Venganza convertida en pasión

De cómo un acto que comenzó como venganza terminó en un acto de verdadera pasión.

En mi primer relato les comenté de cómo me vengué de las infidelidades de mi esposa María, haciendo el amor con Eugenia esposa de su amante César. Pues bien, al día siguiente me llamó a mi celular para solicitarme que le reenviara algunos correos de los que se escribieron César y María. Muy especialmente me pidió que le enviara los del 17 de Julio de 1998 y los de 7 días posteriores, fecha en que ella y César se encontraban en Grecia.

No volví a tener comunicación con ella hasta las tres semanas en la que recibí una llamada de Eugenia a mi celular, después del saludo de rigor me pidió que si nos podíamos ver. Recuerdo la fecha exacta en vista que me llamó el día antes del cumpleaños de su esposo. Me indicó que me esperaría a las 11 am en el parqueo de un conocido supermercado que queda a pocos metros de su oficina. Preparé todo en mi oficina para poder ausentarme hasta las 3pm y a las 11 am llegué al parqueo del supermercado, inmediatamente divisé a Eugenia sentada en su automóvil. Bajó de éste y sin mediar palabra se montó en mi carro, me dio un beso en la mejilla y me dijo: Llévame adonde tu quieras! Sin decir más me enrumbé hacia un hotel de la ciudad, en el trayecto me comentó que no había abordado todavía la situación de infidelidad de su esposo César con mi esposa María y me explicó el motivo del por qué estaba esperando. Me contó que al día siguiente sería el cumpleaños de César y al momento de felicitarlo le entregaría como regalo de cumpleaños los correos electrónicos impresos entre él y mi esposa María. No le hice ningún comentario al respecto y simplemente me sonreí de lo cruel que podía ser esta mujer.

Llegamos al hotel, solicité una habitación e inmediatamente pedí al servicio de habitaciones que nos sirvieran una botella de champagne y‎ unas fresas en la habitación. Una vez en la habitación nos sentamos a charlar mientras nos llevaban la orden, lo que hicieron a los pocos minutos. Abrí la botella de champagne, le serví a Eugenia y me serví, posteriormente abrí el contenedor de fresas con crema chantilly y nos dedicamos por cerca de media hora a analizar a insistencia de Eugenia el por qué se había dado la situación amorosa entre César y María.

En un momento determinado le pregunté del por qué de su llamada, lo cual hice dado que la conversación se estaba volviendo un tanto incómoda, no tanto por la infidelidad de mi esposa, sino por la posibilidad que Eugenia se arrepintiese de lo que ya habíamos hecho en su oficina y de lo que estaba por hacer y no quería perder la oportunidad de volver a gozar su pasión. Su repuesta fue que había gozado sobremanera del placer sexual estando conmigo y que desde que yo había estado con ella no había vuelto a tener relaciones dado que su estado de enojo con su esposo se lo impedía. Me repitió que la vez que lo habíamos hecho en su oficina había sido la primera oportunidad de serle infiel y que no pensaba repetirlo con otro hombre, no al menos por el momento, aunque su esposo se mereciese eso y más.

Después de dos copas de champagne y recordar el placer sentido con Eugenia me hizo sentir un escalofrío en mi entrepierna y rápidamente tuve una erección. Me puse de pié y le pedí a Eugenia que hiciese lo mismo, la abracé y le di un beso apasionado tratando de ser lo más sutil posible. Acto seguido le bajé la cremallera de su vestido y con un movimiento de hombros éste cayó al suelo, no llevaba sostén, por lo que únicamente quedó con una tanga blanca transparente que traslucía su monte de Venus. Ella dio un paso hacia atrás y recogiendo su vestido se dio la vuelta modelando, preguntándome: Te gusta lo que vez?

A como ya les comenté en mi primer relato Eugenia mide entre 160 y 165 cms., es tez blanca, pesa 120 libras y tiene una cara bonita, sin embargo me imagino que por mi nerviosismo de la primera vez, no había reparado en la belleza de esta mujer en toda su magnitud. Le pedí que despacio se diera de nuevo la vuelta y observé que sus pechos siguen siendo firmes y erectos, su vientre es plano, apenas con la cicatriz de sus tres cesáreas, la cual es casi imperceptible, sus nalgas aún no caídas, redondeadas y sin acumulación de grasa o celulitis, sus piernas bastante firmes y muy bien torneadas, sus pies finos, pequeños, acordes a su estatura

