Venganza o felicidad
Una nueva historia.
Venganza o felicidad
Me llamo Juan, en estos momentos viajo en coche hacia casa. Esta noche es mi aniversario de boda con Silvia, ya han pasado cinco años. Fui un hombre muy afortunado en que una mujer como ella se fijara en mí, ella era pura belleza y yo no tenía nada que destacara a simple vista. Por eso es tan importante para mí esta noche, tarareo la canción que suena en la radio. Me encuentro a pocas manzanas de casa y el cuerpo me tiembla de la emoción, espero que a Silvia le guste la sorpresa que le he preparado.
Cuando llego y entro en casa, la encuentro oscura y muy fría. Me rio pues veo que Silvia ha vuelto a entretenerse en el trabajo, siempre le digo que es adicta a él. No pasa nada aprovecharé para hacer la cena y todo este listo para cuando llegue. Estoy dejando el abrigo en el perchero cuando veo una sombra que se mueve, no me da tiempo a reaccionar cuando siento un duro golpe en el rostro. A raíz de eso termino cayendo al suelo, una vez allí. Unas cuantas sombras me patean hasta hacerme escupir sangre, dos de ellos me sujetan de los hombros. Me elevan y otro de ellos me golpea con violencia en las costillas hasta dejarme sin respiración.
El dolor es insoportable, creo que me han roto todas las costillas. Cuando me sueltan y caigo de rodillas, grito por el dolor que siento. Cada vez me cuesta más respirar, uno de ellos dice que la función ha terminado, me sujetan de los brazos y noto un metal frió posarse sobre mi frente. No hace falta ser muy listo para saber lo que me espera, la que tenía que ser una de las noches más felices de mi vida, se había truncado en una pesadilla. Lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y yo solo podía pensar en Silvia, de lo que me alegraba que no se encontrara allí.
Un fogonazo y después la oscuridad, no sé cuanto tiempo había pasado. De repente me desperté en una sala blanca, sentado en una silla de acero inoxidable. Mis brazos estaban apoyados en una mesa del mismo material, no entendía que hacia allí, si algo tenía claro era que ese disparo había acabado con mi vida. Sin embargo, allí estaba vivito y coleando, por lo menos es lo que creía, de repente una puerta se abrió y un hombre serio y vestido impecablemente me saludo.
• ¿Cómo se encuentra Juan? – pregunto el misterioso hombre.
• Confuso – dije yo.
• Normal – contesto con la misma seriedad.
• ¿Me puede decir donde me encuentro? – pregunte.
• En el purgatorio – respondió.
No pude evitar echarme a reír como un loco, esto era de locos.
• De que se ríe Juan – pregunto molesto.
• Como voy a estar en el purgatorio, respiro y me muevo, eso significa que estoy vivo.
Aquel hombre se acercó a mí y coloco una especie de tiara en mi cabeza, se apartó y esta empezó a brillar. De repente imágenes de mi vida empezaron a aparecer en mi mente, de hecho el día en el que hicimos negocios con Rubén. Yo había inventado un polímero más resistente que el kevlar y más duro que el titanio y el acero, el problema residía en que no teníamos dinero para poder producirlo. Rubén tenía fábricas de armamento y se interesó en el producto, después de probarlo en las más exigentes pruebas, se dio cuenta de que incluso podría blindar con él los vehículos haciendo estos más ligeros. La mañana que firmamos el contrato, fuimos Silvia y yo, ambos tenemos treinta y cinco años y a Rubén le echaría unos treinta.
Me di cuenta de que a Rubén le interesaba algo más que mi polímero, su forma de mirar a Silvia fue descarada y me pareció una falta de respeto. Mi mujer era una persona y no un objeto, también me pareció extraño que no se defendiera y pusiera a ese sujeto en su sitio.
• Silvia no me fió de este tipo – dije seriamente.
• Es la oportunidad de acabar con nuestra mala racha.
• Mira como nos mira, a mí como si fuera un pringado y a ti como si fueras un cacho de carne, el dinero no lo es todo Silvia.
