Venganza recíproca

La mejor forma de superar una infidelidad es... la venganza y ojalá de manera inmediata. Hagan la prueba y me cuentan...

VENGANZA RECIPROCA

Como lo he contado en otros relatos, mi esposa se llama Clara y es una trigueña de aproximadamente 1.60 de estatura, ojos grises y hermosos, sonrisa agradable, un cuerpo bien proporcionado, con un trasero que es mi adoración y despierta más de un suspiro a quienes lo observan. Acaba de cumplir 36 años y ya llevamos 11 años de casados. Desde hace varios años trabaja en ventas en una importante compañía multinacional y le encanta participar en todos los eventos sociales a los cuales es invitada y organizar todo tipo de actividades que impliquen baile, algo que disfruta muchísimo.

Destaco esta cualidad, ya que precisamente a raíz de la misma ocurrió lo que voy a contarles, que pasó en las fiestas de finales del año anterior, durante las cuales las vecinas del sector donde vivimos decidieron organizar una fiesta comunal, que tenía como plato fuerte un asado y un baile, en el cual podían participar todas las familias que quisieran. El día del evento mi esposa se vistió con unos jeans bastante apretados, que hacían ver bastante provocativo su trasero, una blusa escotada que dejaba ver gran parte de sus senos y una pequeñísima tanga. Desde que comenzó el baile, mi esposa era el centro de todas las miradas y debo confesar que esa situación me tenía un poco incómodo, aunque no dejaba de causarme cierta excitación ver a los vecinos cómo miraban disimuladamente el culo de mi esposa y la sacaban a bailar constantemente. Como difícilmente podía bailar con ella, me puse a conversar con un grupo de amigos, dentro de los cuales se encontraba una vecina que me caía muy bien y que también estaba muy buena, por lo cual despertaba los celos de mi esposa, quien para disimular decía que no le gustaba, ya que le parecía vulgar la forma como se vestía. Cuando mi esposa me vio conversando con ella, terminó la pieza que estaba bailando, se acercó a mí y me dijo al oído que no quería verme más con esa señora. Yo le dije que no estaba haciendo nada malo y enseguida noté que a ella no le gustó para nada que no le hiciera caso, por lo cual comenzó a bailar y a coquetear descaradamente con un muchacho bastante joven, hijo de una de las vecinas con quien ella se llevaba mejor, al tiempo que aumentaba la rapidez con que bebía cerveza, que era la bebida que estábamos consumiendo.

Como a las dos horas de estar en esas, yo hablando y también bailando de vez en cuando con la vecina que les cuento y mi esposa bailando y coqueteando, hablando al oído de su juvenil compañero, me di cuenta que mi esposa estaba bastante eufórica, seguramente por la gran cantidad de cerveza que había bebido y me miraba constantemente, al tiempo que se pegaba más a su pareja, con el propósito de darme celos. En esas un vecino me pidió que le ayudara a traer más cerveza y cuando volvimos no vi a mi esposa, por lo cual pensé que debía haber ido al baño. Decidí aprovechar yo también para entrar al baño de nuestra casa y cuando ingresé a la misma escuché voces apagadas en el segundo piso, por lo cual me imaginé que mi esposa había entrado con alguna vecina. Lentamente subí las escaleras y al poner cuidado me di cuenta que los ruidos provenían de la alcoba que teníamos para las visitas. Poco a poco me acerqué y cuando logré asomarme aprovechando que la puerta estaba abierta, me llevé la sorpresa de la vida. Mi esposa y el muchacho con quien estaba bailando estaban besándose y acariciándose. Aprovechando que desde mi posición ellos no podían verme y en cambio yo si podía observarlos y escucharlos perfectamente, decidí quedarme para observar el espectáculo.

Escuché que mi esposa animaba constantemente a su joven pareja, pidiéndole que la acariciara con mayor intensidad. El respiraba con dificultad, por la gran excitación que tenía. Después de un corto pero intenso toqueteo el muchacho se separó de ella y comenzó a desabrocharle el apretado jean, al tiempo que no le pasaba las manos por el culo y las tetas, lo que ponía cada vez más arrecha a mi esposa. Ante las súplicas de mi esposa para que se apurara, terminó de bajarle el pantalón por completo y luego la alzó y la sentó en la cama que había en la alcoba. A pesar de las torpes caricias que le propinaba el inexperto muchacho, observé que mi esposa estaba al borde del orgasmo, ya que los labios de su raja estaban hinchados y brillantes, completamente empapados de líquidos, que ya le escurrían hasta el mismo agujero del culo.

