Vecinos - 5.0 El perro

Ricardo ha aceptado ser el esclavo y perro de un verdadero macho y lo disfruta como nunca

Habían pasado 3 meses desde la primera vez que Ricardo vio el rostro de su Amo por primera vez. Desde entonces se veían por lo menos 3 veces por semana, siempre en el departamento de Ricardo, siempre a espaldas del novio, Ramiro. Por cierto, el nombre de su Amo era Víctor, lo cual tenía sentido, era un macho victorioso conquistador de culos.

Ricardo había perdido por completo el sentimiento de culpa que alguna vez tuviera. Amaba a Ramiro y su vida con él era maravillosa. El sexo con Ramiro era maravilloso. Pero con su Amo era diferente. Cuando estaba con su Amo, Ricardo se convertía en un perro fiel y sumiso, incapaz de desobeceder, ansioso por complacer a ese macho poderoso. Una de las cosas que más disfrutaba era cuando el Amo le dejaba oler sus axilas. Su Amo tenía un aroma delicioso, masculino y embriagador que hacía que su verga de perro goloso se parara enseguida y le hacía sentir cosquillas de excitación en el culo.

En los siguientes dias, Ricardo tuvo que atenerse a las estrictas instrucciones del Amo. Lo primero fue continuar con las sesiones de depilación. Según le informó, ese tratamiento le permitiría eliminar ese vello indeseable y dejar su piel de putito lampiña y tersa, como le gustaba al Amo.

Lo siguiente fue practicar una serie de ejercicios: Con uno de los dildos que le había regalado, Ricardo debía ejercitar su culo, insertando sólo la mitad del dildo y contrayendo y expandiendo el esfínter de forma que el dildo se alzara todo lo posible y luego bajara todo lo posible sin salirse. Ricardo le enviaría diariamente un video para evidenciar que obedecía. Con eso, el culo de Ricardo estaría tan tonificado como el resto de su cuerpo.

Finalmente, se estableció una rutina de encuentros. Victor lo visitaría todos los lunes miércoles y viernes, a las 12:00. Ricardo debía recibirlo desnudo, bien depilado, con una limpieza anal impecable. Lo único que podía “vestir” eran dos rodilleras de skater. Ni bien entrara Víctor, lo primero que debía hacer era gatear hacia él, con un collar en la boca y entregárselo en la mano. El Amo le colocaría el collar. Luego volvería al centro de la sala y recogería con la boca otro objeto: Un dildo con cola de perro. Se lo llevaría a su Amo, quien lo incrustaría en su culito hambriento. Las reglas eran claras. Mientras tuviera el collar y el dildo puestos, sería un Perro. Tendría prohibido emitir cualquier sonido que pudiera considerarse palabras pero podía gemir y lanzar cuantos sonidos quisiera, siempre que fueran "animales". Tampoco podía ponerse de pie a menos que su Amo se lo ordenara explícitamente (para eso eran las rodilleras). Finalmente, la regla más importante era que Ricardo aprovechara esas sesiones para acostumbrarse a su papel.

Una vez con el collar puesto, el Amo se descalzaba y Ricardo debía lamer sus pies, hasta dejarlos limpios. El sabor del sudor era salado y excitante. Terminando la bienvenida, Ricardo asumía la postura de “perro sentado”: En cuclillas, con la cadera suficientemente baja para que la cola de perro chocara con el suelo y se incrustara un poco más en su culo y con las patas delanteras apoyadas en puño. La espalda recta y la cabeza erguida. Víctor daría su aprobación mediante una palmada en la cabeza de su cachorro.

Hasta ahi era la rutina de cada encuentro. Posterior a eso, Víctor decidiría lo siguiente. A veces directamente le ordenaba gatear a la cama, donde acto seguido le sacaba el dildo y le metía su gorda verga sin miramientos hasta vaciarse en él, mientras Ricardo gemía furiosamente. Pero no siempre le daba ese gusto. A veces le ofrecía su verga, que el perrito Ricardo lamía golosamente, oliendo el potente aroma de macho que emanaba de los vellos púbicos de su Amo. A veces Víctor optaba por una rutina más tranquila: Le ponía en un cuenco comida para perro y su mascota debía comerla obedientemente. Muy rara vez Victor le quitaba el collar, pero cuando eso ocurría, era señal de que Ricardo debía asumir el papel de esclavo: Podía ponerse en pie y hablar, si su Amo lo permitía. Si le ponía el collar, inmediatamente debía ponerse en 4 y dejar de hablar.

Como quiera que fuera, Ricardo disfrutaba enormemente estar con Victor y cada vez se empeñaba más en complacerlo.

En algunas ocasiones Victor lo “sacaba a pasear” y esas eran ocasiones excitantes, pues siempre tenía un plan nuevo para su perro. Fue en una de esas veces que conoció por primera vez a otro Amo y perro.

