Velvet: Desafío (Capítulo 5)

Corre palomita, planta cara... y acepta lo que venga.

Entró en la ducha como tantas otras veces lo había hecho. El agua caliente acariciaba cada centímetro de su fría y pálida piel, coloreándola a su paso.

La rápida carrera por la calle hasta llegar a casa, el frío de la noche calándole hasta los huesos… nada había conseguido que la sensación de suciedad y vergüenza desapareciera. Había subido cómo una exhalación las escaleras de su casa hasta su dormitorio, cerrando la puerta con llave y desnudándose a toda velocidad, se había metido en la ducha.

Si, la ducha ayudará a borrarlo todo. Reparará el daño. Mitigará la vergüenza…” ,

se había repetido para convencerse de ello cuándo el agua helada cayó sobre su cabeza y sus hombros en el primer momento. El truco parecía funcionar. Cuanto más caliente estaba el agua, menos había que pensar.

Y fue en ese instante cuando todo el silencio la asoló.

Vino a su cabeza todo… su vida que había sido perfecta hasta aquella noche, sus sueños… y pese a saber que estos aún seguían ahí, se ahogó en una enorme laguna: su madre abusando de aquellos menores, aunque realmente no los vio sufrir sino que disfrutaban tanto o más que ella; las mentiras de su madre; los engaños que había usado con ella y con su padre, no le extrañaba nada ahora que se hubieran divorciado con tanta rapidez; las manos de aquel tipo acariciándola; su voz ordenando que lo llamara Amo, que se desnudase…. Y cómo ella había obedecido sin oponer casi resistencia. Aquel vibrador entre sus piernas; el aliento cálido en su cuello… Sintió nauseas.

Todo era demasiado pesado para subir a la superficie, demasiado fuerte como para liberarse. Mucho para un día. Superior para una noche. Recuerdos, emociones, sentimientos ocultos que se rompían al salir a la luz… La había perdido. Su vida perfecta había salido por la ventana cómo el vaho en una noche fría.

Y lloró, encogiéndose como una niña asustada en la ducha, bajo el chorro de agua caliente. Cuando ya lo le quedaron ni más lágrimas ni fuerzas para seguir llorando, salió envuelta en una toalla de color cereza.

Lorraine suspiró con afectación. Encendió el televisor de su dormitorio y puso uno de los videos grabados en el instituto. Si ese tipo sabía todo ella, era porque se tenía que mover por los mismo sitios, y ser lo bastante discreto cómo para pasar desapercibido. Claro que por lo que pudo tocar, aquel físico era difícil que pasara inadvertido para todo el mundo.

Paseó sus ojos azules por todos y cada uno de los chicos que aparecían. Demasiado bajo. Demasiado gordo. Mmm ese… no… esa no era su voz. ¡Un momento! Esa voz… podría ser él. ¡No, no, no! Quizás ese otro…

Ahogó un gemido de frustración. Se estaba volviendo paranoica. Apagó la televisión enfadada, arrojando el mando a un lado del colchón y se tumbó en la cama, sin importarle que siguiera en toalla y sin nada debajo.

Poco a poco el cansancio y el sueño la vencieron. Acurrucándose en un lado de la cama, bajo la protección del edredón nórdico, se dejó llevar en los tiernos brazos de Morfeo.


Cuando despertó Lorraine, ni si quiera sabía dónde se encontraba. El sol se colaba de manera escandalosa por la ventana inundando toda la habitación. Rara vez dormía cuándo el sol estaba ya tan alto. Miró a su alrededor mientras se desperezaba, y al levantarse fue consciente por primera vez de su propia desnudez.

¿Por qué estaba desnuda? Hizo memoria rápida, pero sólo las imágenes de aquel siniestro edificio y lo que pasó ahí dentro se agolpaban en su mente. Al incorporarse un poco mejor, vio la toalla revuelta entre las sabanas y el edredón. Cierto. Se había dado una ducha nada más llegar a casa. Quería quitarse la sensación a suciedad. Una sensación que aún no había desaparecido.

Se cubrió con su albornoz negro, atándolo tan fuerte que durante un instante sintió cómo se cortaba la respiración, y bajó a la cocina para desayunar.

La casa estaba en total silencio. No era de extrañar. Su madre le había avisado que estaría de viaje desde el viernes por la tarde hasta mediados de semanas. Negocios. Asuntos importantes. Ahora no podía quitarse de la cabeza que aquellos asuntos importantes no eran otros que su madre con esos críos. ¡Por dios! Algunos de ellos no debían de llegar ni a los catorce años. Debería de llamar a su padre. Contarle lo que había descubierto. Pero seguramente, él le preguntaría por cómo se había enterado. Y, ¿qué le podía decir? La respuesta era mucho más vergonzosa.

