Velvet: Inquietud. (Capítulo 1)

La vida de Lorraine Velvet era perfecta. Pero, ¿hasta donde estaría dispuesta a llegar para que los secretos más oscuros no salgan a la luz? (si lo que buscas son escenas tórridas y acción... ahora mismo no es el momento ni el capítulo)

La vida de Lorraine Velvet era perfecta. Siempre lo había sido. Desde que tenía uso de memoria. Vivía con su madre, en un buen hogar, pese a que sus padres estaban separados. Una casa enorme en el elegante

Upper Side

de Nueva York.

Cursaba su último año en uno de los institutos más prestigiosos de la zona, y era la mezcla perfecta entre cuerpo y mente. Sus cabellos dorados, sus resplandecientes ojos azules y su rostro angelical se encontraban armoniosamente acompañados de su cuerpo. Desde niña su madre se había empeñado en exhibirla de certamen en certamen, y gracias a ella, había conseguido que varias agencias de modelo suspiraran por ella antes de cumplir los 12 años. Ahora, su actividad profesional la compaginaba con sus inmejorables notas académicas.

“Porque el cerebro es lo que queda, princesa, cuándo la belleza sale por la ventana”

, le había repetido continuamente su padre, y gracias a ello, aún seguía con los pies en la tierra.

Por eso mismo había seguido con sus estudios, para consternación de su propia madre quién continuamente se empeñaba en demostrarle que con su cara bonita no necesitaba nada más. Pero Lorraine quería ser algo más que un rostro. Ser popular en el instituto era la meta de la mayoría de las chicas, y ella lo había conseguido sin necesidad de pertenecer al elitista grupo de las animadoras.

En todo momento había caminado con paso seguro por los pasillos llenos de algarabías, bromas pesadas, chismes murmurados a media voz... y ese día no era diferente a cualquier otro, hasta que sus ojos azules se toparon con la nota que había pegada en su taquilla.

Extrañada, miró a ambos lados, por si aún podía identificar quién le había dejado la misiva, mientras sus manos se apresuraban en desdoblar la hoja, para poder leer el contenido.

//Ven hoy, al Coffe dû Paris a las 18.00, o contaré tu secreto.//

Como si le quemara en sus manos, Lorraine guardó la nota a toda prisa en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero y se encaminó con rapidez hacia la clase de turno, ocupando su lugar de siempre. ¿Quién podía haberle enviado aquello? ¿Quién quería citarla con semejante amenaza? Contaría su secreto si no acudía... pero, ¿qué secreto? Paseó su mirada por el rostro de todos sus compañeros con la vana esperanza de descubrir en ellos la identidad del autor de la nota. Todo era normal. La más absoluta normalidad, y si el autor de la nota estaba entre sus compañeros, debía de ser un genio digno del mejor de los Oscars.

<>

Poco a poco, y con mucho esfuerzo, Lorraine consiguió que su atención se centrara en las clases, las lecciones y las conversaciones entre sus compañeros de clase. Las horas fueron pasando de manera asombrosa, irrumpiendo el agudo cantar de la sirena, para dar por finalizada la jornada lectiva.

Lorrainne recogió sus cosas con rapidez y salió de la clase como una exhalación, topándose de bruces con Aria, una de sus amigas y compañera del difícil mundo de la popularidad adolescente.

-Hey, ¿qué tal? - la joven morena observó a Lorraine con una resplandeciente sonrisa. Sus ojos café brillaban divertidos. Ella la miró detenidamente. Aria siempre iba perfecta. Con su cabello peinado a la última moda, ropa cara, zapatos caros, y un maquillaje que sabía realzar toda la belleza sensual que existía en su cara- Vaya cara que me tienes hoy, Lori. Pareces preocupada.