Ese día, Victor le texteó diciendo que lo esperara fuera de su departamento. Para esas ocasiones, Ricardo también tenía instrucciones previas. Debía vestir únicamente con un pants de algodón, una sudadera y tenis sin calcetines. Y debía tener puesto el collar. Al principio, a Ricardo le ponía nervioso que alguien lo viera con un collar de perro puesto pero poco a poco se había hecho natural. Ese día fue igual. Salió y esperó unos minutos antes de la hora afuera de su edificio. Victor llegó en su auto y subió al mismo. Arrancaron. En la siguiente luz roja, Victor le ordenó quitarse la ropa y echarla al asiento de atrás. Ricardo se sorprendió un poco, ya que eso era nuevo. Estaban conduciendo en plena ciudad y había cierto tráfico… la perspectiva de estar desnudo en el asiento de copiloto y que alguien lo viera le dio miedo. Sin embargo, la mirada fija y severa de Victor le hizo ver que debía obedecer. Se quitó los tenis, el pants y sudadera y los aventó atrás. Víctor lo recompensó con una sonrisa y siguieron su camino. Ricardo estaba azorado, viendo las calles con un poco de vergüenza mientras sentía el tacto de las vestiduras de los asientos contra su piel desnuda. Su verga se erectó. Victor lo notó y volvió a sonreir.

Luego de un rato conduciendo, llegaron a una zona de calles estrechas y de casas austeras. Víctor se detuvo y señaló a la casa de enfrente, un portón negro.

  • Quiero que bajes, toques a la puerta y cuando te abran, vuelvas aqui con lo que te den.

Ricardo lo volteó a ver, incrédulo. ¿De verdad Víctor esperaba que saliera del auto, desnudo y a plena luz del día y tocara una puerta?

  • Venga, puto, ¿que esperas? -increpó Victor, con autoridad.

Ricardo miró alrededor. Aparentemente la calle estaba vacía. Las casas tenían ventanas pequeñas y con cortinas… Tomó una bocanada de aire, abrió la puerta del auto y salió rápidamente hacia el portón. Tocó el timbre… y esperó… pasaron 3 segundos… pasaron 5 segundos… pasaron 10 segundos… nada ocurría. Ricardo sentía que había pasado una eternidad. Miraba a ambos lados, nervioso, implorando que nadie apareciera en la calle y lo viera asi:  Desnudo salvo por un collar de perro. En ocasiones anteriores en que Victor lo había sacado a pasear, habían ido a sitios recónditos, en la cima de un cerro o en las partes solitarias de alguna carretera. En esas veces también lo hacía salir desnudo pero esta ocasión era diferente, estar así en plena ciudad. El sol iluminaba sus firmes músculos, brillantes debido a un ligero sudor, fruto del enorme nerviosismo de Ricardo.

Finalmente, luego de medio minuto angustioso, se abrió la puerta y apareció frente a él una figura humana que le tendió una bolsa. Ricardo estaba tan nervioso que ni siquiera se fijó en el muchacho que le abrió, simplemente tomó la bolsa y volvió apresurado al interior del auto. O por mejor decir, lo intento. Al llegar al auto, quiso abrir la puerta pero estaba asegurada. Lentamente, la ventanilla se abrió y su Amo desde el interior le dijo:

  • Bien hecho, perrito. Ahora quiero que te pongas lo que hay ahi.

Ricardo estaba temblando y sudoroso pero se apresuró a obedecer. Abrió la bolsa y sacó lo que parecía un arnés de cuero. A toda velocidad, con el corazón palpitante, se puso atropelladamente el arnés, que le caía por los hombros y se ajustaba en la parte superior del abdomen. Además del arnés, había muñequeras y tobilleras. Todo era de cuero negro, muy suave y de muy buena calidad. Finalmente, en la bolsa encontró una pequeña correa que de inicio no entendió.

  • Amarra tus huevos con eso, perro -le indicó su Amo

Ricardo lo hizo. Había pasado apenas un minuto a lo sumo pero Ricardo ya había perdido el sentido del tiempo. Miraba sin cesar a la calle y el sudor ahora recubría todo su cuerpo. El Amo se rió y con calma salió del auto.

  • Lo hiciste bien, puto. Ven, vamos adentro.

Victor caminó a la casa y entró. Ricardo le siguió y soltó un respiro de alivio cuando la puerta se cerró tras de él. Respiró agitadamente un par de veces más hasta que se tranquilizó. Sólo entonces vió que se encontraba en una recepcion decorada de forma moderna y austera. Había otras 3 personas: Su Amo, junto con otro hombre y el muchacho que le había dado la bolsa, a quien ahora sí pudo observar con calma: Tendría su edad o quizá unos 3 años menos, era delgado, blanco y de rasgos finos. Vestía exactamente el mismo arnés, tobilleras y muñequeras que él. Sus genitales, libres de vello, también estaban atados con el mismo cintillo de cuero.

