Velvet: Espera (Capítulo IV)
No tengo prisas. Tengo todo el tiempo del mundo. Para ti. Para tu inocencia. Para marchitar y corromperla.
Lorraine se ató con firmeza la venda. La oscuridad la cubrió su vista por completo. Su suave y sedosa piel se erizaba por el frio de la estancia y la tensión. O quizás puede que sólo fueran los nervios que la traicionaban de esa manera, pero desde luego nunca antes su piel había respondido así.
Los dos minutos que siguieron a aquel hecho se hicieron eternos. A su alrededor sólo había un silencio sepulcral. ¿Dónde se había metido el pervertido? ¿Había decidido dejarla allí sola, de la mano de Dios?
Unas manos calientes se deslizaron por su espalda de manera ascendente. La joven se incorporó sobresaltada, pero su cuerpo traicionero reaccionó cómo si sus caricias fueran cargas electrónicas.
- Esto es lo que querías, ¿no, putita? –la voz sensual y viril acarició sus oídos junto con el aliento tibio del desconocido.
Lorraine volvió a estremecerse. Así que esa era la voz del Amo cuándo no estaba ese ordenador de por medio. La verdad es que no le resultaba nada familiar. De manera mecánica se llevó las manos hacia el pañuelo que cubría sus ojos.
-Ni que decir… –prosiguió él, con voz serena, carente de emoción y amenazante- que si te quitas la venta, te mato aquí mismo.
La joven tembló asustada. Aquél tipo le resultaba un completo desconocido: ni su voz, ni su colonia, ni nada…
El desconocido sonrió satisfecho. Desde luego vista de cerca era aún más atrayente y encantadora. Temblaba. Que encanto de criatura. El aroma a excitación y temor lo volvía loco. ¡Y para el colmo se trataba de una dulce y virginal muchacha! Hacía tiempo que no se encontraba con algo así. Sin duda alguna estaba de suerte. Iba a disfrutar de lo lindo con Lorraine Velvet. No sabía equivocado nada cuándo la eligió.
Las manos de aquel tipo no dejaban de acariciar cada centímetro de su piel, y a su vez varias descargas de deseo la recorrían. ¿Cómo podía despertar semejantes deseos en ella alguien que no conocía, que no lo había visto, que ni sabía qué quería de ella?
- ¿Quién eres? –preguntó temerosa de su reacción.
Él no respondió. Siguió disfrutando del tierno cuerpo que tenía delante. Sus manos se deslizaban con lánguida pereza, controlando las ganas de morderlo, arañarlo, marcarlo como suyo.
“Pero no… mejor esperar…”,
se dijo a sí mismo, desabrochándose sus vaqueros.
Lorraine sintió como algo duro y caliente se rozaba entre sus piernas. Dio un respingo y su primer impulso fue separarse de aquello con rapidez, pero él la ciñó de la cintura, atrayéndola hacia sí. El roce se hizo más intenso.
-La he estado calentando todo este tiempo para ti –rió divertido con la situación.
La muchacha intentó zafarse de aquellos brazos que la aprisionaban y de aquel roce tan poco… cándido.
-No… -murmuró. Aquello que tenía entre sus piernas sólo podía ser una cosa, y esa manera de tocarla…- no me violes –suplicó con voz temblorosa- Soy… yo… nunca…
Él deslizó sus labios por la garganta de la chica, lamiéndole con deseo la zona más sensible del cuello femenino, allí donde el corazón se notaba con más fuerza.
-No te preocupes pequeña. Nada va a entrar dentro de ti… Aún.
Varios escalofríos recorrieron su espalda. No le había gustado nada cómo sonaba ese “aún”. Prometía demasiadas cosas.
-No sé quién eres. Me tienes desnuda. Me haces chantaje… ¿Cómo no voy a preocupar? –volvió a intentar separarse.
-Estate quieta –le advirtió.
Lorrainne se detuvo, sin dejar de temblar e intentando controlar los sollozos y las lágrimas que acudían a sus ojos. Notó las manos de él que seguían acariciándola, perdiéndose entre sus piernas, intercambiándose por lo que antes estaba rozándola. Poco a poco colocó en su entrepierna una pieza que comenzó a vibrar si previo aviso. La joven dio un respingo asustada. Nunca antes había tenido nada así.
¿Qué es eso? –se movió para intentar evitarlo.
¡Quieta! –la voz de él sonó más autoritaria que otras veces y Lorraine no pudo evitar encogerse.
El aparato comenzó a surtir el efecto deseado. Cada vibración le daba más y más placer. La piel inmaculada de la chica se erizó incluso más que antes. Sus pezones descubiertos se endurecieron como puntas de cuchillos, ansiosos de captar la atención de cualquiera que se prestara a cubrirlos de ardientes caricias. Un fuego abrasador comenzaba a recorrer su interior.
-Te va gusta gustando, ¿verdad Lori?
Las piernas le flaquearon. Si no encontraba pronto algo a lo que aferrarse, no dudaba que acabaría cayendo redonda al suelo. Tentó con las manos, buscando un apoyo. Lo encontró frente a ella. Más alto, fuerte, el cuerpo con unos músculos perfectamente marcados, o eso parecía bajo el tacto de sus palmas. ¿Ese era el pervertido qué estaba trastocando su vida y su mundo? Una nueva oleada de placer hizo que se aferrase a él cómo si la vida le fuera en ello.
- ¿Qué… qué es esto? –murmuró totalmente desconcertada entre el placer y su propio sentido del pudor.
