Venganza parte 1

Un exnovio despechado secuestra a su exnovia y recuerda viejos tiempos junto a ella

Tras años de espera por fin se acerca el momento de mi venganza. Ella esta en la casa de campo de su padre, una de las muchas que pueblan la inmensidad de los campos argentinos, dispersas por kilómetros y kilómetros de montes y colinas. Esta sola, se ha adelantado para preparar la fiesta sorpresa de su hermano, que vendrá después con todos sus amigos. Una generosa cantidad de tachuelas en la carretera se encargará de que tanto ellos como cualquiera que se acerque tarde mucho en llegar.

Alcanzo la casa por el lateral de los establos, donde dudo que ella esté, y una zona sin ventanas. Una vez pegado a la pared rompo una ventana con una piedra y me escondo de nuevo tras el establo. La oigo salir de la casa.

-¿Quien está ahí? Mierda, mi papá va a matarme por esta ventana – por la voz la ubico frente a la ventana rota, contemplándola – con lo agarrado que es...

Uno de los caballos relincha y ella se calla. Un silencio que se me hace eterno, la duda me asalta, debe de estar decidiendo, no es una cobarde, tiene muchos defectos, pero no ese. Finalmente oigo el gratificante ruido de la puerta del establo abrirse. Espero unos segundos y me asomo por la esquina, pero me escondo de nuevo al verla allí plantada, mirando sin entrar. “Mierda”. Oigo un suave susurro en el polvo del suelo, vuelvo a asomarme y veo su espalda, se ha girado y vuelve a la casa. Todo el suelo que nos separa es de tierra prensada, poco ruidosa si levantas bien los pies. Al final me decido y salgo corriendo, intento levantar los pies y no arrastrarlos, pero no deja de ser tierra; cuando casi he llegado hasta ella me oye y se gira, tomo mi decisión y salto mientras sus ojos se abren por la sorpresa. Choco con ella en el aire y caemos al suelo, no peso mucho, pero ella es mucho mas baja que yo. Grita, patalea y me abofetea, no esperaba menos de ella; solo tengo una oportunidad, con una mano le aferro la mandíbula, con la otra le aplasto un trapo empapado en cloroformo que espero no se haya evaporado aun contra la cara, e ignoro todo lo que ella me hace. Sentado sobre ella pongo todo mi peso en mis brazos, de forma que cuando se da cuenta de lo que intento ya no tiene opción de apartar mis manos. Nos quedamos así unos segundos hasta que finalmente se duerme.

Cuando la tengo lista la despierto dándole de oler un poco de refrescante lejía. Su primera reacción es gritar y forcejear, y tarda varios segundos en darse cuenta de que es inútil. Esta totalmente desnuda, con las manos esposadas a la espalda, las manos cerradas en puños y envueltas en cinta americana, que también le cubre los ojos y evita que escupa sus bragas; la he sentado en un sofá con las piernas sobre los reposabrazos aseguradas con cuerda, de forma que muestra toda su belleza a quien esté delante; una ultima cuerda pasa bajo sus pequeños pechos y la mantiene pegada al respaldo.

En cuanto deja de forcejear me pongo manos a la obra. Recorto un trozo de cinta, lo pego en su peludo coño y aprieto con la mano acariciando su superficie. Antes de que sepa porque lo hago, arranco la cinta de un tirón. Cuando se tranquiliza recorto otro trozo, lo pego en el mismo sitio, y esta vez lo arranco despacito, para que note como cede cada pelo. Sigo con ello un rato hasta que la dejo totalmente depilada, me aparto un poco y la contemplo sonriendo, mucho mas aseada y atractiva. Aprovecho que estoy de pie para hacerle unas cuantas fotos con una cámara bien ruidosa, quiero que sepa que la estoy inmortalizando. Después me arrodillo frente a ella, y despacio, acaricio sus labios con la lengua, da un respingo; pongo las manos bajo sus muslos y meto la lengua bien dentro de ella. Me dejo llevar por sus gemidos ahogados por la mordaza, ya no recordaba su sabor, pero me detengo en cuanto reuno el control suficiente, no quiero satisfacerla demasiado pronto. Acerco al sofá la mesa en la que he preparado el material, algunas cosas las he traído yo, otras me las ha prestado la casa.

