Velvet: Tétrico (Capítulo 10)
Siempre... tan llena de vida...
Los ojos azules de Lorraine observaban con curiosidad al hombre que se acercaba hacia ella. Alto, hombros anchos, pero no de manera efusiva, más bien como aquellas esculturas de la Grecia Clásica que estaban estudiando en el instituto, fibroso, piernas... ¿poderosas? Pero, ¿cómo sabía que lo eran? Iba completamente vestido de negro. Varios escalofríos recorrieron su espalda cuando el Amo se situó a su altura, y la profundidad de su mirada esmeralda la abrasó por completo.
-Es... es muy tétrico... verte así -murmuró.
“Muy bien Lori, eres toda elocuencia”.
El Amo la observó divertido. Era más alto que ella, y le gustaba el efecto que eso causaba en su perrita. Se la veía amedrentada, cohibida... En silencio esperaba que no fuera así todo el tiempo. Sería demasiado aburrido.
- ¿Tétrico? -preguntó, deslizando sus manos por los brazos desnudos de la chica. Lorraine sintió cómo si aquel simple contacto le abrasara la piel. Se inclina hacia ella, apartando un poco el pelo de la chica para susurrar al oído- Dime que lo deseas... que mueres por ello.
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, pensó el Amo, notando cómo la respiración de aquella rubia cara de ángel era agitada; cómo su sangre hervía de deseo... Un deseo que él le había enseñado que existía.
-Nunca me han hecho el amor... Nunca nadie me ha hecho sentir... todo esto...
Él sonrió satisfecho con la respuesta. No era exactamente lo que esperaba, pero le valía. Por el momento. Llevó sus manos hasta la espalda de la chica, buscado el cierre de su sujetador. Desde luego aquella piel era la más sedosa que había tocado nunca. Tal y cómo se la había imaginado. Cómo tenía que ser.
Lorraine dio un respingo cuando los dedos del Amo acariciaron algunas de las zonas dónde había recibido los latigazos.
-Y... -con una destreza asombrosa para ella, él consiguió desabrochar su sostén, deslizando con suavidad las tiras de su sujetador, sólo con el roce de sus dedos. Lori lo observó embobada hasta que vio cómo la prenda se deslizaba hasta caer al suelo- Nunca imaginé que lo haría... que me lo haría un desconocido... tras una máscara veneciana.
Sus pezones se irguieron desafiantes, duros como rocas, con el roce de las manos juguetonas del Amo y la fría caricia del aire de la habitación. Lorraine alzó su rostro con timidez hacia él, con las mejillas sonrosadas. El Amo sonreía de manera provocativa. Sus ojos verdes brillaban de manera intensa. ¿Sería consciente de lo fascinante, de lo atractivo que se veía así?
-Te gustará -le susurró al oído, sin dejar de acariciar sus pechos. A veces con ambas manos al completo. Amasándolos. Otras, con las yemas de sus dedos. Mordisqueó el lóbulo de su oreja - Cuando lo pruebas una vez, te vuelves adicto a esto.
El Amo deslizó sus manos por el vientre femenino, que se encogió ante su caricia, y la tocó por encima de la ropa interior. La muy... estaba totalmente húmeda.
-No hemos empezado aún y mira cómo estás ya -le dijo, apretando más la braguita contra su sexo, haciendo que la vibración fuera más profunda. Un jadeo profundo escapó de la garganta de Lorraine- Ni se te ocurra dejarte llevar. Te correrás exclusivamente cuando yo te lo ordene.
Lorraine bajó la mirada hacia la mano aquella que seguía presionando el vibrador contra su clítoris. “
Por el amor del cielo, estoy a punto de desfallecer. A duras penas puedo aguantarme en pie...”.
Sus ojos azules se fijaron en la entrepierna masculina. Ningún bulto que delatara ningún tipo de excitación. ¿Tan diferente era del hombre del sex shop? ¿Es que no la encontraba atractiva? ¿No la deseaba?
La joven alzó sus resplandecientes ojos azules hacia él. El Amo no la mirada, mantenía la cabeza baja, pendiente del movimiento casi hipnótico del vibrador. Se fijó en sus cabellos oscuros, ondulado.
“Es... hermoso, pese a no saber cómo es su rostro. Un demonio en forma humana... su piel... su aroma salvaje..
.” No era ese vibrador lo único que la tenía así de excitada. Todo él la atraía de una manera sobrenatural. Y ese aura de maldad que desde el comienzo de su adiestramiento el Amo siempre había exhibido, la volvía loca de deseo, a la vez que la asusta y lo repudia.
“Lori... lo tuyo es de psiquiátrico... que no te quepa duda”.
-Lori... Lori... Lori... -dijo de manera condescendiente, aún con su mano pegada a ella- Para ser una princesa, te mojas como una perra en celo –de un tirón le rompió aquellas bragas que tanto placer le estaban dando, tirándolas a un lado.
