Vecinito 4 (y final)

Final de aquella fabulosa noche

Llevé mi mirada a la entrepierna del muchacho. Viendo su media erección, con mis celos aplacados, sentí que yo había obrado mal, que Ulva jamás me perdonaría, que debía compensarlos a ambos por el placer recibido, por el sufrimiento que había provocado a mi esposa, por haber hecho que me liberara de mis celos, de mi ira.

Acerqué mi cara a aquella lampiña barra de carne que colgaba entre las piernas de Pablito, mientras él seguía con su mejilla puesta sobre la nalga de mi esposa, mirando el palpitante anillo anal. El muchacho ni siquiera cambio de posición al sentir como me introducida su pene morcillón en la boca, aunque mi felación no fue muy prolongada porque otra de mis necesidades físicas llamó mi atención.

Besé la mejilla de Ulva, acaricié el cabello de Pablo y salí del dormitorio dirigiéndome al baño a orinar y a asearme. Mientras orinaba pensaba en que mi hombría, seguramente, no podría con otro asalto esa noche, al asearme me invadió el miedo a lo que había hecho, miedo a las consecuencias de haber forzado a mi mujer a hacer algo que nunca había querido hacer, estaba convencido de que ella no me lo perdonaría jamas.

-¿Lo has pasado bien maricón? - dijo Ulva, aún tumbada boca abajo en la cama

-Yo... si... lo siento – balbuceé

-Me has dejado el culo roto.

La verdad es que me sonreí con aquella frase, el curioso acento de Ulva pronunciando aquellas erres me pareció divertido, por suerte ella no se dio cuenta de mi sonrisa.

-Voy a lavarme -dijo mi mujer secamente.

Cuando Hubo salido:

-Que bonito ha sido... - dijo Pablo mostrándome su nueva erección.

-El sexo siempre es bonito para alguien, pero creo que para mi mujer no lo ha sido.

-Si ella lo hubiera visto creo que también le hubiera gustado.

Pablito empezó a agitar su inhiesto sexo, no le dejé que lo hiciera durante demasiado tiempo. Agarre su mano por la muñeca al tiempo que me inclinaba para volver a meterme aquella palida y tersa carne en la boca.

-Mmmmm.... aaaaaaaaahhhh.... - gimió el muchacho – que fuert-te la chu.... chupasssss.... mmmmm...

Sentir la tersura de la fina piel del glande en mi paladar y en mi lengua me dio cierta sensación de poder que hizo que mi excitación subiera un poco, pero mi mente se hallaba fijada en lo que diría o haría Ulva. Seguí con mi felación, empleando toda mi experiencia, de tanto en tanto me la sacaba de la boca y golpeaba aquel bálano, centrándome el el frenillo, con la punta de la lengua.

Dada mi posición, de rodillas en la cama, entre las piernas de Pablito, no percibí cuando Ulva regresó del baño. Lo primero que sentí fueron las manos de mi esposa, colocándose una en cada una de mis nalgas. Ulva empezó a besar mi trasero por toda su superficie, evitando acercarse al ano.

-Eres un maricon... - decia ella – quiero ver como te rompen el culo... sera mi venganza... ¿me vas a dejar que vea como Pablo te rompe el culito?...

-Mmmmmm... - dije sacándome aquella carne invasora de la boca – si... lo intentaré.

-Pues venga... ¡¡Vamos!! - dijo ella dándome una dolorosa palmada en mi expuesta nalga derecha.

Con cierta velocidad y dudas cambié de posición esperando la penetración del muchacho.

En este punto de mi relato debo hacer el inciso de que conservé mi virginidad anal hasta muchos años más tarde (ver mi relato ”

De como perdí la virginidad anal”). Durante casi dos horas estuvimos intentándolo, pero fue imposible. Ni crema lubricante, ni lamidas en el ano, ni estar penetrando a Ulva mientras Pablito lo intentaba, nada, nada impidió que el dolor me hiciera zafarme de la penetración anal del pene del chico. Incluso trataron de forzarme, pero sin ser yo un Hercules, si que fui lo bastante fuerte para desembarazarme de una mujer y un muchacho imberbe.

-Seguro que yo si que podría.. – aseguró Pablito

Sentí un alivio y una envidia inmensos, pensando en que dejaríamos de intentar desvirgar mi entrada trasera y que aquel muchacho conseguiría lo que yo no había logrado.

