Vecinas de barrio privado a espaldas de sus marido
Historia de Luciana y Mabel, dos lindas vecinas maduras de un barrio privado y compañeras de aventuras a espaldas de sus maridos
Mabel eran una mujer de 51 años nacida en una familia adinerada, de valores conservadores al igual que su marido con quién se casó de muy joven y tuvieron dos hijos. Su vida de familia en un barrio privado entre personas de mucho dinero la traía hace años aburrida y asfixiada. Le cansaba la doble moral y la hipocresía de quienes la rodeaban. Su marido no había sido el único hombre en su vida. Antes de conocerlo tuvo una relación fugaz con un mulato a escondidas de su familia en unas vacaciones de verano. Con ese hombre tuvo su primera vez y lo recordaba con nostalgia. En su adolescencia, también experimento con una compañera del instituto católico al que asistía. Una experiencia caliente que duro apenas unos meses. Desde que se casó esas historias quedaron atrás y su deseo fue constantemente reprimido y luego la invadía la culpa, habiendo tenido relaciones que su entorno racista y homofóbico hubiera rechazado. Mirando su vida hacia atrás, no quería resignarse a este presente de monotonía y hastío. En su interior había una lucha entre ese deseo y su vida familiar. Sus fantasías que tanto tiempo evitó empezaban a aflorar. Además Mabel conservaba una bella figura. Era una mujer alta de 1,70 estilizada, de tez blanca con senos pequeños y una colita que se mantenía muy bien. A pesar de su edad siempre sentía la mirada de los hombres que trataba de ignorar. Por dentro sabía que todo iba a quedar en su imaginación y su mente, que nunca más volvería a gozar de su cuerpo como con esas dos relaciones previas a su matrimonio que estaba derrumbándose. Hacía meses que ni se tocaban con su marido pero el mandato social los obligaba a mantener esa relación.
En una cena de beneficencia en el club de golf del countrie, a Mabel y su marido les tocó sentarse junto a dos parejas más. Una de las mujeres era Luciana, una rubia de 42 años de muy buenas curvas. Senos grandes, caderas anchas y un culo similar que lo mantenía con ejercicio aunque no podía evitar algo de celulitis. Mabel y su marido despreciaban a esa pareja que para ellos eran "nuevos ricos", liberales y mal educados. Los incomodaba su presencia, sus valores y sus pensamientos. Luciana intentaba mantener una conversación con Mabel y esta la ignoraba o respondía con monosílabos pero con el pasar de la noche la rubia la hacía reír. A pesar de resistirse, la personalidad extrovertida y desprejuiciada de Luciana la hacía sentir bien, tenía que dejar de fingir una seriedad y apariencia que la había oprimido por décadas en ese ambiente y con la rubia se podía relajar.
La semana siguiente se volvieron a encontrar en una casa de té, cada una estaba con sus amistades pero ambas sintieron alegría de reencontrarse. Apenas se vieron se saludaron y esta vez la conversación fluyó desde el principio. Luciana hacía reír mucho a Mabel, incluso con algunas bromas subidas de tono a las que no estaba acostumbrada. Intercambiaron sus teléfonos y cada una volvió a su mesa, pero no dejaban de mirarse. Mabel quería sentir la mirada de la rubia y desde que abandonó el lugar estuvo espectante de si le escribía un mensaje. Pasaron un par de días y nada, hasta que Luciana la invitó a tomar un café. Mabel se entusiasmó. Por el momento no sentía atracción por la rubia, era un plano de su deseo que de tanta represión se encontraba inhibido. Pero veía en Luciana una ventana a relajarse, sentía que podía confiar en ella y hablar íntimamente.
Al día siguiente se encontraron en un bar lejos del barrio y estuvieron toda la tarde conversando. Mabel le contó de sus sufrimientos y pesares de la vida familiar, pero sin atreverse a contarle sus deseos y fantasias. En cambio Luciana se mostró tal cual era. Mabel se sorprendía cuando la rubia le confesaba conocer las infidelidades de su marido pero que había decidido no hacerse mala sangre y mantener sus relaciones extra matrimoniales. Que le gustaba ir a clubes de stripers con algunas amigas y que más de una vez había estado con esos bellos jóvenes. A pesar de llevarse 9 años, las diferencias de vida entre una y otra parecían de décadas. A lo mejor, unos años atrás, Mabel hubiera rechazado una amistad con Luciana, pero ahora le generaba mucho interés. La semanas siguientes ambas maduras se siguieron frecuentando. Luciana notaba que Mabel la quería ocultar de su entorno conservador pero no le molestaba. Veía mucha dulzura en esa mujer a pesar de esa coraza.
A medida que empezaron a agarrar confianza, Luciana le insistía en ir a un club de stripers pero Mabel siempre se negaba aunque por dentro se moría de curiosidad. La relación entre ellas no sólo era de más confianza sino que empezaba a haber cierta tensión sexual aunque ninguna lo quisiera admitir. Una tarde Luciana la pasó a buscar para ir de compras. Fueron a un shopping, recorrieron varios locales y entraron a uno de lencería. La rubia quería comprarse un conjunto y le insistía a Mabel para que también lo hiciera, para que lo estrenara en el club de stripers. Ella se reía con cierta incomodidad. Luciana se probó varios conjuntos y salía del probador para mostrarle a su amiga y ésta se le iban los ojos en sus grandes pechos, en su piel bronceada y sus curvas. Luego de insistir Mabel también se probó un conjunto negro de encaje. Mientras se estaba colocando el corpiño de afuera del probador le habló la rubia para ver cómo le quedaba. Pero ella se moría de vergüenza, no le quería mostrar su cuerpo con esa prenda sexy. Con el arrojo que la caracterizaba Luciana corrió la cortina. A Mabel le molestó un poco pero no dijo nada. Además la rubia tenía puesto un body blanco que le quedaba espléndido y sólo volvió a observar su cuerpo. Estaban las dos al interior del probador con los cuerpos cerca y semi desnudas. Luciana la ayudó a abrocharse el corpiño mientras observaba la silueta de su amiga, su piel blanca, su culito. Se calentó un poco, la situación era tensa. Dio un suspiro y le avisó que ya estaba mientras la observaba. Mabel bajo la cabeza, la rubia la agarró de la mano y le hizo dar una vuelta, cortando la tensión..."ese conjunto te va justo para el club". Ambas rieron y Mabel decidió comprarlo. Esa tarde las dos recordaron el momento en el probador, ambas pensaban en la otra.