Acto seguido la levanté en mis brazos y la deposité con mucho cuidado en la cama, me acosté a su lado e inicié a masajear-acariciar su estómago y su vientre. Ella cerró los ojos y puso sus brazos detrás de su cabeza, deleitándose con mis caricias. Poco a poco su respiración fue aumentando el ritmo e inicié a besar la base de sus pechos, acariciándolos con la punta de mi lengua y mordisqueándolos con mis labios, sin llegar a tocar su aureola, ni sus pezones. Igualmente fui ampliando el área de masaje, bajando hasta su monte de Venus. Así me mantuve por cerca de 15 o 20 minutos al final de los cuales observé que su tanguita comenzaba a humedecerse y sin dejar de masajearla-acariciarla, le besé los pezones, los chupé con mucha suavidad, aumentando el ritmo de los chupetes hasta llegar a casi tragármelos de lo fuerte que succionaba, causándole una mezcla de dolor y placer; volviendo de nuevo a besarlos con suavidad, los recorrí con la punta de mi lengua, los mordí, los succioné suave y fuerte y cuando creí conveniente puse mi mano sobre su vulva, presionándola. Aparté su tanguita la que ya se encontraba húmeda y comencé a pellizcar sus labios, ella comenzó a gemir de placer, su respiración se hizo más profunda y sentía el ritmo acelerado de los latidos de su corazón. De pronto me rodeó la espalda con sus brazos, me atrajo hacia ella y dándome un beso en los labios me dijo: José, solamente he tenido un hombre en mi vida antes que vos y eso ha durado 25 años, tiempo en que uno cae en la rutina y el aburrimiento. He dejado de sentir que soy una mujer deseada, amada. Ya no existen en mi vida los momentos de pasión y lujuria. Por favor te ruego, hazme tuya en todo sentido, quiero sentir el verdadero placer, quiero sentir que soy mujer, que soy una mujer deseada, que me pueden amar y que yo puedo amar, que me pueden dar placer y que yo puedo dar placer.

Le besé sus labios para callarla y comencé a besarle y recorrerle con mi lengua, su cuello, sus orejas, sus labios, bajando poco a poco por su pecho, hasta llegar a sus dos erectos pezones, a los que besé, acaricié con mi lengua y succioné de todas las formas posibles: lento, rápido, suave, con dureza, mientras tanto con la ayuda de ella quité su tanguita, la que estaba completamente húmeda y puse toda mi mano en su vulva, presionándola, sintiendo su humedad, introduje mi dedo medio en su canal vaginal y con mi dedo pulgar le acaricié su botoncito.

Por la expresión de su cara, sus gemidos y su respiración me di cuenta que estaba pronta a venirse, por lo que inmediatamente saqué mis dedos de su sexo y bajando mi cara a su monte de Venus, halé de sus pelitos con mis labios, mordisqueé sus labios vaginales e introduje mi lengua, recorriendo sus pliegues hasta llegar hasta su botoncito, apenas lo había recorrido unas cinco o seis veces cuando ella arqueando su espalda se vino en un violento orgasmo.

Para ayudarle a sentir mayor placer me arrodillé en frente de ella, metí mis manos bajo sus nalgas y levantándola atraje su vulva hacia mi boca, ella levantando sus piernas las cruzó encima de mis hombros y bebí de sus exquisitos jugos, intercambiando entre succionar sus jugos y su clítoris. Eugenia se contorsionaba, se acariciaba los pechos, se lamía sus labios con su lengua y gimiendo me decía: así, así, así, no pareees, daaaame más, más, maaaaás por favor, daaaame más. Me dolía la quijada de tanto succionar sin embargo recorrí el espacio entre su vulva y su culito con mi lengua comencé a acariciarlo en círculos. Eugenia estaba en un estado máximo de excitación, estaba incontrolable y a pesar de ser una persona muy educada, me decía cojéeme, hijo de puta cojéeme, ya no más, por favor ya no más y yo con mi lengua hacía el recorrido entre su culito y su botoncito, me paraba, le daba unos cuantos chupetes e iniciaba de nuevo el recorrido a su culito, lo lamía en círculos y volvía de nuevo a iniciar todo el recorrido haciéndola venirse en otro orgasmo, en el cual trató de incorporarse diciéndome por favor ya no más, por favor ya no más, pará por favor

Separé sus piernas de mis hombros y acostándola en la cama la abracé fuertemente y ella igualmente me abrazó, diciéndome que se sentía agotada. Al rato de estar abrazados me pidió que me levantara y sacara de su cartera una bolsa y se la pasará, lo cual hice y sacó de la bolsa un Gel Calox (lubricante) y me la entregó diciéndome: me imagino que ya sabes cómo darle uso.

