Vecinos - Nuevas experiencias

Una madre caliente con su vecina, un hijo virgen con su tía. Presentación de nuevos vecinos de esta serie.

“Este Viernes gran fieston de cumpleaños en mi piso, los únicos no invitados son: el aburrimiento, la amargura, la moral, etc... Os espero a todos. PD: Los que no podáis venir perdonad las molestias Fdo: Diego Buhardilla” Así rezaba el elaborado cartel que miraba Ramon, el texto le hizo sonreír. “¿Sabrá el niñato ese lo que es un fieston? ¡Yo si que voy a tener un “fieston” el Sábado!”

Al otro lado del enorme rellano de entrada una acalorada y sudorosa Carmen entraba cargada con un capazo de mimbre lleno a rebosar en una mano y un carro de la compra en la otra, la seguía de cerca su hijo mayor Chema, un mozalbete de 18 años que ya superaba en 15 centímetros la altura de Manuel, su padre.

Chema miró a Ramon tensando los músculos de sus brazos cargados con sendos capazos llenos a rebosar. El mozalbete quería impresionar a Ramon, el hombre que le gustaría ser de mayor. Y no era para menos Ramon, no era tan delgado como sus 1,95 mts de altura daban a entender, espaldas anchas pero no demasiado, brazos fuertes pero no musculados. Ademas cuando Ramon vestía ropas ajustadas, no el uniforme de color naranja que llevaba ahora, podía apreciarse el tremendo paquete de casi un palmo de largo.

El hombretón se dio cuenta del ademan del chico, “A este, también le gusto, trata de impresionarme” pensó con una sonrisa, sintiéndose orgulloso del cuerpo con el que la naturaleza la había dotado. Siempre había pensado que si tuviera que enseñar a alguien a ser tan bueno como él en el sexo con las féminas, ese sería Chema.

El adolescente apuntaba maneras, si bien había heredado algunos rasgos de su padre y la ropa de segunda mano no le beneficiaban, habían cosas prometían: aquellos ojos azules, el pelo rubio rizado, las espaldas ensanchándose casi mientras se las miraba, las extremidades musculosas. Pensó en las pocas veces que había visto a Chema con jeans ceñidos, el paquete prometía.

Carmen miró tan disimuladamente como pudo la entrepierna de Ramon, esperando poder atisbar en aquel holgado pantalón lo que con otras ropas se hacía evidente, por suerte para ella en aquel instante la atención de Ramon parecía estar fijada en Chema.

-Buenos días Ramon – casi chilló la señora tratando de que le prestara atención a ella.

-Buenas Carmen, hola chaval ¿Que?¿de la compra?

-Si, ya vé señor Ramon – contesto Chema

-¿Queréis que os ayude con los capazos? Yo también voy a casa

Por la mente de Carmen pasaron un montón de cosas en las que aquel macho la podría ayudar y ninguna de ellas tenía nada que ver con la compra. Cosas como las que había visto hacía solo unas pocas horas:

Mientras estaba sentada con su hijo en la terraza del bar donde solía tomar el café previo al esfuerzo de la compra, cuando su hijo llamó su atención sobre un perro, un gran macho color canela y hocico chato, que giraba en torno a una perra con el mismo aspecto que él pero considerablemente más pequeña. El macho lamia nerviosamente la parte trasera de la hembra y esta respiraba agitadamente, sin moverse. La copula solo tardó unos segundos en iniciarse.

Carmen pensó que el rojo instrumento de aquel cánido partiría en dos a la pobre perrita, pero para sorpresa y aumento de la libido de Carmen, el poderoso instrumento penetró hasta la base de una sola acometida. Los movimientos del perro fueron más que frenéticos, fueron demenciales. La perra parecía no notar el salvajismo de la copula, la que lo notaba era Carmen, se sentía penetrada a aquel ritmo imposible por una descomunal verga.

Aquella escena se repetía una y otra vez en la mente de Carmen cuando Ramon se le acercó de dos zancadas arrebatandole el capazo y el carro, al hacerlo se aproximó tanto que ella pudo oler el fresco masaje de afeitar del hombre.

Ramon levantó el cargado carro cargándolo al hombro por el asa y empezó a subir lentamente la escalera ajustándose al paso de la mujer que le seguía a solo un par de peldaños de distancia, unos cuantos escalones más abajo subía Chema.

