¡Vaya sorpresa, tíos!

Mis tíos convierten mis vacaciones, en una inesperada experiencia de sexo en familia

Con un gran resoplido, el autobús se detuvo en la parada final de trayecto. Miré a través del cristal de la ventanilla, observando la gente que se veía en la acera de la parada, y en unos bancos públicos que habían frente a la misma. Un pequeño, pero cuidado jardín ponía la nota de color en la plaza del pueblo, donde el autobús quedaría aparcado hasta la mañana siguiente.

Se trataba del pueblo donde había nacido mi madre, un pueblo no muy grande, pero con las suficientes dotaciones y servicios como para hacer agradable la estancia en él, al menos eso me había asegurado mi madre. Los viajeros comenzaron a bajar del autobús, dirigiéndose hacia los maleteros del mismo, mientras yo aprovechaba esos minutos para revisar mi aspecto con un espejito que saqué de mi bolso, retocando ligeramente la pintura de mis labios y ojos, y arreglando mi rubio y liso pelo recolocando le diadema que lo sujetaba. No acostumbraba a pintarme demasiado, pero quería causar buena impresión a mis tíos.  Esperé hasta que el pasillo central quedó despejado, y me levanté de mi asiento. En mi cabeza se repetía de vez en cuando la misma pregunta. ¿Estaría haciendo lo correcto?

Descendí, y me dirigí hacia los maleteros del vehículo. Tomé mi pequeña maleta, extendiendo la manilla que servía para arrastrarla sobre las ruedecillas, y me dispuse a buscar la dirección que tenía anotada en mi agenda.

Volví a preguntarme otra vez lo mismo. Los problemas con mi novio, me habían llevado a tomar esta decisión. Fue el primer noviazgo por ambas partes, y éramos muy jóvenes, sin apenas experiencia. Apenas había cumplido los veinte años, cuando mi novio, me planteó no estar muy seguro de sus sentimientos. Fue doloroso para mí escuchar esas palabras, pero ya hacía tiempo que le notaba distante, sin apenas entusiasmo hacia mí. No estaba segura de cuál era el problema, pues se negaba a hablar del asunto. Por otra parte, sus manifestaciones de afecto hacia mí, incluso los arrumacos tan normales y naturales entre una pareja de novios, habían dejado de existir. La verdad es que parecíamos dos extraños, en lugar de novios. Así que por primera vez, tuve que plantar cara a la situación. O se mostraba dispuesto a hablar sobre el problema que tenía, ó me alejaría para darle tiempo a reflexionar a él, y también a mí misma. Me tomó la palabra. Alejarme durante un tiempo, distanciarme del foco del problema, me permitiría aclarar mis ideas y depurar mis sentimientos. Y a él también le serviría para poner sus ideas en orden. Además ya me encontraba bastante cansada de la situación, y necesitaba un cambio de aires, pues empezaba a ver claro que seguir en las mismas condiciones, no conducía sino a la ruptura entre nosotros.

Por eso decidí marcharme al pueblo de mi madre, al cual hacía muchos años que no había vuelto a visitar. Mis recuerdos de él, apenas eran unos esbozos en mi memoria. Sabía que tenía unas tías, hermanas mayores de mi madre, a las cuales yo apenas recordaba, y con las que apenas había tenido contacto. Mi madre se encargó de hacerles saber que iría de vacaciones durante unas semanas, con la excusa de conocer a la familia, y de esta manera me alejaría de mi novio el tiempo necesario para reflexionar. Esta era casi toda la información que poseía de mi familia del pueblo.

Saqué la nota de mi bolso, donde había anotado la dirección de una de mis tías, con la cual me iba a quedar durante el tiempo de mi estancia, y traté de memorizarla en mi mente. Miré a las personas que se encontraban en la plaza. Preguntaría a alguna de ellas por la dirección, eso sería lo más fácil para encontrarla, ya que el pueblo como digo, no era muy grande.

