Velvet: Sorpresa. (Capítulo 2)

It's time to play a game...

Lorraine no daba crédito a lo que estaba haciendo. Eran cerca de las seis y cinco de la tarde y volvía estar delante de la puerta del Coffe dû Paris. El corazón le latía a mil por hora, ¿por qué estaba allí de nuevo? Porque la curiosidad por saber quién le había mandado esa nota, era superior a todo aquello.

Entró en el local, caminando hasta una de las mesas, sentándose y observándolo todo. Estaba mucho más abarrotado que cuándo estuvo allí al mediodía. Con tanta gente iba a ser imposible averiguar quién era y dónde se encontraba el misterioso autor.

El mismo camarero cincuentón y rechoncho que la había atendido a la hora de comer, se acercó a su mesa con una sonrisa amable en el rostro.

-Buenas tardes de nuevo, señorita -saludó, ofreciéndole una nota doblada- Verá, me han ordenado que cuándo lea este mensaje, le invite a una copa. ¿Que desea?

Lorraine lo miró sorprendida, enarcando una ceja extrañada, cogiendo el mensaje.

-Eh... un zumo de naranja... natural. Pero, ¿quién se lo ha entregado? -el hombre adquirió un aire bobalicón ante su pregunta.

-Me dijo que usted diría eso, y me pidió que no le dijera nada. Lo siento -sin decir nada más, el hombre se alejó de la mesa, dejándola nuevamente sola.

La joven no se hizo de rogar y desdobló con rapidez el papel para poder leer el contenido.

//Muy bien, putita. Me encanta como vienes vestida hoy, pero para esta noche te quiero con un vestido de colegiala y medias, o te juro que serás la comidilla de todo el Instituto. Te espero en la dirección que pone al final, a las 21.00.

PD: Ven sin bragas.//

El rostro de Lorraine reflejaba la más absoluta sorpresa, colorado por la idea de verse así vestida y el descaro del sinvergüenza que había sido capaz de proponer semejante locura.

<>

Arrugó la nota en su mano, levantándose, y caminó hacia el camarero.

-Perdone. Mire, lo que acabo de pedir para consumición, coge y se lo tira de mi parte a quién quiera que le haya dado el mensaje.

El hombre la miró sorprendido. No había visto muchas veces rechazar esas propuestas, ni tampoco esa reacción con ello.

-Lo siento, pero ya se ha marchado.

-Al menos me podría decir cómo era -le dijo molesta. El camarero la ignoró y siguió atendiendo al resto de personas que se encontraban allí.

Lorraine suspiró con frustración y salió de allí, caminando hasta su casa con paso ligero. Ni si quiera fue capaz de controlar el portazo que dio al entrar. De todas maneras, tampoco eso era importante. Su madre estaría demasiado ocupada en unas de esas reuniones sociales, con sus amigas, o dónde quisiera que se metiera. Siempre demasiado preocupada por la belleza, los concursos, la moda y el último par de “Manolos” que estrenar. Tenía que reconocer que Elisabeth Ann Velvet no era la mejor madre del mundo, pero era la única que tenía. Y con el paso de los años, y conforme su conciencia había ido aumentando, no le había quedado más remedio que resignarse a todo lo que su madre no era: una madre normal; una madre de verdad.

Cerró la puerta de su dormitorio, guardando las notas en uno de los cajones de su escritorio. No quería verlas, ni tenerlas cerca suya.

¿Qué podía hacer ahora? Una ducha. Una ducha de relajante agua caliente. Así podría pensar con claridad... o al menos estar algo más tranquila.

Entró en el cuarto de baño mientras se desnudaba, abriendo el grifo del agua caliente. Las últimas palabras de la nueva nota acudieron a su mente cuando comenzó a deshacerse de la ropa interior que llevaba:

<>.

-Menudo gilipollas... -masculló entre dientes, entrando en la ducha.

El agua caliente comenzó a deslizarse por sus cabellos dorados, su nuca, hasta precipitarse por su cuerpo, acariciando cada centímetro de su piel. Un suspiro escapó de sus labios. Sin duda alguna el agua estaba obrando milagros en ella y en su animo. La ducha había sido una gran idea.

Una vez que se sintió lo bastante relajada, salió de la ducha dispuesta a arreglarse. Si había algo que Aria no le gustaba, era que la dejaran esperando. Se secó con rapidez el cuerpo con una toalla y buscó qué ponerse en el armario.

Las medias oscuras ascendieron por sus piernas hasta la mitad de sus muslos sin problema. Les siguieron una mini-falda de tablas negra y una camisa blanca que se ajustaba a su pecho. Escogió un chaleco negro que abotonó de manera lenta, y terminó por coronar su atuendo con una corbata. Observó el resultado antes de terminar de arreglarse con el peinado y el maquillaje.

