Velada Inesperada (2ª)

A veces un plan para una noche que en principio se presenta insulso y forzado se convierte en la realidad que has fantaseado durante mucho tiempo y que jamás te atreverías a plantear a tu mujer.

Ambas mujeres se fueron juntas al baño. Lola en medias y tacones de vértigo y mi mujer con liguero y medias. Las tetas de ambas se movían en un perfecto vaiven, brillantes aún por el sudor y las hormonas del fantástico polvo que habían echado. Lalo y yo nos quedamos, también desnudos, cada uno en un sofá, con nuestra respectiva copa en la mano, intentando recuperar, no solo el aliento, sino también el sentido, de lo que había pasado. Estaba claro que para ambas parejas era la primera vez que follábamos con público, pero no menos cierto que lo habíamos disfrutado los cuatro y que aún quedaba cierta tensión sexual en el ambiente, ya que el agradable clima de la chimenea, el canal porno y sobre todo las copas habían hecho que nos entregásemos al placer y se nos había hecho corto.

Mientras hablábamos de cualquier cosa menos de la situación vivida oímos como se abría la puerta del cuarto de baño y aparecieron de nuevo nuestras mujeres. Yo advertí que en sus expresiones había algo… no se… de haber preparado algo para el siguiente rato. Entonces me di cuenta que se habían maquillado otra vez. Los labios con un rojo intenso que los hacía más carnosos, el contorno de los ojos bien marcado, las pestañas largas y negras. Se habían perfumado en un grado lo suficientemente justo para olerlas a distancia. Lola además, se había puesto una gargantilla negra corta, justo con su cuello y una piedra brillante colgaba. Se habían ajustado bien las medias a sus muslos y sus entrepiernas seguían brillando, señal de que su excitación no había bajado, sino más bien lo contrario, estaba empezando otra vez a alcanzar cotas de lujuria casi incontrolable. Los ojos de mi mujer brillaban llenos de deseo. Mientras las mirábamos con la boca abierta y los ojos más aún, se mordían los labios y se les escapaba alguna sonrisilla pícara. No se si habían hablado de algo en concreto en el baño, pero estaba claro que se habían puesto de acuerdo en que querían seguir follando y nosotros nos moríamos de ganas de saber cómo. Como es lógico, nosotros también comenzamos a reaccionar,…, bueno más bien nuestros miembros, que comenzaban a despertar de su breve letargo y se iban afianzando en su erección, aunque aún estaban solo morcillonas, por lo menos la mía. Ciertamente, no me preocupaba mirar a Lalo.

Lola cogió un bote que había dejado en la mesa y que no advertimos hasta ese momento, cogió de la mano a mi mujer, la acercó a ella y comenzó a derramarle su contenido en cantidad. Era aceite corporal, que chorreaba por la piel de mi mujer, formando una catarata en sus pechos, cayendo por su abdomen, su cintura… Lola dejo el bote y comenzó a extender el aceite por todos los rincones del cuerpo, para que no se perdiera más. Comenzó a masajearle las preciosas y grandes tetas de mi mujer, a sobarlas, a pasar sus pezones por entre sus dedos. Extendía el aceite a su cuello, sus hombros, incluso lamía el cuello de mi mujer. Cuando tuvo controlado los chorreones de aceite puso el bote de aceite en manos de mi mujer y la ayudó a chorrearla a si misma de aceite. No hizo falta mucha ayuda, ya que mi mujer ya estaba cachonda y comenzó a tocarle las tetas para que brillaran a la luz del fuego y la pequeñita lámpara que alumbraban el salón. Dos mujeres deseosas de tocarse entre sí se sobaban y palpaban cada rincón de su pecho y su torso. Lola giró a mi mujer, que se puso de cara a nosotros, se puso tras ella y comenzó a masajearle las tetas, mientras nos miraba. Le pellizcaba suavemente los pezones, le unía las tetas haciéndole un canal de una inmensidad tremenda. Mi mujer acomodó sus piernas separándolas levemente, lo que hizo que pudiéramos ver perfectamente su rasurado y rosado coño, que comenzaba a manar flujo con una intensidad que advertía que ya no estaba cachonda, sino caliente, muy caliente. Con el movimiento de ambas, mi mujer masajeaba con su espalda los preciosos pechos de Lola. Entonces, Lola bajó una mano a su monte de venus, haciendo círculos, extendiendo el aceite, acariciaba sus muslos; metió la mano por detrás, por su culo, masajeando su raja y haciendo aparecer los dedos por la entrepierna de mi mujer, separando con dos dedos los labios de su coñito para enseñarlo bien. Mi mujer reaccionó echando su cabeza hacia atrás, buscando los labios de Lola, quien fue complaciente y la besó con ternura momentánea, porque de inmediato la lujuria apareció en la mente de las dos y se besaron con sus lenguas mientras trataban de mirarnos.

