Vaya par de tetas

Mis compañeros y yo vamos a subir al autobús que nos llevará al famoso carnaval de Miguelturra, y unas enormes tetas se pegan a mi espalda

La afición al carnaval es mucha por mi tierra, por todos sus pueblos y ciudades, aunque lo es mucho más en la localidad de Miguelturra.

Los compañeros del bachillerato nocturno me habían convencido para ir aquella noche de sábado a aquel célebre carnaval.

El carnaval de Miguelturra es toda una manifestación de una fiesta emblemática para todos sus habitantes.

Siempre ha sido un estudioso de todo lo que se cruza en mi camino. Días  antes en la biblioteca pedí prestado un libro sobre toda su historia.

Que lejos se me antojaban aquellos primeros tiempos en disfrutar del carnaval…, aquellos primeros campesinos sumerios, que ya antes de Cristo, se reunían disfrazados y enmascarados delante de una hoguera para celebrar la fertilidad de la tierra y alejar a los malos espíritus de la cosecha.

A nuestra querida España al igual que al resto de Europa, el carnaval llegó como no podía ser de otra forma como fiesta pagana de fertilidad agrícola quizás antes de la Edad Media, pero documentada desde entonces.

La religión se cruzaría entonces con él…

Uno de los grandes días de la festividad carnavalera era el miércoles de ceniza que se celebraba exactamente cuarenta y seis días antes de la pascua de resurrección, es decir el domingo de resurrección o día central de la Semana Santa. Al final el Cristianismo puso su grano de arena en los carnavales.

El miércoles de ceniza era tradicionalmente un día de oración y ayuno que anticipaba las seis semanas de penitencia previas a la Semana Santa. Otra gran fiesta española, antes más religiosa y ahora más espectáculo…, para muchos.

En España los carnavales más celebres como todos saben son los de las ciudades de Tenerife y de Cádiz.

En tiempos de la dictadura franquista fueron prohibidos o “suspendidos” todos los carnavales del país.

Uno de los pocos que conculcaría esa prohibición con la connivencia más o menos directa de las autoridades locales fue el de Miguelturra.

El Carnaval de Miguelturra ha llegado a nuestros días gracias a la transmisión verbal que se ha hecho de una generación a otra ya que el documento más antiguo que lo atestigua es de 1898.

Miguelturra es una localidad que está muy cerca de la capital de la provincia, a apenas dos o tres kilómetros de la misma.

Pocos años después en 1.983 seria declarado el carnaval como fiesta de interés turística regional.

Y finalmente hace unos pocos años en 2018, fue declarado fiesta de interés turística nacional.

Volvamos a aquel día…

Había dejado varios otros planes interesantes con dos maduras que me follaba habitualmente, por acceder a los pesados de mis compañeros. Habíamos quedado con la hermana y varias amigas de uno de ellos.

Uno de los compañeros con carnet de conducir nos traslado a la capital y desde allí a coger uno de los varios autobuses que nos conducirían a la celebración.

Estaban apostados varios autobuses en una célebre plaza de nombre,

El transporte era gratuito en aquella excepcional ocasión, creo recordar gracias al ayuntamiento de Miguelturra.

Los jóvenes nos agolpábamos para salir.

Perdí de vista a mis compañeros en aquel tumulto ingente de personas, que se afanaban por subir a alguno de aquellos  autobuses.

Apenas podía respirar. No podía ir hacia adelante y atrás alguien me apretaba sin remisión.

Noté sus tetas enseguida, eran enormes. A mi tierna edad un par de globos de esas características te excitan un montón. Notaba en mi espalda aquellos voluminosos pechos de carne dura.

Se asió a mis caderas para no caerse en un momento y con mis manos las sujete para que no dejasen de tocarme. Tímidamente aceptó la situación.

Volví ligeramente la cara y la vi, era una preciosa morena tan alta como yo que me sonreía levemente dada la situación atípica de aquel conglomerado de gente.

Mi rabo se puso enorme. Se endureció en un segundo, por mediación de mi mente calenturienta y por la presión de sus tetas en mi espalda y de sus manos en mis caderas.

Iba a estallar dentro de mis pantalones.

Con los movimientos y vaivenes, sus manos se movían y sin querer seguramente…, los dedos de su mano derecha tocaron el borde de mi enorme polla especialmente dura como una piedra en aquella ocasión y en esa dirección ladeada hacia su mano

La ausculto tímidamente, la toco entera, se hizo a ella, la sobaba a placer aunque muy despacio. Sentía su respiración entrecortada en mi nuca dentro de  aquel tumulto de vaivenes de gente joven deseando subir.

