vendida

- ¿Por qué me hacen esto? Señor… - ¿Por qué? Creía que lo sabías, Putita… Es evidente, por dinero… - Pero… pero. ¿Qué será de mí, ahora? - No olvides tus modales niña… - Perdón, señor… ¿Qué será de mí, ahora? Señor. (NOTA. Este relato es bastante sádico.)

vendida

¿Por qué me hacen esto? Señor

¿Por qué? Creía que lo sabías, Putita… Es evidente, por dinero

Pero… pero. ¿Qué será de mí, ahora?

No olvides tus modales niña

Perdón, señor… ¿Qué será de mí, ahora? Señor.

Irene se había acostumbrado a la rutina a la que le habían sometido sus secuestradores. Era violada por lo menos una vez al día por alguno de sus tres amos. A veces, tenía que hacer un extra y follar con algún desconocido al que igualmente tenía que reconocer como su amo provisional. Cada tres o cuatro días, recibía sesiones de adiestramiento y reeducación. Sesiones que la hicieron familiarizarse con la fusta, el látigo, la picana y diversos tipos de tortura física y psicológica.

Sin embargo, una vez acostumbrada; según ella misma lo reconocía, no se vivía del todo mal. Los orgasmos estaban más que garantizados y la calidad e intensidad de los mismos no bajaba del 9. No padecía ni hambre ni frío. De hecho, no tenía que preocuparse por nada en absoluto; salvo complacer en todo a sus amos, y ya conocía a la perfección todos sus gustos. Incluso empezaba a adivinar los deseos más ocultos de sus amos ocasionales. Claro que no siempre acertaba

Sin embargo, todo se acaba. Y la "plácida" vida de Irene pronto iba a cambiar de nuevo. Todo comenzó como cualquier otro día. Su amo "el sádico", como ella lo había bautizado tras su primera sesión con él, había venido a buscarla. Aquello no le gustó mucho, la mayoría de sus sesiones de reeducación, habían sido con él. Claro que ahora que echaba cuentas, habían pasado más de cinco días sin ser adiestrada.

Resignada fue siguiendo a su amo como éste le había enseñado, con las manos a la espalda y la mirando al suelo. Al pasar por algunas de las puertas del pasillo oyó algunos lamentos y sollozos. Sin duda tenían alguna nueva víctima recién llegada. Se preguntó cómo sería la pobre desgraciada y cuánto tiempo llevaría allí. Se compadeció de la pobre recién llegada, pues sabía muy bien qué desagradables humillaciones, vejaciones y torturas tendría que padecer.

Hacía ya tiempo que ella misma había perdido toda esperanza de liberación. Por lo que había aprendido allí, sabía que sus secuestradores estaban muy bien organizados y financiados. El lugar en el que se encontraba estaba muy bien vigilado. Las cámaras se podían encontrar por todos y cada uno de los rincones del lugar. Las puertas eran todas blindadas, y las habitaciones insonorizadas. Disponían de todo tipo de aparatos sofisticados, tanto para el sexo como para su vigilancia y sumisión.

Si todo lo explicado, ya era de por sí desalentador; el descubrimiento de las otras esclavas, resultó demoledor. Mantener y ocultar contra su voluntad, a una persona, es de por sí, una tarea difícil y peligrosa. Tener secuestradas a más de cuatro, requiere una gran experiencia, organización y sangre fría. Hacía tiempo pues, que Irene había perdido toda esperanza y se había resignado a su nueva condición.

Sólo una cosa enturbiaba de vez en cuando sus pensamientos. ¿Qué sucedería cuando se cansaran de ella? Lo único que la podía tranquilizar, era la promesa de su primer secuestrador, "el amable", de que no la matarían. Esto no obstante, no le suponía mucho consuelo, quedaban demasiados interrogantes por responder.

Habían llegado a su destino. Se hallaban frente a una formidable puerta de acero; sobre la misma, una luz y un extraño rótulo más propio de un set televisivo: "en el aire". Irene no se extrañó al descubrir lo que se escondía tras aquella puerta. Simplemente era una nueva sala de "adiestramiento" muy parecida a las que ya había visitado. Lo único que parecía diferenciarla de las otras salas de adiestramiento, era la mayor presencia de pantallas de televisión. Por lo demás, disponía de una camilla especialmente acondicionada para inmovilizarla en gran variedad de posturas; varios armarios con diferentes instrumentos de tortura y juguetes sexuales; todo tipo de cadenas, cuerdas, esposas… y un montón de cámaras de video.

