Venganza

El marido de mi cuñada se toma la justicia por su cuenta.

El calor de la noche había sido insufrible, innumerables vueltas en una cama doble vacía, mi mujer se había ido a cuidar de su madre convaleciente de una operación de cadera, a mí me había dejado solo, “¿sabrás cuidarte?” me había preguntado mientras cerraba la puerta. Nuestra relación se había ido enfriando con el paso del tiempo, claro que la quería, pero ya nada quedaba de la pasión de los primeros años, monotonía y desidia eran las palabras que definían nuestra relación, un polvo esporádico muy de vez en cuando para recordarnos que aun estábamos casados y algún te quiero mecánico para despedirnos.

Salté de la cama, me miré en el espejo de mi mujer, slip blanco y un cuerpo nada despreciable conseguido a base de gimnasio, no era para echar cohetes, pero me conservaba bien, a mis treinta y ocho años aun no colgaba nada y donde la mayoría de mis coetáneos lucían una incipiente tripita yo aún conservaba mis abdominales, un pectoral que cada día me costaba más conservar y del que me sentía orgulloso, nada exagerado, pero algo de lo que sentirme orgulloso, “sólo falta que te lo depiles” decía mi mujer cuando me pillaba en momentos como ese, pero yo no lo haría jamás, nunca me había gustado esa moda de hombres lampiños como bebes, me gustaba mi vello que aunque no abundante bajaba desde mi pecho hacia mi estómago ocultándose siempre en el lugar donde hoy reposaba una nada despreciable erección mañanera.

Era el segundo día de mis vacaciones de verano, no tenía coche y llevaba dos días sin afeitarme y sin salir de casa, un surco de color oscuro comenzaba a aflorar en mi cara, sonreí al espejo y este me devolvió la sonrisa, no sé cómo sonará, pero me gustaba el hombre del espejo, no pensaba afeitarme, sonó el teléfono:

-          Buenos días- contesté

-          Fran soy yo, Paula, ¿cómo van esas vacaciones?- sonó al otro lado aquella voz que años atrás me había enamorado.

-          Bien ya sabes, poco que hacer y echándote de menos- mentí- ¿cómo sigue tu madre?-.

-          Bien hoy han llegado los refuerzos, Marisa ha venido a echarme una mano, así que no soy la única que abandona a su marido en vacaciones- dijo en tono jocoso.

-          Tranquila no me siento abandonado- continúe en el mismo tono- ¿y qué ha hecho con el cuñadísimo?-pregunté.

-          Ya sabes como es mi hermana, no creo que tenga que darle muchas explicaciones a Marco- no, la verdad es que no lo creía.

-          ¿Ya sabes cuándo volverás?-.

-          No aun no Fran, es una recuperación lenta y lo estamos pasando bien, nos hacía falta volver a estar juntas y con la llegada de Marisa estamos aún más contentas- algo inaudible seguido de una risotada se escuchó al otro lado de la línea-.

-          ¿Qué pasa por ahí?-.

-          Jajaja, nada, dice Marisa que llames a Marco y salgáis a tomaros algo, que aprovechéis que estáis los dos de rodriguez en la ciudad-. Su sonrisa sonó franca, limpia como hacía años que no sonaba.

-          De acuerdo, lo llamaré, dile que no se preocupe-.

-          Llámalo cuñadito ciao nos vemos- sonó la voz de Marisa al otro lado y acto seguido colgó.

Esperé un momento al lado del teléfono por si volvían a llamar, pero al parecer mi mujer también había dado la conversación por zanjada. Era algo muy típico de la alocada hermana pequeña de mi mujer. Paula era diez años más pequeña que Marisa, yo la conocí siendo apenas una niña, hacía dos años que se había casado con Marco, lo conoció durante un viaje a Italia y en menos de seis meses ya estaban casados, “es perfecto para mi” solía decir cuando alguien le reprochaba algo a cerca de su fugaz noviazgo. Marco era dos años más pequeño que ella, apenas tenía veinticuatro años cuando se casaron, siempre me había parecido un tipo atractivo, con nada de acento y quizás como ella misma decía perfecto para ella, un poco insulso, pero un buen tío, nuestra relación se basaba en hola y adiós y algún que otro comentario sobre fútbol que yo siempre evitaba ya que nuestros equipos eran rivales desde antes de que nosotros naciéramos. No pensaba desaprovechar una tarde quedando con él.