Traté de seleccionar a la persona a la cual preguntaría. Habían varios ancianos sentados en los bancos bajo la sombra de grandes árboles ornamentales. También habían algunas personas de mediana edad, mujeres y hombres que caminaban, algunos niños, unos jugando, y otros de la mano de sus padres y varios adolescentes en un grupo, que descaradamente me observaban. Comprendí que me estarían considerando una novedad en el pueblo, ya que no era muy frecuente en aquellas latitudes ver una chica rubia, de piel clara, relativamente alta, y con unos pechos de mediano tamaño, pero redondos y muy bien plantados, que mi ceñida camiseta dejaba adivinar claramente. Mi sensual estampa se completaba con un hermoso y redondo culito que portaba prisionero de los apretados pantalones jeans que vestía.

Entonces vi a un hombre maduro, sencillamente vestido, con gafas de sol, pelo negro y piel muy morena curtida, camisa de manga corta, luciendo un poblado bigote, donde comenzaban a aparecer algunas canas, que con una leve sonrisa dibujada en su rostro, mientras se quitaba las gafas, se acercaba a mí.

-¿Alicia...?

-¿Sí…?

-Hola, me llamo Rafael… soy tu tío Rafael… ¿me recuerdas…?

-Pues… francamente, no. Era muy pequeña cuando mis padres se marcharon, y no he regresado ninguna vez desde entonces. Lo siento… tío Rafael… –dije tratando de ser amable, mientras le daba un beso en cada mejilla.

-Nada, no tienes que disculparte. Es natural que no te acuerdes. La última vez que yo te vi eras de este tamaño… -dijo haciendo un gesto con la palma de la mano a la altura de su cadera.

-Gracias, tío… ¿te puedo llamar así…?

-Claro… aunque prefiero que me llames Rafael. Es que tío, me parece que me hace más mayor de lo que soy… total, sólo tengo cuarenta y ocho años…

-Como tú digas, tío Rafael,… digo, Rafael.

-Deja, te llevaré la maleta… iremos caminando. La casa no está lejos… Tu tía está muy ilusionada con tu visita, te ha preparado una habitación para ti. Como no hemos tenido hijos, le hace mucha ilusión que vayas a estar una temporada con nosotros. Estarás a gusto, seguro.

Era cierto, mi madre me lo había contado. Las paperas, una enfermedad infantil que había padecido, era la causa de su esterilidad. Pero esto no había sido inconveniente para que mi tía Elisa, le quisiera y le aceptara como esposo.

Sin prisa, caminamos hacia su casa, mientras me contaba cosas de ellos, del pueblo, de mis primos y primas, de mi otra tía. Era una persona muy agradable, a la vez que atractiva. De vez en cuando, le miraba. Su perfil, contra el azul del cielo era limpio, sin pronunciadas arrugas, con la piel curtida por el sol, pero con el brillo lozano característico de las gentes del campo.

Me agradaba mi tío. Por un momento, le imaginé abrazándome con aquellos brazos morenos, que se veían fuertes, muy masculinos.

-¡Vaya, vaya… quién lo diría… pero, si ya eres toda una mujercita…!-dijo separándose un par de pasos de mí y observándome descaradamente.

Me ruboricé. Mis mejillas enrojecieron un tanto, al oír el comentario de mi tío. Pero en mi interior me agradó, pues a pesar de todo, se notaba sinceridad en sus palabras. Le miré con cierto rubor. Su cara me transmitió calidez y cercanía. Sí, sólo llevaba cinco minutos con Rafael, y ya me encontraba muy cómoda en su compañía.

Llegamos a casa de mis tíos enseguida. Reconocí a mi tía Elisa gracias a las fotos que me había enseñado mi madre, la cual me recibió con los brazos abiertos, y me apretó contra sus pechos con fuerza. Tal manifestación de afecto, me era extraña por lo inusual, pero con unos cuarenta y pocos años, pude notar la turgencia de sus pechos contra los míos, a pesar de lo voluminosos que adivinaban. Seguramente que desnuda debía ser una gran hembra. Su voz era alegre, y sus expresiones de júbilo por tenerme en su casa, se notaban que eran dictadas por su corazón.

