Velvet: Pequeños Pecados (Capítulo 3)

Respiras nerviosa... siento tu miedo... te excitas... te excito...eres tan dulce.

Lorraine se cruzó de brazos, a la defensiva, enfundada en su abrigo totalmente abotonado. ¿En serio la puerta se había abierto sola? Paseó su mirada mientras se adentraba de manera temerosa en la boca del lobo. Se fijó en las muchas cámaras de seguridad que la seguían a su paso. Así que quién quiera que fuera la observaba.

-Que genial... -murmuró molesta.

La puerta principal de acceso al edificio se abrió cuando se situó frente a ella. Lorraine inspiró profundamente y entró en el recibidor. Pocos muebles, llenos de polvo. Y varias cámaras repartidas por todo el interior. Pero, ¿qué se le había perdido a ella allí?

-Bienvenida, Lorraine. Sube las escaleras -una voz mecánica sonó de la nada. Parecía salida de uno de esos ordenadores que podían hablarte lo que escribías.

La joven arrugó la nariz con desaprobación. ¿Quién se estaba tomando tantas molestias por ella?

  • ¿Por qué no bajas tú, y terminamos con esto cuánto antes? -comentó, sonando lo más segura posible.

-Aquí quién da las órdenes soy yo -la voz volvió a hablar, esta vez de manera más abrupta y exigente.

Lorraine suspiró con fastidio. Cada vez estaba más segura de que encontrarse allí sola, era la peor idea que se le podía haber ocurrido. Comenzó a subir las escaleras de manera lenta, sin querer tocar nada para no mancharse.

-Esto no me hace ni puta gracia -murmuró por lo bajini.

Él rió. ¿Por qué pensaba que era él si aún no lo sabía con certeza? Por la nota, porque.. porque sólo podía ser un él, tan retorcido. Y porque, a pesar de ser una voz informatizada, tenía un matiz masculino. Pero,¿quién?

-Seguro que has estado todo el día pensando en mí y quién soy... -parecía divertido.

-Si, capullo retorcido... -respondió de manera sincera.

Si había algo de lo que Lorraine Velvet podía presumir sin problema alguno de los rasgos de su personalidad era eso: Sinceridad. No soportaba las mentiras, no toleraba que la mintieran... No era capaz de perdonar una mentira por muy piadosa que fuera. No era capaz ni de mentir cuándo soñaba.

-Huuuummmmm -la voz fingió un gemido de placer. O al menos eso le pareció a ella- Me excita cuando te pones agresiva. Venga, dejame ver cómo vas vestida.

La rubia ceja se enarcó. ¿Ese tío hablaba en serio?

  • ¿Estás de broma?

-No. No bromeo -concluyó de manera seca.

Se detuvo en la subida de la escalera, desabotonando el abrigo. Suspiró de manera profunda. Odiaba sentirse cómo un trozo de carne al que observar. Siempre había odiado esa sensación desde que era una niña, desde el primer certamen al que su madre tuvo que presentarla. Desde el primer premio que ganó. Y aunque la madurez había hecho ver su faceta de cara bonita sólo cómo un trabajo para conseguir una vida mejor hasta que pudiera terminar sus estudios, ahora volvía a tener ese sentimiento. Volvía a odiarlo. A odiarse.

-Hummm, deseas ser castigada por lo que veo. Nadie dijo nada de jerseys. Creo que fui muy claro en mi nota.

Lorreine se mordió el labio con temor. ¿Castigo? ¿Qué castigo?

-Hace frío en la calle -se justificó, quitándose el jersey y dejándolo caer al suelo, sin importarle que estuviera sucio. Se quedó en mini-falda de tablas negra, su camisa blanca y el chaleco negro- ¿Contento? -preguntó sin disimular si quiera lo molesta que se sentía con aquel juego- Mira... tío. Esto no sé de qué va. No entiendo este rollo y no me gusta. Así que da la cara o me piro a mi casa. Ni si quiera sé cuál es ese secreto.

Una puerta del pasillo se entreabrió, dejando ver una tenue iluminación. Lorraine entendió perfectamente que significaba aquello. Caminó trémula hasta ella y entró en la habitación. Se encontraba bastante vacía. Varias cámaras que la enfocaban desde los múltiples ángulos para no perder ningún detalle de ella. Una pared llena de monitores alrededor de un monitor más grande, central, incrustados en ella,de dónde provenía la escasa iluminación. Una silla negra y una maleta sobre ella.

-Veras... -los monitores comenzaron a ponerse en funcionamiento. En todos ellos, Elisabeth Ann Velvet en ropa interior, en el que era su dormitorio, en su casa, desnudándose. Un salto de cámara. Su madre manteniendo relaciones sexuales con diversos chicos. Y todos ellos adolescentes menores de edad. Sintió cómo una náusea se agolpaba en su garganta. ¿Aquello era de verdad? - ...estoy seguro de que no te gustaría que esto se difundiera, ¿verdad Lori? -las imágenes se detuvieron en su madre haciéndole una felación a un querubín de cabellos rubios.

Se dio cuenta que estaba temblando, y no por el frío que hacía en aquella habitación.

Él disfrutó con lo que estaba viendo. La chica parecía realmente en shock con los pequeños pecados de su madre. Pálida, tambaleándose... no apostaría por ella si fuera un concurso de mantenerse en pie sobre esos tacones. Desde luego había conseguido lo que quería. Ahora tenía captada toda su atención. Y Lori era una chica fiel a su vida, a su familia... y esperaba que esa fidelidad fuera lo bastante consistente como para darlo todo por ella.

