Venganza o felicidad 2

La historia sigue.

Venganza o felicidad 2

SILVIA

Me encuentro viajando a un nuevo destino, tengo la esperanza de que pueda volver a ser feliz. Lo que más me dolía era que yo ya tenía esa felicidad en la vida y lo estropee todo, por mi egoísmo de querer tenerlo todo. Una vez una persona muy sabia me dijo que en la vida no se podía tener todo, esa persona fue Juan. No puedo evitar retroceder en el tiempo a cuando lo conocí.

Fue en la universidad, él era el típico chico del que no te fijabas, aspecto desgarbado, vestimenta poco favorecedora y un rostro de lo más normal. Entonces me preguntaréis por qué me casé con él, en la universidad plantearon una competición entre facultades. Había que descifrar un ejercicio que incluso muchos de los profesores habían echado la toalla. Juan no echó la toalla y termino por descifrarlo correctamente, demostró una inteligencia tal que me impresiono de tal manera que desde ese día no pude evitar intentar saber más de él.

A mí la inteligencia es algo que me atrae mucho, sabía que acercarme a Juan no sería fácil. Yo era una de las chicas más atractivas de la universidad y Juan dejo claro que las chicas como yo estábamos en otra escala a la suya y no perdería el tiempo en hacer el ridículo. Bueno pues esta vez las tornas se dieron la vuelta y fui yo la que quiso hacer ese ridículo.

Me presenté ante él con un ejercicio que se me resistía y que había provocado que suspendiera una de las asignaturas más importantes de mi carrera, él estaba leyendo un libro en la barra de la cafetería de su facultad. Me acerque muy nerviosa, me presente y le pedí permiso para sentarme a su lado.

• Hola me llamo Silvia, ¿puedo sentarme a tu lado? – nerviosa perdida.

• Claro – haciéndome un gesto con la mano.

Entonces vi como levanto la cabeza para mirarme y se le cambió la cara. Toda la confianza que vi a este chico cuando dejo boquiabiertos a todos los profesores, la había perdido solo con mi presencia.

• Yo me llamo Juan – casi sin voz.

• Encantada Juan – dije.

• ¿Dime que puedo hacer por ti? – pregunto más recuperado.

• Necesito ayuda con este ejercicio.

Él sonrió y le echo un vistazo, acerco mi silla más a la suya y me empezó a explicar la asignatura desde la base, me dijo que sin una buena base, no se pueden hacer buenos edificios. Parecía mentira, aquella tarde descubrí que Juan no solo era increíblemente inteligente, sino que tenía un sentido del humor único. Cada vez me resultaba más interesante, yo estaba acostumbrada a los típicos musculitos que se les veía venir de lejos. Ellos querían meterla para fardar delante de sus amigotes.

Juan era diferente, él me trataba con sumo respeto. Desde ese día quedábamos todos los viernes en la cafetería de la facultad, él se sentía más cómodo y a mí me gustaba. Poco a poco le fui cogiendo cariño, ¿me enamoré de él?, llevo haciéndome esa pregunta desde qué comencé el viaje. Yo creo que fue un chico que me deslumbro, pero si tengo que ser sincera no me enamore de él. No daba el prototipo de chico que me gustaba. Los meses fueron pasando y me encontraba tan a gusto con el que cuando me pidió salir muerto de miedo, yo le dije que sí.

Llego el final de carrera y yo conseguí aprobar con buenas notas la carrera de empresariales, eso fue gracias a Juan. Se me pegaron su constancia y hambre de conocimiento, si yo estaba orgullosa de mí, ni os cuento de Juan. Él consiguió dos doctorados uno en ingeniería aplicada y otro en química. Mis padres estaban encantados, hasta que lo conocí a él solo les presentaba a patanes carentes de educación.

Mis padres con la ayuda de los padres de Juan nos dejaron algo de dinero para que montáramos una pequeña empresa, yo me encargaría de dirigirla y Juan haría lo que mejor sabía, usar ese cerebro para crear cosas que nos harían crecer hasta el infinito. El único escollo que encontramos fue que los diseños de Juan eran tan buenos que producirlos costaba un dinero que no teníamos, el hermano de Juan murió en la guerra por un defecto en el chaleco antibalas. Él se juró que crearía un compuesto más fuerte y duradero que el kevlar, lo consiguió.