  • ¿Eh?? No, no... -intentó disimular- Tengo una de esas mañanas raras en las que te distraes con una mosca. ¿Qué tal tu mañana, Aria? ¿Muchas formulas que memorizar? ¿Has conseguido quién las memorice por ti? ¿O ha sido imposible, gracias a que como nuevo compañero de laboratorio tienes al increíblemente guapo Markus Grant? -le sacó la lengua a su amiga y una sonrisa de picardía se dibujó en sus labios- Las noticias vuelan, querida. Y si el tío más guapo y bueno del país se sienta a tu lado... Demasiadas envidias -puntualizó, sacudiendo su rubia cabeza con fingido gesto de consternación.

Aria sonrió de manera triunfal. No le había costado nada mover a los compañeros necesarios para que Mark, el quaterback y estrella del equipo de fútbol americano, acabara sentado a su lado en ese laboratorio, y estaba inmensamente feliz de tener a su premio junto a ella durante todo el último año. ¿Quién sabe? Puede que saliera algo interesante allí. Y si no, sabía que saldría más de un revolcón.

-No seas mal pensada -dijo con inocencia- Si ha venido a mí es porque habrá visto algo que le guste. ¿Tienes planes para esta tarde?

-Yo no soy mal pensada. Solo digo que eres la envidia y la comidilla del instituto -se quedó pensativa durante unos instantes, mientras asentía. ¿Algo que hacer? ¿La nota contaba cómo algo que hacer?- Tengo cosas que hacer estar tarde, ¿por qué? ¿Tenías algún plan pensado?

-He escuchado que hay una obra de teatro en el Coffe dû Paris, y pensaba que quizás podríamos ir juntas.

<<¿En serio? ¿En ese sitio? ¿Es que no había más lugares en Nueva York?>>

, la voz de la conciencia golpeó a Lorraine.

  • ¿A qué hora es? Es que no sé a que hora termine -le fue explicando a su amiga, mientras ambas caminaban hasta las taquillas para recoger sus cosas.

Aria se apoyó en la taquilla de al lado, observando a su amiga. Era raro que Lori rechazara una obra de teatro. ¿Qué planes podían ser tan importantes?

-Creo que empieza a las nueve de la noche, pero supongo que como una obra normal... no empezarán hasta transcurridos unos 15 minutos.

-Vale. Entonces nos vemos a las nueve en la puerta -abrió su taquilla para dejar los libros que llevaba y coger sus cosas- Ahora tengo que irme -le dijo cerrándola- A las nueve nos vemos -remarcó.

Su amiga le dio un beso en la mejilla, sonriendo emocionada.

-Hasta luego -la despidió.

Lorraine salió del instituto, mirando su reloj. Las dos y media. La hora de comer. Era temprano, pero estaba nerviosa. Más que nerviosa, histérica. Con la mochila colgando de su hombro derecho, caminaba con rapidez por la calle, rumbo a la dirección de la nota. Sacó del bolsillo trasero la nota y volvió a mirarla.

La caligrafía era la típica descuidada que podría asociarse con los hombres, pero por mucho que se esforzaba no sabía de quién podía ser. ¿Qué esperaba? ¿Conocer la caligrafía de todos los chicos que asistían al instituto? Para ella, muchos no habían existido hasta ahora. ¿Qué podía hacer? ¿Ir uno a uno, pidiéndoles que escribieran unas palabras en una hoja y ponerse a compararlas?

Sus pasos no tan seguros y armoniosos como era la costumbre, resonaban en el pavimento de la calle, mientras seguía caminando de forma mecánica hasta la puerta del Coffe dû Paris

Suspiró al ver las letras doradas que decoraban la marquesina y los grandes ventanales de la entrada del local. No solía acudir con mucha frecuencia a ese sitio. Normalmente siempre lo había hecho acompañada por sus amigas, cuando pretendían ver alguna obra de teatro... o Aria había hecho un nuevo fichaje para su lista de conquistas al que había que darle el visto bueno. Y ahora... ahora estaba totalmente sola, antes de la hora que marcaba la dichosa nota que parecía calentar el bolsillo de su pantalón, como si de un trozo de ascua ardiente se tratase.

