Vecinos II.
El verano en que me acerqué a mi vecinito.
(anteriormente: mi vecino adolescente Chris se ha quedado solo una temporada en el apartamento de sus padres; luego de una tarde de piscina, y jugando videojuegos, descubrimos que nos gustamos, que nos deseamos...)
- Me toca a mi… - dijo Chris acariciando mi pecho. - o mejor dicho, te toca a ti.
Chris se decidió a tomar la iniciativa. Se acercó a mi cara y me dio un apasionado beso. A pesar de su inexperticie, ese beso me supo a gloria. Su lengua tocando la mia dio paso a una liberción de emociones que hace tiempo no sentía.
Se apartó violentamente de mi boca y comenzó a pasar su lengua pos mi cuello, a mordisquear mis orejas y acariciar mi pecho. Sus manos suaves hacían movimientos circulares, apenas tocando mis pectorales. Yo me dejé querer. Su lengua fue bajando, mojando tiernamente mi cuerpo. No podía más de la exitación.
Me puse de pie y lo senté en el sofá de un empujón. Puse mi pene frente a su cara. Él entendió de inmediato que yo había vuelto a tomar el control, y que quería su boca ahora en mi miembro erecto. Abrió la boca e introdujo mi glande en ella, apretando con los labios. Le pedí que tuviera cuidado con los dientes, error común en quienes no son aficionados a dar sexo oral. Pero al parecer no tenía de qué preocuparme. Sus labios humedecidos, masajeaban mi glande de manera tierna pero decidida. De a poco, muy lentamente, comenzó a introducir mi pene más profundo; estaba empapado de la viscosa mezcla de líquido preseminal y saliva, lo que hacía que su lengua se escurriera fácil y ligera. Llegó a un poco más allá de la mitad y comenzó el clásilo movimiento de entrada y salida.
Puse mi mano sobre su cabeza, acariciando su cabello, aún húmedo por la piscina, el que enredé con mis dedos. Usaba el cabello algo largo, y siempre desordenado. Con la otra mano, debo admitir, yo tocaba mi propio cuerpo. Mis tetillas rígidas, mis abdominales que se contraían. UN poco de narcisismo siempre me dejaba a mil. Chris se concentraba totalmente en abarcar mi pene lo más posible, dando un ritmo placentero. Pero yo quería más.
Jalé su cabello y él sacó mi pene de su boca. Me miró con inocencia, y le dije que pasaríamos a otra cosa. Me miró algo incómodo, entonces le pregunté si era virgen.
- Nunca me han penetrado - confesó algo tímido.
No dije nada; me limité a ayudarlo a ponerse de pie, lo abracé y le di un beso. Mientras tanto, mi mano derecha bajaba por su espalda, para juguetear con sus glúteos, preparándolo a lo que venía. Introduje suavemente un dedo, y Chris dió un respingo. Otro dedo. Jugueté en la entrada de su recto mientras continuaban los besos.Tres dedos. Esta vez exhaló una buena cantidad de aire, el que fue a parar a mi boca. Que situación más excitante.
Lo aparté con sutileza y fui a buscar condones y lubricante. Le apliqué a mi pene - protegido por el preservativo - y a la entrada del ano. Él se recostó sobre el suelo boca abajo, pero le dije que se diera vuelta, que quería verlo a la cara. Y como no, esa cara y esos ojos que me tenían loco. Siempre lo consideré un niño bonito. Hoy es un cuerpo maravilloso con el rostro inocente. Le indiqué que apoyara la columna en el suelo completamente, eso hacía que levantara las caderas. Separé sus piernas. Comencé la penetración lo más suavemente que pude. Hizo un gesto de incomodidad, así que de inmediato aceleré el ritmo, lo suficiente para que empezara a disfrutarlo. Mi experiencia me había dicho que el dolor es reemplazado por el placer, siempre que se estimulara a un ritmo adecuado: no muy lento, no muy rápido.
Esos primeros minutos - que sin duda alguna le provocaron algo de dolor - fueron más motivo de preocupación que de placer. Pero lo bueno tenía que llegar. Chris se relajó y comenzó a exhalar. La respiración continua era signo de que comenzaba a pasar un buen rato. Así que aceleré el ritmo y profundidad de mis embestidas.
Con las manos recorrí sus piernas, que estaban flexionadas. Acaricié los vellos claros que las cubrían. Apreté los muslos delgados, y jugué con su vello pubiano. Era más abundante de lo que aparecía. Mientras lo hacíamos, le dije que se masturbara, que podía hacerlo. Su pene estaba completamente erecto y lubricandose, así que merecía esa doble estimulación.
Chris tenía ya los ojos cerrados y emitía sonidos bastante graves. Nunca tuve la sensación de estar con un niño, sino que con un hombre que disfrutaba. Eso era un contraste frente a su cuerpo joven, delgado. El pecho lampiño se le llenó de semen, eyaculó bastante para ser la segunda descarga de la jornada. Así que yo procedí a relajar los esfínteres, y acelerar el ritmo un poco más. Al cabo de unos minutos yo estaba terminando también.
Él se esparcía el semen por el pecho y yo daba mis últimas agitadas en su ano. Me salí suavemente. Me quité el condón y me recosté junto a él. Ninguno dijo palabra alguna, pero nos seguimos acariciendo. Nos posicionamos de frente, y volvimos a besarnos.
Después de un par de minutos ambos estábamos listos para un segundo round. No fue el fin de la jornada. Pero eso, es otra historia.
(comentarios, críticas, felicitaciones o simplemente saludos, pueden escribirme a wyatt.hall@gmail.com)