Vecina trans mulata me desvirga a mi y a mi amigo

Nos hizo acostar uno encima del otro boca abajo con nuestras colitas a su disposición. Nos fue cogiendo alternativamente. Era hermoso sentir el cuerpo de mí amigo mientras íbamos recibiendo en la cola la pija de Martina

Estaba en el último año del colegio, en ese entonces vivía en un edificio en el centro de la ciudad junto a mí familia. Eran los últimos meses de clases cuando se mudó una nueva vecina al piso de abajo. Una morocha muy alta, cerca de 1,80. El día que llegó me di cuenta que era trans. Era evidente. Un cuerpazo, grandota con tetas normales, un poco ancha de espaldas, un culazo que atraía todas las miradas y una piernas potentes. Su rostro tenía razgos masculinos pero no eran exagerados. Su ojos verdes contrastaban con su color de piel y sus labios gruesos eran hermosos.

Apenas la vi algo se movió algo dentro mío. En ese entonces no tenía clara mí sexualidad. Todavía era virgen, había tenido una que otra novia con quienes no había pasado más que toqueteos. Mis hormonas me pedía sexo pero no había tenido la oportunidad. Los chicos no me gustaban o por lo menos no me daba la posibilidad de que me gusten. Sin embargo, había compartido algunas pajas con un amigo del colegio. Lucas vivía cerca de mí casa y pasábamos mucho tiempo juntos. En algunas ocasiones cuando estábamos solos en mí casa nos masturbamos viendo porno hetero. Cada cual en lo suyo pero no podía evitar ver su polla. Era más o menos del mismo tamaño que la mia en ese entonces. De unos 17cm. Pero la de él un poco más desarrollada, más gruesa. Lucas era un lindo chico, de 1,70 de estatura, rubio de tez blanca y muy lindo de cara con un físico normal. Con lindas piernas y un culo redondo con lindas nalgas. Hacía un mes aproximadamente que nos habíamos masturbado viendo porno. Desde ese día no quise hacerlo más porque algo me había perturbado. Por primera vez, al verle la polla, se me había cruzado por la cabeza tocarsela o chuparla, algo que no me había pasado nunca pero el sólo hecho de pensarlo hizo que me viniera y luego de ese día me había hecho muchas pajas pensando en eso. Eran las mejores masturbaciones pero luego me invadía la culpa.

Por ese entonces yo era apenas más alto que Lucas. 1,75 y un poco más delgado que él aunque tenía lindas piernas y un culito lampiño que luego me enteré que podía ser muy atractivo jaja. Era castaño, tez blanca y lindo de cara según me decían pero mí personalidad no me ayudaba mucho. Distintas inseguridades me hacían una persona un poco tímida aunque dentro de todo me podía desenvolver socialmente una vez que entraba en confianza. No era de los más populares pero tampoco alguien aislado del resto, tenía un amplio grupo de amigas y de amigos con quienes compartíamos los fines de semana.

Pero volviendo al día en cuestión, cuando se mudó mí nueva vecina, al verla se conjugó su belleza con mí curiosidad y me quedé tonto mirándola entrar al edificio. Ella estaba con dos chicos entrando muebles y notó mí mirada perdida en su cuerpo y me dirigió una sonrisa tierna. Al día siguiente la crucé en el ascensor y cuando entró me volvió a invadir los nervios y sólo pude responder con un "hola" cuando me saludó. Se presentó como Martina, yo hice lo propio y no pude darle más conversación. Cuando mis padres se enteraron de la existencia de la nueva vecina no les gustó. Afloraban todos los prejuicios de una familia conservadora de clase media e inmediatamente asociaron el género de Martina con el trabajo sexual. Lo mismo sucedió con varios vecinos que se escandalizaban pero estoy seguro que más de uno daría todo por una noche con ella. Cuando hablaban mal de ella sólo por una elección de vida yo prefería quedarme callado, pero por supuesto que tanto prejuicio hacía difícil que me pudiera relacionar con Martina sin ser juzgado por el resto.

