Venganza Morbosa 3ª parte
Comienza la manipulación de las mentes de la familia por parte de sus captores.
VENGANZA MORBOSA 3ª PARTE
Raúl y Verónica habían encendido las cámaras y los focos y se sentaron junto a ellos en la cama, parecían tan abstraídos que ni siquiera reaccionaron cuando el hombre acarició el cutis de María con el torso de su mano y Verónica asió la espalda de Juan para besarle el cuello tenuemente. Ya nada respondía a aquella realidad. Los captores esperaron a que aquel coito llegase a su fin acariciándose mutuamente y cuando ocurrió María estallo en infinitos y descontrolados multi orgasmos, que la hicieron palidecer de nuevo, mientras Juan se vaciaba completamente en el sexo de ella. No hubo tregua, cuando pareció recomponerse se incorporó sudorosa y jadeante, se preguntó cómo podía ser que siguiera deseando aquellas sensaciones aún con más fuerza que hacía unos segundos y fijo su mirada perdida en el rostro de Verónica. Por primera vez en su vida concibió a una mujer como alguien deseable, estaba frente a ella, dibujando una cálida sonrisa en el rictus de sus labios, sentada sobre la colcha de la cama en la más absoluta desnudez. La observó sólo unos instantes que le parecieron eternos e instintivamente posó sus manos sobre los pómulos de María dirigiendo su rostro junto al de ella.
—Eres la mujer más deseable que he conocido nunca.
Aquellas palabras sonaron en oídos de María como la respuesta a una súplica callada, jamás había tenido ni deseado relación alguna con ninguna otra mujer y sin embargo, en ese instante necesitaba complacer a aquella desconocida, darle todo el amor y la satisfacción sexual que fuera capaz de conseguir.
—Tú también— balbuceó bajando la mirada para ocultar su rubor.
No hubo más palabras, Verónica abrazo su nuca e hizo que se recostase de nuevo para tenderse sobre su cuerpo mientras sus lenguas se rozaban entre sí y entrelazaban sus cuerpos desnudos, como si un deseo perverso se hubiese adueñado de ambas. Los hombres permanecían expectantes y sabían que cualquier tentativa de intervención haría que se perdiese aquella magia. Raúl observó el pene erecto de Juan y lo rodeó con sus manos para masturbarlo quedamente, la primera reacción de Juan fue la de desasirse de aquel gesto como fuese, pero la mirada histriónica del hombre le detuvo y decidió dejar que ocurriese cualquier cosa. Intentó evadirse vanamente llevando su imaginación a otros derroteros, pero la visión de Verónica y de María amándose sin ningún tipo de tabú le excitaba sobremanera, casi sin darse cuenta asió el pene de Raúl y procedió a emular sus gestos, masturbándole a él también. Aquello duró media hora larga en la que los cuatro cambiaron de pareja varias veces sin importarles a ninguno cuál era el amante de turno al que debían acariciar, sumidos en un inexplicable éxtasis que hacían que se solaparan decenas de orgasmos, en forma de guturales gemidos ahogados por parte de los tres.
María sintió como si ese sopor confuso que le había impedido discernir con la mínima clarividencia se desvaneciese en la nada: Estaba desnuda y Verónica hurgaba su sexo introduciendo su rostro entre sus piernas con la máxima delación… De repente se sintió sucia, pero era incapaz de recordar las últimas horas de su vida, recordó difusamente los últimos instantes transcurridos y la imagen de aquellos focos centrando el haz de luz en sus cuerpos desnudos le provocó una reacción de asco y repulsión. Casi instintivamente golpeó la frente de Verónica haciendo que esta se incorporase para proferirle una mirada irónica.
—Se está despertando Raúl, ahora a la puta le da asco que la sobe.
El hombre la observó con mirada ausente mientras se deleitaba con la profusa mamada que Juan le profería y abofeteó su nuca para sacárselo de encima.
—Entonces a este le faltará muy poco, es una pena… el hijo de puta se estaba esmerando, estaba a punto de correrme otra vez.
— ¿Qué hacemos hermanito?, a mí también me gustaba la puta.
—Dales otro pico, pero esta vez dóblales la dosis e inyéctaselos en la vena, no quiero acabar la fiesta antes de que Fernando Díaz se presente aquí con la pasta, voy a ver qué tipo de barbaridad habrá hecho Twyter con los niños.