Lalo y yo habíamos dejado nuestras copas en la mesa que compartíamos ambos en las esquinas del sofá y nos masajeábamos nuestras pollas, que ya habían alcanzado el grado máximo gracias al precioso espectáculo que nos brindaban nuestras mujeres.

Lola era la que llevaba la voz cantante. Se notaba que llevaba tiempo deseando jugar con las tetas de mi mujer. Supongo que más de una paja se había hecho mientras soñaba con este momento. Paró de tocar y condujo a mi mujer al sofá que ocupaba Lalo, que era el más grande. La sentó en el otro extremo, le abrió las piernas mientras que ella se reclinaba sobre el brazo del sofá. Al abrirle las piernas y acariciar sus muslos por el interior pudimos ver casi completamente abierto el coño de mi mujer. Lola lo acarició, abrió sus labios e incluso metió un dedo. Como se había agachado algo ahora mi mujer era quien succionaba sus pezones y jugaba con ellos con su lengua. Yo estaba alucinado. No me podría imaginar nunca que mi mujer disfrutara tanto con las caricias de otra mujer. Pero estaba claro que la delicadeza, pero al mismo tiempo la pasión, con que lo hacía Lola había hecho desaparecer los posibles prejuicios y la había entregado al placer. Y supongo que Lalo estaba igual.

De repente, Lola dijo:

  • Mira que coñito más precioso, Lalo- Mientras abría más aún los labios a mi mujer y presionaba su clítoris. – ¿No te gustaría comértelo?

Esa frase me dejo frío. No lo esperaba. Pero es que Lalo tampoco. Ambos dejamos de tocarnos. Lalo me miró con expresión de sorpresa y miedo y casi disculpándose por lo que estaba haciendo su mujer. Pero Lola insistió.

  • Cariño, no lo mires a él, mírame a mí y al coño que te estoy ofreciendo. En todo caso mira a Lidia (nombre ficticio que le daré a mi mujer para el relato) ¿serías capaz de decirle que no le darás ese placer? ¿y a mí tampoco?.

Yo tenía los ojos clavados en la expresión de mi mujer, que me pedía permiso, casi me rogaba, que no dijera nada. Quería que le comieran el coño y si era Lalo, pues Lalo y si hubiera sido Lola, pues Lola, pero necesitaba en ese momento una lengua recorriendo su rajita. Lalo volvió a mirarme y como vio que yo no decía nada, aunque más bien era que no reaccionaba, bajo lentamente su cabeza hasta apoyarla entre los muslos de mi mujer y comenzó a jugar con su lengua entre los labios vaginales de mi mujer. Su boca se llenó de flujo de inmediato. Poco a poco, perdió el miedo y la verguenza que le dio al principio y empezó a darle ritmo. Mientras Lola no dejaba de sobar sus tetas. Mi mujer comenzó a gemir.

  • Ummmmm, … ahhhhhhh, ahhhhhhhh, ummmmmmmm, si, si, ahhhhhh, sigue, sigue.

A mí, la erección se me bajó casi de inmediato al oirla. Supongo que no estaba preparado para la escena. Muchas veces había fantaseado con el momento y ahora que era real, me venía abajo, Por el contrario, mi mujer totalmente recelosa de estas cosas, ahora disfrutaba de un fantástico sexo oral y masaje en los pechos de dos amigos. Mis ojos eran dos platos, alucinaba. Me había soltado la polla y parecía desplomado en el sofá. Mi mujer se dio cuenta y me dijo:

  • Cariño ven, necesito comerme tu polla.