La calenturienta mujer trataba de acercarse tanto como podía a aquel trasero masculino que se movía a la altura de sus ojos, a menos de un par de palmos. Su mente era bombardeada por el recuerdo del can lamiendo el trasero de la perrita que iba a poseer. Si no hubiera venido su hijo tras ella se habría lanzado sobre Ramon haciéndole jirones los pantalones para lamerlo entero.

Chema seguía a su madre tratando su rostro no reflejara el esfuerzo que estaba realizando, no solo por el peso de los cestos, eso era soportable, lo que más esfuerzo le costaba disimular era aquel dolor lacerante y continuo en sus genitales. Le había comentado ese dolor a su padre y este se había limitado a contestarle que si no se tocaba mejoraría, pero es tan bueno tocarse. Chema tenia que hacer verdaderos esfuerzos para que el dolor no se reflejara en su rostro, ahora resultaba difícil incluso caminar.

Al llegar al primer piso Ramon dejó la compra en el suelo del rellano con sumo cuidado, al inclinarse no notó como Carmen, situada justo tras él, dos peldaños por debajo, acercó tan sutil mente como pudo su cara a las masculinas posaderas y, respirando hondo por la nariz, trató de percibir el olor a macho en celo que ella deseaba sentir.

-Gracias Ramon ¿Quieres tomar algo frío?¿una cerveza?

-No gracias. Tengo que empezar a preparar la comida para cuando llegue Carmela

-Como quieras, dile a mi tocaya que se pase por casa una de estas tardes, con los niños en el colegio, Chema buscando trabajo y Manuel trabajando, suelo pasar las tardes bastante aburridas desde que ella encontró trabajo. - dijo Carmen.

Pero lo que realmente le hubiera gustado decir era:”Dile a la afortunada de tu mujer que se vuelva a pasar por mi casa a volverme a explicar todo lo que le haces con ese pollon que te cargas”.

En cara del hombreton no se manifestó lo que realmente pensaba: “Siiiiiii, así podrá preparar el terreno para que os pueda follar a las dos a la vez”. Pero primero estaba la fiestecita del próximo Sábado, tenia que concentrarse en ello. A pesar de que los ojos de su vecina lo estuviesen pidiendo a gritos. Trató de imaginarla desnuda: tendría arrugas en su vientre después de tantos embarazos, sus henchidos pechos aún tendrían tendrían leche, su hija pequeña, Natalia, no tenia aún cuatro meses, y él no lo había hecho con una lactante en años, además el reciente parto le habría dejado la vagina lo bastante distendida ¿Tendría mucho pelo o estaría depilada?. Ya lo averiguarla en otro momento, lo primero es lo primero, el Sábado tocaba la fiestecilla mensual.

-Se lo diré, creo que libra esta tarde, igual se pasa por tu casa.

-Gracias Ramon

-Hasta luego Carmen, nos vemos chaval.

-Hasta luego señor Ramon

-Anda Chema, ayudame a colocar todo esto en su sitio.

-Si mamá

Dentro de la cuarta puerta de aquel primer piso, Ramon se dispuso a empezar a hacer la comida, no porque esperara sorprender a su pareja, Carmela, sencillamente teina hambre.

Al entrar en el comedor de su casa Carmen se encontró con Maite, la vecina de arriba. Carmen había tomado la costumbre de dejar Maite al cuidado de su hija recién nacida. Maite estaba de vacaciones en la universidad, así que no le importaba cuidar del bebé de Carmen mientras esta estaba de compras.

-Hola Maite ¿hemos tardado mucho?

-Hola Carmen – contestó Maite cerrando el libro de texto y el bloc de notas – No, que va.

-¿Se ha portado bien? - pregunto Carmen acercándose a la cuna situada junto a Maite

-Si. Hace 10 minutos la he cambiado y se ha tomado un poco de la leche que me dejaste preparada, ahora duerme.

-Mejor, no puedo estar con la comida y por ella a la vez. Por cierto ¿Quieres quedarte a comer?

Maite pensó en la soledad de su casa

-Pues si no es molestia, me quedaría

-¿Pero que tonterías dices? Ahora mismo me pongo con la comida.

Carmen hizo la comida con la ayuda de su hijo. Durante la comida se habló de cosas intrascendente: el calor de aquel verano, la buena comida, la maternidad, de las comidas en el comedor escolar donde estaban en aquel momento los hermanos de Chema, pero ninguno de los tres comensales estaba con la totalidad de su mente en la conversación.