Lo mejor por ahora sería callarse.

Pobre Lori, siempre con el peso de tu familia en los hombros. Fue así cuándo pensaste que el divorcio era por tu culpa. Y ahora es lo mismo cuando sabes que no tienes nada que ver”.

La cocina se encontraba resplandeciente y ordenada. Desde luego Dolores había hecho bien su trabajo. Cuándo su madre se encontraba en una de sus ausencias prolongadas, los servicios de la casa se encontraban al mínimo, por propia petición de Lorraine. A ella le gustaba cocinar, le gustaba saber que era lo bastante auto suficiente cómo para cuidar de sí misma sin necesidad de una niñera. Y el ama de llaves, quién prácticamente la había criado desde niña, respetaba su decisión y sólo aparecía de vez en cuando para supervisar que la mierda no la comiera. Y aún eso no había pasado.

Se preparó el desayuno en silencio: un zumo de naranja natural, un par de tostadas y unas cuantas uvas. Se lo colocó en una bandeja y subió a su dormitorio con ella. Cuando la casa estaba tan vacía, la verdad era que en su dormitorio siempre se sentía más cómoda y menos sola.

Lorraine depositó con cuidado la bandeja sobre la cama revuelta, cogiendo algunas uvas y caminó hasta su armario. ¿Qué era lo que el Amo le había pedido que se pusiera para esa noche? Un traje de látex… ¿De dónde iba a sacarlo? Cómo no se fuera a una tienda de disfraces y…

¡Claro! Disfraces. Aquel año para Halloween había encargado un disfraz de

Cat Woman

que al final no había sido capaz de ponerse. Con un poco de suerte, puede que eso le sirviera. Pero, ¿Qué estaba diciendo? ¿De verdad iba a presentarse otra vez allí?

Se sorprendió a si misma abriendo el enorme vestidor y sacando de su funda el exuberante disfraz de látex negro. Terminando las uvas de sus manos, desató el nudo de su cinturón y dejó el albornoz caer. Sacó un conjunto de lencería fina de color oscuro que hacía tiempo se auto-regaló para una ocasión especial, de uno de los cajones de su mesita de noche.

No tardó más de cinco minutos en verse en el espejo de pie vestida con aquella lencería. Después cogió el disfraz y comenzó a ponérselo. Notaba como el látex se adhería a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase, cómo se oprimía en su vientre y en su pecho, realzándolo de una manera vertiginosa. Miró de soslayo el reflejo.

Aquella no era Lorraine Velvet. La chica que siempre luchó por pasar desapercibida. Ante ella había una mujer espectacular, sensual, provocativa, con un cuerpo de escándalo… Las mejillas se le encendieron.

-Esta no soy yo… -murmuró.

La mujer del espejo parecía una auténtica zorra. Tenía el cabello revuelto por haberse dormido teniéndolo húmedo. Sus labios parecían más sonrosados que de costumbre. Y, ¿qué era aquel brillo extraño en sus ojos? ¿Lujuria? ¿Satisfacción por lo que veía? ¿Expectación porque el Amo la viera así? ¿Por saber qué cara pondrá cuándo estuviera ante él?

Lorraine Velvet, ¿en qué te estás convirtiendo?”.

El sonido de aviso de e-mail en su ordenador la sacó de sus pensamientos. La tarde anterior se lo había dejado conectado, y por lo visto así seguía. Caminó hasta el escritorio para ver quién se había acordado de ella. Seguramente sería Aria o alguna de las chicas, con alguno de los chismes absurdos que solían tener.

Las negras pupilas se contrajeron por la sorpresa al ver la dirección:

amo@bdsm.net

. ¿De verdad? ¿También conocía su correo? Abrió el correo. No tenía ningún asunto.

Hola zorrita. ¿Ansiosa por esta noche?”

Sintió el impulso de gritar de indignación. ¿Es que ese tío no conocía lo que era la decencia? ¿La intimidad? ¿El respeto? ¡¿Y qué clase de engreído era?! Ansiosa por esta noche… já. No tenía fe ni sueño.

Sus dedos de perfecta manicura francesa se deslizaron a toda velocidad sobre el teclado para replicar.

-Más ansiosa por saber quién eres –escribió, y sin dudarlo dos veces pulsó la tecla de enviar.

Al otro lado de la pantalla, una sonrisa sardónica se dibujó en el rostro masculino con su respuesta.

-Lori, Lori, Lori… ya sabía yo que lo nuestro funcionaría –dijo al vació de su habitación, apagando el cigarrillo que tenía consumiéndose en el cenicero.