  • Este es el nuevo puto, Víctor? Se ve bien -dijo el otro hombre, que se aproximó y empezó a tocar a Ricardo como quien inspecciona mercancía

  • Si, es este. Es bueno pero aún le falta mucho por aprender. Putito. Este es mi amigo, Silvano. Para ti es el Amo Silvano, ¿entendido? Y ese de ahi es otro puto como tú.

Los cuatro pasaron al cuarto contiguo, la sala de estar. Ahi, los dos hombres se sentaron en sendos sofás mientras que el otro esclavo se sentó con piernas cruzadas en el suelo. Ricardo lo imitó. Los dos Amos estuvieron hablando cómodamente, ignorando a sus esclavos. Ricardo veía discretamente tanto al Amo como a su esclavo. Silvano era un hombre pesado, no gordo pero sí fornido y con cierto volumen de vientre. Muy diferente al excelente físico de su propio Amo pero imponente a su manera. El otro esclavo no aparentaba curiosidad. Toda la escena parecía serle muy normal. Lo que sí le llamó la atención fue la verga del esclavo. Estaba flácida y le colgaba pero en ese estado se veía larga. Lo menos debía medir unos 18cm. Ricardo se preguntaba si al erectarse le crecería más. Lo otro que notó fue que no estaba circuncidado y que un espeso chorro de precum colgaba de su prepucio.

  • Mira, parece que tu perro tiene hambre… no deja de ver la verga del mío. -dijo Silvano. Aparentemente las miradas de Ricardo no habían sido tan discretas.

  • Jajaja, así es. Es una perrita hambrienta. Le encanta mamar pito -se burló Víctor-. Deberíamos ponerlos a jugar un rato. Que se conozcan.

A la orden de ambos amos, los perros se pusieron en 4 patas y se acercaron el uno al otro. Ricardo no sabía  muy bien qué hacer pero el otro tomó la iniciativa. Sacó la lengua y empezó a besarlo o mejor dicho a lamerlo. Luego de un rato, lo rodeó y se acercó a sus cuartos traseros. Pronto Ricardo sintió una cálida lengua chupando su agujero y empezó a jadear. Su verga se paró rápidamente mientras el otro chico le lamía el hoyo con gula.

  • Ahora, chico -dijo SIlvano

Apenas se oyeron estas palabras, Ricardo sintió de pronto el peso del otro encima de él y su ano ser abierto de golpe por su verga. Lanzó un gemido. La verga salió y casi de inmediato volvió a entrar con fuerza, abriéndolo aun más. Ya sin salir, el chico empezó a bombearlo con rapidez, con movimientos cortos y violentos. Ricardo gemía tanto de dolor como de placer. No estaba acostumbrado a ese ritmo y además tener al otro encima era cansado.

Victor y Silvano veían la escena y reían.

En menos de 5 minutos, el chico detuvo el frenesí y en cambio le dio otras tres estocadas como al principio. Luego lo desmontó y se retiró en 4 patas hasta sentarse junto a su amo, su verga larga goteando semen.

Ricardo se derrumbó en el piso, sintiendo un cálido líquido salir de su culo y derramarse entre sus testículos.

  • Perro, levántate, no manches el suelo con los fluidos de tu culo -ordenó Silvano.

  • Dejaste todo embarrado, puto. Asi no se puede quedar. Voltéate y limpialo con la lengua -le ordenó Victor.

Ricardo se volteó, con las piernas adoloridas. En el suelo había quedado un charco de semen y mucosa anal. Lo observó con detenimiento, luego alzó la mirada y se encontró con los ojos de los dos amos. Agachó la cabeza y sumisamente lamió el suelo hasta comerse todo el líquido. Estaba tibio y sabía bien, pensó.

  • Ven, perro, ya hay que irnos. Voltéate -anunció su amo. A continuación, Ricardo sintió una presión en su culo. Era el plug de cola que ya conocía-. Listo, así no vas a andar derramando la leche que te metieron.

Se dirigieron a la puerta y Victor le ordenó esperar en 4 patas. Se subió a su auto y desde ahi le abrió la puerta.

  • Ven acá, pero en 4 patas, puto -ordenó.

Ricardo se asomó discretamente. No parecía haber nadie en la calle aún. Contuvo el aliento y salió gateando tan rápido como pudo, agitando su cola de perro. Entró al auto aliviado. Volvieron a su departamento y durante el camino, Victor le permitió vestirse nuevamente, pero sin quitarse el plug. Para Ricardo era incómodo estar sentado en el auto con eso adentro, pues le presionaba las paredes internas del recto, aunque eso mismo le ocasionaba placer.

Despues de despedirse de su amo, Ricardo subió a su departamento. Fue grande su sorpresa al entrar y escuchar la voz de Ramiro… ¿que hacía Ramiro en casa a esa hora? ¿Habria visto a Ricardo llegar en el coche de Victor? El plug de cola abultaba el pants que usaba, era imposible de ocultar…


Retomando esta historia… comentarios bienvenidos.