La voz sensual del Amo la devolvió a la realidad. Se sintió llena de vergüenza ate su observación y se separó de él de manera instintiva. Con un movimiento rápido, él ahuecó su mano sobre la parte de atrás de la cabeza femenina y agarró con fuerza su sedoso cabello dorado en su puño, aplastando su boca contra sus labios suaves, haciendo su reclamo, dejándola saber a quién pertenecía ahora, quién era su dueño.
Lorraine trató de oponerse al Amo, dando sacudidas con la cabeza. Pero él era demasiado fuerte y poderoso. Su beso era duro, casi brutal. Una completa y total dominación que le estaba robando el aliento. Le había pillado tan de sorpresa su asalto, que abrió los labios y el Amo tomó ventaja, metiendo la lengua a la fuerza en su boca, zambulléndose aún más en ella, mientras le agarra con fuerza el cabello. Era consciente de aquel control total que aquel desconocido estaba ejerciendo en ella. No, nada de desconocido. No sabía su nombre. No sabía nada con él. Lo único que sabía es que él era el Amo.
“Amo… Amo… Amo… no lo olvides Lori… Es el Amo. Es tu Amo…”
Sin que su cerebro pudiera hacer nada para evitarlo, se encontró devolviéndole el beso, dejando entrar su lengua en la boca y luego enredándola con la de él. Sus dedos acariciaban su pecho ancho bajo la camiseta oscura, descansando sus palmas en su pecho, palpando el doblez de sus músculos duros bajo sus manos. Su calor pasó a través de ella y le vino la imagen de los dos, carne caliente y sudorosa, resbaladiza la una contra la otra, en el suelo, sobre la alfombra de piel.
La fiereza de su beso fue disminuyendo, pero el Amo mordió su labio inferior lo suficientemente fuerte como para hacerla llorar. El dolor rápidamente se entremezcló con un dulce placer que ni ella misma lograba comprender de dónde había salido. Antes de que pudiera recobrarse de su sorpresa, él empujó su lengua al cálido y profundo interior de su boca otra vez. Sabía a menta, a fruta de la pasión, a caramelo… y al inconfundible sabor de la masculinidad en el estado más puro. Su mano agarró tan fuerte su cabello, que Lorraine podía sentir cómo tiraba de su cuello cabelludo.
En ese momento, con los ojos cerrados, perdida en ese beso y todas las sensaciones que experimentaba con él, podía verse sometida al Amo. En sus rodillas, haciendo lo que él quisiera hacerle. Sus manos atadas detrás, a la espalda mientras él la follaba de manera profunda, salvaje. Tomándola desde atrás o follando su culo. Tomándola de cualquier manera que a él se le antojara.
Y todas esas sensaciones… eran tan reales, tan vivas…
Lorraine empezó a pensar que el beso dudaría pasar siempre. Cuando el Amo finalmente se echó hacia atrás, sus labios estaban hincados y húmedos, y su aliento volvía a recuperarse de manera suave.
El Amo clavó sus ojos verdes en ella. La miraba divertido. Se divertía humillándola. Ya no le quedaba ninguna duda.
-Ven aquí -le ordenó sin mover ni un músculo. ¿Por qué si esas dos esmeraldas le miraban así, ella se sentía tan intimidada?
Luchó consigo misma para resistirte; para no obedecer. Pero cuando se quiso dar cuento estaba colocándose de nuevo enfrente suya, vacilante, pero ahí estaba. El Amo sonrió satisfecho cuándo sus ojos azules salieron de nuevo a su encuentro.
-Buena chica. Desnúdame.
Las manos de Lorraine obedecieron casi de manera casi instantánea, para su propia sorpresa. Estaba segura de que su cerebro no había dado ninguna orden, pero ellas ya empezaban a deshacerse de la camiseta de él. Por una fracción de segundo estuvo tentada a llevarse con ella la oscura máscara veneciana. Los ojos azules recorrieron con avidez el torso desnudo ante ella. Músculos firmes, la piel ligeramente bronceada, y con una cicatriz en el pecho, cómo si le hubieran operado del corazón.
Siguió la fina línea dibujada con las yemas de sus dedos, con suavidad y delicadeza.
¿Qué te ocurrió?
¿Por qué debería de decírtelo?
Lorraine se encogió de hombros. Desde luego parecía totalmente hermético y reacio en cuanto a lo que se suponía que era contar algún detalle de él.
-No tienes porqué -responde con sequedad, apartando su mano de él.
No vio venir la bofetada que el Amo le plantó en cuestión de segundos.
-Habla con respeto -le dijo en un tono casi letal.
La chica enmudeció de la impresión y automáticamente dio un paso hacia atrás, alejándose de él. Se llevó la mano hasta la mejilla adolorida. ¿La había golpeado? ¿Cómo podía haberle hecho eso?