Pasada una semana de su mudanza que alborotó al edificio la crucé en la plaza que se encontraba a la vuelta. Estaba sentada leyendo y fumándose un cigarrillo. Sus shorts dejaban ver unas hermosas piernas. Yo estaba paseando a mí perro y cuando me vio me sonrió acompañado de un "hola vecino". En ese momento me animé a sacarle conversación. Le pregunté que leía, como se sentía en su nuevo hogar, a qué se dedicaba y varias cosas más. Me contó que había nacido en Medellín y que había venido a Argentina para alejarse del sufrimiento que le generó su decisión de vida. Era traductora de inglés y que trabajaba desde su casa. Había tenido una buena educación pero su familia había cortado relación cuando decidió su identidad. Sólo se hablaba con una hermana y lo que pudo estudiar le sirvió para tener ese trabajo que además le permitía hacerlo desde su casa ya que no le era fácil conseguir un trabajo presencial. Era muy simpática pero nunca me pude relajar del todo, tanto por las miradas de desaprobación de gente que estaba en el lugar como por mí guerra interna entre la atracción por esa chica y mí negación a aceptar que podía tener deseo por ella.

Desde ese día hablábamos más cuando nos cruzabamos en el ascensor pero no pasaba de ahí. No sabía cómo hacer, que excusa tener para volver a hablar con ella. Mis herramientas de seducción eran nulas. Un día la cruzamos con Lucas y éste también se quedó impactado. Cuando entramos a mí departamento me empezó a interrogar sobre mí nueva vecina y surgió una pregunta que me descolocó..."estarías con una trans?" No sabía qué responderle, pero fui a lo seguro: "No Lucas, me gustan las mujeres".

L: si, pero ella es una mujer no?

Y: claro que no! Que dices?

L: se que eres conservador en estas cosas, pero sin los prejuicios con los que cargamos te aseguro que más de uno estaría con una mujer así.

Y: más de uno que le gusten las pollas.

La conversación quedó ahí pero me sorprendió la apertura de Lucas. Nunca habíamos hablado de sexo sin otra posibilidad que fueran mujeres cis. Pero me agradó que fuera de esa manera aunque yo me haya mostrado reacio para hablarlo.

Después de darle vueltas, se me ocurrió preguntarle a Martina si me podía dar unas clases de apoyo de inglés. En realidad no las necesitaba, dentro de todo me defendía con el idioma pero no era mí fuerte. Se lo pregunté cuando nos volvimos a cruzar a la entrada del edificio. Lo hice de una manera culposa, con la voz un poco temblorosa. Me dijo que no había ningún problema, que por las tardes estaba libre. Le confirmé para el día siguiente y al preguntarle cuánto saldría me hizo una sonrisa respondiendome que era una "atención al vecino". Por supuesto que no le dije nada a mis padres y desde ese momento no pensé en otra cosa. Las horas se hacían eternas pero cuando se acercaba el momento yo estaba muy nervioso. Baje a su departamento intentando que nadie me viera, golpee y me atendió con una sonrisa y vestida de infarto. Iba con una pollerita blanca suelta que dejaba ver todas sus piernas y un top que marcaba sus pechos. No podía dejar de mirarla.

Noté algo distinto en su actitud. A diferencia de otras veces me miraba de otra forma, me sonreía de una manera particular. Empezamos a estudiar pero no me podía concentrar y ella lo notaba. Estaba sentada al lado mio, su voz era más melosa que de costumbre. Su cercanía me ponía nervioso. Quería que sucediera algo pero a su vez me resistía. Y ni siquiera sabía si ella lo deseaba. Luego de media hora de un infructuoso intento de estudio me miró fijo. Yo bajé la mirada, se produjeron unos segundos de silencio hasta que me preguntó "de verdad viniste a estudiar?". Respondí con un tímido "no".

M: y entonces? A qué viniste? Sentís curiosidad por algo?

Y: un poco...

M: curiosidad por mí?

Y: creo que si...

M: has tenido relaciones con otra persona?

Y: la verdad es que no

M: y te da miedo probar con una chica como yo?

Y: no sé si es miedo

Martina se acercó, con una de sus manos acarició mí rostro y lo levantó para que la mirara. Sus ojos verdes se clavaron en los míos. Observaba su boca, su rostro y de a poco se acercó hasta besarme. Mis nervios aumentaban pero el contacto de mis labios con los suyos me tranquilizaron. Nos besamos por unos segundos y me tomo de la mano y nos fuimos a recostar en el sillón. Ahí los besos eran más calientes. Me besaba en mí cuello, mi oreja que hacía que un escalofrío recorriera mí cuerpo. Me sentía diminuto entre los brazos y caricias de semejante hembra. Tomó una de mis manos y la dirigió por debajo de su falda a su entrepierna. Por encima de su falta palpe con timidez un miembro grande. Susurrando me preguntó si me sentía cómodo y respondí afirmativamente con un gesto. Seguí tocando su polla que estaba muy dura.

