Vecinas.

Dos amigas en el punto culminante de sus vidas, encuentran un amor especial y sensaciones nunca experimentadas.

Vecinas

Melina es mi amiga y vecina en el edificio, nos conocemos hace más de treinta años. Tenemos la misma edad y enviudamos, yo hace diez años y ella el año pasado.  Desde el momento en que fue descubierto el mal  de su marido, se fue con él a otra ciudad en busca de mejor atención médica y al morir éste, aun se quedó un año más para pasar su duelo.

Su regreso me sorprendió agradablemente. Esa noche mi vida recupero su  añorado hálito vital.

Comenzaba la noche, atendí el llamado a mi puerta. Al abrirla, Ella estaba  parada frente a mí, mirándome sin sonreír. Su aura envolvió la mía. Estaba más bella y con un aire delicado que no le conocía, como si el dolor que había pasado la hubiese transformado en un ser reciente.

–Volví, me dijo con su seriedad habitual.

Nada respondí. La sorpresa me conmovió. Si hablaba, seguro que lloraba. Mientras me recuperaba, abrí la puerta lentamente sin quitarle la mirada, sin sonrisas.  Nos abrazamos apretadamente durante un largo rato en el umbral. Volvíamos a recuperarnos para nosotras, éramos dos seres solitarios que se tenían la una a la otra, otra vez.

Se tiró en una poltrona y mientras se quitaba las sandalias, liberando a sus pies de la opresión calurosa que los encerraba, -me dijo gritando emotivamente,  ¡Dame whisky!, llevo casi cuatro horas en esa autopista y estoy derrengada  y siéntate para que hablemos. Me vas a tener que escuchar toda la noche, así que prepárate, me informó con buen ánimo señalándome  el asiento a su lado-

Mientras en el barcito yo preparaba los tragos, la observé afectuosamente. Su falda no tan corta y su camisa, le quedaban a la medida, nunca usaba medias lo que resaltaba la belleza de sus piernas que ahora tenía estiradas delante de ella, mirando atentamente los movimientos relajantes que efectuaba con sus deditos.

Al sentarme a su lado después de haberle servido un whisky bien cargado, lanzo una carcajada distendida, se apoyó en el espaldar, cruzo sus piernas y poniendo su mano en mi rodilla, me dijo- ¡coño, amiga, yo si he pensado en ti! Me has hecho una falta que no puedo describir, una noche hasta soñé que me estabas haciendo una vaina que no te puedo decir… ¡si seré loca!

Durante un buen rato tratamos de contarnos dos años de pendientes, pero en vista de la infructuosidad del esfuerzo y del polvero doloroso que estábamos levantando, dejamos los recuerdos allí donde debían estar. En su sitio, en el pasado. Ahora nuestro silencio era lo que compartíamos. Puse música, Rocío, Ednita, Isabel, Paloma…..todas desfilaron ante nosotras mientras cantábamos a dúo sus canciones.

-Mi maldita educación religiosa me impide masturbarme sin mortificarme, dijo de pronto. Desde hace cuatro años estoy que reviento, pero la enfermedad de Reynaldo me ocupo el tiempo, el espacio y las ganas. Te lo digo francamente, porque eres la única persona que me queda en mi aprecio y mi cariño, prosiguió desatada, quien sabe cuántas otras vainas más tendré que desenterrar y liberarme de ellas: traumas, creencias, reglas, que son como un peso que no quiero, lo que quiero es ser libre y seguir mi vida más liviana, concluyó

Nuestras lágrimas al fin brotaron, nos acurrucamos en un rincón del cómodo sofá y allí lloramos y reímos hasta que la catarsis a la que nos habíamos sometido hizo su efecto benéfico y quedamos puras y vacías de angustias, de pesares  y de alegrías. El whisky ayuda bastante a regresar a los espíritus errantes. Tambaleantes y reidoras nos fuimos a la habitación, nos tiramos rendidas sobre la cama, así como estábamos, nos dormimos de inmediato. No teníamos que rendirle cuentas a nadie.

En la madrugada desperté acalorada, encendí el aire acondicionado, me desvestí y cubrí nuestros cuerpos con una cobija. Ella dormía apacible y yo también me rendí. La opaca luz del amanecer que entraba por la ventana me sorprendió al despertar. Voltee y la vi observándome muy seria, como siempre, -Ya vengo, me susurro al oído- se dirigió al baño, allí estuvo un rato. Al salir vi que se había desnudado y note con excitación sus formas amplias y jugosas que tanto me intrigaban, la veía al natural por vez primera. Se introdujo friolera bajo la cobija-Coño, no me acordaba del frio, dijo sonriendo-

-Duérmete otra vez, le dije

-Me masturbé un poco, contestó

-Felicitaciones, le respondo sarcásticamente mientras me volteo para mirarla con sorna, ¿qué tal te fue?

