Vecinito
De como un largo fin de semana se convierte en un larrrrrrrrrrrrgo fin de semana (H-M-H)
Hola de nuevo me llamo José, para los que queráis saber más de mi o de mi esposa (Malizya), os recomiendo que leáis los demás relatos publicados en nuestro perfil.
Dada la situación socio-económica de nuestro país, los duros acontecimientos de ultimo año, están haciendo que todos los recuerdos y posibles historias empiecen a carecer de importancia frente al “ahora”. Nosotros tratamos de impedir que esto pase pero cada vez se hace más difícil.
Antes de que la avalancha de acontecimientos se nos venga encima, anulando todo lo que fuimos, todo lo que somos y todo lo que podamos ser, trataremos de plasmar los recuerdos íntimos importantes en este espacio.
Lo primero que se me viene a la mente pasó cuando estaba conviviendo con
Ulva, la nórdica que fue mi pareja durante más de 20 años.
En aquel momento en que empieza está anécdota a Ulva le faltaban unos días para cumplir los 50 años, yo tenia 28 años y medio. La diferencia de edad nunca me pareció importante.
La navidad anterior le habían detectado un tumor en el cuello del útero del tamaño de una mandarina. El tratamiento fue de radiación, con todos los efectos secundarios que eso conlleva, entre ellos la reducción de nuestra vida sexual hasta desaparecer. No hacíamos el amor desde hacía más de 10 meses. El esfuerzo valió la pena, ella se recuperó bastante bien y no quedó residuo alguno de la enfermedad, al menos en principio.
Pese a esos mismos efectos secundarios de su tratamiento, Ulva, conservaba parte de su belleza, sus pechos talla 115 estaban aún bastante erguidos, la perdida de peso que había transformado su vientre en una sucesión de arrugas que llegaban a taparle parte del pubis que solo conservaba algunos pelos rubios.
Recuerdo que era el Viernes previo al día de todos los santos, Halloween para Ulva. Sería un fin de semana largo ya que la festividad era aquel mismo Martes y mi empresa no abriría el Lunes. Precisamente lo que necesitábamos después de una semana realmente dura de trabajo, por no mencionar que la revisión ontológica obligatoria había sido el Miércoles, lo que siempre nos ponía tremendamente nerviosos, por la posibilidad de recaída.
Como me habían quedado pendientes algunos días de las vacaciones de verano, me decidí a aprovecharlos pidiendo la tarde libre, de este modo podría ayudar con la cena. Dentro de mí deseaba que nuestra actividad sexual se retomara, pero no podía ser yo el que insistiera en ello, debía dejar que Ulva, tomara la iniciativa. Realmente estaba más que harto del consuelo hedonista. Visto con perspectiva no sé si la decisión fue la correcta.
Cuando llegué a casa eran algo más de las 3 de la tarde.
-¡Hola cariño! - grité tras abrir la puerta con sumo cuidado
-¡Hola Chuchi!- oí a Ulva desde el comedor.
Pero nada más abrir la puerta me dí cuenta que no estábamos solos. En la cocina, fregando los platos de la comida estaba Pablo, el hijo de Pilar, la vecina del tercero.
-Hola Pablo ¿Como va eso? - pregunté sin apenas entrar en la cocina.
-Bien Jose. - contesto el joven – Encontré a Ulva en el super la ayudé a subir la compra y ella me invitó a comer.
-Ya... - respondí mientras me dirigia al trastero para dejar mis herramientas y despedirme de ellas por cuatro días.
Me sentía extrañado, no tanto por recibir una explicación que yo no había pedido. Si no más bien porque, viéndolo de espaldas, noté cierto rubor en él.
Pablo era un muchacho muy amable, al que Ulva y yo habíamos visto convertirse en un hombrecito en los últimos 5 años. Pese a su edad medía casi 1,75 mts. Con las espaldas ensanchándose casi mientras se le miraba. Llevaba media melena de pelo negro y rizado. Con los ojos pardo oscuro. Su rostro pese a permanecer casi inberbe daba cierta sensación de rudeza que no se correspondía con su amabilidad.
No era la primera vez que Ulva o yo habíamos invitado a comer a Pablo. Siempre que se cruzaba con alguno de los dos nos saludaba, siempre dispuesto a ayudar en lo que fuera, desde colgar un cuadro a ayudar a Ulva con la compra.