Martina levantó su falda y por el costado de su tanga roja liberó una pija muy grande que me asustó un poco. Tenía un poco más de 20 cm y era muy gruesa. Era la primera vez que tocaba una polla y parecía la de un actor porno. Con timidez toque esa pija grande y mulata. El tacto me calentó mucho. Su grosor y temperatura hizo que me encantara tocarla. En ese momento mis miedos y culpas se perdieron y me empecé a entregar a esa chica trans. Nos seguimos besando mientras yo la masturbaba de a poco. Me preguntaba si me gustaba y suspirando le respondía que me encantaba. "Mmm... bebé y me la quieres chupar?" Sin decir nada la seguí besando y de a poco bajé hasta su entrepierna y la empecé a lamer. Pase mí lengua por su tronco y me pareció un manjar ese miembro duro y suave. No sabía muy bien lo que estaba haciendo, actuaba por instinto. La empecé a meter en mí boca pero entraba muy poco. A ella le gustaba. Gemía y me pedía que siga. Yo hacía todo el esfuerzo para que me entrara más en la boca pero era infructuoso. Así estuve unos minutos hasta que ella corrió mí boca y se masturbó unos segundos hasta acabar abundante semen que fue a parar a su abdomen manchando su top. Yo me quedé mirando mientras ella acababa entre profundos gemidos con sus ojos cerrados. Cuando recuperó su respiración me miró, me dedicó una sonrisa y me dijo "muy lindo bebe, ahora me tengo que ir pero podes volver cuando quieras".

Yo me quedé un poco confundido, ni siquiera me había tocado y quería seguir. Pero no tenía muchas opciones. Acepté su decisión y me fui de su casa cuidando que nadie me viera salir. Al entrar a mí departamento fui directo al baño a masturbarme. Había sucedido todo muy rápido, no me creía capaz de animarme ir a su casa y mucho menos creía que esa tarde probaría por primera vez una polla, pero lo había hecho y me había encantado. A los segundos tuve un orgasmo como nunca antes y una vez que la calentura bajó mí cabeza se llenó de preguntas. Sin embargo no estaba arrepentido de lo que había hecho. Había sido mí primera experiencia sexual como nunca la hubiera imaginado.

Por unos días no la crucé en el edificio. Por momentos salía de mí casa con alguna excusa para intentar verla pero no había caso. Encima no tenía su número. Estaba un poco impaciente por volver a verla y sucedió cuando justo estaba bajando por el ascensor con mí madre. Al frenarse en el piso de abajo me puso muy nervioso y más aún cuando al abrirse la puerta era ella. Saludó cordialmente pero mí madre le respondió de manera despreciativa. Me miró, me sonrió levemente y me dijo "hola". Respondí tímidamente. Me sentía un niño tímido y medio estúpido. Al regresar a mí casa decidí dejarle un papel con mí número debajo de la puerta y mí sorpresa fue que cuando me estaba retirando sentí que su puerta se abría. Me quedé quieto cuando escuché "Ey vecinito, que linda sorpresa". Me di vuelta y ahí estaba ella asomada a la puerta con una sonrisa, cubierta con una bata de baño con su pelo húmedo. La miré, sonreí tímidamente y bajé mí mirada. Susurrando me dijo "queres pasar?". Y mi deseo fue más fuerte. Sin dudarlo fui a su encuentro y cerró la puerta tras de mí. Apenas entré abrió su bata y estaba desnuda con su herramienta dormida pero aún así era grande. "Que viniste a buscar putico? Sabe tu madre que te gusta esto?" Mientras se tocaba su polla. Con sus fuertes brazos me agarró de la cintura, me beso con esos potentes labios. También la abracé por su cintura. La calidez de su piel me cautivó. Me acariciaba la cabeza invitandome a que baje por su cuerpo. Saboree por primera vez sus tetas con pezones pequeños. Baje por su abdomen firme hasta llegar a esa polla mulata toda depilada. Ya estaba a medio camino. Me la metí toda en la boca como si fuera el manjar más esperado. Empezó a crecer y ya no pude abarcarla. Mí mano no lograba cerrarse por su grosor. "Chupa putico, chupa" me decía mientras acariciaba mí cabeza. Yo estaba arrodillado a sus pies chupando esa polla. Me invitó a pararme y nos fuimos al sillón donde seguí chupando. Pero está vez no me sacó. "Hoy vas a probar mí leche putico. Te va a gustar". Yo seguí chupando. Todo lo que me decía me calentaba demasiado. Su respiración se agitaba. Yo seguía chupando y mí mandíbula se cansaba pero no la quería decepcionar hasta que sus piernas se tensaron, sus gemidos aumentaron y sentí cómo mí boca era invadida por un abundante líquido espeso, caliente y viscoso que llegaba hasta mí garganta. Me dieron arcadas y expulsé toda su leche junto a mí saliva sobre su polla. Era mucha. Ella gemia disfrutando su orgasmo hasta que se fue relajando y me dijo "eso no se hace bebé. Eso no se desperdicia. Yo te voy a ir enseñando. Pero ahora traga todo lo que has tirado". No tuve opción y empecé a lamer toda la leche que estaba en su polla y en su pubis. Era rara la sensación pero me calentaba mucho. Traté de dejarla buen limpie y ella sonreía. "Muy bien mí niño. Te espero mañana por la tarde. Ven con tiempo".