Enseguida me mostraron mi habitación, y me ayudaron a instalarme en ella. Después nos sentamos a comer una comida deliciosa que mi tía había preparado. Mi tía me preguntaba cosas de mi madre, mientras mi tío, no cesaba de mirarme. Sus ojos se posaban insistentemente sobre mi escote, alternando con mi cara, mientras me sonreía de forma afable. Lejos de incomodarme, sus miradas me producían un agradable cosquilleo en mi entrepierna, pues su rostro varonil, me parecía de lo más atractivo, y… ¿por qué no decirlo?, me sentía halagada por ser el motivo de interés de mi tío. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, una sonrisa de mi boca trataba de corresponder a las suyas. Nunca había sentido el menor interés por un hombre tan mayor. Quizás el ayuno de besos y caricias al que me había visto sometida las últimas semanas por parte de mi novio, tenían ahora estas consecuencias. Tras los postres llegaron las preguntas sobre mis padres, sobre los estudios etc,… Obviamente, mi madre conocedora de los problemas con mi novio, debió comentarle algo a mi tía, pues eludió hacer las lógicas preguntas sobre el tema en cuestión, cosa que yo en el fondo agradecí.

Contesté lo mejor que supe el cuestionario a que me vi sometida, y después de tomar el café, mi tía me indicó que me echara la siesta, ya que era la costumbre del lugar, pues a esas horas, nadie transitaba por las calles, debido al agobiante calor que hacía.

Me dirigí a mi habitación, mientras ellos hacían lo mismo. La habitación que me habían adjudicado era muy fresca. Los gruesos muros del edificio, le protegían del intenso calor de la calle. Corrí las cortinas de la ventana, quedando le estancia en penumbra. Me quité la ropa, dejándome puesta la braguita y la camiseta solamente, y me tendí sobre las limpias sábanas. El olor a ropa limpia me agradó. Aspiré profundamente, y me dejé llevar por mis pensamientos.

Me acordé de mi novio, e inmediatamente, su imagen fue reemplazada en mi mente por la imagen de mi tío Rafael. No había comparación posible entre ellos. Al lado de mi tío, mi novio parecería un crío imberbe. Mi tío, sí que era varonil. Un macho a la antigua usanza. Quizá de aspecto un poco tosco, pero con ese halo dominador que las hembras sabemos captar. Hacía ya más de dos meses que mi novio no había ni siquiera intentado meterme mano, y la verdad es que necesitaba un desahogo. Me quité el sujetador y la camiseta, y me tapé con la sábana. Instintivamente, una mano buscó alternativamente mis pezones que comenzaron a ponerse duros, y la otra mano se deslizó bajo el elástico de la braguita, en busca del clítoris, el cual comenzó a frotar suavemente, mientras la imagen de mi tío, observándome los pechos durante la comida volvía una y otra vez a mi mente, haciendo que mi coñito se humedeciera. Intensifiqué las caricias y cerrando los ojos, dejé que fuera mi tío el objeto de mi deseo. Ni siquiera un asomo de auto reprobación acudió a mi mente. Realmente, estaba impresionada con la figura de mi tío Rafael. Me sorprendí deseándolo entre mis piernas, llenando mis entrañas como una hembra en celo desea un macho. En pocos minutos, estaba completamente excitada. En mi mente, mi tío me hacía las mil y una caricias que las mujeres deseamos con mayor intensidad. Me corrí con gran gozo, tratando de ahogar mis gemidos mordiendo un puñado de sábana con mi boca, mientras mi cuerpo vibraba frenéticamente bajo la misma. Después del largo período de abstinencia, el orgasmo fue un gran alivio para la tensión acumulada en mi cuerpo.

La liberación de la tensión, permitió que mis músculos se relajaran, mi respiración recuperó su ritmo normal, y después de unos minutos de absoluta quietud, me adormilé. Pero la falta de costumbre quizá, ó el café que había tomado a los postres, hizo que volviera a la consciencia poco después. Me dispuse a esperar pacientemente, hasta que notara algún signo de actividad en la casa, para no estropear la siesta a mis tíos.