Reaccioné no sin vacilaciones y me acerque. Mi mujer le hizo un gesto a Lola para que le echara aceite en la mano. Y con ese aceite comenzó a acariciarme la polla y los huevos. Acariciaba mis muslos, metía la mano entre mis piernas buscando mi culo para agarrarlo con firmeza y volvía a cogerme la polla. Cogió la mano de Lola e hizo que la acompañara en el masaje. Y comencé a reaccionar. En un momento mi polla se había puesto dura. La visión de la mano de Lola agarrando mi tronco y a mi mujer llevándola hacia delante y detrás era sublime. Mi mujer tiró de mí hacia ella, abrió la boca y engulló mi polla todo lo que pudo. Comenzó a hacerme una paja con la boca, sus manos estaban colocadas en mis caderas para poder llevar el ritmo y controlar la penetración. Cuando le venía un gemido producido por la lengua de Lalo, se la sacaba, me masturbaba con una mano y con la otra acompañaba el masaje de Lola de sus tetas.

Lola no podía pasar ni un segundo más sin tocar una polla así que se sentó en el sofá me liberó de las manos de mi mujer y se comenzó a lamer el tronco de mi polla con ganas. Lo lamía de arriba a abajo, la engullía, acompasaba la mamada con su boca y sus manos. Era fantástica. Yo cogí sus tetas, cosa que estaba deseando desde que comenzamos a cenar y las masajeaba muy suavemente, deteniéndome de vez en cuando en sus pezones, pellizcándolos hasta que se pusieron duros como piedras. Mientras, Lalo ya estaba entusiasmado con el tremendo coño de Lidia, lamía, chupaba, succionaba su clítoris y le metía dos dedos hasta dentro, rebuscando en cada rincón de su vagina más placer. Mi mujer ya se retorcía sin pudor en el sofá.

  • Siiiii, sigue, sigue, ummmmmmmm, que lengua, joder, ahhhhhgggggg…. me voy a correrrrrrr, me corrooooooo, sisisisisi… ahhggggggggg, me corrí, me corrí, me corriiiiiiiiii.

Cerró las piernas fuertemente arropando la cabeza de Lalo con sus muslos. Necesitaba unos segundos para reponerse. Y Lalo necesitaba algo para aliviar su erección, así que se acercó Lidia y le ofreció su polla. Lidia la tomó con su mano y comenzó a pajearla con firmeza, mirando la polla con la misma expresión que lo había hecho cuando había salido de la ducha y notó el bulto en el pantalón del pijama o terminamos de follar en el asalto anterior y nos ofreció la copa. Estaba claro que mi mujer no se iba esa noche sin, por lo menos, chuparla una vez. Así que la escena era que nuestras mujeres le chupaban la polla al marido de su amiga. Y lo hacían con ganas y sin tapujos ni pudor. Supongo que de eso habrían hablado en el baño. Que si llegaba a suceder tuvieran claro que si estaban excitadas ninguna de las dos pondría pegas a la otra. Y nosotros ya estábamos igualmente conformes. A mí a estas alturas ya no me cortaba tanto, más bien al contrario, comenzaba a excitarme ver como mi mujer jugaba con otra polla. Pero es que miraba hacia abajo y me encontraba con los ojos de Lola, que me miraba muy cachonda mientras me lamía el tronco y jugaba con su lengua envolviendo mi glande, succionándolo y deseando que siguiera tocándole las tetas. Así que era imposible que mi lívido no fuera cada vez a más.

Pero ellas habían puesto las reglas y llevaban la voz cantante. Y al parecer las reglas tenían un límite. De momento, cada una se follaba a su marido. Así que Lola soltó mi polla, cosa que casi agradecí porque si hubiera seguido con esa mamada le hubiera llenado de leche y se sentó encima de Lalo, clavándose de un golpe la polla. Le llegó hasta el alma porque gimió intensamente. Y comenzó a cabalgar como una loca, intentando que su marido la penetrara más en cada embestida. Mi mujer se levantó, se apoyó con los codos en la mesa, separó las piernas y me ofreció su coño.

  • Cariño, fóllame.