Ese día me masturbe dos veces y seguía caliente. Estaba en un limbo. Sabía que era todo "prohibido" lo que estaba haciendo, sabía que podía ser visto con total desprecio por mí familia y mis amigos. Pero no quería otra cosa. El día siguiente se hizo eterno. En el colegio no pensaba en otra cosa que en Martina. Luego de almorzar me bañé y a la hora puse como excusa que me iba a estudiar a la casa de un compañero y evitando que alguien me viera estaba nuevamente frente a la puerta de Martina. Esta vez me atendió desnuda sólo con una tanguita blanca. Pude observar mejor su potente culo mulato y su bulto aprisionado en esa diminuta prenda. Al pasar me pidió que me desvista. Me saqué mí ropa quedándome con mí boxer. "Sácate todo, no seas tímido". Con vergüenza me bajé mí ropa interior dejando a su vista mi pija dormida que parecía de otra especie que la suya. Me tendió la mano y me guió hasta su habitación. Me pidió que me recueste boca abajo. "Relájate bebé, hoy la vamos a pasar muy bien". Comenzó a besarme por toda la espalda. Mí piel se erizaba al sentir sus labios y su lengua. Se detuvo en mí colita y de manera suave abrió mis nalgas pasando su lengua alrededor de mí agujerito completamente virgen. Lo empezó a lamer y fue como una descarga eléctrica en todo mí cuerpo. El placer era infinito. Así estuvo unos minutos. Yo paraba mí cola para sentir su lengua. "Esto va a tardar un poco, quiero dilatarte bien". Y empezó a introducir un dedo en mí cola. Lo hizo suave. Fue un poco incómodo pero lo recibí con decisión. Sabía lo que iba a venir. Me lo había imaginado en mis masturbaciones pero ni mis mejores pajas se podían acercar a ese presente. Siempre me había imaginado mí primera vez con una mujer cis. Un mes atrás no se me hubiese cruzado por la cabeza estar en la cama de una mujer trans, con mí colita parada recibiendo sus caricias, su lengua y sus dedos. Al meter el segundo sentí como se abría mí cola. La diferencia entre un dedo y dos era mucha. Sentía esa apertura interna que genera un gran placer. Combinaba sus dedos con su lengua y luego fueron tres. Mí cola se iba dilatando de a poco. Con sus tres dedos me empezó a masturbar analmente y mi cuerpo recibía sensaciones nuevas. Así estuvo unos minutos. "Querés que te folle putico? Querés mí verga en tu culito?" Yo gemia y le pedía que lo haga. Ella se incorporó, se puso un preservativo y se acostó a mí lado. De costado ubicó su pija a la entrada de mí colita y de a poco empezó a hacer presión. Apenas empezó a entrar sentí mucho dolor. Por más dilatada que estuviera mí cola su pija era muy gruesa. Di un gritito de dolor. Ella frenó, me acariciaba, me besaba. La dejó un rato pero no podía seguir. Fue a buscar lubricante que lo puso sobre su pija y en sus dedos para volver a masturbarme analmente, para que el lubricante ingresara en mí interior y volvió a intentar. Esta vez me relajé y aguanté el dolor. De a poco fue entrando. A cada paso ella frenaba para que me acostumbre. La penetración de su polla me quemaba por dentro. Se ponía más lubricante y seguía avanzando. "Ya está toda adentro bebé, relájate". De a poco fue entrando y saliendo. Me sentía muy abierto. Entraba y salía suave. Yo gemia con más dolor que placer. En un momento la sacó toda de a poco. Sentía cómo iba saliendo. Era interminable. Pero una vez que salió sentí el placer o más bien el deseo de que vuelva entrar. Esa sensación indescriptible de ser llenado de nuevo. Frotaba su pija por mí cola hasta que empezó a entrar de nuevo. Esta vez casi sin dolor. Sus piernas grandes y morenas me envolvían. Sus manos y brazos fuertes me abrazaban. Su boca me besaba mí cuello y me fui entregando completamente. Su penetración empezó a tomar más ritmo. Mí cola recibía esa polla mulata con ansias y empecé a mover mis caderas al ritmo de sus embestidas que eran cada vez más fuertes y rápidas. Era una semental. En unos minutos su respiración era cada vez más acelerada hasta que acabó. Sentía ese líquido caliente que inundaba el preservativo. Me abrazo, dio vuelta mí cara para besarme profundamente y al oído me dijo "fue muy lindo bebé. Ahora no vas a olvidar nunca más en tu vida este momento". Y sin decir más se salió de a poco de mí cola sintiendo un gran vacío. Me sentía muy abierto. Pero está vez no me iba a dejar así. Me empezó a besar por mí pecho bajando por mí abdomen hasta llegar a mí entrepierna. Pasó su lengua por el interior de mis muslos, lamió mis testículos. Ese recorrido me produjo una erección única. De a poco se metió toda mí pija en su boca. Era también la primera vez que me daban sexo oral. La calidez de su lengua, la cobertura de sus labios me llevaron a las nubes y en minutos empecé a gemir y descargar toda mí leche en su boca que absorbió toda mí corrida. La trago con gusto y me beso tiernamente. Luego nos quedamos acostados hablando de cualquier cosa. Me cambié y nos dimos un beso intenso al despedirme.