El calor invitaba a una ducha y eso fue lo que hice, tras esta pasé la mañana haciendo de comer, sentado en el sofá, haciendo esas cosas que tanto echas de menos cuando estás trabajando y que tu mujer no te deja hacer porque siempre encuentra un plan mejor.

Tras una siesta el inconfundible sonido del whatsapp me despertó, el sudor recorría mi espalda, y casi agradecí que sonara y me sacara de aquel caluroso letargo en el que me encontraba. Aun algo somnoliento atiné a coger el móvil:

-          Francesco, q tal? Me dijo Paula q tmb stabs solo, podriams kedar, necsito hablar cntigo s urgnt.

¿Qué necesitaba hablar conmigo? ¿¿De qué?? Me resultaba muy raro que él tuviera algo de qué hablar conmigo, pero que encima fuera urgente… Conteste a su whatsapp:

-          Eyy tío qué pasa, ¿te sientes solo?- utilice uno de los mucho iconos del whatsapp para restarle importancia a la pregunta.

-          Un poc, podriams verns esta tarde??

-          Si claro, sin problema, dime dónde y a qué hora.

-          Conoces el utopia??

¿En serio mi concuño me estaba citando en un bar gay o eran imaginaciones mías?

-          Sí, lo conozco, me han dicho que es un local gay- conteste disimulando.

-          Lo es, xo no pasa nada, ay muy buen ambiente y antes de las 2 es un sitio trankilo, no te preocupes, nadie te va a violar si tu no kieres-.

-          Jeje, bueno no sé, no creo que me sintiera cómodo en un lugar de ambiente- fue mi respuesta.

-          Ah no?? Déjate de boberías, te invito a una copa, nos vemos a las 22.30 ayi, no me falles x favor.

-          Bueno una vez tendrá que ser la primera- mentí- allí nos vemos. ¿Marco estás bien?- le pregunté.

-          Si si, no te preocupes, tenems q hablar eso es todo, me kedo sin batería, ns vems ayi.

-          Ok – fue la respuesta que jamás llegó a su móvil.

Claro que no era la primera vez que estaba en el Utopía, había ido varias veces buscando  algo más que una copa, era un lugar bastante discreto en la zona más alejada de la ciudad, era cierto lo del ambiente, era muy tranquilo y se daba importancia la discreción, algo muy importante para los muchos hombres casados que íbamos allí, algunos se esforzaban en disimular la marca de la alianza, otros como yo ni siquiera nos la quitábamos. ¿Por qué me habría citado Marco allí? Nunca lo había visto por el local, hubiera sido mi ruina y además no creía que él frecuentara esos locales, estaba recién casado y aun vivían con su mujer en esa burbuja que solo puede darse a los dos años de casado…

Mi mente empezó a divagar por el recinto del local, hombres musculados y sudorosos venían a mi imaginación, escenas de sexo desenfrenado pasaban por mi cabeza, tenía que ser una coincidencia, Marco no podía conocer ese local, trataba de convencerme… Más imágenes de cuerpos semidesnudos pasaron por mi cabeza, notaba como mi polla se iba poniendo cada vez más dura aún dentro de mi slip, la saqué y comencé a masajearla, el olor de mi polla llego hasta mí, como me gustaba ese olor a macho, el calor comenzó a hacer estragos y empecé a sudar, mi polla cada vez más dura, me sentía muy excitado recordando mis escenas de sexo con otros hombres, notaba como la sangre bombeaba mi rabo a cada sacudida de mano, empecé a acariciarme los pezones, el sudor resbalaba por mi pecho hasta mi abdomen, y cada vez estaba más caliente, imaginé a Marco tal y como nos habíamos visto hacía un par de semanas en la piscina, cuerpo fibroso, ojos verdes, y esa sonrisa, notaba como me iba acercando al clímax, recordé su speedo ajustado y la forma en que se marcaba su paquete, en ese momento estallé ahogando un sonoro gemido, el semen salió disparado y llegó a mi barbilla, aun sudando limpie con mi dedo índice el semen de mi barbilla y lo introduje en mi boca, no había nada que me gustara más que el sabor de la lefa, en este caso la mía propia.

