Vendida (Jaime - El Amo novato 3)

Mientras es vendida o espera finalizar el papeleo María recuerda sus comienzos en la sumisión

Ana María sube al escenario temblando. No estaba tan nerviosa dese que veinte años atrás acudió a la casa del padre de su amo a entregarse a él. Hija de un arquitecto de una importante constructora vivió siempre sin estrecheces, aunque sin lujos excesivos, y con el cariño de una madre a la que podía tener con ella y sus hermanos sin depender de un horario laboral hasta la celebración de su mayoría de edad.

Devota, como sus padres, había estudiado siempre en colegios de la Obra. Iba a acudir a la universidad a estudiar medicina una vez aprobase los exámenes de acceso. Sin embargo, algo pasó aunque ella no era conocedora de qué cuando celebró su dieciocho cumpleaños. Fue una fiesta casi perfecta, salvo el rato que su padre y su jefe estuvieron desaparecidos. Pocos días después su padre les dijo a ella y sus hermanos (dos chicas y un chico) que lo habían despedido. Así, aunque estaban en plena pujanza de la construcción empezó para Ana María una crisis anticipada del ladrillo en 2003. Al principio su padre trató de conseguir trabajo en alguna constructora pero se encontró con que su anterior jefe ya había propagado falsos rumores sobre él. Lo intentó en una dirigida por miembros de la Obra. Y trabajó dos meses, hasta que le dijeron que lo tenían que echar porque su anterior jefe había comprado algunos prestamos que tenían y ellos corrían peligro si no.

Cambiaron a sus hermanos a un colegio público. Su madre y ella se pusieron a trabajar de limpiadoras, un trabajo cubierto casi exclusivamente por inmigrantes y dónde esperaban que el radar del padre de Pedro no las localizase. Pero lo hizo. Acumularon despido tras despido, llegaron a tener que ir a los comedores sociales, dónde no se veía aún ningún español, salvo algunos drogatas. Sus padres empezaron a discutir.

Ana María oyó que ella era la causa. Escuchó como su padre narraba que su antiguo jefe se había encaprichado de ella. Y cómo él se había negado por eso le perseguía. Pese al poder que tenía la Obra, su antiguo jefe, multimillonario y miembro de un grupo masónico o seudomasónico tenía también muchos contactos y medios para presionarle. Su madre le tiró en cara que por ganar más hubiese aceptado trabajar par él, cuando todos les decían que era un ateo descreído. Ella entró en la habitación e interrumpió la discusión de sus padres anunciándoles que si ella era el problema se entregaría, para acabar con los problemas.

Su madre trató de disuadirla explicándole la naturaleza de los requerimientos del antiguo jefe de su padre, algo que en situación normal en una casa decente de la Obra como la suya nunca se habría hablado dentro de la familia… ni fuera. Ana María era virgen, en parte por elección, se suponía que debía mantenerse así para su marido, pero también porque no había tenido oportunidad ni ofertas. De cuerpo más bien redondo si algún pecado la tentaba era la gula, sobre todo de dulces, y no la lujuria. Nunca se había interesado por ella ningún chico ya que estaba fuera de los cánones de belleza y delgadez imperante. Le dijo a su madre que no haría nada y ahí quedó la cuestión.

Pero no quedó ahí. Primero en la biblioteca pública y después desde un locutorio regentado por el hermano de un joven que había conocido en el comedor social empezó a investigar, tanto sobre el antiguo jefe de su padre como sobre lo que este quería. O al menso lo que pensaba que este quería. Contactó con él por un mensaje privado en Facebook. Al principio parecía que no había pasado nada, pero tres días después contestó.

«No puedo hacer eso —replicaba él—, si yo te tengo y dejo de ejercer presión sobre tu padre él sabrá que te tengo y entonces vendrá a buscarte».

En ese momento ella comprendió que no solo quería acostarse con ella. Quería que ella dejase a su familia por él. Le preguntó por qué ella y tras varias conversaciones fue ella la que le hizo una proposición.