Me tumbé en la cama. Cada uno de mis dos partenaires se situó de rodillas a cada lado de mi cuerpo, comenzando casi de inmediato una felación a dos bandas, tratando de que sus dos lenguas se encontraran teniendo mi hombría en medio de las dos bocas.

Nunca he sido de fácil recuperación, pero había pasado más de una hora de mi ultimo orgasmo así que mi badajo no tardo en transformarse en una barra de carne endurecida como la madera.

-Espera – dijo Ulva, dejando su trabajo bucal.

Mi esposa se aproximó a la mesilla recogió la pomada lubricante y se acomodó de rodillas, tras nuestro jovencísimo amante.

No necesité ser un adivino para averiguar lo que estaba haciendo mi esposa tras el muchacho. Los continuos bufidos de él rebelaban que le estaba introduciendo crema en su orificio anal, primero con un dedo, luego incluso con tres, según me enteré más tarde. La masculina felación siguió durante todo el progreso de la preparación del virginal ano.

-Ahora, - dijo mi esposa con aquella entonación que siempre me resultaba graciosa y erótica – metete la polla de mi marido en el culo...

El muchacho se saco mi pene de la boca, lanzándome una mirada en la que, a pesar de sus palabras anteriores, se traslucía un poco de miedo.

-¡Ahora! - gritó Ulva viendo que el muchacho tardaba unos segundos más de la cuenta en obedecer, al tiempo que le daba un cachete tremendo en una de sus nalgas - ¡Quiero ver otro culo tan abierto como el mio! ¡Demuéstrale al puto este que tu aguantas más que él!

Aún que Ulva nunca fue un portento de calma, me sorprendió el semblante tan agresivo que reflejaba su cara. De la sorpresa no me moví pero Pablito se colocó a horcajadas sobre mí, dándome la espalda, apoyando sus manos en mis rodillas, a la altura justa para que mi mujer guiara mi priapo a la entrada trasera del muchacho mientras él descendía con un suspiro:

-Uuufffff... aaaaaaahhhhh... la tiene.... mmmuy gordaaaaah.... aaaaaahhhh... duele.... uuufffff...

Vi mi humanidad desapareciendo poco a poco en el interior del virginal ano. Sentí como los anillos de su

esfínter

apretaban mi verga, abriéndose con esfuerzo al paso de la carne invasora.

Mi esposa colocó su mejilla en mi vientre para tener un primer plano de la perforación, mientras yo, con mi mano derecha acariciaba su espalda con cariño y mi derecha hacia lo propio con la cadera del muchacho.

-Si que es bonito... - dijo Ulva en un susurro – ver como entra y sale del culo... es precioso

Las babas de Ulva debían resbalar por la comisura de sus labios, los abundantes pelos de mi vientre se empaparon de ellas.

-Casi está toda dentro..

Un segundo después de que Pablo pronunciara esas palabras entre dientes, noté todo su peso sobre mi pubis y la contundente presión de su ano al rededor de la base de mi badajo. Se dejó caer con tanta fuerza que creí que mis testículos acompañarían a mi pene en el trabajo de intrusión.

Mi mujer se re-colocó de rodillas, entre nuestras piernas haciendo que las separáramos lo suficiente.

-Aaaaaahhhh... -casi chilló Pablito – mmmmmm.... que biennnn.... mmmmm.... que bien la chupasssssssssss...

Mientras le hacia la felación a Pablo, Ulva con una de sus manos arañaba mi escroto, provocándome algo parecido a pequeñas descargas eléctricas que recorrían mi espina dorsal.

De repente el muchacho retiró sus manos de mis rodillas echándose de espaldas sobre mi, haciendo que la sodomía pareciera ser más profunda si cabía. Rodeando su cintura con mi brazo izquierdo acerque mi mano derecha a su entrepierna encontrando la endurecida carne mojada de la saliva de Ulva. Acaricié la endurecida humanidad con mimo, como consecuencia Pablito empezó con un sutil movimiento de caderas.

No efectué mucho movimientos en aquel juvenil mástil, Ulva asió mi muñeca retirándola de la carne que yo ansiaba acariciar.

-¿Te gusta que mi marido te de por el culo? - oí susurrar a mi mujer.

-Mmmmm... nnnnoooo.... - contestó Pablo – mmmmm.... mmmeeeeeeeh... gusta mmmmmáááásss.... quemmmmm... me la chupesssss.... mmmm....