Acababa de hacerlo, acababa de pajearme pensando en Marco, era la primera vez, siempre pensé que no me gustaban ese tipo de hombres, pero al hacerlo descubrí que no era cierto, me ponían mucho o quizás fuera sólo Marco, ese niñato de veintiséis años. No, no podía ser, aleje de mi mente ese pensamiento, él era un hombre felizmente casado, y yo un depravado que se hacía pajas pensando en él. Había sido una buena fantasía, pero debía de quedarse allí, en mi mente, seguramente lo de quedar en un bar gay, fuera una coincidencia, o algo elaborado para escapar de las miradas de curiosos y conocidos cuando me contara aquello que parecía tan urgente y que tanto apremiaba a Marco.

La tarde paso y tras una cena ligera me vestí, pantalón mostaza ajustado y camisa blanca de botones, ante el espejo parecía un auténtico chulo putas, la falta de afeitado me hacen mayor, así que decidí desabrocharme un par de botones de la camisa, como hacían los jóvenes de ahora, tenía un buen cuerpo, ¿por qué no aprovecharlo?

Absorto en mis pensamientos salí de mi casa, “¿qué cojones sería tan importante para Marco?”. Entre elucubraciones y comidas de cabeza llegué al Utopía por un camino que conocía bien, tras aparcar, saqué el perfume de la guantera y me perfumé, no podía quitarme a ese niñato italiano de la cabeza. Un último vistazo en el retrovisor del coche, las 22:15, algo temprano, pero conocía el lugar, podría tomarme algo esperando a Marco.

Entré en el Local, un camarero sin camisa que parecía pre púber se afanaban tras la barra secando algunos vasos:

-          ¿Buenas noches Señor Martinez? ¿Quiere el reservado de siempre? – me preguntó el portero.

-          No, gracias, hoy vengo por otra cosa. Por favor, les ruego discreción, he quedado con mi cuñado – no quería explicar que Marco era en realidad el marido de mi cuñada – y no sabe nada de mis escapadas.

-          La discreción es nuestro más preciado valor Senor Martinez – dijo con una sonrisa socarrona que me pareció demasiado confianzuda desde su atuendo negro de látex.

Quizás fuera paranoia, pero había algo en la mirada de ese tío, no lo sé, no me daba buena espina y lo había visto muchas veces sentado con su uniforme de látex vendiendo las entradas y controlando el aforo. Siempre pensé que estaba bueno, y me hubiera encantado follarmelo, pero nunca pasaba de la puerta, al salir del local siempre estaba su sitio vacío, así que en mi lista mental, lo catalogué como hetero, no sé, a veces hay que trabajar donde sea y pensaba que ese era su caso.

Al acercarme a la barra me di cuenta de lo vacío que estaba el local, era martes, así que ese debía de ser su aspecto un día entre semana.

-          ¿Le pongo un Orgasmo? – me preguntó el camarero.

-          ¿Me los vas a dar tú? – Le vacilé al sentirme aun alejado de la presencia de Marco.

-          Yo le daría lo que fuera, pero el trabajo es el trabajo, quizás después de mi turno…

-          Jajajaja – lo que se hace por vender, pensé – Venga, ponme un Orgasmo, ¿qué lleva?

-          No puedo decírselo. Algo que le hará sentir muy bien – sonrió, otra vez esa sonrisa socarrona, definitivamente estaba paranoico.

22:25, Marco no debía tardar en llegar, los únicos clientes de esa noche que estaban en el bar salían por la puerta en ese momento, el hombre de látex cerró la puerta tras ellos, mientras el camarero me servía mi Orgasmo.