Como el chico no se atrevía a pasar a mayores, mi esposa le tuvo que pedir que le acariciara la cuca con la boca. Se notaba que el muchacho jamás lo había hecho, ya que ella tuvo que dirigirlo. Cuando por fin el chico le pasó la lengua por encima del alargado clítoris antes de comenzar a chupar, mi esposa pegó un alarido y cerró las piernas alrededor de la cabeza de él, haciéndole perder el aire. El empezó a chupar y a chupar, respirando con dificultad, hasta que mi esposa le inundó la boca con su abundante venida. Luego mi esposa se bajó de la cama y acostando al chico rápidamente le desabrochó el cinturón y los pantalones y empezó a tratar de quitárselos, pero no podía bajarlos. Entonces él le ayudó, quedándose solo en pantaloncillos. Pronto se los quitó también y entonces pude ver claramente que la verga del muchacho no era muy gruesa, era más bien delgada, pero eso sí, era bastante larga, debía tener unos 20 centímetros, además estaba parada y dura como una barra de acero y completamente brillante de los jugos que escurrían de su pequeña cabeza.

Mi esposa se enloqueció de excitación al ver el parado miembro, abrió su boca introduciéndose más o menos unos diez centímetros y comenzó a chuparlo, empapándola de saliva mezclada con los abundantes jugos que manaba la delgada vara. Muy rápido los testículos del muchacho comenzaron a encogerse, por lo cual me imaginé que iba a venirse en la boca de mi esposa, pero ella no lo dejó, apretándole el miembro en la base, con lo cual le cortó la venida. Alcancé a escuchar que le dijo que aguantara, que prefería que descargara su ímpetu juvenil en su concha. Sabiendo que si no actuaba con rapidez el chico se podía venir le dijo: quietico, yo me hago arriba, quiero controlarte para que no te vengas muy rápido!!

El le respondió que bueno pero que se apurara, que se iba a morir del dolor en los cojones, que tenía que venirse o le iban a explotar. Entonces mi esposa, abriendo sus piernas puso el tenso miembro de él a la entrada de su peluda y empapada raja y lentamente, arrodillándose con suavidad, se metió la larga verga hasta el fondo, luego de lo cual los dos comenzaron a gemir con mayor intensidad. Ella se quedó quieta, esperando que su vagina se acoplara al delgado miembro, dejando que sus jugos lo bañaran por completo. Durante ese tiempo no dejaban de acariciarse con desesperación, de pronto ella tomó aire, puso sus manos sobre los hombros de él y, flexionando las caderas con suavidad, empezó a meter y a sacar la tiesa verga del chico dentro de su gruta. El muchacho solo alcanzaba a abrir los ojos de vez en cuando para ver cómo el miembro se colaba en la húmeda cueva de mi esposa. Poco a poco el ritmo se fue acelerando, al punto que mi esposa prácticamente cabalgaba, con una violencia inusitada, sobre el chico. Yo observaba cómo la cabeza de la verga casi salía por completo de su vagina y de repente volvía a entrar hasta el fondo. La madeja de pelos de la concha de mi esposa estaba completamente empapada y los jugos corrían abundantemente por el tronco de la larga verga.

Finalmente la endemoniada cabalgata acabó la resistencia del chico, quien comenzó a gritar que se iba a venir. Esta vez mi esposa no lo contuvo y desde mi posición pude ver cómo se comprimían los testículos del muchacho en el culo de mi esposa y cómo el largo y brillante aparato comenzaba a escupir semen en lo más profundo de la vagina de mi esposa. Seguramente la juventud del muchacho y la forma abrupta como mi esposa le cortó la venida cuando se lo estaba haciendo de manera oral, hicieron que su venida fuera absolutamente descomunal, por lo cual el semen comenzó a salir a borbotones por los bordes de la raja y escurriendo por el tronco de la verga terminaba formando un charco en la cama.