Como se esperaba de ella, se puso en la posición de espera de una esclava. Con las manos a la espalda, las piernas ligeramente separadas y la cabeza gacha. Debía de estar así hasta que su amo le indicase lo contrario. Sabía lo que le esperaba a continuación. Una nueva, dolorosa y humillante sesión de adiestramiento. Lo que en la práctica consistía en una prolongada, dolorosa y humillante tortura. Como no había ningún modo de poder evitarlo, se concentró en recordar todas y cada una de las reglas que le habían enseñado a base de dolorosas lecciones. Cuantas menos reglas incumpliera, menos excusas le proporcionaría a su verdugo. Sabía que éste no necesitaba de ninguna razón para atormentarla. Pero también sabía que si era valiente y le satisfacía, sería recompensada con generosidad.

Su amo se entretuvo un rato preparando diversos artilugios que seguro después emplearía en ella. De vez en cuando, miraba con el rabillo del ojo tratando de descubrir qué se proponía hacer con ella. Se cuidó mucho de ser descubierta mirando a donde no debía. En todo momento se mantuvo en la conocida posición de espera, sin apenas mover un músculo. Cuando todo estuvo listo, su amo la llevó a la camilla. De la misma salían cuatro tubos articulados y ajustables para que se correspondieran con los hombros y las ingles. De este modo, Irene quedó completamente amarrada a los tubos por sus brazos y piernas. El carcelero manipuló los tubos para dejar a Irene completamente abierta de piernas y con los brazos en cruz. Su esbelto y flexible cuerpo formaba una especie de H tumbada.

La postura como os podéis imaginar, era realmente incómoda. Ya que las únicas articulaciones que le dejaba libres, con movilidad, eran las del cuello, las muñecas, los tobillos y las falanges. Claro que esto tampoco le duró mucho, cuando el verdugo le ajustó una especie de terminaciones metálicas que le permitieron inmovilizar manos y pies. Finalmente, hasta los dedos fueron sujetados para impedir cualquier tipo de movimiento. Ahora Irene sólo podía mover la cabeza, cualquier otro tipo de movimiento le estaba prohibido.

Cualquiera esperaría, incluyendo a la pobre y desdichada muchacha, que se le impidiera también el movimiento de la cabeza. Pero por alguna razón que se le escapaba a Irene, su amo no lo hizo así. Le permitió seguir "disfrutando" de esa pequeña libertad. En cualquier caso, la situación ya la había alarmado bastante. Estaba realmente indefensa, completamente accesible y en una postura terriblemente incómoda que facilitaba una increíblemente enorme cantidad de diferentes vejaciones y torturas.

Y entonces sin más, su amo la dejó. Sí salió de la sala y la dejó completamente sola con sus inquietantes pensamientos. Los minutos se hicieron horas, las incomodidades se volvieron angustiosas torturas y su soledad se tornó en pánico. Sin saber cómo, un terror inidentificable se fue apoderando de ella. Necesitaba estar con alguien, que volviese su amo. Tan concentrada estaba mirando a la puerta, que no se percató de que uno a uno, se iban encendiendo los diferentes monitores. En las diferentes pantallas aparecían las siluetas a contraluz de distintas personas identificadas por el nombre de una ciudad importante. Cuando se dio cuenta de ello, Irene supo que aquellas personas la estaban observando. Ahora comprendía el letrero de la puerta, iba a ser una actuación en directo

El verdugo regresó con una amplia sonrisa en el rostro. Estaba más que satisfecho, hacía tiempo que no se conectaban absolutamente todos los socios en una puja. Sin perder dilación se dirigió a todos los presentes

Bienvenidos, damas y caballeros. Para nosotros resulta todo un honor presentarles a la última joya pulida en nuestras instalaciones. Como podrán observar, nuestra esclava es extremadamente flexible. Es muy agraciada, con una figura esbelta y bien proporcionada. Los pechos no son demasiado grandes, pero tampoco pequeños, ideales para la mayoría de los futuros clientes. Y qué me dicen de estos cálidos, húmedos, estrechos y profundos agujeritos. Sin duda satisfarán los gustos más exigentes y refinados. Por si todo esto no fuese suficiente, es una esclava dura, inteligente y dócil. Soporta muy bien el dolor sin quejarse, aprende rápido y bien, y por supuesto, siempre está lista para obedecer y complacer en todo a su amo… Para demostrarles las excelencias de esta esclava, hemos dispuesto en abierto su ceremonia de anillamiento. Así todos ustedes podrán comprobar la veracidad y exactitud de todo lo explicado hasta ahora. Las peticiones y las pujas, se podrán realizar siguiendo el método acostumbrado. Y ahora sin más dilación, daremos comienzo a la ceremonia.

