató sus manos con una correa de cuero… Luego sintió sus piernas moverse contra ella, mientras él le indicaba al caballo que caminara… Y así se alejaría definitivamente de su hogar para nunca más regresar.
Kora apenas tenía conocimiento del mundo más allá de su aldea… No sabía que muchas de las aldeas de Gran Bretaña pagaban un tributo por conseguir protección contra ataques vikingos pero la costa era muy amplia y ellos podían aparecer repentinamente desde el mar para saquear y capturar mujeres, desapareciendo tan rápido como llegaban.
Kora no sabía a dónde la llevaban... Ella nunca había oído hablar de Bizancio o Antioquía o Trípoli, donde los vikingos obtenían buenos precios vendiendo estas mujeres en los mercados de esclavas.
El caballo tomó rumbo por un camino pedregoso, hacia la playa... Aunque ella vivía cerca del mar, sólo lo había visto una vez… Las jóvenes doncellas, por miedo a ser capturadas, rara vez se alejan de los campos de la aldea.
Kora estaba fascinada por lo que vio… Un largo barco estaba varado en la playa pedregosa… Una cabeza de dragón destacaba por la proa de la nave... También vio una gran carpa de pieles, con forma de barco, plantada en la playa.
El hombre enorme, detrás de ella, la levantó de su montura y la puso de pie en el suelo… Las piedras de la playa resultaban incómodas bajo sus pies, pero toda una vida yendo descalza la hizo ignorar eso.
El hombre agarró sus muñecas atadas y las levantó, hasta que Kora se vio obligada a doblarse por la cintura... Entonces él, con esa postura forzada por el dolor, la obligó a caminar así hacia la carpa.
En el interior, algunos hombres yacían relajados siendo alimentados por mujeres esclavas... La mayoría de los piratas debieron haber estado explorando el campo… Calculo unas treinta o más mujeres jóvenes, todas desnudas… Las que no estaban sirviendo, estaban acostadas sobre camas de pieles, atadas de manos y pies, a la espera de lo que decidiesen hacer con ellas.
Una joven, notó Kora, estaba fuertemente atada, acurrucada como una pelota… Sus tobillos estaban atados a la parte superior de sus muslos, por lo que el peso de su cuerpo estaba sobre sus rodillas y dedos de los pies, apoyados sobre las piedras desnudas y no sobre pieles… Una soga alrededor de su cuello, le bajada y seguía entre sus piernas para aparecer por detrás entre sus nalgas y terminaba atando fuertemente los brazos a su espalda... La mujer parecía estar muy incómoda y llorando.
Kora sintió que sus manos estaban siendo liberadas de su atadura.
Quítate la ropa, esclava,… ordenó el guerrero… Él hablaba con un acento extraño, pero Aeffe podía entenderlo.
No,… dijo… Soy una mujer libre, no una esclava.
Antes de saber lo que estaba pasando, se encontró cara abajo, sus pechos aplastados contra el suelo pedregoso, su falda subida alrededor de su cintura y la rodilla de su captor sobre su espalda, presionándola hacia abajo... Ella sintió su áspera mano sobre su tierna piel de su espalda, y luego escuchó lo que le dijo el guerrero:
- Esclava,… ahora soy tu Amo... Haz lo que digo o sufrirás un castigo.
Aeffe gritó de sorpresa y dolor cuando la daga del Amo cayó sobre su culo recibiendo un fuerte golpe.
Quieta, esclava y acepta tu castigo valientemente,… escuchó… Y ella apretó los dientes y los labios, para sofocar cada involuntario gemido que se le escapaba cada vez que el mango de la daga caía sobre sus nalgas… Por fin, el castigo terminó.
Ahora, quítate la ropa,… escuchó de nuevo.
Kora trató, primero, por ponerse de rodillas y luego ponerse de pie… Se giró para mirar a su torturador… Ella notó que otros piratas y sus esclavas, estaban mirándola… Uno de ellos evidentemente disfrutó de lo que vio y se levantó el pequeño faldón que llevaba, mientras se sentaba en el suelo, mostrando un gran pene.
Kora nunca había visto tal cosa… Era muy diferente a la de su hermano pequeño… El vikingo ya sentado, agarró a la esclava más cercana y tiró de ella hacia él, empalándola con su polla.
La sensación de tener una punta de cuchillo en su garganta distrajo a Kora del espectáculo... Miró a su captor y vio a un barbudo gigante rubio y una cara que nunca olvidaría... Ella, en silencio, comenzó a desatarse su corpiño.
