Venganza

Yo sólo le dije: “Tranquilo, chiquitito. Como anoche te perdiste la película, sólo vine a que disfrutaras los tráilers”.

Eran pasadas las 8 de la noche de un miércoles, cuando sonó mi teléfono. Atendí y oí su voz: "Cissy, muñeca, lo siento, nuestra salida se cancela. Mónica acaba de llamarme para que la acompañe a una exposición. Ella es mi novia y no puedo negarme". Cuando colgué, ya mis ojos no podían contener las lágrimas. Lágrimas de rabia, de humillación... lágrimas de amor, sí, porque en aquel momento era amor lo que creía sentir por ese desgraciado que se creía con el derecho a escupirme el corazón todas las veces que se antojara. A medio vestir como estaba, me tiré en mi cama a rumiar mi desgracia y a recordar... Recordé aquella primera vez que me invitó a salir. Yo andaba tristísima por mi casi fracasada relación con el completo fracasado de Fabio... y él apareció por mi oficina y me invitó a tomar un trago que acabó bajo sus sábanas. Para mí fue una revelación. Nunca antes me había fijado en él, uno de los socios de la firma de abogados donde yo trabajaba. Sabía que tenía un origen como entre alemán y noruego, que se evidenciaba en un rostro de facciones duras, adornado sólo por un par de ojillos como alegres cuentecitas azules y su cuerpo fuerte metido en 1,90 de estatura. Ah! Y ese nombre mitológico que me hacía tanta gracia: Thor, casi me sonaba a nombre de perro. Aunque prejuiciosamente lo imaginaba frío, resultó ser muy cálido. Nos hicimos amantes, largué a Fabio y me enamoré como una loca de Thor, en ese orden exacto. Teníamos un sexo apasionado y tierno y fuimos felices hasta que él decidió que una abogada sin mayores bienes de fortuna no estaba a su altura y me cambió por una fulana llamada Mónica, cuya fama de puta manipuladora igualaba su cuenta bancaria, pero en fin... Como era de esperarse, me rompió el corazón. En el trabajo, me humillaba y me hacía desplantes... hasta que una oferta de trabajo de una prestigiosa universidad me sirvió de palanca para irme de su firma y rehacer mi vida... de él sólo volví a saber por las crónicas sociales, donde salía, haciéndole honor a su nombre canino, de falderillo de su muy rica prometida... hasta la tarde de ese miércoles...

Mi celular repicó con "su" tono... y putamente mi raja se mojó... a mi pesar atendí corriendo y con su voz ronca, íntima, sexy me invitó a salir esa noche a las 8:30. Sin orgullo, olvidándome de humillaciones pasadas, le dije que sí... sólo para que luego llamara, pasadas las 8, para cancelarme y romperme de nuevo el corazón... y lo que es peor... dejarme con ganas de volvérmelo a coger. Pero después de fastidiarme de llorar, decidí que esta vez no sería como todas las veces. No sería él quien siempre se burlara... le iba a dar una lección que nunca en su vida olvidaría...

Todo el día del jueves pasó lentamente, yo estaba ansiosa de que las horas pasaran. Salí de mi trabajo en la universidad y me dirigí a las oficinas de la firma. Sabía que Thor casi siempre trabajaba sobretiempo. Llegué al estacionamiento del edificio y bajé la bolsita que había guardado en la mañana, y fui hasta la recepción. En mi trabajo había sido muy apreciada. Cuando aparecí, la recepcionista me dijo con una sonrisa: "Señorita Carlota, qué sorpresa verla... y tan tarde. ¿Viene a ver al doctor Montenegro?" (Otro de los socios, como yo, profesor) Le dije con mi mejor cara de niña buena: "No, vengo a ver al doctor Koenig. Pero no le avises. Le daré una sorpresa".

Subí y antes de entrar, fui al baño. De la bolsita que llevaba, saqué un sobretodo de cuero de un tono vino oscuro y unas botas de caña alta, negras, de tacón muy alto y fino. Me despojé de mi recatadito traje sastre y de mi sujetador y mi tanguita. Me miré al espejo y admiré mi cuerpo. Mis formas son armónicas, con unos pechos ni grandes ni chicos, aún firmes para mis 28 años de entonces, cintura pequeña, pero no de avispa, un culito de buena forma y buen tamaño y piernas torneadas, proporcionales a mi estatura, 1,66. Me eché encima el sobretodo y las botas como único atuendo y acentué un poco mi maquillaje; sombra oscura y mucha máscara en mis ojos de caramelo y labial vino oscuro en mi boquita carnosa. Solté mi cabellera negra del moño en el que la llevaba. Me gustó mi aspecto. Me recordó un poco a esas películas eróticas y eso me excitó. Me dirigí entonces a la oficina de Thor...

