Velvet: Momento (Capítulo 12)

... aunque tu vida no dependa ya de ti.

Lorraine se relamió los labios, liberando la erección masculina.

  • ¿El momento, Amo?

La cabeza morena asintió.

-En que te conviertas en una mujer. En mi princesa… En mi zorrita particular cada vez que a mí se me antoje y que yo te lo pida.

Lorraine se sonrojó bajando la mirada sin moverse. Su deseo era tan febril, se notaba tan caliente… que ahora mismo le importaba poco lo que él le pidiera. Quería complacerlo y que él la complaciera.

-Recuéstate sobre la alfombra del suelo junto a la chimenea –ella hizo ademán de levantarse para ir hacia allí. Iba a ser cómo en su mente. Sobre esa alfombra de piel que había llamado su atención nada más pisar esa habitación- Hazlo gateando.

Lorraine lo miró sorprendida y volvió a colocarse a cuatro, sobre sus rodillas y manos. Comenzó a gatear hasta la alfombra, tal y cómo él le había pedido. El Amo observó el espectáculo. El virginal cuerpo de la joven moviéndose hasta la alfombra, arrastrándose. Las nalgas redondas y bien moldeadas llamándolo, tentándolo con cada contoneo. Totalmente desnuda. Sólo con los zapatos de tacón.

La joven alzó su rostro por encima del hombro para mirarlo, queriendo asegurarse de que lo hacía bien, de que él la seguía. El Amo sonrió y caminó con lánguida pereza hacia ella.

-Túmbate boca arriba.

Podía pedirle cualquier cosa, porque estaba seguro de que ella obedecería sin oponer resistencia. Pero la quería al modo tradicional. Ya tendrían tiempo para innovar, volver a sentir, volverla a castigar… porque estaba seguro que en cuanto la calentura desapareciera de la rubia cabeza, ella no dudaría en avergonzarse, plantarle cara… y la volvería a hacer disfrutar sometiéndola.

Lorraine se tumbó boca arriba, sintiendo cómo el pelo de alfombra acaricia su cuerpo y su piel desnuda. Sus ojos azules seguían clavados en él. Admirando su cuerpo, su músculos, sus verdosos y brillantes ojos, su sonrisa, sus movimientos felinos al acercarse a ella. Él era el cazador, y ella una presa más que dispuesta a la que ya había dado caza, y de la que ahora se iba a poner a disfrutar.

-Bellos -murmuró, frotado de un pezón al otro. Agachó la cabeza y le dio un golpecito con su lengua sobre cada pezón, que respondieron a sus caricias poniéndose duros como diamantes. Lorraine no pudo evitar soltar un gemido suave derramado a través de sus labios ante un contacto tan simple.

El Amo recorrió sus piernas, arrodillándose ante ella, acariciando sus rodillas, solo con las yemas de sus dedos. Mil escalofríos recorrieron su cuerpo, partiendo y concentrándose en el centro de su deseo. Quería sentirlo dentro. Quería que le hiciera lo que había visto que era capaz de hacer en su mente. Quería que la follara salvajemente. Que la hiciera suya. Que la dominara.

-Pídemelo. Pídeme que te lo haga de una vez.

Lorraine se mordió el labio y se humedeció la garganta. Sus pezones se mantenían duros, hasta casi dolerles, rogando cada atención que él podía darle. Su sexo se encontraba más que húmedo, reclamando toda su atención. Su respiración agitada. Su corazón, desbocado por todo el deseo contenido en su frágil cuerpo.

-Hazme… hazme el amor, Amo –murmuró. No sabía cómo habían llegado esas palabras a su garganta, ni cómo habían logrado escapar de ella, pero no se iba a arrepentir ahora –Házmelo, pero sin la máscara, por favor. Quiero saber en todo momento quién es… Quién me hace el amor.

El Amo se inclinó sobre ella. La punta de su polla rozó la entrada de su sexo. Lorraine volvió a humedecerse los labios. El aroma del miedo en ella había desaparecido por completo, y ahora solo queda el más básico y puro de los instintos. El deseo.

-No vamos a hacer el amor... no estás aquí para algo tan fino.. Esto te va a doler, al menos al principio –hecha la advertencia, entró en ella de una sola embestida, con un solo golpe certero. Sus ojos brillaron con el fulgor del fuego en la chimenea.