La Lorraine Velvet que había al otro lado del espejo la impactó. El aspecto que lucía era increíble. Nunca se había visto tan espectacular, a pesar que aún no estaba maquillada. Ese aire inocente de su mirada; su rostro sin rastro de maquillaje; el pelo ondulado, húmedo, cayéndole por los hombros y la espalda. Y la ropa que había escogido... ¡Maldito subconsciente! Parecía una colegiala viciosa como Britney Spears en aquél videoclip.

  • ¿Por qué diablos me he tenido que vestir así? -se quitó con rapidez la corbata del cuello, dejándola caer a un lado.

Sin pensárselo dos veces, sacó de un cajón del armario un jersey ancho de color azul marino y se lo puso por encima del chaleco y la camisa. Era lo bastante largo como para cubrir casi toda la falda, dejado solo entre ver un filo de tela, de no mas de tres centímetros de color negro. El cuello del jersey era tan grande que se deslizó por su hombro, dejando ver parte de la camisa. Se secó con rapidez el pelo, con ayuda del secador, y terminó de maquillarse de manera suave y natural el rostro.

Enfundó sus pies en unos discreto zapatos oscuros de tacón y se colocó el abrigo. A Aria no le gustaba que la hicieran esperar, y menos otra mujer. Si al menos fuera uno de los chicos que tenia en su famoso cuaderno negro... puede que encontrase la manera de compensar la espera. Pero, ¿esperar a una amiga? El mundo debería de volverse loco para que Aria Benneth permitiese tal cosa.

Lorraine salió de casa, y a su mente volvieron las notas. Se suponía que debía de estar en una dirección del centro pero ¿a qué hora? Intentó hacer memoria. Las 21:00. Eso decía el último mensaje.

-No vas a ir... -se repitió a si misma- no vas a caer en ese juego. No vas a prestarte a esas tonterías... Después de todo, ningún secreto puede ser tan grave, ¿no? -intentaba convencerse.

Pero, ¿qué pasaba si en su caso si lo era? ¿Podría ese secreto arruinar su vida si saliera a la luz? Su mundo perfecto podría desmenuzarse en cuestión de segundos, sólo por el capricho de una persona. Y si no se presentaba o llegaba tarde... ¿qué pasaría? ¿Se enfadaría con ella y buscaría venganza? ¿Quién podía asegurarle que todo aquel lío de notas misteriosas no era sino un plan urdido de alguien que quisiera vengarse de ella? ¿Vengarse? ¿De qué?

Lorraine se llevó la mano a la sien mientras caminaba. Su paso había vuelto a dejar de ser el seguro y confiado que siempre había lucido. Tanta intriga, tanto misterio... tantas órdenes... Iba a terminar con una fuerte jaqueca si seguía dándole vueltas a todos. Quizás, la opción más sensata era la de presentarse en el lugar de la cita de la nota, y ver que querían de ella y poner punto final a toda la tontería.

Sacó su teléfono móvil del bolsillo de su abrigo y comenzó a escribir un mensaje de texto a su amiga:

<>

. Lo mejor sería avisar, por si acaso la cosa se demoraba más de lo previsto.

Caminó por la calle a paso ligero. Su corazón martilleaba con fuerza y desbocado. Algo dentro de ella le decía que no debía haber esperar demasiado a quien quiera que fuera el autor de las notas, si no quería atenerse a las consecuencias. ¿Cómo podía temer algo que ni si quiera conocía?

Lorraine tuvo que mirar dos veces los números de la calle al encontrarse ante el edificio que correspondía con la dirección. ¿En serio era ese? Bastante descuidado, sucio, casi una ruina... rodeado por una verja. Había pasado cientos de veces por aquel lugar y nunca antes se había percatado de aquella mole de hormigón desgastado.

Enarcó la dorada ceja, mientras varios escalofríos recorrieron su espalda. Esto no podía ser una buena idea. Estar allí sola. Ante ese lugar. ¿Y se supone que tenía que entrar dentro?


Él observó la cara de circunstancia de la chica a través del monitor y sonrió divertido. Sus ojos verdes la escanearon con lujuria y cierto brillo de peligro... de malicia oculta. Aquellos ojos azules cargados de miedos y preocupaciones. La postura erguida y defensiva, con los brazos cruzados frente a su pecho. El abrigo largo que cubría todo su cuerpo.

Esperaba que, por su bien, le obedeciera y bajo la larga prenda que la protegía del frío estuviera esa imagen de Lolita colegiala que ya se había formado su mente desde que había escrito la nota.

Inspiró aire de manera profunda, saboreando cada segundo de su angustia. Por fin había llegado el gran momento, y estaba muy orgulloso de la elección que había hecho. Lorraine Velvet iba a ser suya. En todos los aspecto.

Deslizó su viril mano por la mesa y pulsó un botón que apenas ser percibía. Vio a través del monitor el gesto de sorpresa de la chica cuando la verja se abrió ante ella. Una sonrisa sardónica se dibujó en su rostro en penumbra. Y a pesar de ello, se veía atractivo.

La diversión no había hecho más que comenzar.