-Nooo, cariño no, se acabó la mamada... -contestó Ulva

Pablito colocó sus piernas entre las mías con un rápido movimiento. Al instante sentí el aumento de peso que suponía tener dos personas sobre mi y tos tobillos de mi esposa en mis costados. Se estaba introduciendo aquella cuasi imberbe hombría en su intimidad, empezando casi de inmediato unos fuerte movimientos de sube y baja.

No era, ni soy, un hombre débil, físicamente hablando, pero el peso que estaba sobre mi me proporcionaba bastante incomodidad solo aliviada por el movimiento de las caderas de Pablito. La incomodidad me alejaba del orgasmo, pero aquellos movimientos me acercaban a el. No necesité ningún esfuerzo mental para aguantar aquella mezcla de sensaciones.

Ulva orgasmeó al menos un par de veces, entre mugidos de placer, antes de que nuestro joven amante empezara a gritar:

-Aaaaaahhh.... aaaaaahhh... mmmmm... me corroooooooh.... gaaaaaahhh... ennnn... en tuuuuuhhh gaaaaahhh... en tu coño..... gaaaaaahhh...

El orgasmo del chaval provocó grandes contracciones involuntarias en su esfínter anal. El recuerdo de aquellas contracciones me produce una excitación tremenda, en aquel momento la excitación se mezcló con efectos intensamente dolorosos a lo largo de mi cimbel.

El muchacho no llegó a recuperarse del todo del orgasmo cuando empezó a moverse como una serpiente atrapada, tratando de quitarse de encima a Ulva para poder descabalgarse de mi, tardo solo unos pocos segundos en estar tumbado boca abajo a mi lado.

Mi esposa, con la cara aún repleta de lujuria, se puso de rodillas entre las separadas piernas de Pablito y separó las nalgas del muchacho para tener una visión detallada del abierto ano.

-Joder... - dijo gorgoteando las erres más que de costumbre – le has dejado el culo muy abierto...

-A ver... - respondí mientras me arrodillaba.

Efectivamente aquel ano parecía estar más abierto que el de Ulva hacia solo unas horas. Tenía forma de una gran “O”, estaba muy irritado incluso en el inicio de las nalgas, no se apreciaba el final de aquel ensanchado conducto.

-Te gusta verle al niño el culo bien abierto ¿Eh maricón? - las palabras de Ulva sonaron mucho más que excitadas y las dijo mientras acariciaba mi enardecido carajo.

-S-si... - tartamudeé – mm-me gusta mucho.... mmmmm... pero me gusta más el tuyo.

Justo al terminar mi frase acaricié na de las nalgas de Ulva acercando el dedo medio de mi mano izquierda al agujero marrón, que si bien había penetrado, no lo observe posteriormente.

-Quita idioto... - por más que la escuchara aquel acento me enervaba, me hacia feliz – tú ya has tenido tu ración de culo.

El ano de Pablito se fue cerrando poco a poco, con pequeñas contracciones, al final solo quedó el apretado agujero, muy sonrosado. Tumbando mirando la techo empleé la nalga derecha de Pablo como almohada, dando un suspiro y agitando groseramente mi verga dije:

-¿Y ahora que?

-Es verdad – dijo mi esposa – no podemos dejarlo así

Para no mentir la verdad fue que hubo que dejarlo así, al menos durante un par de horas. La libido de mis dos amantes se había quedado brevemente satisfecha, aunque mi erección me casi me doliera.

Nos pasamos el siguiente par de horas en la cama, hablando, acariciándonos y besándonos. Así supe que Ulva llevaba copulando con el muchacho desde hacía poco más de tres meses. Me dijo que en realidad me había puesto los cuernos como preparación para aquel “ménage à trois”, aserción que ni siquiera hoy en día me he llegado a creer.

También me entere de la facilidad de recuperación de Pablito, había llegado a eyacular en seis ocasiones entre las cuatro y las ocho de la tarde. Ademas estaba completamente echizado por la manera de hacer el amor que tenia mi esposa.

Durante todo aquel rato me tocó hacer las veces de camarero, llevando al dormitorio las bebidas y algo se picar.

La intensa culpa que sentía por hacer forzado analmente a mi mujer estaba desapareciendo de mi mente a marchas forzadas.