«Soy todavía virgen —escribió—, y me reservaba para mi esposo. Sé que tienes una esposa guapa, aunque no tan joven como yo. Te entregaría eso sin irme contigo… aun no. Así tú verías que estoy dispuesta a entregarme. Entonces dejarías en paz a mis padres. Yo te visitaría alguna vez y cuando mis padres estén de nuevo a salvo, ya sin deudas y con una casa nueva me entregaría a ti definitivamente. Como habrá pasado un tiempo ellos no asociaran mi desaparición contigo».

A lo largo de la noche, mientras dormía, le llegó la respuesta. Varias repuestas.

«Sería un buen plan si me fiase. Pero no me basta que me entregues tu virgo».

«Supongo que estas durmiendo. Un lujo que no tendrás una noche de insomnio mía como hoy».

«Quiero mucho más que tu virgo. —Lo acompañaba con un enlace a una página web—. El primer día te esperará esto. Los siguientes algo parecido. Vendrás tres veces antes de que levante la prohibición sobre tu padre. Y a los tres meses de que empiece a trabajar serás mía o la prohibición surgirá de nuevo».

Al día siguiente ella vio las respuestas y la página a la que la remitió en la que las mujeres eran cruelmente torturadas, algunas incluso crucificadas. Ella se santiguó al ver eso pero decidió que si era lo que le esperaba seria su martirio por su familia.

«Acepto: tres veces antes de que intervengas para que mi padre encuentre un trabajo. Pero no tres meses después. Seis. Aunque seré tuya dos veces al mes en esos seis».

No estaba segura de haber hecho las cosas bien, igual al reclamarle seis meses se echaba atrás. Sin embargo a las dos horas recibió un mensaje con un lugar y una hora. Era al acabar su turno en la empresa que limpiaba. Al final tanto su madre como ella habían decidido hacerse pasar por inmigrante ilegales aprovechando que eran rubias. Habían acudido un tiempo a clases de ruso que si bien no les servía demasiado para entender el idioma sí les servía para fingir acento.

En el momento indicado estaba en la esquina que le había dicho él. Se había cambiado la falda por una vieja que había cortado en un tercio de su longitud y guardado s ropa interior junto a la falda. Se sentía incomoda pues son ya enormes tetas se bamboleaban de un lado a otro al primer movimiento.

Llegó una furgoneta negra sin matriculas y abrió la puerta lateral.

—Sube —dijo un desconocido oculto en las sombras de la furgoneta. Ella subió.

Cerraron la puerta y se pusieron en marcha. El desconocido, que iba enmascarado le hizo levantarse la falda y abrirse la camisa para comprobar que no llevaba ropa interior. Solo cuando verificó esa circunstancia se quitó el pasamontañas revelándose como el hijo del antiguo jefe de su padre. Ella aún no lo sabía pero acabaría siendo su amo.

—Te has librado de bajarte en marcha —le dijo—. ¿Sabes lo que te va a pasar?

—Sí… bueno creo… tu padre me hará suya…

El joven se echó a reír.

—¡Te hará suya! —Seguía riendo—. ¡Por supuesto que eres suya! ¡Desde el momento que te puso el ojo encima! —Más risas—. Él siempre se sale con la suya. —risas de nuevo—. ¿Pero que forma de habar es esa?

—Bueno será el primero que me hará el amor.

Empezó a reírse de nuevo. Aunque de repente cortó la risa.

—Mira mona: mi padre no hace el amor folla y duro. Y no me creo lo de que será el primero.

—Sí. Será el primero. Soy virgen.

Una voz anunció que habían llegado.

El joven le tendió un pasamontañas, pero este no tenia aberturas para la boca ni para los ojos. Ella se lo puso. La guio del brazo para bajar de la furgoneta y la llevó hasta una habitación sin ventanas.