Al cabo de unos minutos, unos gemidos ahogados, llamaron mi atención. Me acerqué a la puerta, entreabriéndola un poco para escuchar mejor. Sin duda, era mi tía, por el tono de los mismos. Y debía estar pasándolo muy bien, pues el ritmo de los gemidos parecía ir aumentando. Mi tío le estaba hablando, pero desde mi posición no podía entender lo que decía. Dudé, pero al final, la curiosidad pudo más que la prudencia, y después de ponerme la camiseta, salí al pasillo y sigilosamente, me dirigí hacia la puerta de la habitación de mis tíos. Afortunadamente, el pasillo terminaba justo junto a la puerta del dormitorio, y gracias a un espejo que se encontraba colgado en el fondo, y a que la puerta estaba abierta unos centímetros, podía ver con claridad los cuerpos de mis tíos sobre la cama. Estaban follando. Mi tía se encontraba en cuatro, mientras mi tío le metía la verga en el coño. Una polla cuyo tamaño era más que respetable. Jamás había esperado ver en vivo semejante escena. Me llevé una mano a mis bragas que se hallaban mojadísimas. Mi boca se secó cuando pude ver claramente las pelotas de mi tío dando golpes rítmicamente contra el coño de mi tía. La verga entraba y salía del coño a toda velocidad. Entre los gemidos de mi tía, pude oír algunas frases que ella le decía…

-¡Qué vicioso eres Rafa,… te la has comido con los ojos…!

-¡Sí, sí… me ha gustado mucho tu sobrinita…! ¡Está para comérsela…!

-¡Pero, ten cuidado… ella no sabe que somos tan liberales… es muy joven…!

-Sí, pero yo no renuncio a que la podamos seducir… ¡mmm… debe tener un coñito tan jugoso, y tan apretadito…!

-¡Calla, calla… Si quieres algo apretadito, toma mi culo…!

-¡Voy putita mía…! -dijo sacando la verga del coño de mi tía, y tomando un tubo de lubricante de la mesita.

Me estremecí. Sólo pensar que me encontraba en el punto de mira de ellos, me produjo un escalofrío de gusto. Mi coño dejó escapar un chorrito de jugos, que fueron a parar a mi ya muy mojada braguita.

Seguidamente aplicó un poco de lubricante sobre el orificio del ano de mi tía, y se embadurnó concienzudamente la verga dando unas pasadas adelante u atrás con la misma entre los dedos. Después se arrodilló tras de ella, y de forma muy amorosa, fue introduciendo el dedo corazón adentro y afuera, lubricando el orificio de forma reiterada. Cuando lo consideró convenientemente lubricado, se situó a horcajadas sobre el poderoso culo de mi tía, y dirigió la punta de su polla al agujero. Suavemente, el glande presionó el orificio, obligando a éste a ir abriéndose poco a poco. Cuando el glande por fin penetró por completo, mi tía exhaló un gritito ahogado…

-¡Ahhhh… Vamos, métela toda ya…!

-¡Sí, putita mía… tómala…! –dijo mientras que con un golpe de caderas se la enterraba toda entera dentro de su culo.

Mi tía gritó de gusto.

¡Ahhh… que pedazo de polla! ¡Seguro que estas pensando en mi sobrina…!

-Si… ¡tenemos que conseguir que sea nuestra putita… Seguro que le encantará follar con nosotros…!

-¡Calla, y fóllame duro…! ¡Haz que me corra con el culo, como tú sabes hacerlo… mmmmm!

-¡Sí, puta mía… sé que te gusta tenerlo bien lleno de polla…!

-¡Sí… y que me lo dejes con una buena ración de leche dentro, hummm…!

Mi tío aceleró el ritmo. Su polla entraba y salía casi en su totalidad del culo de mi tía, mientras ésta gemía de forma incontrolada a la vez que se frotaba el clítoris con los dedos de una mano. Los testículos de mi tío golpeaban ahora sobre los labios vaginales de su coño, mientras los músculos de sus glúteos y muslos dibujaban el esfuerzo y empeño que aplicaba en penetrar muy hondo el culo de mi tía. Mi tío resoplaba al ritmo de sus embestidas, mientras de forma entrecortada, decía palabras que no pude entender, pero que intuí que eran adjetivos “cariñosos” que le estaba dedicando cerca de su oído. Los gemidos de mi tía subían de volumen. Devolvía algunos adjetivos a mi tío, que tampoco conseguí entender, aunque por el tono me los imaginé.

