Velvet: Secretos (Capítulo 6)
Imagina el placer...
“
Lori, cariño, soy mamá. Te llamé anoche, y no estabas en casa. Te he llamado varias veces al móvil, y esta mañana como unas veinte veces al teléfono. Supongo que estarás con Aria o algunas de tus amigas. Llamame cuándo escuches este mensaje. Llegaré más… tarde de lo previsto –su madre rió de manera sugerente- quita… ahora… no… estoy hablando con… -silencio- ¡qué barbaridad! ¿Todo eso es para mí? Deja que yo me encargue…” -sonoros besos durante unos segundos más hasta que el mensaje terminó.
Lorraine se mantuvo cruzada de brazos ante el teléfono que sonaba nuevamente, aunque esta había sido la primera vez que su madre le dejaba un mensaje de todas las llamadas que le había realizado. La verdad era que había visto el identificador de llamadas todas y cada una de ellas, y no había sido capaz de cogérselo. ¿Qué se supone que le iba a decir? ¿Gracias por hacer de mi vida un Infierno, zorra pervertida?
Sacudió su cabeza rubia y suspiró con afectación. Encima no había tenido la delicadeza de terminarle el mensaje en condiciones. ¡No! Se tenía que poner a magrear con quién quisiera que estuviera con ella, y sin colgar el maldito teléfono antes de hacerlo. ¡La gran señora! ¡La dama sofisticada del
Upper Side
! ¿Cuántos actos de beneficencia había presidido? ¿De cuántas exclusivas reuniones sociales había sido protagonista su madre? Cada vez tenía más claro por qué empezaron tantos arreglos, sus visitas continuas al cirujano y su afán porque nadie creyera que fuera posible que alguien aparentemente tan joven tuviera ya una hija tan crecidita.
Suspiró, mirando su reloj. Eran las seis y media de la tarde. Aún le quedaba una hora y media de libertad antes de volver a ser prisionera del Amo. Una vez más todos los interrogantes florecieron. ¿Quién era? ¿Por qué ella? Había chicas más explosivas, más dispuestas… ¿Y cómo podía saber todo: su manera de pensar, las movidas de sus padres, sus secretos… hasta su correo electrónico para localizarla?
El aviso de mensaje en su móvil la devolvió al mundo real. Lo cogió de encima de la mesa, junto al teléfono normal, y miró a ver quién se había acordado de ella.
“
Lori, soy Aria. ¿Dónde te metes? Voy para tu casa. Tenemos que hablar”.
Lorraine arrugó la nariz como muestra de desaprobación. Lo último que necesitaba era a Aria haciéndole mil preguntas, queriendo saberlo todo… preguntando dónde se había metido y porqué iba vestida como… ¡Dios mío! Iba con el traje de látex. Subió a toda velocidad a su habitación. Se colocó un jersey lo bastante largo como para hacerlo pasar por un vestido. Así parecía que llevaba unos leggins. Se calzó unas botas en el mismo momento en que el timbre de casa sonó enérgicamente.
“Qué manía, Aria. Escribir un sms cuándo estás casi cruzando la puerta”.
-Ya voy… ya voy –abrió la puerta.
Y allí estaba su amiga. Sonriente. Con su caro vestido de la última colección de Yves Saint Laurent, y todos los complementos a juego y a la última moda. Preciosa... o cómo las chicas solían decir: Sublime.
Aria la miró incrédula.
-Cariño, que mala cara tienes –dijo, entrando en la casa sin esperar si quiera a ser invitada- Y esas pintas… ¿de dónde las has sacado? Deberías de cuidar más tu aspecto… ¿Leggins de cuero? –sacudió su cabeza morena en un gesto de decepción- Pasados de moda… menos mal que es sábado y no vas a clase a sí. Podrías cavar tu propia tumba con ello.
Lorraine suspiró cerrando la puerta tras ella.
-Pasa, querida… ponte cómoda. No te cortes –odiaba cuándo Aria se ponía en modo snob. Era insoportable, y muchas veces le había hecho plantearse cómo podían ser tan amigas.
Aria caminó sin problemas hasta el salón. No necesitaba que nadie la guiara. Conocía esa casa como la palma de su mano. Se quitó el abrigo corto y lo colocó con sumo cuidado sobre el respaldo del sofá y se sentó en uno de los sillones, con un sinuoso y elegante cruce de piernas.
Lorraine enarcó la ceja. ¿Ahora su amiga le parecía que se movía de manera sinuosa
? “Por favor, contrólate…”
La charla con el Amo de aquella mañana la tenía totalmente descontrolada.
- ¡No te lo vas a creer! Anoche, gracias a tu plantón, me encontré con Mark Grant... -sonrió con picardía- Es un gran amante. Deberías probarlo.
Lorraine la miró sin dar crédito a lo que acaba de oír. No porque le sorprendiera la posibilidad de que gracias a su plantón, el tío más bueno del instituto y su amiga acabaran enrollándose. Pero, ¿que debería probarlo ¿Desde cuando Aria cedía un chico? Y más cuándo ese era la joya más preciada y a la que todas aspiraban.
Aria rió de manera escandalosa ante la cara de circunstancia de su amiga.
-Por supuesto que no ahora. Cuándo Mark y yo no tengamos nada más que decirnos. Aunque no sé yo si serás su tipo. Le gustan las chicas con clase -puntualizó, recorriendo su indumentaria con una mirada burlona en sus ojos castaños.
Ella arrugó la nariz con desaprobación. Un gesto que hacía mucho y que había heredado sin duda de su padre.
-Eres muy generosa. Pero me temo que Mark no es mi tipo, así que descuida. Aunque me alegra que hayas encontrado un amante a la altura de tus expectativas. ¿Te apetece algo para beber?