La semana siguiente Luciana arregló con dos de sus amigas, Carolina y Leticia, ir a tomar unos tragos al club de stripers que frecuentaban. No siempre terminaban teniendo sexo pero les gustaba ir al menos a observar. Carolina también era casada y Leticia divorciada, ambas de la edad de Luciana. El día anterior a asistir al club la rubia le aviso a Mabel sin mucha esperanza ya que siempre le rechazaba la invitación. Cuando el mensaje llego al móvil de Mabel su corazón empezó a latir a mil por hora. Porque sabía que esta vez se iba a arriesgar. Se encontraba en su casa sóla y empezó a caminar sin decidirse, sin saber cómo decir que sí, pensando que excusa le diría a su marido. Nunca había salido sóla de noche. En un arrojo impulsivo respondió pidiendo la dirección y el horario pero sin confirmar. La rubia saltó de felicidad, creía que a Mabel le hacía falta un paso para empezar a liberarse y ese mensaje significaba ese paso.
Esa noche Mabel no podía conciliar el sueño. Le dijo a su marido que iría al cine y luego a comer con Luciana. A éste no le gustó la idea pero no se opuso. Le hizo saber que le parecía una mujer vulgar, que no entendía por qué compartía tiempo con ella pero su interés era sólo la apariencia de su matrimonio. Por dentro no tenía ningún interés en la vida de su esposa...
Llegado el día, Mabel dudo una y otra vez, pero por dentro sabía que la decisión estaba tomada y no podía dar marcha atrás. Se puso el conjunto de lencería que había comprado, un vestido negro por debajo de sus rodillas demasiado elegante para el lugar al que iba a asistir. A la hora acordada se bajó del auto y la rubia la estaba esperando. Sus amigas ya estaban adentro. Era un club grande, había muchos grupos de mujeres que estaban en despedidas de solteras, mujeres jóvenes que se iban a divertir. Había distintos shows de hombres que se desnudan completamente en el escenario, otros que iban por los distintos grupos haciendo bailes semi desnudos y ofreciendo sus servicios para quienes quisieran ir a un apartado privado del club en el que había un lugar común en el que había mujeres teniendo bailes privados y sexo con esos hombres pero también se podía optar por cubículos personales. La entrada a esa parte era bastante exclusiva y cara, pero insignificante para esas mujeres adineradas.
Carolina y Leticia fueron muy amables con Mabel, la hicieron sentir como una más mientras observaban los espectáculos, reían, bebían y gritaban cuando algún jóven les gustaba. Pasadas un par de horas las amigas de Luciana querían ir al sector privado, se habían calentado mucho con los espectáculos y los cuerpos de esos hombres. Mabel estaba descubriendo un mundo nuevo pero se mantenía seria. No lograba soltarse y Luciana lo notaba. Se mantuvo con ella todo el tiempo. Leticia y Carolina llamaron a dos jóvenes, conversaron algo en privado que Mabel no escuchó por el volumen de la música y luego se acercaron a la mesa donde estaban Luciana y Mabel. Les comentaron que habían pagado por las cuatro para ir al sector exclusivo por si querían acompañarlas. Mabel no sabía de qué se trataba y la rubia sin eufemismos le comento que en la parte exclusiva había mujeres teniendo sexo o bailando con esos hombres semi desnudas. Sabía que era mucho para su amiga pero le aclaró que si no quería se podían quedar ambas donde estaban. Mabel se moría de curiosidad. A pesar de su incomodidad por dentro le había despertado un fuego que hacía décadas no sentía. Para sorpresa de Luciana aceptó ir pero aclarándole que no quería hacer nada más que observar y que por favor la acompañara si decidía irse. La rubia no podía creer lo que estaba escuchando. Luego de unos segundos sonrió, abrazó a su amiga, la agarró de la mano y bailando se dirigieron al sector exclusivo junto a Leticia y Carolina. Al entrar, éstas fueron directo a bailar con los dos jóvenes stripers con lo que habían hablado. Mabel observaba como bailaban pegados, cómo los hombres las tomaban de sus caderas bajando sus fuertes brazos hasta sus traseros. Ella se mantenía a un costado junto a Luciana. Miraba fascinada pero seguía muy rígida hasta que un jóven alto, de cuerpo musculado vestido sólo con su ropa interior se acercó a ellas y las invitó a bailar. Mabel se resistía pero Luciana la llevo con ella. El stripers bailaba con las dos, agarraba sus manos y hacia que las mujeres toquen su cuerpo. La rubia lo hacía con gusto y dejaba que el joven toque su cuerpo pero Mabel no sabía que hacer. Luciana le preguntó si estaba incómoda y quería irse pero Mabel le respondio de que no, que la entienda que era nuevo para ella pero que estaba bien.
Mabel miraba a su alrededor y además de Leticia y Carolina había algunas mujeres. Todas entretenidas con esos jóvenes stripers pero ninguna teniendo sexo en ese recinto. Su cuerpo le pedía más, el contacto con ese jóven, el hecho de sentir que estaba haciendo algo prohibido, había generado que su coño se empiece a mojar. Luciana notaba que Mabel quería probar cosas nuevas pero que jamás iba a tomar la iniciativa, pero que si ella proponía Mabel aceptaba. En un momento, mientras las dos estaban con el jóven, la rubia se aportó con el chico y le dijo de que trajera a un colega para ir los cuatro a un cubículo. Que ella le iba a pagar. Le dijo que Mabel era una mujer conservadora, que todo era nuevo para ella y que fuera muy delicado, pero que si iba con pausa seguro su amiga iba a acceder a tener sexo. Que quería liberarla y ésta era una gran oportunidad. Si lograba tener sexo con ella le iba a pagar el doble. El jóven sonrió y fue en busca de un colega. Mabel le preguntó que había pasado y Luciana como siempre le fue directa: "vamos a ir a un cubículo con este chico y un colega suyo. Tu despreocupate y déjate llevar. No harás nada que no quieras y no te escandalices por lo que yo haga jaja. Estamos juntas, no te preocupes". Al rato llegó el jóven junto a un lindo morocho. La rubia agarró de la mano a su amiga y los siguieron por un pasillo que llevaban a esos cubículos que consistían en pequeños cuartos con luz baja y sofás para hacer bailes privados y tener sexo.
