Vecina
No sabía en qué categoría subir este relato.
Mi vecina Nely era una puta. Era una niña malcriada que comenzó a acostarse con todos los niñatos del barrio en cuanto cumplió los trece años. La típica buscona que siempre está a altas horas de la noche sola con una pandilla de críos, calentándoles a todos la polla con sus escotes, minifaldas, posturitas y chistes verdes. Una calienta braguetas típica.
A los catorce años se quedó preñada del chulo del barrio. El crio nació muerto. Al chulo del padre lo metieron en la trena por trapicheo de drogas.
Nunca aprende. Parece que le va la marcha: va siempre enseñando las tetas con esos escotes que no dejan nada a la imaginación y con minifaldas tan ajustadas y pequeñas que le puedes ver los pelos del coño asomando por abajo sin necesidad de que se agache. Siempre busca la compañía de los porreros y de los chulitos del barrio. Tatuajes, porros, piercings, trapicheos de drogas y objetos robados… mala gente y mala vida. Pero la muy zorra está como un tren. La muy zorra es muy guapa.
Nely era una cabeza loca que metía a toda su familia en problemas y malos rollos; mal hablada, cínica y prepotente. Se metía en todos los problemas que podía y más. Llegaba borracha a casa a las tantas de la noche, acompañada siempre de uno o más tíos. Una noche entré al portal y la pillé con dos hombres: ella tenía quince años y le comía la polla a uno mientras el otro se la follaba por detrás. Ella me vio. Salí fuera y esperé a que acabasen. Cuando salieron no dejaban de sobarla y besuquearla. Al pasar a mi lado me dio las buenas noches y se partieron el culo de risa. Una semana más tarde uno de ellos se reventó los sesos en un accidente de coche. Iba borracho y sin carné. El coche era robado.
Otra noche me la encontré borracha vomitando y llorando en el centro. Me acerqué para ayudarla y ella me quitó de en medio de un empujón. Se quitó las bragas y me las tiró a la cara diciéndome de todo. Se cayó al suelo, fumada y borracha como una cuba. Yo la dejé allí tirada y me largué, pero al llegar al final de la manzana me di la vuelta, llamé un taxi, la metí dentro y la llevé a su casa. Cuando llegamos se despertó y comenzó a insultarme otra vez. La dejé en el portal y subí a mi casa mientras me gritaba de todo.
Me hice una paja pensando en las bragas que me tiró a la cara.
Otra vez me la encontré dándose el lote en el pub del barrio. El tío era un chulopiscinas de musculitos tatuados, con camiseta de diseño y con la cara llena de piercings y demás chatarra. Ella tenía dieciséis años y le estaba haciendo una paja allí mismo, sentada en la barra. De las veinte personas que allí había diecinueve la estaban mirando. El número veinte era el securata que estaba en la calle. Ella iba tan puesta que ni se enteró de que era el centro de atención. El tío no le avisó de que se iba a correr y le echó todo el esperma en la ropa, los brazos y las manos. Ella le insultó y se limpió las manos en la camiseta de él. El chulopiscinas le agarró a ella de los pelos y le estrelló la cara en la barra. De las diecinueve personas que allí había mirando, dieciocho no hicieron nada. El número diecinueve fue a ayudarla.
A mí también me estrello la cara en la barra. Ella se rió.
Una noche me pidió que la acercase al centro en mi coche. Me olí problemas, pero la muy putita se había puesto un escote de miedo y unos pantalones tan ajustados que le podía contar los pelos del coño. Accedí y a medio camino me dijo que por 30 euros me chupaba la polla. Ella tenía diecisiete años y me quedé tan cortado que no supe que decir.
Ella me tocaba el muslo y me miraba relamiéndose los labios mientras yo conducía. Lo pensé muy bien y le dije que no. Le dije que no pensaba meter mi polla en una boca que se había tragado los rabos de todos los porreros, camellos, chulos y putos del barrio. Se volvió loca.
Me dijo de todo y se puso a golpearme con el puño cerrado. Tuve que dejar el coche en la cuneta. Ella seguía aporreándome y escupiéndome, insultándome a gritos y dándome golpes sin cesar. También lloraba. Le puse una mano en la boca para que se callase y ella me la mordió; cuando la herida comenzó a sangrar me la soltó. Miró la herida algo asustada. Sangraba mucho.
Me puse la mano en la boca para contener la hemorragia. Dolía horrores, pero pensaba que la boca de ella había estado allí tan sólo hacía unos segundos y el dolor era más soportable. Miré a Nely y vi que uno de los pechos se le había salido del escote. Tenía el pezón erecto. Ella se dio cuenta y empezó meter el pecho dentro del escote, pero yo le puse la otra mano encima y se lo volví a sacar. Estaba muy duro y caliente. Ella me dejó tocarlo.
—Si quieres un completo son 100 euros… pero a ti te lo dejo en 75… por lo de la mano. Y porque eres vecino.
No le dije nada. Su pecho era suave y redondo. Apenas cedía a mi presión de lo duro que era. Nely tenía diecisiete años y sus carnes eran prietas, jóvenes y tersas. Nely era una muchacha muy joven y muy guapa.
Le solté el pecho, arranqué el coche y la dejé en su casa. Ella lloró en silencio durante todo el trayecto. Esa noche intenté masturbarme, pero no pude.
K.O.