Irene no salía de su asombro, aunque en cierto modo, entendía la lógica del asunto. Ella no era una persona, era un objeto, un mero producto comercial. Como tal, no tenía ni voz ni voto y lo único que se esperaba de ella era que fuese de buena calidad y se vendiera bien. Claro que eso de ser anillada, y comprobar sus aptitudes y cualidades para obedecer y soportar el dolor… No es que fuese algo tranquilizador. Iba a ser torturada y después vendida, eso estaba claro. Pero, ¿en qué consistía el anillamiento? Antes de que pudiera hacerse una idea de lo que significaban esas palabras, su amo la trajo de nuevo a los asuntos más inmediatos.

Escúchame bien putita. Ya sabes lo que hay. Pórtate bien y consíguenos una buena suma que nos compense por los gastos de tu mantenimiento. Si nos fallas, te aseguro que lo vas a lamentar por el resto de tu vida. En cambio si eres una niña buena, puede que consigas un buen futuro. Piensa que nadie está dispuesto a tirar millones por el retrete. En cambio a muchos de nuestros clientes no les importa perder unos cuantos miles… Así que, tú misma… El futuro está en tus manos.

"Será cínico el tío. ¿Cómo tiene la cara de decir que su futuro estaba en sus propias manos? La iban a vender y ella no podía hacer nada para evitarlo. ¡Panda de mal nacidos, cabrones y sinvergüenzas! ¡Habían abusado de ella de mil formas diferentes y ahora la vendían! ¡Y tenían la cara de decirle que… que les proporcionara unos buenos beneficios… que sufragaran el coste de su manutención! Cabrón degenerado… vosotros fuisteis los que me secuestrasteis y encerrasteis sin mi consentimiento "… La ira crecía irrefrenable dentro de Irene y estaba a punto de estallar incontenible cuando algo la hizo detenerse.

Quizás fuese el adiestramiento como esclava, o la célebre intuición femenina, o tal vez, el instinto de supervivencia. El caso es que mientras los pensamientos airados inflamaban su espíritu una fría idea llegó a descollar antes de que diera rienda suelta a su boca. "Y si te matan". A este pensamiento, le siguió otro aún más espeluznante. "Y si te matan en medio de una agonía atroz". El inflamado corazón se le encogió de repente. Lo cierto era que estaba en las manos de aquellos hombres. No debía, no quería contrariarlos. Eso era lo mejor para ella. Así se lo habían enseñado en aquel encierro y así lo había aprendido.

Además, pensó, puede que el amo tenga razón. "Si soy buena, si demuestro ser una buena esclava… quizás me compre un buen amo. Un amo que… que te valore en función del dinero que pague por ti –dijo la parte rebelde que aún quedaba en ella. Sí, pero por eso mismo no me querrá perder. Y… y con un poco de suerte hasta te aprecie de veras. Y quizás te ame. No te pases de optimista chica, con que no nos mate. Tenemos suficiente, de momento." Volvió a terciar la parte rebelde y tal vez la más realista de Irene en aquellos momentos.

En el encantador rostro de la joven, se reflejó esta vorágine de pensamientos. Sus facciones pasaron de la ira al miedo para acabar en la resignación. Una tímida lágrima se escapó de sus ojos. El único alivio que permito darse antes de afrontar la tortura. Su amo, que la observaba detenidamente, supo apreciar el arrojo y valentía de la joven. Le enjugó la lágrima con disimulo y le acarició la mejilla con ternura. Estaba realmente impresionado. Como si quisiera darle ánimos, le dijo en un susurro:

Buena chica… Te echaremos de menos.

Y comenzó con la primera parte de su planificada sesión. Hemos de reconocer que la sesión de un modo bastante previsible. El cuerpo de Irene fue fustigado, vareado, azotado, flagelado, vapuleado y golpeado con todo tipo de instrumentos. Varas de bambú, paletas de cuero, látigos de diferentes colas, fustas, cinturones… hasta las propias manos; no hubo instrumento que no se probara, ni centímetro de piel que fuese ignorado. Sólo la espalda se libró por razones de logística.

Irene lucía un esplendoroso tono rojizo, especialmente intenso en las partes pudendas. Cualquier leve roce, despertaba en ella un sin fin de lacerantes descargas sensoriales que la hacían revivir toda la angustia padecida. Sin embargo, a pesar de todo, Irene a penas se quejaba. Y muy pocas veces se veía en su rostro una verdadera mueca de dolor. Claro que esto tenía sus inconvenientes, y de vez en cuando, su verdugo la golpeaba con especial saña con el fin de conseguirlas.