Por fin nos tocaba, me hice a un lado para dejarla pasar y subir detrás de ella. No quería perderla…

Cogí sus caderas y la guie subiendo los dos escalones del autobús. La gente se iba sentado en los asientos y a nosotros nos obligaba involuntariamente el resto de gente que nos apretaba poco a poco guiándonos irremisiblemente a ir hacia al final del vehículo.

Fuimos “obligados” a colocarnos apretados al final del todo. Ella de espaldas al autobús y yo frente a ella. Nos hablamos nada. Solo nos mirábamos en silencio con una alta dosis de pasión y deseo, a aquellas jóvenes edades adolescentes.

Nuestros cuerpos unidos no atinaban a tocarse, por no tener espacio. Apenas pude llevar su mano dentro de mi pantalón apretado.

Noté sus dedos calientes en el tronco de mi polla. Me desabroche el botón principal, baje mi ropa interior y mi polla estaba a su entera disposición.

No dejábamos de mirarnos…

La manoseo con ganas arriba y abajo. Mi polla ya lloraba viscosidad. Sus grandes tetas pegadas a mi pecho me nublaban la vista por el deseo.

Maniobre como pude con mi mano derecha debajo de su falda. Encontré su coño ardiendo. Mis dedos atinaron poco a poco a introducirse en su coño húmedo y chorreante.

Ella meneaba su mano y yo mis dedos.

Seguíamos mirando pero no podíamos dejar de cerrar los ojos por momentos para disfrutar de aquel grandioso momento.

El autobús estaba frenando…, estaba llegando a su destino después de unos escasos diez minutos de viaje.

Mi polla estaba preparada y deseosa de echar leche mientras ella la agarraba fuertemente para que no se escapase, sin dejar de acariciarla ni un solo segundo.

Cuando el vaivén del frenazo final nos hizo tambalear, ambos a la misma vez obtuvimos el ansiado orgasmo.

Note como mis dos dedos eran aprisionados por sus muslos y mi leche salía en dirección desconocida dentro de aquel maremágnum de gente apretada.

Durante el resto de la noche la busque sin éxito.

Mi polla estuvo removida to el resto de la noche.

Volví a verla años después, algo más hecha, más mujer, con aquellas enormes tetas. Estaba acompañada de un hombre, e iban cogidos de la mano.

Cruzamos la mirada durante una fracción de segundo. Nos reconocimos. Yo recordé aquellos breves instantes de placer en aquel autobús. Ella puso cara de recordarlo también.

Jamás supe su nombre…

Aquella noche del  sábado de carnaval se terminaba después de ver cientos de personas disfrazadas de “mascaras” como allí se les dice.

No llegamos a ver a las chicas con las que habíamos quedado.

Hablamos, conversamos, bebimos algo, pero mi mente estaba en el autobús.

En uno de los bailes, una máscara se acercó a sacarme a bailar. Nuestros cuerpos al ritmo de la música se hicieron uno y finalmente sucumbiríamos al placer en un rincón oscuro del parque.

La follé furiosamente, mi mente aun quería follar con aquella morena propietaria de aquellas enormes tetas que me habían dejado un recuerdo para toda la vida.

Aquella mujer madura, cosa que sus pechos caídos y sus grandes caderas ponían en evidencia, quería seguir follando durante más tiempo. Su segundo orgasmo llegaba mientras se retorcía sujetando fuertemente un banco de madera.

Mi polla seguía dentro de ella y volvió a echarle una segunda leche.

Quizás había llegado a su clímax máximo, cuando sin decirme nada se marchó.

Tampoco sabría quien había sido aquella madura caliente que había aprovechado mi excitación.

Volví al baile, acordamos volver, era muy tarde.

Seguía cachondo por aquella mujer. Aquellas grandes tetazas quedarían en mi mente de recuerdo toda la vida...

Cuando entraba sigiloso en mi casa, los primeros signos de luz empezaban a contemplarse en el horizonte.

Llegué cachondo y absolutamente cansado aquella madrugada, y al acostarme sentí aquel culo caliente esperándome, no dejé de pensar en otra cosa que meter mi polla en él y dejarme sacar hasta la última gota de leche…

Mi tía abuela Rafaela no permitiría quedarse sin su ración de polla de cada noche.