¿Por qué la gente perdía el tiempo en fumar? Era un vicio absurdo y estúpido. No aportaba nada. Había vicios mejores. Las drogas duras… y esa madre que folla adolescentes.

Me encanta eso. Quizás si te portas bien, te dejaré que me la chupes un poco. Apuesto a que te encantará”.

Lorraine miró escéptica la pantalla. ¿Chupársela? ¿A él? Sí, claro, cómo si no tuviera nada mejor que hacer. Chupársela al desconocido que la chantajeaba cómo segunda experiencia de mayor índice sexual de su historia. La primera la había sufrido la noche anterior en manos de ese…

-Vaya, y yo que había pensado en invitarte a comer –envió.

La carcajada que escapó de la garganta del Amo fue tan sonora que retumbó en toda la habitación. En toda la casa. Una risa macabra que haría que cualquier persona que estuviera cerca temblara de miedo. Desde luego era graciosa la cría. Y esa manía tan fea de no llegar al nivel de respeto.

Te faltó el ‘Amo’. Habla con respeto”

Lorraine no pudo evitar que una sonrisa divertida asomara a sus labios. Vaya, vaya, vaya. Pues sí que estaba pendiente de ella, y de cómo hablaba. Nunca se acostumbraría a ese rollo raro de ‘Amo’.

  • ¿Aceptará mi invitación para comer, Amo? –escribió, exhalando un suspiro.

¿Por qué le había preguntado eso? ¿Realmente quería tener la oportunidad de comer con él? ¿O quizás una parte de ella no quería saberlo para no perder el morbo de lo desconocido? La respuesta no se hizo mucho rogar, y ésta tampoco la pilló de sorpresa.

No. Aún es pronto para que me conozcas. ¿Tienes ya el traje?”.

Inconscientemente, Lorraine bajó la mirada para observar la tan deseada prenda sobre su cuerpo. ¿Sería este el efecto que quería en ella?

-Sí, ¿por? ¿Va a venir a comprobarlo, Amo? Es difícil respirar con esto. No sé ni por qué me lo compré.

Él suspiró con fastidio. ¿Por qué esa maldita muchacha tenía que cuestionarlo todo? No se podía creer que fuera tan estúpida. Y menos aún sabiendo el currículum académico de la chica. Realmente ella hacía que el dicho de las rubias tontas no fuera más que una leyenda urbana. Puede que ya fuera hora de replantearse lo contrario.

Lo necesitas porque te lo he pedido. Ni más ni menos. ¿Disfrutaste ayer? Y no me digas que no te dio morbo, porque no te creo. Aún siento tu olor en mis manos… Mmmm… embriagador. Y tus gemidos… igual que una preciosa gatita en celo… Tengo ganas de saborearte. Que gimas por y para mí. Reconócelo. A pesar de la situación, te encanta esto.”.

Lorraine abrió los ojos como platos, totalmente escandalizada. Eso… eso era… ¿cómo se atrevía a decirle todo aquello? ¿Y porqué a pesar del escándalo que sentía notaba cómo sus minúsculas braguitas negras se estaban mojando?

“Lori, estás volviéndote una pervertida de mucho cuidado. Una noche más cómo la de ayer... ¿y qué va a ser de ti?”

-Me estás chantajeando –escribió, sonando dura en su cabeza. ¡Qué diablos! Quería hacerse la dura. No sentir que se derretía con unas simples palabras escritas en un ordenador. Pero claro, a esas palabras se le sumaban los recuerdos, el sonido de su voz pronunciándolas a pesar de ser escritas, junto a su oído. Murmuradas con lujuria. Con su aliento acariciándole el cuello. Su lengua lamiéndoselo… Gruñó con fastidio.

“Cuidado Lori. Esto no es sano. No está bien”

–No es algo que me guste, Amo. ¿Por qué yo? Hay chicas mucho mejores en el instituto.

Él chasqueó su lengua. Era tan fácil percibir todas las contradicciones que aquella muchachita sentía en aquellos momentos. No era difícil notar esas braguitas humedeciéndose, el látex adherido. Si… ya sabía lo que haría con ella esa noche. Iba a ser inolvidable.

¿Sabes lo que significa ‘a pesar de la situación’? Porque eres la que más morbo me da. Mmmm… tampoco lo hemos pasado tan mal la noche pasada juntos. Y eso de que seas virgen… No te imaginas cómo me pone saber que seré yo quién te la meta duro.”

¿En su cuarto hacía demasiado calor, o era ella? Notaba cómo sus mejillas ardían. Eso era ser directo y los demás tonterías.

-Espero saber quién eres antes de que hagas eso, Amo –se atrevió a responder. Desde luego su cabeza no daba para escribirle nada más después del cariz que estaba tomando aquella conversación.

