Vecinos - 1.0 Llamada anónima

Dos novios, Ramiro y Ricardo, parecen vivir en perfecta relación hasta que un anónimo comienza un juego de cazador en la que hara caer poco a poco a los dos amantes hasta llevarlos a extremos sexuales que no imaginaban...

Vecinos - 1.0 Llamada anónima

En un edificio de departamentos de una gran ciudad como muchas otras viven Ramiro y Ricardo. Ramiro tiene 25 años, trabaja en una empresa como gerente junior de cuentas, departamento de marketing. Ricardo tiene 23. Estudió literatura pero nunca se ha empleado profesionalmente. A veces hace trabajos de diseño gráfico en sitios de internet y se le da bien pero por ahora se queda en casa tratando de escribir una novela. Ramiro es alto, 183 cm. Es de espaldas anchas, pecho amplio y buenos músculos. Piel morena, prácticamente lampiño. Cabello negro y cortado a la moda. Viste de traje en el trabajo y deportivo en casa. Ricardo es algo más bajo, 172 cm. Es del tipo afibrado. Es de piel más blanca y tiene algo de vello, un fino camino en el abdomen. Su cabello es castaño oscuro y sus ojos también. Sonríe mucho y viste casual. Los dos son pareja desde hace 3 años. Ramiro es 100% activo y Ricardo 100% pasivo. Cogen por lo menos 4 veces a la semana. A Ricardo le gusta en las mañanas pero casi nunca se puede, pues Ramiro se va temprano al trabajo. Ricardo se desquita los sábados y domingos, obligando a Ramiro a meterle sus 18 cm antes del desayuno. Obligar es sarcasmo, pues Ramiro adora penetrar a su novio. Su departamento está en el treceavo piso de un edificio de quince. Varios de sus vecinos los conocen y saben que son pareja pero no se meten con ellos. Es un buen barrio. Se vive bien y sin problemas.

Una mañana como cualquiera, Ricardo preparaba el almuerzo. Sonó el celular. Contesta con buen humor preguntando quién era. Suena una voz, masculina, adulta.

“Eres un putito delicioso. Me encanta la forma en que paras las nalgas cuando te la meten”

Ricardo se sorprende. No es para menos. Nunca le habían hablado por teléfono así, tan de repente, diciendo ese tipo de cosas como si nada.

“¿Quién es?”

“Y la forma en que mueves la cadera para que te entre mejor es hermosa. Se ve que disfrutas la verga, papito. Verás que la mía te hace gemir como el puto que eres”

La voz ignoró totalmente su pregunta. Ricardo cuelga, nervioso. El teléfono no vuelve a sonar. Ricardo se queda pensativo… ¿Quien sería?

El resto del día pasa sin novedad. En la noche, Ramiro y Ricardo cenan y conversan como siempre. Ricardo prefiere no decir nada sobre la llamada. Terminan de cenar. Ramiro lava los platos mientras Ricardo plancha la camisa que su novio se llevará mañana al trabajo. De pronto siente unas manos alrededor de su cintura, que suben rápidamente llevándose de paso su playera. Unos labios se posan en su cuello con voracidad. Ricardo apenas tiene tiempo de apagar la plancha y darse media vuelta antes que Ramiro lo tire a la cama y empiezan a besarse, manos por doquier, ropa cada vez más ausente. Gemidos.

Al día siguiente, Ricardo ya había olvidado el incidente, mejor recordaba los besos fogosos que Ramiro le había dado en sus pezones. Sentado en su escritorio, vagaba su mente tratando de centrarse en escribir, sin mucho éxito. Suena el celular. Contesta casualmente. Podría ser cualquiera.

“Que rico te dejas coger, puto. Tu novio sabe como prenderte pero además se ve que aflojas las nalgas muy fácil”

La misma voz, con ese tono familiar e insolente.

“¿Quien es? ¿Cómo consiguió este número?” replica Ricardo, tratando de parecer molesto.

Lo está pero quizá el sentimiento que más le gana en ese momento es la vergüenza, un poco azoramiento, sentirse degradado a puto por una voz anónima que, sin embargo, no está diciendo exactamente mentiras…

“Soy un macho, putito, un macho que quiere tu culo y que lo tendrá muy pronto”

“Déjese de bromas. Voy a colgar”

“No bromeo. Y lo sabes. Sabes que digo la verdad. Eres un puto tragavergas y te gusta. Lo sabes y por eso no me vas a colgar”

Ricardo se queda pasmado… No sabe cómo reaccionar. Ahí está esa voz, insultándolo y lejos de mandarlo a la mierda y recuperar su dignidad, está ahí, a la espera de que la voz masculina y poderosa prosiga.

