Vendido (2)

Segunda parte de un chico vendido por su madre.

VENDIDO (2)

Una vez que me puso todo el material, como como fueron las bridas y la silla de montar, seguidamente se subió sobre mi lomo y clavándome fuertemente las espuelas en mis nalgas me ordenó ponerme en movimiento, yo no sabía que hacer pero el dolor era insoportable y tenía que hacer lo que con movimientos de bridas y espuelas me obligaba a realizar.

-Te voy a dejar una cosa bien clara, o me obedeces o serás eliminado, pues el tiempo de entrenamiento de potros es muy caro y después de ti pondremos a otro, así que tu mismo verás si eres del todo sumiso y obediente y colaboras en tu doma o prefieres que otro ocupe tu tu lugar y tu seas eliminado.

No tenía mas remedio que obedecer las órdenes que esta sádica me imponía, quería esperar a ver si por fortuna y de alguna manera me llegaba la libertad, pobre de mí, no sabía que eso nunca se produciría y que me esperaba un destino muy cruel para un ser humano.

Después de montarme diariamente, usando látigo y espuelas creyó que ya estaba preparado para continuar en la segunda fase, quitándome las bridas y silla de montar me llevó atado de la correa a un lugar descampado y dándome todas las bofetadas que le dieron la gana hasta que yo no paraba de llorar, me dio un terrible golpe en mis testículos con su rodilla, caí al suelo y poniéndome el pie en la cara me obligó a lamer sus botas hasta que ella consideró que ya estaban limpias.

Seguidamente me llevó al pesebre que me correspondía en mi cuadra y se marcho a darle cuenta a la jefa de mis adelantos como caballo humano.

La encargada de todo esto llegó y me estuvo observando, parece que le gustó lo que vio, pero para asegurase me ordenó que le lamiese los zapatos, no tuve más remedio que hacerlo pues tenía un látigo en la mano que de nada más verlo acojonaba a uno.

Le pareció bien como iba mi formación como esclavo y le dijo a mi instructora que ya estaba preparado para la segunda fase.

Yo seguía aterrorizado viendo mi futuro, de ser un chico normal, con su padre y madre y vivir feliz en un hogar, estaba siendo domado y adiestrado para servir a otras personas como esclavo.

Al día siguiente vino lo que más temía, pues ya me había dicho mi instructora que habían de marcarme. Me prepararon para la marca y pusieron a calentar los hierros de la granja, que era con los que marcaban a los caballos propiedad de ellas y me dijeron que la primera fase significaba que yo era una especie de caballo que cualquiera de mis dueñas podía montar cuando le viniese en gana.

Mi instructora y dueña de momento fue la encargada de marcarme, lo hizo muy despacio y al parecer disfrutaba mucho viendo como un crío de 15 años era marcado por ella como si fuese un animal de su propiedad.

Una vez marcado como una res perdí el conocimiento, me llevaron de nuevo a la cuadra pues ni en esas circunstancias se compadecieron de mi y me llevaron a una cama. Los esclavos no tenían derechos, solo obligaciones y tenía que aprender que lo primero era el placer de la dueña que me correspondiera.

Continuara