Vecinos libidinosos
Quien no ha tenido los típicos vecinos que siempre te miran cuando entras a casa, que espían por las ventanas o que te miran las tetas en el ascensor.
Desde que nos vinimos a vivir juntos hace casi 5 años, Mónica y yo, hemos cambiado de casa dos veces, pero esta última es la que más me gusta.
Tenemos unos vecinos muy simpáticos que desde que nos mudamos nos han ayudado a todo. Son dos hermanos cincuentones que viven juntos, ella enviudo muy joven y él se divorció hace unos años. Presumen de moral recta y de ser intelectuales. Aunque a mí realmente me da igual. Se portan muy bien con nosotros y sin su ayuda, lo hubiéramos pasado realmente mal. Así que hace un mes decidimos que al llegar Navidad le haríamos un buen regalo, algo especial que de alguna manera pagara todo lo que habían hecho por nosotros. El problema surgió cuando mi jefe dijo que no me pagaba la extra y el jefe de mi mujer, desapareció sin pagar varios meses de retraso que les debía. No solo íbamos a pasar unas navidades a base de patata y arroz, si no que el regalo que pretendíamos hacer se frustro.
No se cómo eso llego a oídos de nuestros vecinos, que muy sutilmente nos adelantaron mil euros para pasar la Navidad, ese detalle es algo por lo que siempre le estaré agradecido.
La forma tan humilde de entregarnos el dinero, su trato educado y sus elegantes maneras nos habían conquistado tanto a mi esposa como a mí. Dos días después de Navidad los invitamos a casa y tras una excelente cena los obsequiamos con un libro para él y un bonito collar para ella.
- Nos hubiera gustado haberos hecho un mejor regalo, pero las circunstancias ahora no son las mejores.
- No hay mejor regalo que teneros viviendo arriba, no te puedes imaginar cómo eran los anteriores inquilinos.
- Sois una bendición de dios, dijo la vecina.
- Nunca olvidaremos como os habéis portado con nosotros.
- Pues os pido una cosa: Tenéis que hacer menos ruido cuando hacéis el amor.
- ¿Tanto se oye? Dijo Mónica muy sofocada.
- Estas paredes son de papel.
- Nosotros llevamos tiempo sin catarlo y se hace duro oíros.
Todos reímos ante los comentarios de los vecinos.
- Claro con una mujer tan atractiva. Cualquiera no hace ruido. Añadió el.
- Mira y con un hombre así. Si yo tuviera 20 años menos no te escapabas dijo la vecina.
Nos sentimos halagados por esos comentarios, la verdad que éramos una pareja muy normalita, quizá un tanto pintoresca, pues yo mido 1,90 m. y Mónica 1,55 m, casi soy medio metro más alto, así que imaginaros lo que parecemos cuando paseamos juntos. Pero ella es muy guapa, con unos ojos verdes que resaltan tanto como su enorme pecho, unas de esas tetazas que te causan impresión cuando va por la calle con su ropita ajustada.
Cuando se fueron nuestros invitados, mi mujer y yo nos quedamos charlando de los maravillosa velada, de la suerte que teníamos de tenerlos bajo de nosotros. Pero lo que nos rondaba la cabeza fue el comentario pícaro sobre nosotros.
- Me dejo mosqueado el erotismo con que hablo de nosotros le dije a Mónica.
- ¿Crees que va con otra intención?
- No creo son cosas que se dicen con un par de copas de vino.
- Pues a mí no me importaría hacerle un favor añadió ella.
- ¿A él? Si tiene que tener cerca de 60. ¿te has vuelto una violadora de abuelos?
- No seas idiota, sin ellos estaríamos fatal. No veo más si les diéramos una sorpresita erótica.
- Pues no creo que se lo tomaran mal.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues no sé, desnudarme delante de él, hacerle un striptease, una paja o chupársela si quiere
- Joder, que fuerte eres. A mí que me toca follarme a la vieja ¿o qué?
Fue la víspera de año nuevo cuando note al subir al con ellos en el ascensor que no dejo de mirarle las tetas a mi mujer, mientras decía que le encantaba tener una chica tan guapa en el edificio. Unido a que esa misma tarde ayude a Luisa (la vecina) a subir la compra y medio en broma me palmeo el culo.
Cuando llegue a contárselo a Mónica me la encontré entusiasmada, de tal manera que le caían las lágrimas.
- ¿Qué pasa?
- No te lo vas a creer, Juan, el vecino, me ha conseguido un trabajo en un despacho de abogados. Les hace falta una administrativo. Es genial.
- Fantástico. ¿por eso lloras?
- Es que se están portando tan bien y nosotros podemos ofrecerles tan poco. Estoy pensando en pagárselo con sexo. El lleva mucho tiempo solo, desde que se divorció y sigue muy tocado.