Subí a mí casa, no me importaba si alguien me veía. Me sentía abierto, feliz, con una sensación de paz. Contento por haberme dejado llevar y no viendo las horas de visitar nuevamente a Martina. Ese fin de semana me fui a pasar la tarde del sábado a su casa. Estaba bella como siempre y no tardamos mucho en enredarnos en besos, caricias y nuevamente volví a probar esa polla. Me encantaba chuparla pero también la quería volver a sentir. Costó que me vuelva entrar pero de a poco mí cola se iba acostumbrando. Esa tarde Martina me follo en cuatro y cabalgue su hermosa pija mulata. Cuando se corrió me me la volvió a chupar, pero esta vez no lo hizo hasta que terminara. "Hoy vas a probar algo nuevo" y se puso en cuatro ofreciendome su hermoso culo potente. Me dispuse a chuparlo, pasar mí lengua por cada rincón para luego cogerla. Era la primera vez que penetraba a alguien. Ella se colocó un poco de saliva en su agujerito e hizo lo mismo en mí pija. Le pregunté cómo hacerlo para que no le duela. Que inocente. Ella agarró mí polla, la colocó en la entrada de culo y me dijo "tu sólo penetra". Y así fue. Mí polla entró con facilidad. Era espectacular la sensación en mí pija de ser envuelta en la tibieza de su ano. Al principio lo hice despacio y después aceleré. Me calentaba más cuando ella me follaba pero quería correrme y era mejor así. Unos minutos más tarde acabé, rendido sobre su cuerpo dormimos unas horas para luego volver a comenzar. Una o dos veces a la semana nos encontrábamos para darnos placer de manera oculta.