La mente de Maite divagaba entre los problemas económicos, las asignaturas que le habían quedado pendientes y, sobretodo, pensaba que el bueno de Juanma, llegaría, como siempre, le daría un cariñoso abrazo al mismo tiempo que la tocaba por todas partes, eso la sacaba de quicio. No era que no le gustara, era que ella juzgaba que había cosas más importantes que estar siempre con él encima.

Carmen no cesaba de sudar, comentando cada dos por tres el calor de aquel verano, pero su sudor era más producido por su calenturienta mente que por el clima. La escena con los perros y la proximidad a la que había estado de Ramon la mantenían húmeda, más en su entrepierna que en el resto de su excitado cuerpo.

El Jovenzuelo mantenía su vista fija en el plato, las veces que alzaba la cabeza era para mirar con brevedad los marcados pezones de Maite, la sola idea de tenerlos en la boca erectaba su joven hombría, haciendo que el dolor genital, aún fuera más agudo. Su único deseo era encontrar algún trabajo de una vez, quizás así podría pagar una visita al domicilio de Anita, aquel cuerpazo de prostituta que apenas se atrevía a mirar. Como deseaba eyacular de una vez, no lo había conseguido jamas en sus innumerables intentos.

En aquel momento una mujer bajita y regordeta, Maria, hermana de Manuel, vecina del 3º 4ª subía esas mismas escaleras, maldiciéndose por haber permitido que su cuerpo llegara aquel franco sobrepeso. Por el camino se cruzo con Anita, la prostituta vecina de su mismo rellano. El brebe saludo entre dientes manifestó la envidia que sentia Maria del cuerpo juvenil de aquella chica.

Tras la comida Maite regresó a su domicilio y mientras Chema fregaba los platos, su madre se dedicó a asear y dar de comer a su hermanita recién llegada. Los trayectos de ida y vuelta a la cocina fueron un verdadero suplicio para Chema, los roces de su ropa interior casi le hacían saltar las lagrimas.

-Mamá.... ah... um... - dijo Chema casi balbuceando, al ver el el abundante seno de su madre, con el pezón color café con leche en el interior de la boca de su hermana, que lo chupaba con fuerza – me... me voy a ver si encuentro algún trabajo.

-Espera, tú padre me ha dicho que no te encuentras bien. Ha hablado con su hermana y le ha dicho que te vería hoy después de comer.

Chema se puso rojo como un tomate maduro

-Ah, pero si no es nada, ya me encuentro mucho mejor.

-Bueno, de todas formas no está de más que te vean. Tu padre no me ha querido decir lo que te pasaba, pero estaba preocupado y si no vas se va a enfadar. Si yo fuera tú iría.

-Pero mamá... yo... es que la tía Maria...

-Haz lo que quieras. Ya eres mayorcito. Esta tarde seguramente vendrá Carmela. Así que lo único que te pido es que no aparezcas por aquí en toda la tarde ¿Estamos?

-Si mamá.

Lo único que asustaba a Chema era ver a su padre enfadado. Aunque Manuel fuera un hombre más bajo que él cuando se enfurecía, tenia una fuerza muscular y mental que le hacían materialmente imparable. Teniendo bien presente esto, Chema salió de su domicilio y empezó a subir la larga escalera, rumbo al tercer piso, en la puerta cuarta vivían sus tíos. Durante la subida se liberó de su auto-control permitiéndose retorcerse del dolor que sentía.

María se estaba completamente desnuda, preparada para entrar en la ducha, cuando sonó el timbre de la puerta.

-Voyyy – gritó Maria tapando su voluminoso cuerpo con la bata blanca de trabajo

Maria estaba hastiada, el día en el centro medico había sido muy duro. Terminó de abotonarse la bata de medico, justo antes de abrir la puerta.

-Ah... hola Chema ¿Que hay?

El jovenzuelo fijó su vista en la apertura frontal de la bata de su tía tan brevemente como su voluntad le permitió

-Ho... hola tía... mi... mi madre me a dicho que... que querías verme.

-¿Yo?... - Maria tardó unos segundos en recordar lo comentado con su hermano - ¡Ah, si! Se me había olvidado. Anda pasa

Por más que lo intentó a Chema le fue imposible disimular el dolor que sintió al sentarse en aquella silla del comedor. Su cara se tensó y sus dientes se apretaron.

-Bueno, veo que continuas con las molestias que me comentó tu padre.

-Si... bueno.... yo

-Tranquilo niño. Recuerda que soy tu tía y ademas soy tu medico de cabecera.

-Si... pero mamá no sabe que yo... bueno.