- Desde luego algo tenemos que hacer me siento muy mal de no poder devolver tanto favor, pero sexo ¿estas segura? ¿Quieres follartelo?
- Quizá no tanto, pero alegrarles la navidad. Un striptease o algo asi
- Es un poco descabellado, pero podría valer. ¿Tú te atreves?
- Yo, si
- Esperemos que no se pongan dignos y nos rechacen. Podria ocurrir.
- No se van negar, ya veras
- Les decimos que queremos obsequiarlos con algo especial.
- No sé. ¿Crees que se lo tomarían bien?
- Ellos siempre van presumiendo de liberales. Y creo que no tienen sexo desde hace mucho tiempo. Ella siempre me está diciendo lo guapo que soy y él tiene una cara de salido
- A mi sabes que me gusta exhibirme. Podría ser divertido.
- Además verán que sabemos ser agradecidos.
- ¿Y si quieren más?
- Pues decimos que no y nos vamos. Aunque si te quedas desnudas las tetas va a querer tocártelas seguro
- Bueno, no me importa si quiere tocar las tetas mientras no se pase. Eso sí, tú tienes que dejar tocarte la polla, su hermana. Ja, ja, ja. Me voy a partir de risa como te lo haga y acabe masturbándote.
Aprovechamos que el día de año nuevo nos invitaron a tomar café, les dijimos que nosotros llevaríamos los dulces.
Yo me puse un tanga, mi mujer una braga brasileña y su mejor sujetador. Se calzo un zapato de tacón y en ropa interior fuimos sigilosos por la escalera, decididos a dar la gran sorpresa a nuestros queridos vecinos.
Estábamos nerviosos, nos preocupaba ¿Cómo se lo tomarían? ¿Y si no les gustaba? ¿Se sentirían ofendidos? Aunque a nadie le puede sentar mal encontrarse dos jóvenes cuerpos en ropa interior, no estamos nada mal físicamente. Sería casi como una broma. Así que llamamos al timbre, nos estaban esperando ambos en la puerta y al vernos quedaros fríos, sin saber cómo reaccionar, con caras de asombro. Era lógico, cualquiera no se queda boquiabierto al ver tan jugosa carne a la hora de la siesta. Para romper el silencio, dije yo entusiasmado:- ¡Feliz Año nuevo!
- Pero qué es esto.
- Te dije que traeríamos los pasteles. ¿Os gusta?
- Pasad no os quedéis en la puerta. Va a aparecer cualquier vecino.
- ¿A qué se debe esta sorpresa con tan poca ropa?
- Os merecéis un gran regalo después de lo que habéis hecho por nosotros este año. Y queríamos que fuera algo especial. Y ya te dije que siempre nos ha gustado lucir nuestros cuerpos
- Yo me hubiera conformado con unas pastas, pero esto no está nada mal. No era necesario esto, pero a nadie le amarga.
El vecino río. Entramos al salón, era una confortable estancia con múltiples estanterías llenas de libros, un equipo de música muy moderno, no había televisión y un gran sofá flanqueado por un par de sillones la completaba.
- ¿Qué queréis tomar?
- Café
- Sí, yo también. El mío con leche.
Ambos salieron de la habitación dejándonos solos.
- Me encantaría saber que están hablando.
- A mí también ¿Qué crees que esperaran?
- No lo sé. Pero ahora es buen momento para desnudarnos, quítate el tanga, me ordeno mientras ella se despojaba del sujetador y de la escueta braguita.
- Pongámonos de espaldas a la puerta y cuando entren, nos volvemos. Se llevaran una buena sorpresa.
Una leve carcajada se dibujó en su rostro, me beso suave: – que emocionante.
La puerta se abrió y se toparon inesperadamente de bruces con nuestras espaldas. El hombre portaba una bandeja con turrones, detrás, la mujer traía otra con el café. Al percatarnos de su presencia, nos volvimos, mostrándonos desnudos. La vista de la talla 36HH del busto de mi mujer que colgaba como dos cantaros y de mi vigorosa verga, impresionaron a nuestros anfitriones, tal que la bandeja de dulces rodo por los suelos y parte de una taza de café se derramo.
- No os pongáis nerviosos. Este es nuestra modesta forma de daros las gracias. Dijo Mónica. Queríamos regalaros un baile con striptease, pero nos pareció ridículo.
- Así que mejor una café nudista. Ja,ja,ja. Añadí al reír con una vergonzosa sonrisa.
- Que grata sorpresa. Dijo el hombre alzando la cara mientras terminaba de recoger los turrones desperdigados por la alfombra.