No obstante, Irene lograba mantener la compostura, demostrando ser una esclava realmente fuerte y dura. Como consecuencia, una serie de dígitos comenzaron a aparecer en las diferentes pantallas. Los compradores comenzaban a hacer sus ofertas iniciales a fin de conseguir una esclava tan cualificada. Las cantidades subían y subían cada vez más para mayor satisfacción de los secuestradores.

El castigo con el látigo había dado sus frutos. Así que era hora de seguir con el programa establecido. Un nuevo tipo de tortura, mucho más sádica y cruel iba a ser aplicado sobre la indefensa muchacha. Irene aprovechó el breve respiro para tratar de calmarse y buscar algún alivio a su dolor. Le ardía toda la piel, como si miles de hogueras se hubieran encendido en cada uno de sus poros. Sus pechos y su coñito le quemaban especialmente. La desconsolada muchacha suplicaba a la providencia que no la castigasen más en esa zona. Sus ruegos fueron escuchados, pero quizás lo lamentase más que si hubiera sido otro modo.

El verdugo se tomó su tiempo mientras escogía de entre el abundante material que tenía en una mesita cercana, unas agujas metálicas, particularmente finas. Con deliberado sadismo, se las enseñó a su esclava para que las viera bien de cerca. De este modo, el sufrimiento de Irene sería mayor al anticiparse a lo que sin duda le sucedería.

Ella presumió que las agujas irían a clavarse sobre sus tiernos y más que atormentados pechitos. Sin embargo, esta vez Irene se equivocó. Un agudísimo y lacerante dolor estalló bajo la uña del pulgar de su mano izquierda. El tremendo alarido, superó a todos los que anterioridad hubiese emitido. Era con mucho, el dolor más intenso y angustioso que había sentido en su vida. Por lo menos eso es lo que sentía en aquel instante. No había modo de mitigar la intensa ansiedad que la embargaba. Tratando de asimilar la terrible angustia, se sacudía desesperada. Claro que lo más que podía hacer era contraer sus músculos, agitar la cabeza y jadear. Lo peor, no era la imposibilidad de expresar su dolor, lo peor era que quedaban otros nueve alfileres por colocar.

Una tras otra, las agujas fueron colocadas en su sitio, bajo las uñas de los dedos de las manos. La buena noticia era que una vez puestas, una se acostumbraba no dolían tanto. La mala, era que su verdugo le mostró diez agujas más para los dedos de los pies

Veinte finas agujitas, laceraban y atormentaban las sensibilísimas uñas. Pero aquello no había terminado aún. Con tremenda aprensión, Irene se horrorizó al ver como su amo iba conectando cada uno de las agujitas a un cable eléctrico. Ella negaba con la cabeza y lloraba impotente, como si al hacerlo pudiera conjurar el peligro que se cernía sobre ella. Pero bien sabía ella que salvo milagro in extremis, nada podría evitar que aquel desalmado las conectara y accionara. No había piedad en su verdugo, ni clemencia entre los que la observaban a través de Internet. Las pujas volvían a subir.

Una vez hechos todos los preparativos, se reanudó la sesión. El verdugo tenía en sus manos un extraño mando con el que podía ajustar la intensidad, la duración y el lugar en el que tendría la descarga eléctrica. De modo que podría estimular la aguja que quisiera, cuanto quiera.

Blizzzt

Aagghh… Aaayyy

Parece que funciona. Este aparatito, demostrará a los presentes lo inteligente que eres. Si sientes alguna molestia, sólo tienes que indicarnos el lugar para que ésta desaparezca

"Molestia… ¡Celos si le dolía todo el dedo!" Lo sentía frío y acartonado, como si no fuese suyo. Y eso que la descarga había sido breve. Nunca la habían torturado así y el miedo se apoderaba de ella. Más que nada porque intuía que aquello iba a ser solo el principio.

¿Verdad que lo has entendido?

Sí… sí mi amo

Irene asentía enfáticamente con la cabeza, presa del pánico. Conocía aquella mirada sádica. Y sabía perfectamente que este amo no se empalmaba así como así. Sólo se empalmaba si su víctima sufría, y no poco... En este momento, parecía que la polla le iba a estallar los pantalones. No recordaba haberle visto el paquete tan grande. Eso no significaba nada bueno

¿De veras? Perfecto, no esperaba menos de ti. Dime… ¿dónde se ha producido la molestia?

En, en el dedo corazón… amo.

¿Sí? ¿De qué mano, si se puede saber?

Blizzzt

Aagghh… Aaayyy… Corazón, mano derecha… Corazón, mano derecha, amo.