Otro fallo se dio en nuestra relación, Juan se desenvolvía bastante bien en la cama, no era como mis anteriores amantes, ellos me llevaban al séptimo cielo. Juan era dulce y muy cariñoso, eso me gustaba no penséis mal, pero me faltaba algo que aunque creía que podía vivir sin ello, más tarde me di cuenta de que no sería así. El nuevo polímero que diseño, su coste era tan alto que pondríamos en peligro la empresa y a nuestros operarios.

Juan era reacio a meter a un desconocido en la empresa, no confiaba fácilmente en la gente. La noche que dejo a un lado su orgullo y acepto que necesitábamos un inversor, hicimos el amor como nunca lo habíamos hecho. Por primera vez le permití comerme el coño, siempre le decía que no por miedo que no le gustara el sabor y me rechazara, que bien lo pasamos los dos. Con sus dedos y boca hizo que me corriera en tres ocasiones, cuando me recupere fui yo la que se metió su polla en la boca y succione como si me fuera la vida en ello.

Ver a Juan que boqueaba con los ojos en blanco, fue un placer para mí. Como siempre me aviso y esta vez me metí su polla hasta la garganta para tragármelo todo, cuando levante la mirada pude ver una expresión de asombro en su rostro. Jamás le había hecho una mamada como esa, siempre el miedo al que pensaría sobre mí. Se puso un condón y me penetro en la postura del misionero, no sé por qué, pero esa noche lo quería cerca y lo sentí más que nunca. Me seguía faltando que me diera caña, sin embargo, tengo que reconocer que esa noche fue especial y también la última noche pura que pase con él.

Cuando terminamos nos duchamos y nos fuimos a dormir, a la mañana siguiente había quedado con el que sería nuestro inversor y socio y el azote de mi matrimonio. Yo me puse un traje de ejecutiva de color gris y Juan su mejor traje, siempre me hacía reír. Cada vez que se ponía ese traje terminaba discutiendo con la corbata, las odiaba a muerte.

• Me alegra saber que hay algo en este mundo que no sabes hacer, eso te hace humano – le dije sonriendo.

• El que invento este aparato de tortura, se podría haber quedado dormido ese día – dijo con muy mala leche.

Después de desayunar, nos dirigimos a la empresa donde habíamos quedado con nuestro nuevo socio. Su nombre era Rubén, en cuanto lo vi algo se removió dentro de mí. Un metro noventa, musculoso y con un bronceado que lo hacía todavía más atractivo. Juan perdía en todo con él menos en una cosa de momento, dudaba que Rubén fuera tan inteligente como Juan. Fuimos a enseñarle nuestra joya de la corona y tengo que decir que Rubén se quedó gratamente sorprendido, no era tan listo, pero era capaz de oler un buen negocio.

Juan estaba tan entusiasmado explicándole las características del polímero que no se fijó en como ese hombre coqueteaba conmigo, cada vez que se acercaba a mi oreja para decirme algo. Era sentir su aliento en el lóbulo de su oreja y empezar a temblar. Tuve que ir al baño a ponerme un salvaslip, mis bragas estaban empapadas y acabábamos de empezar. Rubén era el prototipo de chico que me hacía olvidarme de todo y que mi cuerpo se dejara llevar.

Rubén dijo que estaba muy interesado y terminamos firmando un contrato, produciríamos el polímero para su empresa, la verdad es que yo estaba muy contenta, sin embargo, vi que Juan no lo estaba tanto y le pregunte que le pasaba.

• Silvia no me fió de este tipo – me dijo seriamente.

• Es la oportunidad de acabar con nuestra mala racha.

• Mira como nos mira, a mí como si fuera un pringado y a ti como si fueras un cacho de carne, el dinero no lo es todo Silvia.

• Tú déjame a mi cariño, ¿confías en mí? – le pregunté.

• Con todo mi ser – me contesto.