La respuesta se demoró un poco más. Lorraine tamborileó con sus dedos sobre el escritorio de roble, nerviosa. ¿Qué esperaba cómo respuesta con una pregunta así? El corazón casi le dio un vuelco cuándo el aviso de mensaje nuevo volvió a iluminarse.

Eso será si yo quiero. Dime, ¿Quién es la persona a la que más odias? Y ahórrate eso de que a tu madre. La puta no es tan mala. Un poco pervertida y especial con su vicio. Pero un vicio tan encantador. Los chicos disfrutan mucho con ella. Además, es evidente que yo no puedo ser tu madre.”

Lorraine suspiró con fastidio. ¿Es que le leía el pensamiento? Porque si era así, aquello estaba empezando a darle miedo de verdad. Se mesó los cabellos de manera nerviosa. Su mano temblaba. ¿A quién odiaba? La triste verdad es que a nadie.

-Nunca he sentido un odio especial por nadie. Me llevo bien con todo el mundo. Seguramente contigo también.

El sonrió con aquella respuesta. La niña buena volvía a aflorar. Aunque sabía de buena tinta que no había mentido. Siempre políticamente correcta. Sin enemigos, a pesar de las envidias que su belleza y su posición social despertaban.

-Espero que te hayas despedido de tu vida perfecta preciosa mía. Porque desde que puse mis ojos en ti… la vamos a mejorar. Verás que divertido cuándo seas totalmente mía: tu cuerpo, tu mente, tu alma… tu espíritu.

¿Me odiarías si te hiciera el amor? Soy tu Amo y tú, cómo esclava debes proporcionarme todo el placer que te pida. ¿Deseas que te haga el amor?”

La joven tomó aire con profundidad. ¿Lo deseaba? ¿Era realmente lo que quería?

-No lo sé –respondió sincera- Desde luego no si vas a ser un desconocido. No si vas a forzarme y violarme. Quizás, si las circunstancias hubieran sido otras…

¿De verdad deseaba que las circunstancias fueran otras? Pero en qué estaba pensando. ¡Por el amor del cielo!

Los ojos verdes miraron burlones la pantalla. Cuánta ternura. Pero no eran otras las circunstancias, y nunca lo serían. Qué lástima que aquella joyita nunca se daría cuenta de lo que sucedía. Y cuándo lo hiciera, si lo hacía… Sería muy tarde para ella.

Te lo haré siendo un desconocido. Agradéceselo a mamá”.

Lorraine pasó del temor, de calor asfixiante por el calentón a la indignación. ¡Su estúpida madre había hecho de su vida un infierno! Todo era culpa suya.

-Lo haré. ¿Quién sabe? Con un poco de suerte terminaré viviendo en California con mi padre…

Claro que sí, Lori

–se animó-

Llama a tu padre, pídele que te compre ese apartamento que te prometió por tu cumpleaños. No puedes seguir viviendo con la persona que te ha mentido en este lío por no saber tener las piernas cerradas…”

Una sonrisa triunfal se perfiló en el rostro masculino. La pequeña comenzaba a morder nuevamente el anzuelo. Ainsss, que fáciles eran de manipular. ¡Dios! Pero qué bueno era en esto.

“Vaya, perdón por la blasfemia colega. Ya sé que no te gusta nada”.

¿Te refieres a este señor tan guapo?

–varias imágenes de recortes de periódicos. En todas ellas su padre. Alto, rubio, con su buen porte y esos ojos azules igual que los de ella. Con las manos en la cabeza, sufriendo. En los titulares, duros ataques a la bolsa-

Creo que tu padre debe agradecerme que no esté viviendo debajo de un puente”.

La muchacha se levantó de un salto de la silla, haciéndola caer hacia atrás del impulso. ¿Cuándo había sucedido eso? Ella no tenía ni idea. Pero, ¿era cierto? Sus manos volaron por el teclado como si tuvieran vida propia. El valor que creía perdido en ella volvió a florecer.

  • ¡¿Quién eres?! ¿Desde cuándo llevas planeando esto? ¡Aléjate de mí y de mi familia! No pienso seguirte el juego. ¡Eres un psicópata! ¡Un loco! ¡Un pervertido pajillero! ¡OLVIDAME! –lo envió del tirón, sin que la mano le temblara lo más mínimo al hacerlo.

El aviso de mensaje nuevo volvió a iluminarse casi de manera instantánea. No podía ser él. No podía ser. Nadie responde tan rápido. Ella acababa de enviarlo.

Que graciosa eres, pequeña. Lástima que tengas que sufrir el castigo. Prepárate para ello. Ya sabes que te espero a la hora de siempre. Si no, atente a las consecuencias”.