Muchas gracias, putita. Debes ser muy específica para que podamos saber cómo ayudarte. Ahora ya podemos empezar

Blizzzt… Pulgar… pie izquierdo, aamo. Blizzzt… Pulgar… pie ah derecho, amo. Blizzzt… Pulgar… maano izquierda, amo. Blizzzt… Pulgar… mano derecha, amo. Blizzzt…Blizzzt… Blizzzt… Irene contestaba como podía mientras el dolor la atenazaba cada vez más intensamente. Los ecos del anterior chispazo no habían terminado cuando otro nuevo la sacudía. El cruel juego se iba prolongando en el tiempo para satisfacción de los presentes. El bello rostro de la joven, no era sino una máscara de la angustia y la desesperación.

Por si fuese poco, su amo fue aumentando la dificultad del terrible juego. Cada vez tenía que responder más rápido. Ya no le daba tiempo a responder cuando una nueva descarga se accionaba. Ahora eran dos los dedos atormentados. Luego tres… Ya no podía responder antes de que toda una mano o un pie fuesen castigados. Finalmente, todas sus extremidades le dolían a la vez.

Irene estaba bañada en un terrible sudor frío. Los ecos de las últimas descargas seguían recorriéndola. Había cerrado los ojos tratando de escapar a la inhumana agonía a la que era sometida. Trataba de aprovechar el nuevo descanso que le concedían. Ni siquiera escuchaba los diferentes comentarios que hacían los presentes. Por eso no se dio cuenta de lo que su verdugo estaba preparando ahora. Si lo hubiera visto, habría comenzado a chillar como una histérica. Aquello aún estaba lejos de finalizar.

Sin perder más tiempo, el verdugo amordazó a la joven. "Es por tu propio bien", le dijo. Irene quiso protestar, pero ya era tarde. Y sus lamentos ininteligibles y casi inaudibles. Estaba aterrorizada. Seguidamente, su amo se dirigió a los invitados virtuales.

Como pueden apreciar, nuestra esclava sabe lo que le espera. Esto demuestra que es una chica bastante inteligente. Que en su caso se traduce en la facilidad y rapidez con la que aprende. Y ahora como colofón, pondremos a prueba la capacidad de resistencia de nuestra esclava. Comenzaremos con intensidad 2… Prepárate putita que esto sí te va a doler.

BLIzzzt

AAMMMmmmmmmmmmmmmm

La mordaza apenas alcanzó a ahogar el tremendo alarido que profirió la desgraciada muchacha. Si antes la tortura le había supuesto un auténtico infierno, faltan palabras para describir lo que sentía ahora. Un dolor sordo que nacía en las puntas de sus dedos, crecía y se extendía siguiendo sus antebrazos y pantorrillas hasta agarrotarle todas sus extremidades. La cruel agonía le cortó la respiración. Si no hubiese sido por la bola de goma que tenía en la boca, seguramente se habría cortado la lengua. Claro que después de esta descarga vino otra. Y otra… y otra más.

Todos y cada uno de sus dedos recibieron su merecida ración, y después el verdugo se entretuvo haciendo combinaciones. Los pulgares a la vez, los meñiques, los de un pie, los del otro, los dos pies a la vez, las dos manos… El tormento parecía no tener fin. Y entonces, en la duermevela en la que había quedado sumida. Oyó unas fatídicas palabras que le helaron la sangre

Ahora podremos seguir con intensidad 3

BLIZZttt… BLIZZttt… BLIZZttt… Una nueva ronda de dolor, angustia y desesperación. Nuevos minutos eternos que la llevarían al paroxismo. El mundo más allá de ella, no existía. Solo existía la agonía, la aflicción, el calvario… Su cuerpo, perlado por el sudor, se tensaba espasmódicamente, al límite de su resistencia. BLIZZttt

Sin embrago, lo que para ella era un suplicio; para su verdugo era auténtico placer y beneficios. Las pujas aumentaban y crecían con cada nueva ronda. ¿Qué pasaría si probaba con la intensidad 4? Nunca lo habían hecho, era demasiado peligroso. La víctima podría colapsar y morir. Pero aquella chica era tan fuerte

Damas y caballeros. Ya ven ustedes la extraordinaria fortaleza y resistencia de nuestra eslava. Sigue consciente a pesar de todo. Por ello nos atreveremos con unas descargas de nivel 4

BLIZZZZTTT

Y, para Irene, todo se apagó. Su cuerpo no pudo soportar la severísima descarga y perdió la consciencia. Al fin había encontrado el descanso y la paz que tanto necesitaba. Sin embargo, esto no pareció preocupar al despiadado verdugo. Quien con sorprendente sangre fría se acercó a comprobar las constantes vitales de la pobre muchacha.