Al entrar Luciana se prendió del morocho pegando su cuerpo al de él. Éste la tocaba, le besaba el cuello. El jóven que estaba con Mabel la invitaba a qué toque su cuerpo mientras la acariciaba suavemente. Mabel seguía rígida pero algo hizo un "click" en su cabeza. Se dio cuenta que ya estaba ahí junto a su amiga. Que hace poco más de un mes se sentía condenada a esa vida de frustración y opresión, que sólo en su cabeza podía vivir algo semejante. Pero qué ahora se encontraba en ese lugar donde nadie la iba a juzgar. Que era el momento. De a poco empezó a tocar a ese jóven que percibió el cambio en la mujer. Él empezó a acariciar su espalda, el contorno de sus piernas y su cintura. Mabel empezó a suspirar. La beso en el cuello y en su oreja, con su mano derecha la agarró directamente de su culo. Con fuerza la atrajo hacia él y ésta se dejó hacer. Luego le llevó una de sus manos a su paquete que estaba duro. Tímidamente Mabel lo tocó por fuera. Lo hacía de manera torpe y un poco ansiosa, lo quería tener entre sus manos y buscó al interior de la ropa interior del jóven. Agarró su polla caliente y palpitante. Era gruesa y de un tamaño normal. El stripers le comenzó a levantar el vestido hasta que lo enrolló en su cintura. Le agarraba las nalgas, la besaba, mientras ésta le tocaba su miembro y gemía entregada.
Su amiga rubia estaba en ropa interior mamando la verga del joven que estaba con ella. A Mabel le llamo la atención la pasión con la que lo hacía, le calentó mucho ver a su nueva amiga así, con su culazo levantado y sus grandes tetas contenidas por el corpiño chupando la pija de ese chico. Mabel estaba muy mojada. Necesitaba follar con su joven amante pero antes él tenía otros planes. Le bajó sus bragas y la recostó en el suelo alfombrado. Empezó a besarla por el interior de sus finos muslos que temblaban con sus caricias hasta que estuvo en su frente un coño muy mojado, cubierto de vellos pero bien recortados. Sin más espera lo empezó a comer. Mabel gritó de placer, lo que llamó la atención de la rubia que la vio en el suelo, con su vestido en la cintura y las piernas abiertas con la cabeza de ese jóven hundida en su coño. Sonrió y siguió con lo suyo. Luciana estaba arrodillada en el suelo mamando la polla del morocho. Ya estaba desnuda y su cuerpo estaba justo al lado del de Mabel, quien estaba observando la totalidad de su culo y su coño completamente rasurado mientras recibía el placer oral. Ver a su amiga así, tal vez imaginarse haciendo algo con ella, fue suficiente para tener su primer orgasmo. Intenso, fue una lluvia de placer después de meses de sequía. Pero insuficiente. Quería sentir la polla del jóven, quien la invitó a levantarse y la colocó contra la pared y la comenzó a follar de parados. Apenas sintió el calor de la polla de ese jóven entrando en su coño casi tiene otro orgasmo. Ahí estaba esa mujer aristocrática, parada en el cubículo de ese club, con su culito hacia afuera mientras recibía la verga de un stripers. No aguantó mucho y volvió a tener un orgasmo. Gritos de placer volvieron a salir de su garganta. Sus piernas le temblaron. Mientras acababa se metía la polla bien adentro, estaba terminando como hacía mucho. Apartó al muchacho y se sentó en el sofá mientras veía a su amiga en cuatro patas en el suelo siendo penetrada por el otro jóven. La rubia gozaba con esa polla en su interior y se le acercó el jóven que antes estubo con Mabel y que no había acabado. Le dio su polla en la boca que Luciana aceptó con agrado. Le encantaba tener dos pijas para ella. Así estuvieron unos minutos y luego cambiaron. Mabel se empezó a tocar. Hacía muchos años que no se masturbaba. Ahora lo estaba haciendo frente a su amiga. Le encantaba ver cómo el culo de la rubia rebotaba contra ese jóven mientras tragaba la pija del morocho. Unos minutos después empezó a brotar mucha leche directo en su boca. Luciana la recibió con gusto pero no llego a abarcar todo. Esa imagen de la boca de su amiga llena de leche puso a mil a Mabel. Luego el otro jóven la acostó boca arriba en el suelo y se masturbó hasta acabar en sus tetazas. Esto fue demasiado para Mabel que tocándose viendo esa imágen acabó por tercera vez y si fuera por ella hubiese ido a lamerle las tetas a su amiga pero le pareció demasiado. Luciana había tenido dos orgasmos y estaba despatarrada en el piso llena de leche. Así como estaba, fue hasta un baño a limpiarse. Mabel se colocó sus bragas, acomodó el vestido mientras esperaba a la rubia. Los jóvenes se pusieron su ropa interior y se fueron del cubículo saludando a Mabel con un beso. Cuando llegó la rubia con una sonrisa que no se podía sacar de su rostro fue a abrazar a Mabel desnuda como se encontraba. Quería expresarle lo contenta que estaba por ella. Mabel la recibió en sus brazos. Sentir el contacto de la piel de su amiga entre sus brazos la puso más caliente que todo lo que había vivido antes. La rubia le dijo lo contenta que estaba de haberla visto gozar. Que tenía que seguir disfrutando y que ella la iba a acompañar. Luego de eso la rubia se vistió ante la mirada atenta de Mabel que no quería perderse ningún detalle del cuerpo de Luciana, quien percibía como era observada y la confundía, aunque no dejaba de agradarle.