“Seguro tu novio está contento de tener un culito tan rico. Dime, puto, tu novio te llena de leche? Te lo llenó bien ayer después de cenar? No tienes que contestar. Sé muy bien que te llenó y que todavía tuviste los huevos para meterte su verga en la boca y limpiarle los mecos. Que hambre tenías…”

Ricardo finalmente salió de su estupor y colgó. ¿Qué era eso? ¿Quién era esa voz? Se quedó un rato en silencio, pensando en eso y, muy a su pesar, en el recuerdo del sabor dulce del semen caliente de Ramiro de la noche anterior, que momentos antes lo había penetrado…

Al día siguiente Ricardo estuvo al acecho todo el día. Distraído, no conseguía concentrarse en ninguna de sus tareas habituales, esperando la llamada de la voz misteriosa. Cuando, alrededor de las 2 de la tarde, su celular sonó, marcando el mismo número privado, contestó casi de inmediato

“Hola, puto” dijo la voz con gran tranquilidad

“¿Dime quien eres? ¿Que quieres?”

“Ya te lo dije, quiero tu culo, te quiero a ti. Quiero un putito que me de sus nalgas cuando y cómo yo te ordene”

“¿Cómo conseguiste mi número? ¿Cómo sabes quien soy?”

“Lo sabrás a su debido tiempo, perro”

“No, quiero saberlo ahora”

“¿Quieres saber quien soy?”

“Si, quiero”

“Te daré una muestra de mi. Para que vayas conociendo a tu macho” la voz colgó.

Pocos segundos después, llegó una imagen al celular. Ricardo la observa. Es una verga. Impresionante. Mide al menos 23 cm, es gruesa, morena. Los huevos son grandes y pesados. Nada de vello. De la punta del grande y bulboso glande brilla una gota de precum. Ricardo la observa fascinado. Reconoce a su pesar que es muy hermosa. Muy erótica. Muy deseable. Trata de alejar esas ideas, apagando el celular y yéndose al gimnasio.

Por la noche, cuando ya Ramiro duerme, los dos desnudos, Ricardo se para y va al baño. Prende su celular y vuelve a ver la foto de la colosal verga como la ha visto innumerables veces desde la tarde. Toma su propio pene. Apenas 17 cm pero totalmente duro. Se masturba con celeridad, un poco temeroso de que Ramiro despierte, mientras sigue viendo fijamente ese enorme falo. Al poco se viene, su semen cae sobre su mano y él, como acostumbra, lo ingiere golosamente… Vuelve a la cama. Las sábanas han descubierto el cuerpo de su amante, dejando expuestos sus genitales. La verga dormida de Ramiro está a la vista. Ricardo la observa, es la misma verga que lo ha penetrado tantas veces en los últimos años, la que le ha dado tanta felicidad. No es pequeña en absoluto, mide 19cm. Ramiro siempre le ha cumplido bien, le es fiel y lo ama. Debería ser suficiente y él debería estar agradecido de tener a Ramiro a su lado… Ricardo se duerme inquieto

Ahora no hay llamada. Simplemente otra imagen. La misma verga, pero en otro ángulo, y ahora acompañada de una mano que la sostiene por debajo. Una mano masculina, de dedos gruesos y fuertes. Ricardo vuelve a admirar el tamaño de ese falo, el poder oculto que parece brotar de su piel…

Siguiente día. Suena el celular

“Te gusto mi verga” No es pregunta, la voz simplemente afirma lo que ya sabe.

“Si quieres que siga en contacto contigo, quiero que me mandes ahora mismo una foto de tu culo de puto, tomada ahora mismo. Para saber que no haces truco, debes salir exactamente en la pose que te diga: En 4, con tu mano derecha abriendo tus nalgas y la izquierda tomando tus huevos. Tienes 10 minutos. Si no la mandas, jamás sabrás de mi y te perderás de disfrutar un macho de verdad, con una verga real, no como la de tu novio” cuelga.

Ricardo no sabe que hacer. Pasan 2… 3 minutos. Fácilmente podría ignorarlo y acabar todo de una vez. ¿Porqué tendría que ceder a la presión de ese desconocido? No tiene nada sobre él. Pero, por otro lado, sólo son fotos. No pasaría nada con mandar una y a cambio volver a ver otro shot de ese bello pene… Ya pasaron 6 minutos. Sin pérdida de tiempo, Ricardo se quita los pantalones y los boxers. Se le atora la ropa. Trabaja frenéticamente para organizar todo. Ya son 8 minutos. Coloca el teléfono…. Demonios, olvidó activar el temporizador... Se lanza a la cama y se pone en 4, el culo abierto al lente del celular, sus huevos colgando dentro de su mano izquierda. Suena el clic. Ricardo toma el celular y manda la foto justo a tiempo. Pocos segundos después la hora marca los 10 minutos. Un instante y la voz llama.