Estaba hipnotizada, no podía dejar de mirar. A través del espejo, la escena me tenía al borde del orgasmo. Mis manos no cesaban de frotar mis pezones y mi clítoris, mientras mis ojos, se empapaban del sexo ajeno de forma furtiva.

Cuando intuí que mis tíos iban a correrse, aceleré el ritmo de mis caricias, consiguiendo unirme a ellos en su momento culminante. Mi boca estaba abierta totalmente, exhalando e inhalando el aire de forma silenciosa. Mi tío profirió un grito ahogado y después de unos segundos, sacó la polla chorreante del culo de mi tía. De éste, escapó un borbotón de espesa leche, que escurrió por sus labios vaginales, hasta caer sobre la sábana. Ambos se desplomaron sobre la cama de forma desmadejada, respirando entrecortadamente. De alguna manera, me hicieron partícipe de su orgasmo, así como yo les dediqué el mío. Cuando mis piernas dejaron de temblar, regresé con cuidado a la habitación. Me dejé caer en la cama, pesadamente, y esta vez sí, el sueño me pudo y me quedé plácidamente dormida.

Cuando desperté me dirigí al comedor donde mi tía estaba entretenida en la lectura de un libro. Al verme, dejó abierto boca abajo el libro sobre su regazo y me sonrió.

-¿Has dormido bien la siesta…? –dijo con tono amable.

-Sí, muy bien…

-¿No has extrañado la cama…?

-No, nada en absoluto…

-Me alegro… deseo que te encuentres a gusto con nosotros.

-No te preocupes, tía… soy capaz de adaptarme a cualquier situación… de veras.

-Pues no sabes cómo me alegro. Nuestro mayor deseo es que disfrutes de tu estancia aquí. Cualquier cosa que desees ó necesites…

¡Ufff… Si te dijera cual era mi deseo hace unos minutos…! –pensé para mis adentros.

Ella pareció adivinar mis pensamientos. Tras una breve pausa, continuó.

-Verás… tu tío y yo, hemos hablado sobre tu estancia, y quiero que sepas que nuestro deseo, es hacerte pasar unas vacaciones lo más placenteras posible. Nosotros no respondemos al perfil típico de las personas de este pueblo, aunque tampoco lo vamos publicando por ahí… así que ya sabes, espero que no te escandalicemos demasiado con nuestro comportamiento.

-Vaya, tía… agradezco tu franqueza. Sinceramente, estoy sorprendida por tus palabras… y por lo “otro”.

-¿Lo otro…? ¿Acaso nos has oído en la siesta…?

-Sí, tía… y también os he visto.

-¿Nos has visto…?

-Sí, y tengo que confesarte que me he excitado muchísimo.

-Pues espero que disfrutes tanto, como nosotros disfrutamos del sexo. Sólo te lo diré una vez, y no volveré a insistir… Nos gustaría que aceptaras participar en nuestros “juegos”, pero sólo, si tú lo deseas. Nadie te obligará. Tu tío Rafael se ha prendado de ti, y yo tengo que reconocer que también me gustaría…

Volví a sentir ese espasmo característico que mi coño sentía cada vez que una situación disparaba mi líbido. Volví a mojar las bragas por tercera vez en la tarde. No sabría explicar que me pasaba, pues yo no era así habitualmente. Quizás se había accionado algún interruptor en mi cerebro, que había activado mi deseo. Era muy extraño, pues a mí, nunca me habían gustado las mujeres, ni siquiera me había excitado nunca con un cuerpo femenino. Pero la conversación con mi tía, había estimulado mi lado más sensual, y mis ojos, ya no veían a mi tía, sino una mujer madura muy sensual y muy atractiva, morena, pelo en melena, guapa de cara, ojos negros profundos, labios pintados ligeramente gruesos y carnosos que dejaban ver unos dientes blancos perfectos, con unos pechos grandes, pero muy apetitosos, y un culo también grande y redondo que ya había podido contemplar horas antes en todo su esplendor. Además me hablaba con franqueza y sinceridad de sus deseos más íntimos, y me ofrecía su cuerpo y el de su marido para mi goce. Sólo pensar en ello, me enervaba, y volví a mojar las bragas una vez más.