- Si, muy bien, afirmaba la anfitriona con los ojos todavía como platos, y una excitante cara libidinosa.
El hombre centraba la vista en el generoso busto de Mónica, las dos tetas colgaban turgentes, desafiantes, bien puestas, redondas, voluptuosas, llamaban a ser devoradas.
Se apresuró frente a ella, sin mirarla a la cara, extendió las manos: – ¿Puedo? Pregunto dirigiéndose a mí.
- Soy yo la que tiene que responder. ¡Si, puedes! Sonrió Mónica, entregada en convicción a ser sobada.
El hombre no pudo con tan generoso busto, las ubres se le escapaban entre las manos deseosas de amasarlas. Se emborracho de pechos, los agarraba como podía, los sostenía y apretaba con deseo. Jugueteo con los pezones y acabo poniéndolos erectos, el tamaño de la aureola aumento al igual que lo hizo la excitación de Mónica. Disfruto de ellos como si el tiempo hubiera pasado despacio desde que tuvo carne similar que poder acariciar.
- ¿Te gustan?
- Son magníficas.
Mónica reía complaciente mientras era manoseada, se mostraba complaciente, servicial, como una concubina dispuesta a agradar a su amo, se volvió, encorvo su espalda, empino el culo y, lo ofreció. El vecino disfruto de la parte delantera y trasera al mismo tiempo. Fue una agradable opción para él; lo abordó con caricias, despacio, deslizando los dedos sobre la curvatura perfecta del glúteo, junto con la delicada suavidad de su ubre sostenida por su mano derecha.
Me hubiera gustado a mí hacerlo. Era una postura sumamente erótica, mágica, casi pornográfica. Lo percibí de esa manera, viendo al vecino apretar las carnes de mi mujer, con suma libertad, sin apuros, con naturalidad, aprovechando la situación que se planteaba. Duros apretones en las tetas y fuertes palmadas en el pompis para acabar.
- ¡Estás muy rica!
Teníamos claro que el primer objetivo serían los exuberantes pechos de Mónica, una talla 120 no puede pasar desapercibida y cualquiera en su sano juicio no dejaría pasar la oportunidad de abordar unas boobies de tal tamaño si se las ponen delante. Era algo que entraba en el juego y mi mujer contaba con ello desde el momento que entramos por la puerta.
Nos acomodamos a tomar el café, ellos en el sofá y yo en uno de los brazos del sillón donde estaba sentada Mónica. Nos mostrábamos risueños, joviales, su agrado nos tranquilizaba, nos sentíamos bien al notar que no estaban incomodos, que les gustaba, sin tapujos.
- ¿Cómo se os ha ocurrido esto?
- Bueno, temíamos que os enfadarais.
- En absoluto. Es divertido. Estáis muy bien. ¿Y ahora qué?
- Yo me considero exhibicionista, le dije en tono desafiante ¿Y tú? ¿Te gusta mirar?
- Si es una mujer como la tuya: Si. Me encanta.
- A mi marido que en paz descanse, le encantaban las tetas grandes. Siempre quería poner su pene entre las mías, pero yo no las tengo muy grandes. Intervino nerviosa la vecina.
- Pues eso que te ganas, pues todos los tíos con los que he salido preferían que les hiciera una cubana a follarme. Rio mi mujer.
Continuamos conversando, riendo, expresándonos de forma obscena, transformando los comienzos sensuales en lujuriosos comentarios subiendo la temperatura de la conversación. Las calmadas miradas, eran cada vez más frívolas, a pesar de que intentaban actuar con naturalidad, se notaba como los ojos de él, se dirigían a los colgantes melones de mi mujer y los de ella a mi entrepierna.
He de reconocer que la situación me ponía cachondo, era una sensación entre morbo y vergüenza; no estaba acostumbrado a estar desnudo delante de extraños, y mi excitación se trasladaba a mi pene, que poco a poco entraba en erección, algo que llamo la atención de todos e hizo tomar la iniciativa a mi mujer.
Me agarro la verga, entre risas, jugueteando con ella.
- ¿Quieres probar? Le pregunto a la vecina que miraba interesada y de un salto se puso a mi lado.
- Deja, deja. Yo me encargo. Ordenaba mientras hacía levantarse a mi mujer del sillón y se sentaba junto a mí para agarrarme la polla y masturbarme.
Y puedo asegurar que la señora no lo hacía nada mal, agarraba mi falo con destreza y suavidad, rozaba el glande con dulzura deleitándose en cada movimiento
Mónica desplazada de su sitio, quedo de pie frente al hombre, los pechos le colgaban más que nunca, exuberantes, ante la mirada lasciva del vecino que le invito a sentarse junto a él.
- Tú también la tienes dura. Advirtió ella al acariciar la bragueta y notar la fortaleza del pene.