-O sea que Carmen no le has dicho nada del dolor en tus partes.

-N-no

-Es igual. Tampoco tiene porque enterarse.

Trascurrió un segundo de silencio, mientras Maria encendía uno de los cigarrillos mentolados que fumaba.

-Pues nada, me fumo este cigarrillo y pasamos al cuarto de consulta. Tendré que ver el aspecto de tus cosas ¿No?

A Maria le hizo mucha gracia que un chaval de aquella edad se mostrara tan vergonzoso, pero se abstuvo de manifestarlo.

Mientras tanto en casa de Chema, su madre se levanto de un salto dirigiéndose a la puerta, llevando en brazos y asida a su pezón derecho a Natalia.

Carmela quedó gratamente sorprendida al ver el abundante seno de su vecina metido en la boca de la bebé. No era que le gustaran especialmente las mujeres, era que materialmente cualquier cosa le despertaba la imaginación y la libido. Carmela no era mucho más alta que su vecina Carmen, pero sus caderas si eran bastante más grandes asi como su busto. Carmela siempre se había quejado de que los únicos sujetadores que se vendían de su talla, una 115, eran de vieja, más pasados de moda que los coches a caballos.

-Hola Carmela – dijo Carmen en un susurro – ssshhh, no despertemos a Natalia. Pasa, la pongo en la cuna y hablamos.

-Hola Carmen – contesto en el mismo tono

Mientras Carmen caminaba por el pasillo, Carmela pensó:“Esta será para la próxima fiestecilla. A Ramon le va a encantar”. Al mismo tiempo que contenía sus ansias por estrujar aquellas posaderas.

Al llegar al comedor, Carmen depositó a su hija en la cuna, inclinándose hacia delante y dando la espalda a su vecina. A Carmela le costó un tremendo esfuerzo no lanzarse a besar aquellas nalgas que se le ofrecían tapadas tan solo por una bata fina de estar por casa.

-Vamos a ver, - dijo Maria ya sentada tras la mesa metálica que le hacia las veces de mesa de consultorio. - tu padre me ha dicho que te duele “ahí abajo” pero no me ha sabido explicar nada más.

-Bueno yo.... es que.... - balbuceaba Chema, colocado en pie frente a su tía

-Vale, que te da corte ¿no?

-S-si... un... un poco – Chema casi se atraganta intentando tragar su propia saliva

-Pues empecemos por el principio ¿Tienes fiebre?

-No... no lo sé

-Bien quitate la camiseta

Chema hizo lo que su tia le pedía sin chistar. Maria admiró el cuerpo de su sobrino con mentalidad clínica. Nada de pelo en ninguna parte del torso, nada de barba solo una sutil pelusilla, tórax y abdomen musculados, al igual que los brazos. El chico tenia un cuerpo tan equilibrado como el David de Miguel Angel, pero la pubertad parecía ir con cierta lentitud en él.

Maria se levantó de su silla, al hacerlo se inclino un poco hacia delante, dejando expuesto el canal de sus senos a los ojos del muchacho. Entonces le dio la espalda rebuscando en la vitrina tras ella.

-Siéntate en la camilla Chema

Chema camino de espaldas hacia la camilla, no quería perder detalle del movimiento de las inmensas nalgas de su tía. Por fin llego a la camilla y un pensamiento atenazó su mente: “Estas enfermo. Que es tu tía ¡Joder!”

Maria notó el nerviosismo creciente en su sobrino mientras le tomaba la presión.

-Tranquilizate Chema que te va a dar algo.

-Es que... tía... yo... me duele y...

Las lecturas de presión y temperatura no parecían indicar infección alguna.

-¿No recuerdo si pasaste las paperas?

-Si tía, pasé las p-paperas a los 10 años... creo.

-Pues vamos a ver el producto de todos los males quitate los pantalones y tumbate. – dijo Maria dirigiéndose al pequeño archivo que tenía en casa con los historiales de familiares y vecinos.

Chema se deshizo de sus pantalones y sus zapatillas atropelladamente y dejándose los calzoncillos se tumbó en la camilla. Allí tumbado estuvo admirando aquellas nalgas que su conciencia le decía que no debían atraerle pero que le atraía. Su tía, mientras tanto, encontraba y leía atentamente el historial de Chema apoyada en el archivo.

En aquel momento Carmen terminaba de relatar la anécdota con pareja de canes de la que había sido testigo.

-Así que el perro la tenia grande ¿eh? - dijo Carmela en un susurro de voz pastosa

-Si

-¿Como de grande?