-Tía,  eres muy generosa conmigo… pero no sé… yo… -dije- eso no estaría bien… sois mis tíos, y…

-Olvídate de eso… mira, tu tío y yo, hace mucho tiempo que nos dimos cuenta de que en el sexo, no hay ni cosas malas, ni cosas buenas. En el sexo, todo aquello que se hace de forma voluntaria, de mutuo acuerdo, es válido… lo demás… son convencionalismos anticuados y anacrónicos.

-Ya… bueno, en realidad tienes razón. Sólo que me cuesta creer que seáis tan…

-¿Calientes…? –se adelantó.

-Sí, lo somos. Pero como te dije, no lo vamos publicando por ahí. De vez en cuando, hacemos una escapada a la capital, y acudimos a algún club liberal. Allí follamos con quien nos apetece con ó sin la presencia del otro. Esta conversación no estaría teniendo lugar, si no nos hubieras sorprendido, ó no lo hubieras sacado a relucir tú misma. Pero ya que parece que tú también has heredado el gusto por el sexo de la rama caliente de la familia, te aconsejo que hables claramente sobre lo que te interesa a los que como tú, somos practicantes liberales.

-Tía, ¿me estás diciendo que sea yo la que os proponga sexo…?

-Puedes hacerlo como quieras. Tu tío estará encantado si lo haces, y yo… también.

-Pero tía, yo nunca, he hecho nada parecido… ¡ni en sueños!.

-Para todo hay una primera vez, y cuanto antes lo descubras, más lo podrás disfrutar.

  • ¡Uf…! No sé… creo que es demasiado fuerte para mí… aunque lo deseo, la verdad.

-Pues no se hable más… -dijo levantándose del sillón, y dejando el libro sobre la mesita.

Caminó lentamente hasta mí, tomando una de mis manos con la suya, y sin dejar de mirarme y sonreírme, me rodeó hasta quedar situada tras de mí. Notaba su aliento en mi cuello, sus labios comenzaron a rozar los vellos del mismo, mientras sus manos me rodeaban por el talle de una forma tierna, sin forzar de ninguna manera la situación. Se me erizaron los vellos cuando su lengua entró en contacto con la piel de mis orejas, desde donde descendió sin perder el contacto, hasta el lateral de mi cuello, donde fue dejando un rastro de saliva, y rodeando mi nuca con un reguero de tiernos besos, pasó al lado contrario, donde repitió una a una todas las caricias, mientras sus manos subían por debajo de mi camiseta, hasta posarse sobre mis pechos.

Me invadió una especie de sopor. Creí estar flotando. Eran unas caricias tiernísimas. Nadie me había acariciado antes, de esa manera. Sus dedos hicieron presa sobre mis pezones de una forma delicada, y a la vez firme, comenzando a masajearlos con sabiduría. Mi boca comenzó a jadear suavemente, mientras dejé caer mi cabeza hacia atrás de forma indolente. Ella, aprovechó esta posición para buscar mi boca con la suya. Se la entregué sin reservas. Su boca era un pozo de experiencia. Su lengua se insinuó delicadamente sobre mis labios, esperando una señal de aceptación mía. Acepté su lengua, abriendo paso franco para permitirle explorar todos los rincones de mi cavidad, cosa que hizo excitada pero delicadamente. Se diría que actuaba con precaución para no romper el encanto. Y yo, estaba encantada. Tanto, que me pareció de justicia corresponder a sus caricias con mi lengua en su dulce y jugosa boca, devolviendo una a una todas ellas y dándome la vuelta, hasta quedar abrazadas de frente, con mis manos en su poderoso culo, y nuestros pechos presionándose mutuamente, mientras mi boca besaba ya de forma desesperada la suya.

