Venganza parte 2
La venganza culmina con la humillacion final
Por culpa de su nula experiencia con tacones avanzamos despacio, y quiero alejarme mucho de la casa para buscar un lugar mas privado, así que la hago caminar durante tres horas sin apenas parar a descansar. Pasado ese tiempo, el que se cansa soy yo.
-Vamos muy retrasados, así que tendremos que correr un poco para recuperar el ritmo.
Sonrío ante su expresión de incredulidad, realmente duda que lo haga, por lo que casi se cae al suelo cuando pongo al caballo a un suave galope. Yo no se galopar de verdad, pero una zancada grande del caballo es mas que suficiente para hacer correr a la zorra, que es lo que realmente busco.
Diez o quince minutos después alcanzamos un pequeño bosque de arboles bajos y me detengo, desmonto, desato la cuerda de la silla y me olvido del caballo, que haga lo que quiera. Estiro de ella hacia el interior del bosque, pues no es libre de hacer lo que quiera, y busco alguna zona minimamente despejada de vegetación
Me detengo en un claro bastante amplio, desato la cuerda de su cintura y la ato a la cadena de las esposas, después la lanzo hacia arriba hasta que logro que pase por encima de una rama gruesa, la recojo al caer al suelo, estiro hasta que la zorra se inclina hacia adelante con los brazos levantados hacia atrás y ato la cuerda con un nudo provisional. Con sus apagados quejidos por el dolor de los hombros como música, busco dos piedras grandes y las pongo a ambos lados de ella, de forma que le hagan de plataformas de un palmo de altas; para terminar desato la cuerda y estiro con fuerza, levantándola del suelo. En seguida se da cuenta de lo que pretendo y apoya un pie en cada piedra, manteniendo las piernas bien separadas, pero los hombros en una postura un poco mas natural. Satisfecho, ato la cuerda con mas firmeza y acaricio su precioso culo con calma, saboreando el momento.
Me quito el que sera mi cinturón favorito en el futuro y sin preámbulos doy un azote en su expuesto culo, pierde pie por la sorpresa y gime de dolor. Con calma espero a que vuelva a subirse a las piedras y recupere una postura estable para volver a azotarla; esta vez se mantiene firme, así que el tercer azote no tiene porque esperar. Tras cinco azotes sin caerse decido pasar a mayores, cambio el cinturón por una varilla de madera y azoto sus tetas; intenta gritar con fuerza, pero tras diez azotes no pierde pie, así que me aburro y la azoto entre las piernas. Esta vez grita, llora y pierde pie, logro un pleno, por lo que la azoto de nuevo en cuanto recupera la postura. Varios azotes después, y varios descansos para que se vuelva a subir a las piedras, dejo la vara, pongo una mano en cada cadera y la penetro; a ella le gustaba despacio, así que la satisfago con fuertes y bruscos empujones, pero me detengo cuando siento que llego al final para no acabar demasiado pronto, me tomo unos segundos para relajarme y meto dos dedos en su vagina para lubricarlos.
Juego un poco con ella, trazo círculos con uno de los dedos, acercándolo poco a poco al ano, y finalmente metiéndolo dentro de su virgen culo. Es una zorra muy quisquillosa, muy abierta de piernas, pero muy cerrada de culo y boca. El momento de cambiar esa actitud tan cerrada ha llegado, así que meto un dedo mas y la masturbo hasta que siento que la presión en mis dedos disminuye, confío en haberla dilatado lo suficiente, saco los dedos y meto mi miembro. Aquí me dejo llevar por completo, estiro de su pelo hacia atrás con una mano mientras con la otra azoto el culo, y mientras tanto no paro de clavársela por detrás hasta que me corro dentro de ella.
Satisfechas mis necesidades, decido que ya se esta haciendo tarde. Aprovecho que la tengo tan dispuesta, le pongo un collar de cuero para perro bien ajustadito, desato la cuerda del suelo y disfruto al verla caer al suelo, gimiendo e intentando mover los hombros para recuperar la sensibilidad; me agacho, ato la cuerda al collar y la pongo en pie estirándola de su largo cabello negro.