Sabía bien, quizás algo dulce para mi gusto, pero, supongo que por los nervios, tenía la garganta seca, así que apuré el trago. No recuerdo muy bien lo que pasó después, sentí un ligero mareo, y el sabor dulzón dio paso a un regusto amargo, me agarré de la barra y balbuceé algo al camarero que venía en mi ayuda. Lo último que recuerdo antes de despertar es a Marco viniendo hacía mí junto a el hombre de látex.

Desperté con una sensación de frío, no podía moverme, notaba mi cuerpo flotando en el aire, me dolían los brazos y los muslos. No había música. Tenía la cabeza aún algo embotada, y una sensación muy rara recorría mi cuerpo, ¿de verdad estaba flotando?

Abrí los ojos, estaba aún en el Utopía, el juego de luces lo dejaba claro, y estaba desnudo, unas cuerdas atadas alrededor de mi cuerpo me mantenían en el aire, boca abajo, mis piernas estaban atadas por separado, dejando mi culo muy abierto, levanté la vista del suelo y ahí estaban los dos, el portero enfundado en su traje de látex y el camarero, ahora tampoco llevaba pantalones, y sobre su fibrado pecho, llevaba un arnés de esos que yo sólo había visto en películas porno. Mi polla reaccionó al instante, la note ponerse dura entre las sogas.

-          Así que te gusta, ¿verdad putita? – La voz de Marco sonó a mis espaldas. No podía creerlo, estaba allí, detrás de mí, en alguna parte de la habitación a oscuras.

-          Contesta puta, ¿te gusta? – dijo el portero propinándome una hostia en la cara.

-          No por favor, parad, esta situación…- el camarero me cacheteo el culo antes de poder terminar la frase,

-          Claro que le gusta, mira como tiene el rabo de duro- dijo mientras notaba como daba palmaditas contra él.

-          Vamos a follarte cabrón- sentenció el hombre de látex.

-          No, por favor, por el culo no, soy activo…- Una polla dura y chorreante corto las palabras de mi boca. Olía a hombre, a macho, no puedo resistirme al olor de una polla, la engullí, aun colgado boca abajo. Era un buen rabo, unos 19cm y gorda, la metió en mí boca sin compasión sentí como arañaba mi garganta y sólo podía pensar en una cosa: QUERÍA MÁS.

El niñato pre púber se puso a su lado, su polla blanca y rosada no era muy gorda, pero si más grande que la de su amigo, el líquido preseminal la hacía brillar bajo las luces del local. Miraba su polla mientras la verga del portero me horadaba la boca, sus embestidas eran cada vez más acompasadas y sus gemidos presagiaban un pronto final, sentí mi boca llenarse de su leche caliente, mientras me tapaba la nariz y la falta de aire me obligaba a tragarme todos sus fluidos.

-          Traga zorra, sé que te gusta – me decía mientras notaba como su semen llenaba mi estómago, no podía hablar, toda la situación me parecía aún irreal, pero estaba disfrutándola.

Aún con el sabor de su lefa en mi boca sentí al niñato meter su rabo albino en mi boca. El portero desapareció tras de mí. Olía a limpio, como a recién duchado, su polla sabía a manjar de dioses. Comenzó a follarme la boca como a una puta, así me sentía, engañado y humillado por el marido de mi cuñada, al que de vez en cuando oía reírse desde algún rincón de la habitación. Fue en ese momento cuando algo húmedo rozó mu culo, no podía ver quien era, pero olía su sudor detrás de mí, la lengua del portero comenzó rozando mi agujero, un gemido profundo salió de mi garganta poniendo aún más cachondo al niñato lampiño que aumentó sus meneos en mi boca, metiedola aún más adentro, y haciéndome sentirlas primeras arcadas.

-          ¿Cómo le sabe el culo a este maricón de mierda?- Preguntó a su amigo.

-          Una autentica delicia, un culo duro y virgen, parece bien estrecho.

-          Quiero que lo revienten- Oí decir a Marco.

Acto seguido colgando boca abajo y con la polla del camarero aún en la boca sentí un horrible dolor en mi culo.

-          Ahí van dos dedos hijo de puta- el dolor hizo que apretara algo a boca y el niñato sacó su polla y se me vino en la cara, noté su leche chorreando, desde mi ojo hasta la boca, se acercó y empezó a lamerla, llenando su boca con su propia lefa, para terminar introduciendola en un beso más que húmedo en mi boca.