-Ven… -dijo mi tía- vamos al dormitorio…

Me dejé llevar. Estaba muy excitada. Mi coño era una fuente, por donde escapaba tal cantidad de fluidos que me notaba completamente empapada. Me conducía de la mano, y yo le seguía como hipnotizada. Me hizo tenderme en su cama, y de forma natural me desprendió del pantalón y la camiseta. Por último, me quitó el sujetador y las braguitas, dejándolos sobre una silla. Abrió mis piernas, y contempló con deleite mi empapado coño. Su lengua recorrió sus labios de izquierda a derecha, y después se mordió el labio inferior de forma muy morbosa. En su cara, pude ver la imagen del deseo. Deseaba que sumergiera esa boca en lo más hondo de mi coño, como así fue segundos después. Creí morirme de gusto, cuando su lengua se introdujo descaradamente dentro del mismo, y comenzó a subir y bajar a lo largo de mi rajita degustando mis jugos con verdadero vicio. Cuando atrapó mi clítoris entre su lengua y su labio superior, casi me corro de gusto al instante.

Jamás lo hubiera imaginado. Mi tía Elisa, era una auténtica diosa del sexo. Supe en ese momento que antes de abandonar el pueblo donde había nacido mi madre, mi opinión y mi actitud respecto al sexo habría cambiado sustancialmente.

Se incorporó y se despojó con cierta prisa de toda la ropa. La verdad es que para la edad que tenía, podía presumir de tener un cuerpo proporcionado y muy sensual. Sus grandes pechos aunque abundantes, aún se mantenían muy erguidos y desafiantes, mientras que su estrecha cintura dejaba paso debajo a unas anchas caderas,  las cuales coronaban  sobre un soberbio culo y un pubis completamente depilado, en el que se podían ver unos labios vaginales, que como la concha de un molusco, guardaban la sonrosada perla de su clítoris.

Se puso de rodillas apoyando una a cada lado de mi cabeza. No dijo nada. No fue necesario. Entendí lo que me ofrecía. Y yo, lo acepté. Mientras con mi boca le comía sus labios vaginales, mis manos se posaron sobre sus glúteos, tratando de atraer hacia mí aquella fruta madura. El aroma ligeramente ácido, pronto se tornó en goloso dulzor en mis labios. Supe que estaba disfrutando mucho, cuando su boca comenzó a decir palabras entre gemido y gemido. Me llamó putita y mamona, amén de alguna otra cosa que ya no entendí. Pero me gustó. Mi tía sabía lo que gustaba a una mujer caliente, como yo…

El sonido de la puerta de la calle al cerrarse, me alarmó. La voz de mi tío, preguntó por mi tía desde la entrada. Mi instintiva reacción, fue levantarme, pero mi tía me sujetó por los hombros, mientras me sonreía de forma pícara.

-Espera… ahora vas a ver qué bueno… haremos un trío con tu tío.

-¡Estamos en el dormitorio…! -gritó mi tía hacia la puerta.

Me lo imaginé. Mi tío apareció en la puerta. Su cara mostró un poco de asombro, no demasiado, la verdad…

-¡Vaya, vaya… parece que os pillo en plena faena…! ¡Hummm…! ¿Puedo participar…?

-Vamos Rafa… Alicia ya sabe,… se lo he explicado todo.

¡Ah, muy bien…! ¿Entonces,… puedo unirme a la fiesta…?

-Alicia te está esperando… -dijo mi tía mirándome y sonriendo.

Me estremecí. Presentí que iba a tener uno de los orgasmos más intensos de mi vida, o al menos uno de los más deseados. Rafael se desnudó rápidamente, y se acercó a mi tía para darle un beso en la boca. Después sustituyó a mi tía metiéndome la polla en la boca, sin demasiados preámbulos. Se la mamé de forma lujuriosa, viciosa. Era la primera polla de macho auténtico que mamaba. Me sabía a gloria, pues con mis manos en sus glúteos, hubiera deseado meterla por completo en mi boca, pero el grosor, y sobre todo su longitud, me lo impedía. Unas gotas de néctar salieron por el orificio y mi boca saboreó el auténtico aroma de macho. Mientras, mi tía abrió uno de los cajones de la mesita, y sacó dos vibradores. Uno de ellos de tamaño natural, y otro un poco más delgado. Mi tío pareció comprender, y se tendió junto a mí, atrayéndome para que me subiera sobre él. Me dejé hacer, y acto seguido mi tía procedió a aplicarme sobre los labios vaginales un lubricante extendiéndolo con sus dedos, y llegando hasta el orificio de mi ano, el cual fue lubricado concienzudamente tanto por fuera, como por dentro. Me sobresalté. Aquello no lo esperaba. Mi tía me calmó con unas palabras.