Al llegar al comedor me encontré con mi esposa sentada a la mesa, en su lugar habitual, estaba fumándose tranquilamente un cigarrillo. Llevaba puesta una de sus batas de andar por casa.
-Hola Chuchi ¿Que tal día has tenido? - dijo con aquel acento tan peculiar y gracioso.
-Bien por suerte he acabado con todo lo que tenia que hacer, pese a que el encargado me ha dado más trabajo del que podía hacer en medio día. Pero lo he terminado. ¿Y tú? ¿Que tal?
-He salido a comprar para la cena... y para todo el fin de semana. Suerte que me he encontrado a Pablo, o hubiera tenido que pagar a alguien para que me subiera la compra.
Tras la breve conversación apareció Pablo en la puerta del comedor.
-Perdón, no quiero interrumpir. ¿Os importa si me fumo un cigarrillo aquí? Es que a mamá no le gusta que fume en casa.
-¡Que va! - inquirí dejando mis cigarrillos sobre la mesa mientras me levantaba – yo voy a ducharme y ponerme algo más cómodo.
Mientras me duchaba pensaba en el rubor de Pablo, pensé en que físicamente ya era un hombre, bastante atractivo además. El fantasma de los celos rondaba a mi alrededor pero no podía ser ya que mi mujer sabia a que hora volvería yo, “Si te tiene que poner los cuernos no lo hará con un jovenzuelo inberbe” pensé yo, “y si lo hace no lo hará tan evidente”
Tras ponerme el chándal, algo más tranquilo y con las dudas materialmente olvidadas en el fondo de mi mente, me dirigí al comedor, donde Pablo y mi mujer estaban en animada charla.
-¿Pues que tiene de malo Antonio? - preguntaba mi mujer.
-Que no sabe ser discreto, llega a las tantas de la noche, se mete en el dormitorio con mi madre y montan tal “sarao” que lo que es raro es que no los oigan en todo el vecindario
-Bueno – dijo ella entre risas – también las mujeres tenemos necesidades.
-Si chico, aunque a veces las disimulen – dije yo desde la puerta. Pablo se giró mirándome. Su rubor era ahora más que evidente.
-Si – dijo tragando saliva – pero esa no es razón para montar el jaleo que montan... Voy a tener que aguantarla cena con ellos y después toda su “fiesta” ¡¡durante los próximos cuatro días”
-¿Por que no sales con los colegas? - le pregunte
-¿O te vienes aquí y cenas con nosotros? - dijo mi mujer.
-Pero mujer, él tendrá amigos de su edad con los que salir
-La verdad – dijo el muchacho – es que todos mis amigos se han marchado fuera con sus familias, a disfrutar de estos días libres.
Tras hablar un rato el fantasma de la duda volvió a aparecer, el chico parecía ilusionado con la perspectiva, demasiado ilusionado. Pero al fin decidí que la salud de Ulva no le habría permitido serme infiel. Lo único que me fastidiaba era que nuestra iniciación sexual tendría que esperar un poco más.
Pablo se marcho a pedir permiso a su madre para cenar con nosotros, antes de dárselo nos llamó a nosotros para confirmar la versión del chico. A mi me pareció muy agradecida por poder pasar unas horas a solas con su novio.
Por mi parte yo pensé en que tomaríamos unas copas, algo de música y a dormir. Nada más lejos de la realidad.
Estábamos terminando envolviendo los boniatos asados en papel de periódico mientras escuchábamos las noticias en la tv cuando oímos subir al futuro padrastro de Pablo. No pasaron ni 5 minutos cuando sonó el timbre de nuestra puerta. Fui a abrir
Me encontré cara a cara con un Pablo que trataba de disimular su juventud con ropas que le hacían parecer más mayor, más maduro. Vestía un traje azul claro de corte moderno, con una camisa de un verde pálido, casi blanca. Tenía un par de pequeños cortes en la barbilla, la falta de practica al afeitarse me hizo sonreír y me inspiró cierta ternura.
Entre Pablo y mi mujer me hicieron sentir como un Jeque. No me dejaron hacer nada, pusieron la mesa, sirvieron la comida, etc.