-          Trágatela toda cabrón- y así lo hice, no podía ni quería dejar de seguir sus órdenes.

-          Parece que ya sabe quién manda aquí- dijo el portero sin sacar sus dedos de mi culo. Notaba como sus falanges se iban abriendo paso entre mi culo hasta ahora virgen.

Me desataron y me soltaron. Note un alivio al notar como la sangre corría de forma normal por mi cuerpo.

-          ¿No irás a escaparte?- preguntó el niñato mientras aun caían gotas de semen de su polla albina.

-          No quiere ni moverse la zorra esta, ¡Ponte a cuatro patas! – me ordeno el portero.

Intenté moverme, pero, debido a la falta de oxígeno, mis músculos no reaccionaron. así que de una patada me dejo contra el suelo. Agarró mis caderas para hacer más cómoda su postura.

-          Parad ya por favor, no voy a decir nada de esto a nadie, lo juro parad…

Un dolor inmenso atravesó mis entrañas, el hijo de puta del portero había metido su pollote de 19cm dentro de mí de un solo empujón, notaba mi culo desgarrarse el paso de su polla, dos lágrimas de dolor bajaron por mi cara.

-          Mira como llora la zorrita, no sentía dolor cuando se follaba los culos de otros.

-          Dadle bien fuerte, quiero que sienta lo que es una polla en sus entrañas- grito Marco desde la oscuridad.

Tras varias embestidas que poco a poco fueron dando paso al placer saco su polla de mi culo para dar paso al rabo del niñato. Un hormigueo recorría mi cuerpo mientras mis músculos recuperaban su tono habitual, podía haberme zafado de aquel mequetrefe con facilidad, pero no quería, para sorpresa del camarero, me puse a cuatro patas, con mi culo bien abierto, quería sentir de nuevo el dolor que me produjo la polla de su amigo.

-          Sabía que te acabaría gustando, alguien que disfruta tanto de que de coman el culo tiene que disfrutar de lo lindo cuando lo taladran- En ese momento recordé al niño imberbe que me había comido el culo y al que me había follado si ningún miramiento semanas atrás.

Metió su polla en mi culo al igual que yo había hecho con él, me penetro con su larga polla y sentí como latía en mi interior, su gemido ensordecedor me puso más caliente aún, busqué con la mirada la polla del hombre de látex, pareció entender mi reclamo, con la polla de su amigo aun en el culo metió la suya en mi boca, dos auténticos machos perlados por el sudor follaban mis agujeros sin compasión. El camarero fuel el primero en correrse, tras varias embestidas que me acercaban más a la polla del portero noté como explotaba dentro de mí, estaba tan cachondo que gemí con la polla del otro en la boca, esto fue suficiente para que se viniera en mí, llenándome la boca de leche de macho.

-          ¿Te ha gustado hijo de puta? Así aprenderás a tener consideración cuando te folles a alguien – me espetó el niñato.

-          Y a no pasar tan arrogante delante de los trabajadores cabrón de mierda –

-          Parad chicos, ya habéis terminado, ahora es mi turno- dijo Marco mientras aparecía en un rincón de la habitación apagando las luces de la discoteca al tiempo que prendía los fluorescentes que muchas veces me habían indicado la salida del Utopía.- Espero que lo hayan disfrutado.

-          No sabes cuánto colega – dijo el niñato.

-          No hay nada mejor que follarse a alguíen que no sabe que es tan puta- dijo el maduro mientras se ponía en pie y se iba hacia la salida con su amigo.

Aún estaba tirado en el suelo intentando pensar en lo ocurrido cuando vi cerrarse la puerta tras aquellos dos cabrones. Me habían violado, de eso no cabía duda, pero ¿a quién iba a contárselo? ¿Podía considerarlo violación? Había disfrutado. Mis pensamientos estallaban en todas direcciones y volviéndome hacia Marco le pregunte:

-          ¿Por qué?

-          ¿Recuerdas la fiesta de máscaras de hace seis meses?

