Velvet: Incredulidad (Capítulo 8)

Una pequeña prueba de fuego...

Lorraine caminó con paso vacilante por la calle, con rumbo al sex shop más cercano. Era increíble lo que estaba haciendo aquella noche. Era increíble lo que estaba a punto de hacer. Estaba sucumbiendo, cediendo a los caprichos de un desconocido que la había hecho temblar de placer de los pies a la cabeza... ¡Un momento! El Amo era dueño de un edificio al que manejaba a su antojo, ¿y era capaz de permitirse el lujo de dar consejos financieros? Debía de ser alguien de dinero. Y en el Instituto no existían tantos chicos que pudieran permitirse esa clase de lujos.

Varios escalofríos recorrieron su espalda. Podría ser uno de sus propios compañeros. Alguien con quién había compartido horas de almuerzo, clases, gimnasia... ¿y por qué no? Alguna que otra salida de fin de semana, o viajes de fin de curso. ¡Hasta puede que hubiera bailado con él en las galas!

Pero por su físico... el círculo comenzaba a estrecharse: Allan Darcy, Eric Kinley... esos ojos verdes... y el poder económico... Robert Abson, Liam Pitts... y ese físico espléndido... ¿Markus Grant? No.. él no podía ser. Markus tenía los ojos oscuros, no tan verdes. No tan felinos.

Tomó aire de manera profunda ante la puerta del sex shop. Apenas se había dado cuenta del paseo, de la proximidad del lugar. Ahora sólo tenía que armarse de valor.

"Hola.. quería un gel lubricante y unas bragas con vibrador... ¿Le importa si uso el baño para probármelas?".

En su cabeza sonaba demasiado sencillo. ¿Por qué tenía la sensación de que no le iba a resultar tan sencillo?

"Venga, Lori. Has llegado hasta aquí. Sigue adelante"

, pensó para sí, armándose de valor. Abrió la puerta del local y la campanilla sonó al hacerlo. Sus pasos resonaron el en suelo de mármol mientras se adentraba. A su alrededor un montón de estantes llenos de juguetes sexuales, ropa picante... ¡incluso comestible!

La cabeza morena del dependiente asomó por la estantería que tenía ante ella dándole un susto de muerte.

-Buenas noches, señorita. ¿Qué desea? -preguntó mirándola con curiosidad.

Estaba acostumbrado a ver a muchos tipos de personas a comprar a su tienda. La mayoría hombres. Pero aquella jovencita, con ese rostro angelical... La escrutó con la mirada recorriendo su cuerpo de pies a cabeza. ¿Era látex aquello que asomaba por su abrigo? ¡Dios! Si es que se le ponía dura con solo imaginarse a esa criatura dándole unos cuantos azotes en su enorme culo... hundiendo su pie en su trasero... Hoy era su noche de suerte. Y pensar que estaba cubriendo la baja del guaperas que tenía como compañero.

Lorraine se sintió intimidada por la mirada de lasciva de ese hombre. Desde luego no era un Adonis: algo fofo, el pelo grasiento, barba de más de tres días... Arrugó la nariz con desaprobación en un gesto inconsciente. Lo mejor sería hacer el encargo cuanto antes y salir de allí pitando.

-Buenas... -la voz de la joven tembló- que... quería gel lubricante... y unas bragas... con vibrador... -dijo en un murmullo.

El hombre sonrió con lujuria. Desde luego las que tenían pintas de buenas eran las más guarrillas. Con un gesto la guió hasta el mostrador, colocándose tras él.

  • ¿Quiere algún tipo de lubricante en especial? -preguntó el dependiente, rompiendo el incómodo silencio, mientras sacaba varios botes de diferentes colores.

La joven se encogió de hombros. La verdad es que no entendía nada del tema. ¿Qué lubricante iba a saber ella que quería el Amo? La triste verdad era que le parecían todos iguales.

-Eh... El que me recomiendes estará bien. Tengo un poco de prisa... y tampoco soy una experta -se sinceró, mientras un ligero rubor comenzaba a teñir sus mejillas.

El hombre sonrió de nuevo y... ¿se había relamido los labios o se lo parecía a ella? Con mucho cuidado depositó un bote negro de pequeño tamaño sobre la mesa.