A Lucas no le conté nada de mí relación con Martina, sólo le dije que había hablado algunas veces. Se ve que le gustaba porque siempre me preguntaba por ella. Un viernes Martina me invitó a un bar gay. Iba a ir con unos amigos y me podía sumar si quería o ir con algún amigo. La invitación me tomó por sorpresa, nunca había ido a uno pero sentí curiosidad. Lo pensé y la verdad no quería estar sólo con gente desconocida. Por lo que probé invitándolo a Lucas. Le dije que había cruzado a Martina en el ascensor y me había invitado. Lucas aceptó inmediatamente y le confirmé a Martina, pero le pedí discusión ya que Lucas no sabía nada ni quería que se enterara.

Esa noche nos encontramos con mí amigo y fuimos juntos al bar. El lugar era muy grande con una pista para bailar, un patio grande y mesas. A Lucas se le iban los ojos observando a las chicas trans que se encontraban en el lugar. Había algunas muy lindas. Yo buscaba a Martina hasta que la vi sentada con otros chicos. Nos acercamos, presentamos y de a poco fuimos entrando en confianza. Los amigos de Martina era tres chicos gays. Ellos sabían que yo estaba con la mulata pero hacían de cuenta que no sabían nada. Martina se dio cuenta que Lucas observaba a otras chicas trans y me lo comentó. Luego de unos tragos nos fuimos a la pista y Lucas la buscaba a Martina. Yo me sonreía pero no me molestaba. Si se animaba, quería que mí amigo probase lo mismo que yo. Empezaron a bailar cada vez más apretados. La mulata estaba de infarto con un vestido bien corto pegado al cuerpo y unos tacos que la hacían enorme. Después de un rato se fueron juntos a la barra y a lo lejos observe cómo Martina le comía la boca a mí amigo que parecía disfrutarlo mucho. Se ve que Lucas había ido decidido a estar con ella sin importarle lo que yo pudiera pensar. Yo me quedé con sus amigos y los perdí de vista, pensé que a lo mejor ya se habían ido pero después de un rato regresaron. Lucas me miraba de una manera extraña y Martina se me acercó y al oído me dijo que le había contado a Lucas lo nuestro y si quería que fuéramos los tres a su departamento.