• Tú déjame a mi cariño, ¿confías en mí? – pregunto Silvia.
• Con todo mi ser – conteste.
Firmamos el contrato con la empresa de Rubén, salimos a cenar Silvia y yo. Ella quería celebrarlo, después de cenar acabamos en un local que parecía el mismísimo infierno. Lleno de ruido y de gente y mira tu la casualidad de que Rubén se encontraba allí.
• Hombre chicos que sorpresa – dijo Rubén.
• Seguro que si – dije yo con ironía.
Silvia me miro con mala cara y me dio un codazo, aquella noche vi cosas que no me gustaron, el acercamiento entre Rubén y Silvia fue descarado. Yo nunca he sido celoso, Silvia jamás me había dado motivos para ello, en un momento de la noche me cansé y metiéndome entre los dos, le dije a Silvia que quería irme a casa. Eso no le gusto a Rubén que puso mala cara, yo no puse una cara mejor.
Silvia viendo en como podía acabar aquella velada decidió que lo mejor fuera que nos fuéramos, de camino al coche caminaba rápido. Se notaba que estaba muy enfadada, al entrar en el coche me dijo.
• Me has avergonzado, ¡es nuestro socio y lo tratas así!
• Que sea nuestro socio, no le da derecho a humillarme.
• ¡Pero que dices!, ¿tú estás loco o que?
• Mira Silvia, cada vez que se pegaba a ti, me miraba con una sonrisa de superioridad, veo que tú no te has dado cuenta.
• No dices más que tonterías, mañana he quedado con él para cenar, haber si puedo mitigar los daños.
Sabía que discutir con ella no serviría de nada, al día siguiente mientras ella iba a la cena. Yo me quede en nuestra empresa mejorando el producto, como no me fiaba patente el producto. Si Rubén intentaba jugárnosla no podría usarlo, de repente otras imágenes que yo desconocía aparecieron en mi mente. La cena de Silvia y Rubén, come este metía la mano por debajo de la mesa y tocaba el muslo de Silvia, hasta llegas a sus braguitas.
• Ayer desde que te vi, me propuse que fueras mía, jamás pensé que me costaría tan poco – dijo Rubén.
• A mí me pusiste cachonda en cuanto tus ojos se posaron en los míos, a tu lado mi marido me pareció muy poca cosa.
Después de eso se rieron, las imágenes cambiaron y parecía la habitación de un hotel, en ella aparecía Silvia con los pechos aplastados contra el ventanal mientras Rubén la penetraba desde atrás. Los gritos de placer de Silvia eran atronadores, además de los comentarios en mi contra. Escuchar de los labios de la mujer que amas, que eres un picha floja, que yo jamás le había sabido follar y que estaba de mí hasta los cojones. Todo esto aderezado con las risas de Rubén.
No sabría decir cuanto tiempo estuvieron, pero las últimas imágenes eran de Rubén y Silvia en la ducha, ella arrodillada mientras le comía la polla con gula. Cuando terminaron y se tragó todo se tumbaron en la cama.
• Ha sido increíble, Juan es un pelele a tu lodo – dijo Silvia.
• Lo quiero todo, vuestra empresa y a ti, jamás había encontrado una mujer tan caliente y dispuesta como tú.
• Eso es porque me tienes loca, hace tiempo que finjo con Juan, él me trata como una princesa y yo quiero que me traten como una zorra.
Los dos rieron y se besaron después volvieron las imágenes que reconocía, Silvia empezó a tratarme como si estuviera totalmente enamorada de mí, recuerdo que para mí fueron los días más felices de mi vida. Por eso, saber que eran mentira estaba siendo tan doloroso, lo que ella no sabía era que estaba desarrollando un polímero más resistente y más ligero aun al que le habíamos enseñado a Rubén, me alegre de no habérselo contado a nadie.