-Creo que este es lo que busca. Le parecerá algo increíble -le comentó, deslizando el bote por la pulida mesa hasta ella. Volvió a relamerse y una sonrisa sardónica asomó a sus gruesos labios- Y, ¿su talla para lo otro?

Las mejillas de la joven subieron dos tonalidades más de color. Le pareció divertido el detalle. Aquella putita parecía más una virgen con esos colores. Seguro que se las comía dobladas.

"Vamos Ben... no pienses en esas cosas... dios... me la follaba y la llenaría entera"

.

-La pequeña -inspiró profundamente- mire, le parecerá raro, pero... ¿Me puede decir dónde está el baño? -comenzó a parlotear de carrerilla- Quiero asegurarme de que son mi talla... Sean o no las compraré de igual manera, y ya veré que hago con ellas.

Él asintió, cogiendo unas braguitas negras prácticamente transparentes de la talla pequeña y se las entregó.

-Por ese pasillo, a la derecha -le indicó con frialdad- la primera puerta, princesa.

Varios escalofríos volvieron a recorrer la espalda de Lorraine. Cogió las bragas con rapidez y caminó por dónde le había indicado. ¿Qué era lo que la incomodaba tanto? Esa voz fría, carente... carente de todo. No tenía buena espina.

Antes de que pudiera entrar en el baño y ponerse a salvo, algo la agarró con fuerza del brazo, haciéndola girar y deteniéndola. Sus pechos chocaron contra el rechoncho cuerpo del dependiente. Sus ojos azules lo miraron asustados.

Él se inclinó hacia su cabeza, aspirando su aroma. Olor a hembra asustada. Virginal hembra asustada. ¡Cómo le gustaba! Desde luego sabía elegirlas con clase.

-El Amo me ha prometido un espectáculo -la voz parecía sonar diferente. Más ronca. Más carente de emociones. Más peligrosa.

¿El Amo? ¿Había nombrado a su Amo? ¿Era una broma? ¿Lo conocía? ¿O sólo era una coincidencia más de muchas?

-Así que, pequeña zorra, vas a quitarte tu caro abrigo... ese traje de cuero... y vas a colocarte las braguitas cómo te han ordenado... y me vas dejar las tuyas de recuerdo, si no quieres que te castigue. ¿Me has entendido bien? -alzó su enorme mano para acariciar el rostro pálido de la chica. Aquella piel era la más fina que había tocado en años... Tantos que ya su memoria no le permitía recordarlos. Era una verdadera lástima que sólo estuviera allí para ver... y no poder tocar como se mandaba.

La cabeza rubia asintió, cerrando los ojos ante su contacto. Él dio un paso atrás, liberándola para poder observala. A ese lado de la tienda a penas era visible desde el exterior y si la putita se veía, la verdad que no le importaba nada. Su polla estaba a punto de reventar ante la sola idea de imaginársela sodomizada durante toda una noche.

Lorraine se deshizo del abrigo con mano temblorosa. ¿Por qué obedecía? Podía haber salido de allí, correr a toda velocidad... Ese tipo debería de tener el suficiente colesterol en las venas cómo para que el corazón le estallara al comenzar la carrera. Entonces, ¿porqué no lo hacía? Fácil. Una voz en su cabeza no le permitía hacerlo.

Con un movimiento más sugerente de lo que ella le hubiera gustado comenzó a deshacerse de las cremalleras de su traje de látex. La oscura mirada del dependiente ser perdió en el vaporoso encaje de la lencería que cubría su pecho, en la aterciopelada suavidad que parecía desprenderse de ellos... La chica siguió deshaciéndose del traje de látex por completo hasta quedar en ropa interior.

¡Por todos los diablos del Infierno! Aquella niña estaba que ardía de deseo. Tenía las bragas completamente empapadas. Incluso los muslos húmedos.... Mierda, la tentación de lamerlos, morderlos allí mismo era demasiado grande, demasiado potente. Pero si cedía, el castigo del Amo iba ser inolvidable.

Lorraine deslizó las bragas empapadas por sus piernas hasta deshacerse de ellas. Podía observar en el rostro de aquel cerdo que le encantaba lo que estaba viendo. Solo le faltaba babear como un poseso. Un hormigueo extraño se inició en su estómago hasta su entrepierna. ¿Le estaba excitando aquella idea? No podía ser cierto. ¿Qué le estaba pasando? Con una lentitud mortífera, tanto para ella cómo para el dependiente, sacó las bragas de su embalaje y se las puso, cubriendo su sexo con ella.