Su amiga negó con la cabeza.
-No gracias. Tengo un tipo que mantener. He comido algo antes de venir. Bueno, ¿y se puede saber porqué me diste plantón ayer? Te llamé pero no respondías ni al móvil ni al teléfono de casa.
Lorraine suspiró, intentando formular mentalmente la respuesta adecuada a aquella pregunta. Aria nunca se andaba con rodeos.
-Tenía cosas que hacer, y terminé liada de más. Ya sabes, aburridos asuntos familiares -Aria puso los ojos en blanco, imaginando que debía de tratarse de unas aburridas y mortalmente soporíferas reuniones sociales.
-No me lo digas... ¡tú madre te lió de nuevo para que fueras la presidenta del club de virginales chicas de buena cuna! -sacudió la cabeza con gesto condescendiente- Lori, Lori, Lori... ¿cuándo aprenderás? Ser virgen es una opción, no una condición. Y deberías explorar y explotar tu sexualidad al máximo. Eres una chica preciosa, que atrae más miradas de las que te piensas, y pocas de ellas castas. No dejes que tu madre domine ese aspecto de tu vida tan personal, y haz como yo. ¡Liberate y vive de una vez!
Aria se mordió el labio con gesto sugerente, recordando lo ocurrido con Mark. Se habían pasado toda la obra de teatro intercambiando miradas, sonrisas provocativas... ella se había humedecido el labio un par de veces, y él había seguido su gesto con sus ojos castaños. ¡Qué divertido provocar! Y qué placer tan grande tener ese control. Ya casi por el final, Mark se decidió a dar un paso más y se aventuró a sentarse a su mesa sin ser invitado. Aria tampoco tenía intención de reprochárselo. Poco después ella se disculpó diciendo que iba al baño a retocarse, y Mark sólo le dedicó una sonrisa resplandeciente como respuesta.
Se le erizaba el vello de la piel tan sólo recordándolo. Cuando levantó la vista del lavabo en el que se estaba lavando las manos para refrescarse un poco y controlar sus hormonas, ahí estaba él, mirándola como nunca antes lo había hecho.
“Lujuria, lujuria... y más lujuria. Bendita lujuria”,
se había repetido al verlo. No preguntó nada. Hacerlo tampoco sería muy inteligente ya que ambos deseaban ese momento. Desde luego ella había deseado algo así con él desde la primera vez que sus miradas se cruzaron hacía años, pero nunca había tenido una oportunidad como aquella. No pensaba desaprovecharla.
Mark... Mark se acercó a ella, colando su mano de manera furtiva por debajo de la falda y acariciando su trasero con sus dedos. ¡Dios ese era el momento más excitante que había vivido hasta ahora! Él pegando su pecho a su espalda y la mano libre que se metía por debajo de su camisa hasta encontrar lo que buscaba. A esa altura Aria temblaba de deseo, girando levemente el rostro y Mark no perdió oportunidad de comerle los labios con ansiedad. Sin duda alguna aquello era mejor que cualquier fantasía que pudiera tener con él. Su sabor, su lengua ávida, su mano retirando la copa del sujetador, liberando su pecho.
Y el beso se convirtió en necesidad, en ansía,en deseo... Aria deseó con cada poro de su piel sentir cómo la hacía suya. Como rozaba con su trasero el bulto de su entrepierna. La presión entre sus nalgas. El aire que se colaba por su falda. Cómo la iba alzando hasta su cintura, retirando ligeramente su ropa interior, sin dejar de juguetear con sus pezones duros y marcados...
-No te puedes imaginar el placer que despiertan unas manos acariciando tu piel, unos labios rozando tu sexo... mmmm y cuando te llena por dentro... es algo increíble, indescriptible.. Hazme caso. En cuanto tengas la mínima oportunidad pruébalo. No querrás dejar de experimentarlo nunca.
Las mejillas de Lorraine ardían sonrojadas. Desde luego Aria no conocía lo que era la palabra vergüenza. Hablar así, de manera tan desinhibida. Aunque comenzaba a plantearse que su cabeza tampoco, porque con cada descripción que su amiga le hacía, se veía a ella en una destartalada habitación, junto.. junto a nadie porque no sabía cómo era. Pero nadie la besaba como él, y la hacia estremecerse, y su cuerpo respondía traicionero, erizándose la piel, sus pezones duros queriendo captar la atención y aquellas caricias... ¡Oh dios mío! Estaba mojándose solo de pensarlo.
Carraspeó intentando controlarse.
-Aria... tienes que irte. Tengo muchas cosas que hacer. Si quieres.. luego te llamo... o hablamos por Internet... Pero tienes que marcharte ya.. -cogió el abrigo de su amiga y se lo entregó ante la mirada atónita de esta, levantándose del sillón.
Con muy poca delicadeza y muchas prisas, Lorraine acompañó a su amiga hasta la puerta.
-Pero, ¿qué ocurre? ¿He dicho algo malo? -preguntó desconcertada con la actitud totalmente novedosa e impropia de su amiga. Normalmente Lori era todo encanto, toda amabilidad. A veces resultaba odioso ver que era tan jodidamente buena. Pero que la tratara así, que prácticamente la había arrastrado hasta la puerta y echado a la calle...
-Algún día... puede que te lo explique todo -respondió, cerrándole la puerta en las narices.
“
Lori, Lori, Lori... si sigues así, te vas a quedar sin amigos. Sabes que si Aria se enfada, en cuestión de segundos conseguiría que nadie te mirase a la cara...”,
se advirtió a si misma. No le importaba ni lo más mínimo. Tenía problemas peores en la cabeza, así que correría el riesgo.