María se revolvió nerviosa intentando incorporarse de la cama, tardó unos segundos en apercibirse que sus muñecas estaban atadas al dosel con recias cintas. Verónica acercó su rostro al de ella con intención de besar sus labios pero ella reaccionó girando su cara en un gesto despectivo… el tiempo suficiente para que pudiese clavarle una pequeña jeringuilla en el cuello. De nuevo aquella maldita sensación, sentir como se difuminaban los recuerdos en su mente y, otra vez, aquella sensación de que miles de micro descargas eléctricas recorrían su columna vertebral para sumirla en un sopor momentáneo que derrotaba sus músculos haciéndola desfallecer. José se masturbaba febrilmente frente a ellas y Verónica fue hasta el para aplicarle un tratamiento idéntico. Asió su rostro y le inyectó la misma dosis que a María, aún tardarían unos minutos en reaccionar.
Raúl no dio crédito a la escena que se desarrollaba en el salón en presencia de Twyter.
— ¿Cómo coño has conseguido eso?
Carla estaba arrodillada frente a Pablo e introducía en su boca el pene erecto del muchacho mientras Paula rodeaba con sus brazos la espalda de su hermana, acariciando sus pechos tenuemente y besándole en el cuello. Los tres parecían abstraídos y sus rostros hieráticos delataban una sobreexcitación antinatural y sin embargo nada hacía pensar que aquella situación fuera producto de la coacción,
— ¿Crees que me he pasado con la dosis? Te juro que sólo han probado la bebida.
—No, está bien así, sólo pensaba que nos costaría mucho más domesticar a los cachorros.
Ambos observaban excitados todo aquello. Ahora la pequeña se había situado junto a Carla y ambas simultaneaban las felaciones con lujuriosos besos mientras el joven arqueaba la espalda con el rostro compungido de placer. Nadie hubiera dicho nunca que aquella era la primera experiencia sexual de sus vidas, sólo unos instantes después Pablo estallo en un indomable orgasmo eyaculando copiosamente sobre el rostro virginal de sus hermanas y estas pugnaron por mamar de nuevo el miembro rozando sus pómulos y lamiéndose el con fruición.
—Estoy realmente orgulloso de vosotros muchachos.
Los tres giraron sus rostros hacía los hombres observándolos con un rictus de sonrisa en sus labios. Era como si ninguno de ellos se hubiese apercibido de la presencia de Twyter y Raúl pero pareció no importarles lo más mínimo, parecían ufanos y satisfechos.
—Vamos a hacer una visita a al tío y a mamá. Veréis que contentos se ponen de veros.
Como en trance los tres se encaminaron junto a ellos al dormitorio principal.
—Acuérdate que las niñas aún son vírgenes Raúl.
—No te preocupes Twyter, esto sólo acaba de empezar. Tenemos todo el fin de semana por delante.
El caldeado ambiente de aquel amplio dormitorio pareció entusiasmar a los chicos que para entonces habían perdido cualquier atisbo de racionalidad. María se retorcía de placer, con las muñecas y los tobillos atados al dosel de la cama, mientras Juan la penetraba en salvajes sacudidas y Verónica lamia sus pezones erectos. Sólo interrumpieron unos segundos aquella actividad febril para percatarse de la presencia de los chicos y estos saltaron sobre la cama haciendo que los muelles chirriasen. Paula observo a su tío mientras se recogía su larga melena rubia con las manos y sus incipientes pechos, coronados por sonrosados pezones fresados, temblaron como pequeñas terrinas de flan. Juan observo obnubilado aquel cuerpo de piel tersa reparando en su púber sexo que empezaba a poblarse con un tenue bello, rubio y enredado. Paula acercó su cara a la de él y beso sus labios, muy tenuemente al principio e introduciendo su lengua en su boca con lascivia unos instantes después, mientras sujetaba la muñeca de su tío para dirigir la mano a su sexo, húmedo y dilatado, como jamás lo había estado.
Juan ya no era el mismo, su pene parecía explotar y prolongo aquellos besos mientras introducía un dedo entre los labios vaginales de la niña.
—Juan— Era la primera vez que lo llamaba por su nombre y su voz delataba nervios y emoción, —quiero que seas el primer hombre de mi vida, que me hagas gozar como una perra.
Raúl había ordenado a su hermana que desatase a María y Carla se había recostado apoyando su cabeza en el torso de su madre entre abriendo las rodillas ligeramente flexionadas y Pablo se había situado sobre ella de forma que su pene rozaba el sexo de la chica. Twyter había colocado la cámara centrando aquella escena.