Para mí había sido suficiente. Excitado salí de la casa y me fui a buscar a mi vecina. Entonces comencé a bailar con ella y a coquetearla, con el ánimo de seducirla, para tomar venganza de mi esposa. Como a los quince minutos vi salir a mi esposa de la casa, con el chico, bastante alegres por cierto. Al verme, el chico se cortó totalmente y se fue a conversar con su familia, mientras mi esposa me observaba con furia, al ver que estaba bailando con la vecina. Para darle más celos comencé a bailar mucho más pegado a ella y a hablarle al oído, mientras mi esposa bailaba con otras personas, ya sin mucho entusiasmo, seguramente satisfecha o cansada por el tremendo polvo que había disfrutado. Luego de un rato noté que mi vecina, bastante alegre por todo lo que había bebido, comenzó a responder a mis coqueteos y en uno de los bailes, estando bastante pegados, me dijo al oído que iba a entrar a su casa y que si me le podía escapar a mi esposa, me esperaba para que nos tomáramos una cerveza, aprovechando que su esposo no estaba.

Excitado como me encontraba por lo que había visto hacer a mi esposa le dije que bueno, que ya iba y entonces esperé un descuido de mi esposa y me metí en la casa de mi vecina. Tan pronto entré se me abalanzó y agarrándome por el cuello comenzó a besarme con una pasión incontenible. Me dijo que al fin lograba su propósito de seducirme, que al fin podría desquitarse de mi antipática esposa, que estaba loca por hacerme el amor. Me abrazó, jugando con su lengua sobre mi oreja. Se me cerraron los ojos cuando noté una mano que empezaba a recorrer mi pierna, formando círculos que ascendían en busca de mi verga. Ana, como se llamaba mi vecina, me hizo levantar, con lo que apareció a la vista el bulto que tenía en los pantalones, me giró y comenzó a besarme en la boca. Yo busqué sus pechos y sentí sus pezones de punta y duros como una piedra.

Comencé a desnudarla. Quería ver esos pechos que me estaban poniendo a mil, quería lamerlos y estrujarlos con mi boca. Ana me ayudaba a quitarse la ropa, el vestido que tenía puesto era de una tela muy delgada, por lo que sentí claramente sus bragas mojadas. Empecé a acariciarle el sexo sobre su vestido, y noté cómo se abría ligeramente de piernas. Ana se había quitado la blusa y el sujetador sin dejar de besarme, y entonces dio un paso atrás. Me incliné sobre su pecho desnudo y empecé a acariciarle los pezones y cuando menos lo esperaba, me los metí en la boca. Ana gimió y cerró los ojos mientras yo buscaba su sexo bajo el vestido.

Ana se retiró para quitarse el vestido por completo, quedándose solamente con unas braguitas tipo tanga. Entonces, vi que Ana tenía una concha tan peluda como la de mi esposa, que para nada podía ser cubierta por la minúscula prenda. Desde ese momento perdí el control y no dejaba de pensar en cómo luciría esa tremenda mata de pelos cuando le quitara, ojala yo mismo, la pequeña tanga. La verga me estallaba dentro del pantalón, así que decidí quitármelo. La erección que tenía me sorprendió a mí mismo. Ana se acercó y cogió mi cabeza para dirigirla sobre sus tetas. Yo no me demoré mucho, ya que tenía otra cosa en mente: hacer realidad el sueño de bajarle la tanga. Por poco me vengo cuando lo logré! Qué panocha tan espectacular! Efectivamente lo que describí antes se quedó corto. Los vellos se amontonaban en gruesas y largas capas formando una maraña impresionante y no solo subían hasta el ombligo, sino que bajaban hasta el culo, donde se arremolinaban en una mata impresionante, de un color amarillo intenso. No paraba de contemplarla cuando Ana agarrándome por la cabeza me clavó la cara en su encharcada gruta, de la cual brotaban líquidos como de un manantial. Con la lengua empecé a abrirme paso entre esa maraña de pelos hasta alcanzarle el clítoris. Cuando le pasé la lengua por encima antes de comenzar a chupar, pegó un gemido y cerró las piernas alrededor de mi cabeza, quitándome el aire. Empecé a chupar y a chupar, respirando con dificultad, hasta que en menos de un minuto me inundó la boca con una venida copiosa, que me empapó la cara.