-En marcha, el campamento no estará muy lejos.
Y así es. Unos pocos minutos después encontramos la pequeña tienda de campaña que tengo preparada. Me agacho y ato el otro extremo de la cuerda a una estaca que clave en el suelo frente a la entrada de la tienda. Después dejo dentro la bolsa de los juguetes y saco otra.
-Es tarde y hay que cenar. Ni que decir tiene que no quiero oírte hacer el mas mínimo ruido con la boca – la sonrío – así que hazlo, por favor.
De un tirón le arranco la mordaza, y la dejo escupiendo sus bragas en el suelo y moviendo la mandíbula agarrotada mientras yo preparo su cena. Cuando vuelve a prestarme atención me mira sorprendida, abre la boca para protestar, pero se controla justo a tiempo y la vuelve a cerrar, se arrodilla frente al plato para perros, se inclina hacia delante y empieza a comer el pienso húmedo que le he puesto. Mientras tanto yo me ceno mi propio bocadillo en silencio.
En cuanto acabamos de cenar me agacho junto a ella, recojo sus bragas del suelo, le limpio los restos de pienso de su sucia boca, después se las empujo dentro y vuelvo a amordazarla con cinta adhesiva. Después la empujo al suelo, libero mi erección y me tumbo sobre ella; al tener las piernas libres se envalentona y patalea hasta que logro ponerme entre sus piernas, separándolas. Para ayudarla a calmarse le doy una bofetada en la cara apenas protegida por la cinta, pero como no funciona le doy otra, y una tercera, y sigo abofeteandola varias veces cuando deja de pelear, para asegurarme. Una vez domada, penetro a la zorra hasta que casi he terminado, salgo de ella y me corro en su abdomen.
Una vez estoy saciado, ato sus codos, sus rodillas y sus tobillos con mas cinta, le cubro los ojos, la tomo del pelo y la arrastro hasta el interior de la tienda de campaña, en donde nos tumbamos a dormir entre mantas para recuperarnos de un día agotador.
Me despierto mucho antes del amanecer, y en cuanto noto el cuerpo caliente que tengo a mi lado me viene otra erección, magnifica forma de empezar el día. Salgo de la tienda arrastrándola de nuevo del pelo, la obligo a ponerse de rodillas y después pego su cara al suelo. Sin soltarle el pelo la meto un dedo por el culo y la masturbo, en seguida empujo un segundo dedo y un gemido de protesta me confirma que se esta dilatando. En cuanto logro meterle tres dedos suelto su cabeza pero piso la correa con un pie, la sujeto por las caderas y le desvirgo el culo. Ella se queja bajo la mordaza, pero no tarda en resignarse, lo que me obliga a darle unos cuantos azotes en el culo para que siga deleitándome con sus gemidos. Esta vez me doy el lujo de correrme dentro de ella. Miro el reloj y compruebo que ya va siendo hora de terminar, desato sus piernas, pero esposo sus tobillos, recojo unas pocas cosas, y nos marchamos abandonándolo casi todo allí; tardaran días o semanas en encontrar nuestro nidito de amor.
Muy cerca del campamento esta el coche que alquile cuando llegue, pero al hacerla andar a ciegas, guiada solo por la correa, tardamos mucho en llegar hasta él; la meto en el maletero y luego conduzco durante un buen rato. Procuro pillar todos los baches que nos encontramos. Llegamos a nuestro destino justo antes de que amanezca, por lo que me doy prisa, paro el coche, la bajo, ato su correa en la puerta del albergue de animales abandonados, le destapo los ojos y vuelvo a subir al coche sin despedirme, arranco y me alejo a toda prisa.
Una hora mas tarde estoy en un avión volando de vuelta a casa; espero que el final particularmente humillante la ponga en su sitio y la enseñe a comportarse.