Luciana le avisó por mensaje a Carolina y Leticia que se iban del club. Cada cual subió a su auto y se marcharon. En la soledad de su vehículo Mabel no podía creer lo que hizo. Pero estaba feliz. Había tenido tres orgasmos como nunca con su marido y podría haber tenido otro ahí mismo. La sensación de haber tenido esa polla en su coño le había encantado pero más se había quedado pensando en el cuerpo de su amiga. Cuando llegó a su casa su marido la ignoró como siempre. Ni siquiera le preguntó que película había visto. Pero a ella no le importaba. Llenó su jacuzzi con agua y se sumergió a masturbarse recordando lo que acababa de vivir para luego dormirse feliz...
La rubia, por su parte, volvió satisfecha como siempre que asistía al club, pero esta vez mucho más contenta. Nunca imaginó que Mabel se iba a liberar de la forma que lo hizo y se quedó pensando en la forma en que la miraba, en cómo se tocaba mientras ella recibía el placer de esos hermosos jóvenes.
Lejos de sentir culpa, Mabel se sentía segura de lo que había hecho y cada vez que recibía los destratos de su marido más se convencía. Junto a Luciana empezaron a ser cómplices de la infidelidad a espaldas de sus maridos. Mabel estaba ansiosa por volver a asistir a ese club pero la rubia le pedía que tenga paciencia, que ellas no iban todas las semanas pero que ya volverían. Una tarde volvieron a ir de compras y esta vez fue Mabel quien le pidió a su amiga que la acompañara a comprar lencería. Luciana estaba encantada con el cambio de actitud de su amiga. Mabel realmente quería comprarse algo sexy para la próxima visita al club pero consciente o inconscientemente también quería ver a su amiga con poca ropa. Decidió probarse un conjunto de encaje blanco muy fino cuya parte de abajo era una tanguita muy pequeña. Nunca había usado una ropa interior de esas características. Llamo a Luciana para que entre al probador y le de su opinión y la rubia la encontró muy linda, parecía otra mujer. Nuevamente estaban las dos juntas, semidesnudas en un pequeño espacio que las albergaba. Se quedaron en silencio y Luciana le dijo que salía pero Mabel le pidió que espere a que se probara otro conjunto y sin mediar palabra se quitó nel sostén y la tanguita quedando totalmente desnuda ante su amiga que la observaba con detalle. "Total ya nos conocemos" dijo Mabel. Luego se volvió a poner otra tanguita y se giró para mostrarle cómo le quedaba. "Igual de hermosa que la otra", le dijo la rubia. Y volvieron a quedar frente a frente en silencio. Si alguna de las dos avanzaba seguro se comían la boca ahí mismo, pero Luciana le dijo que se quería cambiar y salió. Compraron varios conjuntos y luego siguieron con vestidos, faldas y otras cosas. Mabel se compró ropa más atrevida y al finalizar fueron a tomar un café. La intimidad entre ambas había crecido aunque la tensión sexual entre ambas las ponía incómodas. Hablando de todo un poco volvieron a recordar la noche en el club y quedaron en volver la semana siguiente. Mabel le confesó que esta vez quisiera invertir los roles, que quería gozar como ella había gozado. Pero también le dijo que quería ser observada por ella. La rubia un poco incrédula de lo que escuchaba sonrió cómo forma de aceptar la propuesta de su amiga, aunque le aclaró que no iba a ir sólo a tocarse y ambas rieron.
El marido de Mabel, un hombre de valores muy conservadores estaba muy molesto con la relación de amistad de su esposa con esa mujer que él llamaba "vulgar". Y se enfadó mucho cuando su esposa le dijo que volvería a salir con ella y otras mujeres. El no sospechaba y a lo mejor ni le importaba la posibilidad de que su esposa le fuera infiel. Su frialdad para con ella le había quitado todo tipo de sentimientos. Como siempre, le importaba sólo la apariencia ante los de su círculo y temía que la amistad con esa mujer pudiera desprestigiarlo. Pero a Mabel ya no le importaban sus enojos. Le dijo que era una buena mujer, que le hacía bien pasar tiempo con ella y que la necesitaba, pero que estuviera tranquilo, que no iba a manchar su "buen nombre". Ya no estaba dispuesta a obedecerlo y esa tarde se preparó para ir al club. Se depiló y en la intimidad de su cuarto de baño se rasuro completamente su coño. Lo quería tener igual a su amiga. Se puso la tanguita blanca que se había comprado y en su bolso ocultó un vestido bien corto para cambiarse en el auto lejos de su casa.