La secretaria ya se había ido. Toqué la puerta y cuando sentí su voz que dijo "adelante", mi rajita reaccionó mojándose. No podía evitarlo... aún deseaba a ese hombre... y claro, tenía la venganza en mente, pero una venganza que me permitiría disfrutarlo... Abrí la puerta y lo vi detrás de su escritorio. Él alzó la mirada y su rostro, habitualmente pálido, se puso rojo. Empezó a balbucear palabras inconexas, excusas incoherentes sobre la noche anterior. Yo sólo le dije: "Tranquilo, chiquitito. Como anoche te perdiste la película, sólo vine a que disfrutaras los tráilers". En ese momento, fui a la puerta, le eché cerrojo y me bajé el cierre del sobretodo, dejando expuesto mi cuerpo desnudo, con mi raja totalmente depilada (y rezumando jugos de puro gusto). Aquel hombre no articulaba palabra, sólo me miraba con la boca abierta, momento que aproveché para acercarme e introducir mi lengua en su boca chiquitina, lo que lo hizo reaccionar y nos fundimos en un beso apasionado, húmedo, único...

Sus manos inmediatamente comenzaron a recorrer mi cuerpo, que se sabía de memoria, mientras me decía "Cissy, mi muñequita, mi putita, perdóname, yo te amo, sabes que a mi manera te amo". Una mujer más sensata lo hubiera matado como mínimo, pero a mí sus palabras me encendían más... Aflojé el nudo de su corbata, abrí su camisa y comencé a acariciar su pecho de pelos rubios, mordisqueando sus pezones y trazando el camino con la lengua hasta llegar a sus pantalones. Los abrí y allí, bajo su slip, estaba esa preciosa, gloriosa, y rosada verga rosadita, esa divina salchicha alemana que hacía un año y cuatro meses no me comía... La saqué y comencé a chuparla golosa. Mi lengua recorría toda su extensión, hasta llegar a sus bolitas rosadas, que lamía como una perrita hambrienta. Por momentos se me olvidaba el motivo por el que estaba allí, la excitación era real... deseaba mucho a ese hombre. Me incorporé para besarlo. Él bajó hasta mis tetas y empezó a lamerlas, a chupar mis pezones, mientras me decía: "Cissita, ahora sí que no te abandonaré más, mi puta adorada, mi diosa, mi hembra divina". Sus palabras, aunque las sabía falsas, me excitaban mucho. Entonces, me tomó por la cintura y me subió a su escritorio, y con su lengua bajó hasta mi raja. Comenzó a chuparme el clítoris, daba lametazos a la entrada de mi vagina y bajaba hasta mi ano... lamía, chupaba y mordía como un desenfrenado. Sentí mi cuerpo sacudirse con un orgasmo súper intenso... me bajé del escritorio y, permitiéndome un momentito de ternura, me senté en sus piernas y me abracé a él, dándole besitos en el cuello, mientras él me acariciaba mis tetitas, como sabía que me gusta después del orgasmo. Pasados unos minutos, me levanté de sus piernas. Había llegado la hora de la fiesta.

Le dije que ya que me había regalado un orgasmito tan rico, era el momento de retribuirle. Le bajé completamente los pantalones y le pedí que me dejara atarle las manos detrás de la silla con su corbata. Entonces, saqué de mi bolso un pañuelo negro y le vendé los ojos. Le dije que sólo se dejara llevar... Comencé a besar y a acariciar cada espacio de su cuerpo. Me arrodillé para darle besitos tiernos en la entrepierna y me moría de placer viéndolo retorcerse y gemir como un cachorrillo. Me metí sus 18 centímetros de verga dura, nervosa y rosada a la boca. Chupé con fuerza, lamí suavemente, acaricié sus bolas... entonces, me incorporé y me senté de golpe encima de su verga, de cara a él. Me movía lentamente mientras besaba sus labios. Él sólo gemía... Como conocía bastante bien su cuerpo, sólo estaba esperando un cambio en el tono del gemido, y esa expresión como de contracción en su cara, que enrojecía. Cuando sentí cerca su estallido de placer, me levanté de golpe, sacando su verga de mi rajita. Él, desconcertado, me preguntó: "¿Qué haces?" No contesté... cuando escuchó el cierre de mis botas, su voz se tornó más seria y me dijo: "Carlota, ¿qué es lo que pretendes? ¿Vas a dejarme sin acabar?" Una vez vestida y en la puerta, le dije: "Esto es por todos los desplantes y en especial, por el desprecio de ayer noche. Aprende que con los sentimientos ajenos no se juega. Espero que esta pequeña humillación te duela". Me di la vuelta y lo dejé, con los ojos vendados, con las manos atadas, los pantalones abajo y la verga ansiosa y sin orgasmo. ¿Cómo se soltó? No lo sé. ¿Quién lo encontró? Tampoco sé. La verdad, nunca más lo he vuelto a ver, desde aquel jueves de octubre, hace algunos años ya. Supe por terceros que vendió sus acciones en la firma y se fue del país. ¿Por la humillación? No quiero pensarlo. ¿Que si acaso alguien se enteró? No sé, pero tres meses después, Mónica de mis amores apareció con un nuevo novio en la crónica social...

Besos,

Cissy (Carlota Cecilia)