Lorraine gimió de dolor, entrecerrando los ojos, notando cómo las lágrimas acudían a sus ojos. Al verla así, no pudo más que acelerar el ritmo. El dolor se intensificó durante un instante hasta que el placer comenzó a hacer nuevamente su acto de presencia. Estaba tan húmeda que resbalaba en su interior de manera tan placentera que la chica no podía no dejarse llevar. Las caderas femenina comenzaron a moverse al ritmo que iba marcando, notando cómo aquella polla llenaba toda la estrechez de su sexo.

-Amo,… por favor –murmura con la voz entrecortada por los jadeos que comenzaban a escapar y la respiración agitada- La máscara…

-No –responde con firmeza a pesar de sus propios jadeos.

  • ¿Por qué? Quiero… quiero saber cómo es el rostro de mi Amo… saber quién… -un gemido profundo escapó de su garganta- quién me llena… quién me… -un nuevo gemido. Su pecho se mueve agitado- quién me folla de esta manera.

Él no dijo nada. Tampoco se quitó la máscara. Ni si quiera se le pasó por la cabeza hacerle caso. Una gota de su sudor cayó sobre sus labios.

Lorraine se incorporó un poco para besarlo de manera apasionada, mordiéndole en los labios. Sus manos se perdieron por el cuerpo del Amo, recorriéndole la espalda, revolviéndole los cabellos, acariciándole el cuello. Se estremeció al sentir como cada uno de sus poros rezumaba lujuria, cómo la llenaba, disfrutándolo sin importarle.

La joven gimió en los labios del Amo, pegando su cuerpo lo más que podía al de él, queriendo sentirlo por completo. Solo pensaba en el deseo, el placer, la satisfacción de ambos.

Intentó tomar el control para dejarlo a él tumbado sombre la alfombra y poder cabalgarlo a su placer. El Amo pareció leerle la mente, anticipándose a sus movimientos, y se separó de ella con rapidez, saliendo de su interior, dejándola ahí tendida.

  • ¡No! –exclamó autoritario, asombrado por el descaro de la niña. ¿De verdad que esa mojigata se creía capaz de pretender tomar el control?

Lorraine lo miró asustada. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué se había separado así de ella? Y esa sensación de deseo frustrado…

-Lo… lo siento Amo –gateó hasta él, intentando encontrar su contacto de nuevo, besándolo por el cuello, pegando su cuerpo al de él de manera sinuosa.

El Amo la observó dejándose hacer. Ninguna de las anteriores buscó aquello. Ninguna de las anteriores había querido tener algo de control sobre él. ¿Por qué ella había tenido que hacerlo? Disimuló la sonrisa de satisfacción que le producía ver cómo aún así, estaba tan caliente que lo buscaba. Melosa, provocativa, cómo una gata en celo. ¿También lo arañaría?

Lorraine observó cómo el Amo permanecía impasible a pesar de las insinuaciones. Volvió a recostarse muy cerca de él, acariciando su abdomen hasta su sexo, abriendo sus piernas, invitándolo a que volviera.

-No pares, Amo –le suplicó, mirándolo con deseo- Hazme el amor, por favor…

Aquello era demasiado para él. Demasiado para negarse, demasiado para resistirse. La princesa era demasiado tentadora. Volvió a entrar en ella, follándola. Cada vez más fuerte. Sintiendo ambos los golpes del placer. Lorraine lo abrazó, sintiendo cómo la impulsaba con cada embestida, recorriendo su espalda con el filo de sus uñas. Embriagada por el placer.

-Sigue… no pares…

El cuerpo femenino se retorcía de placer bajo él. Estaba a punto de correrse. No le cabía duda de ello. La chica se pegó más a él, dejándose llevar. Sin oposición alguna. Subyugada a sus besos, sus labios, sus caricias, sus embestidas.

El orgasmo fue casi tan brutal cómo su corrida. Lorraine se estremeció en los brazos de él, casi gritando de placer, uniéndose a su propio orgasmo. Un brillo de raciocinio se iluminó en su cabeza. El Amo estaba tan nublado por el deseo y la satisfacción que ¿por qué no aprovecharlo?

Alzó su mano en un gesto rápido, observándolo, sujetando el extremo del antifaz. Solo tenía que tirar hacia arriba y… Él le detuvo la mano, sujetándola con firmeza. ¿Cómo lo hacía para anticiparse a cada uno de sus movimientos?