No me hice de rogar y la penetré despacio por detrás, haciendo que sintiera cada milímetro de mi polla abriéndola. Y comencé a bombearla con ritmo lento, pero firme. No quería acelerar, el olor a sexo de mi mujer cuando me la follo por detrás es irresistible y hace que se me crucen los cables y ahora lo que quería era tardar una eternidad en correrme. El salón entero olía a sexo, a hormonas, a lujuria, a entrega al placer… era un espectáculo increíble para los cuatro. Las tetas de mi mujer botaban con total libertad, las de Lola estaban prisioneras en la boca de Lalo. Mis manos palpaban el culo de mi mujer en toda su extensión, al igual que lo hacían las de Lalo en el de Lola.

Yo me atreví incluso a meter un dedo por el culo a mi mujer. En algunas ocasiones, cuando está muy caliente, le apetece y lo pide pero solo eso, un dedo. No protestó, al contrario, se volvió hacia mí y con cara de zorra me sonrió. Supongo que también ayudó a ello el que Lola se penetraba ella misma con su dedo. Yo seguía bombeándola con fuerza y ella comenzó a tocarse. Cuando iba cogiendo ritmo yo la detenía, no quería que se corriese. Y ella no quería que yo me corriese así que me controlaba a mí. Pero para los dos la visión de Lola tocándose el culo mientras nos miraba era demasiado lujuriosa, así que paramos. Me senté en el sofá y Lidia se arrodilló y comenzó a darme una mamada de las que solo ella es capaz. Apretaba sus labios contra mi tronco mientras me hacía una paja en el glande. La sensación era máxima hasta el momento. Lalo paró, echó a Lola a un lado en el sofá y se arrodilló entre sus piernas.

  • Voy a probar dos coños esta noche. Por cierto, el de tu mujer es exquisito, un manjar de dioses.- Me dijo mientras miraba con lujuria a mi mujer.

Lola y yo nos mirábamos, mientras nos mordíamos los labios por la ración de sexo oral que recibíamos de nuestras respectivas parejas. Yo no pude resistirme y llevé mi mano a sus pechos. Brillaban intensamente por el sudor, el aceite y la luz del fuego de la chimenea. Mi mujer paró, se subió en cuclillas al sofá, agarró mi polla con su mano y se llevó a su coño, guiándola despacito. Es la posición que la vuelve loca de verdad, la que quiere cuando desea correrse a lo grande. Agarró mis hombros y comenzó a subir y bajar lentamente. Tornaba sus ojos que casi se ponían blancos. Estaba extasiada de placer, embriagada, quería correrse pero llegando al máximo. Los gemidos ya eran casi gritos, las dos mujeres querían terminar de soltarse.

  • Ohhhhhhhhhh, sisssssssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me corrrooooooooooooooo – dijo Lola mientras agarraba la cabeza de su marido para que le metiera más la lengua y los dedos en su coño.

  • Ahhh, ahhh, ahhhh, dioooosssss. como entra, joder, me partes el coño, cariño – me decía Lidia.

Yo la masturbaba poco a poco, jugando con todos los dedos de mi mano con su clítoris y con la otra jugando con su agujerito trasero, metiéndole uno e incluso dos. La excitación era tal que había dilatado algo más. De pronto, mi mujer se suspendió algo en el aire, se sacó la polla y volvió a bajar apuntando ahora a su culo.

  • Por favor, mucho cuidado, cariño. Ten cuidado, pero quiero que me la metas en el culo.-

Así que poco a poco fui ayudándola a bajar. Cada milímetro entraba muy, muy despacio. Nos mirábamos con tensión. Casi sin darnos cuenta su culo chocó con mi pelvis. Estaba dentro por completo. Mi mujer sentía dolor, pero poco a poco se fue tornando sensación de placer. Se quedó algunos instantes en esta postura y entonces comenzó a subir muy lentamente, apenas un par de centímetros y luego bajo de nuevo, se la clavó entera.

  • Aaaahhhyyyyyyyyy. Joder, cariño no sé si llorar de dolor o de placer. Vaya sensación.

