Vecinos

En la finca de Aquí no hay quien viva también pasan cosas raras... José Miguel comienza a conocer a los nuevos vecinos...

Vecinos

Era viernes por la tarde y José Miguel acaba de llegar del colegio. ¡Qué calor que hacía! Venía casi chorreando de sudor, así que nada más llegar a casa se daría una duchita fresquita.

Cuando llegó al edificio se quedó hablando un rato con Emilio, y entonces vio bajar a su hermana. Iba muy arreglada y con una mochila

  • ¿A dónde vas? - le preguntó José Miguel.

  • Me voy con mis amigas y nos quedaremos todas a dormir en casa de una de ellas - le respondió -. Bueno, ¡adiós!

Y la chica se fue. Después de oír a Emilio comentar eso de las fiestas de mujeres, José Miguel se despidió y se fue para su casa, al segundo piso. Al entrar dejó la mochila sobre el suelo y se fue para su cuarto. Al pasar por la mesa del comedor vio una nota: Tu padre y yo nos hemos ido a dar una vuelta y a cenar. Te he dejado unos macarrones en la nevera, solo tienes que meterlos al microondas. Tu hermana no vendrá, y nosotros llegaremos tarde. Un beso.

  • ¡Guau! ¡Solo en casa! - pensó José Miguel con alegría.

Acto seguido comenzó a desvestirse para la ansiada duchita. Se quitó la camiseta y la tiró sobre el sillón. Luego se desprendió, ya en el cuarto de baño, de los pantalones, quedando en unos slips azules. Enchufó el agua de la bañera y empezó a esperar a que se calentase. Entonces sonó el timbre.

José Miguel miró antes quien era, y vio que era Pablo Guerra, el hijo de los vecinos de enfrente. Era un chico majo, pero José Miguel apenas lo conocía. Abrió un poco la puerta y asomó la cabeza. Pablo lo miró y parecía un poco extrañado por la postura de José Miguel.

  • Hola. Ya sé que no nos conocemos casi y tal, pero es que estoy solo en casa y un poco aburrido y venía a ver si podías dejarme algún juego de la Play para jugar un rato...

José Miguel se quedó pensativo un momento.

  • Bueno, vale, pasa y mira a ver cual quieres.

Y abrió la puerta, tapándose detrás para que el chico no le viese. Pablo pasó y se sentó en el sofá. Miró hacia donde estaba José Miguel, quien había cerrado la puerta. Lo vio de espaldas, en calzoncillos.

  • ¿Donde están? - preguntó Pablo, disimulando que le extrañaba la situación.

  • En la funda esa para CDs - dijo José Miguel, dándose la vuelta.

Pablo no pudo evitar mirarlo, su cuerpo infantil, y sus pómulos rosados, más de lo normal por lo vergonzoso del momento. En ese momento José Miguel se moría de vergüenza, mientras sentía que Pablo le recorría con la mirada.

  • Venga, no tengas vergüenza, ven y ayúdame a elegir alguno chulo - le animó Pablo.

José Miguel se lo pensó y fue y se sentó en el sofá al lado de Pablo, y se pusieron a ver y comentar los videojuegos, a ver cuál era mejor. Empezaron a hablar y a hacer bromas, con colegueo. En eso que Pablo agarró a José Miguel en el pecho.

  • Tienes tetas, eeh - bromeó.

  • Sí, pero lo otro lo tengo de tío - respondió riendo José Miguel, señalándose entre las piernas.

  • Sí, sí, eso no cuela - dijo Pablo, riendo e incitándolo.

Empezaron a pelearse de broma sobre el sofá del salón. José Miguel se tiró sobre el chico, golpeándolo ligeramente en el abdomen. Mientras hacía esto, sentía como las manos de Pablo le pasaban por todo el cuerpo, como si tratara de sujetarlo. Pronto se dio cuenta de que le estaba acariciando la espalda, y entonces paró, y se quedaron así, uno encima del otro. José Miguel notó como Pablo le miraba tiernamente a los oscuros ojitos, entre sus mejillas. También notó como lentamente acercaba a él su cabeza, y su cabeza se convirtió en un mar de dudas.

Antes de que José Miguel pudiese reaccionar, los labios de Pablo se unieron a los suyos, en un cálido beso. En seguida, José Miguel se despegó, asustado. Él nunca se había planteado besarse con un chico... bueno, ciertamente no se había planteado besarse con nadie, pero menos con un chico. Pero entonces comenzó a sentir algo raro, y notó como su pene crecía dentro del slip.

  • ¿Qué piensas? - dijo cálidamente Pablo, al verlo así.

  • Estoy confundido - respondió José Miguel, y se incorporó y se sentó. Al sentarse, Pablo vio su erección, estirando la tela de la ropa interior, luchando por salir al exterior.

  • Tu cuerpo parece tenerlo bastante claro - dijo Pablo mirándole directamente al miembro y acercándose a José Miguel. José Miguel se giró y se encontró con sus labios, los cuales se juntaron de nuevo. Mientras se besaban, José Miguel cerró los ojos y pensó que le estaba gustando aquello, que disfrutaba de los húmedos y calientes labios de Pablo. Entonces comenzó a sentir placer al notar que algo le masajeada la polla. Se separó de los labios de Pablo, aún con los ojos cerrados, y comenzó a gemir débilmente. El masaje cada vez más rápido que le hacía Pablo lo estaba llevando casi al orgasmo.

Pero de repente, el masaje cesó. José Miguel paró de gemir y abrió los ojos, y vio a Pablo arrodillado delante suya. Éste cogió la goma de sus calzoncillos y comenzó a bajarlos. José Miguel colaboró en liberar a su necesitada polla, la cual saltó como un resorte, mirando hacia el techo. Era pequeña y corta, de piel suave y rosada, y unos pocos pelos morenos y cortos la coronaban. Pablo no pudo resistirse más y se lanzó a por ese dulce que se presentaba ante él.

A la primera lamida lasciva de Pablo, José Miguel soltó un gemido de auténtico placer. Mientras éste le lamía todo el glande, José Miguel, con los ojos cerrados, solo luchaba por no morirse ahí mismo de gusto. Instantes después, al sentir como se la introducía en la boca, se agarró a la tela del sofá y sintió como una sensación le subía por todo el cuerpo e iba directamente a su pito, dándole una placentera descarga. Su semen se liberó, y Pablo se apresuró a tragarlo.

José Miguel perdió la consciencia durante un segundo, antes de abrir los ojos y ver a Pablo relamiéndose.

  • ¡Joder! - consiguió proferir José Miguel.

Pablo sonrió, se agachó a acariciarle la cara a José Miguel, y cogió la caja de CDs.

  • Te cojo este - dijo mostrando uno. - Ya sabes que estoy en casa para lo que quieras.

José Miguel lo vio irse por la puerta y se miró a si mismo. Miró su pene ya flácido, pero aún húmedo. Sonriendo, se levantó y fue a la ducha. Luego se pasaría a ver a su vecino.