Al igual que la vez pasada, la rubia la esperaba en la puerta. Esta vez eran ellas dos. Luciana también estaba hermosa con una falda de jean bien corta y un top que resaltaba sus senos. Entraron a ver los shows y reían como siempre. La rubia le preguntó con quienes de los jóvenes stripers le gustaría gozar y le dijo que estaba buscando al chico alto de la otra vez, que se había sentido cómoda con él. Que el otro lo eligiera ella. La rubia invitó a un chico con el que había estado algunas veces. Tenía buen cuerpo como todos pero lo mejor era su polla, de unos 20 cm y de buen grosor. Ésta vez pagó Mabel y se dirigieron al cubículo privado luego de unos bailes calientes. Las amigas besaban con pasión a esos jóvenes, tocaban sus cuerpos trabajados y sus miembros duros. Las dos estaban paradas en ese cubículo una al lado de la otra. Mabel ya tenía el vestido en su cintura y el chico le amasaba su culito, frotando su coño desde atrás que ya estaba muy húmedo. La rubia había hecho su falda a un costado y recibía la lengua de su amante en sus senos que tanto atraían a los hombres. Ambas empezaban a gemir y suspirar entre los fuertes brazos de esos jóvenes. Mabel vio como su amiga se arrodillaba y comenzaba a succionar la polla de ese muchacho que crecía en su boca. Se sorprendió por el tamaño y la imitó a su amiga. Ambas estaban arrodilladas chupando y comiendo esas pollas. Luego de unos minutos el amante de Mabel la invitó a ir al sofá. Ésta se colocó en cuatro sacándose previamente su vestido y su tanguita, quedando desnuda. Él se ubicó por detrás y le dio una buena comida de coño que la hizo gemir al sentir la lengua del muchacho recorrer su clítoris y jugar con él, introduciendo dos dedos en su coño. Estaba a punto de acabar pero el stripers abandonó su comida de coño y se dispuso a penetrarla. Cuando la empezó a follar, el chico que estaba con Luciana se acercó y le ofreció su pollón. La rubia lo había invitado a que lo haga. Al ver semejante miembro delante de ella lo agarró delicadamente mientras recibía las embestidas por detrás. Su grosor evitaba que lo pudiera abarcar con sus finas manos. La sentía caliente y palpitante. Y de a poco la empezó a lamer. Pasaba su lengua por el tronco y se comenzó a meter el glande en la boca. La rubia estaba despatarrada en el sillón que se encontraba frente a ellos. Se frotaba el clítoris y se chupaba su propio pezón. Se estaba dando flor de masturbación mientras observaba a aquella mujer tan conservadora hace un par de meses, chupar y recibir polla como si no hubiera mañana. Observaba sus finas piernas que terminaban en un culito redondo que estaba siendo abarcado por las manos de su amante mientras la follaba con fuerza. Escuchaba cómo sus gemidos en aumento eran ahogados por la polla que tenía en su boca hasta que terminó en un orgasmo escandaloso, pero quería seguir.
Los muchachos invirtieron su ubicación y ahora la cogía el de la polla grande. Mabel se sentía llena por esa polla y estaba disfrutando como loca con dos pijas para ella por primera vez en su vida. El que le estaba dando la polla en la boca le preguntó si quería la corrida y la mujer no contestó. Siguió chupando dando su aprobación. Ya había tenido otro orgasmo y estaba como ida. El goce era su único presente y segundos después recibió una potente corrida en su boca. Nunca, en sus más de 50 años, había saboreado ese líquido caliente y viscoso que le llenó la boca. No se animó a tratarlo y calló por su barbilla hasta el sofá. La imagen de esa mujer con la corrida cayendo de su boca fue demasiado para Luciana, quería acabar pero antes quería su turno de polla pero su amiga no se desprendía del otro jóven. La rubia se estaba aburriendo por lo que se acercó a dónde estaba la acción. Se sentó en el borde del sofá con las piernas abiertas por lo que su coño quedó a centímetros de la cara de Mabel, quien seguía en cuatro recibiendo polla y ahora con el colo de su amiga tan cerca que casi podía olerlo. La intención de Luciana era mirar de cerca la acción y mostrar sus intenciones de estar con el chico, pero no buscaba (o si...) lo que finalmente terminó sucediendo. Mabel estaba muy caliente sintiendo como esa polla la abría, cómo esas manos fuertes la agarraban de su cintura y frente a ella estaba ese manjar. La razón le hubiera dicho que no lo hiciera pero en esos instantes estaba gobernada por su deseo y para sorpresa de la rubia acercó su boca a su coño y de manera algo torpe pero con decisión, posó sus labios en la vagina de Luciana. No era la primera vez que recibía placer sexual de una mujer. Ya lo había probado en una situación similar en el club cuando una jovencita le había comido el coño. Esa vez le había agradado pero ahora era distinto. Le daba mucho morbo que esa mujer mayor se lo esté comiendo. El roce suave de sus labios en su clítoris, la lengua húmeda recorriendo los pliegues de su vagina. La rubia abrió más sus piernas aprobando el accionar de su amiga, posó su mano en su pelo acariciándolo. La estaba llevando al paraíso y Mabel ya estaba ahí. Con esa polla en su coño y el coño de su amiga en la boca no pudo aguantar y explotó en su tercer orgasmo que fue acompañada por la rubia que tensionaba sus piernas y gritaba de placer. El strippers salió de su coño y descargó una gran cantidad de leche entre las nalgas de la mujer. Todos quedaron rendidos. El otro jóven ya había abandonado el cubículo y lo mismo hizo el portador de la gran herramienta luego de darle suaves besos de despedida a las mujeres.
Luciana le indicó a Mabel dónde estaba el baño mientras se iba vistiendo. Cuando su amiga regresó no dijeron mucho y luego de arreglarse se dirigieron a la salida. Los shows seguían, había decenas de mujeres que gritaban, reían y tomaban. Ellas estaban tranquilas y satisfechas. Al salir se dieron un tierno abrazo y cada una se dirigió a su auto. Para ambas lo que había pasado no fue algo más. Las dos se querían convencer de que había sido producto de la calentura del momento, pero sabían que se estaban mintiendo. A las dos le había gustado mucho y también les hubiese gustado que haya sido en otra situación en la que pudieran disfrutar con más tranquilidad de sus cuerpos.
Las semanas pasaron. Luciana tenía algunos amantes que visitaba con frecuencia. Mabel dependía de asistir al club y no quería esperar más de un mes para regresar y sóla no sé animaba, por lo que contrató los servicios del jóven alto que la había hecho gozar en dos oportunidades. Con él quedaban en hoteles alejados y por lo menos una vez a la semana se encontraban. Pero Mabel seguía pensando en lo que había pasado con Luciana y quería sacarse las dudas. Le propuso irse un fin de semana juntas a un hotel spa de lujo que quedaba a unos kilómetros de la ciudad. Más que pedirle permiso le avisó a su marido con quién a esta altura dormían en habitaciones separadas. A la rubia le gustó la idea de un fin de semana a solas relajándose. Por dentro sabía que a lo mejor algo iba a pasar con su amiga, en el fondo lo deseaba.