“Muy bien hecho, putito. Me gusta que obedezcas. Bonita foto” cuelga.

Llega una imagen. La misma verga que Ricardo quería ver, ahora, con un charco de semen frente a ella. Es blanco espeso y abundante. Ricardo lo ve, como hipnotizado… Cuando por fin reacciona, guarda el celular trata de seguir su dia como si nada. Ni se dio cuenta que en su afán de tomarse la foto, su cara ansiosa salió mirando a la cámara, sin que por ello se dejara ver su estrecho culo enmarcado entre sus carnosas nalgas.

Pasaron varios dias. Tomarse fotos se volvió rutina. Todos los días la voz le exigía una foto diferente, siempre de su culo. Cada vez más obscenas. Primero fue como antes, en 4. Luego de piernas abiertas, luego metiendo un dedo, luego dos. La voz exigía y Ricardo, como el puto que le decían que era, obedecía, cada vez más enganchado en ese juego que lo tenía tan excitado. A veces la voz lo recompensaba con fotos. No solo de su verga, sino de su torso y sus brazos. El hombre era, al parecer, tremendamente atlético, de piel morena y músculos firmes y bien definidos.

Un día, un mensajero llamó a la puerta. Dejó a Ricardo un paquete, envuelto en el típico papel amarillo, sin identificaciones ni leyendas. Antes de que pudiera abrirlo, sonó el teléfono.

“¿Cómo está mi puto Ricardo?” en alguna ocasión, le había exigido que le diera su nombre, a lo cual él había accedido. ¿Cuántos Ricardos no habría, después de todo?

“Sé que ya recibiste el paquete que te mandé. Quiero que lo abras, porque ahi encontrarás tu nueva tarea”

Ricardo se apresuró a abrirlo. En la caja había 3 objetos: Una especie de antifaz negra, un pequeño frasco de lubricante y un dildo. Era de silicon, de forma fálica y quizá de unos 16 cm de largo, delgado.

“Quiero que te metas ahora mismo ese dildo y me mandes una foto de tu culo lleno”

Ricardo estaba emocionado. Toda esa aventura (así la veía ahora) era erótica y le daba sabor a su vida, que, viendolo bien, era un poco aburrida. Se apresuró a obedecer. La foto salió genial: Él, totalmente desnudo, recostado en el sillón, con el dildo en su culo.

“Te ves tan puto, Ricardo. Y lo eres porque me obedeces en todo con tal de excitarte. Por cierto, ¿ya no te preguntas cómo supe donde vives tú y tu novio Ramiro? No importa, estoy seguro que a Ramiro le gustarán estas fotos” la voz colgó.

Ricardo se quedó helado. De momento se le hizo un nudo en el estómago. ¿Cómo era posible? Esa voz lo conocía, su casa. Conocía a Ramiro… y él, Ricardo, le había mandado fotos en posiciones sexuales… a un desconocido a quien sin querer le había dado forma de controlarlo…

Al dia siguiente, luego de 24 horas de tensión, Ricardo contestó el teléfono.

“Hola puto”

“Hola…” dijo Ricardo con voz queda.

“Escúchame bien, puto. Hoy me vas a conocer” Ricardo contiene el aliento “Iré a visitarte en una hora y quiero que hagas exactamente lo que te voy a decir. Si no lo haces, tu noviecito se enterará de las cosas que haces mientras él no está, mandando fotos de tu cola a extraños”

Ricardo escucha las instrucciones con claridad. La voz cuelga. El reloj marca las 11:13. El dueño de la voz llegará a las 12:00 en punto.

Son las 11:54. Ricardo ha seguido las instrucciones que le dieron. Se ha duchado (incluyendo limpieza “interna”) En la mesa del comedor ha dispuesto el frasco de lubricante, el dildo. Ya verificó que la puerta de entrada esté sin atrancar. Se encuentra totalmente desnudo en su sala, con el antifaz en las manos. Son las 11:59. Se pone el antifaz, de forma que le cubra totalmente los ojos. Se queda de pie, de espaldas a la puerta de entrada, con las manos en los costados. Son las 12:00.