La verdad es que la cena fue muy agradable, y no solo por las viandas. La charla de Pablo fue divertida y curiosamente madura para alguien tan joven. Supongo que el vivir en aquel viejo barrio de Barcelona nos obligó a madurar a todos prematuramente.
-Ayudame a recoger la mesa Chuchi
-Vale
-Ya te ayudo yo – dijo Pablo
-No... - contestó Ulva – eres nuestro invitado
A Pablo se le notó cierta decepción en la mirada, pero había decidido que no dejaría que mis dudas me amargaran la fiesta.
Mientras ponía los platos sucios en el fregadero noté como mi mujer se colocaba detrás de mi y dejando los platos que llevaba en la pila, su mano se acerco a mi vientre acariciándolo, mientras notaba sus grandes senos apretándose en mis espaldas.
-¿Quieres darle un gusto a esta y a mí? - me dijo al oído mientras me asía el badajo por encima del pantalón del chándal.
-Si... claro – contesté algo descolocado – en cuanto Pablito se pire te doy lo que tú quieras
-Shhh... tranquilo, dejame hacer a mi. ¿O es que le has perdido el gusto a la aventura?
Tan rápidamente como me había cogido me soltó, partiendo hacia el comedor. Yo permanecí frente al fregadero unos segundos, tratando de asimilar lo que había dicho. Desde luego en los 3 años previos a su enfermedad habíamos corrido nuestras aventuras sexuales, desde practicar sexo en lugares públicos hasta... alguna cosilla que ya iré narrando. Pero nunca habíamos incluido a otras personas en nuestros juegos. En aquellos pocos segundos me di cuenta que no había perdido mi gusto por la aventura.
Cuando llegué al comedor me los encontré sentados mirándose a los ojos, Pablo estaba rojo como el fruto de la granada. Mi mujer tenia apoyado el brazo izquierdo en la mesa y el derecho, el más próximo al chico, oculto bajo la mesa.
Me senté a la izquierda de mi mujer, aproximando la silla hacia ella, mirandola directamente mientras le acariciaba el antebrazo derecho.
-Hola Chuchi – me dijo sin apartar los ojos de Pablo que cada vez estaba más rojo - ¿Cuanto hace que no tocas otro polla que no sea la tuya?
-Mucho cariño – aunque la verdad es que no lo añoraba en lo absoluto.
-Pues mira como la tiene Pablito
Al decir esto Pablo se inclinó más sobre la mesa impidiéndome la visión, aún conservaba algo de su infantil vergüenza.
-Vamos schat... enseñale a Jose como la tienes. Recuerda lo que hablamos. No le hagas mucho caso Chuchi, tampoco quiso enseñármela a mi al principio.
Dejé arrinconado el significado de aquellas palabras, ya me lo explicaría Ulva más adelante, no quería fastidiar la oportunidad que se me presentaba, estaba que me salia, hubiera aceptado cualquier cosa que me pidiera a cambio de tener ese desahogo que tanto necesitaba.
Como el muchacho no se decidía materialmente me dejé caer de la silla y empece a gatear debajo de la mesa. Allí no encontré exactamente lo que me esperaba. Efectivamente Pablito se hallaba con el badajo fuera del pantalón y la mano izquierda de Ulva lo acariciaba con las yemas de los dedos. Pero lo que no me esperaba era el tamaño.
Pablo tenia un miembro que media la mitad más que el mio, si bien tenia un grosor algo inferior. El glande era casi del mismo color que el resto del instrumento y solo un poco más grueso que el resto de la barra de carne.
“Quien dijo miedo” pensé, si mi mujer quería poner a prueba de lo que yo era capaz por ella, ahora lo iba a saber.
No me lo pensé más gateé hasta tener aquel instrumento y la mano de Ulva a solo unos centímetros de mi nariz. Al pasar junto a mi mujer ví como ella separaba las piernas y se abría la bata. Imaginando la cara de Pablo al ver las inmensas tetas de Ulva, toque el dorso de la mano izquierda de mi mujer, haciendo que se retirara. No quise darle tiempo al chico para que se lo pensara inmediatamente me metí en la boca tanto de aquella carne como pude, solo dos tercios del total.
-Aaaah – sonó la voz entrecortada de Pablo – me la aaaahhh chip... chupaaah. Ahhhg
-Que cochino es mi marido ¿eh?... y tú también... porque te esta gustando ¿eh?
