Velvent: Princesa (Capítulo 9)
Ser... o no ser
Lorraine luchaba en silencio porque el deseo que aquellas caricias vibratorias sobre su clitoris no fuera delatado. Tenía le sensación de que si eso sucedía, el Amo seguramente se burlaría de ella por no tener control ninguno... o por haber descubierto que ya no existía nada de la niña buena que una vez había sido. ¿Cómo que no existía nada? Seguía siendo condenadamente virgen... así que no estaba todo perdido... esto sólo estaba siendo un estúpido juego sin importancia...
-Bienvenida de nuevo, pequeña -la voz distorsionada del Amo a través de la megafonía de la sala la sacó de sus pensamientos. ¿Por qué seguía usando ese distorsionador cuándo hacía un rato le había hablado sin él al castigarle?
-Ya... ya hice lo que me pidió, Amo -murmuró.
Una sonrisa se dibujó en el rostro masculino ante la imagen de la chica en su monitor. Las mejillas sonrosadas, los ojos vidriosos por el placer... Estaba seguro que si bajaba junto a ella, sería capaz de percibir su olor a perrita excitada nada más abrir la puerta.
-Lo veo en tu rostro, preciosa. Ahora escuchame bien, quiero que te apliques el lubricante que has traído en tu coño.
El rubor cubrió las pálidas mejillas de Lorraine mientras se quitaba el abrigo. Tan concentrada estaba en la vergüenza que le provocaba la petición del Amo, que no notó cómo el vibrador había reducido el ritmo. Sacó el bote de lubricante de la bolsa con expresión escéptica. “
No creo que ahora mismo esto sea muy útil, ni que me haga mucha falta...”
. Se desabrochó la cremallera delantera del traje de látex y abrió el bote, aplicando un poco de crema en su mano. Instintivamente se llevó la mano a la nariz, pero aquel potingue no olía nada. Transparente e sin olor alguno. Nunca había usado gel lubricante, ni quiera se le había pasado por la cabeza, pero cuándo Aria le había hablado de ellos siempre se había imaginado que tendrían colores, olores... ¡si hasta le dijo que algunos sabían a fresa, a chocolate...!
-Aún estoy esperando -aquella voz la devolvió nuevamente a la realidad.
Lorraine movió la cabeza en un gesto de afirmación, introduciéndose la mano por el interior de su ropa, perdiéndose de la vista de las cámaras.
El Amo contuvo un gruñido con aquella visión. ¡Maldita sea! Tenía que haberle pedido que lo hiciera sin ropa, por mucho que la imagen de esa mano introduciéndose fuera una auténtica delicia. Su pequeña zorrita tenía un rostro angelical y un alma condenada al deseo. Esto cada vez se volvía más interesante. Más divertido.
Lo primero que la inocente y virginal muchahita iba a notar era el frío líquido sobre su palpitante sexo. Lorraine se contrajo al notarlo y una sonrisa se dibujó en el rostro del Amo. Era tan condenadamente predecible.
La joven tuvo que aferrarse al marco de la ventana cuando el gel lubricante comenzó a hacer su trabajo, facilitando y multiplicando el placer que sentía con aquellas bragas vibradoras, a pesar de que ya se encontraba sobradamente mojada. Todo su cuerpo temblaba, reaccionaba a aquel infernal ritmo que no paraba de aumentar, en otro momentos disminuir, y volver a aumentar. Iba a volverla loca.
-Dime, Lori... ¿deseas que te “haga el amor”?
Sólo el sonido de su respiración agitada se escuchaba en esa habitación, y a Lorraine Velvet le parecía que aquel sonido no podía ser de ella. Cargado de... tanta insatisfacción... ansioso... pesado... Cómo el de un animal en celo. ¿En eso se estaba convirtiendo? Se mordió el labio, no queriendo responder de manera efusivamente sincera.
- ¿Quién... eres... Amo? -murmuró con la voz rota y cargada de deseo. -No sabía cómo aquella frase había acudido a su garganta, ni cómo ésta le había permitido salir. Había deseado recordarle que no le odiaría por hacerle el amor, siempre y cuando no la violara y le permitiera saber quién era... Y su cerebro tenía más valor del que su razón tendría nunca.