Sin apartar sus ojos azules de aquella oscuridad que la observaba se agachó para coger las bragas sucias y se las lanzó al hombre sobre la cara. Él rió divertido, aspirando el aroma de manera profunda.

-Que bien hueles nena... no sabes lo que te haría si no fuera porque el Amo te quiere para él... -cogió las bragas con una de sus manos y se la llevó a los labios lamiendo por el lugar más húmedo, aquel más tiempo había estado en contacto con su sexo- ¡Joder y que sabor!

Los ojos azules bajaron cargados de curiosidad hacia la entrepierna de aquel tipo mientras terminaba de vestirse. Se veía enorme dentro de los embutidos pantalones cómo si fueran a estallar. ¿Por qué miraba hacia allí? ¿De verdad que aquello era suyo? Mierda... tenía que controlarse o acabaría odiándose a sí misma más de lo que ya lo hacía. ¿Era verdad eso? ¿Se odiaba? Porque cuándo el Amo le había tocado, cuándo él le había hecho temblar deseo hacía un momento... no era precisamente odio lo que había sentido. Se colocó el abrigo con total normalidad, cómo si la imagen de ese pervertido lamiendo sus bragas mientras se estrujaba la polla por encima del pantalón no la perturbara ni lo más mínimo.

-Si.. me dices cuánto es... -se atrevió a preguntarle, sacando al tipo de su trance.

La mirada que le dirigió hizo que se estremeciera. Era tan irreal, tan.... deshumanizada.

-Invita la casa -sonrió- Quizás... algún día... seré yo el que te pague con una buena follada.

Lorraine no dijo nada. Simplemente se aproximó al mostrador para coger el bote negro de lubricante y salir de allí con una sensación extraña en el cuerpo. ¿Qué era lo que acababa de pasar? Desde luego si hacía dos días alguien le hubiera contado que terminaría así, nunca se lo habría creído. Algo no iba en su cabeza cómo Dios mandaba. El Amo estaba transformándola en algo que no era. Y esa era una idea que le asustaba.

Se ajustó el abrigo después de guardarse el lubricante en el bolsillo y puso rumbo de vuelta al edificio.

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, se reprendió. Las buenas chicas no hacían lo que ella estaba experimentando. Las buenas chicas no iban dejando su ropa interior a un desconocido. Las buenas chicas no iban mojadas como ella. Definitivamente, Lorraine Velvet había dejado de ser una buena chica.

El primer latigazo de placer sobre su clítoris recorrió su cuerpo a una velocidad pasmosa. No pudo evitar que un pequeño grito de sorpresa escapara de sus labios cuándo las bragas se pusieron en marcha. Avergonzada, miró a su alrededor. Por suerte apenas había gente, y pocos de ellos se había percatado del detalle. El diminuto motor del vibrador que las bragas llevaban resonaban como un zumbido de abejorros.

Lorraine tuvo que pararse y aferrarse a una de las vallas de metal de la calle para intentar recomponerse. ¿Qué estaba pasando? ¿Es que esas bragas se ponían en marcha con el movimiento? Cruzó sus piernas para intentar detener las oleadas de placer, pero lejos de eso, parecía volverse más intenso. Ahora estaba parada y eso seguía en movimiento...

Con la dignidad que pudo, prosiguió su camino. Seguramente el Amo se enfadaría con ella si llegaba más tarde de lo previsto. Tenía que aparentar normalidad. Tenía que aguantar cómo pudiera aunque sus piernas comenzaran a temblar. Ya no estaba lejos... ya casi estaba... Pero las sorpresas estaban por llegar.

Lo que Lorraine no esperaba fue que la velocidad aumentara mientras se veía más cerca de su destino. Cuando se situó frente a la verja, el poder de vibración se encontraba al máximo. Volvía a estar cargada de deseo, con las bragas húmedas, su sexo palpitante de caricias y atenciones...

-No... no me jodas -murmuró azorada- ahora solo falta que él tenga el mando y también controle esto... -habló para el vacío mientras caminaba hasta la habitación en la que había dejado al amo.

-Bienvenida de nuevo, pequeña.