Claro que la tranquilidad del torturador era aparente. Realmente estaba muy preocupado. Si la joven moría sus socios le harían directamente responsable de las cuantiosas pérdidas, no sólo los gastos, también lo que se había dejado de ganar. Las cantidades exhibidas en las diferentes pantallas eran realmente exorbitantes, en muy pocas ocasiones se lograban guarismos tan elevados por una sola esclava. La última vez que se rondaron esas cifras fueron cuando vendieron a las gemelas. Pero es que eran dos en el mismo lote

Afortunadamente, se trataba de un desmayo. Así que para tranquilizar a la audiencia le colocó un par de sensores que monitorizaron los latidos cardiacos. El ritmo cardiaco se mostraba notablemente alterado pero paulatinamente se iba normalizando. La esclava no solo tremendamente resistente al castigo, también gozaba de excelente salud. Rápidamente, las pujas volvieron a subir.

Irene había suscitado un enorme interés en todos los compradores. Una esclava tan hermosa, resistente y bien entrenada no era nada fácil de encontrar. Sin embargo, las cifras que se estaban alcanzando no podían ser asumidas por la mayoría de los participantes. Poco a poco fue disminuyendo el número de los que seguían interesados en su compra. No obstante, ninguno se desconectaba, todos querían saber quién sería el afortunado ganador. Afortunado en verdad porque se necesitaba una gran fortuna para poder permitirse semejante dispendio.

Mientras se iba decidiendo el destino de Irene y la identidad de su futuro amo. El sádico verdugo extrajo las agujas y comprobó, exhaustivamente, el buen estado de la joven. En una muestra de su "generosa piedad y compasión", no se dio prisas en reanimarla. La sesión aún no había concluido, y la joven se había ganado este descanso. Bueno, también es cierto que lo necesitaba. La había forzado en exceso y no se atrevía a seguir atormentándola sin darle un pequeño respiro

Cuando Irene recobró el sentido, el mundo le daba vueltas. Se sentía un poco mareada, había tenido una horrible pesadilla y le costaba moverse… Un momento, no había sido una horrible pesadilla, había sido algo real. ¡No, espera! ¡Era algo real! ¡Seguía incómodamente inmovilizada en aquella horrible mesa! Le habían quitado la mordaza, pero no se atrevía a hablar. Le dolía todo el cuerpo, especialmente las articulaciones, las manos y los pies, los pechos y su coñito. Bueno, ahora que hacía recuento, le pareció que los párpados era lo único que no le dolía

Había algo más, un monótono ruidito se escuchaba como telón de fondo. Notaba un tibio picor en su entrepierna. Un picor reconfortante que la aliviaba. Que la hacía humedecía… Abrió los ojos sobresaltada, ¡se estaba excitando! Seguía en la misma sala y las pantallas estaban todas encendidas. Miró hacia abajo, hacia la fuente de su picor.

Allí, entre sus más que abiertas piernas, había un cabeza vibradora estratégicamente colocada. El dichoso aparato, responsable del zumbido que en ese momento llenaba la sala, rozaba incesantemente el inexplicablemente erecto clítoris. Como no podía ser de otra forma, Irene sentía crecer en ella, una irresistible lujuria.

El fuego prendido en su entrepierna crecía imparable. El dolor se esfumaba conforme su cuerpo se iba calentando. Conocía bien aquella sensación. Un pequeño hormigueo que se extendía por todo su cuerpo. Un picorcillo insolente que le despertaba sus más primitivos instintos y le hacía olvidarse de todo lo demás. El picorcillo pronto se tornaba en una profunda desazón. Una sed ardiente, un deseo obsceno, la necesidad acuciante de ser follada.

Sin querer evitarlo, comenzó a jadear ajena a lo que la rodeaba. Su vida como esclava le había enseñado que debía aprovechar aquellos momentos en que la dejaban disfrutar. Cierto que siempre que ella disfrutaba, sus amos también lo hacían, y seguramente más que ella. Pero aquellas eran sus únicas recompensas. Tenía que aprovecharlas. Así que sin ningún pudor comenzó a gemir dando rienda suelta a su placer. Éste seguía creciendo, haciéndose más intenso y profundo. Ya no le era posible dominar el ansia que se había apoderado de ella. Su cuerpo excitado trataba inútilmente de moverse presa de la lascivia y la lujuria. Escuchó de nuevo la voz de su amo detrás de ella

Como pueden observar, nuestra hembra ya está caliente. Una cualidad verdaderamente práctica e interesante. Sin duda ustedes le encontrarán múltiples aplicaciones. Nuestra hembra no tardará en correrse si la dejamos. Ha sido una buena chica y creo que se lo ha ganado. Vean ustedes lo agradecida que es

Irene ignoró estos y otros comentarios soeces procedentes de las pantallas. La estaban exhibiendo para venderla pero eso no tenía importancia ahora. Lo único que le interesaba ahora era llegar al orgasmo. Y estaba tan cerca… Sí. Una intensa descarga la recorrió entera. Desde su coñito, hasta el último rincón de su cuerpo una marejada de placer la recorría incesante. Se había corrido.