-Aquí las preguntas las hago yo, responde -su voz sonó autoritaria, y varios escalofríos recorrieron la espalda femenina.
Los ojos verdes del Amo siguieron cada detalle de su expresión, no sólo la de su rostro sino la de su cuerpo también. Acarició la imagen de Lorraine el monitor con las yemas de los dedos. La cremallera delantera a medio subir, dejando entrever sus blancos pechos cubiertos con espumosa lencería de encaje negro. Sonrió con aire caprichoso. Podría detener el tiempo y mantenerla así, sólo por su mero disfrute. Con los labios entreabiertos, los ojos cargados de deseo, brillantes de anhelante pasión... deseando que la follara y doblegase cómo nunca nadie se lo haría.
-Creo... -gimió con suavidad- creo que sabe la respuesta.
Una sonrisa de irónica satisfacción se dibujó en los labios del Amo.
-Sabes que si te hago el amor, no me verás el rostro.
Lorraine suspiró con deseo cómo primera respuesta a sus palabras. Nunca había sentido esa imperiosa necesidad de sentirse llena por dentro. Anhelaba que alguien le calmara ese ardor que la estaba consumiendo. Tenía que ser sincera consigo misma. Deseaba que el Amo fuera quién pusiera fin a ese suplicio, a ese fuego que la quemaba sin estar si quiera realmente encendido.
Era tan dulce saborear la lucha interna que se debatía en aquella chica...
-No quiero que se así... -cada vez le costaba más pensar con coherencia. Cada vez era más duro no dejarse llevar por todo ese torrente de emociones y sensaciones que estaba descubriendo- No sé ni porqué me preguntas... si mis sentimientos te importan una mierda -masculló, haciendo acopio de toda su entereza y dignidad, buscando subirse la cremallera.
El rió divertido, y esta vez permitió que Lorraine escuchara su risa. Rítmica, pausada, tranquila... y que delataba lo condenadamente seguro de sí mismo que estaba. Ella no supo si aquel sonido la aterrorizaba o excitaba más de lo que estaba. Era todo tan... novedoso... tan desconcertante... Tan excitante.
-Nadie habla aquí de sentimientos -las piernas femeninas comenzaron a temblar, flaqueándole ante tantas sensaciones- Hablamos de deseo. Hagamos una cosa: si me satisfaces, te dejaré que me hagas una pregunta acerca de mí. Lógicamente no puedes preguntar quién soy.
Lorraine buscó un apoyo mejor a tientas, para evitar no acabar tirada en el suelo.
-Solo soy un objeto para ti.
El Amo arqueó la ceja.
- ¿Esperabas algo diferente?
La joven notó cómo las lágrimas acudían a sus ojos azules. ¿De verdad había esperado algo diferente? Buscó entereza en su interior, en el silencio, negándose a responder. Mejor fingir que no le afectaba nada de lo que pudiera hacerle.
- ¿Te hice llorar? -dijo burlón- Vamos, pensé que tenías mas fuerza de voluntad.
-No estoy llorando -dijo con fingida firmeza- Haz lo que tengas que hacer y déjame. No me entusiasma estar en un edificio mugriento, con alguien que no conozco... por mucho que a ese alguien le guste llamarse Amo. Puede que algún día te enamores y te arrepientas de todo esto.
¿Enamorarse? ¿De verdad había usado ese argumento con él? Pobre e inocente niña... ¡Era tan divertida!
-Cada uno tiene lo que se merece, pequeña. ¿Crees que te mereces estar en otro sitio, diferente y no tan mugriento?
Lorraine arrugó la nariz con gesto altivo. ¿Qué estaba insinuándole? ¿Qué estaba allí porque se lo merecía? Pero si no lo conocía de nada, si ni siquiera sabía quién era él. La sangre le hirvió por dentro.