  • ¿De dónde...? Yo no tengo nada que ver en eso -murmuró con la voz acelerada por la impresión- ¿Qué es lo que quieres de mi?

-Ahora que ya entiendes la situación, creo que es el momento de dejar las cosas claras: Me obedecerás en todo lo que te pida. Serás mi esclava sumisa y complaciente. ¿Has comprendido bien?

¿Que iba a ser qué...? Esto debía de ser uno de esos programas de cámara oculta. Una broma pesada... ¿Esclava sumisa? ¡Por todos los diablos del infierno! ¿De qué iba ese tío? ¿Y esas imágenes de su madre? Tantas salidas, tanto viajes sin justificar... y esas visitas... ¿cuándo fueron? ¿Cuándo ella no estaba en casa? ¿Cuándo se iba a esas sesiones fotográficas mortalmente largas? ¿Cuándo tenía que viajar a San Francisco o Los Ángeles por trabajo, y se quedaba a visitar a su padre un par de días?

-No -respondió sincera- ¿qué es eso de... esclava sumisa? Y, ¿me estás jodiendo? Yo no tengo nada que ver... ¿Por qué me haces esto? ¿Quién eres?

El suspiró condescendiente.

-Lori, Lori, Lori... -la joven odió que la tratara con tanta familiaridad- No me va a quedar otra que publicarlo en Internet... Y ya sabes lo que dicen: Internet nunca olvida. Tu imagen dañada para siempre, tu familia destrozada... tu madre en prisión por corrupción de menores.. pederastia... incluso pornografía infantil -la voz había adquirido un matiz suave, conciliador.

El corazón de Lorraine latía cada vez más desbocado. No podía ser real. Eso debía de ser una pesadilla. No estaba pasando de verdad. Un sollozo escapó de su garganta, dejándose caer de rodillas, mareada y agobiada por la situación.

  • ¿Por qué yo? -murmuró mientras las lágrimas comenzaban a rodar por su mejilla. No estaba preparada para aquello. No estaba preparada para esas imágenes, ni para saber la verdad sobre su madre. No estaba preparada para tener que cargar con la responsabilidad de mandar su familia y su vida al diablo. No podía.

Una parte de él saboreó la rendición de la chica. Pero qué divertido estaba resultando todo.

-Porque me la pones dura como una piedra, Lori. Eres mi zorra favorita del instituto.

¿Zorra? Ella no era ninguna zorra. Nunca había zorreado aunque oportunidades no le habían faltado. Era la puritana de sus amigas. Aquello estaba rozando lo ridículo. Se secó las lágrimas intentando recomponerse.

-Las vírgenes no son zorras, deberías de saberlo -murmuró levantándose, evidentemente molesta.

-Levantate la falda.

Lorraine miró desafiante a una de las cámaras, intentando no pensar en la imagen que mostraban aquellas pantallas.

-Levantamelá tu.

  • ¡Hazlo! -gritó.

La joven dio un respingo y alzó su falda de manera lenta, sonrojada y avergonzada de su desnudez.

Él rió para sus adentros ante el espectáculo. Aquel virginal sexo, sin vello alguno. Sus mejillas sonrojadas por la vergüenza, su pecho subiendo de manera agitada, sus manos temblando por los nervios y el miedo. Estaba todo bajo control. Y eso le encantaba.

-Voy a poner música. Quiero que bailes al son de ella y te desnudes.

  • ¿Por qué no te dejas ver? -le preguntó, intentando desviar la atención de aquel pervertido. Porque no le cabía duda alguna de que aquel tipo era una especie de mirón pervertido.

Chica lista... ha sido un buen intento. Lástima que no lo hayas logrado”

-Porque no me apetece aún -respondió.

Una música sensual comenzó a llenar la estancia. Lorraine suspiró y comenzó a moverse. Se sentía estúpida bailando para aquel tío del que no sabía nada y que encima la chantajeaba de aquella manera. Sus manos se deslizaron por cuerpo, acariciándose por encima de la ropa. Empezó por deshacerse del chaleco, dejándolo caer.

-Me siento bastante incómoda.

  • ¿Crees que eso me importa? -preguntó escéptico.

Venga Lori... no puedes huir. Te tiene bien cogida. Si ese video se publicara... tu madre...”

Sus caderas se movieron de manera sugerente mientras desabrochaba la camisa blanca.

-Así, zorrita. Muévete.

-Espero que estés disfrutando con lo que ves -sus manos llegaron a la altura de su pecho, terminando de desabrochar la camisa.

“Pajillero”.

Los ojos verdes recorrieron agradablemente sorprendidos el torso femenino. Eso sí que no se lo había esperado.

-Tampoco llevas sujetador. Eres más puta de lo que pensabas.

Lorraine notó cómo las mejillas volvieron a arder. ¡Mierda! ¿Cómo había podido olvidar ponerse el sujetador? Tan preocupada había estado con la nota, la hora, y dudar sin presentarse o no, que había olvidado ese detalle.

-Fue el maldito subconsciente y tus estúpidas notas -dijo sincera, quitándose la camisa y dejándola caer junto al chaleco. Sin dejar de moverse, se deshizo de la falda, quedando en medias y tacones.

-Eso es -la voz parecía satisfecha -Ahora ve a la maleta que tienes sobre la silla. Dentro hay una venda. Póntela sobre los ojos bien atada.