Venganza sale mal
Tras lo ocurrido en la playa, Roberto intentará vengarse sin pensar que fuera a salir tan mal la cosa.
Bety se encontraba en la tumbona de su casa tomando el sol, aquel día estaba sola ya que su madre y sus primos se habían marchado a comprar.
—
Que gusto estar sola por un día—dijo bebiendo su refresco.
En aquella zona aislada, los chalets tenían paredes altas para evitar robos y sobretodo, tener mucha intimidad ya que los que vivían allí tenían mucho dinero. Bety estaba un poco cachonda ya que estaba a solas y hacia mucho tiempo que nadie la tocaba.
Deslizó sus manos a su entrepierna, tocando suavemente su mata para excitarse un poco más, luego introdujo sus dedos dentro de su cavidad dejando escapar un pequeño gemido que fue incrementando con el paso de los minutos.
—
Joder si...una buena polla es lo que necesito—dijo aumentando la velocidad.
Sus dedos se volvían locos dentro de ella mientras cerraba las piernas con fuerza por la intensidad, su respiración era jadeante y con la mano libre se apretaba los pechos, los cuales ya tenían los pezones duros.
Finalmente, tras unos minutos orgásmicos, dejo escapar una gran fuente de chorros que mancharon tanto su bikini, como su toalla.
—
Fiuu...ha sido increíble para no haber tenido que usar el satysfayer—dijo secándose las manos.
Ya en pie, miro a un lado y al otro, realmente se estaba sola allí. Una sonrisa se dibujo en su rostro y aún cachonda, se desprendió de su bikini dejando su cuerpo al aire.
—
Si, mucho mejor—fue caminando a la piscina como una modelo y asegurándose de menear bien sus nalgas como si alguien la estuviera viendo.
Nada más lejos de la realidad ya que Roberto, el chico de su clase y ya con las pelotas recuperadas, había observado todo, se arrepintió de no haber cogido el teléfono. Había estado paseando por la zona solo con las chanclas y un bañador.
—
Maldita perra, te haré pagar por mis huevos—dijo apretando su polla por encima del bañador empalmado por lo que había visto.
Bety se lanzó al agua y comenzó a nadar haciendo brazadas mientras sus tetas y coño estaban en la superficie. Roberto veía una diosa nadar sin pudor alguno, y con cuidado, logró sobrepasar el muro que separaba la calle de la casa.
Fue con cuidado por las plantas que tapaban aquella parte del jardín y esperó el momento oportuno.
Bety salió del agua ya cansada de nadar y se dio una ducha para aclararse el pelo y quitarse el cloro.
—
Que gusto—no dudo un momento y alcachofa de la ducha en mano, se la llevó hasta el coño donde disfruto de los chorros de agua mientras dejaba escapar gemidos.
Roberto decidió aprovechar ese momento para dar un rodeo y posicionarse cerca, esperando el momento adecuado para saltar sobre ella. Fue pasado un par de minutos cuando se secó por completo una vez se masturbó en la ducha.
—
Voy a comer algo—dijo hablando sola y con una sonrisa, tenía hambre.
—
¡Vas a comerme el rabo cacho perra!—saltó sobre ella tirándola al suelo mientras daba un grito asustada.
Forcejearon un poco, Bety a pesar de ser tan pequeña, tenía bastante fuerza.
—
¡Sueltame asqueroso!—pero no podía resistir tanto.
—
Hoy vas a pagar...grita todo lo que quieras, aquí no te va a escuchar nadie. Sino han oído tus gemidos de puta, mucho menos lo que te voy a hacer—le dio un tortazo tan fuerte que la dejó sin fuerzas.
Ella estaba boca abajo, sin fuerzas y desorientada. Roberto se quitó el bañador dejando su polla al aire. Debido al tiempo que paso con los huevos hinchados por lo de la playa, no pudo masturbarse y sus pelotas estaban enormes. Su polla aunque erecta, no era tan grande.
Arrojó el bañador cerca de ella para que viera lo que se le venía.
—
Voy a disfrutar mucho con este culito—le introdujó un par de dedos haciendo que gritase.
—
¡Te lo ruego, en el culo no, te la chupare o te masturbaré pero ahí no!—dijo entre lágrimas.