Con mucha vergüenza, Kora dejó caer su vestido de sus hombros y quedó en pie, desnuda, ante el vikingo… Ella trató de cubrirse su entrepierna y sus pechos, pero él rápidamente la giró y ató sus manos detrás de su espalda otra vez... Ella giró la cara para verlo de nuevo, y también a los demás, pero nadie parecía estar mirándola... Evidentemente, estaban acostumbrados a ver esclavas desnudas e incluso ver a uno de ellos follar, ni les causaba asombro... Era sólo el castigo lo que les había interesado.
La voz de su Amo sonó cerca:
Dime, esclava, ¿eres virgen?
Sí.
Te dirigirás a mí como Amo... Kora se mordió la lengua.
¿Está intacta tu virginidad?... ¿Ningún hombre te ha tocado, entre tus piernas?
Kora se negó a responder, hasta que sintió una fuerte palmada sobre su nalga, que estaba especialmente sensible, después de la paliza recibida hacía sólo unos momentos antes.
- Ningún hombre me ha tocado.
-¿Alguna vez te has metido los dedos ahí?
No, Amo.
Quédate así, esclava... No te muevas... Kora permaneció de pie, con sus rodillas juntas y sus manos atadas detrás de ella, aunque trató de sostenerlas apartadas de su culo porque todavía le dolía por la paliza.
Coloca los pies más separados, le dijo su Amo… Y ella obedeció, sin responder.
Sintió que le pasaba una correa de cuero por la cintura y la ataba por detrás, por debajo de sus manos atadas… Ella miró hacia abajo, entre sus pechos, y vio con horror una rejilla a modo de cesto, que su Amo le colocaba entre sus muslos y sujetaba con correas apretadas.
- No te quitarás esto a menos que yo te diga que lo hagas.
Las correas apretadas y la rejilla, más ancha que el espacio natural entre sus muslos, presionaban incómodamente su tierna piel, pero Kora soportó la incomodidad… No tenía otra opción.
- Cuando te venda, obtendré un precio mucho mayor, si eres virgen.
La empujó bruscamente hacia unas pieles, junto a la pared de la carpa… Kora tuvo que caminar torpemente, separando las piernas, por la rejilla en su entrepierna.. Otra esclava estaba allí, atada de pies y manos y al verla se encorvó un poco a un lado, para hacer espacio a Kora.
El Amo de Kora comenzó a atarle los tobillos juntos, pero ella gritó:
- Amo, si haces eso, la rejilla dañará mi carne y seré menos valiosa.
El gigante barbudo frunció el ceño, gruñó algo y volvió a atarla con los tobillos cruzados y sus rodillas dobladas... Kora se preguntó si eso era una mejora, porque ahora podría sentarse, pero sería muy difícil acostarse para dormir, ya sea sobre su espalda, su estómago o de lado.
Cada vikingo tenía su esclava personal, completamente sumisa, para atender sus necesidades personales… Kora vio a su Amo, que no se molestó en salir fuera de la tienda a orinar… Su esclava sostenía un cuenco para que orinase y le tomaba su gran polla con la mano... Y ella, al final, después de orinar, limpio con su lengua la polla del Amo.
Luego, la esclava del Amo le sirvió en la cena y después comió ella y trajo la comida para que otros esclavas comiesen... A cada esclava se le permitía usar sus manos para comer y también se le permitía gatear, lo mejor que pudiera, para salir fuera de la tienda y hacer sus necesidades… Luego, cada una volvía a su puesto y esperaba ser revisada en sus ataduras.
Kora no podía ponerse cómoda y no podía dormir… La otra esclava, no virgen, dormía profundamente… Finalmente, en su desesperación, Kora usó sus manos atadas para soltar la hebilla del cinturón que llevaba cintura… Trató de posicionarse para que la rejilla de hierro pudiera salirse de su entrepierna, pero no lo logró porque las correas de las piernas la mantuvo apretada… Los extremos del cinturón, sin embargo, cayeron al frente de ella, y no hubo forma de que ella pudiera coger y para volverlos a dejar como estaban.
Por supuesto, por la mañana, su desobediencia fue descubierta… Su Amo no le dijo nada… Simplemente, él, reajustó el cinturón tan fuerte como pudo, tanto que Kora sentía que apenas podía respirar… Luego la desató de manos y pies y con su esclava personal, llevó a Kora a un poco de distancia de la carpa donde estaba, hasta un lugar donde la orilla era muy rocosa.