-No mmm... me gustan... los... aaaaahhh... hommmbresss... ahhh
-Ni a Jose tampoco schat... pero le gusta disfrutar... como a todos.
Mientras chupaba aquella verga, a tientas con mi mano izquierda llegué a la entrepierna de Ulva empezando a acariciarla, buscando el botón de carne de la parte superior. De tanto en tanto me la sacaba de la boca para masturbarla dulcemente mientras miraba como mi esposa sacudia la pelvis de enérgicamente.
No estuve mucho rato en aquella posición, ya que resultaba francamente incomoda. Antes de salir de debajo de la mesa me decidí a regalarle a Pablo con algo que a mi me encantaba. Durante unos segundos me introduje sus testículos en la boca, curiosamente me cabían los dos dentro. Después, de golpe me introduje en la boca tanto como pude de aquel palo de carne. Contuve las arcadas, relajé la garganta y conseguí tocar con la punta de la lengua la base del príapo.
-Aaaaah... se la a mmmmmm... metido... toda en la boc.... bocaaaah
-¡Aguanta! ¡No te corras! - oí el grito de Ulva – ssssiiii... acariciame las t... tetassss.
Después de cuatro chupadas en plan “garganta profunda” tuve que dejarlo. Entre la posición, la incomodidad de la felación y que la estufa estaba a menos de 2 metros de mi, yo me estaba quedando sin mi parte del placer y mi instrumento no estaba ni siquiera a media asta.
Salí de debajo de la mesa quitándome la chaqueta del chándal. Supongo que me levanté demasiado rápido, porque me sentí algo mareado. No dejé que aquella sensación negativa me dominara, me quité la camiseta de un solo movimiento.
Cuando conseguí enfocar la vista me encontré con Ulva recostada en la silla con su bata completamente abierta, mostrando impúdicamente aquellas blancas tinajas que eran sus senos, Los pezones del tamaño de culos de vaso, de un color casi tan pálido como su piel, estaban empezando a contraerse.
Pablo estaba con la camisa abierta mostrando su lampiño torso, Estaba más rojo que nunca, no se atrevía a mirarme. Con su mano derecha estaba apretando la mama que tenía más proxima. Me pareció extraño, pues a Ulva nunca le había gustado que le tratara así las tetas, en cambio su cara manifestaba placer.
Tan rápido como pude me aproximé a mi esposa y colocándome detrás de ella pude ver como se metía en la vagina dos dedos de su mano izquierda mientras con un dedo de la otra mano se frotaba el clítoris casi con furia.
Empecé a besar a aquella hembra en el cuello, mientras con las yemas de los dedos acariciaba unos centímetros por debajo del sobaco, justo donde se encontraba el comienzo de aquellas mamas. Después poco a poco mi caricia se hizo más intensa. Al mismo tiempo, cada vez que mi mano se acercaba a la de Pablo, procedía a acariciarla.
La tetaza que estaba estrujando Pablo estaba empezando a cambiar de color, mientras los gemidos de mi esposa se hacían más intensos.
Según me explicó Ulva después, el contraste de mis rudas manos acariciándola suavemente y las finas manos del jovenzuelo estrujándole la ubre con saña, junto con los toqueteos en su intimidad, la hicieron venirse a raudales.
-¡¡Me corro cerdos!!!.. - con su acento y la cantidad de erres, aquella frase sonó como un gorgoteo francamente excitante. - aaaah... marranos... aaaaaaaah.
-Puta... - le dije al oído groseramente - ¿Te gusta tener dos tíos a tu disposición?
-Lo que quiere es ver como nos lo montamos tú y yo – dijo Pablito mientras se levantaba, al tiempo que se quitaba la camisa y empezaba a bajarse el pantalón - ¡Y yo quiero follármela!
-Creo que todos quedaremos satisfechos. - comenté sin dejar de besar el cuello de mi esposa ni de acariciar sus grandes senos - ¿Estáis preparados?
-Creo que si – dijo Pablo, con algo de miedo reflejado en su rostro
-Pues yo me he quedado en la gloria, no se si aguantare hasta que acabéis los dos.
-Pues vas a tener que aguantar – ordené
(CONTINUARÁ)