Los años fueron pasando, sus encuentros eran semanales, hasta que llego el día que Rubén quería copiar el polímero y sacarme de la ecuación, con lo que no contaba era que el producto estaba patentado y su fórmula era secreta, solo yo la conocía. Si Rubén quería el polímero tendría que desembolsar cantidades ingentes de dinero, en aquella reunión pude ver la cara de cabreo de un Rubén que se pensaba hacerse más rico a mi costa.
Silvia no sabía nada y su cara de asombro así se lo hizo saber a Rubén, yo salí de esa oficina y empecé a buscar otros clientes, Silvia se disculpó con Rubén y me siguió. Creí que me armaría una bronca, pero lo que ocurrió es que me beso y al llegar a casa follamos como descosidos, hacía mucho tiempo que no veía tan colaborativa a Silvia. Por lo que me demostraban las imágenes, Silvia se cuidó mucho en hacer el amor como lo hacíamos siempre para no levantar sospechas.
Otras imágenes aparecieron donde Rubén le decía a Silvia que tenía que sonsacarme la fórmula y después tenía que desaparecer, ella al principio no estaba de acuerdo, no porque me quisiera. Tenía miedo de que algo saldría mal y terminara en la cárcel, Rubén se le acercó y besándole en los labios le prometió que todo saldría bien. Tenía sus dedos metidos en su coñito y esta le decía lo enamorada que estaba de él, viendo esas imágenes no sabía quién era el más panoli de los dos. Yo por fiarme ciegamente de Silvia o Silvia por enamorarse de un hombre al que solo le preocupaba una persona, el mismo. Silvia me fue engatusando poco a poco y yo no fui capaz de sospechar nada, tan listo para unas cosas y tan entupido para otras. La noche antes del famoso aniversario Silvia me dio algo que me había negado durante todo nuestro matrimonio, su culo. Tendría que haber sospechado, pero en ese momento estaba pensando con el cerebro equivocado. Por las imágenes que había visto antes sabia que no fui yo el que desvirgo ese culito, sin embargo, esa noche así lo pensé y al final se me escapo la fórmula.
Silvia me dijo que confiara en ella, además que era una fórmula muy larga y que no se acordaba de la mitad. La verdad era una fórmula compleja para memorizar y no vi que Silvia hubiera apuntado nada, las imágenes me sacaron de mi error, cuando me fui a duchar Silvia saco una grabadora y volvió a escuchar la fórmula con una sonrisa en su bonito rostro.
Las siguientes imágenes fueron de Silvia en el despacho de Rubén y este haciendo una llamada, en ella les decía el código de la alarma que Silvia le había proporcionado. Las últimas imágenes eran de la paliza y del disparo que acabo con mi vida, temblaba de cólera, entonces aquel hombre me dijo.
• Juan ya sabe usted la verdad – que taciturno era ese hombre, daba miedo.
• Sigo sin saber donde estoy y que hago aquí – dije.
• No era su hora de morir, su muerte ha desestabilizado el equilibrio y se le dará una segunda oportunidad – dijo el hombre trajeado.
• ¿Cómo? – pregunte.
• Se le concederán dos caminos, la venganza o la felicidad, su futuro dependerá de las elecciones que tome.
• ¿Y si tomo la decisión equivocada? – pregunte.
• Podría acabar aquí, sin posibilidad de volver – dijo aquel hombre.
Desde ese día fui adiestrado por los mejores guerreros de los últimos siete mil años, además de los mejores abogados, hackers, cocineros, bailarines. Me adiestraron para que me desenvolviera a la perfección en cualquiera de los dos caminos que tenía para elegir, conocí a guerreros de la talla de Atila, Aníbal Barca, julio cesar, Leónidas, incluso tuve el honor de aprender Jeet kune do del mismísimo Bruce lee.
Una vez terminado mi adiestramiento, era capaz de enfrentarme a cualquier situación y salir airoso. Mi físico se había trasformado igual que mi carácter, mi último paso fue tumbarme en una camilla en una sala que parecía un quirófano, no tenía miedo. Cuanto dolor más podrían provocarme, comparado al que había aguantado en mi adiestramiento. Sobre todo se centraron en mi rostro y en hacer desaparecer algunas cicatrices, cuando terminaron estuve en una habitación con el rostro tapado por unas vendas. No me digáis cuanto tiempo estuve, porque no sabría decirlo.