Entonces Ana comenzó a besarme las tetillas y todo el cuerpo, bajando en busca de mi verga, que en ese momento la sentía a punto de reventarse de lo parada que estaba. Al fin llegó a ella y comenzó a darle un suave masaje con la mano, al tiempo que me exprimía con mucho cuidado los cojones. Luego de un largo minuto sentí que su boca hirviendo se introdujo la cabeza de mi verga y comenzó a subir y a bajar por el tronco empapándolo de saliva mezclada con los abundantes jugos que manaba. Yo no resistía más, así que le pedí a Ana que no siguiera, o le llenaría la boca de leche, que prefería inundarle la hermosa concha, que me tenía obsesionado. Así que Ana se retiró, dejándome la verga y los cojones completamente embarrados de crema. Para retrasar un poco la venida y disfrutarla al máximo, comencé a besarla introduciéndole la lengua en su boca hasta donde más podía. Luego comencé a bajar, acariciándole el cuello y deteniéndome en los pezones. Cuando se dio cuenta que iba a seguir bajando me dijo que no aguantaba más, que necesitaba con urgencia sentir mi verga en lo más profundo de su gruta.

Despacio la fui acostando boca arriba sobre la alfombra de la sala, para poder admirar esa concha que me tenía loco. Con lentitud fui acercando mi falo a la entrada del empapado túnel y sin penetrarla comencé a frotarle los labios de arriba abajo. Ana empujaba hacia arriba deseando enterrarse el tronco de una sola vez, pero yo reculaba, hasta que no pude aguantar más y comencé a introducirla muy despacio, centímetro a centímetro. Quedé aterrado del calor que emanaba de esa cueva, parecía que estuviera metiendo mi verga en un horno, eso sí bastante cremoso y resbaloso. Cuando sentí que mis pesadas bolas se acomodaban en la tupida alfombra de pelos que era el culo de Ana, ésta exhaló un suspiro de alivio.

Solo cuando Ana comenzó a moverse nuevamente, empecé a sacarlo y a meterlo. En cada embestida lo sacaba casi hasta el final y luego lo empujaba hasta el fondo. Por curiosidad quise ver como se veía mi verga entrando y saliendo de esa hermosa raja, para lo cual me levanté un poco. Casi me vengo en ese instante cuando observé mi verga, cada vez que la sacaba, completamente empapada de una crema blanca y espesa y al mismo tiempo cómo la frondosa madeja de pelos se pegaba por completo al tronco cuando este salía. Esta visión, más los intensos gemidos que emitía Ana, me hicieron acelerar el ritmo de la cogida. Cada vez me resultaba más difícil contener la venida, aparte de que Ana me decía que ya se había venido varias veces y me suplicaba que le llenara la cueva de leche.

Cuando comencé a sentir que mis huevos se encogían y bajaban casi hasta meterse dentro de la cueva de Ana adiviné que el momento culminante había llegado. Le grité AHORAAA!!! Y le clavé con fuerza una estocada hasta lo más profundo. Bajando por la columna sentí una especie de espasmo y de lo más profundo de mi cuerpo comenzaron a brotar largos y potentes chorros de semen que debían salir como fuego líquido, ya que Ana se contorsionaba como si la estuvieran quemando con un hierro caliente. Podía sentir cada lechazo cuando hinchaba mi verga y salía como un disparo alojándose en lo más profundo de su vagina, mientras que ella gritaba como una loca pidiendo más y más. Yo seguía metiendo y sacando mi verga, disparando semen que rebosaba la gruta de Ana y salía a borbotones por los costados y por el borde inferior de la vagina que daba contra el culo. Poco a poco nos fuimos relajando, hasta que mi verga por lo resbalosa se salió de la maravillosa concha de Ana, dejando brotar una verdadera cascada de semen que le escurría por la ingle, resbalaba por el culo y se depositaba en la alfombra.

Esa noche, al acostarnos, mi esposa me intentó hacer el reclamo por haber coqueteado con su odiada vecina y entonces yo le dije que si pensaba que no me había dado cuenta lo que ella había hecho en el cuarto de huéspedes con el vecinito. Ella asombrada abrió los ojos y no pudo replicar nada!! Estando mano a mano, no nos quedó otra que… hacer el amor!