Me puso muy nervioso su invitación, no me lo esperaba, pero me calentó mucho. El sólo hecho de ver a Martina desvirgando a mí amigo era suficiente para aceptar, aunque me daba un poco de vergüenza que Lucas descubriera en la putita que me había convertido. A los diez minutos íbamos en un taxi rumbo al edificio y por suerte no nos cruzamos a ningún vecino al entrar. Eran como las tres de la mañana. Ella nos ofreció algo para tomar y seguimos hablando y riendo pero tanto Lucas como yo estábamos nerviosos. No sabíamos que hacer pero estaba Martina para tomar la iniciativa. Estábamos los tres sentados en el sillón, ella en el medio. Empezó a besar a Lucas, luego se giró para besarme a mi. Yo tocaba sus piernas, mí amigo un poco más inhibido esperaba la iniciativa de Martina. Yo me empecé a calentar y metí mí mano por debajo de su vestido, ella abría las piernas para que pueda acceder a su entrepierna. Ya estaba dura y su vestido enrollado en su cintura, dejando ver esa herramienta que no podía ser abarcada por la tanguita negra que traía puesta. Lucas estaba prendido de una de sus tetas mientras yo la besaba y tocaba su polla. La mulata agarró una de las manos del rubio para dirigirla a su pija. Él lo hizo sin resistencia. Yo observaba cómo se besaban mientras Lucas ya le estaba haciendo una paja. Sentí cómo le dijo al oído "chupamela un rato" y mí amigo agachó su cabeza a la entrepierna de nuestra amante para empezar a mamarla. Ahora yo me besaba con Martina y me pidió que lo ayude a Lucas. A esta altura no me podía resistir y bajé sin pensarlo. Con mí amigo se la chupabamos alternativamente y por momentos le pasábamos la lengua entre los dos o el se la metía a la boca mientras yo le lamía sus testículos. En un momento me dejó a mí solo chupándosela mientras mí amigo se desnudaba. Veía como se sacaba la ropa dejando ver su pija muy erecta. Ella la chupo con ganas mientras yo seguía en su entrepierna. Interrumpí para desnudarme, mí pija me apretaba de lo dura que estaba. Martina nos hizo parar y ella sentada en el sillón nos la chupaba mientras pajeaba al otro. Lucas cerraba los ojos con mucha cara de placer. Mí amante me invitó a sentarme con ella y con su mano me ofreció la pija de amo amigo. La verdad no pensaba que se iba a dar así, pensé que no iba a pasar nada entre nosotros pero al fin y al cabo era una pija y estaba muy linda. Había pensado que se la chupaba en alguna masturbación por lo que dejé mis prejuicios a un lado y me la introduje en la boca. Era suave y gruesa aunque ni se acercaba a las proporciones de la polla de Martina. Al principio lo hacía de manera tímida pero la mulata me calentaba diciéndome guarradas al oído. Lucas se dejaba hacer hasta que ella se incorporó y nos agarró de la mano guiándonos a su habitación. Nos acostamos y mí amigo me sorprendió buscando mí pija para chuparla. Martina sonrió y fue detrás de él a chuparle la cola. Lucas se dejaba hacer y comenzó a gemir cuando la mulata le introducía sus dedos. Empezaba a dilatar su cola con paciencia. Mí amigo tiene un culo hermoso y mí amante lo quería desvirgar. Lucas se había olvidado de mí pija y sólo gemia por lo que fui junto a ella para observar ese momento. Ya lo estaba masturbando con ritmo con tres de sus dedos y le metía abundante lubricante. Lo mismo hizo en su polla luego de ponerse el preservativo. Ya se acercaba el momento. Lucas estaba relajado, queriendo recibir su polla y ésta no se hizo esperar. Acercó su glande a la entrada del culo de mí amigo y de a poco comenzó a entrar. Ingresó sin mucha dificultad aunque mí amigo no paraba de gemir de dolor y de placer. Mordía la almohada pero resistía a la entrada de esa polla enorme. Ver cómo semejante herramienta entraba en su culito blanco y lampiño era un poema. De a poco Martina comenzó a penetrarlo con ritmo, a meter y sacar esa pija y Lucas acompañaba con el movimiento de sus caderas. Estaba viendo en vivo y en directo cómo mí amigo era desvirgado por esa polla negra. Yo lo acariciaba por su cola y por su espalda hasta que la mulata fue sacando de a poco su herramienta. Aún no había terminado pero dejo su lugar para mí, algo que tampoco me esperaba pero me dieron muchas ganas de cojer el culito de mí amigo todo abierto. Sin dudarlo me coloqué un preservativo y comencé a frotar mí pija por su cola. El estaba en cuatro y movía su cola como queriendo recibir mí pija. Mientras Martina fue a ofrecerle su pija para que la chupe. Yo lo comencé a penetrar, entró muy fácil, estaba muy dilatado. El gemia con mis embestidas, me encantaba su cola, la agarraba m, tocaba y nalgueaba. No podía creer que estuviera cogiendo a mí amigo, que estuviéramos juntos a esa belleza disfrutando de nuestros cuerpos. A los minutos no aguante más y empecé a acabar gimiendo de placer. Me quedé unos segundos en su interior mientras recuperaba mis fuerzas y salí de a poco para dirigirme al baño. Al regresar Lucas estaba cabalgando a Martina que se la metía con velocidad y fuerza hasta que acabó con potencia, haciendo gemir como una adolescente a mí amigo. Le había dejado el culo muy abierto. Lucas no había terminado lo cual era muy injusto luego de habernos dado su cola a los dos, por lo que se la chupe hasta que acabó de manera impresionante en mí boca. "Para eso están los amigos" dijo Martina riendo. Ese fue sólo el inicio de la noche. Luego Martina nos cogió a los dos. Nos hizo acostar uno encima del otro boca abajo con nuestras colitas a su disposición. Nos fue cogiendo alternativamente. Era hermoso sentir el cuerpo de mí amigo mientras íbamos recibiendo en la cola la pija de Martina. Luego se la chupamos entre los dos hasta que acabó en nuestras bocas y Lucas probó mí cola dándome una buena penetración. Estábamos cansados luego de varios orgasmos y ya era muy tarde. Lucas se fue para su casa y yo subí a la mía.

Este fue sólo el inicio, los dos nos convertimos en los "puticos" de Martina y fuimos explorando nuestra sexualidad junto a esa hermosa trans. Pero esas serán otras historias