Un buen día apareció un médico y me quito las vendas, después me paso un espejo y me dejo que me mirara, era yo, reconocía mi rostro, pero habían hecho los suficientes cambios para que si alguien me reconocía tuviera dudas de que era yo. Cuando el rostro dejo de dolerme me puse a hacer ejercicio, mis músculos se había agarrotado de tanto estar en cama y tenía que soltarlos.
Alguien llamo a la puerta y al abrirse, apareció el hombre taciturno del principio. Cuando le pregunte su nombre, este me ignoro y me dijo que le siguiera, volvimos a esa habitación y me volvió a poner la tiara. Aparecieron imágenes del presente, Rubén había comprado nuestra empresa y se había hecho de oro con el polímero que tanto esfuerzo me había costado inventar. Silvia se había casado con él, para todo el mundo Rubén era el salvador que estuvo con Silvia en los peores momentos de su vida, tras el fallecimiento de su marido en un intento de robo.
A Silvia no se le veía muy feliz, yo me preguntaba, que le abría costado decirme lo que realmente sentía. Me hubiera hecho a un lado por mucho que me doliera, ya era demasiado tarde la ira y el rencor guiaban mis acciones. Estos dos me la pagarían y muy caro.
• ¿Veo que se decide por la venganza verdad Juan? – dijo el hombre trajeado.
• No sé que voy a hacer todavía.
• Bueno, en la empresa de su exmujer y de Rubén, buscan alguien que pueda mejorar su polímero, hasta ahora nadie ha sido capaz.
• Me reconocerán – dije.
• No, los cambios realizados en su rostro le hacen alguien parecido, pero no igual.
• ¡Silvia me reconocerá seguro! – dije enfadado.
• Veo que no es consciente del cambio físico y metal que ha dado, él usted de ahora se parece a él usted de antes como un huevo a una castaña.
Lo último que dijo me hizo mucha gracia, aquel hombre no se reía ni por casualidad, me trajeron un traje y un espejo de cuerpo entero para que me mirase. Tengo que reconocer que después de ponerme el traje, me quedaba como un guante. Me parecía a John Wick, salvando las distancias. Keanu Reeves es más guapo que yo, sin embargo, me gustaba el hombre que veía en el espejo y la verdad que en conjunto aunque me daba un aire a mi antiguo yo, la imagen que reflejaba el espejo no dejaba dudas de que era otro hombre.
Aquel hombre me esperaba en la puerta, salimos de la habitación, me acompaño hasta un ascensor. Me dijo que tuviera buena suerte y la puerta se cerró, apreté el único botón que había y una luz cegadora envolvió la cabina. Aparecí en mi antigua ciudad, había cambiado bastante, se veía más limpia y muchos edificios antiguos habían sido derruidos para dar paso a bloques nuevos.
Estaba tan ensimismado en mirar los nuevos bloques que no me di cuenta de que alguien se me acercaba desde atrás, note que me apoyaban algo en la espalda.
• Date la vuelta muy despacio y dame todo lo que llevas – me dijo el ladrón.
Acababa de aterrizar en mi nueva vida y ya me estaban robando, el ladrón puso su pistola en frente de mi rostro a escasos centímetros. Yo metí mi mano en el bolsillo y lo único que tenía era un papel con una dirección.
• Lo siento amigo, solo tengo este viejo papel en el bolsillo.
• Esto no es una broma, entonces dame tu ropa – dijo muy enfadado.
No pensaba darle mi traje, me gustaba.
• Lo siento, pero este traje es lo único que tengo y no pienso dártelo – le dije con convicción.
• Tú estás loco, te estoy apuntando con una pistola.
• ¿Sabes el fallo que tienen las armas de fuego? – le pregunte
• No, ilústrame.
• Que no son efectivas a corta distancia.