Pensé que no se había dado cuenta, si no aprendía nunca. Si algo sabia era que jamás debía subestimar a Juan. Aunque pareciera que estaba en Babia, era consciente de todo lo que le rodeaba. Preferí callarme, Rubén me dijo que a la noche estaría en un nuevo local que habían abierto, Juan y yo habíamos quedado para cenar y celebrarlo. Lo llevaría a ese local y haría que el encuentro pareciera por casualidad.

Cenamos estupendamente y la verdad que me lo estaba pasando bien, pero no podía quitarme de la cabeza a Rubén. Al final me llevé a Juan a ese local. Sabía que no le gustaba en cuanto entramos, la verdad es que había mucha gente y el ruido era ensordecedor. Yo sabía por donde andaría Rubén pues él ya conocía el local y me dio indicaciones, fue él, el que se acercó.

• Hombre chicos que sorpresa – dijo Rubén.

• Seguro que si – dijo Juan con ironía.

Rubén y yo nos empezamos a restregar descaradamente mientras bailábamos, sabía que no estaba bien, intentaba pararlo, sin embargo, era superior a mí. Os prometo que no quería humillar a Juan, lo que no me fije es en algo que Juan me dijo después. Juan no era un hombre celoso, sin embargo, se le veía incómodo y cuando se cansó se interpuso entre los dos y me dijo que quería irse a casa. Eso a Rubén le sentó fatal, pensaba que esa noche terminaría con su polla en mi coño y que Juan se interpusiera en sus planes le fastidio y no lo disimulo en absoluto. Con lo que Rubén no contaba era que Juan no era de los que se achicaba, le daba igual el tamaño de su oponente, aunque supiera que le podían dar una paliza, este no se echaría atrás. Decidí meterme por medio y parar aquello, le dije a Juan que estaba bien y nos dirigimos a la salida, tenía miedo de que Rubén se echara atrás y quede para cenar con él.

• Me has avergonzado, ¡es nuestro socio y lo tratas así!

• Que sea nuestro socio, no le da derecho a humillarme.

• ¡Pero que dices!, ¿tú estás loco o que?

• Mira Silvia, cada vez que se pegaba a ti, me miraba con una sonrisa de superioridad, veo que tú no te has dado cuenta.

• No dices más que tonterías, mañana he quedado con él para cenar, haber si puedo mitigar los daños.

Enseguida me di cuenta de que tendría que pagar tributo en esa cena, Rubén tenía su orgullo herido y tenía que agasajarlo para que nuestro futuro no se fuera al traste. Enseguida noté como deslizaba su mano sobre mi muslo hasta llegar a mis braguitas, si os soy sincera me estaba gustando. No podía evitar sentirme muy atraída por ese hombre que no le llegaba a las suelas de los zapatos a Juan, sin embargo, tenía algo que me atraía como la polilla a la llama, entonces me dijo.

• Ayer desde que te vi, me propuse que fueras mía, jamás pensé que me costaría tan poco – dijo Rubén.

• A mí me pusiste cachonda en cuanto tus ojos se posaron en los míos, a tu lado mi marido me pareció muy poca cosa.

Tener que decir aquello de Juan me dolió lo que no estaba escrito, no obstante en ese momento solo pensaba en mi bienestar y no fui consciente en lo que me estaba metiendo y en lo que estaba a punto de perder. Me llevo a su hotel y según entramos en el ascensor ya me empezó a besar, para cuando me di cuenta, estaba desnuda con mis tetas pegadas al gran ventanal y siendo penetrada desde atrás por Rubén de una manera tan brutal que estaba fuera de mí. Entonces salieron de mi boca las palabras más humillantes hacia Juan, dije que era un picha floja, que él jamás me había sabido follar y que estaba de él hasta los cojones. Todo esto aderezado con las risas de Rubén.

Desde ese momento perdí el norte y me dejé llevar totalmente por el placer que me proporcionaba Rubén.

• Ha sido increíble, Juan es un pelele a tu lodo – dije.

• Lo quiero todo, vuestra empresa y a ti, jamás había encontrado una mujer tan caliente y dispuesta como tú.