Tomó aire profundamente y entró. No le gustaba que nadie supiera lo que le podían intimidar las cosas. Se había pasado la vida con una máscara puesta, para ocultar todo lo que podía sentir, para no demostrar sus debilidades. Una máscara que no deseaba quitarse.

Varias cabezas se giraron al verla entrar, observando con detenimiento cómo caminaba hasta la barra. Se dio cuenta del detalle, y tampoco fue algo raro ni que le molestara. Ser una de las chicas populares en un instituto conllevaba a que la gente estuviera pendiente de cada uno de tus movimientos. Lo que no supo advertí fue el deseo que despertaba en muchas de esas miradas que la recorrían. Probablemente era la única virgen popular que existía en ese instituto... quizás, y viendo la sociedad actual, era la única en toda la ciudad. Siempre soñando con príncipes azules, siempre esperando al hombre perfecto.

Lorraine Velvet era una delicia para los sentidos, y un poderoso imán para depredadores. Aunque por suerte para ella, ninguno había conseguido que la princesa del momento sucumbiera a sus encantos.

<>

, se había aconsejado a sí misma mientras se situaba frente a la barra, a la espera de que el camarero le cediera parte de su atención.

El camarero observó a la joven que se había situado en un rincón de la barra y se aproximó a ella con una sonrisa en los labios.

-Buenas tardes, señorita. ¿En qué puedo servirle?

Lorraine sonrió de manera cordial al camarero antes de responder.

-Pues... me gustaría algo para comer.. Unas patatas fritas.. ensalada.. un huevo.. algo de pollo.. no se.. lo que veas...

El hombre, de unos cincuenta años, asintió a lo que la joven decía.

  • ¿Va a querer algo para beber?

-Una Coca-Cola y un poco de pan, por favor.

-Vale. Siéntese en una mesa, y en poco le llevaré la comida.

La joven obedeció sin rechistar, sentándose en la mesa más apartada de las miradas curiosas. Reflexionó en silencio sobre lo que había pedido para comer.

<>

.

Observó el lugar. La decoración era sobria y elegante. No era el típico garito lleno de humo, olores sospechosos y a la que la gente desdeñada podría acudir. Paneles de madera oscura, seguramente roble, a media altura de la pared, mientras que el resto era de un tono ocre, dándole un bohemio al ambiente. Con una sonrisa divertida no pudo evitar imaginarse en aquel lugar, a principio del siglo XIX, como si fuera la protagonista de una película de cine mudo, a la espera de que el amor de su vida irrumpiera por la puerta.

El sonido del plato de comida al ser dejado sobre la mesa, y la voz del camarero anunciando que ya tenía servido todo, la devolvió a la realidad de manera abrupta.

Sacudió la cabeza. No estaba a comienzos del s. XIX; ni era una película, ni estaba allí esperando por culpa del amor. Estaba por una maldita nota pegada en su taquilla. Una nota en la que la amenazaban con contar “su secreto”. Un secreto que ni si quiera sabía cuál era.

La joven empezó a comer de manera lenta, saboreando la comida de su plato mientras su cabeza no dejaba de darle vueltas a esa nota. ¿Quién se la había envidado? Era una letra de un chico... no le cabía duda de ello. Alargada, más descuidada, aunque sin faltas de ortografía. Vale, tampoco era una nota en la que se explayara precisamente. Un suspiro escapó de sus labios. Y si sabía su secreto, ¿cómo se había enterado?

Con paso lento, la comida fue desapareciendo del plato. No tan lento como a Lorraine le gustaría. Para prolongarlo un poco más, pidió un capuchino y comenzó a leer un libro que llevaba en la mochila, esperando con paciencia, o al menos fingiendo tenerla.

Miró de soslayo su reloj y un suspiro escapó de sus labios al ver no eran más de las cuatro y media de la tarde.

-Esto es ridículo. Ni si quiera sé porqué estoy aquí realmente -la joven comenzó a recoger sus cosas y se levantó de su sitio para dirigirse a la barra a pagar-

<>.