Pero Roberto no iba a tener piedad, no después de ver sus huevos que reclamaban venganza. La tomó de las nalgas y empotró bien fuerte su polla que entro de golpe generando un fuerte dolor en sus entrañas y haciendo que gritase.
—
Si...menudo placer follar este culo...si...—entraba y salía dejándose llevar, enseguida iba a llegar a correrse, cualquiera se correría tan pronto con aquel culito.
Bety, derrotada y boca abajo, posicionada sobre cuatro patas, solo le quedaba llorar en silencio esperando que acabase aquella pesadilla. Entonces, de reojo vio su salvación, eran los huevos del joven que se balanceaban hacia adelante y atrás.
Sin dudarlo, llevo su mano con las pocas fuerzas que le quedaban y aprovechando que este miraba al cielo disfrutando de aquel polvo. Las envolvió en su mano y apretó tan fuerte que hizo temblar las piernas del chico.
—
Arrhhh, mis huevos—dijo tratando de pegar un puñetazo a la joven pero el siguiente apretón lo dejó sin fuerzas.
Lo tenía agarrado de la base y su pene salió de su culo al perder la erección volviendo a estar flácida.
—
Maldito...asqueroso...violador...—tenía los ojos inyectados en sangre.
Retorció el escroto un par de veces ante las súplicas de este.
—
Por favor...para...no...—decía entre llantos y gritos.
—
Una mierda—retorció más asegurando la zona de dolor.
—
¿Qué esta pasando aquí?—preguntó una voz. Era su madre.
—
Este cerdo que me ha violado el culo—contestó ella.
Su madre se acercó y le hizo que soltase el escroto ante la incredulidad de su hija, pero finalmente lo logró haciendo que el chico se encogiera agarrando sus partes.
—
Jovencito, tienes que prestar atención—le agarró de la oreja como a un niño y le hizo ponerse de rodillas con los huevos muy gordos por el hinchazón.
Estuvo ahí parado recibiendo un sermón sobre que estaba mal hacer aquel tipo de cosas, este solo aguardaba en silencio y lloraba mientras sus huevos estaban mal.
—
No llamaré a la policía, pero que no te vuelva a ver por aquí ni cerca de mi hija, ¿entendido?—preguntó esta.
—
Si...lo prometo—respondió.
Bety no podía creer que su madre fuera tan poco estricta, tenía ganar de patear aquellos huevos y ponerlos de corbata. La mujer le arrojó el bañador por encima del muro.
—
Ahora ve a buscarlo fuera y largo de aquí—ordenó esta.
Roberto suspiró aliviado de haberse librado de un mal mayor, miró a Bety que tenía cara de pocos amigos y apretaba los puños. Subió por una escalera de madera que le prestó Miriam.
—
Como duelen—pensó mientras subía los peldaños, ya veía la calle.
—
Ups—escuchó de Miriam.
Entonces vio como la escalera se iba a caer, la mujer había pateado esta para hacerle caer. Viendo que no le quedaba otra, saltó con todas sus fuerzas, pero al hacerlo tan rápido, tuvo tan mala suerte que cayó con los huevos en el único cactus que había en todo el jardín dando un fuerte grito de dolor.
Bety al verlo se echó a reír, estaba gracioso porque era como en los dibujos animados. Entonces vio que su madre sonreía, esta le guió un ojo, ahora entendía todo. Lo había planificado desde el principio.
—
Llamaré a una ambulancia—dijo yendo hasta el teléfono.
En el hospital lograron salvar sus pelotas por muy poco aunque no se libró de la humillación ya que las enfermeras y el personal se rieron de él ante tal situación. Y no solo de sus huevos, sino también de su pequeña polla. Bety fue a visitarle cuando ya se podía.
—
¿Qué haces aquí?—preguntó este asustado ya que no se podía ni mover.
—
Tranquilo, te traigo un regalo—dijo insinuando.
—
¿Cuál?—preguntó con miedo.
—
Esto—sacó un cactus y lo puso encima de la mesa antes de irse riendo.
Roberto se quedó llorando por la humillación sufrida y nunca más volvería a meterse con las chicas.
Fin