- Naturalmente crees que con esas tetazas delante uno no se excita.
- Adelante. Respondió ella
Ante la invitación, irrumpió de nuevo en sus pechos, agarrándolos y chupando los pezones con avidez mientras la otra mano se deslizaba a su coño depilado, buscando con habilidad la zona húmeda.
La habitación se llenó de gemidos, de cuerpos retorcidos por el placer de las manos, unos masturbándonos a otros, era para todos un regalo navideño lleno de sexualidad. Me gustaba ver a mi mujer jadeando, tocándose el pezón de la teta que el vecino dejaba libre y me reconfortaba saber que la polla del otro era mucho más pequeña que la mía. Que crecía y crecía con las manotadas de la vecina que recibía mi mano en su apretado y peludo sexo. Su excitación le hizo meterse mi polla en la boca. Como la chupaba la vieja, nunca me habían hecho nada igual, mientras me lo hacía le metí dos dedos en su coño, lo tenía apretado, le incomodo pero siguió chupando con ardor.
No pensé que llegaríamos a esto, estábamos con los vecinos en plena orgia “masturbatoria”. Ni cuando se nos ocurrió la idea imagine esta controvertida situación, ni la reacción positiva de nuestros vecinos, sobre todo de ella, siempre me parecieron asépticos para este tema, sin embargo aceptaron, les gusto vernos desnudos y les apeteció sexo. Había algo que me confundía, quizá la poca sensibilidad que tuvieron hacia nosotros, la rapidez con la que se lanzó a sobar a mi mujer, una persona que había sido antes tan amigo, casi un familiar.
Satisfecho ya de chupar y toquetear los inmensos melones de mi mujer, de un salto se puso en medio de sus piernas, y con suma rapidez metió la polla en el húmedo coño de Mónica. Entre la aceptación y la repulsión Mónica le dijo:- ¡No! Follar, no. Pero al mismo tiempo que lo decía abría más las piernas y lo dejaba entrar, acomodándose para ello. El hombre arrodillado, se la metía todo lo que podía, incitado por sus enormes senos moviéndose de un lado a otro, como flanes, en cada embestida.
- No, No, follar no, dios mío.
- Venga mujer con lo que he hecho por ti, no vas a consentirme esto.
- Pero no te corras dentro.
Hubiera hecho algo al respecto, pero no observe más resistencia en mi mujer, sino un dejarse llevar por las circunstancias y yo estaba a punto de correrme, la señora me lamia la punta del prepucio despacito. Le dije:- ya va.
- Quiero que te corras en mi boca. Me respondió.
- ¿Seguro?
- Quiero tragármelo. Y continúo suavemente lamiendo la punta de mi pene.
¡Caray! nunca me lo habían hecho. La señora continúo chupando hasta que me fui dentro de su garganta. Fue maravilloso. Me relamió hasta la última gota. Que guarra pensé, pero que gustazo me di. Pero lo que estaba por llegar me iba a gustar menos. La señora se fue y yo me quede contemplando al viejo follando a mi mujer.
El hombre le pidió que se volviera de espaldas y la follo de rodillas por detrás sobre el sofá. Me gusto verlo, y más cuando ella giraba su cabeza buscándome, como diciéndome que no quería haber llegado a esa situación. Pero mi vecino estaba satisfecho, penetrando unas nalgas tan redondas y jóvenes, mirando el bamboleo de los pesados pechos, mientras la culeaba sus tetazas como péndulos subían y bajaban. Su visión acelero sus ganas de acabarse, lo note al observar sus embestidas más intensas cada vez y se abalanzaba sobre ella para agarrarle los pechos como un perro en celo. No me gusto esa postura y no me apetecía que se viniera dentro de ella.
- Córrete en sus tetas. Te va a gustar, le dije.
- Si ponla aquí, le ofreció mi mujer poniéndose de rodillas frente a él, e introduciendo el pene entre sus mamas.
Ella las apretaba y al poco tiempo de frotarse, derramaba su leche sobre el glorioso busto de mi esposa ante mi cornuda presencia. No puedo decir que me encantara, pero yo no me lo había pasado mal y la cara de Mónica aparentaba cierta satisfacción.
- ¿Os quedáis a cenar? Invito nuestro anfitrión. Luego podemos seguir.
- No podemos. Tenemos un compromiso.
Espere a que mi chica se quitara el semen del vecino y volvimos a casa.
Nos sentimos avergonzados de lo que paso y desde entonces notamos como si todo el vecindario lo supiera, cruzarnos con ellos en la escalera nos daba reparo, las constantes insinuaciones, las miradas, pero lo aguantamos, habían creado una extraña dependencia en nosotros.