-Así – dijo Carmen indicando con las manos un espacio de unos 30 centímetros

-¡Joder! - continuó hablando Carmela en el mismo tono - ¡Tan grande! ¡Casi como la de Ramon! Y dime, ¿te pusiste cachonda?

-Como eres Carmela... pueeees, si un poco

-¿Un poco? ¡Ya!... Di la verdad seguro que pensaste en las cosas que te he explicado de mi marido ¿eh?

-Siiii... ¡Coño Carmela!¡Que bruta eres!

-Dejate de pavadas, te puso cachonda ver a los perritos follando y ya cuando te cruzaste con Ramon en la escalera... seguro que te corriste imaginándote el garrote de mi marido jodiéndote como el perro se jodió a su perrita.

La boca de Carmen estaba seca, los recuerdos que evocaban las palabras de su vecina hacían que su intimidad rezumara caldos que sin bragas que los recogieran, le resbalaban por el interior de sus muslos.

-Carmela, por favor... no seas así.

Maria era una medico experta, ya había visto materialmente de todo, pero no estaba preparada para lo que vio cuando sus manos enguantadas en látex bajaron los calzoncillos de Chema hasta dejarlos a medio muslo.

Los genitales del muchacho estaban formados por unos testículos enormes, al pene se le veían gran cantidad de lesiones subcutáneas que habían provocado una inflamación en la piel, incluso la piel del glande se veía inflamada, impidiendo que la piel se moviera de forma natural. No tenia más que una leve pelusa en la parte superior del pubis. Maria supo enseguida a que se debian esas lesiones.

-Pero niño... ¿Que le has hecho a tu aparato? ¡No me extraña que te duela!

-...

Chema tenía la cara vuelta hacia la pared y no contestó a la pregunta de su tía, estaba muerto de vergüenza, no quería mirar el escote de su tía para que su instrumento no reaccionara provocandole más dolor.

-Voy a tener que tocarte, si te duele demasiado me avisas ¿vale?

-S... si tía

Maria empezó su exploración por los testículos, apretándolos suavemente con las yemas de los dedos, tratando de encontrar alguna lesión. Una sola de aquellas bolas de carne no cabía en la rolliza mano de la doctora. Los testículos estaban muy duros y calientes, bajo la piel del escroto, se palpaban marcadas venas.

Los toqueteos de la doctora consiguieron lo que ella ya esperaba, lo que el muchacho estaba intentando evitar que ocurriera, el pene empezó a crecer, causando que la piel se tensara aún más, haciendo que el lacerante dolor aumentara.

Maria decidió quitarle hierro al asunto haciendo que Chema pensara en otra cosa

-Lo de su pito parece que te lo has provocado tú mismo. Te masturbas mucho ¿Verdad?

-¿Que.... que hago que?

-Te masturbas

-Tía... yo no sé lo...

-Que te masturbas mucho... - un halo de compresión pasó por la mente de Maria - ¡Que te haces pajas!

-Si... pero no... no

-¿Si pero no? - dijo la obesa doctora con una sonrisa, prosiguiendo con su palpación testicular - ¿Que quiere decir “si pero no”?

La vergüenza, el dolor que sentía y la distendida charla, estaban consiguiendo retrasar su erección, pero no impedirla, ya tenia el pene a media hasta. El dolor empezaba a humedecerle los ojos.

-Que nunca... he conseguido... ter-terminar

“¡Coño! Ni siquiera se ha corrido nunca conscientemente. Alguna polución nocturna seguro, pero nunca conscientemente.” pensó Maria. A ella siempre le habían gustado los muchachos vírgenes, en sus buenos tiempos había desvirgado a más de los que podía recordar. Pero jamás se lo había montado con alguien tan virgen que no hubiera sentido un orgasmo conscientemente. Su mente hizo reaccionar a su cuerpo, sintió un escalofrió, un súbito calor procedente de su entrepierna que subió hasta su cabeza haciéndola sudar. Su corazón empezó a latir con fuerza. “No pienses así, es tu sobrino, de la familia” se dijo a si misma. Pero una vez iniciada la reacción física le fue imposible controlarla del todo.

-Bueno. He terminado con estos, - dijo acariciándolos - ahora vamos a ver a tu amiguito.

Chema notó un profundo cambio en la voz de su pariente. Ese cambio de voz le contrajo el cuerpo haciendo que su instrumento se moviera como con vida propia. Maria percibió el movimiento del instrumento inflamado y en semi-erección, lo que le provocó una nueva oleada de calor.