Recordaba la fiesta de máscaras. Hacía un tiempo al entrar en el Utopía me topé con una pequeña fiesta de máscaras, me invitaron a ponerme una, pero no lo hice, confiaba en la discreción del local. Recordaba haber acabado follando en uno de los reservados , recordaba como al decirme que era virgen mi polla había empezado a chorrear y recordaba lo bruto que había sido con aquel hombre de cuerpo fibrado que tanto se alejaba de mis gustos personales y al que sólo me tiré por oradar un culito virgen.

-          ¿Eras tú?- Le pregunté aún el suelo.

Su posición aventajada, de pie, delante de mí, sólo me hacía parecer aún más cabrón. Me levanté como pude, aún me escocían las partes por las que me habían sujetado esos cabrones al colgarme, me acerqué a él y lo agarré por la cara con fuerza, quería hacerle pagar lo que me había hecho, al virar su cara y hacerle frente, su mirada rehusó la mía, haciéndome comprender que él no había hecho nada que yo n hubiera hecho y su castigo era el justo pago por mi trato. Lo besé,  lo besé como sólo había besado a mi mujer, con amor, lo besé con ternura y él respondía a mis besos.

Su calor de hombre me ponía a mil, estaba exhausto, pero a mi polla no parecía importarle, esos cabrones me habían follado y por qué no admitirlo, me habían hecho disfrutar, pero yo no me había corrido, la sangre recorría mi rabo y lo hacía cada vez mas grande y lo besaba mientras él respondía a mis besos.

-          Acompañame- me dijo en un susurro al oído.

Y así lo hice, me llevo al mismo reservado donde hace seis meses me lo había follado, se quitó la camisa, y yo torpemente le arranqué el pantalón. Su polla apareció esplendida ante mí, y sin dudarlo me la metí en la boca.

-          ¿Te gusta así Marco?- le pregunté

-          Si por favor, así no pares,

Sentía su capullo entre mis dientes, me la metí hasta el fondo, mientras mis manos buscaban sus pezones entre su pecho lampiño.

-          Ahh si, así me gusta, cómemela despacio Fran, hazlo sin prisas.

No sé cuánto tiempo estuve paladeando su miembro, llenando mi boca de todos sus sabores. En un momento dado saco su polla de mi boca, me enfadé, aun la quería para mí.

-          Es tu turno- me dijo.

Me recostó sobre el catre que hacía de cama en el reservado y poniéndose de rodillas ante mi comenzó a chuparme el rabo. Estaba extasiado sentir su respiración sobre los pelos de mi polla me ponía aún más caliente si cabe. Comenzó a comerme los huevos.

-          Ummm si co- cómeme los huevos, me encanta-  le dije jadeante.

De repente, en un gesto algo tosco levantó mis piernas y comenzó a lamer mi maltrecho culo, sentí su lengua saboreando mi agujero.

-          Te han hecho daño esos cabrones, tranquilo que yo te alivio.

Sentí su lengua en mi culo, sentí como jugaba en mi agujero.

-          Ahora te voy a explicar cómo se hace bien.

Se levantó y muy despacio comenzó a introducir su rabo en mi culo, lo sentí entrar, muy despacio, caliente, duro, chorreante. Poco a poco lo metió entero y tras unos segundos de espera comenzó a follarme, primero lentamente. Su ritmo se fue acelerando al ritmo de mis gemidos, me abrió los pies y comenzó a masajearme el rabo, no aguantaría mucho, estaba muy excitado, tras un espacio de tiempo que no sé cuánto duró comencé a correrme, al sentir las contracciones de mi culo aceleró el ritmo y se vino dentro de mí.

-          Ahora ya sabes cómo se hace- me dijo acostándose sobre mí mientras notaba caer la lefa de mi culo- ¿volverás a reventar a alguien?

-          No, ahora no tiene ningún sentido- le dije mientras lo besaba

-          Eso suponía.

He follado con Marco muchas más veces desde ese día y entre los dos ha nacido algo que nos gusta llamar “colegueo”, pero son historias que si me encuentro con ganas contaré en otra ocasión.