Llegado el día emprendieron el viaje. Llegaron a un lugar exclusivo y la estadía incluía múltiples servicios. Se registraron y subieron a su habitación. Luciana hizo una suave sonrisa cuando observó que su amiga había reservado una habitación de lujo pero con una sola cama. La habitación era amplia y contaba con un gran vestidor que no utilizarían por el fin de semana y cuarto de baño con jacuzzi. Mabel invitó a la rubia a relajarse ahí y se colocó un traje de baño provocativo que dejaba ver sus finas formas y esperó a su amiga sumergida en las burbujas. Luciana se colocó el suyo que apenas podía contener sus grandes pechos y la tanguita se perdía en sus nalgas. Relajadas y hablando de su vida, ambas sentían la comodidad de la compañía de la otra y brotaba un profundo deseo. La rubia decidió tomar la iniciativa. Decidió salir del jacuzzi, se secó su cuerpo frente a su amiga que la observaba. Se quitó el corpiño dejando al desnudo sus redondos senos y Mabel no perdía detalle. Luego se quitó su tanguita dejando a la vista su coño perfectamente rasurado. Sin decir palabra se fue en dirección a la cama saliendo de la vista de Mabel. A los segundos la llamó. Mabel no entendía mucho pero no cuestionó el llamado. Secó su cuerpo y fue para donde estaba su amiga. Al entrar a la habitación se quedó quieta. Luciana estaba acostada en la cama, desnuda y con sus piernas abiertas. Luciana le dijo "ven Mabel, esto es lo que deseamos. Ven conmigo". Sin decir nada, se quitó la parte de arriba de su traje de baño, fue hasta la cama y se colocó entre las piernas de la rubia. Se acostó encima de Luciana. Ambas estaban nerviosas pero seguras de lo que estaban haciendo. Al sentir la piel de la otra una corriente de electricidad recorrió sus cuerpos. Estaban una frente a la otra, sus rostros a centímetros y se dejaron llevar dándose un tierno beso. El tiempo se apagó y se entregaron al placer. Mabel se sentía una adolescente como cuando se veía a escondidas con su compañera del instituto, pero eran dos hermosas maduras en la intimidad de ese cuarto dispuestas a descubrirse. Sus besos eran intensos y profundos. Los pequeños senos de Mabel se posaron sobre la voluptuosidad de la rubia. Luciana la abrazaba y acariciaba su espalda. Así estuvieron unos minutos, ambas estaban disfrutando, su respiración se aceleraba. Mabel quería recorrer cada centímetro del cuerpo de su amiga. Hizo una primer parada en sus tetas que tanto había deseado. Las lamió, besó y tocó en toda su extensión. Luciana suspiraba, acariciaba el cabello de su amiga y ya estaba completamente mojada. Le agradaba la suavidad de sus besos y quería que continuara. Mabel así lo hizo. Bajó por su cuerpo deteniéndose en su barriga. Arrancó unas leves risas de la rubia por ser una zona de cosquillas. Llegó a su entrepierna pero decidió seguir con sus besos por el interior de sus muslos, recorriendo ahora un camino inverso desde sus rodillas hasta casi rozar los labios superiores. Mabel sentía el aroma del coño de su amiga que había probado la otra vez, pero ahora tenía todo el tiempo de mirarlo y disfrutarlo. "Comeme el coño Mabel, no doy más" suplicó Luciana. Y de a poco lo empezó a besar y pasar su lengua. La rubia gemía suavemente. Con sus dedos abrió despacio los labios superiores, aspiró su aroma y hundió los labios en su coño. Recorrió con su lengua cada pliegue de la vagina hasta detenerse en el clítoris que masajeo generando gemidos cada vez más fuertes de su amiga que movía sus caderas acompañando el sexo oral. Luciana estaba muy caliente. En cualquier momento llegaba a un orgasmo. Pero su amiga se detuvo y le pidió que se pusiera boca abajo. Quería agarrar sus nalgas, tocarlas, sentirlas con su lengua. Luciana suspiraba de placer, su coño estaba inundado con sus fluidos. La rubia paraba su trasero para darle acceso a su amiga para que le siga chupando su vagina y así lo hizo. Cuando volvió a sentir la lengua de Mabel en su clítoris estalló en un orgasmo intenso. Sus jugos brotaron de su vagina cayendo por sus piernas y mojando la cama. Los espasmos de placer no se detenían. Su cuerpo se contraía y sus gemidos aumentaban. Había tenido un orgasmo glorioso.
Se volvieron a besar, sus piernas se enredaban, sus brazos recorrían todo el cuerpo de la otra. Mabel se desprendió de su tanguita, la rubia abrió sus piernas y sin dudarlo hundió su cabeza entre las piernas de su amiga. Nunca había probado un coño y ahora estaba frente a ella. El aroma la embriagaba. Primero posó sus dedos para sentirlo. Era muy suave. Con delicadeza abrió los labios superiores y apareció ante ella un clítoris hinchado y rozado. Apoyó sus dedos masajeandolo suavemente, arrancando un gemido de Mabel, quien estaba a la espera. Quería volver a sentir la lengua y la boca de una mujer como lo hacía su amiga en el instituto. Su excitación la invadia. La respiración de la rubia a centímetros de su coño era casi tortuosa. Le pedía que la comiera, pero la rubia se hacía esperar. Quería vivir en detalle cada segundo. Iba a ser la primera de muchas veces que le comiera el coño a su amiga, pero no quería olvidar esta vez, hasta que por fin empezó a lamer la vagina de Mabel que movía sus caderas a su ritmo. Luciana chupaba su clítoris y con sus manos se agarraba de las piernas de su amiga. Mabel estaba extasiada, no podía parar de gemir, parecía una adolescente. La rubia introdujo dos dedos en su interior mientras seguía chupando y lamiendo. No tenía experiencia, lo hacía sólo por instinto. Mabel se acercaba al orgasmo. Sus movimientos eran más acelerados y la rubia hacia lo mismo con sus dedos. Segundos después Mabel estalló empapando la cara de su amiga que se deleitaba viendo cómo esa mujer gozaba con ella. Nunca había vivido nada similar. Mabel gemía y sonreía de felicidad. En ese preciso instante sentía que volvía a ser felíz. Ese día no salieron de su cuarto. Pidieron el servicio a la habitación y follaron todo el día. Sentían que habían perdido mucho tiempo y lo querían recuperar. Pero lo mejor de ese fin de semana estaba por venir...