Maria tocó levemente el instrumento con sus manos enguantadas. Una nueva oleada de calor. El sudor ahora era una catarata que empapaba su bata. En un nuevo arranque de control se giro dirigiéndose a su vitrina de medicamentos, al hacerlo le mostró a su sobrino la trasera de una bata empapada en sudor, haciendo que se marcara su gran anatomía trasera. “Necesito pomada antiséptica” se dijo a sí misma. Se entretuvo más de la cuenta rebuscando entre los medicamentos, necesitaba recuperar su control.

-Pues a mi Manuel nunca me ha hecho eso. -dujo una más que excitada Carmen - Parece asqueroso.

-Para nada nena. Dejate la moral a un lado. Te aseguro que no hay nada mejor que que te coma el coño alguien que sepa hacerlo. O piensas que a la perrita no le gustó que su macho le lamiera el chocho.

-Su-supongo que le gustó.

-¿Pero sabes lo que es aún mejor?

-¿Que?

-Que te laman la pipita al mismo tiempo que tienes una buena polla dentro.

Carmen se quedó alucinada. Jamas hubiera imaginado que teniendo un hombre de las características de Ramon se necesitara algo más.

-¿Quieres decir que a ti...?¿Con quien?

-La ultima vez la semana pasada con una vieja amiga de cuando estudiaba.

-¿Quieres decir que otra mujer y tú...con Ramon?

-Sip, eso quiero decir

-...

La imagen que se formó en la mente de Carmen fue tremenda, la dejó sin habla.

-¿Que pasa? Que se te moja el coño pensándolo ¿no? - dijo Carmela poniéndose en pie

-Yo... - dijo Carmen volviendo su cabeza para mirar la cuna de su hija

Cuando Maria se giró, vio a su sobrino con una erección total. Vio como el muchacho se llevaba su mano derecha a la cara, empapada de sudor y lagrimas.

La hombría de su sobrino parecía pequeña en comparación con las duras bolas que la acompañaban. Pero al empezar a extender la crema, anti inflamatoria y suavemente anestésica, observo que era de un tamaño bastante normal, “de 12 a 14 centímetros” pensó

-¿Te duele ahora? - dijo la doctora sin dejar de acariciar el tronco de carne con toda la mano aún enguantada.

-Si... mucho... tía – consiguió decir Chema controlando su llanto

-Pero la pomada te alivia ¿no?

-Si... tía

La verdad era que el dolor había bajado considerablemente con la frescura de la crema. Las caricias en su tronco de carne también le aliviaban, no, no le aliviaban, le estaban empezando a agradar, a agradar mucho. La respiración del muchacho se hizo levemente ruidosa.

María estaba al limite de su aguante. Apenas pudo rodear la endurecida e inflamada barra de carne con su mano, comenzando con un movimiento de lento sube y baja, sin apretar la lastimada carne, solamente acariciando el embadurnado pene, absteniéndose de tocar el cárdeno glande, que a pesar de la inflamación se liberó del prepucio con suavidad. La morbosidad de la matrona estaba al limite.

-Así que te la pelas mucho ¿eh?

-Si – contestó el muchacho sin destaparse los ojos, tratando de que su imaginación le hiciera disfrutar de aquella caricia

-Y ¿en quien piensas cuando te pajeas?

-Yo... mmmm.... pienso en.... - sometido a la dulce tortura no pudo mentir con respecto a las imágenes que en aquel momento desbordaban su mente. - en... Anitaaaahj

Aquello acabó de desarmar el control que le quedaba a Maria. “Esa maldita puta” pensó, mientras se dejaba caer en los brazos de la lascivia. No podía permitir que aquella mala mujer le quitara el virgo a su sobrino, ni siquiera en el pensamiento.

-Así que en Anita. ¿Que? Seguro que la has espiado alguna vez. Seguro que la has visto en cueros.

-No... mmmm... yo no....

-Tu no. ¿No la has visto desnuda o no has visto a ninguna mujer desnuda?

-A... a ninguna.... mmmm... solo en las revis... revistas. Mmmmm.... - la imaginación del muchacho estaba centrada en el esbelto cuerpo de aquella meretriz con la que se cruzaba tan a menudo.

La madre del muchacho, dos pisos más abajo, estaba clavándose las uñas, mientras asía con fuerza la cuna de su hijita. Carmela se había levantado y le estaba acariciando el pelo, mientras susurraba frases obscenas.