De un movimiento rápido, moví mi cabeza y su pistola quedo fuera de mi rango. Le agarre el brazo y de un rápido movimiento lo tumbe en el suelo, no hacía más que chillar, coloque mi pie sobre su cabeza y ejercí presión en su brazo. Se lo rompí en varias partes, después cogí la pistola, mirándole le dije.
• Mejor me llevo yo esto, no sea que te hagas daño.
Él asintió con la cabeza, mientras se sujetaba el brazo. Yo volví a mirar la dirección y me dirigí hacia allí, se encontraba cerca de donde vivía yo en mi anterior vida. Cuando llegue era un edificio, allí se encontraba una mujer esperando. Me pregunto si me llamaba Juan y yo le conteste afirmativamente, me dijo que la acompañara y subimos hasta el tercer piso, allí abrió una puerta y me enseño la que sería mi nueva casa.
Era enorme, mi antigua casa entraba en el salón, me la enseño entera y me dijo si me gustaba. Le dije que si y me entrego las llaves. Una vez que se fue me prepare algo para comer y me puse con los diseños antiguos de mi polímero, solo tenía que hacer una pequeña mejora. No fue difícil, en mi cabeza tenía un nuevo polímero que dejaría a este a la altura del betún. Termine las pequeñas mejoras y decidí irme a dormir, al día siguiente visitaría las oficinas de Rubén y Silvia.
Únicamente esperaba ser capaz de mantener la calma y no lanzarme a estrangularlos, quien podría culparme, yo estaba muerto por su culpa. Si respiraba, pero mi anterior vida acabo cuando la bala traspaso mi graneo. Decidí dejar esos pensamientos a un lado y me tumbe en mi nueva cama, era comodísima, no tarde en dormirme.
La mañana siguiente me duche y después elegí unos de los trajes que tenía en el armario, la gente del purgatorio no escatimaban en gastos, menuda casa y menuda colección de trajes. Elegí uno de los más corrientes, no era plan de llegar con un traje más caro que el del jefe. Después de vestirme y desayunar, baje al garaje y vi que había cuatro coches a mi nombre, elegí un utilitario de gama media con lo último en seguridad.
Me monté y fui a las oficinas, según llegaba mi temperamento se fue templando. De repente me invadió una tranquilidad, el hombre del purgatorio consiguió una entrevista, llegue a recepción y di mi nombre. Juan no te jode, si al final me iban a pillar, la mujer de recepción me indico el piso. Cuando llegue a él, tuve que esperar en una sala de descanso, aproveche para tomarme un café, una mujer se acercó y me dijo que ya me atenderían.
Cuando entre allí estaban los dos, Silvia me empezó a mirar extraño. Pensé que ya la había cagado menuda venganza de mierda, se me acerco y me dijo.
• Tiene usted un parecido asombroso a mi exmarido – dijo Silvia.
• ¿A si?, me gustaría conocerlo – dije yo.
• Lo siento no va a poder ser, murió – dijo ella con tristeza.
• Lo siento, la acompaño en el sentimiento – le dije.
• Gracias.
• Bien, hechas las presentaciones, que tiene para nosotros – dijo Rubén.
Saque los planos y los deje sobre la mesa, los dos se quedaron con la boca abierta. Había mejorado sus planos. No quería ni saber como los habían conseguido los del purgatorio, me contrataron al instante, me llevaron a un despacho donde firme el contrato. Silvia me miraba con ojos de hambre, no me había mirado así en la vida, más que excitarme me estaba incomodando.
Me pregunto si quería echar un café con ella, le dije que otro día que tenía prisa. Cogí todas mis cosas y fui directo al ascensor, cuando llego al piso entre sin mirar y me choque con una persona. Cuando la mire y la ayude a levantarse me encontré ante la mujer más hermosa que hubiera visto en mi vida.
• Perdóname, estaba pensando en otras cosas y no me he dado cuenta de que salías, me llamo Juan – le dije nervioso.
• Yo me llamo Sara, encantada.
Los dos nos quedamos mirándonos a los ojos y pareciera que incluso el tiempo se había detenido.
Continuará.