Al volver a la alcoba con algunas bebidas, me encontré con que mi mujer y el muchacho estaban sentados al borde de la cama y se sobaban el uno la otro en sus entrepiernas, ambos tenían una sonrisa radiante y el pene casi imberbe de Pablito se hallaba en estado de semi-erección, al revés que la mía. Viendo aquel panorama mi anatomía reaccionó más rápidamente de lo habitual, aumentando la cantidad de sangre que fluía a mi hombría, endureciéndola por completo en pocos segundos.

Aparte las manos de mis amantes, para proseguir yo mismo con sus respectivas manipulaciones. Masturbaba a mi mujer con dos dedos de mi mano izquierda, y al jovenzuelo con la derecha. Mi boca saltaba de uno a otro sexo, sin prisas tratando de prolongar el final.

Poco a poco fuimos cambiando de posición, así casi sin darme cuenta terminé tumbado boca arriba con mi esposa sobre mi, con todo mi cimbel en su interior. La boca de Ulva y la mía jugueteaban con el ya erecto miembro de nuestro amante que de rodillas a nuestro lado acariciaba nuestras cabezas.

Un nuevo y dulce cambio, tan lento como el anterior, convirtió la felación a dúo en un profundo beso entre Ulva y yo. Mis ojos estaban cerrados, disfrutando de la lengua de mi hembra, así que o pude ver donde estaba Pablo.

-¡No, tú no! - casi chilló Ulva moviendo sus caderas de un lado a otro.

Sacando de mi boca el pezón de aquella ubre, miré por encima del femenino hombro, encontrándome con la mirada consternada del muchacho. Supuse, sin temor a error, que Pablito había estado intentando perforar el desflorado ano de mi mujer, pero con los ánimos más calmados el había decidido no hacerlo, aunque le consternara.

Mis manos fueron a para a las femeninas nalgas, las separé con dulzura pero enérgicamente.

-No quiero que me de por el culo... - me susurro ella al oído, apoyando sus manos en mi pecho.

Sentir la dura carne de Pablo acompañando a la mía en el interior de aquella más que húmeda vagina y sentir las uñas de mi esposa clavándose en mi pecho todo fue uno. Tube que contener un grito de dolor.

-Ahhhhhh... mmmm...ifffffffffff... - masculló la doblemente penetrada hembra – do-dossssssss.... polllasssssss.... mmmmmm... dentrrooooooohj..... mmmmmm...

Pasaron largos minutos antes de que sincronizáramos nuestros movimientos los tres.

-¿No querías polla en el coño? - le decía a mi esposa – pues ya tienes polla... ¡toma pollas...! ¡Guarra!

Así como nuestros movimientos se sincronizaron nuestros orgasmos no. Perdí la cuenta de los orgasmos de mi mujer, se comportó con un vicio extraordinario en ella.

-Aaaaaah... aaaaaaaaahhhj... toma... - chilló Pablito durante su orgasmo – tommmm-maaaaaahj... leche... paaaahj... tu coño.... aaaaaaahhh...

No era la primera vez que sentía la eyaculación de otro hombre en mi verga, pero no por conocida fue menos intensa. Aquella intimidad mojada y cálida, pasó a estar ardiente y empapada. No hice ningún esfuerzo por contenerme, en menos de un minuto me sobrevino el orgasmo, coincidiendo con el momento que Pablito se retiraba del interior de Ulva.

-Mmmmm... todaaaaahhjj... dentro... todaaaaahj.. mmm... mmi leche.... aaaaaaaaahhhhjj..... gaaaaaahhh...

El hueco momentáneo dejado por la salida del jovenzuelo hizo que los fluidos del interior de aquella inundada vagina resbalaran por el tronco de mi badajo empapando mis testículos con aquella asquerosa mezcla.

Ni siquiera nos molestamos en asearnos. Nos quedamos dormidos. A mi lado izquierdo mi esposa apoyada en mi hombro, a mi lado derecho Pablo con su cabeza en la almohada y su mano izquierda en mi hombría empapada en líquidos.

Por la mañana desayunamos desnudos, juntos entre risas y bromas. Pasamos todo aquel largo fin de semana sin apenas salir del la alcoba conyugal. Narra aquí lo que sucedió el resto de los días sería repetitivo.

Meses más tarde repetimos la experiencia, pero el joven había cambiado su conducta, supongo que la negativa de Ulva a mantener relaciones con el a solas tuvo mucho que ver.

FIN