Se oye la puerta abrirse. Ahi está, ha dejado que un desconocido entre a su casa. Podría ser peligroso. Podría ser. Pero también es excitante. Ricardo contiene la respiración mientras oye pisadas acercarse. Todos sus músculos están tensos. No ve nada a través del antifaz.

“Pon tus manos en la espalda” dice la voz. El mismo tono, la misma autoridad. Es él, sin duda.

Ricardo obedece, lleva sus manos a la espalda y el otro las acomoda con destreza. Se oye un clic y luego otro. Ricardo está esposado. Cada vez más indefenso. Y cada vez más excitado.

Ricardo es conducido a la recámara. Sabe que está ahí. Unas manos poderosas lo obligan a hincarse

“Abre grande la boca, puto. Vas a chupármela. Mucho cuidado y no me gusta”

Ricardo abre los labios. Un objeto se posa en su lengua. Es terso, rígido, cálido… y grueso. El falo se introduce lentamente en su garganta, explorando su nuevo territorio. Ricardo tiene tiempo de medir su calibre. La cabeza topa con el fondo de su garganta pero sigue empujando. Ricardo tiene mucha experiencia como garganta profunda, no tiene reflejo de vómito. Sin embargo, está acostumbrado a las dimensiones de la verga de Ramiro. Este nuevo falo es mucho más largo y más grueso. Sigue entrando cada vez con más resistencia pero sin detenerse. Ricardo se siente lleno e involuntariamente trata de alejarse. Casi instantáneamente una fuerte mano lo detiene por la nuca y le impide moverse. La verga entra totalmente, asfixiándolo. Se queda estática varios segundos. Ricardo intenta liberarse, sin poder evitarlo ante la falta de aire pero la mano es de hierro. Estar arrodillado y esposado tampoco le facilita las cosas. Empieza a toser pero ni aun así consigue suficiente aire. Sabe que podría morder esa verga, intentar escapar pero algo le dice que intentar algo así sería peor.

Finalmente la verga se retira de golpe. Ricardo tose y cae de costado, respira fuertemente. Por debajo del antifaz, lagrimea. El anónimo violador oral lo pone de nuevo de rodillas.

“Eso es para que veas quien manda. Si quiero que mames verga, mamarás verga aunque te ahogues. ¿Entendido? Ahora sigue chupando, puto”

De nuevo le introducen la verga en la boca. No tan profundo como antes. Nadie agarra su nuca esta vez. Ricardo entendió el mensaje, empieza a oscilar hacia atrás y hacia adelante, metiéndose él mismo la verga, dejándose coger por la boca sin pudor ni dignidad, con hambre.

Luego de un rato, durante el cual apenas se escuchan sonidos ahogados de la verga ensalivada entrando a la boca de Ricardo, el anónimo la saca. Hace que Ricardo se ponga de pie, lo voltea en dirección a la cama, le hace abrir las piernas, apoyando las rodillas al borde mismo del colchón y empuja su cabeza, hacia el frente, de forma que su tronco medio se derrumba sobre la cama. Por estar maniatado, Ricardo es incapaz de ofrecer resistencia, apenas consigue doblar la cabeza para evitar sofocarse contra el edredón. Como su cadera es más alta que el colchón, sólo su pecho está apoyado contra la cama. Su abdomen se eleva, al igual que sus nalgas, que queda casi apuntando al techo. Es una posición incómoda para él, pero queda claro que a su macho le gusta. Unas manos fuertes empiezan a acariciar sus glúteos, provocando en Ricardo escalofríos y gemidos de placer. Se siente vulnerable pero descubre que eso es justamente lo que le gusta. Esas manos recorren su culo sin vergüenza, a veces van más adelante hacia su espalda, atrás hacia sus muslos o debajo, acariciando suavemente sus testículos colgantes. Ricardo sigue gimiendo. Se siente puto. Se sabe puto. Le encanta.

De pronto, sin aviso, algo irrumpe en su culo. Como un pistón  en caída vertical, un dedo se introduce sin detenerse. Ricardo no puede evitar lanzar un grito. El dedo está lubricado pero aun así dolió. Casi de inmediato recibe una sonora nalgada en el glúteo izquierdo.

“Nada de quejas, perro” dice la voz “No quiero que vuelvas a gritar o te amordazaré. Puedes gemir, como putito”

El dedo sale y vuelve a entrar, de nuevo sale y adentro. No se detiene. Ricardo se acostumbra rápidamente al ritmo cuando de pronto ya no es un dedo, sino dos. Su cuerpo da un respingo pero consigue evitar el grito. El anónimo sigue penetrándolo a dos dedos con velocidad considerable. Ricardo siente placer. Mucho.Todo su cuerpo está tenso. Su cuello y su torso duelen por la incómoda postura pero la atención de Ricardo está puesta en la intrusión anal. El anónimo usa la mano libre para seguir acariciando las nalgas de su puto mientras con la derecha lo penetra sin cesar.