El Amo obligó a Kora a acostarse, boca abajo sobre las piedras y su esclava le entregó dos lanzas… Con una de ellas ató las muñecas de Kora, muy separadas, al eje de una lanza… Luego, ató sus pies, también muy separados, al eje de la otra lanza… Ahora, tenían espectadores… Unos veinte vikingos y otras tantas jóvenes esclavas.
Para evitar que Kora levantase su cuerpo de las piedras, su Amo usó dos lanzas más para tensar las anteriores lanzas, estirando así el cuerpo de la esclava.
Ahora vendría el castigo… Esta vez, su Amo usó un látigo de buey de cuero, y la azotó salvajemente desde su cuello hasta sus pies… E incluso golpeó tanto las plantas de sus pies, que hasta que dudó si ella podría caminar otra vez… En varios lugares, el látigo dejó marcas de sangre sobre la tierna piel de sus costillas, debajo de sus brazos, entre las piernas y en ambas nalgas, lugar donde los latigazos fueron allí más severos.
Por fin, cuando Kora perdió la fuerza para gritar, paró el castigo y la dejó allí para que asumiera sola, el dolor infligido.
Mas tarde, ella fue vagamente consciente de que los vikingos estaban empacando su carpa, cargando su nave, preparándose para partir… La marea llegó y el agua fría y salada salpicó los pies de Kora… Pronto las olas rompientes se precipitaron por sus piernas abiertas y salpicaron de agua a través de la parrilla de hierro que protegía su castidad… Sus numerosas laceraciones le picaron ferozmente cuando el agua salada las alcanzó… Y cuando la marea subió aún más, Kora se encontró esforzándose por levantar la cabeza, conteniendo la respiración cada vez que se rompía la ola, para que no ahogarse en el agua de mar... Ella casi lo deseó, sólo para fastidiar a su cruel Amo.
Por fin, los vikingos reflotaban su nave, y Kora fue liberada y llevada a bordo del barco… En el mar, como obviamente no hay posibilidad de escapar, las esclavas rara vez estaban atadas.
Los vikingos no tenían esclavos de remo, como tal… Al entrar en combate, ellos remaban su propia nave con sus escudos desplegados a lo largo de los lados de la nave y de ahí saltaban de sus bancos para luchar… Pero, con un barco lleno de mujeres, y sin entrar en combate, las pusieron a remar cada vez que el viento era adverso, que era la mayor parte el tiempo.
Con su culo magullado por los latigazos recibidos y con costras, era muy difícil para Kora sentarse y remar, por lo tuvo que tirar de su remo puesta en pie… De esta forma los músculos de su espalda, piernas y vientre se convirtieron, primero, adoloridos, y luego más fuertes... Su Amo bromeó con su compañeros que ella tendría que ser engordada, antes de que se vendiera.
Mientras remaba, Kora no pasaba frío… Cuando descansaba, y nunca había espacio suficiente para tumbarse, Kora estaba casi siempre en contacto con el frío y húmedo ambiente reinante en la nave… Pero cuando el barco siguió su camino a lo largo de la costa de Iberia, más allá de las columnas de Hércules, a Kora le dieron una capa, a fin de preservar su preciosa piel clara del sol… Los vikingos sabían que cuanto más blanca fuese la piel de la esclava, mejor sería su precio en el mercado de esclavas.
En la travesía hubo un tiempo en que Kora estuvo casi celosa, al ver a su Amo follando a otras esclavas, ya que no hay privacidad en un barco y se ve todo.
Su esclava personal parecía disfrutar, gritando lo bien que la follaba… Eso pareció desalentarla, y máxime cuando observaba como follaba a otra esclava tres o cuatro veces, antes de volver a su cama a dormir.
Hubo un momento durante la travesía en que su Amo había bebido mucho o estaba de mal humor y buscó a Kora y la dobló a través de un banco de remos, intentando metérsela por el culo.
Ella apretó sus músculos, resistiendo su entrada, hasta que éste cogió un clavo grueso de la carpa y se la metió por el culo... Ella gritó desesperada pensando que seguramente debía estar sangrando, y suplicó su Amo que se detuviese... Éste le quitó el grueso clavo de la carpa y la reemplazó por su gran polla.
Kora aullaba de dolor, mientras su Amo la penetraba por el culo de forma salvaje… Le dolió mucho y estaba segura de que su esfínter quedaría desgarrado y sangrando... Cuando, por fin, el gigante se retiró, forzó a Kora, a base de fuertes bofetadas, a usar su boca para quitar la sangre, el semen y la mierda que ensuciaban la polla del vikingo.
A partir de ese momento, Kora nunca más se molestó por la atención que su Amo le daba a la otras esclavas… Mientras ellas profesaron amarlo, elogiaron su hombría, dijeron lo maravilloso que era tener su polla dentro de sus coños, llenándolas de semen y dándoles gran placer, ella lo odiaba.