De a poco Mabel abría sus ojos. Tardó unos segundos en entender dónde se encontraba. A su lado estaba la cabellera rubia de su amiga. Sonrió al confirmar que todo eso había sido real. Pidió el desayuno mientras aprovechaba para darse una ducha. Desde el día anterior ni se había fijado en el celular ni le interesaba. Al salir su amiga estaba despertando. Le sonrió y se dieron un beso suave. Mientras desayunaban hablaban de cómo aprovechar los beneficios del spa. Consultaron por los masajes y pidieron recomendaciones. La gerenta les aconsejó que esperen hasta la tarde que estaba disponible una jóven colombiana que brindaba el mejor servicio. Reservaron un turno para cada una que podía ser en la habitación y aprovecharon la mañana para hacer ejercicios, nadar, ir al sauna y luego almorzar. Se encontraban en su habitación cuando llamaron a la puerta. Luciana abrió y del otro lado estaba Verónica, una mulata de sonrisa grande, más alta que Mabel. Estaba vestida con una bata pero se notaba una silueta exuberante, de pechos pequeños pero con una caderas grandes. La rubia se quedó impactada con la belleza de la jóven que no llegaba a los 30 años. Verónica se presentó con una sonrisa y les explicó que era la masajista, lo cual era evidente porque traía consigo la camilla y demás utensilios.
La primera en tomar el turno fue Mabel quien también se había impactado por el físico y los rasgos de Verónica. Se miraban de manera cómplice con su amiga y sonreían. La mujer se dejó sólo una tanguita y se acostó en la camilla boca abajo. Verónica empezó su labor relajando todo el cuerpo de la mujer. Las manos pasaron por todo su cuerpo. Luciana estaba recostada observandolas. Pensaba en lo bien que la habían pasado el día anterior y sentía cómo se le había despertado una atracción hacia las mujeres que no había vivido hasta ese entonces. Observaba a su amiga y ahora amante disfrutar de esos masajes. Reparaba en el contraste de las manos de Verónica y la piel de Mabel. Miraba la silueta de la mulata de grandes caderas y culo potente. Cuando terminó la labor con Mabel, Verónica les pidió un tiempo para descansar. Les dijo que podía volver en unos minutos pero las dos maduras insistieron en que se quedara ahí. Le hicieron muchas preguntas para conocerla. La colombiana dió por sobre entendido que eran amigas pero la rubia, atrevida como siempre, la corrigió aclarandole que eran amantes. Quería ver su reacción y la mulata sonrió tímidamente. Esa aclaración la había descolocado un poco y Mabel se puso colorada. Casi se mueren de vergüenza. Siguieron hablando hasta que llegó el turno de la rubia que al igual que su amiga se dejó sólo una tanguita. Al dirigirse a la camilla notaba la mirada de Verónica en sus tetas. La jóven era una profesional pero no podía dejar de sentir cierta incomodidad cuando la rubia suspiraba ante su tacto. Luciana la quería seducir. Desde que entró en esa habitación quería conocer íntimamente a esa mulata. Verónica notaba algo raro, se estaba excitando con esa mujer, algo que siempre trataba de evitar cuando estaba dando un masaje. Mabel miraba a su amiga y se daba cuenta de todo. Sonreía. La idea que seguro tenía en mente Luciana le daba mucho morbo. Y sabía que la única capaz de proponerle algo a la masajista era su amiga.
Cuando terminó, Verónica empezó a juntar sus cosas para retirarse. Tenía que ir a otro turno. Luciana le preguntó a qué hora terminaba y que estaba invitada a tomar una copa a la habitación si así lo deseaba. Que por supuesto la discreción iba a ser absoluta. La mulata le aclaró que no lo tenían permitido por más que fuera después del trabajo. "Si es sólo eso lo solucionamos, el tema es que vos quieras", la interrumpió la rubia. Verónica no sabía que decir. Sentía curiosidad por la propuesta. Mabel no la quería incomodar, por lo que le dijo que no hacía falta avisar. Que toque la puerta cuando lo desee y le dejó una generosa propina. Apenas se fue la chica ambas empezaron a reír. Nuevamente se sentían unas adolescente en búsqueda de placer y nuevas aventuras. Decidieron arriesgarse y llamar a la gerenta, agradeciéndole la recomendación y le dijeron que le habían ofrecido a Verónica que cuando termine su trabajo vaya nuevamente a darles un masaje. Que entendían que no se podía pero al día siguiente debían regresar y querían una última sesión y que la pagaban aparte. Al ser clientas importantes la gerenta terminó aceptando aunque bajo sospecha y las amigas le pudieron que se lo comunique a Verónica ya que no tenían su número.
Al caer la noche Verónica estaba a punto de retirarse del hotel. Ya se había bañado y cambiado pero fue interrumpida por la gerente dándole permiso para que haga un turno más sólo por la importancia de esas clientas. A la mulata la tomó por sorpresa. No sabía que decir. Si le decía a su jefa que no iba a quedar mal en el trabajo. Si aceptaba sabía que las amigas tenían otra intención. Pero esa otra intención le seguía dando curiosidad por lo que decidió aceptar y se dirigió a la habitación de las maduras.