-Nací princesa, porque zorras sobraban. Y por mucho que tú me metas en este traje, me obligues a lo que a ti te de la gana: VOY A SEGUIR SIENDO UNA PRINCESA -aseguró totalmente convencida, enderezándose, olvidando por unos instantes aquel placer que esta recibiendo y que tanto la atormentaba- Me merezco algo diferente. Me merezco lo mejor. Y me cansa tu juego... No me gusta cuando sólo uno se divierte. Ni si quiera se qué es lo que te he hecho para que me tengas... tanto rencor. Así que.... ya que yo no obtengo lo que me gustaría, que sinceramente es que me hicieras el amor sabiendo quién eres... voy a quitarme estas estúpidas bragas, salir por esa puerta y marcharme a mi casa. Lo siento, porque tú tampoco vas a obtener lo que quieres, Amo.
El Amo se mordió el labio ante la explosión de carácter. Por fin aparecía un atisbo de esa Lorraine que tanto le gusta, que tan loco le volvía. Esa niña era más que pasional.
- ¡Dios! -<>, canturreó para sus adentros- Que dura me la pones. Súbete a la plataforma. Esto no es un castigo, aunque debería hacerlo por tu insolencia.
Un suspiro escapó de los labios femeninos. Paseó su mirada azul por la instancia, buscando la plataforma. En un rincón, del cual ni se había percatado, se encontraba la metálica construcción. Caminó con paso vacilante hacia allí, situándose en el centro de la esférica plataforma.
Nada más pisarla, el mecanismo de activación comenzó a funcionar. Unas barras de seguridad salieron de la nada, rodeándola, hasta la altura de su cintura, comenzando a ascender poco después. Lorraine lo observó todo sorprendida. Un nuevo latigazo de placer sobre su clítoris provocó que todo su cuerpo reaccionara. Sus pezones se endurecieron más, sentía tal humedad en sus piernas que temía que terminara mojando el suelo.
Alzó su mirada y observó que si la plataforma seguía subiendo de esa manera, acabaría por aplastarle contra el techo. Cerró los ojos de manera mecánica. Si así iba a morir, si todo aquello había sido una trampa, no quería verlo. Era imposible saltar con aquellos barrotes... estaba condenada. Contuvo la respiración ante la inminencia de su trágico final. Con cierta tristeza comprobaba que no era su vida lo que le pasaba antes sus ojos en esos últimos segundos. Sólo podía pensar en el placer, en el deseo... “
Venga Lorraine, se valiente. Vas a ir directa al cielo. Ninguna virgen es admitida en el Infierno. Cuenta hasta tres... y todo habrá terminado. Uno... Dos... Tres... ¿porqué sigo pensando? ¿Es que muerta también se piensa?”
.
Un sonido metálico y todo se detuvo de golpe. Lorrainne abrió sus ojos azules, temerosa por lo que pudiera encontrarse, porque realmente no pudiera abrirlos. Pero sí, los había abierto. Ante ella una habitación cálida, con una chimenea encendida al fondo. Elegantemente decorada, con las paredes pintadas en tonos cálidos, una alfombra persa, muebles sobrios... con un toque predominantemente masculino.
Con paso seguro, bajó de la plataforma, que volvía a ser un círculo de metal en el suelo. Ni rastro de barrotes, ni nada. Desde luego aquello debía ser tecnología punta.
- ¿Es aquí dónde te escondes, Amo?
-Ohhhh, vuelves a llamarme Amo -dijo divertido- No, aquí no es. Esta es otra de las muchas habitaciones del placer que esconde este edificio. ¿Por qué? ¿Te gusta?
Paseo, con las piernas pegadas, temblando de antelación con el corazón latiendo a mil por hora.
-Antes.. también.. lo hice.. -respondió, mordiéndose el labio ante las oleadas de placer- Es... elegante.
-Desnudate -le ordenó sin ningún tipo de tapujos ni rodeos.
El gran momento estaba cada vez más cerca, y era tontería postergarlo más. Él no quería postergarlo. Y él era quién mandaba.
Lorraine no se demoró en obedecerlo. Con la mano temblando comenzó a quitarse el traje de látex, quedando en ropa interior.
- ¿He de quitármela toda? ¿O prefieres quitar algo tu mismo, Amo?
De un rincón de la sala, una figura masculina caminó hacia ella. Vestido de riguroso negro. Pantalones y camiseta. Y una máscara veneciana del mismo color.
-Yo te ayudo -la voz viril, sensual y segura del Amo la impactó de lleno.