Sin embargo, el dichoso aparatito seguía funcionando. La fiebre que se había adueñado de ella, no remitía. Al contrario, volvía con más fuerza si cabe. Aquellos cabritos, le iban a proporcionar un segundo orgasmo. Bueno, si eso era lo que ellos querían

Irene cerró sus ojos concentrándose en el intenso placer que percibía. Estaba tan a gusto que prefirió ignorar cuanto pasaba a su alrededor. Sabía que estaba siendo estudiada con todo detalle, analizada al completo, cuidadosamente valorada. La estaban vendiendo y los compradores se estaban asegurando de conocer las prestaciones de la futura esclava. Pero Irene no pensaba ahora en ello. Prefería concentrarse en el próximo orgasmo. Este vino más rápido, más intenso, más fuerte… Un delicioso espectáculo.

Sin embargo, esto no satisfizo las ansias de sus compradores. Estaba deshecha, rendida, agotada, pero aquellos malditos seguían sin apagar el aparatito. Aquellos malditos seguían sin dejarla en paz

Un tercero, un cuarto, un quinto y hasta un sexto orgasmo volvieron a sacudirla con intensísima violencia, agotando las cada vez más escasas reservas de la joven. Y seguían sin dejarla descansar. El placer se tornaba en angustia, y cada vez necesitaba con más urgencia un poco de descanso. Su cuerpo, no le respondía y sin embargo le era imposible apagar el fuego que lo consumía. Necesitaba descansar, tenía que descansar

Poor… favor… aamo… No… No puedo más… Amo

Su amo no le contestó. En vez de eso, incrementó la velocidad de la cabeza vibradora. El séptimo orgasmo estalló de inmediato. Su cuerpo se vaciaba, lanzando imponentes chorros de flujo. Aquello era demasiado, Irene ya no podía más, mientras volvía a caer en los dulces brazos de la inconsciencia, de nuevo escuchó la voz de su amo

Siete orgasmos, consecutivos, no está nada mal, si además tenemos en cuenta el cansancio acumulado. Caballeros. No encontrarán otra hembra tan caliente y tan resistente. Anímense caballeros. No encontrarán otra hembra como esta en mucho tiempo

Irene descansaba por fin. Disfrutaba de un sueño inquieto, lleno de tenebrosas pesadillas y temores. Oía voces exaltadas. La frenética narración de una excitante puja. No sabía qué se vendía pero era de un valor incalculable. Una auténtica obra de arte accesible sólo a las mayores fortunas. La subasta seguía hasta que por fin hubo un ganador… Y entonces se dio cuenta. No era un sueño. La subasta era real. Ella era el valiosísimo objeto. De hecho… ¡La estaban subastando!

Buscó a su verdugo y lo encontró junto a sus otros dos compinches. Era la primera vez que los veía a los tres juntos, si excluimos la noche en la que la secuestraron. Claro que entonces, no los vio. Debía de pasar algo importante, uno de sus amos se dirigía a los invitados virtuales

ha sido una velada magnífica. En nombre de la escuela de adiestramiento, queremos darles las gracias, tanto por la asistencia como por la participación. En verdad que pocas veces disfrutamos de un espectáculo tan entretenido. Nuestras felicitaciones, una vez más, al ganador

Irene todavía estaba algo aturdida y no alcanzaba a comprender del todo la situación. Poco a poco fue dándose cuenta de que había sido vendida y que tenía un nuevo amo. Un amo que al parecer era muy rico e importante ya que estaba dispuesto a pagar por ella una enorme suma de dinero. Sin embargo, no la desataban. Parecía como si sus tribulaciones no hubiesen terminado. Aquellos hombres querían seguir jugando con ella. La confirmación de sus sospechas y temores vino con las palabras finales de uno de sus secuestradores.

Y como colofón a esta magnífica sesión, como viene siendo tradición en esta casa. Procederemos ahora a la ceremonia de anillamiento de nuestra esclava. Como todos ustedes saben, los anillos son el certificado de calidad de la esclava. En este caso, la nueva esclava será honrada al poder lucir los anillos dorados, la máxima distinción otorgada por esta escuela. ¿Tiene el nuevo amo alguna preferencia sobre la implantación de los anillos?