  • Eso es al principio, Lidia, luego vas a flipar- dijo de repente Lola. Estaba tumbada totalmente abierta y Lalo se la metía poco a poco por el culo. Estaba claro que no era la primera vez. Cuando la tuvo entera dentro comenzó a follársela lenta pero firme. Sacaba casi toda la polla, se la dejaba a la entrada y luego volvía a penetrarla despacio.

Yo empecé a realizar el mismo movimiento, pero ayudaba a mi mujer a levantarse y aguantaba su bajada hasta que hubo dilatado lo suficiente y el aceite comenzó a ayudar mucho más. Entonces el ritmo era mayor. Mi mujer ya había cambiado la sensación de dolor por un placer impensable. Y a mí me sucedía lo mismo. La tensión del principio por no lastimarla se había transformado en un calor y un placer indescriptible. El ritmo aumentaba, los ojos de mi mujer se salían de las órbitas, estaba claro que había dado el último paso que le quedaba para entregarse a los placeres del sexo. Lalo miraba como sus tetas botaban. Comenzó a tocárselas. No quería ser el único de la noche en no disfrutar de esas dos preciosidades, de su inmensidad, de su terso tacto, de sus grandes pezones, de su dureza. Y eso lo excitó tremendamente, miraba las tetas de mi mujer como si fueran únicas en el mundo (que para mí lo son), y comenzó a follarse a Lola a una velocidad tremenda. Lola comenzó a gritar, se tocaba las tetas, se mordía el labio.

  • Ufffff, ummmmm, te gustan las tetas de mi amiga… y también su coño… Si, si, si, fóllame, fóllame y no pares hasta que no me corra… ahhhhh, ahaaaahhhhhhh, y luego dame tu leche, cariño, ummmmmmm, si, si, si…

Mi mujer al sentir el tacto de las manos firmes de Lalo comenzó a subir y bajar casi descontroladamente, ahora se había acomodado y quería sentir la polla en toda su extensión, quería que le llegara a sus entrañas. Y comenzó a tocarse el coño. Yo tenía las manos en su culo acompasando la penetración. Y casi a la vez comenzó a correrse.

  • aahhhhhhggggggggggggggggg, meeeeee coooooooorrrooooooooooooooooooo, sssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Se terminó la paja encima mia, se corrió como nunca, el charco de flujo que yo tenía en mi pelvis y mi abdomen era increíble. Y esa visión fue tremenda para mí. Se lo dije. Se sentó como pudo en el filo del sofá, juntó sus tetas y envolvió mi polla. Comencé a follarme sus tetas. Mi polla se resbalaba por el aceite y el flujo. Ella apretaba más sus tetas, para que no se saliera, pero ya daba igual, comencé a soltar leche, mucha leche que chorreaba por su pechos, por su canal, por sus pezones. Me cogí la polla y seguí masturbándome hasta que no quedara una sola gota.

  • Aggggggghhhhh, toma leche, cariño, toma leche… ¿no la querías? – gritaba Lalo mientras soltaba chorros de semen dirigidos al coño y al monte de venus de su mujer, que tenía las piernas totalmente abiertas, para que la viéramos bien.

Nos relajamos los cuatro. Bebimos agua que trajo Lola de la cocina. Venía tal y como se había levantado del sofá, con las medias, los tacones, la gargantilla y todo su pubis brillante de semen. Mi mujer tenía una visión similar. El sudor nos recorría a los cuatro mientras el placer iba despareciendo de nuestros cuerpos y se asentaba en nuestras mentes. ¡Vaya dos polvos habíamos echado! Habíamos roto muchos tabúes, pero sin romper nuestras propias reglas.

Los primeros en ducharnos fuimos nosotros dos. Luego, cuando terminaron Lalo y Lola, nos servimos una copa, pusimos algo de música y bailamos los cuatro, mientras hablábamos, con más sensibilidad de lo esperado, de lo vivido, de las sensaciones. Cuando iba a amanecer nos despedimos. Las mujeres se dieron un leve beso en los labios y Lola cuando fui a darle dos besos buscó mi boca y me besó. Pude sentir la punta de su lengua. Nos dijo sin decirlo a los tres que quería poner otra regla. Pero para eso teníamos todos que estar seguros. Ella lo propuso con el beso. El resto era cosa de nosotros. Quedamos en cenar otro día en nuestra casa y entonces decidiríamos.