-Se que te gustará sentir el pollon de mi marido dentro. Podremos hacerlo en unos días. Los dos mamaremos de esas tetas cargadas de leche. - decía Carmela mientras sus manos acariciaban a su vecina por debajo de los sobacos, acercándose a los senos henchidos de leche materna.

-...

Carmen no podía contestar, los acontecimientos de aquel día y su carácter ardiente desmontaron por completo sus nociones de moralidad, sentía los estertores del orgasmo cada vez más próximos.

-Te follaremos entre los dos. Con el coño tan distendido como lo debes tener – siguió hablando Carmela, llevando ahora las manos al bajo vientre de su vecina, siempre por encima de la bata – seguro que te cabe toda la polla de Ramon, no como a mí.

Cuando notó como la mano de Carmela se abría pasa por la abertura de su bata, acariciándole su arrugado vientre, justo entre el ombligo y el pubis, moviendo su mano de derecha a izquierda, con la presión justa, acariciando casi como por accidente los abundantes pelos de la parte superior de su vagina.

Carmen tensó todos los músculos de su cuerpo, lanzando un grito abogado:

-Mmmmme viene.... mmmmmmmmmmmmm.... nnnnnnoooooooooohjjj..... asssssssíííí nnnnn.... nnnnnooooohhh.... mmmmmmmm...

-Tranquila cariño, esto es solo una muestra, a lo mejor dentro de unos días puedes sentirte llena de polla. - le susurró Carmela al oído, mientras le abrazaba la cabeza y con la mano libre seguí con la cuasi-sáfica caricia.

En el 3º 4ª el hijo de Carmen estaba a punto de sentir el mayor placer que jamás había sentido, el placer que hacía tanto que buscaba, y lo hacia avergonzado, tapándose los ojos con una mano. Mientras su doctora, su tía se había desabrochado la bata y quitado los guantes de látex y acariciaba ahora el amoratado glande con suavidad mientras le hablaba sin parar:

-Así que te gusta la puta de mi vecinita ¿eh?

-S-siiiiii....

-¿Quieres ver algo mejor?

-....mmmmmm..... - asintió Chema

Maria dejó por una fracción de segundo la incestuosa caricia, despojándose de la bata, Y retirando la mano que su sobrino tenia en la cara.

-Mira... ¡¡Que mires!!

Las abundantes carnes de Maria aparecieron ante Chema. Aquellas caderas anchas, aquel pubis peludo, aquella abultada barriga, pero sobre todo aquellas inmensas mamas con grandes pezones pálidos, le parecieron a Chema el paraíso, más que eso cuando la madura mujer se aproximó a él llevándole la misma mano que había retirado de sus ojos a tocar aquellas tetas que a Chema le parecieron gargantúreas.

-¿Que? ¿Te gustan las tetas de tu tía?

-Mmmmm.... ssssssss-ssssiiiiihhh.... - contestó Chema en un siseo

-Espera – dijo Maria estrujando sus pechos a la cara del excitado muchacho, al mismo tiempo que dirigía la joven mano a sus enormes nalgas – chupame las tetas niño.

La cara de Chema materialmente desapareció entre aquellas masas de carne.

-Mmmm... grrrfffs....mmmmmm...

-¿Te sigue gustando la puta esa?... ¡Mete la mano entre las nalgas!¡tienes que sobarlas bien!¡coño!

-Mmmmmm.... - el chico no podía contestar, apenas podía respirar pero no cesaba de lamer – grrroooommmmfff....

-Pues tu tía aún puede ser más puta que la niñata esa... ¡Vamos dame tu primera lechada! ¡Dásela a la puta de tu tía!

Chema sentía que algo inconmensurable se aproximaba. La sensación de ahogo provocada por aquellas mamas le había endurecido su pene más que nunca. La rápida pero suave caricia en su glande mezclada con el ahora sutil dolor genital le estaban llevando a un punto más allá del que jamas había llegado con sus caricias onanistas.

El apoteosis de los sentidos de Chema se produjo un segundo después de que los dedos de su mano derecha, se colaran entre las nalgas de su medico, cuando su dedo corazón llegó a rozar el agujero marrón de la madura mujer. Fue entonces cuando el cuerpo del muchacho tensó todos y cada uno de los músculos de su cuerpo, sus dientes se clavaron sin control en el pezón que tenia en la boca en aquel momento, sus uñas se clavaron en la enorme nalga.