Una esclava incluso comentó que estaba celosa, porque el Amo, al parecer por aburrimiento, pasó toda una tarde torturando a Kora… Había ido a tierra por agua y saqueo, y había encontrado muchas ortigas... Las ortigas están cubiertas con innumerables pelos pequeños y venenosos que al penetrar en la piel suave, causan gran picazón y ardor.
El Amo llamó a Kora y aflojó su rejilla de hierro lo suficiente para rellenarlo con ortigas… El coño de Kora transmitió de inmediato, abrasadores dolores... Todos los vikingos se rieron al ver a Kora rodando por el suelo, agarrándose a sí misma, gritando de frustración, arañándose su entrepierna forrada de hierro, incapaz de rascarse.
Más tarde, cuando fue asignada a remar, su Amo la obligó a sentarse sobre las ortigas, que una vez más le causó agonías de dolor intenso por lo que ella deseó estar muerta… Sin embargo, se dio cuenta que a los hombres crueles les gustaba verla sufrir y desde ese momento se esforzó al máximo para intentar demostrar que las ortigas amortiguaban el duro remo sentada en el banco… Y así logró que ya no lo volviese hacer.
Cerca de Chipre, Kora fue vendida a un traficante de esclavos sirio, que esperó hasta que tuvo su período mensual, para demostrarle a un comprador que ella no estaba embarazada… Este traficante la vendió a un rico musulmán egipcio, y cuando ella quedó embarazada, el hombre la liberó como esclava, como lo exige la ley islámica, y la tomó como su tercera esposa… Ella le dio un hijo, el primero.
Cuando Kora se recuperó del parto, Mohammed, que así se llamaba su esposo, decidió celebrar el nacimiento de su primogénito comprando regalos a sus esposas… Un buen musulmán debe tratar a todas sus esposas por igual.
Salieron a la ciudad de compras y la primera esposa, Haala, pidió y obtuvo un magnífico vestido bordado de oro… La segunda, Zaina, eligió una gruesa cadena de oro... Pero Kora, al pasar por el mercado de esclavos, cambió de idea y le dijo a Mohammed:
¿Me comprarías un esclavo para mí?
Por supuesto, mi amor, si eso es lo que quieres… Quizás podría encontrarte una buena chica de Gaza o Arabia.
No, honrado esposo,… contestó Kora… - Quiero ese esclavo… Señaló a un sucio hombre, encadenado junto a otros.
Mi amor, le dijo Mohammed,… - son piratas capturados, que sólo sirven para remar galeras.
Quiero a ése… Señaló a su antiguo Amo, quien, incluso si se hubiera molestado en mirar, no la hubiera reconocido detrás de su velo, con su cabello rubio cubierto.
Pero, ¿Por qué quieres un esclavo?, le preguntó su esposo.
Mohammed, mi señor, tú sabes que uno de mis trabajos consiste en tirar del caballo que gira en la noria para sacar el agua del pozo… Muy a menudo siento que ofendemos a Alá por ser cruel con el animal al azotarlo para que siga trabajando… ¿No sería mejor guardar al animal y en su lugar poner a ese perro infiel?… Alá no lo contará en nuestra contra por azotar a ese perro infiel para que rinda al máximo en su trabajo.
Mohammed sonrió y le dijo:
Tienes razón… Estoy muy contento de que muestres tal piedad, tal caridad por el caballo… Es malo castigar a un animal y tu idea es acertada… Y me gusta como has aceptado las leyes de Alá.
Ese bárbaro sabe mi idioma y entenderá perfectamente las ordenes que le dé… Él podrá arar el jardín y sacar el agua del pozo, trabajando sin descanso hasta desfallecer cada día, sin compasión alguna… Y pobre de él si no rinde lo que deseo que rinda… Así tendré más tiempo para amamantar a tu hijo y criarlo como tú deseas... Gracias, Mohammed, por darme ese placer.
Muy bien, Anshe'Allah… Lo compraré por ti… Por supuesto que tendrá que ser capado totalmente.
Oh, si… Eso es necesario… Por supuesto… Y debes hacerlo antes de traerlo a casa… Además, él estará siempre desnudo para poderlo azotar en cualquier parte de su cuerpo y no ofender nuestra vista… y si fuese necesario le pondríamos cadenas, también… Gracias, querido esposo por este hermoso regalo que siempre he soñado tener,… dijo efusivamente Kora… Qué maravilloso será tener nuestro propio eunuco.
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