—Vamos cariño, relájate, verás que placer sentirás…
María acariciaba el pómulo de Carla mientras rozaba sus pechos pellizcando los pezones de su hija tenuemente y haciendo que se erectasen como saetas.
—Pablo… Pablo…— Carla hablaba entre susurros y su rostro delataba excitación, —vamos hermanito, quiero saber lo que se siente…
El joven introdujo su pene entre los labios vaginales de la chica y sintió como rasgaba su himen haciéndola sangrar, el rictus compungido de la chica denotó cierto dolor, pero fueron solo unos instantes. Pablo mitigo aquella sensación contorneando lentamente sus caderas penetrándola hasta el fondo para ir incrementando el ritmo de aquella incestuosa danza. Ahora los gemidos de Paula y de su hermana se mezclaban entre sí hasta el punto de confundir su autoría. Todos se habían desnudado por completo, apostando las cámaras y Raúl había ordenado a María que complaciera a Twyter y a él mientras Verónica se había centrado en Paula y en Juan indicándole a la niña lo que debía hacer en cada instante.
Aquella desenfrenada orgía duró más de tres horas y poco a poco los efectos de la droga fueron disipándose dejando en su lugar un terrible mareo en todos ellos y haciendo que la familia recuperase la cordura. Todos sintieron una inusitada vergüenza aún sin llegar a recordar los hechos acaecidos y mucho menos los detalles. Raúl encerró a María y a Juan en la habitación principal y a Carla en la adyacente con su hermano. Todos tardaron en conciliar el sueño pero estaban desfallecidos y agotados, ni siquiera hablaron entre sí. Juan se recostó en el sofá y María mudo las sábanas y se hecho sobre la cama. Raúl había ordenado que le dejasen solo con Paula en el salón y la niña parecía abducida frente a él víctima de un pánico cerval, había permitido que se pusiese un mullido camisón y aún así cubrió sus hombros con una manta sentada en el sofá en posición fetal. Por un momento Raúl temió que la niña padeciese algún tipo de ataque de nervios que truncase sus planes, sabía que era la más vulnerable y por ende a la que más fácil le resultaría manipular.
Se acercó a ella por detrás con el máximo sigilo y acarició su pómulo tenuemente susurrándole al oído.
—Pequeña… querida Paula— su voz era rítmica y cadenciosa, —no temas nada, yo te protegeré, nadie te hará ningún daño.
Paula era incapaz de reaccionar, sentía arcadas y todo su cuerpo temblaba.
—Escucha pequeña, tú no has hecho nada malo, ¿entiendes?, el amor se manifiesta de muchos modos, nada es pecado en el sexo, ahora dime, ¿qué has sentido?
La voz de la niña sonaba entrecortada y vacilante, pero por primera vez miro fijamente a su captor.
—Asco, vergüenza, repulsión— sendas lágrimas surcaron sus mejillas.
—No estás siendo sincera pequeña, puede que al principio fuese así pero tus gestos denotaban placer, un placer desconocido hasta hoy mismo para ti.
Las suaves caricias y la cadencia de aquellas palabras junto a su oído parecieron disipar vagamente su terror.
—No es cierto…— ahora lloraba copiosamente y Raúl secó sus pómulos con el dorso de sus manos.
—Pequeña si quieres podemos visionar las grabaciones, sin coacciones, verás como si te gustaban aquellas sensaciones, yo solo te arroparé, no quiero que te sientas desdichada.
—Entonces márchense y déjennos en paz.
—No puedo hacerlo Paula, estamos esperando a tu papá. Él no es una buena persona ¿sabes?
—Tengo hambre y sed.
—No te preocupes, iré a la cocina y te traeré un vaso de leche y unas tostadas.
—Gracias. Y mi familia.
—Ellos desayunaran por la mañana, Nadie les molestará hasta entonces, pero recuerda que la puerta está cerrada con dos vueltas y todas las llaves están en mi poder así como los móviles, si intentas algo me obligaras a cambiar los planes y tú no deseas eso, ¿no es cierto?
Asintió con la cabeza sin atreverse a contestar y Raúl se encamino a la cocina para meter en la tostadora dos lonchas de pan de molde y calentó en el microondas un vaso de leche blanca, introduciendo en él una ínfima dosis de aquella droga. Cuándo regreso con la bandeja Paula parecía más sosegada aunque su rictus aún delataba nerviosismo y temor.
CONTINUARÁ.