Siguiente paso. La mano se detiene. Un instante después vuelve a entrar, pero despacio, casi nada. Ricardo apenas tiene tiempo para darse cuenta porqué ese cambio: Ya no son dos dedos. Son tres. Y sin embargo entran de forma comparativamente fácil. El ano de Ricardo está dilatado y acepta sin problemas tres dedos. El anónimo se da cuenta de forma que apenas un minuto después de iniciar el ataque a tres dedos se detiene. Ricardo sabe lo que ocurrirá.Lo presentía desde un inicio. Después de haber mamado esa verga, lo deseaba. La cabeza del falo se posa sobre la entrada de su dilatado culo. Empieza a introducirse. Los primeros 10 cm casi ni se sienten, tan dilatado está, pero al alcanzar sus esfínteres internos, la verga encuentra algo de resistencia. Sin embargo no se detiene, apenas baja la velocidad. Ricardo siente la invasión, abriéndolo. Quiza hasta ahi era lo mismo que si fuera penetrado por Ramiro. Pero no. Es diferente ahora. Esta verga es más larga y queda claro que no tiene intención de detenerse hasta haber entrado totalmente. También es más gruesa, su culo ya se dio cuenta e intenta dilatarse a toda prisa, por su propio bien. Duele. Quiere gritar pero no se atreve, apenas lanza gemidos, para eso sí está autorizado. No es suficiente. Trata de compensarlo gimiendo más rápido, lo cual sólo refuerza lo humillante de la escena. Su verga ha estado dura todo el tiempo y ni siquiera el dolor que siente le hace perder la erección. Él no lo sabe de cierto pero ya han entrado 20 cm de carne en su culo. La verga se detiene. Ricardo respira entrecortadamente, se sabe lleno de verga.

Las manos lo toman por la cadera. De nuevo una pausa. Un, dos, tres, cuatro segundos. Las manos jalan fuertemente su cadera hacia atrás y los 3 cm restantes entran con un sonido apagado. Ricardo lanza un jadeo profundo mientras es abierto por ese enorme falo. Casi de inmediato se retira, sacando la mitad y vuelve a la carga. Sin reparos, empieza a bombear su culo. Con ritmo, con fuerza, con dominio. La verga entra y sale, agrandando el orificio a su gusto y tamaño. La piel de Ricardo está erizada. Su verga y sus pezones parecen piedras. Adora a esa verga. Adora a ese macho. Más que a Ramiro lo adora.

La cogida está por llegar a su fin. La verga ha aumentado su velocidad. Ya entra y sale sin problemas pues el ano de Ricardo cedió desde hace rato. En cuestión de segundos arremete con más violencia y se detiene y se convulsiona dentro. Ricardo sabe qué pasa: Lo están preñando, llenando de leche como cualquier puta barata. Es la primera vez que un hombre le deja los mecos dentro en muchos años ya que Ramiro acostumbra a eyacular en su boca o su cuerpo.

La verga tarda algunos minutos en salir, no tan rígida pero casi del mismo tamaño. El culo de Ricardo se siente extraño, vacío. Una mano lo frota, como sobándolo. Pero no es eso lo que hace. Al poco, siente unos dedos en la boca y una voz le ordena chupar. Es el semen recién salido de su culo y ahora se le ordena comerlo. Ricardo no puede negarse. Le encanta la leche como buen puto. El significado del acto no pasa desapercibido: El anónimo lo reclama como suyo, dándole su leche por delante y por detrás...

El anónimo hace que Ricardo se tumbe boca abajo en la cama. Le quita las esposas. Le ordena permanecer así 5 minutos. Se oyen pisadas… se oye la puerta cerrarse. ¿Se habrá ido? Quizá ya pueda voltearse, quitarse el antifaz. O quizá sea una prueba. Le dijo 5 minutos. Debe esperar. No quiere arriesgarse. Deja que pase el tiempo, quizá 10 o 15 minutos hasta que finalmente se atreve a erguirse. Se quita el antifaz. Está solo. No hay nada que evidencie que hace poco había alguien más ahí. Solo la humedad que se escurre de su culo abierto permanece como evidencia de haber sido cogido, de haberse convertido en el puto de otro hombre que no es su novio…

Primera entrega de esta historia. Ojalá les haya gustado. Sugerencias y críticas son bienvenidas.