Vellos y esperma
El fin de semana comienza bien. Muy bien.
Sentado en el sillón, sereno y relajado, entamo el segundo güisqui, con el pelo aún goteando tras la larga ducha de agua hirviente. Sentado desnudo frente al ventanal observo las plomizas nubes, densas, anunciadoras de precipitaciones de nieve. Aquí adentro tenemos 27 grados, provisiones suficientes para un mes, una gran reserva de leña. Puede nevar todo lo que quiera.
Mi perra pasa por delante. Con paso de cuadrúpedo lento y elegante, como pavoneándose pero a la vez prudente, guardando una distancia de seguridad en previsión de una eventual patada en el costado. En la boca porta mi bóxer azul marino, el que me quité para ducharme y que obediente lleva al cesto de la ropa para lavar.
El fin de semana se presenta perfecto. Fue una excelente idea comprar este chalet perdido en un apartado rincón de los Alpes. Tranquilo, acogedor, íntimo, confortable. Magnífica inversión. No pienso salir de aquí hasta el lunes. Aislado del mundo con mis discos, mis lecturas, mi perra y los apuntes que he ido tomando estas últimas semanas, ideas y esbozos de mi próxima novela en la que intentaré comenzar a trabajar.
Empieza a oscurecer. Vuelves a pasar por delante del sillón, esta vez con un calcetín colgando de la boca. De color gris oscuro, uno de los que he llevado hoy, de hilo, muy caros, trátalo con cuidado, perra.
Obedeces. Estás castigada y cumples con tu tarea. Nada más llegar al chalé comenzaste a retozar alocadamente como una estúpida, sin dejarme ni siquiera tiempo de quitarme el abrigo y el traje, de ducharme y relajarme, y eso me incomodó, por eso te castigué. Ahora has de recoger y ordenar toda la ropa y los trastos que he ido dejando tirados por el suelo. Con la boca. A cuatro patas. Como una perra.
Me excita verte. Ahora mi pene está erecto. Hace rato que me lo acaricio, calentándome viéndote ir y venir a cuatro patas en ropa interior negra, sumisa y obediente. Placentero momento, privilegio de Amo.
Ahora te deseo. Ven. Pélame la polla, perra.
Agarras mi verga con tu linda manita, permaneciendo a cuatro... bueno, ahora a tres patas, y comienzas a hacerme una paja.
Oh, si, así, muy bien, no es necesario que te de instrucciones, eres una buena perrita que conoce los gustos y manías de su Amo, que se esfuerza en complacerlo, me la pelas duro, fuerte, rabiosa, como a mi me gusta, me haces daño... ¡Dios, que gustazo!
Sigue perra, me voy a correr, sigue, más fuerte, sigue, si, más... Mi gemido anuncia la inminente erupción de esperma. Cierro los ojos. Brotan largas lanzadas que se extienden por mi pecho. La segunda llega incluso hasta mi hombro derecho. Varios trazos blancos recorren mi vientre y mi pecho velludos, infiltrándose el semen por entre los oscuros pelos.
Límpiame, perra.
Lames suavecito. Golosa haces desparecer poco a poco todo el esperma. Así perrita, muy bien, con tu lengüecita suave y húmeda relame el semen y limpia mis vellos. Sécalos con tu aliento caliente y rózalos con tus labios hasta dejarlos de nuevo secos y ensortijados, brillantes y sedosos.
Ya se ha hecho de noche, ya no queda nada de semen sobre mi piel, entre mis vellos.
Eres una buena perra, dulce y bonita. Ahora continua con tu tarea, vamos, no te distraigas.