Me respondió su risa sofocada por la almohada. Me dio la espalda.

Rodee sus nalgas con una de mis manos plenamente consciente de que me podía llevar un chasco. Sentí su calor y su suavidad. No hubo el movimiento de rechazo que esperaba con temor. Entonces la introduje con recelo en la hendidura entre ellas. Sentí que se acomodaba perceptiblemente para que fuera más cómodo para mí, suspiró,  como si al fin hubiera llegado lo que no se atrevía a pedir.

Ya sin más aprensión, acerqué mi cuerpo hasta rozar el suyo. Trate de introducir mi pierna entre las suyas y colaboró abriéndose un poco. En mi muslo sentí la humedad febril de los labios de su vagina estrujados contra él. Emitió un quejido muy quedito.

Mi vagina estaba aplastada contra su nalga, pase la otra pierna por debajo de su cadera para apretarme más contra ella, mis latidos se transferían a su piel. Mi mano derecha bajo hasta su clítoris y la izquierda la pase bajo su cuello atrapando sus cálidos pezones que se erizaron aún más.

-Me acabo de lavar, dijo con debilidad en su voz

-Mal hecho, respondí, ahora se perdieron los aromas de tus efluvios de griega y los de tus orines de whisky caro.

Como pude estiré mi cuello y besé las comisuras de sus labios y todo lo que pude alcanzar de su cara y cuello. Mi lengua en su oreja le arranco otros gruñidos de placer y escalofríos que le recorrieron su espalda. No habíamos movilizado nuestras acopladas caderas, pero mi mano si acariciaba levemente su clítoris endurecido.

-O sea, que tú piensas chuparme allá abajo, dijo tratando de voltear su cabeza para mirarme, como si se hubiera dado cuenta en ese momento de mis  retorcidas intenciones respecto a su vagina-

Tras otro momento de cavilación me dijo: -Ni a Reynaldo lo dejé hacerme  nunca eso, lo dijo seriamente, pero con  ánimo jocoso.

-Pues, a mí me vas a tener que dejar, porque si no te amarro, riposté rápidamente en la misma onda.

-Eres muy capaz, dijo ya riéndose, has como tú quieras, me tienes en tus manos, ¿no ves cómo me tienes amarrada? Además, imagínate, nunca había estado con una mujer.

Había empezado a frotar sus labios con mi muslo, eso le quitó la fuerza para seguir hablando y su chorro de palabras se fue convirtiendo en un chorrito de murmullos que me comunicaban lo sabroso que estaba sintiéndose. Mis dedos frotaban amablemente su clítoris, pero ella, me substituyo con sus propios dedos y con su propia manera de frotarse, aparentaba ser una profesional, era ruda su manera, pero parecía irle muy bien, por las señales que emitía.

Mis dos manos abrazaron sus senos, mi vagina se restregaba contra su nalga y su muslo, la suya se refregaba en el mío, en una sabrosa sincronía de placer nuestras caderas con movimientos frenéticos empujaban nuestros sexos uno contra el otro, no hablábamos solo gritábamos, murmurábamos y nos decíamos las  obscenidades que salen espontaneas en esos momentos.

Los orgasmos nos llegaban con muy poca diferencia de tiempo entre los de ellas y los míos, pero nos fuimos acoplando hasta que llegó el momento en el que resoplábamos al unísono con el placer máximo que alcanzaban nuestros cuerpos sedientos de caricias olvidadas.

Cuando no pudimos más, porque la saciedad nos colmó, cesamos de movernos, aunque a nuestros cuerpos colmados, de vez en cuando los zarandeaban unas sacudidas involuntarias.

Así nos quedamos, sin movernos hasta que nos calmamos, un largo rato, disfrutando del regusto de lo que habíamos sentido. Algo indescriptible mezcla de amor, deseo, pasión, cariño, compañerismo…

-Esto que paso, fue lo que soñé y no te quise decir, para que no creyeras que estaba sonsacando, dijo muerta de la risa.

-¿Te gustó?, le pregunte mientras mis brazos y mis piernas desatenazaban su cuerpo indefenso.

-Me ripostó riendo, Bueno, ¿no y que me ibas a chupar allá abajo?-

-Tranquila, respondí  mientras me levantaba para ir al baño, aún no he terminado contigo.

FIN

By: LEROYAL