Vecinos
Me le entrego a mi vecino con pasión poco después de haber parido.El deseo me enloqueció.
Vecinos
Durante el embarazo, el tipo se mudo al departamento que da frente con frente con el mío. El hombre no es feo ni buenmozo, es atractivo, maduro y me sonríe cada vez que me mira. Vive solo y no me interesa. Soy casada felizmente y mi marido me da todo lo que necesito en la cama y en la vida.
En el tiempo de mi preñez, me lo conseguía seguido en el ascensor y en el pasillo. Me saludaba amablemente y con afán ceremonial me decía siempre que iba a tener un varón. Yo trataba de no darle mucha confiancita y de contestar lo estrictamente necesario y cortes. Mis deseos sexuales se alborotaban y me daban unos calorones raros durante estos encuentros imprevistos – ¡Vainas de las hormonas de la preñez!- me decía para tranquilizarme.
Hoy me paso algo, muy probablemente, planeado por el diablo para poder reírse un rato a mi costa.
Hoy precisamente cumplo treinta días de parida. Acababa de darle de mamar al bebe (¡que fue varón!) y lo acosté para que reposara dos horas, antes de la próxima mamada. Las mamadas me están excitando demasiado últimamente, tanto, que debo masturbarme diariamente. La muchacha que me ayuda en los quehaceres de la casa, salió a hacer la compra diaria. Ella siempre se toma su tiempo.
Vi el cubo de la basura lleno y decidí salir a tirar la bolsa por el vertedero aledaño. Abrí la puerta y me asome al pasillo, furtiva, para evitar el encuentro con mis vecinas con las que no quería conversar, velozmente como siempre lo hago, salí a dejar el bulto en su lugar. Al devolverme, veo la puerta cerrándose con el viento, me apresuro a tratar de detenerla. Demasiado tarde, “slammm”… me ha quedado fuera, sin llaves, perpleja y por toda defensa contra el medio ambiente: una batica que transparentaba mi pantaletas y tenía manchas de leche en los pezones.
Momentos después el vecino llego de la calle y me ve medio desnuda intentando la imposibilidad de abrir una puerta sin la llave. A su pregunta obvia, contesto narrándole mi desdichada maniobra. Note cómo su mirada no disimulaba la emoción que le causaba la vista de mi figura, medio desnuda, descalza y transparente. Para terminar de completar el cuadro, mis pezones manando leche, me daban un aire de mamá, apetecible y provocadora.
Solución rápida: llamemos por teléfono a la muchacha para que regrese de inmediato.
Entro en su apartamento a realizar la llamada. El número no me viene a la mente. Estoy atribulada. Me siento en el sofá, mientras él va en busca de un vaso de agua. No me doy cuenta de que la batica apenas cubre a mitad de mis muslos.
Se sienta frente a mí, sus rodillas tocan las mías, toma mis manos y con palabras sosegantes me dice que me relaje para que pueda recordar el número. El mismo va marcando la serie de cifras que le dicto. Ninguna es. Al fin, la recuerdo y me logro comunicar. La muchacha me dice que en quince minutos estará aquí. Problema resuelto.
Me relaje sonriente e inconscientemente me acogió un estado de laxitud. Me dejo caer en el espaldar del asiento, y, es cuando me doy cuenta que la bata ha dejado al descubiertos mis muslos y parte de mi pantaletas. Me incorporo, tratando de recuperar mi decoro bajando lo que más posible mi corto vestuario. Pero ya era la viva imagen de la tentación. El, me miraba con deseo palpable.
Sin saber porque, ni de donde me salió, lo bese con pasión desbocadamente.
Su boca me respondió, mientras sus manos calientes subían por mis muslos apartándolos sin suavidad y atrapaban el calor de mi húmeda intimidad. Solo teníamos quince minutos.
Mis pantaletas bajaron con violencia y premura de violación. Su boca busco mi vientre. Con la fiebre que nos poseía, abrí sus pantalones y tome su miembro endurecido entre mis manos. No nos mirábamos, era una locura impersonal.
Corrí mi cadera hacia adelante sobre el cojín y abrí completamente mis piernas desnudas. Inmediatamente sentí su penetración furiosa y desesperada. Sus manos apretaban mis nalgas y mediante su empuje acompasado me taladraba con mas ahincó. Apurado y desquiciado.
Yo creo que no me había dado ni diez empujones cuando me llego el orgasmo, cruel y destripante. Luchaba por alargar el gusto que me daba cuando oí sus gritos y conjuros premonitorios del baño que le esperaba a mis entrañas. A la descarga de su semen sentí un segundo orgasmo que me cegó y me dejo sin respiración. Quede tirada en el asiento, abierta, chorreante y jadeante.
Todo había terminado. El tipo se levanto con rapidez y mientras se acomodaba su ropa, corrió en busca de una toalla húmeda. Me ayudo a limpiar el desmadre de leches que me escurrían: la de él y la de mis tetas alocadas.
Con la batica aun mostrando las huellas de la batalla, Salí sola al pasillo para esperar a la muchacha, quien tras muy pocos momentos de espera, apareció acezante, acalorada y azorada. Creo que su sobresalto le impidió fijarse en mi cara de mujer encendida por la satisfacción sexual. Me sentía colmada y relajada. Había resuelto el problema.
Al entrar al apartamento, corrimos alocadamente al cuarto del bebe: dormía como un bebe.
Entonces ella notó el estado húmedo de mi bata y me miro extrañada. Solo se me ocurrió decirle-¡niña, me asuste tanto que hasta me oriné!
Fin