-Mmmmmmmm.... grfffffmmm.... glrrrrrrmmmmm.... iiiiiiggggggrrr.... mmmmmmsssssssss.....

Maria percibió como el joven cuerpo se tensaba, percibió el intenso dolor en su pezón, percibió las uñas clavándose en su nalga, una de ellas muy cerca de su virginal ano. Pero lo que más percibió fue la quemazón que le produjo la primera descarga de simiente que su sobrino expulsó y que fue a parar a su espalda.

La madura doctora se enderezó, produciéndose a si misma un intenso dolor en el pezón al extraerlo de la mordiente boca de su sobrino.

-¡Asi! ¡Correte cabrón! -dijo la mujerona viendo como las abundantes y continuas descargas seminales se repartían entre el ombligo y el cuello de su sobrino

-Gaaaaaaaaahhh.... mmmmmmmm.... qqqq-que gusssssssstooooooooo..... mmmmmmmmmm...

-¡Eso es!¡Dale toda tu lechita al puton de tu tía! ¡Dásela!

Las descargas de esperma parecían no tener fin, unas más y otras menos potentes. Cuando parecían amainar volvían a adquirir fuerza. El placer que sintió Chema lo sintió como si estuviera fuera de su propio cuerpo.

Maria de dejo llevar y empleando su mano libre se introdujo tres dedos en su encharcada cueva, al hacerlo las uñas del muchacho parecieron clavarse más en su nalgas. Solo necesitó dos movimientos de entrada y salida de los dedos que hurgaban dentro de ella para estallar en un poderoso y casi olvidado orgasmo.

-¡AAAAAAAGGGG....! ¡ME PAJEOOOOH...! - grito María - ¡QUE PUTA SOYYYYYYYY...!¡ME CORRROOOOOOOOHHHH....! ¡COCHINOOOOOOHHHH....!¡MEEEEEEE... HACESSSSSS... VERRRRRMMMMMEEEEEEEEHHHHH...!¡COCHINOOOOOOOH....!

Los chillidos de María sacaron a Chema del trance. Miró a su tía asustado, sintiendo al mismo tiempo como las dos ultimas andanadas de esperma le daban los estertores del placer.

A la madre de Chema le temblaban las piernas mientras acompañaba a su vecina a la puerta. Carmen era presa de una mezcla de sensaciones: los residuos del placer producidos por el reciente orgasmo, que ese mismo orgasmo ayudara a provocarlo una mujer, el miedo y el deseo que le provocaban la posibilidad de un trió con el matrimonio vecino.

-No te preocupes Carmen, yo también me asusté la primera vez que me corrí con otra mujer.

-S-se me doblan las piernas.

-¿Que pasa?¿Es que nunca te has venido y después te han faltado las fuerzas?

-N-no

-Pues si te decides a montártelo con nosotros te garantizo que va a ser mucho más intenso.

-¿Máááááś?

-Si, chata – dijo Carmela dándole un beso a su tocaya en la comisura de los labios y salia por la puerta del domicilio de Carmen rumbo al suyo propio.

Carmen se quedó pensativa, temerosa y muy ansiosa, quería probar lo que Carmela le habia propuesto, pero al mismo tiempo el miedo no la dejaba decidirse.

Maria estaba arrodillada en el suelo, desmadejada. Su sobrino se puso en pie con un placentero esfuerzo para sus piernas.

-S-se me doblan las piernas.- dijo tendiéndole una mano a su tía para ayudarla.

Cuando Maria se hubo puesto en pie le dijo al muchacho:

-¡Joder niño! Que puta soy... no voy y me lo monto con mi sobrino.

-Pues a mi me ha gustado muuuuucho

-A mi también... y eso que no hemos probado lo mejor.

-Quieres decir.... meterte la....

-Si chico, si.... meterme esta pollita en el chocho – dijo la matrona mientras sacudía con una mano la hombría del joven con energía.

-¡Ay! ¡Duele!

-Pues hoy no podrá ser. Date una ducha, estas asqueroso. Te escribo como has de ponerte la pomada y dentro de unos días, cuando no te duela, quizá probemos.

Mientras Chema se aseaba, sentía una mezcla de ansia y temor, ansia por poder penetrar la vagina de una mujer que le deseaba, temor porque esa mujer que tanto le deseaba era su tía, la hermana de su padre.

Maria asomó la cabeza corriendo un poco la mampara de la ducha y mirando al joven con una sonrisa le dijo.

-Y sobre todo, no se te ocurra pelartela hasta entonces ¿estamos?

FIN

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