-Cariño, no te preocupes. Aquello que no te guste, no lo haremos. Sólo tienes que decirlo –dijo en voz baja, cerca de mi oído.

Me tranquilicé. Mis tíos no parecían de las personas que actúan a tontas y locas. Sabían lo que hacían, y decidí confiar en ellos. Pronto mi tío me metió la gorda polla que poseía en mi estrecha vagina, de forma suave, sin forzarlo. Mi coño, se vio colmado de caliente carne, y pronto se acomodó al grosor de su verga. Comencé a cabalgarlo de forma que mi excitación fue en aumento. Las manos de mi tío, comenzaron a amasar mis pechos, rozando también mis pezones, que se pusieron como piedras de duros. Mi tía seguía aplicando y extendiendo lubricante a cada poco, sobre la verga de Rafael y sobre mi culo de forma alternativa, introduciendo un dedo de vez en cuando todo lo que era posible. Volví la cabeza, y vi a mi tía, con el vibrador grande completamente metido en el coño. Ella estaba súper excitada. Mi tío, me atrajo hacia su boca, y capturó la mía en un beso largo y goloso, atrapando mi lengua, y metiendo la suya hasta el último rincón. Estaba a punto de estallar en un orgasmo brutal. Lo presentía.

¡Me encanta que seas tan putita…! –dijo mi tío en mi oído.

¡Vamos, te vas a correr como una perra en celo…! -dijo mi tía desde atrás con un tono, que no dejaba lugar a dudas sobre su calentura.

Entonces oí un leve zumbido. Mi tía puso en marcha el vibrador pequeño, y lo acercó a mi ano. Sentí la vibración en mi puerta trasera. El aparato me acariciaba apenas con la punta aplicada en el orificio. Me estaba volviendo loca de gusto. Mi garganta apenas podía articular palabra, pero giré mi cabeza e hice un gesto de aprobación, que mi tía supo interpretar. Ella fue metiéndome en el culo el pequeño vibrador, de forma que estimulaba mis ganas de sentirlo completamente lleno. La muy golfa sabía cómo hacerlo, y al parecer, a cada centímetro que me introducía, su excitación crecía paralelamente. Cuando lo sentí lleno por completo, me apreté sobre la polla de Rafael, que ya no pudo sino comenzar a descargar su semen dentro de mi ardiente coño, mientras murmuraba en mi oído algunas palabras fuertes que no hicieron sino acelerar la llegada de mi orgasmo. Simultáneamente, mi esfínter anal, comenzó a palpitar, absorbiendo todo lo posible el vibrador hacia dentro de mí. Mi tía, se corrió inmediatamente después, mientras empujaba ambos vibradores, uno en mi culo y el otro en su coño. Creo que la visión de mi culo penetrado, la llevó al orgasmo. Fue un orgasmo brutal, al menos para mí. Pero mis tíos debieron disfrutarlo mucho también, pues quedaron absolutamente derrengados sobre la cama, después de acusar los intensos espasmos que el orgasmo había producido en sus cuerpos.

Me acosté junto a Rafael, y también Elisa se acostó a mi otro lado. Las manos de ambos, recorrieron con ternura mi sensible piel, mientras sus bocas me obsequiaban delicados besos en mis hombros. Así, rodeada por ambos, besada y acariciada por ellos, dejé que mi imaginación aventurara lo que podrían llegar a ser las mejores vacaciones de mi vida.

Y eso, que apenas habían transcurrido cinco horas…