-Por favor… Amo. Te he dado todo lo que me has pedido… Y es tan poco lo que yo pido…

El Amo le golpeó el rostro con una nueva bofetada. Los ojos de Lorraine se llenaron de lágrimas, ¿cómo había sido tan estúpida cómo para pensar que él le permitiría ver quién se escondía tras esa máscara, por mucho que ella le diera su virginidad?

-Yo decidiré cuando, ¿entendido? –se levantó furioso con ella.

"¿Por qué no se podía haber estado quieta? ¿Por qué tenía que estropearlo? Estúpida curiosidad humana."

  • Ahora, márchate de aquí.

-No –sollozó la joven separándose con rapidez- te… te hubiera dado cualquier cosa que me pidieras, porque una parte de mí… se ha nublado. No va a volver a pasar –dice con firmeza, en parte temblorosa por la ira, en parte temblorosa por la vergüenza- no te acerques a mí. No me toques. Olvídate de que existo, Amo –se levantó con rapidez para coger su ropa.

Quería salir cuanto antes de allí. Olvidarlo todo. Lavarse y borrar la suciedad que ahora mismo la cubría. La vergüenza que atenazaba su corazón.

-Aquí, el único que decide soy yo –respondió el Amo con dureza a su desafío, enfundándose en los vaqueros oscuros mientras le daba la espalda- Ahora márchate de aquí.

Las lagrimas rodaban por las mejillas de Lorraine. Le dolía cómo la trataba, le dolía cómo había podido hacerlo enfadar, el cambio… ¿Estaba llorando tal vez por la posibilidad de no volverlo a ver?

-Me da igual si publicas ese video de mi madre o lo que quieras. Podías haberlo tenido todo sin necesidad de chantajes… pero a mí no vas a volver a ver a acercarte –aseguró con determinación, colocándose su ropa interior.

Él rió divertido ante la inocencia de aquella joven y su carácter.

-No me subestimes por sólo un video.

Lorraine lo miró furiosa, abrochándose su traje de látex.

-Me importa una mierda lo que vayas a hacer, Amo. No me importas nada, lo mismo que yo te importo a ti. No te subestimo, es sólo que me da igual ya lo que vayas a hacer, porque te podría haber entregado todo… hasta lo que soy. Y no te entiendo. No sé lo que quieres –las manos le temblaron con torpeza y por los nervios. Su entrepierna le escocía adolorida.

-Mañana vuelve aquí, a la misma ahora –le dijo él con total parsimonia, abrochándose el pantalón.

-No…

No tuvo tiempo de decir nada más, el Amo la cogió del cuello, alzándola unos centímetros del suelo. Sus ojos verdes se clavaron en los de ellas, como frías dagas cargadas de furia.

-No me subestimes.

Lorraine lo miró desafiante, sujetando la mano de él, queriendo liberarse de la presión que ejercía sobre su garganta.

-No… no lo hago. No quiero jugar a tu juego. No sin saber antes todas las reglas. No sin saber con quién me meto.

Él enarcó su ceja morena y una expresión cínica y burlona asomó a su rostro.

-Las reglas son simples. Tú me obedeces y punto –siguió manteniéndose firme, sujetando el delicado cuello femenino.

  • ¿Quién… eres? –preguntó Lorraine casi sin aliento. La mano masculina se cerraba con fiereza sobre su garganta.

-Tu Amo.

El brillo desafiante seguía sin apagarse en la mirada azul, y el Amo la admiró en silencio por ello.

"Siempre tan llena de vida… aunque tu vida no dependa ya de ti"

.

-Yo no tengo… Amo.

Él la alzó uno palmo más del suelo. El aire apenas llegaba a sus pulmones y comenzaba a sentirse mareada. Intentó golpear las manos para que la soltara, sin poder conseguirlo.

-Soy tu Amo, dilo.

Lorraine hizo el amago de hablar, pero no podía. La falta de oxígeno y la presión en su garganta se lo impedían. El Amo la soltó, haciéndola caer en el suelo al perder el equilibrio. La chica intentaba coger aire, sintiendo que no le llega el suficiente, llevándose la mano y tosiendo.

-Lori, Lori, Lori… con lo dura que me la has puesto… -murmura él condescendiente- Recuerda que tengo poder para matarte a ti y a quien quiera de tu familia. Puedo hacer que tu vida sea un camino de rosas o el peor de los infiernos. Tú decides. Mañana aquí, a la misma hora.