“Porque es tu Amo, y tu para él… no eres nada”
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- ¡Te lo he dicho una infinidad de veces, joder! –gritó enfadado.
Los ojos verdes del Amo brillaron llenos de furia y maldad. Lorraine cerró sus ojos azules. De manera mecánica, su cerebro trabajó a destajo para ponerle una identidad a aquel hombre con todo lo que ya había descubierto de él. Pero nada. Si fuera un ordenador, en la pantalla seguramente le saldría con que no existía ninguna coincidencia posible.
-Lo… lo siento… -murmuró asustada, dando otro paso hacia atrás, como si el simple hecho de mantener un poco de distancia entre ambos pudiera tenerla a salvo de la ira del Amo.
-Lo siento, ¿qué? –volvió a gritarla.
La chica respondió a su voz con una nueva encogida. Tenía que reconocerlo. Adoraba espantarla. El aire se llenaba del aroma dulzón de su ansiedad, su deseo y su miedo. Y todo aquello era obra su suya. Una preciosa obra de arte.
-Lo siento, Amo.
-Eso es.
El Amo volvió a asaltar su boca, capturando sus labios entre los de él, besándola con maestría, pasión y deseo. El corazón de Lorraine se puso a mil por hora, latiendo de manera desbocada, comenzando a devolverle el beso como si la vida le fuera en ello. Nuevas escenas en su mente: él aprisionándola contra el respaldo del sofá, dejándola inclinada hacia delante, besando su espalda, notando su sexo duro entre las piernas, entrando en ella, invadiéndola.
Las dagas esmeraldas se clavaron en sus ojos, volviendo a mantener la distancia entre ambos. Lorraine lo miró aturdida, sin comprender de dónde podía nacer tanto deseo hacia él. Deseaba que volviera a ella. Que volviera a besarla, a tocarla… Una parte de ella quería que todas esas imágenes se convirtieran en realidad.
Lori se mordió el labio inflamado por el beso, notando el ardiente calor en su mejilla derecha, sonrojada por el guantazo que le había dado. Sus ojos azules mantenían su mirada, brillando, cargados de deseo contenido. Alzó su mano de manera lenta para acariciar la mejilla masculina, como si quisiera grabar con sus dedos las facciones masculinas que la máscara revelaba.
- ¿Cómo lo haces, Amo? ¿Cómo consigues que… que te desee tanto? –murmuró entre desconcertada y timida.
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, se dijo para sí mismo, sin dejar de observar aquel rostro de belleza angelical, embriagado por su perfume de orquídeas blancas y ese aroma único de pureza femenina.
-Quítate la máscara, déjame verte –la voz de Lorraine lo devolvió a la realidad.
No había sido una súplica. Tampoco había sido una petición amable. A sus oídos había llegado más cómo una orden. La princesa se atrevía a ordenarle a él.
Los ojos del Amo la miraron con un fuego abrasador que hizo que se estremeciera de pies a cabeza.
“No lo has llamado Amo
–se advirtió a sí misma-
No le has tratado con respeto… ¿Es que quieres otro castigo?”.
De manera inmediata, su cuerpo tembló de miedo.
-Por favor, Amo –dijo con voz melosa. Nunca en su vida había usado un tono así. Ni si quiera había imaginado que pudiera utilizarlo. Pero acababa de hacerlo. El Amo le sonrió de manera relajada.
-Estás siempre tan llena de vida… -dijo él casi con admiración, acariciando su mejilla- Quítame el pantalón –le ordenó de manera firme.
La mirada azul bajó hasta el pantalón y las delicadas manos femeninas comenzaron a desabrochárselo. ¿Cuánto hacía que una mujer no hacía ese gesto para él? Mmm… no hace tanto cómo podía parecer, pero sentía que había pasado siglos desde que un ser tan puro como aquella niña había estado ante él, haciendo lo mismo. Desde luego ninguna de las anteriores era como la princesa.
Las pupilas de Lorraine se dilataron por la sorpresa ante la gran erección que se marcaba a través de la ropa interior. ¿De dónde había salido? ¿Por qué no se había dado cuenta hasta ahora? El color cubrió sus mejillas, dejando los pantalones caer.
- ¿Te gusta lo que ves? –le preguntó el Amo con divertida curiosidad.
Era consciente de las mil y una ideas, pensamientos, emociones, reflexiones,… que podían estar pasando en aquellos momentos por su cabeza. Pero le encantaba que ella reconociera cada uno de ellos en viva voz. Desde luego moldear a esa criatura le ponía la polla más dura de lo que podía imaginar.
Lorraine asintió sin saber muy bien porqué. ¿Realmente lo gustaba lo que veía? ¿O tenía miedo a la posible reprimenda por parte del Amo, si podía sentirse ofendido?