• Eso es porque me tienes loca, hace tiempo que finjo con Juan, él me trata como una princesa y yo quiero que me traten como una zorra.

Cuando salí de ese hotel, no llegue a la esquina y estaba llorando. Había traicionado a la mejor persona del mundo y además me había gustado y si de algo era consciente era de que volvería a suceder. Intente ser lo más cariñosa posible con Juan, era mi forma de compensar mis faltas cometidas y las que pensaba cometer. Semanalmente, quedaba con Rubén, él fue el que me estreno el culito. Me negué muchas veces, pues tenía que ser para Juan. Rubén aprendió las teclas que tenía que tocar y consiguió ponerme tan caliente que se lo termine pidiendo yo, si me preguntáis si la experiencia fue placentera. La respuesta es no, si lo hubiera hecho con Juan seguro que también me hubiera dolido, pero Juan se habría preocupado por mí y no como Rubén que cuanto más me quejaba de dolor, más fuerte penetraba.

Los años fueron pasando, cada semana quedaba en el hotel con Rubén y salía totalmente saciada de sexo. La culpa nunca desapareció, sin embargo, al llegar a casa Juan siempre era tan cariñoso que llego un momento que pensé que podría tenerlo todo, un semental en la cama y un buen hombre en mi vida, las dos caras de una moneda. Una parte de mi sabia que eso no podía ser y que en cualquier momento saltaría por los aires y así ocurrió.

Rubén cada vez era más codicioso y me dijo que quería deshacerse de Juan y quedarnos con el polímero, haríamos otra réplica con otro nombre y nos haríamos de oro. Se llevó una desagradable sorpresa cuando se enteró de que Juan había patentado el polímero y que si quería permiso para usar un sucedáneo, tendría que desembolsar una cantidad ingente de dinero. Rubén estaba muy enfadado y vi como Juan salía de la sala de reuniones con una sonrisa en el rostro.

Salí tras de él, se imaginó que le echaría la bronca, pues me acababa de disculpar con Rubén, pero tengo que decir que una parte de mí se sentía orgullosa de Juan. Rubén sabía que ese polímero era la gallina de los huevos de oro y cada vez que quedábamos para follar me decía que tenía que sonsacarle la fórmula. Entonces llego la amenaza, si no le sonsacaba la fórmula a Juan, nuestra relación sería solo de trabajo. Me dejo claro que mujeres no le faltaban, estaba tan enganchada a él, que hice lo que me pidió.

Cada vez era más cariñosa y fogosa en la cama con Juan, no lo hacía por obligación. Hacer el amor con Juan me gustaba mucho, las últimas noches ya se le empezaban a escapar ciertas partes de la fórmula y al final lo conseguí la noche antes de nuestro aniversario. Juan se quedó tranquilo pues sabia que la fórmula era compleja como para poder memorizarla, lo que él no sabía era que tenía una grabadora guardada y mientras se duchaba escuche la grabación y se escuchaba claramente.

Al día siguiente es cuando ocurrió, estaba cerrando mi ordenador para ir a festejar mi aniversario con mi marido. Me había entretenido con unas cuentas que no me cuadraban y entonces recibí una llamada al móvil.

• Es usted la mujer de Juan XXXXX – me dijo una voz de hombre.

• Si – conteste.

• Somos la policía y hemos recibido una llamada de un altercado en su casa, al llegar lo hemos encontrado muerto.

Se me cayó el móvil al suelo y de rodillas empecé a gritar ¡noooo!, Rubén se encontraba en las oficinas y se acercó a ver qué pasaba, cuando pude articular palabra me di cuenta de que no le había sorprendido lo que le acababa de contar. Me acompaño a identificar el cuerpo y efectivamente era Juan, desde esa noche dentro de mí empezó a crecer una duda sobre Rubén. Esa duda se disipó días después, iba a entrar a su despacho para decirle que había encontrado cuentas sospechosas cuando le escuche hablar por móvil con alguien muy nervioso y le decía que ya tenía la fórmula y que pronto le podría pagar lo que le debía, yo entre echa una furia a su despacho.