Al llamar la puerta las amigas se quedaron en silencio. Estaban besándose en la cama y no esperaban la visita. Ambas empezaron a reír y susurrar. Luciana fue a abrir y su corazón dio un salto cuando vio a Verónica del otro lado. La mulata se sorprendió al verla vestida con ese body tan atrevido que se lo había puesto para su amante y que apenas podía contener sus tetas y por detrás se hundía entre sus nalgas. La rubia le sonrió y la saludó con un beso. Le dijo que pensaban que no iba a ir, que las disculpe por su atuendo. Mabel que estaba sólo con una tanguita ya se había puesto una bata. La morena estaba con un jean que marcaba la proporción de su trasero y un top. La invitaron a pasar y abrieron una botella de champagne. Que no fue la última. Las tres empezaron a beber y a medida que el alcohol subía las maduras la comían con la mirada, la querían hacer suya. Verónica se daba cuenta y la incomodaba un poco pero algo la hacía quedarse. En un momento la masajista pidió ir al baño y cuando se quedaron solas, Luciana le dijo a su amante que apenas saliera del baño iba a probar suerte. La mulata estaba un poco nerviosa, no sabía que hacer, pero eso como siempre lo iba a resolver la rubia.
Al salir del baño se encontró con Luciana en la puerta que seguía vestida sólo con ese body. La mulata bajó la mirada y la rubia posó su mano en la cara de la jóven. Ésta sonrió tímidamente y al levantar la vista se encontró con la boca de la madura a centímetros de la suya. Cerró los ojos y se dejó llevar. Se empezaron a besar ante la atenta mirada de Mabel. Luciana dirigió las manos de Verónica a su trasero. Ésta lo toco con ganas mientras los besos entre ambas agarraban más intensidad. Sin dar tiempo para dudas, la madura la agarró de la mano y la guió hasta la cama. Se acostaron y se siguieron besando. La jóven seguía tocando su trasero y sacó una de sus tetas para jugar con sus pezones, lamer los, chuparlos. La rubia suspiraba y le sacó el top y luego el sostén. Le encantaba el tacto con esa piel suave y ahora era el turno de Luciana de besar su piel, sus pezones, su cuello. En eso estaban cuando Verónica siente otras manos en su cintura que buscaban desprenderle el pantalón. Entendiendo que era Mabel se dejó hacer mientras recibía los besos en su cuerpo de Luciana. No sin dificultad Mabel logró que que el jean bajará por el culazo de la morena hasta desprenderse de esa prenda. Una vez que salió la jóven abrió sus piernas sólo con su tanguita blanca. Mabel se estaba deleitando al observar esos muslos grandes que no tardó en besar y acariciar. La morena suspiraba mientras se besaban con Luciana. Con una mano acariciaba la cabellera de Mabel y con la otra abrazaba a la otra madura.
Al llegar a su entrepierna Mabel se embriagó con el aroma de la jóven y besó su coño por encima de la tanga. Así estuvo unos segundos mientras la mulata suspiraba. Mientras, Luciana se incorporó, se terminó de sacar su prenda y se colocó encima de la cara de la masajista dejando su coño húmedo para ser succionado y dándole la espalda a Mabel. Ésta le fue bajando la tanga a Verónica y apareció ante ella un coño rasurado que dejaba ver un interior rosado que contrastaba con la piel exterior. Sin más espera empezó a lamer los bordes exteriores de la vagina de Verónica. La suavidad de ese coño jóven la volvía loca y la chica empezaba a gemir al sentir la lengua de la madura en su clítoris, a la vez que ella comía a la rubia que se frotaba contra su cara. A cual disfrutaba más. La rubia estaba atravesando un torbellino de placer que le proporcionaba la masajista y acabó en un orgasmo ruidoso y muy intenso.
Mabel se salió del coño de Verónica y se acostó boca arriba invitando a la mulata a qué se sentara en su cara. Quería sentir esos muslos alrededor de su cara, quería seguir chupando ese coño mientras apretaba ese trasero. El culazo de la jóven apenas le daba lugar para respirar. Cubría toda su cara. Alejada de ese ambiente opresivo, racista y homofóbico, ahí está esa madura comiendo el coño de la mulata que frotaba su clítoris contra la lengua y la boca su amante. Luciana que miraba recuperándose de su orgasmo, decidió ir a complacer a su amiga y metió la cabeza entre más piernas de Mabel, corrió su tanguita y la empezó a chupar. Así estuvieron unos minutos más hasta que Mabel acabó ahogando sus gritos en la vagina de la mulata que estaba en éxtasis, con pequeñas descargas permanentes de placer pero que aún no se había corrido.
La rubia la invitó a pararse y en el medio de la habitación, Luciana se sentó a sus pies y comenzó a comerle el coño y lo mismo hizo Mabel pero por detrás, lamiendo el agujerito de culo. Luciana chupaba e introducía sus dedos en la vagina. Mabel combinaba el masaje de su lengua y un dedo en su ano. A la mulata le temblaban las piernas. El placer iba en aumento hasta que estalló en un orgasmo que le provocó expulsar abundantes jugos mojando toda la cara de la rubia. Sus piernas casi se vencen y se fue a recostar a la cama. Estaba agotada pero las maduras no la iban a dejar ir tan fácil. Después de descansar unos minutos Mabel se sentó en su cara mientras que Luciana continuaba la comida de coño. Fueron cambiando de posiciones hasta que acabaron nuevamente. Se había hecho tarde y Verónica se preocupó pensando que su jefa la iba a regañar por estar tanto tiempo en la habitación. Se cambió rápidamente mientras que las maduras seguían acostadas, desnudas. Mirando a semejante hembra que acababa de estar con ellas. Una vez lista Verónica le dio un beso a cada una y con una sonrisa les dejó su tarjeta. "Cuando quieran un nuevo masaje avisen". Les guiñó un ojo y se retiró.
Las amigas pasaron toda la noche follando hasta que sus cuerpos se rindieron. Mabel había pasado el mejor fin de semana en décadas. Cuando estaban regresando en su auto, Luciana le preguntó si quería ser su novia. Ambas rieron y se besaron. Ninguna de las dos abandonaría su matrimonio por un par de años. Continuaron siendo cómplices de infidelidades compartiendo hombres y mujeres hasta que la situación se hizo insostenible. Enfrentando todos los mandatos, prejuicios y normas sociales en las que se había criado, Mabel se divorció de su marido y lo mismo hizo Luciana. Fueron a vivir juntas para dejar atrás esa vida clandestina y seguir disfrutando juntas de su bisexualidad pero ahora a la luz de la vida.