—Espera —se oyó una voz más grave—. No le quites aún el pasamontañas. Y tú no deberías habértelo quitado… pero bueno ya que lo has hecho…

—¡Papá! —Le interrumpió—. Ella te conoce ¿Qué más da que sepa que la he recogido yo? Si habla de nosotros su familia está acabada.

—Bien. Pero al doctor no lo conoce. Que la reconozca primero y nos diga si es o no virgen.

—Creía que eso no te importaba.

—Y no me importa. Pero a ella sí. Supuestamente. Si ha mentido con eso sabremos que es un tipo de mujer y si ha dicho la verdad otro.

La ayudó a subir a una silla y la hizo abrir las piernas y ponerlas en unos soportes al extremo de la silla. Ana Maria trató de no pensar que estaba sentada con las piernas completamente abiertas y sin bragas frente a. al menos, tres desconocidos. Bueno dos de ellos los conocía por haber leído de ellos en internet. Notó que le empezaban a tocar entre las piernas e hizo un repullo.

—Déjate examinar o todo habrá acabado para ti.

—¡Perdón! —se disculpó ella.

El hombre siguió tocándola un rato más. Le introdujo algo frío en su vagina, apenas la punta. Lo abrió un poco. La dejó en paz.

—La chica dice la verdad. Es virgen —explicó una voz desconocida para Ana María—. Si no me necesita más me retiro.

—Sí puedes irte —respondió el hombre de la voz más ronca. Luego bajó el volumen de voz—. Escucha hijo, sé que te matas a pajas con mi conexión de canales porno. No —elevó el volumen—, no te moleste en negarlo. A mí me da igual que la chica sea virgen o no… Más allá de haber comprobado que dice la verdad. Convéncela de que acorte los seis meses que se ha comprometido a cuatro y que las dos visitas mensuales sean tres o más y te dejo que la desvirgues tú —elevó el tono—. Átala a la silla y quítale el pasamontañas.

La ató con las correas y solo entonces le quitó la capucha.

—Prefiero ver a la gente con la que hablo. Supongo que has oído a mi padre. —Ella asintió con la cabeza—. ¿Vas a decirle que lo acortas para que sea yo quien te desvirgue? Seré más suave que él.

—Me da igual lo suave o bruto que vayáis a ser. No hago esto por mi voluntad. Pero lo he pensado y sé que cada vez más me será difícil escaparme para cumplir con él… o contigo.

»Por eso si me dais trescientos euros en cada visita puedo venir todas las semanas. Y sí podría dejarlo en cuatro meses. El que correría el riesgo de que lo asocien con mi desaparición es él.

»Pero hay otra cosa que me da miedo. Dejara mi familia para venir con vosotros hace que me quede sola en el mundo. Prométeme que no me dejaras sola y puedes hacerle la propuesta para acortar y que venga todas las semanas.

—Solo va a ser una puta para divertirnos. No esperes que esté contigo toda la vida.

—No te pido eso. Es que te jactas de cumplir tus promesas. Lo que te pido es que si os cansáis de mi me paséis a otra persona que se comprometa a tenerme… me da igual quien siempre que esté dispuesta a no abandonarme, a cederé a otro en las mismas condiciones cuando se canse de mí.

—¿O sea que solo pides que en lugar de darte la libertad te pasemos a otro que te putee por nosotros?

—Una vez puta siempre puta… eso dice mi madre. Si me entrego a vosotros será un viaje sin retorno. ¡Qué más me da quien! Sé que estoy gorda y no sé qué veis en mí. Pero tengo miedo a estar sola.

—Prometido: si nos cansamos de ti te pasaré a otro. —Conocía varios amigos dispuestos a tratarla igual o peor que su padre. Ahora no podían, pero en cuatro o cinco años, cuando su padre se cansase de ella… ellos serían ya independientes y le deberían un favor—. ¿Suficiente?

—Sí.

El joven salió y volvió con su padre. Ana Maria ratificó su oferta.

—Ana María Moruno Cruz a firmar papeles —se oyó por megafonía.

—Somos nosotros , Amo —dijo Maria levantándose con dificultad del suelo.