Acto seguido me empujó para que me acostara boca arriba, ella se arrodilló a mi lado e inició a besarme el cuello, la boca, haciendo pequeños círculos con su lengua bajó hacia mis tetillas capturándolas con sus labios, mientras una de sus manos acariciaba mis testículos. Los movimientos de sus dedos igual que el de sus labios y lengua eran casi imperceptibles, suaves, lentos. La sensación de placer producto de sus besos y de sus caricias manuales era más que placentera, me sentía transportado a un estado de suspensión mental, fue un momento de intimidad suprema en donde experimenté toda una gama de éxtasis interior, me sentí desconectado. Fue un momento de esos que muy pocas personas viven en su vida, fue una completa armonía entre mi cuerpo, la mente y el cosmos. No se cuánto tiempo duró, creo que me dormí o al menos dormité unos pocos minutos.

Me hizo volver a la realidad el hecho que ella sin parar de acariciar mis testículos agarró mi pene con una de sus manos metiéndoselo en la boca, recorriéndolo de arriba abajo. Mi estado de erección era tal que sentía que las venas de mi pene explotarían. De pronto ella volteó su tronco y puso sus nalgas en frente de mi cara, creí que se acomodaría para hacer un perfecto 69, sin embargo los movimientos rotatorios de sus nalgas eran una clara invitación a que las acariciara. Inicié masajeándolas y de vez en cuando me incorporaba apenas para darles pequeños mordiscos. Eugenia no paraba de acariciarme y de recorrer con su lengua y sus labios mi pene y mis testículos, no me tenía a mil. ¡¡¡Me tenía a millón!!! La atraje hacia mí y abriendo con mis manos sus nalgas le di un beso en su culito, haciendo círculos con mi lengua alrededor de éste se lo humedecí con saliva y humedeciendo uno de mis dedos con sus fluidos vaginales poco a poco y con mucha paciencia lo fui metiendo, haciendo círculos a fin de irla acostumbrando a la sensación. Mojé otro dedo con sus fluidos vaginales y al tratar de introducírselo se incorporó un poco y solo alcanzó a decirme: jodido usa el Gel que para eso es.

Con mi otra mano alcancé el Gel y después de abrirlo me unté un poco en el segundo dedo y poco a poco se lo fui introduciendo. Fue mucho más fácil con el Gel y ella se sintió un tanto aliviada cuando terminé de meterlo ya que se dejó caer un poco poniendo todo el esplendor de su sexo en mi cara, invitándome a comérmelo.

Sin dejar de hacer círculos con mis dedos entre su culito, le mamé primero sus labios, se los acaricié con la lengua y luego hice lo mismo con su clítoris, succionando todos sus jugos lo que la puso lista para ser penetrada. Me pedía entre gemidos que la penetrara, diciéndome: cojéeme, cojéeme. Viendo que ya estaba lista, la aparté suavemente y agarrando dos almohadas le pedí que me siguiera.

Me metí rápidamente al baño y saqué una toalla de manos, luego me senté en un sillón y en frente de mi puse las dos almohadas, una para sus rodillas y la otra para su cara. Me la senté en mis piernas y le pedí que dándome la espalda se arrodillara en la primera almohada, que en la segunda almohada pusiese su cara y que sus brazos los extendiera delante de su cabeza. En esa posición quedó con todo su culito totalmente expuesto hacia arriba y untándome Gel por todo mi pene comencé a penetrarla suavemente, mientras con mis dedos acariciaba sus labios vaginales y su clítoris. Poco a poco la fui penetrando y cuando ya la tenía un poco más de la mitad, agarrándola por las caderas la halé hacia mí y se la metí fuertemente. Eugenia pegó un grito de dolor, diciéndome: Hijo de puta me rompistes el culo. La mantuve pegada a mí para acostumbrarla y cuando ella se sintió cómoda inició un movimiento suave de mete y saca combinándolo con movimientos rotatorios.

Dado que yo estaba sentado en el borde del sillón, prácticamente ella era la que llevaba el ritmo, ritmo que lo combinaba como todo una experta. Se la metía hasta adentro para luego sacarla dejando solamente el glande en sus interioridades, para volver a metérsela hasta dentro, yo sentía como mis testículos chocaban con sus caderas; en un momento ella trasladó su brazo derecho por debajo de ella hasta tocar mis testículos, los agarró y masajeándolos me dijo: chiquito, chiquito, dame todo lo que lleves dentro, quiero sentir toda tu lechita en mi culito. Acto seguido los dos nos venimos en un fuerte y prolongado orgasmo, yo la halé lo más que pude hacia mí y ella sin dejar de masajear mis testículos gritaba del placer, diciendo: así, asií, asiií, dame, dame, dame maaás Sentí que en cada masaje que ella me daba en mis testículos salían chorros de semen, habiendo expulsado unas 7 u 8 veces, sin embargo ella mantuvo el masaje como para no perder ni gota de mi leche. Nos acostamos en el suelo y sin salirme quedamos abrazados hasta sentir cómo resbalaban mis jugos por su culito, llenando sus nalgas y llenándome a mí.