Él sonrió con lascivia. Le encantaba ver cómo la pequeña Lori intentaba resistirse a su propio deseo. Chica dura. Era admirable ver cómo intentaba inútilmente no ceder terreno. Sabía con certeza cómo iba a terminar todo aquello.
-Es un vibrador, con un lubricante muy especial que hace elevar tu deseo sexual. Es inútil que te resistas, juguetito –susurró en su oído, con la voz cargada de deseo contenido. La joven se mordió el labio como respuesta. Le pareció el gesto más encantador que había visto hasta ahora- Vamos… déjate llevar. Puedes gemir todo lo que quieras. Nadie va a escucharte.
Aquellas palabras la alentaron lo suficiente como para que no quisiera resistirse más. Se aferró a él con más ansias, buscando sentirlo cerca, queriendo que aquello fuera más personal, gimiendo con suavidad. Y tras ese gemido vinieron mucho más. La vibración era cada vez más intensa. Varias velocidades. Más escalofríos. Más gemidos. Mucho, mucho más placer.
Los ojos verdes brillaban cargados de lujuria. Analizaban sus mejillas sonrosadas, su boca entreabierta… Por todos los diablos del infierno, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no ceder allí mismo y asaltar esos labios carnosos que lo tentaba… Su piel sudorosa y temblorosa… Mataría por poder lamerla entera en ese preciso instante… Y esos gemidos que para él estaban siendo mejor que un canto celestial.
El orgasmo estaba tan cerca… e iba a ser tan arrollador… ¡Cuánto iba a disfrutar! Su pequeña putita acabaría siendo toda una diosa del sexo.
-Dios mío… -murmuró Lorraine, irrumpiendo sus pensamientos, con la voz entrecortada, la respiración agitada.
Todo su cuerpo temblaba de placer. Aquella maquinita infernal acababa de darle el mayor placer que había recibido nunca. Gemía y se corría de manera descontrolada por culpa del orgasmo.
El deslizó su mano por el cuerpo de la chica, rozando sus pechos pero sin llegar a acariciarle con la intensidad que ella hubiera deseado, hasta bajar por su vientre liso. Lorraine se encogió con la inesperada caricia, humedeciéndose los labios de manera sugerente. ¿O es que a él ahora todo lo que ella hiciera le parecía repleto de tensión sexual? Prosiguió descendiendo hasta su entrepierna y le apartó el vibrador totalmente empapado.
-Abre la boca –le ordenó con suavidad. El verla tan desinhibida le había puesto de muy buen humor.
Lorraine respiraba de manera agitada, agotada por lo que acababa de sentir, con la broca entreabierta. Él aprovechó su gesto para meterle el vibrador en la boca.
-Límpialo con la lengua.
Ella lo recibió sorprendida, pero no dudó en obedecer, sin saber muy bien por qué. ¿Así era su sabor? Entre salado y dulzón… algo extraño, pero no le resultó nada asqueroso. Se esmeró en limpiarlo con su lengua tal y cómo él le había indicado.
Y él disfrutó que aquella preciosidad fuera tan obediente. Cuando lo tuvo bien limpio, se lo apartó de los labios, guardándolo en el bolsillo de su pantalón. Se moría por follarla de manera salvaje. Pero aún no.
-Cuando escuches un pitido, podrás quitarte la venda, vestirte y marcharte a casa. Mañana volverás vestida de látex negro. A la misma hora de hoy.
-Pero yo no tengo nada así. Y quiero saber quién eres. Es lo justo…
Él frunció el ceño. La señorita Velvet aún tenía mucho que aprender. Lo cual no hacía sino que todo fuera mucho más interesante.
-A partir de ahora dirás “si Amo” a lo que yo te pida, y las cosas las pedirás con respeto.
¿Eso iba enserio? Casi podía escuchar incrédulas esas palabras. ¿Pedir las cosas con respeto? ¿Llamarlo amo? ¿De qué iba todo aquello? A su cabeza vino la imagen de su madre, el video… ¡los videos!
La chica se atrevió a arrugar la nariz con desaprobación.
“Venga, fierecilla… plántame cara”
.
-Quiero… verle el rostro, ¿puedo? –preguntó de manera totalmente formal y correcta, y sintió cómo las palabras se le atragantaban.
“No me puedo creer que esté haciendo esto”
.
“
Ohhh, la pequeña se ha achantado”.
Por un instante se sintió desencantado.
-No, aún no. Y has olvidado el Amo. La frase correcta sería: “Amo, ¿puedo verle el rostro? –rió- Harías bien en aprenderlo, o recibirás castigos.
Lorraine se incorporó en alerta y a la defensiva.
- ¿Castigos? ¿Qué clases de castigo?
No obtuvo la respuesta deseada. Por parte del Amo solo el silencio. Por lo demás, el agudo pitido del cual el amo le había avisado que sonaría. Se deshizo con rapidez de la venda y miró a su alrededor. Estaba sola. Era como si se hubiera volatilizado. ¿Por dónde había conseguido salir?
Todo estaba cómo lo había visto por última vez, y si no fuera por los recuerdos que se agolpaban en su cabeza nunca se hubiera pensado que lo que había sucedido era real. Pero… ¡La verdad era otra! Se había desnudado, había sido usada a placer de un mirón desconocido… ¡y lo peor era que se había excitado con ello!
Lorraine se visitó con rapidez para salir de allí, sintiéndose ridícula e increíblemente avergonzada. A pesar de todo, sabía que tenía que darle las gracias a aquel desconocido porque no le hubiera violado allí mismo, porque si hubiera sido así seguramente no habría ni puesto la menor resistencia.
¡Dios! Se daba tanto asco…