Un NO apareció en la pantalla central donde podía verse la silueta a contraluz del nuevo amo de Irene. Irene sería anillada del modo tradicional. Sin perder tiempo, uno de los enmascarados carceleros se acercó a la pobre esclava con una candente, fina y larga aguja. Sin dejar de mirarla a los ojos le asió con fuerza un pezón y lo apretó, retorció y estrujó hasta que consiguió de Irene un amargo quejido. Entonces, con una celeridad y habilidad logradas a base de experiencia, le traspasó la base del pezón.

El dolor era increíblemente intenso. Si le hubiesen arrancado el pezón, no le habría dolido tanto. Irene gritó con todas sus fuerzas para asimilar la tremenda angustia. Tampoco podía hacer mucho más, seguía completamente inmovilizada. Y sólo podía contraer algunos de sus músculos. Sin embargo, la herida había sido extremadamente limpia. No había sangrado y al mismo tiempo había quedado cauterizada. Una vez retirada la aguja, un pequeño arete de oro le fue colocado de inmediato.

Sin darle tiempo a pensar, el proceso se repitió en el otro pecho. La angustiosa experiencia se repetía con la misma intensidad. Los carceleros parecieron tomarse un respiro. Le habían colocado dos aretes de oro en la base de sus pezones e Irene concluyó que su ceremonia de anillamiento había concluido. Sin embargo, la pausa estaba perfectamente estudiada. El tercer verdugo se aproximó a la joven con una tercera agujita. En cuanto Irene vio hacia dónde la dirigía comenzó a suplicar aterrorizada.

No. Por favor, no. Ahí, no. Amo, por favor. NOOOO. AAAAHHHH.

Cálmate putita si aún no te hemos puesto el anillo. Este es el anillo más importante. Así que no deberías rechazarlo

AAYY

El hábil verdugo seguía pellizcando y hasta estrujando el sensibilísimo clítoris. Cuando lo creyó conveniente, clavó el agudo alfiler en la delicada piel hasta atravesarla. El tercer arete fue colocado con exquisita precisión en la base del clítoris. Mientras, la desesperada muchacha no cesaba de liberar su angustia, gritando desesperada. Lloraba profusamente, estaba a punto de comenzar una nueva etapa de su vida pero esta parecía aún más oscura que la que acababa de vivir.

Los carceleros se mostraron satisfechos. Se apresuraron a liberar a la exhausta joven que había logrado controlarse y ahora apenas si gimoteaba un poco. La primera intención de Irene fue la de acariciarse e inspeccionar sus sufridos pechos y su maltratado coñito. Pero sus captores le dijeron que no lo hiciese, que sería peor para ella, podrían infectarse las heridas. Las pantallas se iban apagando una a una según se iban desconectando los asistentes virtuales. Sólo permaneció la del nuevo amo quien se quedó viendo cómo Irene era cuidada y atendida para recuperarse de la severa sesión.

Mientras dos de los carceleros la llevaban en brazos, pues Irene casi no podía sostenerse sobre sus pies. El tercer secuestrador ultimaba los detalles de la venta. En el camino, los crueles verdugos parecieron mostrar algo de compasión. Trataron de tranquilizarla y animarla, la habían vendido a un importantísimo hombre de negocios japonés, el señor Takamura. "Es un amo severo y difícil de complacer pero tú lo conseguirás. Con nosotros lo has hecho todo muy bien, nos has hecho ganar mucho dinero. Y estamos muy satisfechos con tu entrenamiento… El señor Takamura no suele maltratar a sus esclavas, y menos a una tan cara como tú… Tendrás que atender al señor Takmaura y a sus invitados… y puede que trabajes en alguno de sus locales, o puede que te asigne algunos servicios especiales y te entrene como una geisha…"

Cuando llegaron a la celda, la recostaron sobre su cama y comenzaron a darle un nuevo masaje relajante. Irene se dejaba hacer, por fin podría descansar. Mientras se dejaba caer en los brazos de Morfeo, el tercer compinche le trajo noticias de su nuevo amo: "Dentro de dos días vendrá a recogerte el señor Takamura…".

Dentro de dos días saldría de allí. Dentro de dos días, saldría de su celda, vería la luz del sol. Dentro de dos días comenzaría una nueva vida… sin libertad. Dentro de dos días, tendría una nueva. ¿Dónde? No lo sabía. ¿Cómo? No lo sabía. ¿Por qué?...

Dentro de dos comenzaría una nueva vida… una vida sin esperanza. ¿Sin esperanza? Y el sueño se apoderó de todo