Me inclino sobre ella y con una mano acaricio uno de sus pechos, pellizco el pezón, sujeto el pecho de nuevo y cierro una pinza de tender sobre el pezón. Espero paciente a que vuelva a calmarse y repito la operación con el otro pezón. Después le meto un dedo en la vagina para hacerla lubricarse, la masturbo apenas un minuto, y sustituyo el dedo por un vibrador bastante grande que he modificado: para que no se salga he cambiado el vibrador de clítoris por una pinza de clítoris. Con esta pinza si que intenta gritar. Para terminar le meto un tubito de plástico flexible por el ano y después cuelgo del techo bien alta la botella de agua que hay al otro extremo del tubo. De nuevo me detengo a contemplar mi obra. Realmente mejora con cada paso.

Dedico unos minutos a contemplar como baja el nivel de agua de la botella, y después me inclino sobre ella, beso su frente, acaricio su pelo, meto la lengua en su oído, muerdo las orejas, cubro su cuello con mis labios y mi lengua, y cuando al final suelta uno de sus suspiros de placer que tanto me gustaban le hablo intentando sonar tierno y cariñoso:

-¿Te esta gustando?

Espero unos segundos, y doy una palmada en una de sus tetas.

-Te he hecho una pregunta.

Sacude la cabeza con fuerza.

-¿Eso es que no te esta gustando?

Esta vez asiente. Sin separarme de ella bajo una mano y paso un dedo por sus labios vaginales; después, lo paso empapado bajo su nariz.

-Respuesta equivocada, zorra.

Le arranco la cinta de los ojos, y mientras parpadea para adaptarse a la luz cojo una aguja de coser de tamaño medio, sujeto una de sus tetas por la base, y tras asegurarme de que me esta mirando se la clavo despacio cerca del pezón. Sin soltar el pecho enciendo su propio mechero y lo acerco al ojal de la aguja. Vuelve a intentar pelear, intenta mover la aguja, pero al tener yo sujeta la teta por la base no puede hacer nada mas que mirar horrorizada como se calienta la aguja poco a poco. No apago el mechero hasta que grita con fuerza.

-La sinceridad es muy importante, zorra, y creo haberte convencido de ello. A partir de ahora seras buena, ¿verdad?

Asiente con fuerza.

-Bien, porque a partir de ahora va a ser imprescindible que confíes en mi.

Cuando su culo se ha bebido toda el agua le saco el tubo del ano y me siento a un lado, desde donde puedo apreciarla con seguridad.

-Cuando tires el agua te quitare las pinzas. Tomate tu tiempo, no hay prisa.

Adopto una postura cómoda, ya que es muy vergonzosa y le cuesta hacerse a la idea de que tiene que vaciar el vientre delante de mi. Tarda menos de lo esperado, así que en seguida la quito las pinzas y el vibrador, y cubro su cabeza con un saco negro que aseguro atando una cuerda a su cuello, después le pongo unas botas con tacones bien altos, cierro las cremalleras, desato las cuerdas que la mantenían sobre el sofá, y la pongo en pie.

-Ahora vamos a pasear. No ves nada y estas inestable, ya que no sabes andar con eso. Yo te guiare con la cuerda para que no tropieces con nada. ¿Confias en mi? Recuerda lo que pasa si respondes mal.

Duda unos segundos, pero la capucha asiente despacio. La hago pasear por varias habitaciones, salimos de la casa y nos dirigimos al establo, pero todo ello por la ruta mas larga, para que vaya practicando con las botas. La dejo ir despacio, pero impido que se pare.

Una vez en el establo la obligo a arrodillarse en el suelo con las piernas separadas. Me enorgullece que obedezca despacio pero sin dudar. Ato la cuerda sin asegurarla mucho, escojo un caballo cualquiera y le pongo la primera silla que encuentro, el bocado y las riendas, y lo acerco a ella. Sin moverla le quito la cuerda del cuello y se la ato a la cintura, paso el cabo sobrante entre las nalgas, luego entre los labios vaginales, después entre su abdomen y el “cinturon” y finalmente lo ato a la silla de montar. Tras quitarle la capucha, estiro de la cuerda hacia arriba mientras le doy permiso para ponerse en pie. Sin volver a mirarla doy un suave golpe en los flancos del caballo y empezamos el paseo de verdad.