Me salí de ella y apretando sus nalgas una contra la otra le pedí que no se moviera. Le puse la toalla de manos tapando su culito y levantándola en brazos la llevé hasta el baño y la deposité en el inodoro, ella se sonrió y me dijo: qué caballeroso que eres!

A continuación me metí al baño a darme una ducha, ella me siguió y nos bañamos mutuamente deleitándonos con nuestros cuerpos. Nos secamos y nos fuimos a la cama de nuevo. Eugenia me preguntó si lo había disfrutado y ella me dijo: No me equivoqué. El primer día que lo hicimos en mi oficina me di cuenta que esto continuaría, pero también me dije que vos me harías sentir lo que en mucho tiempo no he logrado sentir. De hecho, ese día si no hubiese sido por el lugar, la presión de estar en la oficina y de lo que me llegaste a contar, hubiese sido maravilloso. Pero hoy me hiciste ver el paraíso. Tu también a mí, le contesté y le deposité un beso tierno en sus labios. Y continuó diciéndome: quiero cogerte, quiero ser yo quien ahora te coja, permíteme hacerlo y corresponderte el placer de ser cogido.

No hubiese podido continuar si no hubiese sido que ella me indicó que me acostara boca abajo poniendo la cabeza sobre la almohada y mis manos debajo de ésta. Me comenzó dando un masaje en los hombros, el cuello y mi espalda. Se concentró por un buen rato en mis hombros y el cuello, dándome besito en el cuello esporádicamente. Luego bajó hacia la zona de mis glúteos y la parte superior de mis piernas para terminar en mis pantorrillas y mis pies. Seguidamente regresó a mis glúteos, hizo que separara mis piernas, manteniéndolas lo más abiertas posibles, se acomodó de rodillas en medio de mis piernas y al mismo tiempo que me daba el masaje, me besaba y daba pequeños mordiscos en las nalgas.

Sus labios y su lengua se fueron posesionando de la línea de separación de mis nalgas, bajando lentamente hasta llegar a posarse en mi culo, al que estuvo lamiendo por unos minutos, resbalándose lentamente al perineo.

Los efectos de sus besos estaban haciendo el efecto esperado y de nuevo me llevó a la erección, pidiéndome me volteara boca arriba, continuó su paseo por mis testículos, lamiéndolos, chupándolos con suavidad. Siguió su recorrido tomando como una posesa mi miembro con su boca ayudándose con una de sus manos y mientras lamía o chupaba el glande y me masturbaba, me acariciaba los testículos y el perineo con la otra mano. Muy pronto comenzó a fluir líquido seminal el que con mucha delicadeza lo tomaba con su lengua y saboreándolo se lo tragaba. Mientras tanto en un estado de frenesí me contorsionaba del placer.

Se incorporó y subiéndose encima de mí, puso sus rodillas a cada lado de mi cuerpo, tomando mi miembro con su mano derecha lo condujo a su vulva y por un par de minuto se la acarició de arriba abajo, mientras con su otra mano se acariciaba los pechos. El espectáculo era digno de filmarse, las contracciones de su cara al momento que se pasaba mi miembro por su clítoris eran evidentes, así como la rigidez de su cuerpo. Se dejó caer introduciéndose todo mi miembro en el interior de su vagina, mientras con su mano ya libre de mi miembro, se acariciaba el clítoris. Verla cómo se masturbaba con su mano y cómo se movía en su ir y venir, en su sube y baja, me puso en un estado máximo de erección.

En su sube y baja se metía mi miembro hasta el fondo chocando mis testículos con sus nalgas, para luego subir y dejar adentro solamente el glande, jugar con éste, metiéndoselo en sus interioridades solamente unos dos centímetros, lo volvía a sacar y lo volvía a meter para luego dejarse caer y sentirlo en el fondo de su vientre. Cada vez las contorsiones de su cuerpo eran más rápidas, las facciones de su rostro se endurecieron y poniendo los músculos de su vientre en tensión explotó al mismo tiempo que yo subía mis nalgas y recogiendo un poco mis pies exploté dejándole ir todo lo que tenía en mis adentros, los músculos de su vientre, los tensionaba y los liberaba en una perfecta armonía con mis eyaculaciones, haciéndome sentir uno de los mejores orgasmos de mi vida. Al terminar se acostó sobre mí y dándome un beso en la boca se quedó dormida en mis brazos.

Eugenia se despertó y acto seguido nos volvimos a bañar, nos vestimos y cada quien siguió su camino. Posterior a eso nos seguimos viendo hasta que mi esposa nos descubrió, pero eso se los contaré en otro relato aparte.