• ¡Has sido tú, tú lo has matado! – le dije colérica.

• No tuve otra opción Silvia, le debo mucho dinero a gente peligrosa.

• Y que culpa tenía de eso Juan – le dije.

• Nada, ahora no te hagas la ofendida, bien que le engañabas conmigo.

• Y me arrepiento, no sabes lo que me arrepiento.

Salí de ese despacho, tenía el consuelo de que Juan me había legado todo a mí y que de esa forma Rubén no podría usar la fórmula. Mi intención era dimitir, cuando Rubén leyó mi carta de dimisión me llamo a su despacho, yo demore en ir pues estaba recogiendo mis cosas. Cuando entre con una sonrisa, esta se me corto enseguida. Rubén estaba acompañado por un hombre que parecía muy peligroso, me miro y me dijo.

• Tengo entendido que tú eres la dueña del polímero con el que este, me iba a devolver el dinero – dijo el hombre.

• Si y no va a ver ni un duro.

• Chica, tú no eres muy lista – dijo el hombre.

• ¿Cómo dices? – pregunte molesta.

• Si no puede pagarme, os aremos desaparecer igual que lo hicimos con tu marido, si algo nos estorba nos deshacemos de eso y a otra cosa.

Empecé a temblar de puro miedo, Rubén tenía una sonrisa en el rostro, sabía que estaba en sus manos. El hombre nos dijo que tendríamos que casarnos y de esa manera La empresa de Rubén podría usar el polímero y todos ganarían mucho dinero, el hombre se levantó de la silla y poniendo su dedo en mi barbilla me dijo que fuera lista y que nadaría en la abundancia.

Han pasado un par de años y aquí me encuentro casada con un hombre que no quiero y no me respeta. Ahora estamos podridos de dinero y solo de pensarlo me quema, yo solo toco mi sueldo. Rubén me humilla cada vez que puede, el otro día se trajo a la nueva becaria a casa y se la estuvo follando en nuestra cama mientras yo tenía que esperar sentada en el salón escuchando como se follaba a otra. El entupido no se daba cuenta de que a mí eso me daba igual, con el único que quería estar ya no se encontraba en este mundo y todo era por mi culpa.

Jamás había creído en el karma, pero me lo estaba comiendo enterito y si algo tenía claro era que me lo merecía, Rubén termino de follarse a la becaria que al salir me miro con cara de superioridad, como si a mí eso me afectara. Si no estaría amenazada por ese hombre le abría puesto de patitas en la calle a la niñata, Rubén sé acerco y me dijo.

• Mañana tengo una entrevista con un hombre que puede mejorar el polímero, se ha quedado obsoleto.

• Ya teníamos a alguien y ahora está muerto por nuestra culpa.

• No pienses en el pasado, piensa en el dinero que vamos a ganar.

Se fue a acercar a mí y le empujé con fuerza, no dormí nada. Desayune un café con leche y me dirigí a la empresa para asistir a la entrevista, cuando lo vi entrar me quede de piedra. Si no supiera de qué Juan estaba muerto, pensaría que era él.

• Tiene usted un parecido asombroso a mi exmarido – dije.

• ¿A si?, me gustaría conocerlo – dijo él.

• Lo siento no va a poder ser, murió – dije con tristeza.

• Lo siento, la acompaño en el sentimiento – me dijo.

• Gracias.

Para más inri, aquel hombre también se llamaba Juan, desplegó los planos del polímero con las mejoras añadidas, Rubén se frotaba las manos y yo no podía creérmelo. Me parecieron ver ciertos gestos que reconocía, sabía que no podía ser. Echar de menos a Juan me estaba pasando una mala pasada, le pedí que esperara en una sala de descanso mientras redactaba el contrato, cuando termine de hacerlo lo firmo y me dijo que tenía que irse que tenía prisa.

Yo seguía con la mosca detrás de la oreja y decidí seguirle, cuando lo alcance, Juan estaba hablando con Sara, una nueva ingeniera que trabajaría codo con codo con Juan, no sé por qué, pero ver como se quedaron mirándose el uno al otro me lleno de celos.

Continuará.